Extinción - Nuestra última es...

By xCherryLove

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[GRATIS NUEVAMENTE] Clematis Garyen sabe que su existencia es prohibida, pero en cuanto descubre los planes d... More

● Mαpα del mundo ●
• P R Ó L O G O •
PARTE I
CAPÍTULO I • Aniquilación •
CAPÍTULO II • La suerte está echada •
CAPÍTULO III • La prometida •
CAPÍTULO IV • En la boca del lobo •
CAPÍTULO VI • Mascarada •
CAPÍTULO VII • Danza bajo la luna •
CAPÍTULO VIII • Descubrimientos •
CAPÍTULO IX • Consuelo de tontos •
CAPÍTULO X • El gran consejo •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro I •
CAPÍTULO XI • Pasado Oscuro II •
CAPÍTULO XII • La ciudad perdida •
CAPÍTULO XIII • Señuelo •
CAPÍTULO XIV • Verdad Sangrienta •
CAPÍTULO XV • Clematis •
CAPÍTULO XVI • Desde cero •
∞ • VUELCO AL CORAZÓN (Nuevo) •
∞ • SONRISA (Nuevo) •
CAPÍTULO XVII • ¿Qué es lo que decides? •
CAPÍTULO XVIII • Entre tus brazos •
CAPÍTULO XIX • Y ahora qué •
CAPÍTULO XX • Solo importas tú •
CAPÍTULO XXI • La decisión está en tus manos •
CAPÍTULO XXII • El inicio de la contienda •
CAPÍTULO XXIII • Prometo destruirlos •
CAPÍTULO XXIV • Incertidumbre •
CAPÍTULO XXV • Eres mío y yo soy tuya •
CAPÍTULO XXVI • Yo soy el nuevo Dios •
CAPÍTULO XXVII • Después de la tormenta viene la calma •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado I •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado II •
CAPÍTULO XXVIII • Remembranzas del pasado III •
CAPÍTULO XXIX • Que comience el juego •
CAPÍTULO XXX • Tengo que protegerte •
CAPÍTULO XXXI • Confiar en el enemigo •
CAPÍTULO XXXII • Luz y Sombra •
CAPÍTULO XXXIII • Eres tú o soy yo •
CAPÍTULO XXXIV • Adiós, mi amor •
CAPÍTULO XXXV • Prometo vengarte •
CAPÍTULO XXXVI • Días Grises •
CAPÍTULO XXXVII • Huye mientras puedas •
• E P Í L O G O •

CAPÍTULO V • Sonata Nocturna •

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C L E M A T I S

Sus brazos se mantuvieron rodeando mi cuerpo durante mucho tiempo. Aunque quizás, tan solo fueron algunas fracciones de segundo los cuales sentí eternos. Traía la mente en blanco. No pude evitar sonrojarme, no estaba acostumbrada al contacto físico de un varón, si se podría catalogarlo a él así. La única persona del sexo opuesto que me había abrazado de esta forma era mi hermano.

Finalmente, cuando Argon me soltó, me dedicó una amplia sonrisa, aquella que era tan característica en él. Yo me limité a corresponder el gesto mientras trataba por todos los medios de regularizar mi respiración.

Quizás, no me sentía tan acelerada por el abrazo. Él me hacía sentir de una forma extraña. Durante este breve tiempo, me brindó la sensación de que era parte de mi familia, me recordaba un poco a mi hermano.

—¿Estás bien? —Me había quedado petrificada por lo que hizo, y su voz fue lo que me trajo nuevamente a la realidad.

—Sí... —bajé la mirada y observé el nudo que hice en la bata—. ¿Cómo está usted?

—¿Usted? —Río y negó con la cabeza mientras apretaba una de mis mejillas—. No tienes que ser tan formal conmigo, Clematis. Puedes llamarme por mi nombre.

—Lo siento... —sonreí, y acomodé uno de los risos que había caído por mi frente él—. Es solo que us... —negué con la cabeza al ver su ceño fruncido—. Es que, bueno. Tú, eres un Hanoun de la familia real y pues... como comprenderás, siempre me enseñaron a tenerles respeto.

—Te entiendo —dijo mientras revoloteaba mi cabello—. Pero al menos conmigo, no tienes que preocuparte por tantas formalidades —tras decir esto se recostó sobre el marco de la puerta—. Yo, te estoy concediendo el permiso para que me llames por mi nombre, y no aceptaré un no por respuesta —dijo con un dejo de falsa ofensa en su voz.

