Aventuras de un heredero

By Anaisbvm

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Miles Campbell Jones, uno de los chicos más reconocidos de toda Europa por ser hijo de un joven empresario ex... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45.

Capítulo 19

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By Anaisbvm

Alexander

Terminamos pronto en la tienda y nos fuimos al auto que estaba en el estacionamiento. No debería haberles comprado un celular y debí ser firme con la idea de que era una compra innecesaria, pero será primera y última vez. Tendré que lidiar con este tipo de situaciones de otra manera, sin intercambios.

Lo de que no me libré fueron las quejas de vuelta a casa. A pesar de que tenían sus celulares a su lado seguían lloriqueando por el dolor de sus brazos. Claramente los entiendo, pero lo que no son sus peleas constantes en los asientos traseros.

Según lo que he contado en estos quince minutos de viaje han llevado tres discusiones por distintas cosas.

—¿Así que "los demandaré"? ¿Copiando mi frase hermanito?

—Cállate Miles.

—Técnicamente podríamos hacer eso, si tan solo tuviéramos un testigo...

—¿Y condenar a personas que hacen su trabajo? ¿Cuál sería la gravedad? ¿Aplicarles una vacuna que necesitaban? —hablé conduciendo.

—Se nota quienes están de nuestro lado y quienes no —sorbió su nariz dramáticamente.

—Y me preguntan si mis hijos son exagerados —dije entre dientes aguantando una risa.

—¿Dónde vamos ahora?

A todo esto, nada de lo que dijeron fue en un tono normal sino con la voz temblando y llorando al mismo tiempo. Es una conversación que a simple vista da ternura y pena ya que sus pucheros constantes se encargan de ser adorables.

—A otra clínica —mentí y coloqué una sonrisa la cual notaron por el retrovisor— A ver si les aplican otras que les faltan.

—¿Nos estas tomando el pelo? —Miles se exaltó.

—¡Te gusta vernos sufrir!

—¡Renuncio a ser tu hijo, Alexander! —el menor siguió en su papel.

—Claro que no iremos allí, ¿recuerdan que hay que almorzar? —solté una carcajada—. Son unos angelitos en la sala de espera ¿no? Pero cuando entran... que alguien me salve.

—¡Ja! Si lo único que haces es sentarte a vernos llorar.

—Ni que las recibiera por nosotros...

—Podría, así ve lo que se siente —siguió Miles.

—Ya, basta los dos ¿eh? Que ni duran cinco minutos sin pelear.

El silencio no duró mucho por supuesto, alcancé a llegar a un restaurant cuando los gritos se hicieron presente nuevamente. Ahora era por la carcasa de su nuevo celular, uno quería la roja y el otro quería la negra, era las que quedaban en la tienda y cuando lo discutimos allá estuvieron absolutamente de acuerdo en comprarlas, ¿Cuál es el problema ahora?

—¡Que es mía la negra, joder!

—Que mentiroso, quedamos en que te quedabas la roja ¿o se te olvidó zopenco?

—Un insulto más chicos... —advertí sin paciencia.

—¿Y qué? —me desafió Miles—. No puedes castigarnos Alexander.

Así es. Este pequeño está cada vez más rebelde.

—¿No? —levanté una ceja y me volteé a verlos—. Que hayan salido recién de la clínica no significa que se libran de los castigos que quede claro. No permitiré que sigan los insultos y que se comporten así de altaneros ¿estamos?

—¡Pero si yo ni hablé! —se quejó Milan.

—Entienden mi punto, y es más... —tragaron saliva—. Les diré esto solo ahora. Será primera y última vez que les compraré algo por un simple capricho, saben que no es algo que necesitaran. A la próxima que se presente algo así ustedes van a tener que trabajar por lo que quieren y ganarse el dinero.

—¡¿Qué?!

—Si Miles, como oyes.

Suspiré apagando el motor.

—Yo no tengo problema en trabajar pa...

—Lo sé Milan —guardé las llaves en mi chaqueta—. Ahora bajan que vamos a ir a comer algo antes de ir a casa.

—Bajen ustedes, yo me quedo.

—¿Perdón?

