Ojalá fuese viernes. Qué ganas de llegar a mi casa y apagar los tres teléfonos hasta el lunes a las siete de la mañana, pero tenía aún más ganas de aplastarlos contra el suelo e irme a vivir a las maldivas trabajando de camarera.
Tenía por un lado la mano de mi padre agarrándome la garganta y apretando para que sentase a Danny y a Greta juntos, por otro lado, las productoras de sus películas acechaban mi teléfono para rogarme por favor que no los sentase juntos. Danny se estaba dejando ver con una actriz más joven que quería sacar la cabeza en Hollywood, una chica llamada Gwen, y se decía que le había puesto los cuernos a Greta con ella. Greta, según decía el Hollywood Reporter, había montado en cólera en el set de rodaje al enterarse de esa infidelidad.
—Hola, Hayley, soy Olivia Archer, organizadora de eventos de Los Ángeles Rising. —Me senté en la silla de mi cubículo, dejándome caer.
—Hola, Olivia. Dime, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Se ha cambiado la fecha de la fiesta?
—No, no, qué va —respondí con una risa falsa. En ese momento deseaba estar en mi sofá, entre las piernas de una chica que me masajease el cuello y a mí solo se me venía a la cabeza la cara de una mujer—. Es que me ha surgido un problema con el tema de la colocación en la cena. ¿Habría algún problema en que Greta y Danny se sentaran en la misma mesa? Podría colocarlos separados...
—Creo que no va a poder ser, Olivia —respondió con un suspiro—. Eso sería muy humillante para una mujer como Greta. Ver cómo su exmarido se sienta frente a ella con la mujer con la que le puso los cuernos es más que humillante.
—Lo sé, Hayley, créeme que lo sé, pero me están presionado para que los ponga juntos y debía preguntar si a Greta le parecía bien. Igual había una posibilidad.
—Creo que no, esto no depende de mí, depende de ella. A mí como representante me interesa que Danny Goldman se mantenga lo más alejado posible de ella, quiero que su imagen quede limpia de todo su rastro y seguir siendo una actriz de renombre, no una celebrity. De todas formas, tiene un evento en el Beverly Hills Plaza para la presentación de una colección de joyas y me ha parecido oír que irás.
—Sí, pero estaré poco rato.
—Deberías hablar con ella, igual hay más posibilidades.
—Está bien. Te agradezco la atención, Hayley.
Mi padre cerró la puerta del despacho privado que había al lado del baño y aferró las manos al borde de la silla, quedando con la cabeza gacha frente a mí.
—La representante de Greta dice que no es posible. Es muy humillante sentarla al lado del hombre que le puso los cuernos.
—Ahora vais todas de dignas. —Escupió, remangándose la camisa hasta los codos. Estaba sudando y no era un sudor que me gustase. Era grasiento, aceitoso, sucio y casi fétido—. Llegáis arriba chupando pollas y ahora os molesta que os vean con el tío que os ha hecho estar donde estáis.
—Eres un cerdo —repliqué, copiando sus movimientos al poner las manos sobre el respaldo de la silla. Él abrió los ojos que parecían estar inyectados en sangre y apretó la mandíbula—. Somos tres mujeres las que te decimos que es muy mala idea y se te planta en tus santos cojones que Greta tiene que ir al lado del cerdo de Danny.
—La que no lo entiendes eres tú. ¿Sabes qué es lo que mueve el mundo, Olivia? —Salió del detrás del escritorio y se acercó a mí con las manos en los bolsillos—. El puto dinero. Cuanto más tengas, más poder tienes.
—Estás podrido. —Apreté los dientes al decirlo mientras mantenía mis ojos fijos en los suyos—. Estás totalmente podrido desde que naciste.
—Pero llevo toda la razón. Quizás si las feministas de mierda tuvieseis dinero, tendríais poder y podríais cambiar algo. Pero ¿sabes qué? —Acercó su cara a la mía—. Que no lo tenéis y seguís lamiéndonos los huevos. No tenéis poder ni orgullo. —El aliento de mi padre me daba en la cara cada vez que soltaba una carcajada estruendosa, cruel y gorda. Quería matarlo con mis propias manos allí mismo, en mitad de esa maldita oficina.
—A mí no me hace falta dinero para tener orgullo.
—Para tener orgullo hace falta que alguien esté orgulloso de ti y te puedo asegurar que tú jamás has hecho sentir orgulloso a nadie.
Por mucho que me doliesen esas palabras, mi padre no mentía. No había tenido a nadie a quien hacer sentir orgulloso. Yo era la hija secundaria hasta que me fui con diecisiete años, entonces desaparecí de sus vidas y les quité un peso de encima. Yo era la escoria que nunca llegaría a nada, que acabaría embarazada de un borracho en El Paso y viviría con quince personas en un piso.
Por muchos logros que consiguiese, jamás hubiese logrado hacer que se sintiesen orgullosos de mí, porque para estar orgulloso de alguien primero tienes que querer a esa persona. Te tiene que importar, tienes que implicarte en su vida y yo solo tenía una maleta rosa descascarillada y a mí.
"No llores. No llores. No llores. No se merecen ni una lágrima. Llorar significa que te importan. No llores. No llores. Olivia, no llores", me repetía mirándome al espejo del baño. Conseguí retener las lágrimas en los ojos y las eliminé absorbiéndolas con la punta de un trozo de papel antes de que cayeran por mi maquillaje.
—Olivia, ¿estás ahí? —La voz de Noah resonaba por todo el baño.
—Sí.
—¿Puedes salir un momento? —Fruncí el ceño al escuchar el tono.
—¿Qué necesitas?