No pude evitar emitir una pequeña carcajada. Hasta ahora, Argon había sido el único Hanoun que me había demostrado amabilidad. Era completamente diferente a Giorgio, Zefer o los esclavistas de la ciudad. Ellos esperaban que todo el mundo agachara la cabeza y besaran el suelo por donde pisaban, tan solo por ser la raza dominante.

En verdad fui una tonta. No debí huir, dejé que el miedo que sentía por el sueño que tuve controlara mis acciones, y aquello me terminó arrastrando a la situación donde ahora me encontraba.

—¿Puedo pasar? —me preguntó sin borrar aquella sonrisa en su rostro.

—Ah... Sí. Lo siento, fui grosera —dije nerviosa. Tuve que sujetar mis manos y colocarlas detrás de mi cuerpo, ya que estaban temblando ligeramente—. Tan solo déjame encender la lámpara.

Argon asintió, y luego de dejar la puerta abierta, imagino que para evitar cualquier tipo de malentendidos, ya que ahora yo estaba «comprometida». Caminó en dirección a la cama y se sentó. Inmediatamente, me dirigí hacia el escritorio que estaba cerca de la ventana, tomé la caja de cerillos, prendí uno de ellos, y acerqué la pequeña flama hacia la boquilla de aceite. La tenue luz iluminó la instancia. Y cuando volteé a verlo, este dio unos leves golpeteos a su lado para indicarme que fuera y me sentara junto a él.

—Es un lugar un tanto oscuro. ¿No lo crees? —me preguntó mientras observaba al suelo. Yo, por mi parte asentí y coloqué mis manos sobre mi regazo—. Puedo preguntarte. ¿Qué pasó? —dijo, y volteó a observarme—. Cuando regresé por la tarde a la cabaña de la señora, tú ya no estabas. Estaba completamente angustiada porque no sabía dónde te habías metido.

—Lo siento... —suspiré, luego sujeté una de las hebras de mi cabello—. Es solo que...

—No confiabas en nosotros. ¿No es verdad? —Yo me limité a sentir sintiéndome avergonzada. Él tenía razón—. ¿Puedo serte franco? —volví a asentir—. Me duele que no confiaras en mí después de lo que hice. Pero, en cierta forma, creo que es algo completamente natural. Soy un extraño, y no solo eso, sino que a ti te enseñaron que no confiaras en mi especie... supongo que es algo normal.

—No sabes cuánto me arrepiento de esa mala decisión que tomé, Argon —lo dije de forma genuina y él sonrió de lado—. Es solo que... es como tú dices, siempre me enseñaron a no confiar en ustedes... y aunque suene horrible de mi parte decirlo, tenía miedo de que me pudieran hacer algo malo.

—Lo importante... —él colocó una de sus manos sobre la mía y la aprisionó ligeramente—, es que te encuentras bien. —En ese instante sentía deseos de llorar—. ¿Qué pasó contigo? ¿Cómo fue que terminaste aquí?

—En cuanto escapé de la cabaña... caminé por el bosque, tenía pensado llegar a las montañas, ya que es un lugar que es frecuentado muy poco —conforme hablaba, sentía una opresión generarse en mi garganta, Argon, acarició con suavidad mi espalda para darme fuerza—. Todo iba bien, lo juro. Pero cuando me paré a tomar agua... me topé con una Hanoun y su hijo. Ellos llevaban una carreta con una jaula, y dentro de esta, había muchas híbridas.

Tras decir esto, algunas lágrimas escaparon y surcaron de mi rostro y Argon me rodeó con uno de sus brazos. Acarició mi cabeza, como si yo fuera una niña pequeña, y me escuchó en silencio mientras seguía consolándome.

—Ellos... me aprisionaron y me colocaron un collar de metal que tenía dos brazaletes unidos con una cadena —respiré con dificultad y proseguí—. Luego, me metieron dentro de esa horrible jaula, las híbridas trataron por todos los medios de calmarme... pero yo me sentía tan mal en esos momentos, que no quise escucharlas.

—¿Te llevaron a la subasta de esclavos? —me preguntó.