—¡Tú nos chantajeaste con celulares! ¡No puedes venir a decirme que voy a trabajar por lo que quiera! Se supone que es tu deber darnos y...

—Alto ahí Miles, que sea su padre no significa que cada cosa que vean o les guste vaya a comprárselas. Existen límites y lo sabes, no tengo que volver a explicártelos. Si sigues con este berrinche nos iremos a casa y no te gustará la conversación que tendremos en mi despacho.

—Que te den—susurró y mantuve la calma.

—Repítelo jovencito, te estoy esperando.

—Nada, no fue nada.

—Entonces bajas y con la mejor cara —abrí la puerta y Milan salió primero muy callado. No dijo ninguna palabra en los siguientes diez minutos que pasaron.

Nos sentamos en la mesa del fondo del restaurante y cada uno pidió lo que quería comer. Mientras esperábamos escribía mensajes por Gmail a mi secretaria con relación a asuntos de la empresa. Últimamente ha habido mucho más papeleo debido a la próxima reunión que tengo en Boston y la verdad es agotador, repartir mi tiempo en el trabajo, casa e hijos me deja muy cansado.

—Es lujoso —me habló Milan—, demasiado.

—Uno de estos días te llevaré a uno mejor, allí te sorprenderás cariño —asintió feliz y Miles me asesinó con la mirada—. ¿Pasó algo?

—¿Y yo? ¿Solo irá Milan? —arrugó las cejas—. Que rápido me cambias Alexander.

—Hey, alto ahí campeón —no le quité la mirada—. Sabes que siempre estas incluido en los planes, no hay por qué estar celoso ¿bueno? Los amo a los dos.

—¡Pero tienes que decirlo, no dejar que yo lo piense! —lloriqueó.

Definitivamente Miles necesita una siesta, debe ser por el dolor de sus brazos que anda tan irritante y a la defensiva con todos. Se colocó a llorar en el asiento y se cubrió el rostro con las manos.

—De acuerdo pequeño, está bien —acerqué su cabeza a mi pecho—. Lo siento, tienes razón, debí decirlo yo.

Es un gran avance y lo pude notar cuando se relajó con la calidez de mi abrazo.

El menor es muy berrinchudo, eso no se lo quita nadie, pero con sus celos tiene que aprender a controlarlos y también asimilar que el cariño se comparte, fue un error no haberlo acercado en todos estos años, pero estoy dispuesto a hacer el cambio. Tampoco quiero dejar fuera a Milan y que se sienta incomodo al solo demostrarle atención a uno. Ser papá es jodidamente difícil, hay que admitirlo.

—Se comen todo ¿mhm?

—¿Esto es brócoli? —se espantó el mayor.

—Ajá y es muy rico ¿verdad Miles?

—No me trates como un crío —chilló.

Pero si lo es...

Me puse serio. Este es un tema en el que no hay tratos, deben comer por su salud y si no les gusta lo que hay en el plato es lamentable, pero ellos ordenaron lo que tienen ahí.

—Nada de apartar vegetales.

Una hora más tarde terminamos de comer y los llevé finalmente a casa. Felices de que todo este día agotador acabara se fueron al cuarto de juegos a utilizar la consola de videojuegos de Milan ya que la de Miles se vendió y el dinero fue hacia una fundación que lo necesitaba. Le compraré otra cuando se la gane, promesas son promesas. Me dolió ver su cara cuando le dije que ya no encontraría su preciado juguete, pero quedó "bien" ya que niños salieron beneficiados.

—¡Papá! —Milan bajó las escaleras—. Dile a Miles que me regrese el control ¿sí?

—Sean hermanables, es lo único que les pido.

—¡Pero ha jugado dos horas!

—No discutan, subiré pronto —asintió—. Hijo dile a tu hermano que baje, necesito hablar con ambos, me acabo de acordar de algo importante.

—¡Miles baja! —gritó a los cuatro vientos.

—Me refería a que subieras a decirle, no gritarle desde la sala Milan —lo regañé.

—Ups.

—¿Qué pasa? —el menor llegó con las mejillas coloradas al primer piso.

