let me be her (completa)

By milanolivar

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Ser organizadora de eventos no es fácil, y ser la organizadora de eventos de tu padre le añadía un doble grad... More

𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏: ¿𝒅𝒂𝒇𝒏𝒆?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐: 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑: 𝒔𝒆́ 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚 𝒕𝒖 𝒕𝒊𝒑𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒: 𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒍𝒊𝒗𝒊𝒂 𝒂𝒓𝒄𝒉𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓: ¿𝒂𝒖́𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔: 𝒍𝒂 𝒓𝒖𝒊𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟕: 𝒆𝒍 𝒑𝒐𝒔𝒕𝒓𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟖: 𝒓𝒆𝒔𝒑𝒊𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟗: 𝒃𝒖𝒓𝒃𝒖𝒋𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟎: ¿𝒑𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆́ 𝒆𝒍𝒍𝒂?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟏: 𝒆𝒍 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂𝒕𝒐𝒓𝒊𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟐: 𝒐𝒓𝒈𝒖𝒍𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟑: 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒕𝒊, 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟒: 𝒔𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟓: 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟔: 𝑹𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝟖:𝟖
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟕: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟖: 𝒉𝒐𝒍𝒅 𝒎𝒚 𝒉𝒂𝒏𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟗: 𝒏𝒊 𝒕𝒆 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒂𝒔 𝒆𝒍 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒂𝒈𝒖𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟏: 𝒆𝒍 𝒂𝒔𝒄𝒆𝒏𝒔𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟐: 𝒍𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆 𝒗𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟑: 𝒂𝒇𝒕𝒆𝒓 𝒉𝒐𝒖𝒓𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟒: 𝒎𝒂𝒎𝒂́
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟓: 𝒉𝒂́𝒃𝒍𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟔: 𝒖𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟖: ¿𝒒𝒖𝒊𝒆́𝒏 𝒆𝒓𝒆𝒔, 𝒏𝒐𝒂𝒉 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟗: 𝒑𝒊𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒏 𝒑𝒊𝒆𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒅𝒊𝒋𝒐 𝒋𝒂𝒏𝒆 𝒂𝒖𝒔𝒕𝒆𝒏...
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟏: 𝒍𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟐: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟑: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒐𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟒: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒕𝒓𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟓: 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔, 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟔: 𝒅𝒊𝒂 𝒅𝒐𝒔, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟕: 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒆 𝒈𝒐 𝒂𝒈𝒂𝒊𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟖: 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒐𝒅𝒊𝒐𝒔𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟗: 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟎: 𝒅𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟏: 𝒍𝒐𝒔 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟐: 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒆𝒍𝒈𝒖𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟑: 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟒: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒂𝒚𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟓: 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟔: 𝒂𝒃𝒊𝒈𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟕: 𝒍𝒖𝒄𝒆𝒔 𝒚 𝒔𝒐𝒎𝒃𝒓𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟖: 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒓 𝒂𝒍 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟗: 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆 𝒂 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟎: 𝒔𝒂𝒍𝒊𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒋𝒆𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟏: 𝒂 𝒑𝒍𝒆𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟐: 𝒂𝒇𝒓𝒐𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟑: 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒐𝒈𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟒: 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒕𝒊𝒅𝒊𝒂𝒏𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟓: 𝒇𝒐𝒕𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒄𝒂𝒋𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟔: 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟕: 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝒆𝒎𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟖: 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒆𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂...
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟗: 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒆́𝒓𝒅𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟎: 𝒊𝒕 𝒘𝒂𝒔 𝒓𝒆𝒂𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟏: 𝟓 𝒅𝒆 𝒏𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆
𝒆𝒑𝒊𝒍𝒐𝒈𝒐

𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟕: 𝒐𝒋𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒐𝒋𝒐

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By milanolivar

A veces uno no sabe cuándo parar. A veces la realidad es tan abrumadora que crees poder con todo, pero tu cuerpo te va dando señales casi imperceptibles de su salud perecedera.

Una pregunta rondaba mi cabeza durante esas semanas: ¿era normal trabajar así? ¿Era normal volver a mi casa a esas horas de la madrugada? Se lo pregunté a mi padre y me dijo que con las quejas no llegaría a ningún sitio, que mirase a mi hermana y la tomase como referencia en el trabajo. Que era algo normal en los primeros trabajos, sobre todo en empresas más grandes. Que todo mejoraría con el tiempo.

Mi madre reprodujo las mismas palabras que mi padre, así que asumí que había algo mal conmigo. Si todo el mundo podía trabajar tanto sin rechistar, si todos habían tenido esas jornadas de trabajo, ¿por qué parecía estar perdiendo la salud? Mi hermana estaba perfectamente, mi padre jamás se había quejado, parecía feliz, y ya ni hablar de Olivia, que volvía a casa con una sonrisa después del trabajo.