—Sí, ellos dijeron que me venderían —volví a llorar con amargura al recordarlo—. Me hicieron cosas horribles, Argon. —Él acarició mi espalda para darme fuerza—. El simple hecho de pensar... en lo que me pasó allí me hace sentir completamente humillada. Incluso vieron mis... —hipé producto del llanto—vieron mis partes íntimas, y luego de hacerlo dijeron que me venderían como dama de compañía. ¿Qué es eso?

—Una dama de compañía... —suspiró y pasó saliva, al parecer era un término bastante incómodo para poderlo explicar. Se separó y sujetó mis manos mientras realizaba pequeños círculos sobre estas—. Es una persona que sirve de compañero sexual al postor, es decir, alguien cuyo único propósito es cumplir los deseos sexuales de su amo. Escúchame. —Me observó directamente a los ojos mientras sujetaba mi rostro, obligándome de esta forma a mirarlo—. ¿Por eso Giorgio te compró?,¿te ha tocado?, ¿te hizo algo que tú no querías hacer?

—No, el amo Giorgio no me hizo nada.

—Menos mal... —suspiró mientras colocaba una mano sobre su pecho—. ¿Entonces? ¿Por qué te compró?

—Pero miren lo que trajo el viento, si es el mismísimo Argon.

La voz de Zefer nos tomó a ambos por sorpresa, mi corazón pegó un brinco, y casi por inercia me aparté del tacto de Argon. Al voltear a observarlo, este se encontraba en el umbral de la puerta, recostado sobre ella. Traía puesta la ropa de dormir, la cual consistía en una camisa holgada y pantalón de color crema. En una de sus manos mantenía sujeto un libro de tapa roja, el cual cerró completamente al vernos. Luego de observar a Argon con una sonrisa sarcástica, se cruzó de brazos y me dirigió una mirada cargada de reproche. Las facciones de su rostro se tensaron. Era como si me dijera que estaba haciendo algo indebido e indecoroso.

—Ya decía yo, que apestaba a felino —exclamó él con disgusto. Se alejó de la puerta y dio unos pasos en nuestra dirección—. No deberías estar aquí, que atrevido eres.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Argon sin entender nada.

—¿Qué no lo sabes? —bufó—. Giorgio tuvo la genial idea de comprometerme con la cosa que tienes allí.

Argon lo observó perplejo, luego me dedicó la misma mirada a mí. Yo me limité a observar hacia el suelo, el tener a Zefer cerca generaba pavor en mí. Temía a lo que pudiera hacerme. Él, poseía un tipo de personalidad algo retorcida, y lo más inteligente que uno podía hacer para mantenerse a salvo, era estar lo más lejos posible.

Sus pisadas eran pesadas, con cada paso que daba, mi corazón pegaba un brinco. Para cuando estuvo lo suficientemente cerca, me ordenó que me posicionara a su lado, y tuve que obedecer.

—¿Te comprometieron con Zefer? —Argon seguía sin salir de su asombro, y antes de que pudiera responderle, Zefer me interrumpió.

—Así es, esta cosa está comprometida conmigo. —Escupió con repudio mientras yo sujetaba mis brazos con fuerza.

—¿Qué es lo que está tramando tu padre? —le preguntó de manera calmada, pero con notoria molestia. Zefer simplemente se encogió de hombros restándole importancia.

—¿Y cómo quieres que lo sepa? —respondió él con desgano mientras bostezaba—. Tú, mejor que nadie, sabes perfectamente que él hace las cosas a su antojo sin consultarlo. Si quieres obtener más detalles acerca de toda esta ridiculez, puedes ir a su despacho y preguntarle.

Sentí nuevamente la pesada mirada de Zefer sobre mí. Alcé levemente el rostro para poder observarlo, y vi con claridad como sus ojos verdes brillaban con fuerza. Estaba enojado, y yo no entendía por qué. Tan solo fui capaz de sostener su mirada por unos segundos, luego volví a observar hacia el piso.

—Oye tú —soltó finalmente y volví a mirarlo—. ¿No sabes que está prohibido que un Hanoun macho entre en tu alcoba? Que no se te olvide tu lugar, juguetito —dijo de manera burlona—. Estás comprometida conmigo, y otro a excepción de mí, no tiene siquiera el permiso de estar a solas contigo.

—Oh, ¿así que ella te importa? —dijo Argon retadoramente mientras se cruzaba de brazos y lo observaba.

—Claro que me importa —respondió Zefer, tomándonos por sorpresa a ambos—. Tú sabes que detesto que el resto toque mis juguetes.

