IGSAUI HOSU 《YoonMin》 [#PGP20...

By ALAdrada

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Min Yoon Gi es un investigador privado al que diagnostican un tumor cerebral. Sin dinero para costear la oper... More

❐ Antes de... |Booktrailer e información|
0 | Lo he descubierto
1 | Encargo
2 | Encuéntrale
3 | Chis, chis
4 | El llanto del muerto
5 | Ayúdame
6 | Ahn Ra
8 | El crimen de Igsaui Hosu
9 | Zapatos
10 | El pasado de Yoon Gi
11 | Tu sitio está con nosotros
12 | Yo, el asesino del lago
13 | El espejo
14 | La pulsera del muerto
15 | Los milagros existen
16 | Regreso
17 | Quiero volver a verle
18 | El plan
19 | Igsaui Hosu engulle a los que no lo superan
20 | Lo mejor que me ha pasado
21 | La cueva
22 | Melocotones
23 | Mi mejor amigo
24 | La ruptura del vínculo
25 | Igsaui Hosu te invita a su nuevo comienzo
26 | Epílogo
❐ Extra |Premios pt 1|
❐ Extra |Premios pt 2|

7 | Sueño vívido

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By ALAdrada


Parpadeé, confuso.

Diablos; ¿otra vez? Avancé por la ruta musgosa. Era de locos. Ahí estaba de nuevo, en el camino que bordeaba el lago, bajo un cielo oscuro que alertaba de la proximidad de la noche, solo y sin tener registro alguno de haber salido del hotel.

Atravesé un desnivel. El agua me acarició las zapatillas. A ver, después del "desayuno fantástico" había empezado a llover, Hye Ri se había marchado y Nam Joon se había perdido por los pasillos hablando por teléfono. Y yo... ¿Qué había hecho yo?

Me detuve y respiré profundo. Vale, ya lo recordaba: había ido en busca de los inquilinos que habían testificado lo del suicidio de Jung Kook pero no los había encontrado y al final había terminado preguntándole al dueño del hotel.

—Ay, jovencito, muy tarde se te ocurre entrevistarles. —El anciano había dejado sobre el mostrador el reloj de pared que había empezado a desmontar y me había señalado con el minúsculo destornillador—. Se les acabaron las vacaciones. Se fueron ayer.

La noticia, claro, me había hecho sentir fatal conmigo mismo. Había aceptado que me pagaran la operación y, por andar persiguiendo ratas y alucinaciones, no había hecho mi maldito trabajo. Entrevistar a esos tipos tendría que haber sido la prioridad.

—¿Y usted no sabe nada? —Había tratado de indagar, a la desesperada—. Siempre está aquí.

—¡Oh, no, no, no! No te confundas, yo solo cuido mi negocio. Entrego llaves, ropa y propongo actividades pero nunca me implico en los asuntos de los huéspedes. Dios me libre.

Recordaba haber tenido que coger aire para reprimir la risotada. Sí, sí. No tenía pinta de pegar la oreja ni nada.

—Y, por cierto, ya que estamos hablando, me gustaría enseñarte lo que tengo. —En ese momento había metido las manos en el cajón y yo había puesto los ojos en blanco; ah, vaya suerte—. Mira. —Depositó un folleto sobre el mostrador—. Un tres por uno en paseo en barca: paga uno y disfruta tres días.

Abrí los ojos, incrédulo.

—También te puedo ofrecer la ruta de senderismo por las cuevas de la zona que organiza mi hijo en la oficina de turismo rural. —Mostró otro papel, en donde un chico de cara espléndida, cabello castaño y sonrisa abierta e inmensa, posaba en ropa de montaña bajo un paisaje rocoso que mostraba la magnitud del lago, que no era poca, desde lo alto de un cerro—. Tae Hyung es el mejor guía turístico que ha dado esta nación.

Me faltó tiempo para negar con la cabeza. No lo dudaba pero, ¿cuevas? No estaba yo para cuevas.

—¿Quizás un tour por la casas emblemáticas del pueblo y sus historias?

