IGSAUI HOSU 《YoonMin》 [#PGP20...

By ALAdrada

7.4K 1.7K 1.2K

Min Yoon Gi es un investigador privado al que diagnostican un tumor cerebral. Sin dinero para costear la oper... More

❐ Antes de... |Booktrailer e información|
0 | Lo he descubierto
1 | Encargo
2 | Encuéntrale
3 | Chis, chis
4 | El llanto del muerto
5 | Ayúdame
6 | Ahn Ra
7 | Sueño vívido
9 | Zapatos
10 | El pasado de Yoon Gi
11 | Tu sitio está con nosotros
12 | Yo, el asesino del lago
13 | El espejo
14 | La pulsera del muerto
15 | Los milagros existen
16 | Regreso
17 | Quiero volver a verle
18 | El plan
19 | Igsaui Hosu engulle a los que no lo superan
20 | Lo mejor que me ha pasado
21 | La cueva
22 | Melocotones
23 | Mi mejor amigo
24 | La ruptura del vínculo
25 | Igsaui Hosu te invita a su nuevo comienzo
26 | Epílogo
❐ Extra |Premios pt 1|
❐ Extra |Premios pt 2|

8 | El crimen de Igsaui Hosu

208 62 28
By ALAdrada


La sucesión de acontecimientos fue una locura. Hye Ri corrió como una exhalación y empezó a bombardearles a preguntas mientras Hoseok se esforzaba por tranquilizarla y yo intentaba localizar el dichoso archivo municipal.

Maldición; no lo veía por ninguna parte y, por desgracia, tampoco tuve opción de explorar. El tipo de la escalera, Kim Seok Jin, que resultó ser el hijo del alcade de esa aldea mal avenida, se percató en seguida de que no éramos simples turistas y nos invitó a su casa, según él, para conversar en un ambiente más acogedor. Y lo era. Vaya si lo era.

La casucha del exterior, con las paredes desconchadas y pinta de estar a punto de derrumbarse, no tenía nada que ver con el interior. No era grande pero estaba cuidada y la decoración, con jarrones y cajas de madera que recordaban épocas antiguas, era impresionante. El sofá se sentía cómodo, con unos cojines mullidos sobre los que daba gusto recostarse, y en la mesa de centro, que brillaba como un espejo, se colocó una bandeja de frutas y un juego de té en torno a la cual todos se sentaron. Todos salvo yo que, como tenía por costumbre mantener la distancia social cuando Nam Joon no estaba, preferí quedarme en el sofá y dar cuenta del melocotón de Jimin que, efectivamente, estaba delicioso.

"No pude evitar coger uno para ti". Sus palabras me vinieron a la mente. "¡Fighting, Yoon Gi! ¡Ánimo, tu puedes! ¡Hip, hip!"

Me sonreí al recordarle agitando los brazos, a saltos con si fuera mi fan.

"Nam Joon me dijo te habías ido a dormir así que me tocó aguantarme y extrañarte".

Aún no lo procesaba.

Extrañarme, había dicho.

Extrañarme.

A ese chico le faltaba una tuerca. Aunque empezaba a darme cuenta de que quizás a mí me faltaran más. Pensar en él me agradaba. ¿Por qué me agradaba? No era normal y encima me impedía concentrarme en lo que me tenía que concentrar. ¡Bah!

—Sí, le he visto un par de veces. —Tae Hyung revisó la foto de Jung Kook—. La primera vino a mi oficina con ese de ahí. —Señaló a Hoseok y éste, que no había parado de retorcerse las manos desde que habíamos entrado, se encogió como una tortuga—. La segunda lo hizo solo. Me preguntó si podía darle un mapa de la zona del bosque que rodea el lago.

—¿Qué aspecto tenía? —Sacudí la cabeza, con la intención de deshacerme de los pensamientos en torno a Jimin—. ¿Se lo diste?

—Parecía cansado, como si no hubiera dormido —respondió—. Llevaba una camiseta de béisbol y unas deportivas rojas y no, no le di el mapa. Quería perderse por ahí, según a explorar la naturaleza, pero el lugar es peligroso de modo que no me pareció adecuado que lo hiciera.

Ajá.

