DIECIOCHO PUNTOS

NoelbyAp द्वारा

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Brenda Vilento sólo quiere enamorarse. Perdió la mejor etapa de la adolescencia y ahora que empieza la univer... अधिक

Aclaraciones
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 4
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11

PROLOGO

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NoelbyAp द्वारा

Hace tres años...


-Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas querida Brenda, que los cumplas feliz... -canturrearon los padres y hermanos de Brenda al borde de su cama.

La joven se irguió somnolienta, frotó sus ojos y vislumbró a la pequeña Sofía con un pastel rosa entre las manos y la preocupación tatuada en el rostro; por un lado buscaba sonreír y por el otro procuraba mantener el equilibrio para evitar hacer un enchastre. Sonrió con los labios sellados para luego recibir un ataque de abrazos, besos y tirones de oreja.

-¡Pide un deseo hermanita! –exclamó su hermano Diego despeinando aún más su enmarañada melena.

-Son tres deseos hija –agregó su madre.

Se concentró en la llama de la vela y cerró los ojos. No necesitaba tomarse demasiado tiempo, sabía cuál era su máximo anhelo.

Deseo enamorarme, quiero a un chico de novela, quiero al chico malo que en el fondo es bueno, quiero a un chico que ponga mi mundo al revés, pidió con ilusión.

Brenda Vilento bailaba en el medio del salón rodeada de sus amigos y sus seres queridos. Esa noche estaba hermosa con un vestido color crema largo de corte princesa. Eligió un escote cruzado ya que era bastante plana de busto, aún no estaba tan desarrollada como varias de sus amigas, y de esa forma destacaba con elegancia las líneas finas y armoniosas de su cuello y clavícula. La falda caía con gracia, la tela al ser de chiffon era liviana y gracias a las capas superpuestas tenía mucho movimiento y vuelo. Llevaba el cabello suelto al natural, bien lacio, bañándole la espalda hasta llegar a la cintura.

Era su fiesta de quince.

Era su día y también sería el día en el que su vida daría un giro de ciento ochenta grados.

Como cualquier adolescente del círculo con el que se codeaba, Brenda tuvo que elegir entre hacer una gran fiesta o irse de viaje a Disney con una de esas empresas que se dedican a organizar todos los pormenores para que más de cincuenta quinceañeras hormonales y revoltosas viajen sin sus padres por primera vez en la vida. ¡Toda una hazaña!

Culturalmente, los quince marcan la entrada de una niña a la vida adulta, su transformación en mujer con el nivel de madurez que eso conlleva. ¡Madurez! Brenda aún era una muchacha caprichosa llena de sueños románticos, de príncipes valientes, del amor eterno y de la vida bella. Era una niña internamente, con una mente bastante inocente. La sociedad pretende que por cumplir quince, por arte de magia, el velo que separa la infancia de la adultez caiga abruptamente... ¡Tonterías!

Brenda Vilento soñaba con ambas cosas, la fiesta y el viaje, no era ninguna estúpida. Sus padres estaban muy bien económicamente, por lo que pidió una pequeña reunión con sus compañeros del colegio, nada lujoso y extraordinario, con música y algunas luces de colores para crear un ambiente íntimo y festivo; y el viaje por supuesto.

Conocer Disney estaba dentro de sus pendientes. El castillo de Cenicienta le fascinaba desde que era una niñita en pañales, con sus paredes grisáceas y los techos azules picudos, con esas luces que hacía que pareciera de cristal y los fuegos artificiales de fondo. Ese cuento representaba el amor que ella esperaba encontrar algún día, un amor que la buscara hasta el fin del mundo en caso de ser necesario.

Ese año el cumpleaños de Brenda coincidió con el día sábado, nada mejor para celebrar con sus amigos el fin de semana. Planeó la pequeña fiesta con su madre, su hermana Sofía y sus mejores amigos, Rosario y Tobías. Todo fue pensado, desde el color metalizado de los globos, la comida, bebida, hasta las canciones que sonarían en esa noche especial. Deseaba bailar hasta la madrugada y ser el centro de atención al menos por un día, quizá con un poquito de suerte conseguiría que su mejor amigo la mirara con otros ojos y le diera su primer beso.

Le gustaba su mejor amigo, todo un cliché. Tranquilamente podría enamorarse de él.

