La melliza de Adrik Cash

By irinalee34

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Alessandra Cash es la melliza de adrik Cash, ¿cómo reaccionara ante la llegada de Jude? ¿Qué opinara sobre lo... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
TEMPORADA 2
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8

Capítulo 2

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By irinalee34

Al otro día, me encontraba en mi última clase del día y mi favorita, literatura. Adrik no había llegado aún, pero me senté con un chico, el cual pareció bastante contento.

La clase se llenó rápidamente con unos veinte estudiantes. Una mujer alta, delgada y con cuello largo que me recordó a un cisne se situó frente a la pizarra. Tenía un aire bohemio e interesante, como el de una escritora sin mucho éxito, pero con mucho talento. Dijo que era la profesora Lauris y nos dio la bienvenida a los alumnos de primer y segundo año a la clase de Literatura.

—Formaremos parejas de lectura —empezó a explicar—. En todo el semestre debatiremos y trataremos de entender nuevas perspectivas. ¿Por qué para algunos las cosas son azules o para otros son amarillas? Intentaremos entender eso, así que escojan a una persona y cambien de mesa si es necesario.

Él chico me propuso trabajar juntos y yo acepté.

Giré la cabeza para buscar una hoja y pude ver a Jude sentada sola. El salón se había llenado, pero nadie se había sentado junto a ella. Su mesa era la única con un solo integrante. Alrededor, los estudiantes se movieron de un lugar a otro para ubicarse con su pareja. Esperó a alguien, intentó hablarle a alguien, pero todos la ignoraron y evitaron su mirada. Hicieron como si en su silla no hubiera una persona, solo aire.

Dejaron el mensaje muy claro: nadie quiere formar pareja contigo.

Al final se quedó sola. Se hicieron las parejas y a ella no se le paró ni una mosca. ¿Que si eso me impactó? Por supuesto que no, pero lo disimulé.

—Derry —le dijo la profesora Lauris por encima de las voces de los estudiantes al darse cuenta de la situación—. Compartirá sus opiniones conmigo.

Alguien se burló por lo bajo, pero no supe quién. Yo, por mi parte, decidí ahorrarme mis comentarios.

—Bien —continuó la profesora, de nuevo frente a la pizarra, ya con la clase tranquila y en silencio—. Anotaré algunos... —Se interrumpió de repente porque alguien llamó a la puerta del aula.

Todos miramos hacia la entrada. Ya con quince minutos de clase iniciada, Adrik se encontraba de pie bajo el marco de la puerta. Sostenía su mochila con una mano, y lo envolvía un aire somnoliento, con el cabello demasiado desordenado.

No tenía cara de querer estar ahí. De hecho, parecía que acababa de levantarse y que había ido a clase solo para que no le pusieran falta.

—Cash, pase —le dijo, señalando el interior del aula—. Ya se me hacía raro que no estuviera aquí. Me temo que se perdió la elección de parejas; trabajará con Derry, que ha sido la única que se quedó sola.

El silencio fue sepulcral.

—¿Es necesario que sea con ella? —preguntó él tras un momento.

—Sí, esta vez no lo dejaré trabajar con su hermana. —No dio derecho a réplica la profesora—. El trabajo en grupo es importante.

Pensé que diría algo más, pero Adrik avanzó hacia la mesa sin decir nada.

Llegó hasta el lugar vacío y se sentó a su lado. Dejó caer la mochila, colocó los antebrazos sobre la mesa y miró al frente.

La clase continuó.

—Anoten los nombres de los autores que estudiaremos este semestre —explicó la profesora, de espaldas a nosotros—. Mientras tanto, tomen una hoja y pregunten a su compañero sus gustos literarios.

Abrí mi libreta y saqué una hoja. Tomé un bolígrafo, hice dos columnas con nuestros nombres y me quedé en silencio por un instante.

Hablamos sobre libros un buen rato, hasta que Adrik llamo nuestra atención.

—Profesora, ¿puedo trabajar solo este semestre? —Toda la atención del aula recayó en él. Lauris dejó de escribir en la pizarra y lo miró con curiosidad—. Es que mi compañera cree que por mi apellido soy un estúpido y que por mis gustos soy un enfermo repulsivo. Y, la verdad, eso me parece muy prejuicioso.

La clase entera la miró. Algunos se taparon las bocas para reprimir las risas, pero aun así se oyeron unas cuantas. Le ardió la cara de indignación y vergüenza, y apretó el bolígrafo con fuerza.

—¡No es verdad! —se defendió rápidamente, negándose a parecer una estúpida—. No es cierto. Yo solo dije que... Quise decir que...

—Me temo, Adrik —dijo la profesora tras callar a los alumnos—, que esta es una mayor razón para que trabajen juntos y debatan sus puntos de vista, lo cual es el objetivo de la clase.

Y no los separaron, pero durante el resto de la hora no volvieron a cruzar palabra.

Apenas sonó la campana de final de mañana, Adrik no esperó ni dos segundos para coger su mochila, tomarme de la mano e irnos del salón.

—Pobre de ti, Adrik.

—¡Deberías de haberme despertado! Ahora tengo que trabajar con ella...

—Jodete, eso te pasa por dormir "cinco minutos más" —hago comillas con mis dedos.

***

Una semana después, todo transcurría normalmente, hasta que...

—¿Venías a las pruebas para el periódico o....? —preguntó Aleixandre a Jude.

—Sí, quería hablar con el presidente del club para...

—Pues yo soy el presidente del club —soltó con un gesto de «¡mira qué casualidad!».

—Genial.

Él asintió con entusiasmo, señaló una de las sillas que no estaban ocupadas y le invitó a pasar:

—Vamos, puedes sentarte, no tienes que irte.

Justo cuando Aleixandre iba a seguir hablando como antes de que lo interrumpiera, una chica alzó la mano.

—¿Sí? —Aleixandre le concedió la palabra.

—Esta chica asistirá como oyente, ¿no? —preguntó, y su tono de voz era ese que sale cuando uno intenta disimular el odio que en realidad siente—. Porque las pruebas ya las hicimos.

Luego, Jude, mostró la pantalla con la hora exacta a todos.

—Técnicamente la hora no ha terminado —defendió con tranquilidad, sin ganas de crear conflicto—. El anuncio decía que las pruebas serían desde las doce y media hasta la una y media. Es la una y cuarto.

Aleixandre asintió como diciendo: tiene sentido.

Pero eso no terminaría ahí.

—Creo que permitirle hacer la prueba no sería justo —replicó de nuevo la chica, haciendo énfasis en su oposición y, para molestarla, hablando sin dirigirse directamente a ella, sino mirando a Aleixandre—. Todos llegamos a las doce y media. Nadie llegó tarde.

—No he llegado a la hora porque el profesor de mi última clase acabó diez minutos más tarde —aclaró para que no pensaran que me había retrasado a propósito.

—Propongo que lo sometamos a votación —soltó con un lento dramatismo.

—Supongo —fue lo que dije.

—Lo haremos así —asintió él. Hizo una pequeña pausa y luego lanzó algo que nadie se esperaba—: Pero pondré algunas condiciones.

La chica hundió las cejas confusa y se limitó a escuchar.

—Si dejamos que ella haga la prueba, cualquiera que llegue tarde en lo que resta del semestre, por cualquier razón, no tendrá ningún tipo de problemas. Si no dejamos que haga la prueba, será lo contrario, nadie podrá llegar tarde, ni un minuto más de la hora acordada o será expulsado del periódico. Así que ¿quiénes están en contra de que la chica tenga una oportunidad?

—¿Está decidido entonces? —preguntó él.

Esperó unos segundos más por si alguien soltaba alguna objeción, pero todos se quedaron callados. Luego la miró con una sonrisa triunfal.

—¿De qué va la prueba? —indaga.

—Será la misma que hicieron los demás —me contestó Aleixandre —. Tendrás que escribir un artículo...

—Sobre mí —lo interrumpió Aegan de pronto.

Ya vamos a hablar en casa, Aegan. Eso de ser impulsivo no está bien.

En la sala flotó un silencio de asombro. Yo me quedé congelada, y estuve segura de que los demás también. Incluso el tonto reloj de gato de una de las paredes también tuvo que haberse paralizado. ¿En serio? Aegan acababa de alzar la mirada del iPad para decir eso.

Ahora sus ojos grises y felinos estaban fijos en ella. Sin sonrisa, pero con un natural aire de burla y de superioridad.

Aleixandre lo observó, desconcertado.

—Pero esa no es la...

—Escribirá un pequeño artículo acerca del presidente del consejo estudiantil —especificó Aegan, mirándolo con autoridad, en un claro: «Ni intentes contradecirme»—. Les dirá a los alumnos nuevos lo que necesitan saber sobre mí. Y lo vamos a publicar.

—¡¿A publicar?! —intervino de nuevo la misma chica de antes—. Pero eso es demasiado, los aspirantes no pueden...

—No hemos hecho ninguna nueva publicación en el perfil de Instagram del periódico desde ayer —la interrumpió Aegan, aunque en un tono menos duro; sabía que debía cuidar cómo hablaba a las personas que lo seguían—. Nos servirá para hoy. Y será bueno, ¿verdad, Jude?

—Pero al parecer esa no es la prueba que los demás hicieron —dijo, señalando su injusticia.

