Dipcifica | La maldición de P...

Bởi onielmisterio

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"Si no logras enamorarla en 60 días, ella morirá" Una noche en la cabaña del misterio, Dipper fue amenazado d... Xem Thêm

Capítulo 1 | 60 Días para enamorarla
Capítulo 2 | Mabel al ataque
Capítulo 3 | Pacífica Noroeste
Capítulo 4 | Timidez
Capítulo 5 | Empieza la cita
Spoilers que duelen
Capítulo 6 ¿Malentendidos?
Capítulo 7 ¿Amigos o enemigos?
Capítulo 8 El poder de una Tirana
Capítulo 9 | Confesiones en una sala
Capítulo 10 | El egoísmo de Pacífica
Capítulo 11 | La latente advertencia de Bill
Capítulo 12 | Primer paso
Capítulo 13 | El Hotel Doub
Capitulo 14 | Confrontación
Capítulo 15 | ¿Qué soy para ti?
Capítulo 16 | Una distraída aventura
Capítulo 17 | Pequeños percances
Capítulo 18 | El dilema de la Reina
Capítulo 19 | Salto de fé
Capítulo 20 | Luz en la niebla
Anuncio Importante
¿Regresé?
Capítulo 21| Presagio
Futuro de la historia
Capítulo 23 | Jaque
Capítulo 24 | Doppelgänger
Capítulo 25 | Una razón para correr

Capítulo 22 | Sublime crueldad

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Bởi onielmisterio

Una vez apagado de los extraños acontecimientos del día anterior, comencé la mañana con el recelo de despegarme de la sabana, Pacífica estaba aún durmiendo y aferrada a mí en brazos, igual no recuerdo haberme quedado dormido anoche pero, me convirtió en su peluche al parecer, después de lo acontecido, esa extraña sensación que viví ayer había desaparecido.

¡Un momento!

¿Qué hice en el resto del día de ayer? Realmente no lo recuerdo pero sin duda alguna ha pasado un día, lo confirmé con la horrible marca en mi mano.

/ Día 4 de la Maldición. /

Abriendo y cerrando los ojos tratando de recordar no lograba nada de nada, así que me rendí rebuscando en mi último recuerdo, esa extraña sensación que me dejó la chica de aquella vez, ¿Acaso ella tiene que ver en algo con Bill? Lo dudo pero la maldición de Pacífica es real, así que cualquier cosa podría suceder en este lugar.

— Me está doliendo la cabeza pensando que pudo haber ocurrido, quizás ella tenga las respuestas que necesito. — Coloqué mi mano en la cabecita de Pacífica mientras ella viajaba en sueños, y yo le seguía echando un vistazo por minutos hasta que ella abrió sus fríos ojos.

— ¿Desde cuándo me has estado observando? — Preguntó mientras se frotaba el rostro con su palma.

— Desde el día que te conocí.

— ¿¡Vas a empezar el día así con sarcasmo!? — Desde su lado, se las arregló para soltar una patada y lanzarme fuera de la cama.

— ¿De cuándo acá la niña Noroeste sabe artes marciales? — Realmente no dolía, pero había que admirar su rapidez.

— Seré delicada pero, te aseguro que te hago estar al tanto del piso muchas veces. — Dijo mientras me miraba desde arriba de la cama, asomando su rostro con orgullo y con una sonrisa forrada en maldad.

— Si quiero conocerlo, pero si no es de la forma en la que pienso entonces no quiero nada. — Añadí para bajarla de su pequeño momento de victoria.

— Maldito hablador. — Ofendida, recogió su cabeza como una tortuga, desapareció y de la nada apareció arriba mío al abalanzarse, haciendo que la gravedad hiciera lo suyo. — ¿¡Qué diablos piensas!?

— Hay mil de cosas que podría pensar pero, pienso en un poco de anestesia este momento, me cayó mal tú rodilla, literalmente. — Hablaba mientras me ahogaba en un abismo de silencio y calambres, esta vez Pacífica me derroto sin piedad, no quiero hacer énfasis en el asunto pero la patada no se comparaba con esto.

— ¡Perdón!

Luego de un sinfín de disculpas y de haber vivido el infierno por el que pasa todo hombre al menos una vez en su vida, pude seguir con mi cometido el cual por ahora era preguntar qué había pasado ayer.

