AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|

By GenevaMorte

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[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS] Érase una vez un ángel y un demonio. El ángel conquistó al demonio con su perve... More

Introducción
1⛥The Beggining
2⛥Magic
3⛥Signs
4⛥Initiation
5⛥ Dream
6⛥Medallion
7⛥Heart
8⛥Help
9⛥Inusual
10⛥HeartBeats
11⛥Sweet Kimberly
12⛥ Angel
13⛥Possession
14⛥Soul
15⛥Problem
16⛥Fucked
17⛥Hunt
18⛥Bloody Night
19⛥Funeral
20⛥Cookies
21⛥Dreams
22⛥Efona
23⛥Rare
24⛥The Process
25⛥Spiritual
26⛥Aradia
27⛥Power
28⛥Cookies
29⛥Change
30⛥Reality
31⛥Experience
32⛥Protection
33⛥Caos
34⛥Strange Shaking
35⛥Mom
36⛥Feelings
37⛥Fear
38⛥Greenland
39⛥Distance
40⛥Questions
41⛥The Masters
42⛥The Whip
43⛥Hells
44⛥Gold Teeth
45⛥Answers
46⛥Liers
47⛥Favour
48⛥War
49⛥The Time
50⛥The Tramp
51⛥Intruder
52⛥The Truth
53⛥The Invitation
54⛥Plans
55⛥Traitor
56⛥ The Mansion
57⛥The Dinner
58⛥ Blood
59⛥The Perdition
60⛥The Union
61⛥Brothers
62⛥The Revenge
63⛥The Return
64⛥The Reunion
65⛥Exorcism
66⛥The Investigation
67⛥The Fog
68⛥The Invocation
69⛥Dissapointment
70⛥The Feathers
71⛥The Cure
72⛥The Control
73⛥The Explanations
74⛥Freedom
75⛥The Feel
76⛥Sister
77⛥Craziness
78⛥The Warning
79⛥The Revelation
80⛥The Mountain
81⛥The Pet
82⛥The Destiny
83⛥Lilith
84⛥Celestial Light
85⛥The Speech
86⛥The Sparks
87⛥Tragedy
88⛥Stones
89⛥Reality
90⛥Enemy
91⛥The Decision
92⛥Daggers
93⛥The Creatures
94⛥Power
95⛥Bad Sensations
96⛥The Enemy
97⛥Help
98⛥The Plan
99⛥The Battle
⛥Epílogo⛥
⛥Agradecimientos⛥
⛥AMA⛥

100⛥The End

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By GenevaMorte

Capítulo dedicado a josv25






La mansión comenzaba a ser acogedora.

No cabía duda alguna de que la presencia de la segunda de los amos era la que la oscurecía. Sentada en un sillón negro de la gran sala de estar mantenía mis ojos fijos en el tercero de los amos, quien sentado en frente de la chimenea removía la leña de vez en cuando. Deimos, quien estaba sentado al frente de mí, desviaba de vez en cuando su mirada de mí para fijarla en su tembloroso cuerpo. El mío había dejado hace horas de temblar, sobre todo cuando el calor de la mansión me acogió.

Me molestaba un poco la simpatía que había desarrollado de repente por el tercero de los amos. No sabía si era por los inevitables sentimientos humanos que mi corazón desarrollaba o por haber sido el único con el que no había tenido mucho contacto.

-¿Qué le pasó al primero de los amos? -preguntó Deimos.

Las últimas horas habían sido tranquilas.

Nuestras respiraciones al compás habían tranquilizado mi interior pero sabía que tarde o temprano las respuestas a nuestras preguntas debían de manifestarse.

-Ella se transformó de la noche a la mañana. Ninguno de nosotros podía creerlo. -explicó, acercando sus manos al calor de las llamas.- Habíamos jurado que apenas le quedaban horas de vida... Pero ella no cesaba de repetir que había logrado otro favor de una gran deidad. Yo la creí, honestamente, mas no mi compañero. Él investigaba a escondidas cada noche lo que podría estar sucediendo pero nunca lograba nada. Una noche decidió que la única manera de averiguar lo que estaba ocurriendo era avisar a los santos amos.

-¿Los santos amos? -pregunté, enderezándome.

Él asintió.

-Son los amos que están por encima de nosotros. Ellos poseen más poder y más conocimiento, además de provenir de un antiguo linaje de gente... especial.

Mis cejas se alzaron a la vez que cruzaba miradas con Deimos. A él no pareció sorprenderle nada de lo que había dicho. Anonadada volví a centrar mi mirada en la chimenea.

-¿Te acuerdas de aquellos que estuvieron la noche de la extracción de tu sangre?

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y asentí.

Sabía que esos eran más poderosos pero no imaginé el que se encontraran también en la categoría de amos.

-Los recuerdo... -susurré.

-Mi compañero intentó avisarlos pero ni si quiera llegó a cruzar el umbral de la puerta de entrada. Ella atravesó su garganta con... -miró fijamente el palo de hierro con el que removía la leña.- Con uno de estos.

Tragué saliva para después volverme a dejar caer contra el sofá.

-Realicé varios intentos por avisarte incluso, pero nunca podía realizar movimiento alguno sin que lo notara.

-¿Y cómo acabaste atado a la fuente? -pregunté.

-Hace tres noches puse veneno en su comida. No comprendo cómo logró descubrirlo pero me dio dos opciones. O comer la comida o morir congelado fuera.

Apreté mis labios al escuchar el dolor en su voz apagada.

-¿Y preferiste una muerte lenta a una rápida? -preguntó entonces Deimos, con semblante serio.

Él siguió removiendo la leña.

Tras unos segundos se detuvo y giró su cabeza en mi dirección.

-En el fondo tenía esperanzas de que aparecieras. -susurró.

Mis ojos se cristalizaron.

Tuvo esperanzas en mí, a pesar de no tener idea de cómo usar mi poder. Tuvo esperanzas sin prestarle atención a las probabilidades de sobrevivir que tenía.

-¿Y ahora? -decidí preguntar bajo su confusa expresión.- El primero y la segunda están muertos. Sólo quedas tú. Puedes largarte de éste lugar y...

-¿Largarme? -preguntó, sorprendiéndome.- ¿A dónde? Los miembros de mi familia están muertos y no hay nadie esperándome allá afuera. Puede que el noventa por ciento del tiempo lo haya pasado mal pero... ya no se vivir de otro modo. ¿Crees que el mundo de fuera me recibirá bien con éste rostro? - dijo con un hilo de voz.

Sus palabras me dolieron.

Cerré los ojos por unos segundos para después respirar hondo. Decisiones no tan agradables empezaban a emerger en mi subconsciente.

-¿Y tu orden? -pregunté.- Fuiste escogido por lo que ellos podrían...

-No. -me interrumpió.- Yo no fui escogido.

Fruncí el ceño.

-¿Qué quieres decir con eso?

Me dio la espalda y mi curiosidad casi me hace levantarme.

La mano de Deimos me frenó, indicándome que lo mejor era guardar silencio ante tal caso. Suspirando obedecí. Si pensaba llevar a cabo la sólida decisión de mi mente no me beneficiaría a la larga el presionarlo. Al fin y al cabo de él podríamos conseguir una valiosa información.

-¿Cuál es tu nombre? -preguntó Deimos, apoyando sus codos en sus rodillas.

Mantuvo sus ojos fijos en la llama a la vez que detenía sus movimientos de remover la leña.

-Los primeros amos no tenemos nombre. -murmuró.

Mis ojos entonces descendieron por su perfil, deteniéndome más de lo normal en sus cuencas vacías.

Me preguntaba si algun día dejaría de sufrir escalofríos al verlas.

Podía sentir los ojos de Deimos, a la espera de una respuesta por mi parte. Pero la respuesta me daba cierto temor. Sabía lo que había estado pensando las últimas horas. Sabía lo que había estado desarrollando mi mente en cuanto a mi poder se trataba. Me había jurado a mí misma el no volver a sentirme así de perdida. Así de inútil, sin saber cómo vencer sin ayuda alguna. Pero ligada a esa decisión estaba otra, otra que supondría el final de un ciclo y el comienzo de otro.

No sería nada fácil aceptar las consecuenicas que desarrollaría esa elección al principio, pero por primera vez en mucho tiempo decidí hacerle caso a Deimos. Hacerle caso a sus consejos, por más descabellados que éstos me parecieran.

-A partir de hoy sí.

Los dos giraron sus rostros en mi dirección.

-A partir de hoy los primeros amos tendrán nombre.

Deimos empezó a sonreír lentamente, sabiendo perfectamente lo que eso quería decir. Pero lo que no sabía era que pensaba meterlo a él también en esto.

Al fin y al cabo ahora había dos puestos libres.























No estuvo de acuerdo con mi decisión.

No la de aceptar el puesto como la primera de los amos, sino la de no volver a Salem.

Sus ojos no parecían comprender mi incapacidad por tener que presenciar las respuestas de los demás y de mi abuela ante dicha decisión.

-¿Tienes idea de cómo los harás sentir? -preguntó cuando me negué a subir a su coche.- Ésta noche saldrás en frente de las ocho órdenes, Kimberly. Y ellos estarán entre el público.

-He aceptado tu decisión, pero deberás aceptar también la mía. -repliqué, mirando el sol en lo alto.- Ve a Salem y coméntales aquello que desees. Pero deberás de nombrar a un nuevo amo en la orden.

Mi respuesta pareció descolocarlo aún más.

Salió del coche y se apoyó contra él, de brazos cruzados. Sonreí. ¿Qué creía que iba a hacer con el segundo puesto? ¿Dárselo a Jacob?

-He aceptado tu consejo, pero sólo con la condición de que te unas a mí. -murmuré.- El segundo puesto de los primeros amos es tuyo.

Fue la primera vez que la mandíbula de Deimos se desencajó.

Con pura sorpresa en su rostro procedí a encogerme de hombros.

-¿Qué creías? -me burlé.- ¿Que aceptaría liderar sin apenas tener contacto alguno contigo?

-No parece importarte el no tener contacto con los demás, al parecer.

Apreté con fuerza mis dientes y desvié mis ojos de los suyos, los cuales me fulminaban.

Me encontraba preparada para ésta conversación. La había desarrollado en mi mente en más de diez maneras posibles. Di un paso hacia él y llevé mis manos a los bolsillos de mi mono.

-Ésta es mi condición. Irás a Salem. Informarás de mi decisión a todos, Alexander se encargará más tarde de decírselo a mi abuela. Nombrarás a un nuevo amo, manteniendo siempre las reglas. Y acto seguido volverás... Conmigo. -dije, situándome entre sus piernas.- Dije que me encantaría poder pasar un tiempo lejos de todo, pero tú no formas parte de ese todo. -confesé bajo su atenta mirada.- Además, tú mismo dijiste que esto será algo temporal. Ni que me estuviera despidiendo para siempre.

-Sí. Es algo temporal, pero tu gesto no será bien visto por los demás. -respondió, ignorando mis brazos alrededor de su cuello.

-Esa es la razón por la que no vuelvo contigo. No servirá de nada, sólo para hacerme quedar como la mala. -admití, volviendo a encogerme de hombros.- De una manera u otra seré la mala igual.

No pudo llevarme la contraria esa vez.

Me encontraba tranquila en cuanto a ese tema porque sabía perfectamente que tenía a todos a tan solo una hora de mí. Me centraría en averiguar cosas sobre éste mundo de los amos, beneficiándome de lo que su poder, sus posesiones y sus conocimientos puedan otorgarme. Y en cuanto acabe volvería de nuevo con los demás. No comprendía su malestar. Había caído finalmente en la cuenta de que estuvo en lo cierto al aconsejarme aceptar el puesto. ¿Qué más quería?

La mirada de Deimos se suavizó poco a poco cuando posé mis fríos labios sobre la blanca piel de su cuello.

-Gracias de nuevo por salvarme. -susurré, inspirando profundamente su placentero olor a incienso.- Además... me encantaría poder verte en una de las capas de los primeros amos.

Inevitablemente sonrió y yo le di un suave beso en cada uno de sus hoyuelos.

-Será un nuevo ciclo. -dije, creyendo en mis palabras.- Empecémoslo con buen pie.

Tras un rato más de conversación optó por regresar solo a Salem, no sin antes escuchar bien mis indicaciones.

-Trae el grimorio de Armadel y asegúrate de que las puertas de la casa de Melanka queden bien cerradas... Y trae contigo a Silas también.

Cuando me encontré más tarde en la inmensa bañera dorada del baño de la habitación del primero de los amos, mi mente se centró en tal advertencia.

Enfaticé bastante en la casa de Melanka, sobre todo por la pluma que se encontraba bajo mi colchón. Estaba segura de que allí estaría más segura que en ésta mansión. Con mi mejilla apollada sobre mis rodillas pensé en todo.

Pensé en lo atroces que se veían los seres sombra y en cómo debían de ser las demás criaturas de mi mundo. Pensé también en cómo el diabólico general logró desprender el esqueleto del cuerpo de la segunda de los amos, como si fuese la cosa más fácil de hacer. Pensé después en la caótica batalla que hubo. Efona había acertado en todo, sin duda alguna había sido un agotador enemigo. Enemigo que gracias a Aradia residía ahora bajo tierra. Pero en cuanto pensé en Aradia mis ojos volvieron a empañarse. No comprendía a qué se debía esa rota mirada. Ese derrumbado semblante.

¿Qué había salido mal? ¿Qué error había cometido? ¿Y porqué no acudió a ninguna de las invocaciones que realicé antes de meterme en la bañera?

¿Qué demonios está pasando, Aradia?

Pensando en todo y en nada a la vez removía con mi dedo índice el agua teñida con la negrura de mi sangre. ¿Por qué había llorado sangre? Parece que cada vez que llamo a mis hermanos mi cuerpo humano me muestra de diferentes maneras el daño que sufre. Y lo verifiqué al empezar a toser incontrolablemente. Llevé mi mano herida a mi boca cuando sentí mis pulmones arder y mi ceño se frunció cuando, al retirar mi mano y volver a toser, un poco de humo negro salió de mi boca. Miré las partículas de este flotar en frente de mí, escandalizada. Tuve que salir de la bañera y rodear mi cuerpo con una toalla, antes de dirigirme al lavabo para beber agua. La aspereza de mi garganta no era algo agradable. Me agarré con fuerza al lavabo cuando empecé a escuchar fuertes pitidos. Me miré a mí misma en el espejo y mi piel se puso de gallina ante la gélida imagen que tenía en frente. Los pitidos cesaron por lo que me acerqué más para observar mis ojos. Alrededor de éstos había partículas oscuras. Pequeñas partículas esféricas, las cuales flotaban alrededor de mi oscuro iris. Froté entonces mis ojos con fuerza durante varios segundos.

Al volver a abrirlos todo estaba normal, mostrándome de nuevo cómo mi cordura siempre andaba pendiendo de un hilo.

-¿Qué demonios...? -susurré, volviendo a acercarme de nuevo al espejo, pero sin ver nada fuera de lo normal.

Unos golpes en la puerta me hicieron dar un respingo en mi lugar.

-¿Todo bien?

Me dirigí hacia ésta y la entre abrí.

El tercero de los amos aguardaba con concentración y con la cabeza mirando al suelo. Vestía una toga negra únicamente, sin capa alguna.

-Todo bien... -acabé por decir, siendo consciente de lo difícil que era dirigirme a él sin saber su nombre.- Sólo a sido un ataque de todos.

Asintió a la vez que se preparaba para seguir su camino.

-Sería mucho más fácil el saber tu nombre. -dije, saliendo del cuarto de baño.- Al fin y al cabo pasaremos bastante tiempo juntos.

Se dio la vuelta y apretó sus labios, los cuales poco a poco iban retornando a su color natural.

-Lorcan. Mi nombre es Lorcan.

Por cómo lo pronunció estuve segura de que llevaba mucho tiempo sin decirlo en alto.

Me crucé de brazos y me apoyé contra el marco de la puerta. Era un nombre bastante... apacible.

-Lorcan... - susurré, pronunciando por primera vez éste.- ¿De dónde proviene?

-Es irlandés.

Asentí para mí misma.

-Es muy agradable al oído. -me sinceré.- Por cierto, se que hay bastantes cosas que nos debes de enseñar pero me gustaría saber qué hacer con la vestimenta.

Asintió varias veces.

-Por tradición, al morir un amo el sucesor debe de portar sus prendas. Es símbolo de heredar la sabiduría del anterior.

-¿Vestir las prendas de ella? -murmuré, para nada contenta.

-Ahora también formas parte de los primeros amos, puedes escoger que te diseñen nuevas prendas si así deseas.

Sonreí.

-Eso me gusta más. Usaré sus prendas en lo que espero las nuevas.

-La mayoría de las vestimentas son con toga. Haré que traigan a los sastres. Tendrán las prendas que escojas en unos días.

-Gracias, Lorcan. -asentí en su dirección.- Me gustaría que se tomara la misma decisión en cuanto a Deimos.

-Asi será. Debo de solicitar también nuevos empleados. Todos los anteriores huyeron. -explicó, uniendo sus manos al frente de él.- Poseemos actualmente una lista, ¿deseas darle antes el visto bueno?

Me fue inevitable sonreír.

-No. Lorcan. Tú también tienes poder en ésta mansión.

Parecieron sorprenderle mis palabras pero acabó por dar un paso hacia atras y asentir.

-Aunque creo que Graciela debería de volver a pertenecer a la plantilla, ¿no crees?

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

-Era la primera de la lista.

Y acto seguido se retiró tras otro asentimiento de cabeza.

El resto de la tarde fue bastante productivo. Los sastres aparecieron tras una hora de haber notificado de mi decisión a Lorcan, demostrándome lo eficiente que era. Eran dos hermanos gemelos, de pelo escandalosamente rizado y de tez oscura. Debían de frecuentar la mansión ya que no tuvieron reacción alguna ante su rostro descubierto. Las horas pasaron rápido mientras tomaban medidas de mi cintura, mis piernas y mis brazos. Recogieron mi cabello en una cola de caballo para que no estorbara y me enfundaron en un mono blanco ceñido. Me enseñaron diseños de togas, de calzado y de capas. Incluso diseños de ropa para dormir. Me resultó divertido el ambiente ya que lucía como de la realeza. No estaba desconforme pero tampoco me agradaba el que me trataran como si fuera algo especial.

Al finalizar los acompañé a la puerta, para su sorpresa. Despedí a los gemelos, con Lorcan a mi lado. Éstos me lanzaron besos para después subir a su camioneta blanca, prometiendo volver con los ropajes a los dos días. Cuando se abrió la verja éstos abandonaron la mansión pero un coche negro volvió a atravesar las verjas. Lorcan se puso en alerta pero puse una mano sobre su hombro, con una sonrisa de oreja a oreja al ver a dos aves volando a cada lado del coche.

Silas había venido acompañado de Hades.

















Deimos no había vuelto de buen humor.

Los demás no habían tomado bien mi decisión, ni siquiera sabiendo que dentro de poco volvería a reunirme con ellos. Como supuse los peores en llevar la noticia fueron Alexander y Jacob. Según Deimos éstos pensaron que les estaba mintiendo sobre mi estado. Sobre la victoria, incluso. Pensaron que había fallecido. Pero todos quedaron descolocados al anunciarles que habrá nuevo amo en el grupo. No quiso revelarme a quién había escogido y yo tampoco insisití en saberlo.

Lorcan volvió a colocar el grimorio de Armadel en la habitación del ático momentos antes de partir hacia Greenland, dejando así a Silas y a Hades guardando la mansión. Deimos iba enfundado en un traje negro, el cual antes pertenecía al primero de los amos. Conjuntaba éste con una camisa negra y con unos zapatos del mismo color pero con la suela blanca. Yo vestía un sencillo vestido blanco, de mangas anchas y notables hombreras. Lo que no llevaba bien eran los tacones, los cuales eran insoportables para mis talones. Y Lorcan... Lorcan ni siquiera se había cambiado. Nos informó del procedimiento que se llevaría a cabo.

Las lujosas capas se encontraban en el secreto lugar donde llevaban a cabo las reuniones. Él se pondría la suya pero nosotros debíamos primero de hacer unos juramentos antes de aceptar el peso que dichas capas cargan.

Durante el viaje al lado mío se encontraba sentado Deimos, quien tenía la mirada perdida en el oscuro cristal de la ventana. Bajé la mirada a su traje. No le quedaba ni muy ceñido ni muy holgado, robándose miradas indiscretas por mi parte de vez en cuando. En cuanto al coche de los primeros amos, era un todorreno Karlmann King. Según Lorcan uno de los mejores en protección ya que su potencia le permitía arrastrar hasta seis toneladas, brindando así total protección a los primeros amos. Su interior me deleitó tanto que apenas noté las dos horas de viaje. El techo era estrellado y poseía unos amplios asientos traseros, con nevera llena de champán, vinos y dulces, además de un gran televisor sobre nuestras cabezas. Una vez que el todoterreno frenó los tres abandonamos éste. Inspiré hondo cuando la nieve nos volvió a recibir. En Plymouth no había si quiera un copo. Me sorprendió el que Lorcan echara a andar hacia un callejón oscuro en vez de entrar por la oxidada puerta de siempre. Deicidimos seguirlo. Podía sentir la burlona mirada de Deimos sobre mí cada vez que maldecía al pisar mal con los tacones. Una vez que entramos al callejón una mueca viajó a mi rostro por el mal olor.

Sacó unas llaves del bolsillo de su toga negra y se detuvo en frente de una puerta, escondida entre los contenedores de basura y la suciedad del callejón. Deimos resguardaba mi espalda en todo momento.

-Los primeros amos debemos de entrar siempre por aquí. Da directamente al camerino.

Mordí el interior de mis mejillas, recordando perfectamente la conversación que tuve en ese camerino con el general sombra.

Cerró la puerta tras nosotros y la luz de las blancas velas del pasillo nos recibió. Caminamos hasta el fondo y Lorcan apartó la cortina negra. Miré los espejos cubiertos con las sábanas blancas y los disfraces de teatro, los cuales seguían sobre el sofá. Deimos y yo observamos cómo sacaba tres percheros móviles de lo que se suponía que era el baño. Formé una media sonrisa al ver las tres togas y capas. Mientras éste le explicaba a Deimos sobre la presentación y los juramentos yo caminé hacia las cortinas que daban al escenario. Abriendo éstas un poco me fijé en cómo todos hablaban entre sí, sentados cada uno en sus respectivas mesas. En la esquina derecha de la segunda fila de mesas estaban ellos. Alexander y Jacob miraban fijamente la mesa mientras que Richard exploraba con sus ojos a las demás órdenes. Y mi piel se puso de gallina al observar a Tracy. Con la capucha negra sobre su cabeza y sentada en medio de todos me miraba fijamente. O eso creía. Estaba bastante lejos pero la seriedad en su rostro no me transmitió paz alguna. Supe bien porqué ella estaba en el medio.

Cerré las cortinas para dirigirme hacia Deimos, quien rozaba con sus dedos la capa que se le asignaría.

-La has nombrado a ella, ¿cierto? -dije con Lorcan apagando algunas velas de la estancia para disminuir la luminosidad.- A Tracy.

-Y no le a hecho gracia alguna. -respondió.

Lo suponía.

Lo reflejaba su mirada y su postura. Me mantuve en silencio, asimilando el mal rato que pasaré bajo sus miradas.

-Saldré para anunciar la muerte de ella. -dijo Lorcan, caminando hacia los cajones de los tocadores.- Cuando os nombre saldréis y dictaréis los juramentos sobre la biblia del ocultismo. -recordó.

Destapó uno de los espejos y con la sábana blanca limpió el polvoriento mueble de diversos cajones. ¿Cuánto tiempo llevaba sin abrirse?

Abrió el segundo cajón y sacó un libro grueso de tapa roja. Sopló el polvo de su tapa y acto seguido procedió a vestir su capa. Me apunté mentalmente el preguntarle el significado de los símbolos dorados que había bordados en ésta.

-¿Así de fácil será la ceremonia? -pregunté con una ceja alzada.

Lorcan caminó hacia las cortinas, con el libro bajo sus brazos.

-La desagradable será frente a los santos amos. -dijo para acto seguido abandonar el camerino.

Los murmullos del público cesaron al instante de escuchar sus pasos.

-¿Otra ceremonia? -grazné, cruzándome de brazos y caminando hacia Deimos.

Metió sus manos en el pantalón de su traje y se encogió de hombros tras poner su cabello tras sus orejas.

-Esto solo es el comienzo. -susurró, suspirando.- ¿Cómo te encuentras? -preguntó entonces, posando sus manos sobre mis hombros.

Posé las mías sobre las suyas, acariciándolas suavemente.

-Estoy... bien. -acabé por decir, recordando el extraño evento que tuvo lugar en el cuarto de baño.- Salvo por éstos tacones.

Medio sonrió, descendiendo la mirada hasta éstos.

Volvió a observarme detenidamente a la vez que sus manos apretaban con más fuerza mis hombros.

-Luces celestial.

Eché la cabeza hacia atrás, riéndome de su chiste.

-Celestialmente abrumada. -dije una vez que me calmé, rodeando su cuello con mis brazos y obligándolo así a colocar sus manos en mi espalda.- Sólo espero no arrepentirme de esto. Si algo sale mal yo...

-Has vencido a los seres sombra. -contestó a la vez que posaba su dedo índice sobre mis labios.- No deberías de tener esos sentimientos tras semejante victoria. Además, estoy aquí. ¿Recuerdas?

-No por voluntad propia. -dije en tono de burla.- ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras?

Mi pregunta pareció hacerle algún tipo de gracia ya que se perdió varios segundos en mi rostro, negando una sonrisa.

-Sigues a mi lado, por lo que me encuentro en paz.

Mis ojos se empañaron y toda sonrisa huyó de mi rostro.

¿Yo le daba paz? Juraría que era todo lo contrario. Es más, su mirada y su tacto eran los que me producían paz. Él era el capitán y general de mis sentimientos. Y tenía el presentimiento de que lo seguiría siendo por miles de eternidades más.

Entrelacé mis manos en su nueca y me puse de puntillas para poder alcanzar sus labios. Ni siquiera con tacones podía igualar su altura. Sus labios rozaron los míos y él hechó la cabeza hacia atrás, con una sonrisa más amplia en los suyos. Hice un puchero a la vez que sus manos descendían a mi cintura, acariciando peligrosamente aquella zona. Volví a intentar besarlo y antes de que volviera a alejarse de mí puse una mano en su nuca y la otra en el cuello de su camisa. Con fuerza entonces lo atraje hacia mí. Cuando sus suaves labios chocaron con los míos lo hicieron con una amplia sonrisa. Sus manos se volvieron atrevidas y bajaron hasta mi muslo izquierdo, subiendo así mi pierna y enrollandola en su cintura. Mis dedos se entrelazaron en su cabello y cuando tiré con más fuerza de la debida de él Deimos soltó un gruñido sobre mis labios.

Nueva obsesión desbloqueada.

El corazón iba a salirse de mi pecho a medida que el beso aumentaba de velocidad e intensidad. No tenía idea alguna de cómo había podido vivir sin su tacto, sin sus besos... sin su presencia en mi vida. Era algo anormalmente complaciente. Algo que asumiría el resto de mi existencia con gusto. Antes de que mi lengua hiciera contacto con la suya éste separó nuestros labios para enterrar los suyos en mi cuello. Eché la cabeza hacia atrás a la vez que suspiraba de placer. De reojo observé nuestra imagen reflejada en el espejo que había destapado. Deimos besaba y mordía con delicadeza mi cuello a la vez que enterraba sus dedos en mi elevado muslo. Quería capturar esa imagen, quería pintarla para poder apreciar dicha unión cada día.

-Con ustedes... ¡Los nuevos amos!

Los estruendosos aplausos nos hicieron separarnos y una divertida risa abandonó mis labios.

Deimos arregló el cuello de su camisa, siguiendo mis rápidos pasos hacia la cortina. Me detuvo antes de salir y arregló unos descolocados mechones de mi cabello. Limpió las comisuras de mis labios con su dedo pulgar y acto seguido me tendió su mano. Con determinación y confianza caminó conmigo hacia el escenario.

Listos para jurar.

Me deleité con las bocas abiertas de todos. Me deleité con su asombro y con su estupefacción. Evité mirar a la mesa que supondría la decadencia de mi actual seguridad.

Lorcan le hizo una señal a uno de los guardias que vigilaban la puerta. Éste caminó y subió por una esquina del escenario. Le perdí cuando caminó hacia la oscuridad del fondo del escenario. Al rato el sonido de unas ruedas deslizarse por el suelo robaron mi atención.

Las capas.

-Bautizados seréis como la primera y el segundo de los primeros amos. -dictó entonces Lorcan, tendiendo en nuestra dirección la biblia del ocultismo.- ¿Prometéis jurar y cumplir sobre todas las circunstancias y sentimientos?

Relamí mis labios a la vez que Deimos cambiaba el peso de su cuerpo sobre su pie derecho.

Asentimos a la vez que me poníamos nuestras manos sobre el libro.

-Bien. ¿Juráis respetar los dos bandos que rigen ésta vida? ¿Juráis ser leales al cielo y al infierno?

¿Cómo demonios podíamos ser leales a ambos a la vez?

Miré con el ceño fruncido a Deimos, quien me advirtió con la mirada de no realizar pregunta alguna. Él me conocía bastante bien y la confusión de mi rostro no se le había pasado por desapercibida.

-Juramos. -dijimos a la vez, aunque mi respuesta fue más en forma de pregunta.

Lorcan asintió.

-¿Juráis nunca burlar a la muerte? La naturaleza os condenará según vuestro espíritu.

Volvimos a asentí.

-Juramos. -coreamos.

-¿Juráis respetar toda deidad, criatura y poder que se invoque?

No pude evitar el rodar los ojos.

-Juramos. -volvimos a corear.

-¿Juráis dictar las reglas futuras con justicia y razón?

-Juramos.

-¿Y juráis liderar sobre las ocho órdenes presentes, con la sabiduría siempre por delante?

Me replanteé mi respuesta.

Deimos rozó mi dedo meñique con el suyo por lo que acabé asintiendo junto a él. Intuía que éstos juramentos no tenían valor alguno. Sólo debían de dictarse para quedar como sabios profesionales en frente de los demás ya que ninguno había cumplido con éstos.

-Juramos.

Entonces Lorcan apartó el libro para caminar hacia las dos capas. El guardia recibió el libro que le tendió y caminó de vuelta hacia la oscuridad.

El tercero de los primeros amos caminó entonces hacia Deimos, sosteniendo la gran capa. Le ayudó a ponérsela y me fue inevitable no sonreír al verlo con la capucha sobre su rostro. Se abrochó los botones del frente y me sobresalté cuando Lorcan me tocó el hombro, con la mía en sus manos. Extendí mis brazos y me enfundé en la acogedora capa de tela gruesa. La emoción recorrió mi ser al recordar las tantas veces que la había admirado, imaginando cómo luciría en mí. Sorprendiéndome Deimos me cogió de la mano y me obligó a dar tres pasos hacia adelante. Levantó mi mano entonces, bajo la atenta mirada de todos.

Le observé con los ojos bien abiertos, sin comprender qué mosca le había picado. Y cuando abrió los labios decretó al fin el comienzo de un nuevo ciclo.

Un ciclo completamente aterrador ya que nos era imposible predecir lo que se avecinaba por el horizonte.

-Ante ustedes, la primera de los primeros amos. Conocida como la hija de Lilith, primera mujer, y Samael, uno de los primeros en caer... Y sobre todo conocida como la primera lilim en andar entre humanos.

Y mis oídos se deleitaron por los gritos de júbilo y emoción en los que estallaron todos a nuestro alrededor, alzándose de sus asientos. Varios se arrodillaron y varios derramaron lágrimas...

Emocionados por su nueva Ama.


Fin de la primera parte.











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Os agradecería el votar/comentar, por favor. ¡Es un apoyo importante para mi como escritora y no toma mucho tiempo!

Gracias por vuestro tiempo y aprecio.

Un abrazo, Genevaxxx

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