¿Por qué me dolía todo el cuerpo cuando me pasaba el día sentada? ¿Por qué me costaba respirar? ¿Por qué tenía náuseas todo el tiempo? ¿Por qué me sangraba la nariz? ¿Por qué me dolía la cabeza?

Yo suponía que era algo azaroso, que quizás había comido algo en mal estado de la máquina expendedora de la sala de descanso. Lo cierto es que no debía fiarme ni del atún ni de esa mayonesa de dudosa procedencia, aunque tampoco sería bueno para el estrés el café que me mantenía despierta durante la noche hasta que daban las cuatro de la madrugada y el despertador comenzaba a tronar a las siete.

Ya ni siquiera tenía tiempo de soñar despierta mientras miraba el perfil de Olivia en la oficina y garabatear la curva cincelada de su mandíbula. Evitarnos en la oficina no daba resultado y comenzaba a pensar que no había un motivo específico de Dafne para odiarme, solo era sobrecarga de trabajo.

—No deberías estar aquí —musitó Olivia al verme entrar en la sala de descanso—. Si te ve mi hermana...

—¿Me pondrá más trabajo? —Apoyé el lateral del cuerpo sobre la máquina, mirándola con ojos somnolientos y entrecerrados—. Déjame estar contigo, es lo único que me anima a seguir. —Olivia escondió media sonrisa e introdujo el billete de un dólar en la ranura de la máquina.

—No digas eso.

—¿Qué? —Me froté un ojo—. Eres la única persona que me cae bien de esta oficina.

—Deberías comer algo que no fuesen emparedados de atún. —Agarró el vaso de café y la tira de plástico para removerlo—. Deberías dormir más de cuatro horas. —Suspiró, sin saber que yo apenas dormía tres—. Y deberías darte una ducha que durase más de cinco minutos.

—No te pongas así. —Arrugué las cejas y me crucé de brazos—. Tengo mommy issues y carencias afectivas y lo sabes.

—No, no lo sabía. ¿Tienes carencias afectivas? —Olivia frunció el ceño, preocupada, y yo me levanté de la máquina de café, encaminando la salida.

—No, ahora mismo no puedo hablar de sentimientos, tengo trabajo. —Su mirada no cambió un ápice, ahora incluso me escudriñaba en busca de algo que reprenderme.

—A mí no me vengas con eso de que tienes trabajo. Toreas a tu madre, a mí no. —Me señaló con el dedo índice de la mano que sujetaba el vaso. Incluso en el enfado conseguía hacerme sonreír—. A mí no me hace gracia. No.

—¿Y si mañana vamos a comer juntas para que veas que me alimento bien?

—Hace dos meses te habría contestado la barbaridad más grande de la historia. —Le dio un sorbo al café, cruzándose de brazos frente a la máquina.

—¿Ahora estás reformada?

—No, estoy en un centro de desintoxicación. —Sonrió de forma tan forzada que de sus ojos solo se distinguía la fina línea azabache de sus largas pestañas.

—¿De qué?

—De ti. —Hice un puchero ante su respuesta—. No pongas esa cara. ¿Has comido hoy?

—No, aún no. ¿Quieres hacer algo mañana? —Me froté el ojo derecho con el puño, desde hacía un par de días me lagrimeaba y escocía más de lo normal—. Es sábado. —Olivia frunció el ceño y removió su café, saboreando la espuma de su capuccino.

—Quiero que duermas lo necesario para que no te desmayes conduciendo. —Estiró su mano y me estiró el hombro de la camisa, alisándolo con la mano—. ¿Puedes hacer eso? —Me dio un toque en la mejilla con el dorso de su dedo índice.

Olivia era plenamente consciente de lo que hacía, cómo lo hacía y por qué lo hacía. Empezaba a pensar que intuía lo que sentía por ella y, al igual que lo hizo su hermana, me atraía hacia ella cada vez más por su ansia de ser querida, pero Olivia no era Dafne.

—Liv...

Estaba tan ensimismada en Olivia que ni siquiera me percaté en el pelo liso y vestido de iglesia de domingo con el que Dafne entraba en la sala de descanso.

—¿Qué haces aquí? —Me reprendió con un gesto de desprecio—. Deberías estar terminando la contraportada de la edición del miércoles.

—Le he dicho yo que venga, Dafne. Ni se te ocurra... —Se interpuso Olivia con la intención de defenderme.

—He venido porque me apetecía ver a tu hermana. —Respondí como si fuese un suspiro que me quitaba un peso del pecho—. Me gusta estar con ella y me hace más fácil la cantidad de trabajo que me obligas a hacer.