"Primero se coló en el archivo y después volvió al hotel y le dijo a Hoseok lo de los cadáveres". Anoté en el móvil. "Al día siguiente discutió con su novia y lo tomó como excusa para ir a la oficina de turismo solo. Quería un mapa, entiendo que para buscar lo que fuera que hubiera leído".

Me quedé extasiado, observando el punto negro que acababa de poner. Seguía sin entenderlo pero cada vez estaba más seguro de haber hablado con él. Incluso la descripción de las zapatillas coincidía.

—Me gustaría preguntar por el crimen pasional del que antes estábais hablando. —Hye Ri, ya más calmada, tomó la palabra—. Alguien mencionó lo del suicidio de Ahn Ra y me interesaría profundizar en su historia.

A Seok Jin se le iluminó el rostro. Obvio. Estaba planeando lo del reality. Debía de estar encantado de que alguien mostrara interés.

—¡Por supuesto! ¡Yo te lo cuento! —Se bebió el té de un trago antes de cruzar las piernas como un buda. —Allá por los años setenta habitaba en la zona una familia muy influyente. —Puso tono de locutor—. Hicieron mucho dinero porque supieron cómo sacar partido al paisaje natural y convirtieron el lago en un enclave turístico muy importante.

Ellos fueron los que levantaron el hotel, que, aunque no lo creais, en su momento lucía espléndido. También organizaban rutas de senderismo, actividades acústicas y fiestas exclusivas por las noches para sus residentes. Hasta diseñaron su propio restaurante, con platos inventados por ellos mismos.

Ahn Ra era su única hija. En el diario que su padre dejó se la menciona como una chica sencilla a pesar de haber sido criada en el lujo, solitaria y con un fuerte temperamento en aquellos años impropio en una mujer que sus padres trataron de remediar a través de un matrimonio concertado. El elegido fue un muchacho de otra familia acaudalada, una de la capital, y, aunque ella se negó en rotundo, su opinión no fue tenida en cuenta y las familias terminaron presentándolos.

Se dice que el joven quedó prendado al instante y que no dudó en dejar Seúl y afincarse en una de las habitaciones del hotel de forma permanente, con la intención de estar cerca de ella y ganarse poco a poco su corazón. Pero, para su desgracia, Ahn Ra nunca le correspondió.

—Perdona, Jin, pero en eso no estoy de acuerdo. —Tae Hyung interrumpió el relato—. Ella sí llegó a sentir algo pero la cosa no prosperó porque apareció el otro.

El aludido arqueó la ceja, disgustado ante la corrección.

—¿Quién está narrando, tu o yo?

—Es que no lo cuentas bien.

—Tu qué sabras, si lo tuyo es subir piedras —se la devolvió—. Yo soy quien gestiona el archivo y me sé al dedillo todos los documentos de la época.

La di el último bocado al melocotón. Así que él era el dueño del famoso archivo. Mira tu por dónde.

—¿Y eso qué es? —Me hice el tonto—. ¿Una especie de biblioteca?

—Algo así solo que, en vez de libros, guardamos las notas de prensa y los documentos del pueblo. —Ni se olió mis intenciones—. Está justo en frente, al otro lado de la calle, pero no es de uso público.

—Ah, entiendo. —Le dediqué la cara de lelo más grande que pude poner—. Normal. Los asuntos de los vecinos deben ser privados.

—Exacto —corroboró y volvió sobre Tae Hyung—. Y, ahora, si nuestro querido gestor turístico no se opone a mi narración...

—No, descuida, que ya no te interrumpo —se le adelantó, con una sonrisa.

—Más vale. Bueno, como iba diciendo, Ahn Ra no llegó a sentir nunca nada por su prometido.

Le trataba bien, eso sí, pero los asuntos del corazón no se pueden elegir y no logró corresponderle. Y, no mucho después, apareció él.

Se dice que era un investigador de Seúl que alguien había contratado por algún motivo que no hemos llegado a averiguar pero lo que sí sabemos es que se hospedó en el hotel, se cruzó con Ahn Ra varias veces en el comedor y la chispa saltó entre ellos a la velocidad del rayo.