— Oye, después de lo que sucedió ayer cuando regresamos del restaurante, ¿Qué sucedió?— Pregunté en tono serio, a lo que ella primero respondió con un gesto de sorpresa.

— ¿No recuerdas?

— No. — Afirmé rápido.

— Era de esperarse, te quedaste dormido.

— Enserio, ¿Y tú que hiciste?

— Te seguí el paso, ¿Qué más iba a hacer?

— Con razón estabas abrazada a mí esta mañana.

— Es porque estabas temblando de frio en la noche, malagradecido. — Ella se sintió atacada, mostrando su nerviosismo en el color de sus mejillas.

— ¿Y la sabana que hacía? — Admito que me estaba pasando de intenso.

— Bueno, yo también tenía frio, ¿¡Hay algún problema!?— Exclamó mientras en su cien se podía notar su estrés.

— No cariño.

— ¿Cariño? Eso es nuevo. — Terminó de hablar mientras reía y se acomodaba su cabello.

— Silencio y salgamos de aquí, tanto dormir me está haciendo mal.

— Aún tengo las ojeras, ¡Que molestia!— Opinó mientras miraba los bordes de sus ojos con un espejo, para luego rechinar sus dientes.

— ¿Quieres tener una cita hoy? Tengo algunos planes. — De alguna u otra forma tenía que despejar mi mente, aún tenía mucho que hacer.

— Acepto, escucho propuestas. — En un abrir y cerrar de ojos la molestia por sus ojeras desapareció completamente, su humor cambió como una música en una Playlist.

Salimos de la habitación después de una hora, no recuerdo mi vestimenta de ese día pero claramente si la de ella, se alistó con una blusa negra y unos shorts blancos, unos tenis blancos y, otro par de lentes para sus no tan notorias ojeras, cabe decir que se maquiló y ni se notaban pero quien la contradice.

— Primero vamos a desayunar, espero que no ocurra lo de ayer. — Yo estaba preocupado pero, inesperadamente sentí su calidez en mi mano al entrelazar la suya.

— No te preocupes, lo de ayer solo fue una extrañeza, quizás fue el efecto de los tragos. — Me miró y me guiñó el ojo al quitarse los lentes.

— No hagas eso.

— ¿Por qué no debería? — Dijo mientras me quedó mirando curiosamente.

— Porque hoy te ves muy hermosa, es incómodo.

— Siempre lo he sido, pero gracias de todas formas.

Ambos nos incomodamos por mi comentario, yo miré hacia el lado y ella se tomó el hombro mientras nos quedamos en silencio.

De verdad que los jóvenes hoy en día son extraños, una noche están tan consumidos por la fogosidad y por la mañana se incomodan al recibir cumplidos de sus compañeros.

Seguí tomando su mano y llegamos al restaurante, pedimos dos porciones de Risotto y unos helados para acompañar en lo que tomamos una mesa, había que empezar por algo la cita, ¿No?

— Esto está delicioso, ¿Quieres probar el mío?

— No realmente, hoy me quedo con el de menta.

— No seas idiota y prueba.

Sin darme cuenta ya tenía la cara embarrada por el helado de chocolate de Pacifica, quien me lo frotó desde la boca a la nariz.

— ¡Oye Pacifica!

— Te ves gracioso así, eso es por rechazar mi amabilidad. — Se jactó mientras me ayudaba a limpiar mi cara con unas servilletas.

— Algún día te daré tu merecido, malvada. — Le dije.

— La tiranía nunca cae, por eso hago esto. — Se acercó a mí y me arrebató el helado de menta que me estaba comiendo con tanto cariño.

— ¡Pero!

— Soy quien pone las reglas, si vas a llorar avísame y pido otro helado para ti. — Sonrió de oreja a oreja mientras engullía el que era mi helado de manera que me incomodara, pero, últimamente no me está gustando perder.

— Aún es mi helado, yo lo pedí. — Me acerqué tanto que los centímetros de nuestros rostros eran tan pocos como los dedos de mi mano, la miré tan fijamente y aproveche de darle un mordisco a lo que quedaba del helado, quizás la gente en el restaurante pensaría que estaba loco por treparme en la mesa, pero a mí no me importaba eso.

Solo no quería parecer una simple presa para ella, de vez en cuando el delfín tiene que darse a respetar contra un tiburón.

— Que temerario, ¿Podrías bajarte de la mesa? Podrían pensar que estamos locos.

— A mí no me importa, solo voy a recuperar lo que es mío.

— Era, ya desapareció. — Ella se terminó el helado de menta rápidamente en toda mi cara, para luego reír de mi expresión, pero, lo que ella no sabía era que mi arsenal de armas aún estaba disponible para situaciones como esta.

— Aún queda un poco, ríete de esto Noroeste. — Sin miedo alguno tomé al toro por los cuernos, me acerqué tanto que le robé un rozamiento de sus labios con los míos, saboreando un poco lo que quedaba de la menta de mi ex helado, Pacifica solo apretó sus manos en sus piernas y quedó sin palabras.

— No, no hagas eso aquí. — Reprochó al jalarme la oreja como si fuese mi madre.

— No me importa, tú empezaste con esto.

— Mmm. — Un puchero de su parte se dejó ver, era muy tierno.

Luego seguimos con la expedición en las instalaciones, aprovechamos y después de desayunar pasamos por un acuario que había, me emocioné tanto que dejé que mi inspiración me llevara por todo el recorrido, hablamos de varias cosas y le expliqué datos que no sabía de algunas especies que estaban exhibidas por todo el museo, ella solo oía como niña y asentía con la cabeza todo lo que decía.

— ¿Cómo es que sabes todo eso?

— Dediqué mi tiempo libre a muchas cosas, no solo a los misterios.

— Creo que podrías llegar a ser un buen veterinario, con todo lo que has contado parece que amas a los animales.

— Posiblemente, pero prefiero a los prehistóricos, si estuviesen por ahí rondando entonces podría ser veterinario felizmente.

— Claro, arreglándole los dientes a algún tiranosaurio rex por ahí o puliéndole los cuernos a un Triceratops, si no es que te devoran en el proceso. — Pacífica planteó con ironía mientras daba vueltas en el pasillo del museo.

— Al menos conoces dos especies de Dinosaurios. — Suspiré.

— Obviamente, ¿Crees que no vi Jurassic Park?

— Ni lo imaginaba, ¿Sabías que la evolución del tiranosaurio Rex es la gallina de hoy en día?

— ¿¡QUÉ!? No te creo— Abrió sus ojos como platos mientras sobre pensaba como era posible tal afirmación.

— No le des muchas vueltas al asunto, busca en Google.

Quise tantear en mi bolsillo pero no conseguía la figura de mi celular por ningún lado, ¿Se me habrá caído? No lo creo, quizás lo dejé en la habitación, ahora que recuerdo no lo he usado en todo el día.

Seguimos el recorrido por varias partes, almorzamos y terminamos en lo que parecía ser un árcade algo futurista, al notarlo mis ojos deslumbraron como estrellas y mi corazón estaba que explotaba, siempre había fantaseado tener una cita en un árcade así que, mi momento había llegado por fin.

— Bill te odio pero gracias. — Pensé.

Entramos y olía a Pizza, la parte del árcade estaba anexa a lo que parecía ser un casino pero igual el ambiente era genial, no había mucha gente así que sería fácil desenvolverme como siempre me ha gustado, las veces que he ido han sido con Mabel pero esta vez es diferente, impresionaré a mi compañera con mis habilidades para ganarle al sistema de monedas y de premios.

— Vamos allá. — Pacífica señaló una vitrina donde estaban almacenados decenas de peluches de animales.

— ¿Quieres un peluche de esos?

Ella solo asintió como niña pequeña, mientras señalaba la figura de un pequeño león.

— Entonces será ese, ¡Prepárate!

Inserté dos monedas para tres intentos y comencé a desoxidar mis habilidades, intenté la primera y la palanca se atascó, la segunda vez la garra lo tomó pero se soltó a mitad de camino, y la tercera fue la definitiva, patee la maquina en mi mente mientras tomaba el peluche con cuidado con la garra, arrastré el peluche con toda mi suerte hasta que salió al exterior por la bandeja, fue una bonita felicidad.

— Aquí tienes.

— Nunca me habían regalado uno, las veces que quería uno tuve que pagar, es algo triste pero es la verdad. — Ella tomó el peluche en brazos y lo abrazó. — Es tan lindo.

— Son máquinas difíciles, es una trampa para quedarse con el dinero de las personas.

— Lo agradezco Dipper, gracias.

