let me be her (completa)

By milanolivar

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Ser organizadora de eventos no es fácil, y ser la organizadora de eventos de tu padre le añadía un doble grad... More

𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏: ¿𝒅𝒂𝒇𝒏𝒆?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐: 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒: 𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒍𝒊𝒗𝒊𝒂 𝒂𝒓𝒄𝒉𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓: ¿𝒂𝒖́𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔: 𝒍𝒂 𝒓𝒖𝒊𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟕: 𝒆𝒍 𝒑𝒐𝒔𝒕𝒓𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟖: 𝒓𝒆𝒔𝒑𝒊𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟗: 𝒃𝒖𝒓𝒃𝒖𝒋𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟎: ¿𝒑𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆́ 𝒆𝒍𝒍𝒂?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟏: 𝒆𝒍 𝒐𝒃𝒔𝒆𝒓𝒗𝒂𝒕𝒐𝒓𝒊𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟐: 𝒐𝒓𝒈𝒖𝒍𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟑: 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒕𝒊, 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟒: 𝒔𝒐𝒍𝒆𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟓: 𝒍𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒕𝒊𝒆𝒓𝒓𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟔: 𝑹𝒐𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝟖:𝟖
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟕: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒆𝒓𝒕𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟖: 𝒉𝒐𝒍𝒅 𝒎𝒚 𝒉𝒂𝒏𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟏𝟗: 𝒏𝒊 𝒕𝒆 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒂𝒔 𝒆𝒍 𝒅𝒐𝒍𝒐𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒂𝒈𝒖𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟏: 𝒆𝒍 𝒂𝒔𝒄𝒆𝒏𝒔𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟐: 𝒍𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆 𝒗𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟑: 𝒂𝒇𝒕𝒆𝒓 𝒉𝒐𝒖𝒓𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟒: 𝒎𝒂𝒎𝒂́
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟓: 𝒉𝒂́𝒃𝒍𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟔: 𝒖𝒏 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟕: 𝒐𝒋𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝒐𝒋𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟖: ¿𝒒𝒖𝒊𝒆́𝒏 𝒆𝒓𝒆𝒔, 𝒏𝒐𝒂𝒉 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏?
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟗: 𝒑𝒊𝒆𝒍 𝒄𝒐𝒏 𝒑𝒊𝒆𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟎: 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒅𝒊𝒋𝒐 𝒋𝒂𝒏𝒆 𝒂𝒖𝒔𝒕𝒆𝒏...
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟏: 𝒍𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟐: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟑: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒅𝒐𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟒: 𝒅𝒊́𝒂 𝒖𝒏𝒐, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒕𝒓𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟓: 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔, 𝒈𝒓𝒂𝒄𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟔: 𝒅𝒊𝒂 𝒅𝒐𝒔, 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟕: 𝒉𝒆𝒓𝒆 𝒘𝒆 𝒈𝒐 𝒂𝒈𝒂𝒊𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟖: 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒂𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒐𝒅𝒊𝒐𝒔𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑𝟗: 𝒖𝒏𝒂 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟎: 𝒅𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟏: 𝒍𝒐𝒔 𝒘𝒊𝒍𝒔𝒐𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟐: 𝒏𝒐 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒆𝒍𝒈𝒖𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟑: 𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒂𝒏𝒆𝒄𝒆𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟒: 𝒆𝒍 𝒅𝒆𝒔𝒂𝒚𝒖𝒏𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟓: 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒏 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟔: 𝒂𝒃𝒊𝒈𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟕: 𝒍𝒖𝒄𝒆𝒔 𝒚 𝒔𝒐𝒎𝒃𝒓𝒂𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟖: 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒓 𝒂𝒍 𝒑𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟗: 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒗𝒆 𝒂 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟎: 𝒔𝒂𝒍𝒊𝒓 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒈𝒖𝒋𝒆𝒓𝒐
𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟏: 𝒂 𝒑𝒍𝒆𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒔𝒕𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟐: 𝒂𝒇𝒓𝒐𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟑: 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒓𝒓𝒐𝒈𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟒: 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒕𝒊𝒅𝒊𝒂𝒏𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒅𝒆 𝒖𝒏𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟓: 𝒇𝒐𝒕𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒄𝒂𝒋𝒐́𝒏
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟔: 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔, 𝒍𝒊𝒆𝒔
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟕: 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒖𝒏 𝒆𝒎𝒂𝒊𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟖: 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒂𝒍 𝒆𝒎𝒑𝒊𝒆𝒛𝒂...
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟓𝟗: 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒆́𝒓𝒅𝒂𝒎𝒆
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟎: 𝒊𝒕 𝒘𝒂𝒔 𝒓𝒆𝒂𝒍
𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟔𝟏: 𝟓 𝒅𝒆 𝒏𝒐𝒗𝒊𝒆𝒎𝒃𝒓𝒆
𝒆𝒑𝒊𝒍𝒐𝒈𝒐

𝒄𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟑: 𝒔𝒆́ 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒐𝒚 𝒕𝒖 𝒕𝒊𝒑𝒐

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By milanolivar

El pescado reposaba sobre la bandeja plateada con los ojos muertos y blanquecinos, mirándome como si yo tuviese alguna opción de salvarse. Dafne se sirvió un poco de patatas asadas donde descansaba la dorada, tomando la cuchara casi con repulsión.

