Leave the kiss for later [SKK]

由 LeoLunna

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Cuando Dazai se marchó de Yokohama, rompiendo su relación con Chuuya y dejando sin leer el poema que le escri... 更多

01. Dear first love...
I: Leave the kiss for later
II: But I wonder where were you?
III: Lonely street
IV: Contradictory words
V: Call me
VI: As it was
VII: Bad idea
VIII: Two fools
IX: Bother you
X: Step by step
XI: I wanna be yours
XIII: When the party's over
XIV: I can't handle change
XV: You're not sorry
XVI: Brotherhood
XVII: I'm a broken rose
XVIII: Stop, don't be so kind
XIX: Lost on you
XX: The night we met
XXI: Got the music in you
XXII: Close the book, turn on the music
XXIII: I know now, this is who I really am
XXIV: Autumn leaves on my skin
XXV: You were looking at me
02. I wrote this for you
I: You hear me?
II: Patience
III: Stop thinking
IV: Bittersweet symphony
V: Could it be easy this once?
VI: Tell me why
VII: Somebody that I used to know
VIII: All you had to do was stay
IX: The ending always stays the same
X: Turn around and make it alright
XI: Go that way
XII: The only exception
XIII: Sit down beside me
XIV: I'm never gonna leave you
XV: It doesn't hurt me
XVI: Another love
XVII: Hold On
XVIII: Are you ready to love?
XIX: The world keeps on turning
XX: You look perfect

XII: Set fire to the rain

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由 LeoLunna


Las vacaciones de Navidad eran tan aburridas, ni siquiera valía la pena recuperar el sueño perdido durante el semestre.

En momentos así, cuando no tenía ninguna responsabilidad golpeándole la espalda, Dazai deseaba tener una buena relación con sus padres, o con la gente de su pasado, para al menos sufrir las cuatro horas de viaje desde Kyoto a Yokohama y matar el tiempo como Atsushi. Pero no. Esperaba, desde lo más profundo de su corazón, que sus padres estuviesen aún atrapados en ese ridículo matrimonio y sin ver ni una parte de la herencia Tsushima; su sufrimiento le hacía feliz. De cualquier forma, tenía a alguien de su pasado en Kyoto, pero este estaba ocupado.

Desde el inicio del receso casi no había visto a Chuuya. Con el tiempo libre que obtuvieron y a solo una semana del evento de Navidad en el Falling Camellia, Akutagawa estaba esclavizándolos. Era algo que esperaban, le dijo Chuuya durante una llamada de medianoche. La presentación era importante, los ensayos también, ya que incluyeron una nueva canción a último momento. Cuando Dazai preguntó al respecto, el pelirrojo se negó a revelar detalles, pero le informó que, durante esos días, la "tortura" de Dazai se detendría y no podría molestarlo hasta después de año nuevo.

Esa noticia logró desanimarlo, pero no dejó que el sentimiento se reflejara en su voz, o que Chuuya lo notara. Simplemente, masculló a la bocina que, de todas formas, no era una tortura divertida, y al otro lado de la línea, Chuuya solo rio y le recordó que no necesitaba llorar y extrañarle, tenía una entrada para el evento y se verían el 24 de diciembre.

El Falling Camellia había organizado dos días de espectaculos y Black Ocean estaba en la lista de la noche del 24. Solo algunas bandas podrían actuar en ambas noches, y por un momento, Akutagawa estuvo molesto de que solo pudieran presentarse una vez, pero el resto de la banda agradeció tener solo ese momento en el escenario. 

Presentarse dos veces seguidas era mucha presión para ellos, y los temores de que una fuese mejor que la otra y que ello sirviera para comparar su desempeño no se escuchaba bien. De todas formas, Chuuya le dijo que la entrada era para ambos días, y si quería ver a las bandas que se presentaban el día 23, podía hacerlo, pero ¿para qué? Solo quería escucharlo a él, no a otros, y soportó un día más de espera.

Saber que ese día ya había llegado y que podría verlo, era un consuelo, pero le hubiese gustado un poco más. Todo era aburrido sin Chuuya a su alrededor.

De todas formas, sabía que no debería apegarse tanto al pelirrojo. No era lo correcto, ya no estaban juntos como para caminar en la misma dirección que el otro. Chuuya tenía a la banda y sus propios amigos, él también. Y ya que no tenía nada que hacer, ningún cantante que molestar, debía matar el tiempo y volver a reconectarse con su propio grupo.

Sabía que los dejó un poco de lado durante las últimas semanas. Tantos los exámenes como Chuuya eclipsaron toda su atención, pero ni Ranpo, Yosano o Kunikida parecían molestos por ese hecho. Al contrario, el moreno estaba seguro de que su falta de comunicación y presencia les gustaba a los otros tres, incluso a Atsushi, y si le enviaban de vez en cuando un mensaje o una llamada, era solamente porque aún no encontraban razones suficientes para alejarse de él; porque cumplía el papel que deseaban en sus vidas.

Para Ranpo, Dazai era la persona con la cual podía enfrascarse en pláticas profundas y complejas; para Yosano, era el compañero de bebidas que siempre podía seguirle el ritmo; para Kunikida, era la persona fastidiosa en la cual podía centrar toda su tensión; y para Atsushi, fue la primera persona que conoció en la universidad, de quien aprendió, y que le llevó a un grupo estable de amigos. Pero más allá de eso, no era nada.

No era nada más para ninguno de ellos. Nunca vieron más allá, nunca observaron su verdadero ser. Dazai sabía que, el día en que aquello ocurriera, no dudarían en empujarlo lejos y, aunque no los necesitaba, de todas formas no quería que aquello ocurriera tan pronto.

Ah, realmente extrañaba a Chuuya, pensó, entrando a la cafetería en la cual Atsushi trabajaba.

Chuuya conocía lo peor de él y aún así se acercó otra vez. Era un idiota por hacerlo, era una equivocación, pero no podía evitarlo. Tener al pelirrojo se sentía bien, incluso si le hacía contradecir cada una de sus ideas y palabras, incluso si sabía que Chuuya solo quería la comodidad que tuvieron en el pasado y no algo que pudiesen formar desde ese presente.

Bien, no importaba. No ser apreciado era algo a lo que estaba acostumbrado desde que nació.

―Oh, Akutagawa ―saludó cuando entró al local y notó al pelinegro frente al mostrador. Se acercó a él, ignorando su expresión tensa e incómoda que no se esforzó por disimular―. ¿Estás buscando a Atsushi? ¿No te dijo que regresó a Yokohama?

―Me lo dijo ―respondió el guitarrista, manteniendo su mirada en la chica de la cafetería que preparaba su pedido―. No estoy aquí por él, vine a comprar algo... ¿Y tú?

―Lo mismo, necesito un café ahora mismo.

Las palabras desaparecieron. Miraron al frente; los movimientos tranquilos de la barista mientras preparaba el pedido de Akutagawa. Al ser alrededor del almuerzo, no le extrañaba a Dazai que la chica estuviese trabajando sola, y de igual forma, no estaba apresurado por ser atendido. Pero, por lo que pudo observar de Akutagawa, este quería marcharse rápidamente por su presencia ahí.

Volviendo a mirar a la barista, notó la cantidad de café que estaba preparando: cinco para ser exactos.

―¿Y Chuuya?

―¿Qué?

―¿Está bien? ―cuestionó Dazai, ladeando el rostro y mirando a Akutagawa con una expresión tan tranquila como fría―. Los ensayos lo han monopolizado, no lo he visto en días.

Incluso si Akutagawa parecía incómodo bajo su mirada, no la desvió. Se mantuvo firme, así también su expresión, y Dazai casi quiso aplaudirle por ello.

―No sabía que querías tanto verlo ―respondió el guitarrista. Dazai solo le sonrió sin emoción alguna, sin confirmar ni negar nada.

―No te pongas celoso ―agregó, con un tono bromista―, no te quitaré a Chuuya.

Le gustaría hacerlo, pero no debía. Sabía que en términos de cercanía, para Chuuya, Akutagawa estaba por sobre Dazai.

Y en eso se parecía a Odasaku, pensó. Tanto Chuuya como Oda, tenían otras personas que eran mucho más importantes que Dazai, pero no podía culparlos. Él mismo se encargó de empujarse al último lugar de sus listas.

―De todas formas, iré a verlos al evento ―informó Dazai, sonriéndole a la barista cuando esta se acercó a él y pidiendo su bebida antes de volver a hablar con el guitarrista a su lado―. ¿Sabes que Chuuya me dio su entrada?

Akutagawa asintió, tomando con cuidado los diferentes café junto a los panecillos y bizcochos que había comprado para la banda; el último ensayo comenzó desde muy temprano y, la mayoría de ellos, ni siquiera desayunó.

―Lo sé, Chuuya me lo dijo. Iba a darle la mía a Nakajima, pero la rechazó porque regresaría a Yokohama para Navidad. De todas formas, no creí que se marcharía al día siguiente...

―Tampoco nos dijo que lo haría ―aclaró Dazai―. Le envié un mensaje el sábado para que me acompañara a un lugar y ya estaba en Yokohama. Se fue el viernes por la tarde.

―No me dijo nada...

―¿Tenía que decírtelo? ―inquirió el moreno, observando con atención cada posible cambio en la expresión del guitarrista―. ¿Son amigos? Nunca noté que fueran tan cercanos.

