Capítulo 21| Presagio

555 48 14
                                    

/ Día 3 de la Maldición. /

Después de tanta vehemencia y tragos de una sola noche para recordar, desperté con el llamado del dolor de cabeza de la resaca mientras luchaba con una trenza que se había hecho en mis piernas con la manta de la cama, tratando de alcanzar el celular en la mesa de noche pude entrar en realidad, mirando desde primera fila un espectáculo onírico, era la figura de Pacífica Noroeste dormida sobre mi desnudo pecho, ¿Realmente esa fue la mejor noche de mi vida? De seguro que así lo fue, quisiera al menos recordarlo un poco mejor.

— Supongo que ser feliz se siente así, creo que lo estoy haciendo bien. — Expresé mientras acariciaba su sedoso cabello con suavidad, pensando en lo bien que marchaban las cosas hasta el momento con respecto a su maldición.

En un somnoliento bostezo, la chica comenzó a despertar mientras mantenía los ojos entrecerrados y miraba alrededor como una criatura que analizaba su entorno al nacer, hasta que su mirada se encontró con la mía y quedarse ahí, estirando sus brazos hacía arriba.

— Supongo que nos dejamos llevar un poco. — Expresó mientras comenzaba a recordar lo que había pasado.

— Solo un poco, buenos días. — Dije, embriagado de felicidad.

— Buenos días, perdona mi falta de modales. — Añadió mientras rebuscaba algo con la mirada.

Reí al sentir que se me ocurrió un doble sentido ingenioso.

— Realmente no creo que eso importe, desde anoche los perdiste Pacifica. — Solté mientras la miraba con una sonrisa de satisfacción completa.

Ella solo me miró y se notó a simple vista como sus fusibles comenzaron a quemarse al recordar ciertas cosas.

— Ambos los perdimos señor, no soy la única culpable aquí. — Aseveró nerviosa mientras rebuscaba algo con su pesada mirada.

— ¿Buscas algo? Noroeste.

— Así es. — No había dicho que era lo que le faltaba pero era evidente, al despertarse solo podía taparse con la manta.

— Todo está tirado por allá. — Señalé hacía la esquina de la habitación, donde mágicamente nuestra ropa parecía estar recogida.

— ¿Solo un poco dices? No volveré a tomar por una buena temporada. — Añadió mientras fruncía el ceño y colocaba su mano en su sien.

Nos alistamos y salimos a explorar las instalaciones que el hotel y nuestra suscripción tenían para ofrecer, el día de ayer ya habíamos disfrutado un poco de la piscina pero esta vez quería optar por otra cosa, claro estaba que primero había que ir por un desayuno ya que sin decirlo, la falta de energías estaba presente con nosotros.

— Me conformaré con unos simples Pancakes y una malteada esta vez. — Dijo la chica mientras estábamos sentados desayunando, y, por alguna razón se alistó con unas grandes gafas negras.

— Solo querías desayunar lo mismo que yo, admítelo. — Expresé mientras comía entre risas, mirando como actuaba mi compañera.

— Talvez. — Exclamó sin fuerzas mientras tomaba un sorbo de su malteada y volteaba la vista hacía el otro lado de la mesa.

— ¿Por qué traes las gafas? No hace tanto sol a estas horas.

— Es por mis ojeras idiota, no dormí lo necesario anoche. — Añadió mientras se limpiaba los labios con una servilleta.

— Fue por tu propia voluntad, no te quejes.

Terminando de hablar, recibí unas pequeñas quemadas frías por los trozos de hielo que Pacífica me lanzaba desde su vaso, al parecer le incomodaba pensar en ciertas cosas.

— ¡Oye!

— Compórtate Pines, recuerda mantener la discreción en este lugar, si abres tu bocota podríamos meternos en problemas. — Recuperando la compostura, Pacifica me hizo recordar que estábamos en un lugar donde una palabra que no debía salir a la luz podría desencadenar un sinfín de oscuridades, así que cerré mi bocota al notar la plenitud de su seriedad.

— Tienes razón Pacífica, me callaré a partir de ahora.

— Tampoco así, solo modérate Dipper.

­— Como di...

En el momento en que mi cuerpo sintió un escalofrió que lo estremeció completamente, mi mirada desenfocó a Pacífica y se centró a dos mesas detrás de nosotros, donde aguardaba la chica con la que me tropecé ayer, y entonces un pequeño flashback llegó a mí, retumbándome la consciencia en milisegundos y dándome un mal augurio, ¿Qué diablos está pasando?

— Su sonrisa, su presencia y su cabello, ¿Me está siguiendo acaso? — Pensé mientras un breve malestar se adueñaba de mi cuerpo como una raíz que se extendía desde adentro.

¿¡Qué clase de dolor es este!?

Acaso, ¿¡Mi vida está en peligro!?

¿Por qué? Siento que una fiera hambrienta me está por saltar.

— ¿Pasa algo Dipper? Estas pálido de repente.

— Vámonos.

— ¿Por qué? Aún no he terminado de desayunar.

— ¡DIJE QUE NOS VAMOS!

Haciendo algo que nunca pensé haber hecho, tomé forzosamente a Pacífica del brazo y la llevé conmigo de regreso a la fuerza, ella se quejaba y murmuraba cosas que por más que quería no podía asimilar, mi conciencia estaba completamente sorda y turbada mientras andaba caminando todo el camino por inercia, viviendo en mi mente rápidos flashback que no eran míos y que me turbaban más y más, hasta que, con un frio golpe en seco recuperé la normalidad, pero, ¿A qué costo me enfrentaría a la realidad?

El primer enfoque fue Pacífica quien estaba totalmente enrabiada enfrente de mí, quien hace unos momentos me dio una bofetada a toda potencia, para luego exclamarme.

— ¿¡QUÉ DIABLOS TE PASA DIPPER!? ¿¡POR QUÉ ESTAS TAN EXTRAÑO!?

Sin poder responder con palabras ya que una inexplicable tristeza cubría mis emociones, solo pude abrazarla para calmar las cosas, no tenía nada que decir, simplemente eso pasó, al parecer fui dominado por un infrecuente presentimiento.

— Perdóname, parece que tuve un sinfín de pesadillas que no puedo explicar, lo siento. — Fue todo lo que podía decir mientras la seguía tomando con mis brazos con fuerza, a la vez que un pequeño desliz de lágrimas cálidas salían de mi ojo izquierdo.

Pacifica sin decir una sola palabra, correspondió el abrazo mientras postraba su mano en mi cabello, acariciando mi cabeza como consuelo, hasta que rompió el silencio con una pregunta inoportuna.

— Conociéndote Dipper, sé que algo extraño está pasando y estás haciendo lo mejor posible para solventarlo, ¿No es así?

Ella se arrodilló de cuclillas, miró mi rostro lloroso a la vez que tomó mi mano y la miró con firmeza.

Así es, justamente esa que tiene un triste recordatorio que nos marcaría para toda la vida.

¿Acaso ella ya sabe algo? Es algo que me preguntaba mientras olvidaba las sucias jugadas de los dados del destino.

Ese mismo día de manera inoportuna, ocurrió un accidente en las carreteras de California.

Dipcifica | La maldición de Pacifica.Where stories live. Discover now