Capítulo 17

1.1K 77 12
                                    

Milan

Alexander me indicó con la mirada que subiera al auto y eso hice. No puedo alargar más esto y sé que llegó el momento de mi condena. Pero antes que nada quiero agradecerle a todos lo que hicieron algo por mí, a Miles que es un traicionero, odioso, pesado, pero igual lo quiero y...

—¿Qué estás pensando? —papá me preguntó y saqué mi mejor puchero.

—En que les diré a todos antes de que me condenes.

—¿Qué? Milan estas exagerando —bajé la cabeza—. Nadie condenará a nadie aquí. Solo hablaremos.

—¿Así le llamas ahora a castigar?

—¿Y por qué crees que debería castigarte Milan? —tragué saliva.

—Yo no quiero... —mordí mi lengua—. Pues no deberías, ya soy mayor. Tengo una edad adecuada para mandarme solo y si quería salir...

—No es cierto ¿eres mayor de edad?

—No, pero lo seré.

—Mientras no sea así no hay nada que discutir sobre aquello. En la casa hay reglas y el alcohol está prohibido en su totalidad. Nadie entra ni sale de allí borracho ¿quedó claro?

—Pero...

—¿Quedó claro? —su voz cambió.

—Si papá —le respondí de mala gana.

—Y los permisos se ganan Milan, cosa que tu no has hecho ni pediste anoche para irte. Estaba más que preocupado por ti, no sabía si te había ocurrido algo. Nunca más lo vuelvas a hacer.

No puedo prometer que no pasará otra vez porque no sé qué decisiones tomaré en el futuro sin embargo de todas formas tiene un poco de razón, debe ser horrible sentir esa preocupación por alguien y ahora me siento culpable. Ayer no lo hice con esa intención por supuesto, solo quería divertirme y que nadie se enterara, pero salió mal mi plan al parecer.

Llegamos muy pronto a la casa para mi gusto y me dolía el estómago de una manera impresionante. Al estacionarse mis piernas querían correr a la dirección contraria de la entrada y mi mente me suplicaba que no porque ya he acumulado muchas. No sé qué hacer, si actuar normal y evadir el tema por completo o gritarle mi punto de vista hasta que lo entienda.

—¿Cómo te fue en los exámenes?

—Creo que bien, sabía bastante.

—Me alegro hijo, esperemos lo mejor, vamos —tragué saliva, salí del copiloto y miré detenidamente el portón, este se está cerrando, hay dos guardaespaldas cerca y si llego a correr es probable que me atrapen en menos de dos segundos.

—¿Qué tienes Milan?

Cara de perro arrepentido en tres, dos, uno...

—Acompáñame al despacho.

—¿Qué? —mierda.

¿Su despacho? ¿Por qué no puede ser mi cuarto y ya? Miles más de una vez me ha comentado que ese lugar ha sido donde le han dado los peores castigos de la vida. Tal vez solo exagera, pero sí que me asustó el muy imbécil. No quiero poner un pie allí, menos si sé que es para un castigo, mejor que se meta su orden por donde le caiga.

Con mi madre jamás fui rebelde, ni le causé algún problema, todo lo contrario. Siempre intentaba ayudarla en todo y me sentía culpable por ser una carga en sus negocios. Sin embargo, si ahora comienzo a comparar todo con papá me doy cuenta de que he sido un poquito más contestador. Con él me siento libre de expresarme como quiero, a pesar de todo me siento cómodo. Es un estilo de vida tan distinto al que llevaba donde ahora no es un "Milan hace lo que quieras" sino un "Milan hay reglas y se respetan".

Aventuras de un herederoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon