let me be her (completa)

By milanolivar

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Ser organizadora de eventos no es fácil, y ser la organizadora de eventos de tu padre le añadía un doble grad... More

𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏: ¿𝒅𝒂𝒇𝒏𝒆?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐: 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑: 𝒔𝒆́ 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚 𝒕𝒖 𝒕𝒊𝒑𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒: 𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒍𝒊𝒗𝒊𝒂 𝒂𝒓𝒄𝒉𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓: ¿𝒂𝒖́𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔: 𝒍𝒂 𝒓𝒖𝒊𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟕: 𝒆𝒍 𝒑𝒐𝒔𝒕𝒓𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟖: 𝒓𝒆𝒔𝒑𝒊𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟗: 𝒃𝒖𝒓𝒃𝒖𝒋𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟎: ¿𝒑𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆́ 𝒆𝒍𝒍𝒂?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟏: 𝒆𝒍 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂𝒕𝒐𝒓𝒊𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟐: 𝒐𝒓𝒈𝒖𝒍𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟑: 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒕𝒊, 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟒: 𝒔𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟓: 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟔: 𝑹𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝟖:𝟖
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟕: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟖: 𝒉𝒐𝒍𝒅 𝒎𝒚 𝒉𝒂𝒏𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟗: 𝒏𝒊 𝒕𝒆 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒂𝒔 𝒆𝒍 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒂𝒈𝒖𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟏: 𝒆𝒍 𝒂𝒔𝒄𝒆𝒏𝒔𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟐: 𝒍𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆 𝒗𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟑: 𝒂𝒇𝒕𝒆𝒓 𝒉𝒐𝒖𝒓𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟒: 𝒎𝒂𝒎𝒂́
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟓: 𝒉𝒂́𝒃𝒍𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟔: 𝒖𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟕: 𝒐𝒋𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒐𝒋𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟖: ¿𝒒𝒖𝒊𝒆́𝒏 𝒆𝒓𝒆𝒔, 𝒏𝒐𝒂𝒉 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟗: 𝒑𝒊𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒏 𝒑𝒊𝒆𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒅𝒊𝒋𝒐 𝒋𝒂𝒏𝒆 𝒂𝒖𝒔𝒕𝒆𝒏...
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟏: 𝒍𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟐: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟑: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒐𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟒: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒕𝒓𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟓: 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔, 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟔: 𝒅𝒊𝒂 𝒅𝒐𝒔, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟕: 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒆 𝒈𝒐 𝒂𝒈𝒂𝒊𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟖: 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒐𝒅𝒊𝒐𝒔𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟗: 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟎: 𝒅𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟏: 𝒍𝒐𝒔 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟐: 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒆𝒍𝒈𝒖𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟑: 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟒: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒂𝒚𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟓: 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟔: 𝒂𝒃𝒊𝒈𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟕: 𝒍𝒖𝒄𝒆𝒔 𝒚 𝒔𝒐𝒎𝒃𝒓𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟖: 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒓 𝒂𝒍 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟗: 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆 𝒂 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟎: 𝒔𝒂𝒍𝒊𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒋𝒆𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟏: 𝒂 𝒑𝒍𝒆𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟐: 𝒂𝒇𝒓𝒐𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟑: 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒐𝒈𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟒: 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒕𝒊𝒅𝒊𝒂𝒏𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟓: 𝒇𝒐𝒕𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒄𝒂𝒋𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟔: 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟕: 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝒆𝒎𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟗: 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒆́𝒓𝒅𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟎: 𝒊𝒕 𝒘𝒂𝒔 𝒓𝒆𝒂𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟏: 𝟓 𝒅𝒆 𝒏𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆
𝒆𝒑𝒊𝒍𝒐𝒈𝒐

𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟖: 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒆𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂...

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By milanolivar

Noah dijo que tampoco quería dormir, que se quedaría conmigo viendo la CNN toda la noche por si les llegaba una noticia de última hora sobre Roger Smitz. Seguramente en la FOX no dirían nada por su tendencia derechista y en la CBS no estarían dispuestos a dar una primicia sobre uno de los invitados que estuvo en uno de sus programas con más éxito. Yo iba cambiando de canal, de la NBC a la CNN, a veces ponía Syfy porque estaban emitiendo una de esas películas ambientadas en un medievo alternativo con elfos, dragones y mazmorras.