Nos miramos a los ojos. Mordí un trozo del panecillo de mantequilla sin apartar la mirada, sin querer perder en aquella guerra fría que manteníamos desde que apenas éramos unas niñas. Brad sonreía como un bobo con la corbata bien apretada al cuello, mientras tragaba el vino blanco de la copa que sostenía con la mano de su anillo de oro.

—¿Cómo has venido a la cena? Fue papá quien te llevó al trabajo. —Escupió Dafne, removiendo la comida con el tenedor.

—Me trajo Noah. —Desmenucé el pescado con el tenedor, viendo a mi hermana fruncir el ceño al no saber quién era Noah—. Oh, ¿no sabes quién es? —Alcé las cejas y ladeé la cabeza, dándole un sorbo a mi copa de vino—. Se apellida Wilson, igual eso te suena un poco más.

—Papá, Olivia está saliendo con una compañera de la oficina.

Mi padre dejó caer la mano en la mesa, provocando un golpe que nos hizo rebotar en el asiento a todos. Mi madre me miró con desaprobación mientras negaba.

—¿Podrías comportante por un día, Olivia? Te he dado la confianza de trabajar conmigo, ¿quieres aprender de tu hermana y ser profesional? Además, ¿qué es eso de acostarte con mujeres? —Apreté las manos por debajo de la mesa con una sonrisa indeleble. No quería que la tonta de mi hermana se llevase la victoria de verme enfadada.

—Me ha traído, sí, ¿y qué? —Alcé los hombros, dándole un bocado al pescado con despreocupación—. No hemos hecho nada, ni voy a hacerlo. —Sonreí con la mirada puesta en Dafne, paladeando un poco más de pescado—. ¿Estás celosa, Dafne?

—Olivia, no puedes salir con compañeros de trabajo y mucho menos si son mujeres. —Mi padre dejó los cubiertos encima de la mesa.

—No he hecho nada, ¿por qué me adviertes? —Bebió de su bebida y soltó un suspiro.

—Porque te conozco, porque solo hace falta que algo se te prohíba para que lo hagas.

—¿Me estás llamando guarra? —Repliqué. Mi madre dejó caer los cubiertos encima del plato.

—¡Olivia! —Reprendió, abriendo los ojos como platos.

—No, si papá lleva razón llamándote guarra —añadió Dafne, que esbozaba una sonrisa inocente cargada de bilis.

—¿Quieres que te dé la razón? —Le pregunté a mi hermana, apoyando la barbilla sobre mi mano cerrada en un puño—. Porque puedo hacerlo.

Quizás debía alejarme de los ojos color miel, de las ondas de su pelo negro, de su traje azul marino con la camisa celeste, de los anillos de sus manos definidas y de la forma totalmente antifemenina —según los cánones— en la que se echaba hacia atrás en la silla y se sentaba con las piernas abiertas mirando la pantalla del ordenador con el lápiz digital jugueteando con su mano.

Observándola de lejos mientras me cuestionaba si seguir acercándome a ella, reparé en esa cadena plateada que llevaba como pulsera, en la camisa apretada en sus bíceps y los labios que parecían formar un corazón cuando los apretaba.

Noah hizo eso de estirarse en la silla, abrir las piernas y ponerse las manos en la nuca mirando la pantalla del ordenador con las ondas del pelo rozándole la frente al balancearse, quizás para despejarse después de haber estado toda la mañana frente al portátil.

—¿Qué haces? —Le puse el café de avellanas y el sándwich de atún sobre la mesa. Noah tomó el paquete del sándwich con el ceño fruncido.

—Tu querida hermana necesita la página central antes de esta noche —Le quitó el plástico al envase del sándwich y sacó una de las mitades—. ¿Por qué tanta amabilidad?

—Por llevarme a casa ayer, mi hermana se puso hecha un basilisco. —Apoyé una mano en su hombro mientras ella daba buena cuenta del emparedado, comiéndose la mitad de un bocado—. ¿Todo te lo comes así?

—¿Por qué? ¿Quieres que te lo demuestre? —Esbozó una sonrisa pícara, alzando una ceja a la vez que le daba otro bocado al sándwich. Yo respondí con un golpe en el hombro que desató en ella una carcajada—. Era broma.

—Ya lo sé. La que se toma en serio el flirteo es la estirada de mi hermana. —Ella no respondió—. Ugh, se me olvida que te gusta la niña de papá. Me das asco.