Si bien no sería una fiesta majestuosa, ya que también tendría el viaje, sería un gran festejo. ¿A quién no le gusta ir a una fiesta? Comer gratis, bailar hasta que los pies griten basta, coquetear con chicos o chicas... De alcohol, ni hablar. Sus padres no autorizaron bajo ningún pretexto que los menores de edad bebieran, ni siquiera cerveza; para eso había un plan B, sus compañeros más rebeldes eran los encargados de alegrar la reunión con su habitual contrabando de energizante y vodka, una mezcla que pegaba rápido y alcanzaba para poner alegres a todos.

Esa noche la felicidad de ver a todos sus amigos y familiares reunidos para verla exclusivamente a ella le hizo derramar algunas lágrimas que con mucha delicadeza secó con un pañuelito para no arruinar el suave maquillaje que ocultaba sus múltiples pecas. Su cabello lacio brillaba bajo las cálidas luces del salón y cuando se movía unos destellos rojizos hipnotizaban a cualquier observador atento. Ese cabello de un color tan extraño era lo que la hacía diferente, una mezcla de castaño y pelirrojo que cuando era alcanzado por los rayos del sol resplandecía con hilos de fuego inusuales, chispazos que lograban embobar a quien la mirara.

Su padre, Alejandro Vilento, y su hermano mayor, Diego, la contemplaban con la emoción a flor de piel. Brenda se veía preciosa, ya era toda una señorita. Procuraron aparentar dureza, frialdad, como si eso se esperara de un hombre; con el traje negro, camisa blanca y moño, podrían haber engañado a la mayoría, aunque el brillo en los ojos los delataba.

Se podría decir que tenía una familia perfecta, unida, sin problemas apremiantes. Un matrimonio joven, con tres hijos: Diego de diecisiete, Brenda, y Sofía de once años. Vivían en una casa en un barrio privado en las afueras de Buenos Aires, cada hijo con su habitación, y ninguno causaba disgustos, por lo menos hasta ese momento.

Bastó un sólo vaso, un maldito vaso de vodka con energizante para desatar el caos. Era la primera vez que Brenda bebía alcohol y sería la última.

Rodeada de sus amigos y bajo el adorable escrutinio de su posible amor, bebió de un trago el contenido del recipiente que le alcanzaron. A su alrededor todos rieron y aplaudieron, Brenda alzó los brazos al cielo y con pequeños saltos bailó y giró sin parar.

Unos minutos después, comenzó a sentir una molestia en el pecho como si algo estuviese oprimiendo su corazón. Su pulso se disparó, podía escuchar los latidos con claridad retumbando arrítmicamente en su caja torácica. Llevó una mano a la zona dolorida y permaneció quieta en la pista de baile. Se sentía aturdida, incapaz de entender y reconocer lo que ocurría en su entorno.

Procuró apaciguar la respiración para tranquilizar su pecho alocado cuando un dolor aplastante provocó que se retorciera sin poder evitarlo. Por sus brazos subió un cosquilleo torturador y el mundo comenzó a bambolearse.

El color de sus labios se perdió entre tanto alboroto, el rojo dejó paso a un violeta que en unos pocos segundos mutó al azul para terminar en un blanco mortecino.

Sintió un sudor frío en la frente e hizo acopio de toda su fuerza para mantener los párpados abiertos. El dolor la venció, su corazón parecía estar a punto de estallar. Perdió el equilibrio e intentó, en vano, sostenerse de su amigo Tobías quien siempre estaba cerca de ella.

De un golpe seco se desplomó frente a los invitados.

Un círculo se formó a su alrededor, las miradas de asombro y miedo en todos los presentes. Sus padres se aproximaron rápidamente y a partir de ahí todo fue confuso. La música se cortó, las luces fueron encendidas y un murmullo impregnó el lugar. Su padre la cargó en brazos intentando controlar la desesperación, para perder la cordura estaba su mujer, Lucía, que temblaba y lloraba histéricamente. Subieron al coche dejando a sus otros dos hijos atrás y volaron al hospital más cercano.

Brenda casi tuvo una fiesta de quince soñada y lejos estuvo de realizar su ansiado viaje.

Nota de la autora:

¡Hola! ¡Hola! Me emociona traerles mi nueva historia : )

Mil gracias a mi amiga Lalu y a mi hermano Mauri que me bancaron una noche entera monopolizando la conversación para contarles de qué iba todo. Ellos me desbloquearon para seguir y seguir... 

Espero que les guste, con mucho amor

Noel AP

Instagram: noelbyap

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