A las doce de la noche Noah ya dormía con la cabeza recostada en mi hombro mientras la CNN iluminaba la oscuridad del salón con imágenes de última hora desde el último sitio de Europa donde se habían localizado bombardeos y una serie de debates inútiles sobre las últimas elecciones al senado y cómo el candidato del partido republicano seguía pidiendo un recuento de votos porque decía tener pruebas de fraude.

A las dos de la mañana me levanté para ir al baño. Noah seguía durmiendo en una esquina del sofá con una manta amarilla echada por encima que apenas llegaba a taparle los pies, pero los tenía bien cubiertos por mi chaqueta y los calcetines.

Me di cuenta entonces de que no había cenado y el estómago me rugía de hambre después de tantas horas de tensión y papeleo. Abrí la nevera y me encontré un plato cubierto por papel de aluminio con una nota pegada: "Es tu favorito 😊". Lo saqué de la nevera y le quité el papel para encontrarme con un plato de butter chicken con arroz y dos panes naan en la encimera. Calenté el plato y me senté al lado de Noah, con sus talones rozando mi muslo, ingiriendo algo por primera vez desde esa mañana.

A las tres y media de la mañana salí a fumar a la terraza. El mar se veía a lo lejos tan inmenso que pensé en hundirme en él si este plan no funcionaba. Era la última bala que me quedaba para poder dormir en paz el resto de mi vida y sé lo mucho que me costaría remontar si mi padre y Roger quedaban libres. Sé lo imposible que me harían la vida. Sabía que tendría que volver a irme de Los Ángeles porque correría peligro y sabía que querría que Noah viniese conmigo, pero no sabía si ella querría cruzar el país para estar con una mujer que vive a medias.

A las cuatro decidí tumbarme junto a Noah en el sofá, buscando el hueco que dejaba su cuerpo para amoldarme a ella y taparme con la manta que a mí sí conseguía taparme entera. En mitad de la vorágine interior en la que los nervios se alimentaban de mis entrañas como hienas de una presa moribunda, ella pasó su brazo por mi cintura y metió la cara en el hueco de mi cuello para calmarme sin siquiera intentarlo. No quería mirar la televisión para alimentar más los nervios y me giré, abrazándome a ella en ese estrecho espacio que nos dejaba el sofá.

En la bruma del sueño que no me dejaba dormir, me sorprendí observando cada rasgo de su rostro como si no lo hubiese visto antes. Sus labios en forma de corazón que dejaban un hueco en medio mientras dormía, las pestañas con las puntas rubias, el pequeño lunar justo al lado de su ojo o la marca de nacimiento que se escondía detrás de su oreja derecha.

Me culpaba por no poder darle la estabilidad que necesitaba. Me culpaba por hacer que tuviese que estar bien cuando en ocasiones le era imposible estar bien. Me culpaba de apoyarme en ella cuando ella necesitaba apoyarse en mí, pero sé que ella no me culpaba de ninguna de esas cosas.

Noah metió una mano bajo mi camiseta, paseando los dedos por mi espalda para conseguir que me quedase dormida. Conseguía que me relajase, conseguía que me sintiese pequeñita, que pudiese ser frágil y no tuviese que agrandarme cada segundo de mi día para poder sobrevivir.

*

Eran las nueve de la mañana cuando desperté o, mejor dicho, me despertaron.

—¡Liv, despierta! —Abrí los ojos y me sentí confusa.

Esto no era el salón y no estaba en el sofá. Noah me había llevado en brazos hasta la habitación, donde la televisión estaba encendida, pero no acertaba a ver nada porque me dolían los ojos y tenía la vista aún borrosa.