—No, gracias.

—¿Una degustación gastronómica?

—Es usted muy amable pero estoy aquí para trabajar.

—¿Seguro? —Los ojos le centellearon—. Mira que luego te vas a arrepentir.

—En tal caso le buscaré y le rogaré de rodillas que me haga una oferta.

Tras aquella especie de acoso y derribo, me había retirado a la habitación. Quería quitarme de en medio, no fuera a terminar comprándole algún bono, y, de paso, hacer algo productivo, como, por ejemplo, ojear el cuaderno de Jimin aunque fuera a oscuras.

Por cierto, ¿dónde se había metido? Para tener tantas ganas de ser el chicle en mi suela, se había largado sin decir nada. Y luego el desagradable era yo.

"Intenta mantener la calma" me había dicho. "Entiendo que es difícil así que, si no puedes, te ayudaré".

Levanté la solapa roja y repasé la tinta azul de las líneas absolutamente perfectas, en busca de una pista sobre Jung Kook que no encontré.

"Lo haré porque eres tu".

Porque era yo.

¿Y eso qué significaba exactamente? ¿Que a otro no le ofrecería ayuda?

Nah, seguro que no. No era la primera vez que escuchaba buenas palabras que después no se cumplían aunque, curiosamente, esta vez, lejos de tomármelo con la normalidad de siempre, me agobiaba un poco que no fuera cierto. ¿Por qué? No tenía sentido. Solo era una persona más en medio del rechazo general que había caracterizado mi vida y, además, si dejaba de abordarme a cada rato, eso que ganaba. A fin de cuentas, era un pesado.

—Pues a mí me gusta.

La imagen pastelosa de Yoongito hizo acto de presencia y, del susto, regresé a la realidad, me tropecé con una rama del camino y a punto estuve de caerme de bocas.

¡Joder!

—Es muy risueño y optimista —continuó—. Su compañía te hacer sentirte mejor.

Seguí caminado, fiel a mi propósito de ignorarle. No, nada de eso. Lo que ocurría era que hablaba tanto que no me daba pie a pensar en otras cosas.

—Yoon Gi... —Le rebasé, en silencio—. Yoon Gi... —Uf; menudo incordio era el guisante de las narices—. Yoon Gi, ¿a dónde vas?

Me detuve. Sin darme ni cuenta había llegado al bosque y tenía los pies metidos en un terreno fangoso que parecía querer devorame la zapatillas. Genial; ¿y el pueblo? No recordaba haber visto las casas. ¿Me las había pasado? Rebusqué en la chaqueta y en los pantalones, en busca del móvil para orientarme. No lo encontré.

—¿Le has dicho a Hye Ri lo que te dije la otra vez?

¡Por todos los demonios! Di un respingo. Dirigí la linterna hacia delante.

—Díselo, te lo ruego.

Distinguí la camiseta de béisbol. ¿Jeon Jung Kook? Le alumbré la cara y me topé con su expresión llorosa, pálida como si estuviera enfermo y tremendamente angustiada. Mierda; ¿y ahora? ¿Le agarraba y le arrastraba conmigo a la fuerza? No, mejor no. La otra vez había tratado de acercarme y había salido mal, aunque no recordaba exactamente la causa.

—¿Por qué sigues haciendo esto? —me contenté con preguntarle—. ¿Por qué no regresas?

—Lo siento —susurró.

—Sentirlo no es suficiente —continué—. ¿Sabes que hasta Jung Hoseok está colaborando para dar contigo?

Asintió. Mira qué bien. Lo sabía y le daba lo mismo. No era tan bueno con él después de todo.

—¿Y también sabes que tu amiga está cada día peor? —Los ojos le brillaron como dos tanques de agua a punto de rebosar. Eso sí le dolía—. ¿Sabes que dan por sentado que estás muerto? Ella se resiste a creerlo pero está sufriendo mucho y es lógico. Le dijeron que te tiraste al lago por una ventana.

—Yo... No... —Su palabras me llegaron en un hilo de voz—. Yo no lo hice.