—Siéntense, tengo tres temas de los que hablar el día de hoy —me quedé en el medio de la sala de estar con ellos mirando desde los sillones—. En primer lugar, el desorden... ustedes saben que mínimo deben recoger las cosas del piso y si ocupan algo ir a lavarlo. Encontré la mitad de la cocina allá arriba chicos y eso no puede ser. Me ayudarán a limpiar ¿entendido?

—¡Si, señor! —Miles hizo una mueca de disgusto y respondió irónicamente—. Vamos, dile que sí, ahora estamos en un puto regimiento. Ni dejar un vaso podemos.

—Es mejor que ni reclames jovencito porque eres el primero en dejar cinco vasos en tu habitación —se calló—. Muy bien, en segundo lugar, mañana será un día de estudio ya que se tienen que concentra lo máximo para los exámenes que vienen la próxima semana. Quiero que den lo mejor de ustedes chicos, no les pido excelentes calificaciones, pero sí que haya esfuerzo de por medio y puedan aprobar.

—Pides poquito...

—De aprobar puedo... digo no soy el mejor de la clase.

—Entiendo eso, su esfuerzo es lo que vale ¿de acuerdo? —carraspeé—. Ahora si lo principal, nos iremos de viaje a Boston la próxima semana, sé que es repentino y que probablemente no quieran ir, pero no pienso dejarlos aquí.

—¡Genial! —el mayor sonrió—. Ya quiero ir...

—¿Y por qué no quedarnos?

—¿Solos? Olvídalo Miles, es peligroso.

—¿Qué día exactamente?

—Esperen que aún no he terminado. Será un viaje de negocios para mí, no es para ir a divertirse ni mucho menos pero eso no significa que se quedarán encerrados en el hotel. Tomaremos dos días para nosotros ¿les gustaría?

—¡Claro que sí! —respondieron al mismo tiempo.

—Perfecto, ya tengo planificada algunas actividades, pero primero lo primero, el estudio.

—¿Nos vamos el lunes?

—No Miles, cuando terminen los exámenes.

—¿Y las notas...?

—Las sabremos de vuelta, no se preocupen por eso. Relajados y enfocados en su objetivo —se levantaron—. A la cama, descansen para que mañana se levanten con energía.

—Con fiebre querrás decir —reclamó Miles—. Estoy ardiendo.

—Y yo —continuó Milan.

—Bueno, puede que mañana en la tarde comiencen a estudiar, entiendo que los efectos secundarios de las vacunas comenzaron —fui a tocar la frente de los dos—. Diablos, están ardiendo.

—¡Es lo que dije!

—Si, a sus cuartos, chicos. Nada de juegos, ahora se van a acostar y yo iré por unos paños para bajarles esa fiebre.

Miles

El día pasó volando, me quedé dormido y desperté al otro día, no sé cómo ni cuándo pasó sin embargo no me importó demasiado. Lo primero que hice fue estirarme y salir como un resorte de esa cama para ir por un bocadillo a la cocina.

Dos palabras. Muero de hambre.

—¿Dónde guardó los cereales Alexander? —susurré para mí mismo mirando las estanterías y me causó curiosidad ver muy escondido algo brillante como una botella.

¿Qué es? No me digan que...

—¡Alcohol! —ahogué en un grito—. Con que aquí lo guardaba...

—¿Qué haces? —me tambaleé en la silla y grité de la impresión al escuchar esa voz.

—¡AHH!

—Ay no me asustes, carajo —Milan retrocedió.

—¿Cómo se te ocurre aparecer así? Son las seis de la mañana —dije con el corazón en la mano.

—¿Qué tienes? Es como si estuvieras haciendo algo prohibido.

—Encontré el escondite del alcohol, Alexander es muy malo guardando esto —agité la botella de vodka—. Los invitados no podrán beber nada...

—¿Estás loco? ¿Piensas llevártelo?

—Alexander no se dará cuenta que falta.

—Ja, iluso —rodó los ojos.

—¿Qué no me daré cuenta? —papá apareció sin que nadie lo escuchara.

Maldición.

Ahora si me caí, la silla no aguantó. Me azoté en el piso y la botella de cristal rodó a sus pies. La adrenalina fue tanta que me paré como si nada e hice una cara de decepcionado. Tengo que salvar mi trasero de alguna manera, ayer me traicionó Milan, hoy me la devuelve.