"... Smitz. La policía ha encontrado alrededor de diez mil vídeos de contenido pornográficos donde aparecían niñas comprendidas entre ocho y quince años. Además, se encontraron correos electrónicos con Don Archer, el director de una de las mayores revistas del país, Los Ángeles Rising, en los que presuntamente el magnate ofrecía a una de sus hijas a Smitz para abusar de ellas a cambio de una cantidad de dinero que oscila entre los cuatro mil o cinco mil dólares. Según fuentes cercanas a la investigación, la hija que fue abusada por Smitz ya denunció a este en 2005, cuando los abusos eran constantes desde hacía dos años, como consta en los innumerables emails que Smitz y Archer se enviaban desde 2003. La policía investiga ahora otros emails de Don Archer que podrían estar relacionados con una trama de trata de menores con la que habría distribuido menores a otros magnates del país y las irregularidades que pudieron haberse dado en el cuerpo de policía al ignorar estas denuncias."

Y en pantalla la imagen de Roger Smitz. Camisa blanca, manos esposadas a la espalda y cabeza gacha mientras la policía lo metía en el coche con la prensa intentando meter el micrófono pululando alrededor como una jauría sedienta de audiencia a la que nunca le ha importado mi historia.

Esto era más grande que yo. Yo solo era una de tantas niñas con las que habían traficado y eso me hizo sentir desubicada. Mi padre no me odiaba. Mi padre traficaba con niñas y estaba segura de que nos tuvo para poder jugar con nosotras porque no era mi padre, era un enfermo sediento de dinero y sin escrúpulos ni empatía al que le daba igual destrozarme a mí, a Dafne o a cualquier niña que se encontrase en su camino al poder.

—El Talk show de la CBS ha mandado un comunicado pidiéndote perdón públicamente después de esto. La cadena no sabe si cerrar el programa.

Noah estaba alegre, me daba besos en la cara y yo estaba petrificada. No sabía reaccionar ante lo que estaba apareciendo delante de mí porque me parecía irreal, pero era real. Era tan real que al mirar mi móvil tenía unas cincuenta llamadas perdidas de diferentes números, unos doscientos mensajes sin contestar y notificaciones de redes sociales que no sabía que tenía instaladas en el teléfono.

—Cuando me dijo que le había destrozado el negocio al denunciar, no se refería a la revista, se refería a la red de trata de menores —musité, con la vista fija en la imagen de mi padre siendo increpado por los medios mientras atravesaba la marabunta de micrófonos esposado—. Los políticos y empresarios no se alejaron de él por ser socio de un supuesto pedófilo, sino porque podrían pillarlos.

—Piper dice que dentro de lo horrible que es, el caso no recae sobre ti. —Noah se sentó a mi lado en la cama, rodeándome con un brazo que cubría mis hombros—. No eres tú contra ellos, ellos ya están juzgados por todos.

Y Piper llevaba razón, como siempre. Esto ya no era mi denuncia contra ellos, yo ya no tenía nada que ver. Era un juicio social, eran miles de pruebas, miles de personas involucradas y yo solo era una más. Solo una más. Ya no estaba señalada, solo era una piedra del montón que iba a caer encima de Roger y Don hasta sepultar sus vidas y respiré de alivio por primera vez en treinta y cuatro años. Las lágrimas salieron solas con una sonrisa débil y victoriosa que había estado esperando años a salir. Era libre. La pena que me oprimía el pecho constantemente ya no estaba. No era venganza, era justicia, una justicia mejor de la que esperaba. Una justicia social en la que yo ya no era una mentirosa, en la que ellos ya no tenían el poder y se les señalaba al pasar.

Matt llamó, estaba histérico de alegría al ver las noticias. No me imaginaba las imágenes que debió ver para que se plantase en casa y ahora gritase así de alegría y me felicitase cuando ni siquiera me conocía.