—Ella no es un juguete —dijo Argon de manera tajante.

—Es un humano, Argon —bufó—. Los humanos solo sirven para ser nuestras mascotas y nuestros obreros.

—¿Sabes algo Zefer?, pensé que con el tiempo cambiarias tu personalidad. Pero, sigues siendo el mismo. No eres más que un niño caprichoso. —Zefer rio ante su comentario—. No tienes por qué odiar a los humanos, lo que pasó con tu madre fue...

— ¡Cállate! —Zefer gritó fuertemente mientras observaba a Argon con ira—. No tienes derecho a hablar de ello, y lo sabes bien. —Se acercó hacia donde estaba él con rapidez y lo observó hacia abajo, ya que él aún se mantenía sentado. Luego, lo golpeó con su dedo índice en el pecho.

—¡Bien, de acuerdo! —Argon alzó ambas manos en señal de paz—. Tú, mejor que nadie, sabrá cómo manejar sus traumas. —Argon se puso de pie y caminó hacia donde yo me encontraba, empujó ligeramente a Zefer y le dio la espalda, este se cruzó de brazos, fastidiado, luego, colocó ambas manos sobre mis hombros y los aprisionó con gentileza—. No te dejes intimidar, si él ve que tienes miedo, será tu ruina —susurró.

—Puedo oírte —exclamó Zefer a manera de burla y Argon blanqueó los ojos.

Argon me dedicó una última sonrisa antes de salir de la habitación. Yo lo observé por donde se fue, pero, al percatarme que Zefer me estaba observando, volví a agachar la mirada. Pensé que se iría tras él, pero estaba equivocada. Él, se mantuvo en silencio, no dijo ni una sola palabra, ni tampoco realizó alguna acción. Tan solo estaba allí, quieto, observándome con atención.

—Que no se te olvide tu papel, humana. —Se acercó hacia mi oreja, y con voz grave y profunda, comenzó a hablar—. El simple hecho de que ahora seas mi prometida no te hace más de la insignificante criatura que eres —mi corazón estaba a mil por hora, tenía mucho miedo—. Ustedes los humanos sí que son criaturas despreciables y traicioneras.

Luego de decir esto, Zefer camino hacia la puerta y salió de mi habitación dando un portazo. Los vidrios de la ventana temblaron un poco por el golpe que dio, y algunas cosas que estaban cerca de la puerta terminaron cayendo al piso.

¿Qué tormento estaría pagando? ¿Acaso en otra vida fui alguien desalmado y ahora todo el mal que hice se me estaba regresando?

Me acerqué a la puerta y eché el pestillo para que nadie volviera a entrar. Me quedé recostaba sobre la fría superficie durante algunos minutos, y luego observé hacia el exterior. Caminé hacia el escritorio y apagué la lámpara de aceite. Al cabo de unos minutos, escuché que Zefer azotaba otra puerta, probablemente la de su habitación, y después de ese alboroto, todo quedó sumido en silencio.

La luz de la luna alumbraba el recinto, los tenues rayos calaban por la ventana y alumbraban algunos espacios oscuros de la habitación. Observé la cama, pero aún no quería volver a dormir. Tenía miedo, los vellos de mi cuerpo aún seguían encrespados producto de la pesadilla que había tenido. Sentía que si cerraba los ojos, podía verla.

Ella lucía tan demacrada. —¿No se supone que cuando uno muere su alma se eleva a algún plano donde todo se olvida?—. Al menos, recuerdo que eso me enseñó ella. Yo jamás fui muy adepta a su religión, pero el pensar que habría algo más allá donde uno lograba ser libre y feliz, me brindaba cierto consuelo.

Abrí la ventana y salí por allí, afuera había un pequeño techo que poseía perfectamente el tamaño para que alguien pudiera sentarse. Me senté, y atraje mis piernas hacia mi pecho, las abracé con fuerza, de alguna forma, esa era la manera de reconfortarme a mí misma.

El sonido de la noche era muy diferente al del día, si bien no había gran bullicio, aún se podían percibir los sonidos de algunos animales nocturnos.

A lo lejos, vi la aldea central de los Hanouns, esta aún se mantenía con las velas encendidas, pero poco a poco con el pasar de los minutos estas se fueron apagando, y esto me indicaba que las personas, o comerciantes, que habitaban allí, ya estaban dando por finalizada su jornada del día.

