Pedro Calle

By MGarcia200514

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✔️⭐Pedro no eligió ser un Mafioso o un Pran⭐✔️. Pero tendrá que adaptarse a ese inhóspito mundo para sobreviv... More

Prólogo
CAPÍTULO 1: La vida es una. (+18)
CAPÍTULO 2: Donde vive Pedro.
CAPÍTULO 3: La Calle. (+18)
CAPÍTULO 4: El Callao.
CAPÍTULO 5: En la Jugada.
CAPÍTULO 6: La Mina.
CAPÍTULO 7: El Sistema.
CAPÍTULO 8: Pórtate Serio.
CAPÍTULO 9: La Rumba. (+18)
CAPÍTULO 10: Mujer que come no singa.
CAPÍTULO 11: Bar de Petra. (+18)
CAPÍTULO 13: El Sancocho.
CAPÍTULO 14: La Sombra. (+18)
CAPÍTULO 15: La Gallera. (+18)
CAPÍTULO 16: El Mensaje.
CAPÍTULO 17: Estas Salao.
CAPÍTULO 18: La bulla.
CAPÍTULO 19: El Amor. (+18)
CAPÍTULO 20: ¿Y Juancito qué?
CAPÍTULO 21: Lalo (La Loca).
CAPÍTULO 22: La mercancía.
CAPÍTULO 23: El mundo de Luis.
CAPÍTULO 24: Cuentas claras. (+18)
CAPÍTULO 25: Falta poco.
CAPÍTULO 26: El traslado.
CAPÍTULO 27: San Félix.
CAPÍTULO 28: El Barrio.
CAPÍTULO 29: La Verdad.
Agradecimientos

CAPÍTULO 12: La resaca.

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By MGarcia200514

Pedro se despertó con el ruido del cacareo del gallo y las gallinas afuera del rancho, el escándalo le molesto, lo enfureció un poco, porque estaba amanecío y enratonao (resaca), se encontraba acostado en una pequeña colchoneta sobre unos troncos y al lado tenía a su primo Luis en bóxer durmiendo como un carajito (niño) en posición fetal.

—Verga este si es arrecho, en vez de quedarse afuera cantando la zona (vigilando), este cabeza e huevo se quedó dormido y hasta sin ropa como si estuviera en casa de su mamá. —murmuró moviendo la cabeza en señal de desagrado, por eso, volteo y lo empujo con el brazo.

—Párate mamahuevo que es tarde. Juancito va a venir hoy, que va a arreglar él peo de los mineros. —hablo en voz alta, tratando de despertarlo.

—Párate, Luis, deja la paja. —volvió a decirle, esta vez en voz más alta, casi gritando, pero Luis continúo durmiendo plácidamente y por un instante giro un poco la cabeza.

—Pedrito un ratico más. —Balbuceó con una tierna voz como la de un niño que pidió un poco más de tiempo para no levantarse de la cama e ir a la escuela.

—Dale, cabeza e huevo. —Le respondió Pedro con una sonrisa en el rostro, levantándose lentamente de la cama.

Pedro y Luis duermen con ropa siempre en la montaña por si tenían que salir corriendo o repeler una invasión de bandas contrarias, pero llegaron anoche sumamente borrachos, hacía mucho calor, por lo que Pedro entre su ebriedad se quitó solo la camisa, pero Luis por su parte se desnudó, la borrachera no lo dejó pensar bien.

Pedro se puso una franela, tomo una pistola, se la coloco entre los pantalones y se arremangó el fal. Tomó su cepillo de dientes y la pasta dental, se asomó por un pequeño orificio del rancho y vio que afuera estaban algunos de los muchachos de la banda junto a Pablo y Robert cerca de la improvisada cocina con una enorme olla montada en el fuego, todos muy relajados tomando café y conversando.

Pedro salió y al lado de la puerta estaba un enorme tobo de agua, tomo un poco y se cepilló los dientes, termino y se dirigió a saludar a Robert y Pablo, mientras iba caminando observo su reloj para saber la hora y se percató de que eran casi las 9 de la mañana y ya debía de estar por llegar Juancito con su combo (pandilla).

—Llave hasta que por fin te levantas. —Le dijo Pablo, entregándole una taza de café negro recién colado.

—Verga porque no nos levantaron. —Replicó Pedro, frunciendo el ceño.

—Marico estaban muy borrachos anoche y Robert y yo nos quedamos con otros muchachos hablando paja y haciendo guardia hasta ahorita. —Contestó Pablo.

—Verga, sí, Luis no vale ni medio y ahora debe de llegar Juancito con Joseito, que peo. —Respondió Pedro con algo de preocupación, rechinando los dientes.

—Tranquilo, ya monté una sopa de gallina para metérsela a Luis en lo que se levante. —Indicó Robert.

—Verga marico, con razón, el gallo tenía rato con su cantadera y escándalo, le mataste a una de sus jevas (novia). — manifestó Pedro entre risas.

—Verga te estamos atendiendo bien y te quejas. —apuntó Robert con una carcajada entre los labios.

—No, mi hermano, se le agradece —afirmó Pedro con un choque de puños entre Robert y una enorme sonrisa. Pues sabia que los gestos de Pablo y Robert eran honestos y genuinos. Él se sentó en un banquito de un tronco de un árbol cortado, a tomarse la taza de café y a pensar en lo que le toca afrontar ese día.