Ese día llovía, pero para mí eran mis propias lágrimas de alegría. El salón estaba grisáceo, pero iluminado con la imagen de la CNN en repetición mostrando la imagen de esos dos entrando en el coche de policía.

—¡A MAMARLA HIJOS DE PUTA! —Gritaba Noah contra el televisor, descorchando una botella de champán por la terraza, lanzando el tapón de corcho por los aires y dejando caer la espuma en el suelo.

Se manchó la camiseta blanca del pijama al echarse un trago directamente de la botella a la boca y entró manchando el suelo del salón pringándolo de champán, pero en ese momento no me podía importar menos. Este era mi final feliz, ese con el que me acostaba pensando cuando tenía dieciséis años, ese que deseaba con veinte en Texas y ese por el que luché desde los veinticuatro y todo empezó cuando conocí a esta chica que se lavaba los dientes en la ducha, sudaba de abril a octubre, no sabe dividir por más de una cifra, no encuentra zapatos de su talla y tiene ansiedad social. Esa que se emocionaba porque el sitio nuevo de sushi tenía salsa kimchi y lloraba si veía vídeos sobre perros abandonados.

Eran las nueve de la mañana, pero bebimos champán y nos besamos como si fuesen las dos de la madrugada de un sábado después de llevar años sin vernos. De repente ya no me dio tanta pena esa imagen de la Olivia de seis años jugando con sus muñecas. Encontraría el amor, encontraría seguridad, encontraría una familia que la quiere y encontraría justicia por todo lo que la vida la había hecho pasar.

Todavía era temprano y, aunque estaba un poco sobrepasada por la situación, tenía que atender la llamada de mi abogada, la de Alicia Roland dándome las gracias por la noticia, la de la señora Langstrom que se había levantado con una gran alegría al ver las noticias, la de Ellen y las incesantes llamadas de la señora Wilson y mensajes de Abby.

Abby: No puedo decirte cuánto me alegro por ti.

Esperaba en lo más profundo de mi alma un mensaje de Dafne. Esperaba que, al ver que nuestro padre también trató de venderla a ella, se diese cuenta de lo que estaba pasando, pero no llegó ningún mensaje. Ni suyo ni de mi madre, pero no me dolió. Delante de mí Noah bebía el champán de la botella con la camiseta interior blanca de pijama mojada y me agarraba de la cara para besarme en mitad del frenesí que nos daba esa noticia.

Quedamos para comer en Nabu con Piper, Grace y Steve. Piper abrazó a Noah con un cariño inusual en ella. Noah se agachó para abrazarla y Piper le acarició el pelo mientras las dos reían cómplices y le daba suaves toques en la mejilla.

Steve me abrazó como siempre hacía, pero esta vez estaba más alegre de lo habitual e incluso se atrevió a darme un beso en la frente.

—No pensaba que este día iba a llegar —dijo Grace, moviendo su copa de vino blanco con una sonrisa que mostraba todos sus dientes.

—Lo has hecho muy bien —sentenció Piper, cogiendo con sus palillos el sashimi de pez mantequilla.

—No he hecho absolutamente nada, de eso podéis estar seguras —alcé una ceja, untando el sushi en wasabi—. Han sido Noah y uno de sus amigos, yo estaba ahí triste sin saber qué hacer. —Noah me dedicó una mirada dura, negando con el ceño fruncido—. ¿Ahora vas a decir que lo he hecho yo todo? —Me reí, masticando el rollo california negando con la cabeza.

—Es que lo hiciste muy bien manejando la situación mediática —replicó ella, enredando los dedos en sus rizos para apartarlos de su cara, reclinándose en su asiento con su vino en la mano—. Además, yo tampoco hice nada... Tenía un contacto.

—El caso es que ya puedes vivir tranquila sabiendo que esos dos van a tener lo que se merecen: la cárcel.



Nota: bien acaba c:

Solo quedan dos capítulos de esta novela y ya siento que las echo de menos.

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