Sin darme cuenta la Noroeste estaba abrazándome por debajo del pecho, se sintió tan placentero que todo malestar se había alejado, no la estaba pasando tan mal en este viaje después de todo.

Luego seguimos y terminamos en una competencia de baile, la puntuación de Pacifica me estaba dejando por el piso, pero lo que importaba era la diversión en ese momento, su sonrisa cada vez me daba más años de vida.

Pacifica me ganó diez de las diez rondas pero todo normal, le dije que me dolía el estómago pero me contradije al pedir una pizza para los dos, ya lo he dicho antes, no me ha gustado perder.

Mucho menos ahora que he aprendido cosas de ella.

— Creo que es todo por hoy, la he pasado increíble este día. — Explicaba mientras caminábamos de regreso a la habitación, estaba tan agitado por los bailes que la camisa la tenía desarreglada al igual que el cabello, a diferencia de Pacifica que parecía no haber hecho nada en el día.

— Yo también, ya tengo a mi compañero de sueño, que felicidad. — Decía mientras llevaba abrazada al peluche.

— Si quieres duermo hoy en el suelo.

— Oye no te pongas así, ¿Acaso estas celando a un animal de peluche? — Me golpeteó flojamente en el hombro.

— Puede ser, he visto de todo aquí en Gravity Falls. — Añadí mientras miraba hacia el cielo y sus estrellas. — Así como el cielo nocturno, es tan lindo y misterioso, ¿Podría pasar una estrella fugaz en este momento o caer un meteorito sabes?

— Silencio, no quiero imaginarlo.

— Es mejor así, la vida es una ruleta rusa. — Lo comprobé al extender mi mano al cielo y recordar lo que trae en ella.

— Sabes Dipper, siempre he tenido curiosidad en algo. — Expresó Pacífica algo preocupada al dejar el peluche a un lado en el piso.

— ¿Qué quieres saber del cielo? ¿Si nos puede tragar un agujero negro? — Pensaba yo que se refería a eso, pero no.

— Es sobre esto. —Ella tomó mi mano alzada y bajó mi muñeca, mirándola con recelo. — Pensaba que era una simple calcomanía desde hace días pero, ¿Cómo rayos un tatuaje puede cambiar a diario? ¿Podrías explicarme ahora?

Su mirada reflejaba toda su curiosidad, nunca imagine que ella lo podía ver pero, claramente no puedo decirle de que trata por razones que no quiero pensar, hasta el momento no había desarrollado una excusa para librarme pero quizás en el camino a la habitación podría hacerlo, es una apuesta arriesgada porque lo será todo menos crédula y tonta.

— ¿Te diste cuenta? Bueno, es una larga historia, regresemos. —Tomé el peluche y nos regresamos a la habitación, en todo el camino no dijo una sola palabra, solo se limitaba a seguirme con la mirada, hasta llegar al lugar donde yo presuntamente hablaría.

— ¿Y bien? ¿Vas a hablar?— Se postró frente de mi mientras cruzaba los brazos, al parecer sabía que yo no quería hablar, pero, ¿Quién sería capaz de detenerla?

— Lo haré, solo déjame buscar mi teléfono.

Y allí lo vi, después de rebuscar con la mirada mi teléfono estaba tirado debajo de la mesa de noche, ¿Cómo fue que se cayó?

No tuve ni la más mínima idea pero, yo no sabía lo que deparaba a continuación, al ver un sinfín de llamadas perdidas de Mabel y unos cuantos mensajes de un número desconocido.

El primer mensaje hablaba de una noticia que me despegó de la realidad.

Me caí sentado como si un abismo me absorbiese, tanto física como espiritualmente, ¿Y cómo no hacerlo?

Mientras Mabel permanecía en la cabaña con los tíos y yo me aventuraba tratando de cumplir mi promesa, mis padres tuvieron un accidente en autopista, no tuve más remedio que alistarme a medias, recoger mis cosas y lidiar con Pacífica a quien le debía otra explicación.

­­— ¿Qué rayos pasa? Parece que tuviste una pesadilla estando despierto. — Ella totalmente desconcertada y preocupada por mi comportamiento se me acercó rápido.

— Estoy viviendo una, perdón pero necesito regresar a California lo antes posible.

Y así fue como la pesadilla de Dipper Pines empezaría con todo.


Lo prometido es deuda. :)

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