—¿Y entonces qué demonios te ha pasado?

Ahogó un sollozo. Estaba mal. Realmente lo estaba. Diría que incluso peor que yo cuando me diagnosticaron la enfermedad y eso ya era decir mucho.

—Mira, Jung Kook... —Ojalá tuviera a Nam conmigo; se le ocurriría algo con lo que reconfortarle—. Lo primero es que organices tu cabeza, establezcas prioridades y después...

—El archivo municipal estará cerrado —me interrumpió—. Tendrás que usar la ventana que da a la calle trasera pero, por favor, asegúrate de que nadie, ni siquiera tu amigo, se entere.

—¿Qué?

—Ayúdame, te lo ruego. —Su rostro se oscureció y, a pesar del foco de la linterna, desapareció de mi vista—. Haz que no se repita.

—Chico, en serio...

—Solo tu puedes hacerlo, Yoon Gi.

Fue entonces cuando la luz cegadora del techo me hizo cubrirme los ojos y tomar conciencia de que no estaba en el bosque, ni tenía barro en los zapatos, ni estaba hablando con Jung Kook. Tenía el techo, cuarteado por el exceso de pintura sobrepuesta sobre la cabeza, el alambre del somier clavado en la espalda y el cuaderno en el pecho. Me había vuelto a dormir y vaya sueño el que había tenido. Muy vívido y real. Tanto que aún podía escuchar el eco de Jung Kook en los oídos.

"Solo tú puedes hacerlo".

—Tío, perdona, que te moleste—. Nam accionó el interruptor varias veces—. Sé que necesitas descansar mucho pero llevas aquí desde el desayuno, ya es por la tarde y ha dejado de llover —me puso al día—. Tendríamos que ir al pueblo antes de que se haga más tarde porque luego voy a tener que volver a Seúl y no quiero dejarte solo indagando por ahí.

Apreté los ojos y me puse boca abajo. Así que se iba. Claro. Ninah le habría montado un numerito de campeonato por haber pasado un día sin ir a verla.

—¿Te ha regañado mucho?

—Algo pero no te preocupes, que no me llevará mucho tiempo arreglarlo. Mañana estaré aquí.

Ya. Me tapé la cabeza con la almohada. En realidad quedarme solo me daba lo mismo. Lo que me preocupaba era que fuera tan aferrado porque, mientras cediera así, ella no haría el menor esfuerzo por cambiar. Se lo había dicho miles de veces.

—No pierdas el tiempo y vete a solucionar tus temas, anda, que me pone malo que creas que no puedo valerme por mí mismo. —Bostecé intencionadamente—. No necesito a "papá Nam-chulo" para que me cuide.

—Pero Yoon Gi...

—Lárgate ya —refunfuñé.

—Ay, amigo, si es que no te merezco —empezó su cantinela—. Te arrastro aquí, apenas te soy de utilidad en la investigación y encima me marcho y te dejo solo.

Por Dios.

—Va, va —corté—. Si necesitas compensarme para sentirte mejor, tráeme ramen y linternas de las buenas. —Abrió la boca pero no le dejé hablar—. ¡Ah! Y ropa, que no quiero pedirle más mudas al señor Kim. Cualquier día me ofrece un dos por tres en pijamas y se los compro.

Nos separamos a eso de las siete. Nam se fue por el coche y yo localicé la senda del pueblo y me quedé atontando. Era aquella ruta. La de mis sueños. Exactamente igual, con el mismo trazado, el mismo musgo y los mismos árboles alrededor.

Joder.

Di un par de pasos, inseguro y apabullado a partes iguales. ¿Y si no había sido un sueño? ¿Y si había visto a Jung Kook? Ya no sabía qué creer. La realidad parecía no ser tal y las alucinaciones igual tampoco lo eran tanto o... ¿O sí? A fin de cuentas mi cerebro estaba en fase terminal, ¿no? Sacudí la cabeza, en un intento de despejarme, y entonces un sonido, el de algo moviéndose entre la maleza, me dejó petrificado.

—¿Jung Kook?