—¡Milan por Dios, te dije que dejaras eso donde estaba! —mi hermano abrió y cerró la boca indignado.

—¡No me metas a mí!

—¿Qué hacían jovencitos? —Alexander estaba con pijama y con cara de enojado—. No intenten echarse la culpa el uno al otro porque no servirá conmigo.

—Dices que el alcohol está prohibido y ahí lo tenías.

—Para ustedes Miles, no te equivoques.

—Ah —mordí mi labio y quise pasar discretamente por su lado—. Hace frio, amaneció nublado, me voy a la cama.

Casi corrí de ahí y papá me alcanzó el brazo.

—¡Au, au! —lloriqueé y su cara cambió de inmediato.

—Verdad que tienes el brazo....

—¡Ten cuidado papá! —chillé más de lo normal—. Que se me cae el brazo.

—No volveré a preguntarte de nuevo...

—Estaba ahí buscando cereales —me sinceré—. Fue casualidad encontrarme con el vodka, debe ser una señal del destino creo yo.

PLAS

—¡¿Y eso?!

—Si claro "destino", ni una gota de alcohol vas a probar ¿oíste Miles? —ahora si se enfadó.

—Que gruñón.

—Te la ganaste...

—¿Estas contra mí, Milan? —lo empujé y colocó una mueca de dolor. Mierda, verdad que recibió cuatro vacunas ayer, a este sí que se le caen los brazos.

—Te empujaría si tan solo...

—¿Qué? ¿No te dolieran los brazos? Ja, no tienes fuerza...

—¿Eso crees? —vino molesto hacia mí y papá se colocó en medio de ambos.

—Si quieren trasladan su pelea a mi habitación, ahí conversan con mi mano ¿Qué dicen?

—No gracias.

—Eso pensé —caminó hacia el mueble de cocina—. Vayan por un par de tazas, cocinaré el desayuno.

Milan

Nunca había visto una persona tan vengativa como lo es Miles, es que no aguanta ninguna, ayer era una caso de vida y muerte, esa fue la razón por la que tuve que cerrar la puerta en su cara pero reconozco que debí esperarlo un poco más, quizás así no estaría enojado pero hoy me arrojó a los tigres como si nada, no vi ni una pizca de arrepentimiento en sus ojos.

Después de desayunar mi día continuó en la cama, acostado sin hacer nada. Ya en la tarde cumplimos con lo que papá tenía planeado de su tarde de estudio, no digo que fue un fracaso pero si horriblemente aburrida.

—¿Ya me puedo ir?

—Miles es quinta vez consecutiva que me preguntas lo mismo —respondió papá irritado.

—Es que ya aprendí.

—Hagamos preguntas entonces.

—Creo que seguiré estudiando —me escondí en mis libros aguantando una risa escandalosa.

Estoy emocionado por ese viaje a Boston, debe ser emocionante tener minivacaciones en familia. Ya quiero terminar las evaluaciones y estar al nivel de los demás alumnos de mi clase.

Una llamada nos alarmó y papá se levantó para contestar afuera.

—¿Quién lo llamó?

—No sé dime tú.

—Te dicen el más simpático —me sacó la lengua—. Vamos, hablo enserio, no se veía para anda contento cuando salió.

—Seguro es Kian.

—¿Y ese es...?

—Nuestro tío, es un grano metido en el culo te lo juro.

—¿No que había perdido comunicación hace años con él?

—Pues si pero volvió a contactar a papá cuando comenzó a salir en las noticias, es un interesado, no me cae para nada bien.

—Miles —levantó una ceja—, ¿Cuántos autos tiene papá?

—¿Y esa pregunta?

—Es que hoy por la tarde llegó un auto espectacular y se me olvidó mencionarte —su sonrisa no daba más—. Quiero ir a verlo, nos tenemos que escapar de aquí.

—Está afuera, se va a demorar —insistió—. ¡Debiste decirme antes!

—Conociéndote de seguro te daba la locura de conducirlo.

—No creo que sea tan genial...