—Es la que tienes la oportunidad de hacer tú —contestó Aegan, y su tono dejó claro que no pensaba cambiar de opinión—. Si no estás de acuerdo, puedes irte. Aunque, si eres inteligente, sabrás qué debes hacer.

Se descolgó la mochila para sacar su bolígrafo y una hoja en la que pudiera escribir, pero....

—No, lo escribirás ahí para que todos podamos verlo. —Aegan señaló la pizarra digital en la que la imagen había cambiado y se mostraba un cuadro blanco para escribir texto—. Y cuando acabes, puedes presionar en publicar.

Me bastó ver su disimulada sonrisa de altivez para captar el resto de sus objetivos.

Rato más tarde el anuncio estaba publicado y decía:

El consejo estudiantil de Tagus puede ser difícil de entender en un principio, pero no es más que un grupo dedicado a defender los derechos de los alumnos. Su presidente, Aegan Cash, lo asegura. Confiable y multifacético, su apellido le precede. Es posible que su actitud intimide, pero esto le sirve para liderar con responsabilidad y firmeza, y para esconder muy bien su defecto principal: que es un auténtico idiota que cree en costumbres prehistóricas y al que, dicen por ahí, no deberías atreverte a desafiar. En tu primer año tienes dos opciones entonces: amarlo o meterte bajo una piedra para que no te pise con su bota machista.

***

—¡AEGAN CASH! —mi voz retumbo por todo el apartamento.

—¿Qué? —aparece delante de mí en ropa interior.

—¿Podrías ponerte ropa?

—No.

—Bien—lo tome de la oreja y lo lleve a la cocina. —¡Siéntate!

—¿Qué te pasa?

—Vamos a hablar.

—Oh, veo que ya te enteraste. Mira, sé que estas con todo ese rollo y que te crees feminista, pero...

—Primero, no soy feminista, solo defiendo mis derechos. Segundo, no eres quien para andar utilizando mujeres y luego dejarlas tiradas por ahí. Tercero, en tu lista pones a Jude, ¡a Jude!

—¿Qué tiene Jude?

—No te importó lo de no utilizar mujeres, solo quieres saber lo de Jude, por dios.

—Dímelo y reconsideraré lo otro.

Mentiroso.

—Algo está mal en ella... Y tú, Aegan Cash, ¿te gustaría ser humillado por una niña rica?

—No, pero...

—¡Pero nada! lo que estás haciendo no está bien.

—Pero que ella intente humillarme si está bien.

—No, de ella ya me encargué yo.

***

—¡Jude!

—Alessandra...

—Escucha, deja de meterte con mis hermanos. Aegan, solo juega contigo y Adrik, no te quiere ni ver.

—Yo, solo...

—Vi lo que publicaste en la clase y quiero que sepas que yo y Aleixandre, somos los responsables de la aceptación de las personas a los clubes.

—¿Qué insinúas?

—Créeme, con todo lo que has intentado hacer en contra de nosotros, no vas a entrar a ese club de aquí a diez años.

—No entiendo, jamás te hice nada...

—No, pero vas a hacerlo. Sé que tu intención es dañar nuestra familia, así que te voy a pedir amablemente por las buenas, que te alejes de nosotros. Que tengas lindo día.

***

—¿Qué le dijiste?

—Solo le dí una advertencia.

—¿Una advertencia es una amenaza?

—Algo así.

—Bueno, déjame decirte Algo, Alessandra. No puedes interferir en mi vida, y yo, voy a hacer lo que quiera con ella, ya verás.

—Ya verás tú, que tampoco puedes interferir en la mía y yo aré lo que quiera con el primero que se me cruce.

—Ni siquiera lo intentes...

No lo deje continuar porque me fui afuera, a tomar aire.

—¿Por qué pelearon ahora? —pregunta Adrik, sentándose a mi lado.

—Aegan no me deja controlar su vida, pero él si puede controlar la nuestra.

—Ya veo... También he peleado con él por eso, pero créeme, no tiene caso. Solo haz lo que quieras y ya, no le pidas permiso ni le adviertas, porque te dirá que no.

—Que sabios consejos que das, hermanito.

—Lo sé, ¿quieres que vallamos arriba de aquel edificio?

—¿No vas a tirarme?

—Oferta tentadora, pero no.

—Vamos.

Estuvimos lo que restaba del día ahí, conversando y pasándola bien, hasta que Aegan me tuvo que llamar y ahí mi buen humor se esfumo.

—No le contestes.

—¿Por qué no?

—Así se arrepiente.

—Se va a enojar, Adrik.

—Premio doble.

Decidí no hacerle caso, cerca de la media noche volvimos a casa y ahí estaba él, esperándonos sentado en el sofá y no estaba arrepentido. 

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