Capítulo 11

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Salimos del campus el sábado por la mañana.

Tagus estaba a las afueras del estado de Pensilvania, rodeada de un área de zonas residenciales para gente influyente. Éramos propietarios de una casa de campo allí, lugar favorito de Aegan para celebrar eventos que no tuvieran fines universitarios. Era mejor porque no había que respetar reglas.

El trayecto de dos horas fue bastante normal. Al menos nadie discutió dentro del vehículo y con «nadie» me refiero a Aegan y a mí, jejé. Él estaba de buen humor al igual que casi todos, por alguna extraña razón. Quienes obviamente parecíamos haber sido obligados a venir éramos Adrik y yo, ambos teníamos la peor cara del mundo, serios y con las cejas algo fruncidas, dando la impresión de que no nos gustaba nada lo de la fiesta o lo de ir con todos. O lo de existir.

Pero, bueno, llegamos.

Todo lo que nos rodeaba era bosque. Olía a madera, árboles y tierra. La casa de campo parecía más bien una mansión de campo. Tenía el aire rústico de una cabaña, pero se veía inmensa desde fuera; perfecta para fiestas. De ella salía y entraba gente que decoraba, preparaba la comida, las bebidas, el sonido y todo lo necesario.

Alguien nos abrió la puerta del vehículo para que bajáramos. Antes, sorpresivamente, bajaron Owen y Aleixandre a toda velocidad y le saltaron encima dándole un abrazo cariñoso.

—¡Largo! —le saludó Aleixandre en el abrazo con mucha alegría.

—Aleixandre, Owen, yo también los he echado de menos —contestó el hombre, dándoles palmadas en las espaldas.

Aleixandre lo soltó y se giró hacia Jude y Artie, que miraban la escena. Con todo el entusiasmo del mundo se los presentó:

—Él es Largo. Fue nuestro chófer desde que nacimos, pero después pasó a ser la mano derecha de nuestro padre. Lo conocemos de toda la vida.

—Encantado —dijo Largo con cortesía.

Jude parecía estar dudando entre sí hablar o no, pero finalmente lo hizo.

—¿Por qué Largo?

—Por el mayordomo de La familia Addams —contestó Owen, divertido y con tono de obviedad—. Y el chiste del nombre es que no se parecen en nada, solo en que sirven a una familia de locos.

Aegan se acercó a Largo y no hubo un saludo claro de palabras, solo le palmeó el hombro. Ay, sí, el hombre serio y maduro.

—Tu padre me pidió que te dijera que espera lo mejor de ti en este evento —le informó Largo—. Por eso me envió.

Aegan asintió con todo el peso de la responsabilidad, y se volvió hacia nosotros para dar una orden clara:

—Bueno, a prepararse ya.

Bajamos del auto, y me dirigí a una habitación que nos había sido asignada a Adrik y a mí. Está bien que éramos mellizos, pero que manía que tenían con que compartiéramos todo. Si después de todo somos millonarios, ¿no? ¿Qué le contaba una habitación aparte?

En fin, nos duchamos y esperamos con las toallas puestas como si estuviésemos en un spa.

—Adrik, ¿no tienes hambre de pizza?

—Sí. ¿Ordenamos una?

—¿Crees que hagan delivery hasta aquí? —pregunte mientras enarcaba una ceja.

—Comprobémoslo —dice, para luego sacar su teléfono y ordenar.

Llevaba un buen rato intentando explicarle la ubicación del lugar, y una vez que sabía en donde estaba, no quería traérsela.

La melliza de Adrik CashWhere stories live. Discover now