Cinco minutos después estábamos metido en el estacionamiento de la casa y se nos caían los ojos de los abiertos que los teníamos al ver la octava maravilla de este mundo. Es un auto negro, deportivo, último modelo y huele a nuevo ¿Qué mejor?

—Necesito conducirlo, carajo, es que mira ese color.

—¿Crees que los guardaespaldas se den cuenta?

—Era broma, no juegues... —miré con desesperación el tablero con las seis llaves de los distintos tipos de auto que hay aquí dentro.

—Es para probarlo.

—¿Tienes licencia?

—¡Obvio!

—Ajá, y yo tengo tres, idiota.

—Si no quieres arreglártelas con Alexander es tu problema, yo me subiré y...

Pareciera que papá tiene un radar cuando hablamos de él porque esta vez no apareció sino gritó nuestros nombres desde la sala.

—¡Es ahora o nunca! —Miles agarró la llave más nueva y encendió el motor.

—Ay...

Cometí un error en enseñarle el carro, no creo que sepa conducir y si sabe no confío en él en lo absoluto para sentarme en el copiloto.

—Habrá una exhibición de autos en Boston, estuve investigando y justo serán los días que estaremos allá. Podríamos escaparnos un rato e ir a verlos, en una de esas nos dejan subirnos y ver que tales son...

—¿Es que te escuchas? —tosí—. Miles es más que peligroso.

— Deberías divertirte más, aprende Milan.

Abrió la puerta con un interruptor y bajó la ventana.

—¿Vienes?

—Me arrepentiré de esto —bufé y papá salió.

Está aquí. A dos metros de nosotros con la ceja levantada. Está muy relajado para ser verdad, alguna trampa debe haber, dudo que sea tan fácil sacar el auto de aquí con él mirándonos desde la puerta.

—Tienen tres segundos para entrar —habló fuerte—. Miles llegas a apretar el acelerador y no te gustará el resultado. Comenzaré a contar. Uno.

Decidí abandonar la idea de ir con mi hermano porque, aunque nos subiéramos tenemos que pasar el portón principal repleto de guardias, es una misión imposible y riesgosa, aún más cuando me puedo ganar unos azotes, tengo bastante con mis brazos adoloridos.

—¿Estas delirando? ¿Es eso? —hablé con Miles—. Bájate de ahí que es estúpido lo que harás. No es por asustarte, pero ¡Va en el dos!

—¿Tu eres tonto o te haces? Apenas salga de aquí me ganaré igual un castigo.

—Pero menor.

—Olvídalo.

—¡Miles!

Aceleró. El jodido condenado lo hizo y a los metros el auto se detuvo. Sabía que no sería tan fácil. Con la tecnología de hoy en día esas ruedas deben tener seguridad y papá estaba más que enterado. Me dio tristeza por Miles, lo bajaron de la oreja de ahí pero se lo dije al muy imbécil, perfectamente podría haber tomado mi consejo pero prefirió seguir en su posición.

—¿Te dije o no, Miles?

PLAS PLAS PLAS PLAS

Me iré de aquí, definitivamente, no pienso presenciar como lo castigan y menos quiero que sigan conmigo así que apresuré la caminata y me refugié en el baño. Técnica que nunca falla. Me quedé aproximadamente una media hora esperando que el ambiente se calmara y salí.

Culpabilidad, eso es lo que siento por haberle dicho a Miles de ese auto nuevo, aunque se hubiera enterado de todas formas. Apuesto mil veces que a mi hermanito se le ocurrirá conducirlo en algún momento y cuando eso pase Alexander estará más que furioso.

—¿Dónde están? —hablé para mí.

—Joven —Lucas entró al comedor—. Su padre me indicó que le recordara seguir con el estudio.

—¿Sabes si...? —carraspeó.

Entendí a la perfección.

—Lucas ¿me puedes hacer un favor?

—Si puedo no hay problema.

—Necesito que me acompañes a la tienda más cercana.

—¿Tan tarde? Tendría que preguntar a su padre.

Quiero comprarle algún snack a Miles, seguramente va a terminar de mal humor y con la cara roja después de una sesión de llanto, no quiero que se sienta mal, es lo menos que podría hacer por mi hermano.

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