Se entendían. Ella era una persona inteligente y solitaria y él no sólo era capaz de seguirle el ritmo sino que la aceptaba tal cual y llenaba la falta de aprecio que la joven sentía en los que la rodeaban. Tanto fue así que empezaron a reunirse cada vez con más frecuencia para charlar, pasear o simplemente sentarse a la rivera del lago a observar las estrellas. Se narra que el asunto llegó a tal punto que ella, nada más despertar, lo primero que hacía era arreglarse y correr a deambular por el pasillo de la habitación en donde él se hospedaba, y no penséis que él no hacía cosas similares, no. Se revolvían los sentimientos mutuamente.

—Pero no se lo dijeron. —El comentario de Hye Ri resonó en medio de la expectación de la historia—. ¿Por qué?

—No pudieron —respondió el narrador—. El chico la citó en la ventana del primer piso a altas horas de la madrugada, para evitar ser vistos, y ella, con la idea de expresar lo que sentía, le escribió una carta por si, llegado el momento, no le salían las palabras.

Sin embargo, los padres de Ahn Ra se imaginaban lo que ocurría, registraron su escritorio, le robaron la carta y, cuando la noche llegó, la encerraron en su dormitorio bajo llave.

—¡Papá! —Ahn Ra golpeó la puerta—. ¡Mamá! ¡Por favor! ¡No me hagáis esto! ¡Por favor!

—Ese joven tiene que irse. —La respuesta del cabeza de familia fue categórica—. Es un hombre común y corriente, sin un nombre digno ni una familia apropiada. No te puede dar la vida feliz que deseamos para ti.

—¿Y quién te dice a ti lo que yo necesito para ser feliz? —Ella apretó el pomo mil veces y empujó y tiró otra tantas—. ¡Yo soy quien elige lo que quiere! ¡Yo elijo!

—No.

—Pero papá... —Tras entender que no podía hacer nada, cayó de rodillas, con el rostro arrasado en lágrimas—. Le amo... Papá...

La súplica no sirvió. Los padres ya habían elegido su destino y no estaba por la labor de cambiarlo por algo que, a sus ojos, se veía tan inferior. No obstante, tampoco llegaron a tomar cartas en el asunto porque el prometido, que no era ningún tonto, se había percatado también de la situación. Se les adelantó y acudió a la cita de la ventana. Lo hizo hecho una furia, ardiendo en una candente ira, y, en cuanto lo vio, se abalanzó sobre él.

—¡Tu! —Le empujó contra la pared con el brazo aprisionándole la garganta—. ¡Hijo de puta! ¡Malnacido! ¿Qué piensas que haces? ¡Ella va a ser mi mujer!

Forcejearon. El joven investigador era ágil y logró deshacerse del agarre y tirarle contra el suelo. El agresor se incorporó. Trató de propinarle un puñetazo pero lo esquivó y terminó dándose de bruces contra el cristal de la ventana. La sangre empezó a caerle a borbotones por la nariz.

—Vamos a hablar. —Le pidió entonces el enamorado de Ahn Ra—. Entiendo tu enfado y te pido disculpas pero tenemos que...

No pudo terminar. Su contrincante se sacó del cinturón un punzón de hielo y, sin más, le cosió a puñaladas.

—¡No quiero hablar! —Sus ojos, enloquecidos, le taladraron con profundo odio al asestar cada golpe—. ¡Sino soy yo nadie lo será! ¡Es mía! ¡Mía! ¡Mía! !Mía! ¡Mía!

No paró hasta que la sangre tiñó el suelo y la víctima cayó, luchando por retener una vida que, inevitablemente, se le escapaba. Entonces se arrodilló y, con una sonrisa burlona, le puso en la cara la carta de Ahn Ra.

—¿Lo lees, maldito desgraciado? —escupió—. ¿Lees cuánto te ama? Ahora, por mucho que quieras, nunca la podrás corresponder.

Se dice que el joven rompió a llorar. El agua salada le resbaló por las mejillas y se mezcló con su sangre y, en medio de la agonía, rezó. Rezó con todas fuerzas para que Ahn Ra no sufriera demasiado por su desaparición. Rezó para que pudiera rehacerse. Rezó para que fuera feliz. Y ese pensamiento lo mantuvo hasta el final, cuando su asesino le levantó, no sin dificultad, y le empujó por la ventana, con la intención de que su cuerpo se perdiera para siempre en las profundidades del lago.