La pregunta se la tragó el aire.

—Jung Kook, ¿eres tu? —repetí.

El ruido volvió a repetirse, esta vez acompañado por un chapoteo en el agua.

—Vale, sal —disimulé el miedo—. Sé que estás aquí.

—¿De verdad estás tan seguro de quién soy?

La imagen de Jimin se me atravesó de improviso y me dejó sin aire en los pulmones. ¡Rayos! ¡Cómo detestaba que me hiciera eso!

—¡Jo, lo siento! —Se esforzó por reprimir la carcajada—. Me digo a mí mismo que tengo que dejar de asustarte pero es que caminas siempre tan tieso y expectante que es difícil resistirse. —Me asió por el hombro—. Pero me perdonas, ¿verdad? —Las rayitas simpáticas de sus ojos me sentaron peor que una patada en el estómago—. Ya llevas mejor la impresión, ¿no?

Arrugué la nariz. Sí, de maravilla.

—En realidad me siento muy aliviado de verte —continuó, a lo suyo—. Estaba preocupado porque no bajaste a almorzar y estuve a punto de ir a buscarte, no fueras a haberte caído por ahí otra vez, pero Nam Joon me dijo te habías ido a dormir así que me tocó aguantarme y extrañarte.

Extrañarme. ¿A mí? ¿Él?

—Por cierto, estás muy pálido. ¿Por qué estás tan pálido? —No me dio pie a responder—. ¿Te encuentras mal? Deberías tomarte más en serio lo de comer a horas adecuadas y descansar cuando corresponde.

—¿Y a ti qué más te da la hora en que yo coma o duerma? —Me faltó tiempo para adaptar mi pose defensiva y apartarle la mano—. No creo haberte dado tanta confianza como para que lo que yo haga sea asunto tuyo.

—Lo sé.

Le observé, receloso.

—Por cierto, ¿sabes que en la espalda del hotel crece un melocotonero delicioso?

Parpadeé, perplejo ante el cambio de registro.

—Me imaginaba que la tormenta tiraría unos cuantos así que he salido a mirar —continuó y, antes de que me quisiera dar cuenta, me descubrí con un melocotón enorme, anaranjado y con un olor profundo, entre las manos—. Como eres un gruñón igual no lo quieres, y si es así estará bien, pero no pude evitar coger uno para ti.

Aquello me hizo sentir extraño. Muy extraño. Era una mezcla entre enojo y vergüenza. Como querer y no querer al mismo tiempo. Como desear gritarle que me dejara en paz y al mismo tiempo abrazarle lo cual, si cabía, era aún más extraño porque yo nunca había tenido ganas de abrazar a nadie. Mi trauma familiar me había condicionado demasiado.

—No voy a darte las gracias por algo que no te he pedido —murmuré.

—¿Por qué no te permites ser un poco más afectivo?

—¿Y tu por qué te no te cortas y lo eres menos?

—Porque he aprendido que callarse y reprimirse es un error del que luego te puedes arrepentir eternamente.

Iba a replicar pero entonces apareció Hye Ri, roja por el esfuerzo de haber estado corriendo, y me pidió que la dejara acompañarme al pueblo. Decía sentirse asfixiada y quería indagar sobre una tal Ahn Ra y, por lo visto, Jung Hoseok tampoco estaba por la labor de quedarse atrás porque no tardó en seguirla, desencajado por el pánico.

—¡Ni se os ocurra dejarme aquí! —Miró a su amiga pero ésta le retiró el contacto y entonces me buscó—. El muerto te llama cuando estás solo.

Gracias a ellos, logré ponerme en marcha. Lo hice con el melocotón en la mano y la ansiedad a flor de piel porque la duda sobre lo que pasaba me hacía desear huir también. Quería volver a Seúl, encerrarme en mi apartamento e hincharme a soju pero, por otro lado, la hija de los Choi me daba mucha pena. Su implicación con Jung Kook era admirable y me partía el alma. Además, necesitaba extirpar el tumor. Lo necesitaba de verdad.