—No te des mala vida, ni le des tantas vueltas a la cabeza, tu tas claro lo que toca. —comentó Pablo al con total sinceridad, al notar su angustia.

Pedro lo miró fijamente, tomó un sorbo de café y asentó la cabeza, en señal de afirmación, sin emitir ni una sola palabra. El momento crucial de su vida había llegado, el que había tratado evitar desde que llegó hace unos cuantos meses al Callao; esto claro, si era tomada la decisión de que los mineros que robaron en la mina tenían que morir. Además, él era consciente de que su tío iba a indicarles a él y Luis que tenían que ejecutarlos.

Esta situación le nubló los pensamientos, se le notó nervioso, le dolía la cabeza por todo el alcohol y marihuana que consumió la noche anterior. Sabía que no iba a poder escapar de eso, que tenía que portarse serio y ganarse el respeto de Juancito y Joseito para que no los siguieran viendo como unos carajitos consentidos.

Pedro detestaba que le dijeran lo que tenía que hacer, menos cuando se trataba de ir en contra de sus valores y principios, ya que Aminda lo crio cristiano, con nociones del bien y del mal, y él sabía que esto no era lo correcto, pero que lamentablemente le iba a tocar asesinar a esos dos pobres hombres. Se lamentó, pues no sabía si ellos tenían hijos, esposas o sus familiares contaban con ellos para tener el sustento en sus hogares y asumió que la borrachera de Luis y la de él anoche era producto de la angustia que tenían en sus mentes.

—Coño Robert hazme la segunda y levanta a Luis para que se aliste, que ya deben de aparecer por allí los Pranes. —exclamó Pedro, saboreando detenidamente su café.

—Voy llave, tranquilo. —Le respondió Robert, dirigiéndose al rancho a buscar a Luis.

Al cabo de un rato apareció Robert con Luis, este caminaba con algo de desánimo, Pablo le entregó una pimpina de agua para que bebiera, pues sabia que debía de tener deshidratación y mucha sed. Él la tomó y comenzó a beber por largo rato.

—Quieres tomarte un plato de sopa. —le preguntó Pablo, entregándole una tasa de café.

—Claro llave. —respondió con una voz baja, ronca y una enorme sonrisa. Ni siquiera una resaca le podía quitar la personalidad alegre a Luis.

Pablo y Robert eran unos malandros rudos, temidos, pero se le notaba que tenían sentimientos encontrados hacia Luis y Pedro, los respetaban, protegían y cuidaban prácticamente como si fueran sus hijos desde que llegaron al Callao, por eso trataban de hacerle las cosas una poco más fáciles dentro de ese pueblo infernal, con pocas leyes y donde imperaba el arma por encima de los valores morales.

—Vean muchachos, yo les voy a hablar claro y quiero que me escuchen con mucha atención. —Habló Pablo, por lo que Luis y Pedro se quedaron completamente callados esperando que se expresara después de haber interrumpido la amena conversación mañanera con ese anuncio.

—A los mineros los van a matar y nadie los va a poder salvar. Esos mamaguevos son unos malditos, violadores y asesinos de gente inocente. Esos tipos han violado niños y mujeres, aparte en una ocasión las asesinaron para que nadie se enterara de hecho cometido.

—¿Qué? —replicó Pedro con una expresión de total sorpresa ante tal argumento.

—¿Estás seguro Pablo? ¿Quién te dijo toda esa lírica? —Respondió Luis con total exaltación.

—Llave, eso lo sabe mucha gente en el pueblo, pero a nadie realmente le importaba porque los delitos los cometieron en el Dorado. De allí esos tipos se vinieron piraos y se escondieron en esta mina, sin llamar la atención y pasando todo este tiempo desapercibido.

—Hasta ahora. —Interrumpió Luis con voz y cara aún de resaca.

—Juancito y Joseito saben de esa lírica? —Preguntó Pedro alzando una ceja en señal de curiosidad.

—Claro, mi pana que saben, ellos lo saben todo Pedro. Lo que pasa es que él les están dando tiempo a ustedes dos para que se preparen para matarlos. —Afirmó Robert.

—Verga me lo suponía, Juancito nos conoce mejor que nuestras propias mamas. —Replicó Pedro con algo de tranquilidad después de haber escuchado toda la historia contada y aclarada por Pablo.

—Coño, mi hermano, nosotros no sabíamos un coño y todavía yo me estaba haciendo mente de que tenía que matar a dos inocentes, cuando esos malditos lo que son es unas sendas lacras. —Comentó Pedro con total furia en su mirada.

—Bueno Pedro, tú de aquí pa lante tienes que estar claro que todo lo que brilla no es oro. —Le respondió Pablo con total serenidad.

—Así que levanten esos ánimos que ustedes dos lo que son es malandros. Esos malditos se van a morir y tú simplemente tienes que jalar el gatillo y ponerle fin a esto. Tu tío Juancito cuenta con eso, de ustedes dos. —Comentó Robert con un tono de voz seria y franca.

Pedro y Luis ya saben perfectamente qué hacer, comenzaron a asearse y alistarse para recibir a sus líderes, mientras que Robert y Pablo organizaron la sopa y un sancocho para recibirlos.

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