—Noah —replicó Olivia, agarrándome de la muñeca para que parase.

—Te podría despedir ahora mismo, Wilson.

—Hazlo —insistí, soltándome del agarre de Olivia—. A ver quién hace todo el trabajo por la mierda que pagáis aquí.

—¿Sí? —Dafne esbozó una enorme sonrisa forzada, dando un paso adelante para ponerse frente a mí—. ¿Y por qué no te vas a otra empresa, si tan mal te tratamos? ¿Quizás porque no eres tan buena en tu trabajo?

—Dafne, ni se te ocurra. —Olivia apretó la mandíbula, interponiéndose entre su hermana y yo, pero esta vez no era una pelea entre hermanas, éramos Dafne y yo.

—¿Quieres empezar una guerra psicológica, Dafne? —Esquivé a Olivia y me acerqué a su gemela. Mi rostro quedó a escasos centímetros del suyo—. Porque te juro que te voy a consumir.

—No eres capaz —replicó, pegando su espalda contra la máquina expendedora de sándwiches—. Eres débil, por eso mi hermana te manipula. ¿Te lo ha contado todo?

—¿Sobre qué? ¿Sobre cómo tu padre la echó de casa? ¿O sobre como intentaste hacer que me alejase de ella? —Dafne desvió la mirada para evitar el contacto con mis ojos—. Mírame. —Busqué sus ojos una vez más.

—Nada de lo que digas me hace daño. Solo eres una idiota resentida —se defendió ella, cruzándose de brazos. Pero yo sí sabía cómo hundirla.

—Debe ser muy duro saber que nunca llegarás a ser como ella. —Dafne apretó de nuevo la mandíbula, aferrando sus uñas sobre la carne de su brazo—. Nunca llegarás a ser nada parecido a tu hermana a pesar de ser idénticas y eso debe doler, ¿verdad? —Me reí, observando su indiferencia con placer—. ¿Qué? ¿No dices nada? ¿Vas a llamar a papá?

—Sí —contestó, girando la cabeza de un golpe para mirarme—. Voy a llamar a mi padre para que te despida. Para que os despida; a ti y a Olivia.

—Dafne, para. —Olivia puso una mano en mitad de mi pecho y me separó de su hermana—. Si haces que la despidan, este miércoles no habrá revista.

—Me da igual —espetó Dafne, apartándose de su hermana.

—Quiero que sientas el dolor, Dafne —dije aquello de una forma tan fría que volvió a pegarse contra la máquina—. ¿Sabes cuál es el peor dolor? Cuando la vida te mata a golpes que no te ves venir. Quiero saber cuál serán tus golpes, Dafne, y espero que cada uno de ellos te dejen con tal trauma que apenas puedas hablar.

Mi cuerpo me pedía agarrarla del cuello y zarandearla hasta que muriese entre mis manos, pero me contuve. Notaba cómo mi cuerpo se ensanchaba dentro de la camisa, cómo la fina comisura que unía los hombros y mis brazos se resquebrajaban. Apreté los dientes, apreté los puños y me contuve para no dejarla inconsciente a golpes en mitad de la sala de descanso.

—Y me voy. —Solté sin pensar lo que decía, porque lo decía desde mi deseo más profundo de dejar la empresa—. Os quedáis sin revista este miércoles. A ver si encontráis a alguien que os haga esa mierda de trabajo.

—¡CLARO QUE LO HAREMOS! —Exclamó Dafne, totalmente exaltada.

Sin esperar un segundo, levanté mi puño para que acabase en la cara de Dafne, pero Olivia me agarró del brazo y tiró de mí, llevándome con ella.

—Para. Vámonos.

Hui por la puerta de emergencia que subía a la azotea, pero fui incapaz de subir. Todo daba vueltas, en mi garganta y la boca de mi estómago se acumulaban las ganas de vomitar y tenía tanto calor que sentía que iba a desmayarme allí mismo.

—Noah, ¿qué te pasa? —Olivia salió detrás de mí. El sonido de sus tacones hoy no era tan placentero como siempre. En días normales se me antojaban autoritarios, seguros y sensuales, pero hoy eran un martillo en mi cabeza.

—No me siento bien —mascullé, sentándome en las escaleras de incendios del edificio. El sudor había empapado la tela de la camisa blanca que recorría mi columna vertebral, el cuello y la punta de mis rizos.

—Espera —Olivia se acercó a los escalones y temí que el sonido estridente de sus tacones empeorase mi estado—. Voy a por agua fría y toallas.

No sé cuánto tiempo estuvo Olivia buscando lo que me había prometido, pero para mí fueron años. Creí que me desmayaría, pero justo cuando estaba a punto de desfallecer, apareció con una toalla y dos botellas de agua; una casi congelada, que podía notarse por el tono blanquecino de su superficie y la otra fresca.