La fría brisa nocturna comenzó a mecer mi cabello. Cerré los ojos y me dejé llevar por los diversos aromas y sonidos que había allí. Al abrirlos nuevamente, sentí una ligera presión en cuanto volví a ver el paisaje nocturno. Toda mi vida había soñado con salir al mundo exterior. Siempre me había preguntado que clases de aventuras me aguardarían una vez que escapara de aquella oscuridad. Pero ahora que podía apreciar el mundo donde existo con algo de libertad, me entraban ganas de llorar. La belleza del paisaje era opacada por este sentimiento de culpa que cargaba.

Recosté mi cabeza hacia atrás y esta se topó con el borde de la ventana. La golpeé ligeramente y volví a suspirar de forma pesada. —¿Cómo podía ser feliz si por mi culpa todos habían muerto?—. Por mi culpa, y esa estúpida curiosidad que sentía, la única familia que me quedaba había dejado de existir.

Me quedé en silencio, y cuando estaba dispuesta a acostarme en mi cama para observar el techo, un extraño sonido logró llamar mi atención. Desde donde me encontraba podía escuchar algo que era... extraño. No sabía cómo definirlo, pero aquella melodía que llegaba hasta a mí generaba que sintiera ganas de moverme al compás. Decidí volver a ingresar al cuarto, bajé con cuidado, y me pegué a la puerta para determinar de dónde venía el sonido. Al parecer, lo que sea que generara tal melodía, venía del jardín trasero del palacio.

Sujeté el picaporte y salí. Procuré hacer el menor ruido posible. Caminé en dirección a las escaleras y aguardé allí, el sonido se escuchaba un poco más cerca, y las lámparas que aún quedaban encendidas le daban cierto misticismo al lugar.

Al llegar a la primera planta, fui en dirección al jardín y la melodía fue aumentando paulatinamente. Pasé por un inmenso salón, que probablemente lo usaban para algún tipo de ceremonias, y para el lado derecho había unas puertas enormes que daban la entrada al jardín. Me quedé del otro lado y observé de soslayo aquel lugar, en el centro había un enorme árbol, y los matorrales estaban adornados por muchas flores de colores.

Y justo al lado de este, había un muchacho, sobre sus labios reposaba una extraña barra de metal, la cual conforme movía los dedos, transformaba el sonido en un tono diferente.

Me escondí y miré hacia el frente, me senté en el suelo y comencé a contemplar aquella bella pieza musical. Él era Jaft Wolfgang, el muchacho del cuadro, el primogénito de Giorgio. A simple vista él no se veía como alguien malo o peligroso, incluso era más que probable que ya supiera que yo me encontraba aquí, pero no hacía nada al respecto.

Zefer y Giorgio eran una dupla retorcida, pero este muchacho emanaba un aura completamente diferente, aunque, al ser pariente de aquel par, era probable que también albergara algo de locura en su interior.

No tengo idea de cuánto tiempo pasó, pero mi cuerpo ya se sentía un poco adormilado por el cansancio, disfruté mucho del pequeño espectáculo. ¿La habría compuesto él? —pensé.

Me levanté de donde me encontraba, y sin que él me viera hice une pequeña reverencia en señal de agradecimiento antes de marcharme.

En cuando llegué a las escaleras y puse un pie en el primer peldaño, sentí que alguien me tiró con fuerza contra la pared. Se escuchó un golpe seco en cuanto mi espalda impactó sobre la superficie, y antes de que pudiera reponerme de aquel dolor, sentí como me sujetaban con brusquedad del cuello y me levantaban del suelo. Al abrir los ojos, pude ver aquel par de ojos verdes brillar en la oscuridad. Mi cuerpo se tensó y comenzó a temblar al percatarme de quien se trataba. Era Zefer, él se encontraba sonriendo de una forma para nada tranquilizadora, dejando a la vista sus colmillos.

Traté de empujarlo, pero con una sola mano me sujetó de ambas muñecas y las colocó encima de mi cabeza. Su agarre fue tal, que sus garras se clavaron en mi piel. Comencé a quejarme del dolor, pero esto no le importó en lo absoluto.