Ocultando sus pensamientos en lo más profundo de su subconsciente, Akutagawa desvió la mirada y dejó por un momento su pedido sobre el mostrador y buscó su billetera. ¿Había olvidado pagar? Se preguntó Dazai, pero en vez de sacar billetes, el pelinegro sacó un papel idéntico al que Chuuya le dio días atrás.

―No es asunto tuyo lo que Nakajima y yo seamos ―respondió tajantemente. Dazai solo se encogió de hombros y mantuvo su sonrisa de tranquilidad y superioridad en sus labios―. De todas formas, ¿te importa si te doy la entrada que tengo? No me importa a quien lleves, pero entre más público, mejor.

―Ya que me lo pides tan amablemente, creo que sé a quien llevar. ―Tomó la entrada y la guardó, sin negarse a algo gratis―. Dile a Chuuya que lo veré esta noche y que tendrá que comprarme una bebida.

La mirada grisácea se tornó molesta. Akutagawa tomó sus pedidos y se alejó del mostrador, sin dirigirle una última mirada al hombre al que, dos años atrás, intentó ser cercano.

―Hazlo tú. Tienes su número, no soy un mensajero ―gruñó, y Dazai, frente al mostrador y mirándolo marcharse, solo rio.

―Ah, ¡no eres nada divertido!

Su pedido estuvo listo solo segundos después de que Akutagawa se marchara.

Ah, tal vez tuvo que haberlo seguido al ensayo, pensó Dazai cuando tuvo su café entre las manos. Le gustaría volver a escuchar a Chuuya en sus ensayos, pero ya había prometido pasar por el departamento de Yosano y Ranpo para una tarde de "amigos".

Kunikida ya estaba ahí por lo que sabía, desde las diez de la mañana, hora exacta en que Yosano les pidió pasar por su lugar. Ahora, eran casi las doce de la tarde y aunque originalmente Dazai pensó en declinar la invitación, aceptó levantarse de la cama en el último momento.

Al menos eso era bueno. Recordaba los días en que no podía salir de la cama por nada del mundo y no extrañaba esa sensación, aunque algunas veces, algunos fines de semana o cuando sus clases se cancelaban, podía quedarse todo el día bajo las sábanas hasta la mañana siguiente; cuando encontraba una razón, una responsabilidad, que lo empujaba a salir.

Ese día no tenía una razón genuina para levantarse. El evento era en la noche y tenía toda la tarde por delante para releer poemas o pensar en qué ropa utilizar. Lo que fuese que quisiera hablar Yosano, no era suficiente motivación para él, pero extrañaba a Chuuya y el pelirrojo no estaba respondiendo sus mensajes a causa del último ensayo de esa mañana, y necesitaba una distracción. Si se quedaba en su departamento ―vacío, ya que Dostoievsky se estaba quedando en el piso de su novio hasta después de año nuevo―, no haría más que dormir y revisar su teléfono; esperando más mensajes de Chuuya, releyendo el mismo poema, leyendo unas pocas novelas que no lograban captar por completo su interés.

De cualquier forma, ya estaba ahí. Vestido, no bien, pero vestido, y tocando la puerta del departamento mientras terminaba de beber su café de un solo trago. Y tan solo esperó cinco segundos antes de que el estudiante de derecho abriera y lo observara de pies a cabeza con despecho.

―¿Qué sucedió? ―inquirió Kunikida, haciéndose a un lado―. ¿Por qué llegas dos horas tarde?

―No quería venir ―respondió sinceramente, pasando junto al rubio y yendo directamente al sofá, saludando a Ranpo y sentándose a su lado―. ¿Y Yosano? Ella fue quien quería vernos.

Como si su llamado fuese un embrujo, la mencionada salió de su cuarto en el preciso momento en que los labios de Dazai se cerraron. Al darse cuenta de que el moreno al fin estaba allí, se acercó furiosa al sofá, tomó uno de los cojines y no dudó en golpearlo con este. Sin importarle las quejas de Dazai, sus súplicas de dejarle; o la mirada aburrida de Kunikida a un lado, demasiado acostumbrado a algo así; o la absoluta tranquilidad de Ranpo, que no hizo más que moverse un asiento más allá y seguir leyendo la novela entre sus manos, ignorando a la víctima y atacante a su lado.

―¡Te quería ver hace dos horas, idiota! ―reclamó Yosano, y tras haberse cansado de atacarle, dejó el cojín donde estaba originalmente y solo suspiró―. Pero debí saber que llegarías tarde, como siempre.

―¡Es el momento preciso! ―se excusó Dazai, y cuando pudo observar el rostro de Yosano apropiadamente, notó la irritación en su esclerótica y el tono rojizo de su nariz y mejillas. Era una imagen tan extraña que no pudo mantener la actitud relajada y desinteresada―. ¿Qué sucedió?

Yosano suspiró y se desplomó al otro lado de Ranpo en el sofá. Sin dar respuesta, dejó caer su cabeza sobre el hombro del mayor; sintiendo inmediatamente como este apoyaba la propia contra la suya en un silencioso consuelo. Dazai, al otro lado, mantuvo su mirada fija en ella. Se desvió solo un momento para mirar a Kunikida apoyado en el brazo del sofá, pero el rubio tampoco dio respuesta. Se quitó los lentes, los limpió con el paño que siempre traía consigo, y se adentró en la cocina, murmurando que terminaría el almuerzo para todos ellos.

―Tráeme una copa de vino ―pidió Yosano cuando el otro hombre se alejó y, desde la cocina, escuchó una negativa. Volvió a suspirar―. Tacaño, necesito una bebida...

―Es demasiado temprano para eso ―comentó Ranpo, aún sin moverse ni dejar de leer.

―Nunca es demasiado temprano ―aclaró, y miró a Dazai―. Además, aquí tengo a mi compañero de bebidas. ¿No quieres emborracharte a las doce del día?

―Me parece una buena idea, pero antes de emborracharme, quisiera saber la razón ―respondió Dazai e insistió―. ¿Por qué tienes esa cara? Parece que hubieras llorado.

Lo que era extraño, pensó. Jamás había visto a Yosano llorar.

Si se trataba de estabilidad emocional, Yosano siempre fue quien más se sostuvo ante la adversidad, y ver esa expresión en ella era preocupante. Los golpes no la hacían llorar, tampoco las discusiones, ni las rupturas, ni las muertes que de vez en cuando veía en el hospital. Si había algo que le afectaba profundamente, era la frustración, pero ni siquiera bajo ese sentimiento lloró frente a él alguna vez. Solo sabía del efecto de esa emoción porque ella misma se lo confesó, y Ranpo confirmó, en una de sus muchas visitas a bares.

Más allá de eso, no sabía qué podría afectarle tanto, pero tenía una idea de quien pudo producir esa frustración que se reflejaba en sus semblante y amatistas iris. La misma persona que, antes que él, dejó a Chuuya a pesar de los poemas que escribía para ella.

―Supongo que ya se aburrieron de mí ―murmuró Yosano desde el otro lado de Ranpo, y había pasado tanto tiempo desde la última vez que escuchó ese tono decepcionado y resignado en ella, que Dazai pensó haberlo olvidado―. Kouyou no me ha hablado desde hace semanas...

Y la frustración volvía a posarse en ella, tiñendo sus emociones de un profundo dolor que cargó sobre su espalda pesadas emociones que profundizaban el color en sus ojos y se llevaban su brillo. Por un momento, Dazai se preguntó si es que, cuando no respondió más a las llamadas de Chuuya, su rostro adoptó la misma expresión que Yosano.

―¿Qué sucedió? ―cuestionó, más con interés que preocupación, dejando de lado sus pensamientos sobre Chuuya, pero teniéndolo presente de todas formas.

―Quien sabe, a veces las cosas suceden así ―respondió Yosano, encogiéndose de hombros―. Creí que todo marchaba bien, incluso nos hablábamos con cariño y planeamos vernos en Navidad ya que, seguramente, vendría a Kyoto y se quedaría hasta después de Año Nuevo. Pensé en tantos lugares que visitar con ella, donde llevarla a una cita y decirle que quería algo más formal, incluso si estábamos tan lejos la una de la otra... Supongo que no tuve que ilusionarme tanto.

Yosano pasó sus brazos por alrededor del torso de su mejor amigo y se acomodó a su lado un poco más. Desde el costado, a Dazai le pareció que Ranpo se había convertido en un peluche de consuelo personal. Se preguntó cuántas veces estuvo en la misma situación. Su semblante seguía tranquilo, aunque ya no leía, solo fingía hacerlo; la página continuaba siendo la misma desde hace cinco minutos.

―¿Le preguntaste por qué no respondía? ―cuestionó Ranpo.

Dazai estaba seguro de que notó a Yosano tensarse ante esa pregunta y, dudando, respondió.

―No quería molestarla ―aclaró―. Sabes como es esto, Ranpo, la gente se va cuando una se ve muy...

―¿Insistente?

―Desesperada ―corrigió, tanto las palabras de su amigo como las propias―. ¡No es que yo esté desesperada! Pero... rechacé a otras chicas por ella.

―¿Sin verla cara a cara? ―inquirió Dazai―. ¿Cuántas veces la viste en persona, Yosano? ¿Una vez? Y eso fue a principios de año.

―Sí, sí, sé que es patético. Pero no lo entiendes ―dijo, y se alejó de Ranpo, volviendo a sentarse correctamente y mirar al frente; hacia la televisión vacía, pero un programa no era necesario, sus recuerdos en forma de película pasaban por su cabeza en ese momento―. Sé que solo la veía en fotos y cuando hacíamos videollamadas, pero no entiendes el tipo de conexión que tuvimos desde el primer momento, como si nos conocieramos de toda la vida, como si pudiera confiarle lo peor de mí y aún así ella no se marcharía...

Lo entendía. De la misma forma se sintió con Chuuya y Oda, pero él se marchó. Y así como él lo hizo, quiso decirle a Yosano que Kouyou también era capaz de hacerlo. Que tenía, a una llamada de distancia, la prueba viviente de que la otra mujer podía y lo hizo. Pero, por alguna razón, prefirió callar y seguir fingiendo que no conocía a la persona de la cual su amiga hablaba.

Quería entrometerse, pero al mismo tiempo no. Quería advertirle, pero también que aprendiera por su propia cuenta. ¿Era un pésimo amigo? Sí, pensaba sí, pero estaba seguro de que, sin importar lo que dijera, Yosano no le haría caso; haría lo que quisiera de todas formas. En esa terquedad e independencia, ella y Chuuya se parecían mucho.

―No tengo derecho a decirte que eres patética ―murmuró Dazai, más para sí mismo que para el resto, pero siendo escuchado de igual forma―. Llevo dos años pensando en alguien que ni siquiera está aquí.

Para ese punto, no solo Yosano se sentía deprimida, pero ella no lo ocultaba ni fingía que todo estaba bien. Cualquiera que mirase a Dazai no notaría el desgaste emocional tan profundo y aferrado a cada nervio, pero este se reflejaba casi imperceptiblemente en sus ojos y solo dos personas notaban ese muy ligero cambio. Una de ellas estaba ensayando con su banda en ese momento, la otra estaba sentada entre él y Yosano.

―Ambos son patéticos ―dijo Ranpo, manteniendo su mirada en Dazai mientras hablaba―. Ambos se quedaron enfrascados en personas que ni siquiera han visto en meses y no quieren notar a los que desean una oportunidad con ustedes.

Cuando esas palabras se dirigían a Dazai, el moreno sabía perfectamente a quien se estaba refiriendo Ranpo. De cualquier forma, el mayor estaba equivocado, mucho más de lo que creía. No sabía todo, ni los buenos o malos detalles a los cuales regresaba con más insistencia en los últimos días, y Dazai se lo hizo saber con la suave risita que dejó escapar.

―De cualquier forma, lo importante ahora mismo son los sentimientos de Yosano ―puntualizó Dazai―. ¿Y qué se hace con los sentimientos? Ahogarlos en alcohol.

La mención del licor fue suficiente para que toda la atención e interés de la mujer se posara en él. Incluso si parecía que no tenía ánimos ni para arreglarse ni para salir del departamento, Dazai ya la conocía lo suficientemente bien como para saber que, antes que quedarse en casa y dejarse envolver por cualquier tipo de depresivo pensamiento, Yosano prefería salir y ahogarlos en uno de los más antiguos vicios. Y buscando alentar esa necesidad de escape, Dazai le mostró las dos entradas para el evento de esa noche.

La mirada de Ranpo transmitía lo muy en contra que estaba de ese plan, pero sabía mejor que nadie que no había nada que pudiese decir para hacer cambiar de opinión a Yosano o a Dazai. Sin embargo, podía intentarlo, y le preguntó al moreno si es que tenía otra entrada para él.

―Ranpo, son entradas exclusivas, ¿sabes todo lo que me costó conseguirlas? ―mintió.

―¿Sabes que me estás quitando a mi mejor amiga en Nochebuena?

―Vamos, ni siquiera hacemos tanto ―comentó Yosano―. Todo lo que hacemos es ver viejas películas navideñas y atragantarnos con dulces, y no, no volveré a ver The Grinch, ya me sé los diálogos de memoria.

Ranpo protestó, pero nada de lo que dijo le hizo cambiar de parecer. Al final, Yosano aceptó acompañarlo al evento y Dazai le dio la entrada que Akutagawa le entregó ese mediodía. Mientras Kunikida terminaba el almuerzo, acordaron a qué hora reunirse y más o menos en qué momento de la noche regresar, aunque aquello siempre variaba dependiendo de cuanto se entretuvieran con la bebida. Aun así, tanto Kunikida como Ranpo, les pidieron regresar temprano.

―Tranquilo, la traeré temprano a casa ―bromeó Dazai, enviando un guiño hacia Yosano, solo para recibir un cojín en la cara.

Después del almuerzo, y cuando Yosano parecía mucho más tranquila, Dazai decidió regresar a su propio piso para alistarse. Antes de marcharse, Ranpo insistió una última vez en que regresaran no muy tarde del evento y que el otro moreno se quedara con ellos por el resto de la noche. Quería que, al menos, vieran una película navideña en conjunto, y no le importaba si regresaban al departamento a un vaso de un coma etílico, solo los quería ahí.

Dazai aceptó y se marchó, mencionando a Yosano que le enviaría un mensaje treinta minutos antes de la hora acordada. Y mientras bajaba las escaleras hasta el primer piso del edificio, su teléfono sonó. Ni siquiera debía mirar para saber de quién se trataba, y mucho antes de incluso leer el mensaje de Chuuya, ya tenía una sonrisa en los labios.

La noche parecía prometedora. Tal vez el cielo estaba nublado y nevaría en algún momento, tal vez incluso podría llover, pero nada de lo que pudiese ocurrir prendería fuego a su alrededor.


[•••]


Había pasado un tiempo desde que se sentía tan nervioso. ¿Era por el ambiente a su alrededor? ¿Aquel que le hacía sentir que todo era más profesional de lo que alguna vez imaginó? Esa noche se sentía diferente a las anteriores, como si fuese el inicio de algo que después no podría detener; una caída, un ascenso, un camino con el cual nunca soñó.

Las decoraciones navideñas estaban por todo el lugar, pero eran discretas y sofisticadas, mezclándose con el ambiente a su alrededor. La zona para el público fue acomodada de forma diferente. Ya que el recinto manejaba un número exacto de asistentes, dispusieron mesas y sillas por todo el lugar que, en noches anteriores, estaba vacío y era utilizado por aquellos que preferían ver el show de pie frente al escenario. Esa noche, la comodidad era lo primero, notó Chuuya, y también para formar lazos comerciales.

La zona reservada para las bandas ya no estaba dividida del público por ese grueso telón al cual Chuuya tanto se había acostumbrado. Podía moverse libremente desde su mesa asignada hacia aquellas donde los productores y agentes musicales le observarían; aunque sabía que, en ningún momento de la noche, se acercaría a ellos. No, iría directamente a Dazai.

¿Asistirá? El moreno le respondió que sí cuando le preguntó por mensaje a mediodía y, aunque dijo que solo lo hacía porque consiguió de él una entrada gratis, Chuuya lo quería entre el público. Y esa misma idea le hacía sentir nervioso, aunque no tuviese sentido para la parte más lógica de él.

Esperaba que el sentimiento desapareciera antes de que la noche iniciara. Solo quedaban tres horas más, recordó Chuuya, y no pudo desprenderse de la idea de que todo se sentía diferente. Algo cambiaría esa noche, o tal vez ya había cambiado.

Las mesas seguían vacías, las pruebas de sonido en curso. En dos horas más las puertas se abrirán, y sesenta minutos después de la apertura, subiría al escenario la primera banda. Black Ocean era la séptima; tocarían alrededor de las once de la noche, casi a las doce.

―Chuuya ―llamó Akutagawa, y solo en ese momento, el pelirrojo notó que el resto de la banda ya se había levantado de sus asientos asignados y caminaban hacia la pequeña escalera a un costado del escenario―. Vamos, debemos hacer la prueba de escenario.

Chuuya se levantó inmediatamente y los siguió. Akutagawa le esperó y caminó a su lado; al mismo tiempo, subieron al escenario y se acomodaron en sus respectivos lugares. De cualquier forma, estaban bastante cerca. Como era de esperarse, él, como vocalista, estaba en medio de todo, Ryuu a su derecha, Gin y Tachihara a la izquierda, y Higuchi con la batería atrás.

―¿No estás nervioso? ―preguntó el vocalista, acomodando el pedestal del micrófono a una altura agradable para él.

El resto de la banda le daba los últimos toques a los instrumentos. Conectando su guitarra personal y probando el volumen del amplificador, Akutagawa le devolvió la pregunta sin observarle.

―¿Debería estarlo?

Chuuya se alzó de hombros.

―Es una noche importante, supongo ―comentó―. Y ensayamos esa última canción contra el tiempo. Sé que estás inseguro de eso, Atsushi no estaba aquí para ayudarte.

A su espalda, escuchó algo caerse, una baqueta, pero tanto él como Akutagawa ignoraron el sonido. Sin embargo, el guitarrista no pasó por alto su comentario y su mirada se tornó molesta, ofendida y, sin que él lo supiese, un poco tímida.

―No necesito a Nakajima para corregir los ensayos.

―Pero es de gran ayuda.

―Chicos, cierren las boca de una vez ―exigió Gin, y le hizo una señal a uno de los sonidistas―. Vamos a hacer la prueba de sonido ahora.

Se prepararon por tanto tiempo y las tres canciones pasaron tan rápido, pero todo el esfuerzo que pusieron en cada ensayo durante esas semanas, fue para que esos nueve, casi diez minutos, fuesen ejecutados a la perfección esa noche.

La prueba de sonido estuvo bien, pensó Chuuya. Todo fue perfecto; su voz, los instrumentos, todo, no tenía motivos para sentirse nervioso, y tal vez no estaba nervioso, pensó. Si sus latidos estaban tan agitados y sentía la garganta seca, se debía al esfuerzo que implementó en cada canción. Nada más, nada menos.

No sucedía nada malo, solo debía calmar la imperiosa necesidad de un poco de agua. Y ante ese deseo, no se quedó demasiado tiempo a escuchar la opinión de los sonidistas o de las otras bandas; bajó rápidamente del escenario una vez más.

Sería una buena noche. Esa inquietud que sentía no significaba nada.


[•••]


El bar se veía bastante bien y el asiento que su socio había conseguido para ellos estaba en una buena ubicación; ni muy cerca, ni muy lejos del escenario. Podría ver a Chuuya perfectamente desde su lugar, y estaba segura de que él la encontraría con facilidad.

Quería darle una sorpresa. No le había dicho a su hermano menor que llegaría antes del 26 de diciembre a Kyoto, tampoco que asistiría a su presentación.

El viaje desde Tokyo no fue fácil, mucho menos durante esos días, pero Kouyou había conseguido librarse del trabajo hasta después de año nuevo y, la misma tarde del día anterior, tomó el tren hasta Kyoto. No estaba entre sus planes no decirle a Chuuya que ya estaba en la vieja ciudad, pero en cuanto uno de sus socios se enteró que se quedaría ahí hasta inicios de enero, la invitó a aquel evento en el que, sabía, su hermanito estaría y decidió mantenerse callada hasta la noche del 24 de diciembre.

Conseguir una niñera a último momento fue imposible; pero, por suerte, logró comunicarse a tiempo y a escondidas con los compañeros de cuarto de Chuuya y estos, que estarían en casa esa noche ya que no lograron conseguir entradas para el evento, aceptaron cuidar de Kyoka. Agradeció a cualquier deidad existente que su hija fuese tan tranquila y pudiese guardar el secreto cuando Chuuya las llamó esa tarde, aunque de todas formas tuvo que prometer comprarle otro peluche para mantener su boca cerrada.

Dejando de lado el estrés que vivió para encontrar una habitación de hotel y quien viese a su hija esa noche, todo marchaba bien. Cuando llegó al local con su socio, este ya estaba lleno, aunque aún quedaban un par de mesas desocupadas. Llegaron casi media hora antes del inicio de la música; se acomodaron en la mesa y pidieron unos tragos suaves para comenzar la noche; platicando sobre trabajo y sobre sus vidas personales.

Mientras platicaba, buscó a Chuuya con la mirada y, aunque el local ya estaba mucho más lleno y no todas las personas sentadas en sus respectivos lugares, logró vislumbrar a lo lejos el cabello de ese tono pelirrojo que tanto se parecía al de su madre. Y no quería pensar en ella, ni en el gran parentesco que compartía su hermano mayor y menor con su progenitora, ni en la similitud entre ella y su padre, pero esa noche en especial le hacía sentir un poco nostálgica y no comprendía la razón.

―¿Se encuentra bien, Ozaki? ―preguntó su socio, siguiendo su mirada y notando a Chuuya entre la multitud―. ¿Aquel es su hermano?

Kouyou asintió y, viendo a Chuuya reír a lo lejos, desvió la mirada y la posó en el sofisticado arreglo floral en medio de la mesa.

―Estoy un poco emocionada ―confesó, queriendo sacar una de las camelias del adorno, pero retractándose en el último momento―. Siento que este es un momento muy importante para él, me alegra poder presenciarlo.

Y esperaba, en el fondo, que su presencia saldara parte de su ausencia en la adolescencia del otro. Sabía que Chuuya jamás se olvidaría de ello, aunque decía hacerlo, y ella nunca terminaría de perdonarse por las decisiones y acciones de las cuales no se arrepentía. Todo lo que podía hacer, era hacerle comprender que necesitó ser egoísta en ese momento, que no significaba que no lo apreciara como lo hacía, y que jamás volvería a fallarle de esa forma.

Ya no eran unos niños, ya no estaban en Yokohama ni bajo el mismo techo que sus abusivos padres; ya no se necesitaban tanto como antes y, aunque parte de su relación nunca se recuperaría, Kouyou creía que con saber que el otro pelirrojo estaba bien y construyendo su propia vida, era suficiente para ella.

Pero, ¿por cuánto tiempo? Sabía que le falló y que no tenía derecho a reclamarle nada, pero una parte de ella, aquella niña que siempre lo cuidó hasta que ya no pudo más, envidiaba la presencia de Paul y, especialmente, la de Arthur en la vida de Chuuya.

Pero no se lo diría, así como muchas otras cosas que prefería callar frente al resto de la gente. Mantendría la boca cerrada hasta que la propia lluvia se transformara en fuego.

Las últimas personas entraron al local. Hablaban y eran guiados hasta sus mesas por los meseros y trabajadores. Como siempre cuando alguien nuevo se unía a un lugar, las miradas se posaban en ellos, aunque realmente no estuviesen observándoles con atención, pero Kouyou sí lo hizo.

Notó a un alto hombre de cabello oscuro, caminando hacia una mesa alejada de la suya junto a una mujer de la cual solo pudo ver parte de su rojo vestido y el brillo de una simple, pero elegante, horquilla en forma de mariposa. Ese objeto se le hacía conocido y, aunque quiso ver el rostro de la mujer, su atención se posó en el hombre.

Estaba segura de que lo conocía. Tal vez no en persona, pero si desde fotos o una triste historia que no lograba recordar.

Continuó observando al hombre y a su acompañante hasta que estos se acomodaron en la mesa. La mujer, de la cual ahora notaba su oscuro y corto cabello que tan familiar se le hacía, se sentó dándole la espalda y el moreno frente a ella. Kouyou podía observar su rostro a la perfección, y esa frustración por no poder recordar de dónde lo conocía aumentaba, pero las luces a su alrededor se apagaron y la música estaba por comenzar. Se obligó a posar su mirada al frente, incluso si no estaba interesada en las otras bandas que no fuese aquella donde su hermano era el vocalista.

Durante las presentaciones, intercambió palabras con su socio, de vez en cuando enviando mensajes al teléfono de Kyoka para saber si se encontraba bien, y continuó mirando a esa mesa tan distante a la suya. Ellos tampoco parecían interesados en las presentaciones; se entretuvieron platicando y probando los nuevos licores anunciados en la carta. Desde lejos, notaba al hombre reír y pasear su mirada alrededor, como si estuviese buscando a alguien importante para él, pero entre la multitud y la oscuridad, no lograba dar con lo que quería.

Sin embargo, cuando el sexto grupo bajó del escenario y el séptimo subió, incluso desde la distancia, Kouyou pudo apreciar cómo su mirada se iluminaba. Y cuando ella volteó también su atención al escenario, vio a Chuuya acomodarse frente al micrófono.

Y el pelirrojo la notó. Incluso si logró disimular su sorpresa, Kouyou lo notó y no hizo más que enviarle una sonrisa que Chuuya correspondió. Luego, su hermano pequeño miró a su alrededor y la sonrisa que le dio a ella, se ensanchó un poco más; con más emoción, con más felicidad. Entonces, ella intentó encontrar a la persona a la cual su hermano estaba mirando, y al seguir el mismo camino de los ojos azules, notó que observaba al hombre que ella notó al entrar.

Y este le devolvía la sonrisa. Intentaba mantener una expresión tranquila, disimular la emoción, pero cuando la banda comenzó a tocar y Chuuya cantó, ya no pudo ocultarlo más. Embelesado, mantuvo su atención en Chuuya, escuchando con absoluta atención cada palabra y entonación.

¿Quién era él? ¿De dónde lo conocía Chuuya? Se le hacía tan familiar, pero no podía recordar de qué lugar...

La música y la voz de su hermano la hizo apartar la mirada del otro hombre y centrar su atención en él. Incluso si no era el tipo de música que ella disfrutaba, prefiriendo algo más tranquilo y otros instrumentos, no podía negar que la voz de Chuuya calzaba bien con la canción. Se veía tan diferente al niño con el cual creció, ese que escribía poesía para transmitir todo aquello que en su hogar de la infancia no se les permitía decir.

¿Cuántos poemas escribió después de que ella se marchó? ¿Para quién era esa canción que, estaba segura, fue pensada para leerse en silencio más que para ser escuchada?

¿Por qué el hombre en la otra mesa parecía tan afectado cuando le escuchaba cantar? No le quitaba la mirada de encima a Chuuya y, hacia el lugar del escenario al que el pelirrojo se movía, los iris oscuros le seguían; fingiendo desinterés cuando sus miradas se encontraban, sonriendo para sí mismo cuando creía que nadie lo observaba.

Esa sonrisa en él parecía tan suave, tan tranquila y cómoda. Y Kouyou aún no podía recordar de dónde le conocía, pero mientras más tiempo pasaba, más sentía que lo reconocía desde una mala historia.

Cuando la segunda canción terminó, los aplausos resonaron por todo el local. Kouyou no hizo más que sonreír con orgullo cuando Chuuya se fijó en ella, pero de igual forma, la mirada de su hermano no se detuvo en su mesa por mucho tiempo; seguía mirando y buscando a la distancia, encontrando fácilmente a la persona que quería ahí más que a cualquier otra.

―Estamos agradecidos por la atención y los cálidos aplausos ―dijo el bajista, mirando tanto al público como a sus compañeros de banda―. Para nuestra última canción, decidimos presentarles nuestra versión de Set fire to the rain.

Los aplausos resonaron una vez más. Las luces se atenuaron hasta sumir el local en una profunda oscuridad. Entonces, expresándose por su propia cuenta, la voz comenzó a sonar, llenando el lugar de un temple de ánimo melancólicamente suave. Los instrumentos callaron, las luces volvieron a encenderse poco a poco, y aquellas de una suave iluminación, de colores azules en su mayoría, se posaron sobre Chuuya.

Y al final de la primera estrofa, los instrumentos comenzaron a sonar con el mismo tempo original de la canción. La guitarra principal, manteniendo acordes suaves, lo más cercano a una guitarra acústica, copió las primeras notas y poco a poco el ritmo abandonó el estilo pop-soul y se acercó a uno rock.

La batería resonó, marcando el tempo de base; los guitarristas y bajistas se acoplaron al estilo, sosteniendo el ritmo de la melodía y uniéndose a la perfección con la voz que repitió una segunda vez la estrofa inicial y le agregó una nueva fuerza a la canción.

I let it fall, my heart

And as it fell, you rose to claim it

It was dark and I was over

Until you kissed my lips and you saved me

La gente alrededor en las mesas aledañas y alejadas del escenario comenzaron a aplaudir y silbar, pero el bullicio que provocaban no fue suficiente para opacar el sonido que envolvía y llegaba a cada rincón. Incluso si el estilo continuaba no siendo totalmente de su agrado, Kouyou no pudo apartar la mirada, ni podía evitar sentirse maravillada ante la versión de esa canción que se le presentaba.

Al igual que otros oyentes, Kouyou quiso sacar su teléfono y comenzar a grabar; tal vez guardar ese momento para sí sola o para enviárselo a Paul. Pero así como el hombre de cabello castaño en la otra mesa, solo pudo mantener la mirada en Chuuya y deleitarse con la música.

My hands, they're strong

But my knees were far too weak

To stand in your arms

Without falling to your feet

Y entonces, desviando su atención para saber si el otro hombre continuaba con su mirada perdida sobre Chuuya, casi descubriendo de dónde lo recordaba, se encontró con unos ojos amatistas que le observaban desde esa mesa y que reconoció fácilmente.

Yosano...

But there's a side to you

That I never knew, never knew

All the things you'd say

They were never true, never true

And the games you play

You would always win, always win

―¿Ozaki? ―llamó su socio, extrañado cuando notó que se levantaba.

Kouyou mantuvo una sonrisa tranquila, buscando calmar cualquier pregunta de parte del hombre.

―Me acercaré al bar, tengo una pequeña queja sobre la bebida ―mintió y se alejó, mirando a Chuuya una última vez, captando que el moreno que acompañaba a Yosano continuaba observando a su hermano, y que la propia mujer de corto cabello ya no estaba ahí―. Vuelvo enseguida.

Antes de esperar una respuesta, se alejó, sin mirar atrás. No captó la atención de Chuuya sobre su espalda, pero acostumbrado a que Kouyou lo dejase atrás, el pelirrojo continuó cantando con un poco más de fuerza y expresividad.

But I set fire to the rain

Watched it pour as I touched your face

Well, it burned while I cried

'Cause I heard it screaming out your name

Your name

A pesar de que la mayoría del público mantenía su atención en el escenario, no eran pocas las personas que se habían levantado después de seis grupos anteriores. Y, como era de esperarse, gran parte de ellos se reunieron frente a la barra principal, sin ocupar los asientos a disposición; siempre de pie, con las bebidas en mano, escuchando la música en silencio o tarareando para sí mismo dentro de un estado consciente o inicialmente ebrio.

Mezclándose con ellos, Kouyou avanzó hasta lograr que sus antebrazos tocaran la madera de la barra. Sonrió cortésmente al bartender y masculló el nombre de una bebida en la carta. El hombre le devolvió la sonrisa y preguntó su pedido a la mujer junto a ella, pero esta murmuró que aún estaba pensando en que pedir.

La canción a sus espaldas continuaba, el local en su mayoría estaba en silencio y atento a la melodía, pero esta no fue suficiente como para lograr opacar las ácidas palabras de Yosano a su lado.

When I lay with you

I could stay there

Close my eyes

Feel you here forever

You and me together, nothing gets better


'Cause there's a side to you

That I never knew, never knew

All the things you'd say

They were never true, never true

And the games you'd play

You would always win, always win

―Hubiese sido bueno saber que te vería aquí después de tanto tiempo ―masculló Yosano―. O tal vez que me hubieses dicho que ya no querías hablar conmigo.

Kouyou aceptó, con la misma sonrisa de cortesía, el vaso de licor que fue dejado frente a ella. Dándole un pequeño sorbo, mantuvo su mirada en el líquido rojizo en el interior; las luces continuaban siendo tenues, la mayoría concentradas en el escenario, pero de todas formas, entre esa oscuridad, pudo observar su propio reflejo.

Y al dejar el vaso sobre la barra, el reflejó se amplió y también le permitió vislumbrar la silueta de Yosano a su lado. Se veía maravillosa esa noche con su largo vestido rojo que se abría desde la mitad de su muslo derecho, pero se negó a dejarse distraer por ese detalle.

―No es que no quisiera hablar contigo, estaba ocupada ―comentó, siendo parcialmente la verdad.

Estuvo tan ocupada que olvidó revisar el teléfono, pero sabía que si confesaba aquello, que había otras cosas más importantes que responder mensajes o llamadas de alguien que solo vio una vez en persona, haría sentir mal a Yosano.

Admitía que le gustaban sus conversaciones y que, en algún momento, se convirtieron en parte fundamental de su día, siendo un instante en que podía olvidarse de todo el trabajo que tenía por delante, pero no era tan fácil.

Solo era una distracción, algo que ojalá ocurriera, pero que no debía suceder.

―Pudiste haberlo dicho ―insistió Yosano, y Kouyou sabía que tenía razón.

Sometimes I wake up by the door

That heart you caught must be waiting for you

Even now, when we're already over

I can't help myself from looking for you

―También, hubiese sido bueno que me dijeras que realmente no querías nada serio conmigo ―mencionó Yosano, y Kouyou tuvo que haber imaginado que esa recriminación vendría más temprano que tarde―. ¿O lo querías?

Lo quería, desde el día en que se conocieron en el templo Heian y buscaron a Chuuya y su amigo juntas, quería conocerla mucho más.

Por un tiempo, se resignó a que Yosano fuese ese tipo de persona que solamente te topabas una vez en la vida, y que recordarás para siempre como alguien que te hubiese gustado mucho conocer a profundidad. Cuando recibió su mensaje privado en su cuenta de Instagram que tan solo utilizaba para su trabajo, casi creyó que todo era demasiado perfecto como para ser real.

Pero lo era. Era real y fue como su pequeño cuento de hadas personal por las primeras semanas y creyó que, en algún momento, siento el tipo de persona que era, ocupada, madre soltera, más preocupada de su trabajo que de otra cosa, Yosano se cansaría pronto de hablar con ella. Pero no fue así. La otra mujer continuó su comunicación, y le hizo sentir como hace mucho no se sentía.

Esperaba sus mensajes y llamadas con ansiedad. Quería verla. Las fotos y videos no eran suficientes. Quería tomar el primer tren hacia Kyoto y verla cada vez que comenzaban a coquetearse y hablar de idílicas citas que planeaban por gusto.

Pero no era tan sencillo. Su vida en general, no era fácil. Así que, antes y en ese preciso momento, prefirió callar y dejar que la otra mujer dirigiera a ella toda la ira reprimida y el dolor que tan claramente se reflejaba en su mirada.

I set fire to the rain

Watched it pour as I touched your face

Well, it burned while I cried

'Cause I heard it screaming out your name

Your name


I set fire to the rain

And I threw us into the flames

When it fell, something died

'Cause I knew that that was the last time

The last time

Frustrada por el silencio de la pelirroja a su lado, Yosano tuvo que resistir el impulso de golpear con su puño la barra y llamar su atención. Pensó en quitarle el vaso de entre las manos, hablar con fuerza y por sobre la voz que resonaba a su espalda. Pero cuando habló, cuando encontró las palabras, no pudo hacer más que susurrar.

―Solo dime si lo querías o no ―pidió, casi como una súplica, y dejó que la fragilidad y desolación se reflejara en cada pequeña parte de su rostro; desesperada por una respuesta que negara todo lo que estaba pensando en ese momento―. ¿Fui un juego para ti?, ¿una distracción? Kouyou...

Kouyou levantó la mirada y, al fin, la observó. No era la forma en que Yosano quería ser observada, ni tampoco los sentimientos que esperaba encontrar en ella. Había una sonrisa que no sabía cómo interpretar. ¿Era desinterés?, ¿lástima?, ¿una disculpa?

Lo odiaba. No quería nada de eso. Quería algo diferente. Quería que Kouyou se disculpara y que le dijera que simplemente era el miedo inicial de comenzar una relación formal. Que le asegurara que daría todo de su parte para que, fuera lo que fuera que había entre ellas, funcionara a pesar de la distancia entre sus ciudades y de los atareados horarios de clases y trabajo. Quería escucharle decir que se sentía igual que ella; que sabía que era quien siempre quiso incluso si, por tanto tiempo, hablaron a través de un par de mensajes y videollamadas en la madrugada.

Pero no fue lo que recibió.

―Creo que tú lo sabes mejor que yo, Akiko.

Oh, oh, no

Let it burn

Oh, oh

Let it burn

Let it burn

―Sí, creo que lo sé ―murmuró la pelinegra y, manteniendo la mirada baja, se alejó de la barra―. Creo que lo sé.

Si Kouyou la siguió con la mirada o no, no tenía ni idea.

Mientras los aplausos y silbidos resonaban por todo el local después del término de la canción, Yosano regresó a su mesa y, al mirar atrás, hacia la barra del bar, ya no pudo encontrar a Kouyou. Se marchó en cuanto vio la oportunidad, dejándola atrás.

Idiota, se dijo a sí misma. Idiota, por supuesto que ella no vendría detrás de ti. No eres tan importante, solo una más.

Al regresar a su mesa, ya cuando la séptima banda había bajado del escenario, notó a Dazai juguetear con el arreglo floral; sacando una camelia del adorno y metiéndola en el bolsillo delantero de su oscura camisa. El rojo de la flor contrastaba con el color azul marino de la tela, pero no se veía mal, pensó Yosano, buscando por cualquier medio distraerse del encuentro de solo segundos atrás.

―Deja de destruir la propiedad ajena ―regañó, volviendo a sentarse y haciendo una seña a uno de los meseros para pedir una bebida más.

El mesero no dijo nada a Dazai por lo que hacía y, de todas formas, el moreno se conformó con tomar esa única camelia. Le pidió un vaso más de whisky al empleado y, cuando este se marchó, volvió su atención a la mujer frente a él.

―¿Qué hacías frente al bar?

―Sabes qué fui a hacer ―respondió Yosano, suspirando y casi queriendo dejarse desplomar sobre la mesa―. No te hagas el idiota, sé que observaste todo desde aquí cuando no estabas baboseándote por ese cantante.

―Yo no me "baboseo".

―Sí, sí, sigue mintiéndote a ti mismo.

El mesero regresó a su mesa más rápido de lo que imaginaron, pero la velocidad de atención siempre venía bien. Dazai se llevó el vaso de licor a los labios inmediatamente, degustando el amargo sabor y soltando un profundo quejido ante el ardor que se instaló en su garganta desde el primer sorbo. Frente a él, Yosano hizo lo mismo. Acercó el vaso a sus labios y olfateó el líquido; el aroma era bueno, le gustaba e imaginaba el sabor que dejaría en su paladar, pero no pudo beber.

Soltando un segundo suspiro, dejó el vaso sobre la mesa una vez más y observó, sumida en sus pensamientos, el reflejo de las luces en el licor; dejándose envolver por la canción que sonaba a su alrededor una vez más.

Quería darse la vuelta y buscar a Kouyou entre la multitud. Quería decirle que podían intentarlo, que entendía si tenía miedo o estaba insegura de comenzar con ella una relación formal, pero que daría todo de ella para que las cosas funcionaran. Que no importaba si estaba muy ocupada con el trabajo o si habían otras cosas que le impidiera darle toda la atención que Yosano quería; lo aceptaría y estaría a su lado. La ayudaría.

Pero la parte más orgullosa de ella, aquella que sabía que no debía rogar, ni que nadie se merecía sus súplicas, le impidió hacerlo. No importaban las razones. No importaba si había algo que le impidiera a Kouyou aceptar intentar tener una relación, si realmente la quería o no.

Con lo ocurrido esa noche, le dejaba todo en claro.

―Supongo que es hora de irse, ¿no? ―comentó Dazai, atrayendo su atención.

―Aún no he bebido lo suficiente.

Yosano se obligó a beber su vaso, pero tras un solo sorbo, se retractó y lo dejó sobre la mesa. Casi parecía asqueada de aquello que tanto le gustaba y, ante la agria expresión en su rostro, Dazai le sonrió; casi con simpatía, como si comprendiera sus sentimientos o comenzando a hacerlo.

―¿Tienes el ánimo para seguir bebiendo? ―preguntó, dejando entrever en su voz un ligero tono de burla.

Resignada, Yosano alejó el vaso de ella y llamó al mesero; pidiendo la cuenta y, tras pagarle, se levantó y se sintió ahogada por toda la gente a su alrededor.

―Déjame ir al baño y nos largamos de aquí.

―Ve, ve, te esperaré en la entrada. Le enviaré un mensaje a Atsushi. Ya es Navidad.


[•••]


Y estando en Yokohama, su teléfono se iluminó con un mensaje entrante.

Atsushi, sin mover a Byakko de sobre sus piernas, se estiró hasta la redonda mesita a un lado del sofá individual y tomó su teléfono.

Antes de revisar sus notificaciones, miró a sus madres en el sofá más grande; seguían absortas en la película que habían decidido ver después de la cena y, aunque no estaba realmente interesado en la trama y le hubiese gustado mucho más estar viendo, en ese momento, una presentación musical en específico, se ahorró sus palabras sobre querer irse temprano a la cama y se acomodó con ella; con su perezoso gato sobre las piernas y obligándose a no posar la mirada en su teléfono.

Una de ellas le observó de reojo cuando lo notó con el teléfono entre las manos, pero no dijo nada. Ya no era un niño al cual podían regañar por ocupar ese aparato en un momento familiar, así que hizo la vista gorda y regresó su mirada al televisor, mientras Atsushi respondía a los mensajes que sus amigos en Kyoto le enviaron.

Primero, abrió y respondió el mensaje a su compañero de cuarto, luego el de sus compañeros de trabajo y, por último, al más reciente: el de Dazai. El moreno le había enviado dos fotografías de Black Ocean en el escenario; una de la banda en su totalidad, y otra con un acercamiento vergonzoso al rostro de Akutagawa; ambas como regalo de Navidad.

Y Atsushi le respondió que era ridículo, pero aún así se aseguró de guardar las fotografías y mirar por unos segundos más aquella que solo mostraba a Akutagawa.

Patético. Tenía el número de Akutagawa guardado en su teléfono y no se atrevía a enviarle un mensaje para, al menos, saber que tal estuvo la presentación o desearle una feliz Navidad.

De cualquier forma, el guitarrista tampoco parecía interesado en hablar con él. Desde ese ensayo al cual asistió, no hablaba con el pelinegro, ni le dijo que decidió adelantar su viaje. Akutagawa tampoco le preguntó al respecto, ni le envió un mensaje. Seguramente, se enteró de su regreso a Yokohama a través de terceros, y pensar en ello le hizo sentir un poco deprimido.

Era tan poco importante para él que ni siquiera le interesaba saber por qué se marchó sin decirle nada a nadie. Y, al mismo tiempo, Atsushi sabía que estaba siendo infantil por desear un poco de interés de parte de alguien como Akutagawa.

No queriendo deprimirse en frente de sus madres, se calmó a sí mismo pasando sus dedos por el suave pelaje de Byakko. Dejó el teléfono a un lado una vez más e intentó concentrarse en su mascota; disfrutando y sonriendo al sentir el relajado ronroneo del gato en su regazo, riendo suavemente cuando este se dio la vuelta y le enseñó su vientre. Atsushi sabía que no debía acariciarlo ahí, sabía que sería atacado inmediatamente y antes de que pudiese frotar su barriga, pero lo necesitaba.

Y antes de que pudiese hacerlo y ser atacado por pequeñas garras y colmillos, su teléfono volvió a vibrar y la pantalla se iluminó con una nueva notificación. Confundido, tomó el aparato y casi deja caer este sobre Byakko cuando leyó el nombre del emisor.

Akutagawa...

Sintió la mirada de sus madres sobre él otra vez y se obligó a mantener el rostro sereno. Al menos, pasar tanto tiempo con Dazai le sirvió de algo, y pudo fingir una expresión tranquila lo suficientemente convincente para desviar la atención de las dos mujeres en el sofá, mientras abría el mensaje y, por dentro, su corazón latía con fuerza y se esforzaba por controlar el temblor de sus manos.

Eran tres mensajes, notó. El primero un audio, el segundo un link, y el tercero un simple "Feliz Navidad". Algo tan pequeño, tan seco y sin nada más, hizo a su corazón latir con tanta fuerza y hacerle sentir tan nervioso como emocionado.

Ah, como odiaba el efecto que tenía Akutagawa sobre él...

Quitó a Byakko de sobre sus piernas y se excusó con ir a buscar un vaso de agua a la cocina, pero se desvió a su habitación y, silenciosamente, subió las escaleras y cerró la puerta. Sabía que no había engañado a sus madres, pero eso no importaba en ese momento. Se sentó en el borde de su cama y conectó los audífonos a su teléfono, reproduciendo el audio que Akutagawa le envió.

Esperaba un mensaje lleno de palabras sarcásticas e insultos, o algo simple y frío. Se esperaba cualquier cosa, pero no una canción. Un demo. La grabación en versión acústica de Set fire to the rain.

Solo se escuchaba la guitarra de Akutagawa y la voz de Chuuya. Los otros instrumentos estaban ausentes, como si grabar aquello fuese una idea de último minuto. Como si fuese algo especial que se hizo en secreto y que solo Atsushi tenía permitido escuchar.

Y quiso pensar que sí. Quiso pensar que era especial, así que cerró los ojos y escuchó; concentrándose en la voz, en la guitarra, imaginando cómo hubiese sido ese momento de grabación. ¿Fue idea de Chuuya? ¿Fue idea de Akutagawa? Si fue idea del pelinegro, entonces ¿significaba que lo ideó pensando en él?

¿Era importante para él?

Cuando la canción terminó, sentía cada emoción a flor de piel. Seguía tan nervioso como feliz por ese simple detalle, y con una sonrisa que no podía contener, volvió a los mensajes de Akutagawa. Releyó una vez más sus simples palabras y abrió el link debajo de la pista de audio y, cuando este le llevó hacia un reciente video, Atsushi pensó que podría llorar de la emoción.

Casi diez minutos. Tres canciones. La presentación de esa noche en el Falling Camellia.

La cámara estaba ubicada en un lugar perfecto; enfocaba a cada uno de los integrantes y el sonido era claro. No era una grabación que se hizo en el último segundo o a propósito, tampoco una que haría un "fan" de la banda.

Akutagawa, personalmente, le pidió a alguien que lo grabara, porque sabía lo mucho que Atsushi quería asistir a ese evento y escuchar todas las canciones, especialmente el cover de esa noche.

Era su regalo para él. Era su forma de decirle, sin la necesidad de ser directo, que era importante y que pensaba en él incluso si el propio albino no podía imaginarlo o creerlo.

Era importante. Akutagawa pensaba en él. Akutagawa...

―Eres de lo peor ―murmuró, y sin poder evitar que una suave sonrisa extendiera sus labios o que sus ojos brillaran con adoración mientras observaba al guitarrista en el video; tocando su imagen en la pantalla con la punta de sus dedos, queriendo tocar al verdadero y estar con él―. Realmente eres lo peor, eres tan injusto, Akutagawa... ¿cómo voy a olvidar mis sentimientos por ti si me das algo así?

Tan injusto, tan cruel. ¿Durante cuánto tiempo más iba a poder ocultar lo mucho que lo quería? Mientras más días pasaban, mientras más lo conocía, menos podía ocultarlo.

Lo quería tanto que la idea de pasar por sobre la relación del otro era cada vez más fuerte. Incluso si no era lo correcto, incluso si iba contra aquello que él creía estaba bien o mal.

Pero lo quería. Desesperadamente lo quería, y cada día era más difícil resistirse y mirar desde lejos. Quería atravesar ese torrente de lluvia que los separaba, pero sabía que, en cuanto lo hiciera, su alrededor se llenaría de fuego, se quemaría y dolería.

Pero las quemaduras valdrían la pena, porque estaría a su lado.

Akutagawa sería suyo, y él sería de Akutagawa.


[•••]


De pie junto a la barra, Dazai mantuvo su atención en el teléfono. Yosano aún no volvía del baño, aunque de todas formas no habían pasado ni cinco minutos desde que se separaron. De cualquier forma, le envió un mensaje a la mujer indicándole dónde la estaba esperando para marcharse y llegar a su departamento a ver una maratón de malas películas de Navidad.

Leyó la respuesta de Atsushi y se rio de él, pero no escribió nada más. En cambio, envió mensaje tras mensaje a Chuuya, bromeando y quejándose del show, falsamente lamentando que el pelirrojo no hubiese desafinado y preguntándole, en repetidas ocasiones, si lo vio entre el público, aunque Dazai sabía que, en más de un momento, sus miradas se encontraron y podía apostar que el pelirrojo estaba bastante satisfecho de verlo ahí.

Dazai lamentó no haber grabado la presentación. Le gustaría revivir ese momento e intentar notar si es que la cámara lograba capturar el momento en que Chuuya le buscaba y encontraba entre la multitud. Tan solo tenía sus recuerdos para comparar ese momento con el primero que presenció.

Había una gran diferencia entre la primera presentación de Chuuya y la de esa noche. Un crecimiento significativo, una confianza sobre sí mismo y en su voz que se desarrolló rápida, pero progresivamente, durante esos meses y en las presentaciones anteriores. Su voz y desplante en el escenario brillaron como nunca antes. Fue perfecto, cautivador en todos los sentidos, y Dazai no pudo apartar la mirada en ningún momento.

Las canciones nunca significaron nada para él, tampoco le conmovieron, ni que hablar de los poemas. Pero cuando era Chuuya quien los escribía, quien cantaba, siempre tenía un profundo efecto en él. Como si el pelirrojo fuese el único que podía lograr la perfecta cantidad de expresividad para hacer sentir vivo a Dazai. Como si lo que escribía y cantaba por igual, podían transmitir las emociones que el moreno reprimía y que no sabía correctamente cómo explicar.

Expresar lo que sentía siempre fue más fácil para Chuuya que para él, y aquel detalle, el pelirrojo lo comprendía tan bien que Dazai no necesitaba hacer nada. ¿Se sentía triste? Entonces Chuuya escribía un poema o canción con tinta azul por él. ¿Estaba enojado? Entonces las letras se teñían de rojo. ¿Estaba feliz? Entonces los versos eran amarrillos y reflejaban el sol. Al menos, así fue en el pasado, y se sentía ansioso por saber si aquello se repetiría también en el presente.

Y queriendo saber si es que Chuuya aún podía leer tan bien como se sentía y si es que podía escribirlo, siguió enviándole mensajes tras mensajes; preguntando si es que era tan pequeño que llegó a perderse entre las mesas, cuestionando su elección de vestuario de esa noche y por qué pensó que era buena idea utilizar ese horrible sombrero suyo.

Enviando letras al azar, kaomojis, puntos, comas, números, y cualquier otro signo que tuviese su teclado hasta sentir que alguien le golpeaba en la parte posterior de la cabeza.

―¡Deja eso! Harás explotar mi teléfono, idiota ―le gruñó el pelirrojo y, cuando el moreno se dio la vuelta, lo notó con el móvil en mano, el entrecejo fruncido y leyendo sus mensajes―. ¿Y qué es eso de que lamentas que no haya desafinado? Eres lo peor.

―Realmente quería reírme de eso ―se excusó, sonriendo cuando la expresión molesta del otro se posó en él.

Chuuya se veía mucho mejor desde cerca, pensó, observando cada pequeño detalle de su vestuario de pies a cabeza. Su vestimenta era simple en su mayoría, pero los pequeños detalles en ella acentuaban todo los lugares correctos de la figura del cantante y le daba una imagen tan sofisticada como rebelde.

Los pantalones de cuero abrazaban sus muslos y contorneaba sus músculos a la perfección. Las botas de alto terraplén llegaban hasta casi la mitad de sus pantorrillas y sumaban un par de centímetros a su estatura. En la parte superior, una camisa blanca, casi transparente, cubría su pecho; los primeros botones estaban desabrochados y Dazai podía observar su clavícula y las delgadas cadenas que caían desde el collar alrededor de la mitad de su cuello. Pero aquello que marcaba la mayor diferencia, era el corsé que cubría desde su cadera, en el inicio del pantalón, hasta la mitad de su cintura. Era negro como casi todo el resto de su vestuario, pero tenía delicados detalles en plateado, como broches y más pequeñas cadenas, que relucían cada vez que la luz del local daba sobre ellos.

Siempre imaginó que ese estilo de vestimenta se vería bien en Chuuya, pero, mierda, lo que imaginó no podía compararse a lo que ahora tenía frente a él. Quería llevar sus manos hasta su cintura o tocar sus muslos, y comprobar si es que todo lo que la tela cubría era duro o suave.

―¿Qué haces frente a la barra? Tienes una mesa para ti solo, ¿o te irás tan pronto? ―preguntó Chuuya, y Dazai se obligó a subir la mirada. De cualquier forma, los ojos azules frente a él le gustaban tanto o más que sus piernas envueltas en cuero―. Pensé que querías hacer que cierto cantante te comprara una bebida.

―¿Crees que pueda conseguir una cita con la cantante de la banda que tocó después de la tuya? ¡Era hermosa! Como de tu altura, pero aun así hermosa.

Fingió buscar a esa mujer con la mirada y entre el público y las docenas de mesas. Frente a él, Chuuya suspiró y su expresión se tornó como la de alguien que lamentaba cada decisión que tomó a lo largo de su vida.

―¿Dime por qué sigo hablando contigo?

―Me quieres mucho, y tengo la teoría de que te gusta escuchar mi voz ―respondió Dazai, riendo cuando Chuuya le miró con esa expresión de exasperación y resignación por igual.

―A veces dices cosas divertidas, lo admito, pero solo una de cada mil tontearías que dices valen la pena ―bromeó, y su expresión se relajó hasta igualar la sonrisa en los labios ajenos―. Es en serio, Dazai, quédate un rato más. Te compraré una bebida, o podemos compartir una...

―¿Estás pensando en emborracharte? ―cuestionó, mirando a su alrededor ―. Tus compañeros de piso no están aquí para hacerse cargo de ti si te emborrachas, ¿o harás que Akutagawa o Kouyou te cuiden?

―¿Notaste a Kouyou?