—Es sobre la cena con tu hermana. Me invitó a cenar y no sé qué me pondré.
Abrí la puerta del baño y ella estaba apoyada en la pared, mirándome con la cabeza echada hacia un lado, esperando a que le diese la solución a todos sus problemas sin saber los muchos que tenía yo.
—Ponte un traje. El traje verde esmeralda con una camisa blanca abierta hasta la mitad. —Metí mi pintalabios en el bolso. Ella se levantó de la pared, acompañándome hasta la salida.
—¿Crees que le gustará? —Era como un pequeño perro curioso que me perseguía en busca de respuesta con cara inocente.
—A Dafne no lo sé, pero a mí sí.
Me acerqué al espejo del lavabo con ella detrás de mí. No me quitaba ojo, me miraba a través de mi propio reflejo en el cristal y me sentí escudriñada y casi estudiada. Le devolví la mirada mientras me repasaba el lápiz de ojos frente al espejo, observando su camisa azul metida por el pantalón del traje, los dos últimos botones abiertos, mangas recogidas hasta los codos y la pulsera plateada que rozaba la vena de su muñeca. Se acarició el labio inferior con el pulgar mientras me observaba en un acto dudoso, pero que me permitió apreciar las venas de su mano y sus dedos largos.
—Sé que he hecho algo malo, pero no sé el qué —masculló, dejando caer los hombros con un suspiro—. Estábamos tan cerca el día del jacuzzi y de repente estás a kilómetros de mí. Intento ser tu amiga, pero no estás. ¿Qué he hecho?
—No es por ti, cielo. —Le di una suave caricia en el antebrazo. Bajé la mirada a mi neceser, sacando el pintalabios—. Hay muchas cosas en mi vida además del trabajo.
—¿Es tu familia?
Hice una pausa de un par de segundos antes de que el pintalabios tocase mis labios, pero me obligué a asentir, coloreando mis labios al fin.
—Bueno, tienes que contarme al menos qué ocurre para no sentirme fuera de lugar todo el tiempo.
—No tienes que saber nada, Noah. —Froté mis labios entre sí y guardé el pintalabios en el neceser—. No hay nada que necesites saber.
—Sí que necesito saber, porque tu hermana no deja de insinuar cosas y yo no sé qué contestar ni tampoco qué decir. —Dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo—. No para de decirme que si supiese la verdad..., que no eres quién dices ser...
—Yo soy la mala en todas las historias, Noah. —Apoyé una mano en el borde del lavabo, colocándome la otra en la cintura—. Tú estás entre dos aguas sin saber dónde ir; si con la hija de puta, que soy yo, o con la buena de la historia, que es Dafne.
—No estoy entendiendo absolutamente nada.
—Ni falta que hace. —Me colgué el bolso en el brazo—. ¿A ti te gusta Dafne?
—Sí, claro. —Alzó los hombros, como si fuese algo evidente.
—Entonces deja de preocuparte por mí, Noah. —Sonreí, acercándome a ella—. ¿Quieres follar? Genial, yo también. Dime un día y volvemos a quedar, pero no finjas que te importo de verdad, por favor. Para de preguntarme cómo estoy si sabes a ciencia cierta que estoy mal por mi familia y se te cae el culo por mi hermana. Si quieres follar, follamos. Si quieres tontear, tonteamos que, además, se te da de puta madre. Si quieres vamos a exposiciones o a tomarnos una cerveza, pero deja de escribirme para preguntarme cómo estoy. Si lo que te preocupa es si has hecho algo mal la respuesta es no. Ya puedes dormir tranquila esta noche.
—Lo que quiero es que estés bien.
—Ni ocho años de terapia lo han conseguido, ¿crees que mandándome un mensaje lo vas a conseguir tú?
Yo solo servía para una cosa. O quizás para dos: organizar eventos y ser un pedazo de carne. Solo soy objeto de deseo, solo soy objeto de lujuria, solo soy el cubo en el que descargar una noche de sexo y un trapo con el que limpiarse después. Disfrutaba mientras lo hacía, pero la sensación de ser un trapo sucio y roído con el que se limpiaba la boca todo el mundo no se quitaba por mucho que quisiera.
A veces desearía ser Dafne, desearía ser dulce e inocente a los ojos del mundo para que alguien me quisiera alguna vez. Incluso el bobo de Brad la quería a pesar de ponerle los cuernos con alguna de su oficina.
¿Cómo será ser querido? ¿Cómo será que te abracen? ¿Cómo será que te besen de esa forma pura y tierna como es un beso de despedida en los labios? ¿Cómo será un beso en la frente cuando estás en tus horas más bajas? ¿Cómo será un 'está bien, yo estoy aquí'? ¿Cómo será que les guste hasta el defecto más horrible que te veas a ti misma? ¿Cómo será saber que esa persona por la que morirías también moriría por ti?
Yo nunca lo sabría. Yo nunca sabría lo que era despertarte con una mano alrededor de la cintura, con el olor a café viniendo de la cocina, un beso en el hombro o lavarme los dientes frente al espejo mientras esa persona se ducha. Nunca habría esa persona y tan solo pensar en esa idea me consumía. Necesitaba amor y jamás iba a recibirlo, necesitaba un apoyo y jamás iba a tenerlo. Necesitaba un abrazo al llegar a casa, pero era la soledad la que me recibía con los brazos abiertos en mi apartamento.
Los teléfonos no dejaban de sonar, ni siquiera cuando llegué a mi casa. Danny Goldman se enteró de que había llamado a Greta Brown para preguntarle si le importaba sentarse con él, pero Gwen había armado una escena en mitad del set de su nueva película al malinterpretarlo y creer que Greta quería sentarse con el que había sido su marido.
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