Enrolló la botella de agua a punto glacial en la toalla y la colocó sobre mi nuca. Yo abrí la otra y di un sorbo enorme, pero Olivia me paró.

—Despacio, igual te sienta peor beber de golpe. —Se sentó a mi lado, sujetándome la botella de la nuca—. Te voy a llevar al hospital y no vas a rechistar.

*

Noah dormía en la camilla como si no lo hubiera hecho en años, y es que hacía tiempo que Noah no dormía más de cuatro horas. Ahí estaba, medio despendolada en la camilla, con una vía de suero en la mano, la camisa arrugada y los rizos despuntados rodeándole la cabeza.

—Las analíticas muestran síntomas claros de desnutrición y deshidratación. Tiene la hemoglobina por debajo de los niveles aceptables. Se puede ir a casa, pero debe comer fruta, verdura, legumbres y carne roja. —Asentí a lo que dijo el doctor, sin quitarle ojo a Noah—. También necesita dormir y descansar. Tiene un cuadro de ansiedad por estrés importante.

—No se preocupe. Haré que se quede en casa todo lo posible.

—No es necesario que esté recluida en casa. Puede salir, divertirse, hacer cosas que le gusten.

Esperé a que el doctor desapareciera por la puerta para dejar el bolso en el sillón de al lado. Agarré el teléfono del trabajo que no paraba de sonar, pero no podía responder ningún mensaje. Me senté en la silla y la observé mientras dormía. Aún no conseguía asimilar que todo lo que había creído hasta ese momento era una gran mentira que yo misma había creado en mi cabeza. Ahora me costaba asimilar que Noah odiaba a Dafne, que nunca la quiso, que la detestaba con toda su alma.

—¿Me puedo ir a casa ya? —Murmuró Noah, removiéndose en la camilla.

—No. Te vas a venir a mi casa, vas a dormir lo que yo te diga y vas a comer lo que yo te diga. Es que no entiendo cómo no te cuidas, de verdad. Entiendo que tengas trabajo, pero ¿a ti qué te cuesta comer algo que no sea una bolsa de patatas y un Dr. Pepper en veinticuatro horas? —Reprendí, observando cómo volvía a cerrar los ojos con una sonrisa.

—El doctor ha dicho que debo descansar y tú te pones así. —Se pasó la mano de la vía por la cara, enredando los dedos en sus rizos—. La próxima vez no te defiendo.

—¿Qué hacías tú defendiéndome? ¿No se suponía que te gustaba mi hermana? ¿Qué ha sido eso? —Le di un suave toque con el dedo en el pecho que la hizo reír.

—¿Me has escuchado decir 'me gusta tu hermana'? —Se incorporó en la camilla. Hizo el intento de abrocharse los botones de la camisa, pero la vía le dolía al mover la mano—. Me atraía, nada más, pero me bastaron dos días para darme cuenta de lo hija de puta que es.

—¿Cuándo te conté lo que me hicieron? —Me crucé de brazos, observando cómo se desabrochaba la cremallera del pantalón.

—No. —Sacudió la cabeza, buscando la forma de meter la camisa dentro del pantalón sin hacerse daño en la mano—. Cuando intentó hacerme luz de gas. ¿Recuerdas cuando te tropezaste con ella y se le cayó el café encima? —Asentí. Me levanté de la silla y me acerqué a ella, abrochándole los botones de la camisa que ella no había podido abotonar—. Vino llorando, contándome que le habías tirado el café, cuando yo acababa de ver que se había chocado contigo intencionadamente. —Se echó a reír, observando cómo yo engarzaba los botones con la abertura lineal que les correspondía—. Soy introvertida, a veces soy tímida, pero no soy gilipollas. —Intentó abrocharse el pantalón, volviendo a quejarse.

—Para, vas a hacerte daño con la vía. —La agarré de la mano con suavidad, evitando tocar la aguja que se clavaba en su piel, y la aparté del botón del pantalón—. ¿Por qué nunca me dijiste nada?

—No quería ensuciar más la relación con tu hermana. No quería hacer la situación más difícil. —Le abotoné el pantalón a la vez que la miraba a los ojos tan de cerca que podía distinguir ese color miel que me observaba.

—No deberías haberte quedado callada.

—¿Por qué? —Achicó los ojos, intentando entenderme.

—Porque me habría sentido comprendida, porque no habría tenido ese episodio en el que me sentía tan mal, porque hubiese sido la primera vez que alguien siente en sus propias carnes lo que es Dafne Archer. 

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