—Me gusta, pero me jode.

—¿Qué te jode? —Arqueé una ceja.

—Que le gusta gustar. Ella sabe que me gusta y hace todo lo posible para dejarme con la baba caída, aunque sea heterosexual y vaya a casarse. Le gusta gustar.

—Sí, todo lo que la rodea debe ser suyo o se enfada. ¿Ves? Es una niña caprichosa y todos la queréis. —Bufé, dándole un toque en la cabeza mientras se terminaba el primer trozo del sándwich—. ¿Qué le veis?

—No puedo evitarlo. Me gusta. —Se rio, levantando los hombros—. Está buena, me trata bien y yo tengo falta de cariño. No hay que decir mucho más.

De nuevo, los tacones lejanos de mi hermana salieron de su despacho y cruzaron el pasillo en dirección a nosotras.

—¡Noah! —Dijo con una sonrisa, casi apartándome para ver lo que tenía en la pantalla. La muy cabrona la había llamado por su nombre de pila que yo me había molestado en preguntar.

Se agachó, poniendo las manos en los hombros de Noah, mirando la pantalla del ordenador.

—Eso está muy bien, me encanta. —Le dio un par de golpecitos en el hombro en el que yo estaba apoyada.

—Gracias, eso le decía a tu hermana. —Noah sonrió, dándole un sorbo al café—. Por cierto, Liv, gracias por el desayuno. —Puso una mano sobre la mía. Estaba jugando a poner celosa a mi hermana y yo iba a seguir el juego, claro que iba a seguirlo.

—Las relaciones entre compañeros no están permitidas —se precipitó a aclarar Dafne, tragando saliva.

—Solo somos compañeras de trabajo. —La chica se giró en la silla, dejando un trozo de sándwich en la mesa—. Además, tu hermana no es mi tipo.

*

—¿Cómo que no soy tu tipo?

La melena negra de Olivia se mecía con el viento que también movía la camisa burdeos, dejando ver el borde de su sujetador blanco. Me esforcé en mirarla a los ojos mientras venía hacia mí con el bolso colgado del brazo y un paso tan potente que el chico que cruzaba el paso de peatones se giró para mirarla.

—Mientes —me acusó, señalándome con el dedo—. Mientes —repitió, hundiendo su dedo en mitad de mi pecho, arrugando la camisa. Negué—. Claro que mientes. —Se plantó delante de mí con el bolso colgado del brazo—. Te gusta mi hermana y tenemos la misma cara. Claro que soy tu tipo.

—Te lo tienes muy creído tú. —Metí las manos en los bolsillos de mi pantalón—. Ella es dulce, atenta, simpática, paciente... Que tengáis la misma cara no significa que seáis iguales.

—Y menos mal. —Rodó los ojos, desviando la mirada hacia una de las palmeras que recorrían la avenida.

—¿Por qué te importa tanto ser mi tipo?

—No te equivoques, no quiero ser tu tipo. Quiero ser el tipo de todo el mundo. —Comenzamos a caminar—. ¿Y tú? —Se giró hacia mí, quitándose el pelo de la cara—. ¿Qué es eso de llamarme Liv?

—Tu hermana me gusta, pero en cierta manera me causa placer molestarla porque sé que se acerca a mí para embaucarme y sentir que la alaban.

—Bueno, pues no me llames más Liv. Soy Olivia —replicó, abotonándose el botón de la camisa que se había abierto. Triste.

—Para mí vas a ser Liv. ¿Te molesta?

—Sí.

—Que no te moleste, Liv. —Pasé un brazo por encima de sus hombros mientras pasábamos por delante de un restaurante etíope bajo el cielo púrpura del crepúsculo.

—Como vuelvas a llamarme Liv te meto un rodillazo en las costillas. —Bufó, sacando el móvil de su bolso—. Nos vemos mañana, ricitos.

—¡No son rizos! —Exclamé, viéndola alejarse de mí por la acera gris del Downtown.

Llegué a mi casa con la extraña sensación de que esas bromas con Olivia no eran tan bromas cuando nos mirábamos a los ojos. De hecho, no se apartó cuando le pasé un brazo por encima mientras caminábamos, pero tampoco me hizo caso. Se fue y ni siquiera me pidió que la llevase a casa, aunque lo habría hecho con gusto.

Descalza, con los pantalones cortos de pijama que, según mi madre, parecían los calzones de mi abuelo, esperaba a que se calentara la bandeja precocinada para ver un capítulo de Expediente X antes de dormir.

Carne de mala calidad, puré de patatas y guisantes medio fríos con un panecillo de maíz acompañado de té de melocotón frío con medio vaso lleno de hielo fue mi cena. Cuando me metí un trozo de carne con la salsa tibia, un mensaje al móvil. Terminé de tragarlo y miré la pantalla para encontrarme con el nombre de Dafne. Ahora que prefería pasar tiempo con su hermana, me hablaba.