—¡Fighting, Yoon Gi! —La exclamación de Jimin sonó fuerte, optimista y alegre—. ¡Ánimo, tu puedes! ¡Mente positiva!

Me giré con disimulo. Se había quedado al inicio del camino y nos observaba con las zapatillas metidas en el agua, dando saltos y agitando las manos como si estuviera animando en un evento deportivo.

—¡Hip, hip! ¡Yoon Gi! —Una leve sonrisa se me escapó; desde luego, vaya tipo—. ¡Yoon Gi, eres el mejor investigador de Corea! ¡Venga, que yo te cuido!

Me alejé a paso ligero, en parte para que no me viera reír y en otra porque se me estaban subiendo todos los colores a la cara. Fue cuestión de minutos que me topara con el puñado de casas amontonadas y una plaza idéntica a la de mi primer sueño en todo salvo en el hecho de que el lugar estaba lleno de vecinos afanados en barrer y limpiar las ventanas, puertas y tejados de los estragos de la tormenta.

—Parece que hubiéramos retrocedido en el tiempo. —Hye Ri se aproximó a uno de los carromatos y levantó la esquina de la lona plastificada que lo cubría—. Es madera —nos informó—. ¿Por qué guardan tanta madera?

—Será para cocinar —respondió Hoseok.

Sorteamos los carros y revisamos, uno por uno, los letreros de los pocos negocios que nos salían al paso. Vimos una notaría. La clínica dental y el centro médico. Un supermercado pequeño con cajas de fruta apelotonadas de cualquier manera, el veterinario y, al fondo, un kiosko con el techo medio derruido y un cartel en donde se leía en letras despintadas: Oficina de turismo.

—¡Allí! —Hoseok dio un respingo y me tiró del brazo—. ¡Yoon Gi, allí estuve con Jung Kook! —recordó—. Estuvimos mirando lo de las cuevas y entonces apareció la mujer que te dije.

¿Cue...? Un momento, ¿cuevas? ¿Pero eso no lo hacía el hijo del dueño del hotel?

Salí de dudas en un periquete. Aquel Tae Jung, o Yong, o Yung, como quisiera llamarse, estaba allí, encaramado en escalera larguísima que llegaba al techo mientras otro tipo más alto, de cabello negro y camisa asalmonada, sujetaba a duras penas la estructura de metal.

—¡Baja ya! —Le gritaba—. ¡Te estoy diciendo que no tiene arreglo! ¿Que no ves que se ha caído medio techo?

El aludido arrojó un par de ramas desde lo alto que se estrellaron contra el suelo y levantaron un polvo tremendo.

—Te agradecería que dejaras de protestar, Seok Jin. —Un puñado hojarasca mojada cayó cual lluvia de pétalos—. Céntrate en sujetar la escalera.

—¿Y qué te piensas que estoy haciendo? —Las patas se bambolearon y el tipo dio un respingo y las abrazó—. ¡Si es que esto es muy mala idea! ¡Desde el principio te dije que poner una caseta era muy mala idea! —Más ramas y hojas se precipitaron al vacío—. ¡Lo que tienes que hacer es cerrar el negocio y hablar con tu padre para que empecemos a promocionar lo del muerto como debe ser!

—¿Quieres a usar los suicidios como reclamo turístico?

El tal Seok Jin agitó la cabeza con contundencia.

—No, hombre, ¿por qué clase de desalmado me has tomado? —se ofendió—. Que la gente muera aquí es una desgracia pero, por otro lado, creo que somos tontos si no nos aprovechamos un poco de la leyenda. Podríamos sacar la historia de Ahn Ra y representarla en el hotel, como un reality.

El nombre hizo que Hye Ri se tensara y Hoseok diera un par de pasos hasta atrás. Yo, por el contrario, me esforcé por mantener la mente calmada. Tenía que analizar bien. Debía hacerlo.

-"El crimen pasional más misterioso y triste de Corea se esconde en las aguas de Igsaui Hosu" —recitó entonces Seok Jin, a modo de eslogan—. Tendría tirón.

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