―Me sorprendió verla aquí, y conocerla desde lejos. Realmente se parece a... ―Calló, aunque sabía que Chuuya comprendió qué quería decir y en qué persona ambos estaban pensando. Decidieron ignorar ese detalle y, rápidamente y para alivio del pelirrojo, Dazai cambió de tema e hizo como si nada hubiese estado por escapársele de los labios―. De todas formas, aunque me gustaría mucho que gastaras tu dinero en mi, no puedo quedarme. Vine con una amiga y no se siente bien, así que la llevaré a casa.

Un poco de la emoción y simpatía inicial desapareció del rostro de Chuuya e, inconscientemente, el pelirrojo dio un paso hacia atrás, aumentando la distancia entre ellos y apoyándose cada vez más cerca de la barra del bar.

―Claro, tu "amiga" ―ironizó Chuuya, cruzándose de brazos y mirando a cualquier otro lugar excepto al hombre frente a él―. Ryuu me dijo que te dio su entrada, no creí que traerías a tu cita aquí.

¿Por qué parecía tan molesto? ¿Qué cosas se estaba imaginado?

Dazai sabía perfectamente lo que el cantante estaba pensando, pero le gustaría escucharlo de sus propios labios. Sabía que Chuuya no diría nada al respecto, pero no importaba. Ver esa expresión molesta era suficiente, incluso si le producía cosas que no sabía cómo nombrar.

―¿Estás celoso, Chuuya? ―cuestionó, siendo inicialmente una broma que trajo ciertas ideas a su cabeza y, siguiendo cada una de ellas, con una sonrisa altanera, se inclinó hacia el pelirrojo hasta invadir su espacio personal. Se acercó a su oído, con movimientos suaves, acomodó parte del cabello cobrizo detrás de su lóbulo y habló, sintiendo como su propia voz rebotaba contra la piel ajena y esta se erizaba―. No te preocupes, eres la única mascota que tengo.

Chuuya lo alejó con un golpe en su pecho y aunque dolió, Dazai se alejó riendo. A pesar de la oscuridad a su alrededor y de las luces que cambiaban de color, podía notar la sombra de un sonrojo sobre sus mejillas y sus iris iluminados por la ira.

―Te odio tanto.

―El sentimiento es mutuo ―bromeó, riendo de su expresión molesta que prontamente se relajó cuando Dazai volvió a explicar―. Es en serio, es mi amiga, a la cual ni siquiera le gustan los hombres, y es mejor que la lleve a casa.

Saber la sexualidad de Yosano pareció tranquilizar al pelirrojo y volvió a dar un paso hacia él. Dazai decidió ocultar el hecho de que la propia hermana de Chuuya era la razón por la cual su amiga no se sentía bien. No era algo en lo cual él debía entrometerse, se repitió a sí mismo, y concentró toda su atención en el guapo hombre frente a él.

―Al menos ahora eres un amigo decente, es bueno saber eso ―se burló el pelirrojo.

―¡Siempre lo fui! ―No, no siempre, y Chuuya lo sabía. De todas formas, decidió ignorar aquello y Dazai también―. Dejando eso de lado, porque soy un amigo maravilloso, sé que después de las presentaciones se les da a los cantantes un ramo de rosas, ¿no? Como felicitación por no desafinar, y no tengo un ramo de rosa, pero tengo esto.

Quitándose la camelia del bolsillo delantero de la camisa, se lo tendió a Chuuya como si fuese lo más extraño y costoso que jamás hubiese conseguido. Casi parecía que Dazai quería inclinarse mientras se la entregaba, aunque solo lo haría para burlarse de él y avergonzarlo frente a una docena de personas.

Con los brazos cruzados nuevamente, Chuuya solo observó la flor con atención, como si fuese algo banal y barato. Había notado esta en la vestimenta de Dazai desde que se acercó, pero no se detuvo en ella, ni en pensar que era la misma flor que estaba en cada adorno del local.

―¿Qué mierda, Dazai? ―La situación era tan hilarante que no pudo contener su risa―. ¡Lo sacaste del centro de mesa!

―¡No te distraigas con esas nimiedades! ―pidió y mientras el pelirrojo se reía de él, tomó su diestra e hizo que sus dedos se envolvieron alrededor del delgado tallo de la camelia.

Cuando sintió la textura y el olor que venía desde la flor, Chuuya dejó de reír. Miró la camelia que ahora sostenía, luego a Dazai, y se quedó en la calidez que transmitía su mirada y que se reflejó en su tono de voz cuando habló una vez más. Estaba seguro de que una balada estaba sonando al fondo, pero su ritmo y tranquilidad no se comparaba a la que escuchó salir de los labios frente a él.

―Feliz Navidad, Chuuya.

La sonrisa que el pelirrojo le regaló era tan suave que produjo sentimientos que Dazai no sabía cómo nombrar o clasificar. Solo sabía que eran cálidos, agradables, tan conocidos como desconocidos. Le hacían sentir una muy suave cosquilla en el vientre; pero eran cómodos y confortables. Y cuando Chuuya respondió, no hizo más que profundizar lo que estaba sintiendo.

―Sí, para ti también, Osamu.

Quería quedarse ahí y que la noche se extendiera un poco más, pero debían separarse. Al menos, cuando Chuuya se despidió y se marchó, lo hizo con la simple camelia que tanto significado había adquirido de un momento a otro.

Con una sonrisa y sosteniendo la flor, el pelirrojo se alejó. Dazai lo siguió con la mirada hasta que se perdió entre las personas que permanecían de pie y regresó a la mesa donde sus compañeros de banda le esperaban.

No sabía que estaba manteniendo una sonrisa de idiota en su rostro hasta que Yosano se reunió con él y señaló ese detalle, preguntando qué le tenía tan feliz. ¿Estaba feliz? No podía decir si realmente lo estaba, pero se sentía bien, mencionó, y luego le comentó a la mujer que, a pesar de todo, fue una buena noche.

Yosano estuvo de acuerdo. Fue una buena noche hasta que se topó con Kouyou, pero decidió después de una larga reflexión frente al espejo del baño, que intentaría no pensar más en la otra mujer hasta la tarde del día siguiente. Por esa noche, ya tenía suficiente, y así se lo hizo saber a Dazai mientras se alejaban de la barra y salían del bar.

Mientras caminaban hacia la parada de taxis, Dazai recibió un último mensaje de Chuuya que le pedía avisarle cuando estuviera en casa. El moreno le pidió informarle de lo mismo y que no bebiera demasiado. Chuuya respondió que lo intentaría.

Estuvieron frente a la parada de taxis por al menos veinte minutos. Ningún auto pasaba y, mientras más los minutos corrían, más frío sentían. Dazai propuso simplemente caminar de regreso al departamento. De cualquier forma, no estaba tan lejos y conocían un par de atajos. Yosano reclamó y le respondió que era incómodo caminar con los zapatos de tacón que estaba utilizando, pero ya que ningún taxi se detenía frente a ellos, no les quedaba otra opción. Al menos, de esa forma, no sentirían tanto el frío a su alrededor. Parecía que nevaría otra vez, o bien comenzaría a llover.

Y lo hizo. Comenzó a llover. Para su suerte, la lluvia inició cuando estaban frente a la puerta del edificio y se apresuraron a entrar.

Soltando quejas y riendo de ello, Yosano llamó a Ranpo y le exigió que, si apreciaba su vida un poco, le tuviese una bebida caliente lista antes de que llegaran al tercer piso o lo lamentaría, ya que estaban empapados, aunque realmente solo cayeron sobre ellos unas pequeñas gotas. Al otro lado de la línea, escucharon a Ranpo suspirar y mencionar que obligaría a Kunikida a prepararles un poco de té, y eso fue suficiente para acallar sus exigencias.

Cuando estuvieron frente a la puerta del departamento, golpeando la madera y gritando que olvidaron las llaves, el teléfono de Dazai volvió a sonar. Creyó que sería Chuuya y, con una sonrisa involuntaria, buscó el aparato y estuvo por responder hasta que notó que el número era desconocido. Seguramente alguien equivocado, pensó, al mismo tiempo en que la puerta era abierta por un molesto rubio que esperaba verles empapados de pies a cabeza.

―¿Quién es? ―cuestionó Yosano.

―Ni idea, voy a responder. Deja la puerta entreabierta.

La mujer aceptó, y ella junto a Kunikida regresaron al interior del departamento, dejando la puerta sin cerrar y dándole a Dazai un poco de privacidad.

Moviéndose lejos de la entrada abierta, conociendo esa innata curiosidad de sus entrometidos amigos, se apoyó en un rincón del pasillo; junto a la ventana que daba a la calle y que le permitía observar como la lluvia había aumentado de intensidad. Regresar en unas horas a su propio piso sería difícil, pensó, y el teléfono entre sus manos seguía sonando; sin saber quien lo llamaba.

Pensó que tal vez era Chuuya. Tal vez su batería se agotó y le llamaba desde el teléfono de uno de sus amigos. Pensando en esa posibilidad, recordando lo agradable que fue la noche para ellos a pesar de que solo pudieron hablar por un momento, respondió.

―¿Hola? ―saludó y luego bromeó, con una sonrisa melosa pegada a los labios―. ¿Chuuya? ¿Estás borracho y perdiste tu teléfono?

Dazai.

Sintió frío, como si la lluvia le empapara de pies a cabeza y luego quemara todo a su alrededor.

El móvil casi se le resbaló de las manos, pero en el último segundo sus dedos se cerraron alrededor de este y su voz, tensa, temblorosa y débil, se obligó a mascullar el nombre de la persona al otro lado.

―Odasaku...






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