El silencio se adueñó de la habitación. Joder; pobre chico. Había tenido un final espantoso en todos los sentidos.

—Pero Ahn Ra no logró ser feliz. —Hye Ri se secó los ojos; el relato le había calado profundo—. Se negó a creer que estaba muerto, le buscó incansablemente y terminó suicidándose, ¿no es así?

—Ajá. —Esta vez fue Tae Hyung el que contestó—. Mi padre dice que lo hizo por la misma ventana por la que él había caído y que su alma quedó atrapada en el hotel por no haberse cumplido el deseo de quien tanto la había amado.

—¡Ay, ay, ay! —Hoseok, que se había mantenido en un prudente segundo plano, empezó a hiperventilar—. ¡Ella es el muerto que te llama! ¡Quiere vengarse de la humanidad! —Se llevó las manos a la cabeza—. ¡Ay, Jung Kook! ¡Le eligió a él! ¡Ahora sí que está claro! Ay, ay, ay!

—Ya con eso. —Hye Ri se tornó seca—. Para.

—Pero es evidente que se lo llevó.

Me rasqué el mentón, pensativo. Podía ser pero, si era cosa del fantasma, ¿qué pintaba entonces lo del mapa?

—¿Qué le ocurrió al otro? —No fui consciente de la pregunta hasta que la hice—. El prometido.

—Se ahorcó al día siguiente de la muerte de Ahn Ra. —Seok Jin sacudió la cabeza, con desaprobación—. Se colgó de una de árboles traseros del hotel, como si con eso bastara para resolver lo que ocasionó.

Ya. Bueno. Ya estaba, ¿no? Ya había escuchado lo que tenía que escuchar y, a pesar del impacto de la historia y de que, indudablemente, se daba un aire a la de Jung Kook, no podía desviarme de lo que había ido a hacer. Los planes estaban para seguirse.

—¿Y el baño? —Levanté la mano—. Soy muy inoportuno, lo sé, pero necesito ir.

Con esa excusa salí de la casa, con cuidado, eso sí, de no hacer chirriar los goznes al cerrar, y volé a la puerta de enfrente. Efectivamente, estaba cerrada. Me dirigí al callejón contiguo. Allí encontré la ventana y, al abrirla, un olor a viejo, a polvo de libro, me inundó las fosas nasales. Miré hacia abajo. El suelo estaba demasiado lejos. No iba a ser fácil aterrizar. Me agarré al armario de metal de la derecha. Estiré el pie, a fin de llegar a la tabla de abajo.

—¿Cómo has salido?

Una voz, poderosa, hueca y desconocida, me removió las entrañas. ¿Qué era eso? Oteé con precaución a mi alrededor. Estaba solo.

—¡Escapaste! —Se volvio a repetir, esta vez en forma atronadora—. ¡Escapaste!

El terror me invadió. Perdí el equilibrio. Sentí mi cuerpo caer hacia atrás. Cerré los ojos, acobardado por completo y entonces...

Entonces un tirón en la ropa me devolvió a la calle, a zona segura.

—¿Quieres colarte en un sótano y no traes cuerda?

Me quedé en shock, jadeando como un idiota, cuando Jimin me tendió un amarre que había enroscado al palo de uno de los carromatos de madera.

¿Qué hacía él ahí?

—¿Por qué me miras así? —inquirió, con aire divertido—. Te dije que te cuidaría, ¿no?

Continue Reading

You'll Also Like

550K 48.8K 50
❀Donde Jimin siempre le hace comentarios sexuales a su mayor. [Fecha de publicación: 13/10/2019] [Fecha de re-publicación: 27/06/2020] •Historia homo...
92.7M 8.6M 65
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y paut...
36.8K 1.3K 43
Mi nombre es Will Harrison. Toda mi vida he lidiado con como las personas a mi alrededor me miran, a la primera ven a un joven atractivo, inteligente...
12.3K 283 22
Hay un Dicho muy conocido "𝘏𝘢𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘭𝘦 𝘮𝘢́𝘴 𝘮𝘪𝘦𝘥𝘰 𝘢 𝘓𝘰𝘴 𝘷𝘪𝘷𝘰𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘢 𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰𝘴" pues el hombre es el...