—Si que tienes agallas, humana —susurró cerca de mi oído mientras lo mordisqueaba ligeramente, pegué un respingo al sentir su aliento sobre mí—. ¿No sabes que nosotros cazamos a nuestra presa de noche? —sentí una de sus manos bajar hacia mi entrepierna y traté de patearlo, pero fue en vano—. ¿Sabes algo? Quizá mi padre tenga razón, creo que podría divertirme un poco contigo. Siéntete honrada de que yo, Zefer Wolfgang, será el que te quitará lo casta —rio bajo mientras aspiraba el aroma de mi cabello—. No prometo ser gentil, me gusta hacer esto de una forma un tanto... violenta, como habrás podido observar en la tarde.

Comencé a llorar al sentir como sus manos se introducían debajo de mi ropa. Cualquier intento que hacía por liberarme, era en vano, y con cada movimiento que hacía, sus garras se introducían más en la piel de mis muñecas. El que me negara y buscara la manera de liberarme, únicamente estaba generando algún tipo de estimulación enfermiza en él.

—Por favor... —le supliqué mientras temblaba. Mi voz estaba entrecortada producto del miedo—. Por favor. Mi señor, no me haga esto.

—¿Por favor? —rio—. Humana tú eres, MIA —recalcó esto último—. Que haga esto sería lo más natural del mundo. ¿O prefieres que sea Argon quien lo haga?

—Por favor, no me lastime, se lo ruego —le volví a suplicar con las lágrimas que lentamente recorrían mi rostro.

—¡Zefer, déjala! —gritó alguien desde otro punto de la habitación.

Pude escuchar claramente como Zefer maldecía, y al abrir los ojos, pude ver a Jaft observándolo con reproche mientras se acercaba hacia nosotros. Inmediatamente, Zefer me soltó y caí estrepitosamente al suelo, golpeándome un poco la cabeza contra la pared.

—Zefer. ¿Qué le haces a la pobre? —él se acercó hacia mí y me ayudó a levantarme.

—Solo estaba jugando un poco con ella —respondió con naturalidad y total desinterés mientras se cruzaba de brazos—. Es mía Jaft, es el nuevo juguete que me dio Giorgio, así que puedo hacer lo que me plazca con ella.

—Ella no es un objeto —le reprochó mientras me sonreía, me brindó su brazo para que pudiera apoyarme y de esta forma me sujetara de él.

—Esa actitud que tú y Argon comparten me enferma —escupió con asco.

Tras decir esto, Zefer comenzó a subir por las escaleras y se alejó de nosotros, una vez que escuchamos una puerta cerrarse de golpe, Jaft suspiró y me observó a los ojos.

—Será mejor que subas a tu habitación —asentí—. Como consejo, evita salir de noche, por lo general Zefer ronda los pasillos a esta hora. —Sus ojos se posicionaron sobre mis muñecas y yo las sujeté, tratando de tapar las heridas que tenía—. ¿Puedes curarte sola? —asentí—. Bien, llega a tu cuarto y cúrate esas heridas.

Hice una pequeña reverencia y pasé por su lado en dirección a las escaleras, pero antes de que subiera los peldaños Jaft habló.

—Lo siento. ¿Clematis, no? —Volteé a observarlo y apretó los labios de forma lineal—Mi hermano es un bruto. Si fuera tú, evitaría cruzarme con él a toda costa...

—Gracias por preocuparse, mi señor —volví a reverenciarlo y cuando ya me encontraba más arriba exclamó.

—Por cierto, lamento lo que paso con la aldea.

Luego de decir esto, él se marchó nuevamente al jardín, yo, por mi parte, subí corriendo las escaleras, al menos a una velocidad en la cual mi tobillo me lo permitía. Una vez que llegué me encerré dentro nuevamente. Caminé hasta el tocador que se hallaba al lado de la cama, y cuando abrí el cajón, saqué un pequeño cofre que dentro tenía una pomada para las heridas y vendajes. Al aplicar la pasta verdosa, sentí como la zona comenzó a arder, pero al cabo de unos minutos, aquella parte quedó ligeramente adormecida. Me acerqué hacia la cama, me eché y alcé mis manos para poder observarla. Todo mi cuerpo se encontraba lastimado, y mis ojos ya ardían de tanto llorar a lo largo del día.

Zefer disfrutaba torturarme y hacerme sentir mal, y el pensar en que tendría que soportar esto hasta el último día de mi vida, me generaba inmensa tristeza y pesar.

No sé exactamente hasta que hora seguí llorando luego de eso, pero para cuando el cielo ya se estaba aclarando, caí profundamente dormida. 


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