Dafne: No sales con mi hermana, ¿verdad?

Noah: No, Dafne, pero si me gustase tu hermana saldría con ella, me da igual lo que diga la empresa.

Tiré el móvil en el sofá y engullí una cucharada de puré de patatas con salsa.

Dafne: ¿Estás dispuesta a que te echen por ella? Lleva aquí tres días...

Noah: Es que no salgo con ella, Dafne, simplemente me cae bien.

Dafne: ¿Por qué?

Noah: Y ¿por qué no?

No respondió y me alegró que no lo hiciese. Me sentía utilizada y casi despreciada por Dafne. Parecía más una posesión, una pieza en su tablero de ajedrez en una partida contra su hermana.

Dafne era el personaje principal, la protagonista en la comedia romántica y los demás solo éramos el reparto en su gran película, pero aun así yo seguía queriendo tenerla cerca. Quizás por eso me gustaba ponerla celosa, porque cuanto más me acercaba a Olivia, más se acercaba Dafne a mí y, por mucho que me molestase estar pillada por una chica así, no podría desprenderme de la esencia de frambuesa que emanaba de su pelo los lunes y los jueves por la mañana, ni tampoco las caricias en el brazo en mitad de las bromas frente a la máquina de café.

Me tumbé en la cama con el estómago medio vacío y la mirada puesta en la solitaria lámpara que el propietario no había cambiado desde el 65. Con su estilo Art Deco, la lámpara estaba cubierta por una mampara redonda de vidrio verde que llenaba la habitación de ese color cada vez que se encendía.

Me pregunté si podía cambiar mi vida, si podía salir de ese bucle de monotonía y aburrimiento en el que me había encerrado desde que vine a Los Ángeles. Yo esperaba emoción y crear arte y estaba anclada haciendo logos de empresas cuando yo quería que mis manos marcasen la diferencia en el mundo y ya apenas me quedaba energía para hacerlo.

Frente a la máquina de café, esperando a que el vasito de papel se llenase hasta el filo, me puse las manos en la espalda y me eché hacia atrás hasta que se escuchó un crujido.

—Vaya. —Olivia entró en la sala de descanso con un dólar en la mano—. Además de buena, crujiente.

—Te sorprendería lo bien que suena cuando me levanto.

—¿Es eso una proposición? —Levantó una ceja, tecleando el número del agua de coco en la máquina, el cincuenta y ocho.

—No. —Me apoyé en la máquina con el vaso en la mano, esbozando una sonrisa ladina—. Pero, si quieres que lo sea, sí. —Le di un sorbo al café a la vez que veía cómo llegaba Dafne con su conjunto de falda y chaqueta amarillo pastel y su pelo liso ondeando por el pasillo.

—Hola, buenos días. —Sonrió Dafne, sin dirigirle la mirada a su hermana.

—Hola, Dafne. —Saludé, levantándome de la máquina para adoptar una actitud más correcta—. ¿Necesitas algo?

—No, solo venía a por un café. ¿Qué tal? —Sonrió con los labios, pero no con los ojos, interponiéndose entre Olivia y yo.

—Bien, estaba contándole a Olivia lo mucho que me cruje la espalda por las mañanas. —Miré a su hermana, que se había sentado en una de las mesas.

—Oh —musitó Dafne.

Olivia prefería no hablar. Miraba una de las revistas que había en la mesa, ignorando la presencia de su hermana.

—Por cierto, Liv, tengo una amiga que va a montar una exposición en su propia casa. Ya sabes, una fiesta-exposición. ¿Te apetecería venir? —Me causaba placer ver cómo Dafne se erguía y miraba a su hermana, abriendo los ojos para advertirle de que no lo hiciera.

—¿Es una fiesta o una exposición?

—Ambas.

—¿Yo no puedo ir? —Espetó Dafne, cruzándose de brazos.

—No sé, Daf, si nunca te has interesado por ella, ¿ahora esperas que se interese ella por ti?

Las palabras de Olivia cayeron como una losa en el pecho de Dafne, que se fue de la sala de descanso sin decir nada. Me dio pena, por mucho que fuese verdad, sentí verdadera lástima por ella.

—No seas tan dura, mujer. —Sacudí la cabeza, dándole un nuevo sorbo al café.

—Deja de ser imbécil. —Chasqueó la lengua, rodando los ojos—. ¿Lo de la fiesta es real? —Asentí y pareció sorprendida—. ¿Y qué pasa que digo que sí?

—Que es lo que espero que hagas.




𝐭𝐰𝐢𝐭𝐭𝐞𝐫: milanolivar

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