Aventuras de un heredero

By Anaisbvm

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Miles Campbell Jones, uno de los chicos más reconocidos de toda Europa por ser hijo de un joven empresario ex... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 11

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By Anaisbvm

Milan

Azúcar.

Así es. Ese simple ingrediente en las bebidas y postres que se nos ocurrió pedir con Miles nos hizo pésimo al estómago. Bueno, siendo sincero más a mí que a él. No sé si fue la cantidad o la comida que consumimos en sí, pero me siento fatal.

Cuando caminábamos por el supermercado buscando las cosas que faltaban me comenzaron a dar punzadas y ganas de vomitar. Quise ignorarlo por supuesto, a cualquiera le puede pasar y no le encontré un grado mayor de importancia hasta que ya se hicieron insoportables. Estuve a punto de vomitarle a la cajera cuando pasaba los productos para pagar.

Tuvieron que llevarme a la casa y ahí devolví todo lo que comí, fue horrible. Una de las cosas que más odio es vomitar y ese asqueroso sabor que queda luego, realmente lo detesto.

Abracé la taza del inodoro con mi vida. Nunca más comeré tanta azúcar, dios.

— ¿Mejor? —preguntó papá a mi lado. Se nota que está preocupado en su mirada. Recuerdo que mamá hacía lo mismo cada vez que me enfermaba.

— No —dije lloriqueando. No puedo aguantar las ganas de llorar como un niño. Es que de verdad me duele mucho.

— Eso les pasa por pedir muchas cosas dulces, ¿les dije o no? —coloqué mi mejor puchero y cerré los ojos debido a otra punzada—. Vamos a ir al hospital Milan, me tienen con los nervios de punta. Arriba, voy por el auto.

— ¡No! —abrí los ojos par a par y me aferré a su pierna como si mi vida dependiera de ello— ¡Papá, no!

Olvidé mencionar un pequeñísimo detalle. Soy miedoso, si, no lo oculto. Toda mi vida me han aterrado los hospitales. Cuando veía películas de terror todo lo relacionaba con aquello y fui creando un rechazo gigante.

Con Miles somos diferentes, totalmente. Y en esta situación lo puedo confirmar. Su truco o al menos el que utilizaba hace años era mirar hacia otro lado con tal de no ver ningún procedimiento y automáticamente se calmaba, pero yo no puedo. Es como si algo me obligara a mirar y me aterra.

— Milan no puedes quedarte con ese dolor el resto de la noche ¿de acuerdo? —me dio la mano y se la rechacé—. Tampoco quiero llevarte a la fuerza, jovencito— Mi labio tembló.

— Entonces no me lleves.

— Que gran solución Milan —fingió estar molesto.

— Papá me siento mal —Miles llegó por el pasillo abrazándose a sí mismo.

— ¿Quieres...? Miles acércate.

— No, no —dio una arcada.

— ¡Aquí vomito yo! —dije eso y papá sonrió por lo infantil que se escuchó.

— Iugh ¿crees que yo vomitaría donde vomi...? Ay no hablemos de eso que asco.

— Prepárense los dos, una chaqueta abrigadora porque hace frío y chicos, nada de rabietas que van a ir quieran o no ¿entendido?

— ¡No! —suspiró con mi grito y salió en busca de las escaleras.

— Iremos a perder el tiempo —susurró Miles.

— Claro que sí, no sirve de nada ir.

— Nos van a agujerear, es lo más probable —me puse pálido. El color de la cara desapareció con aquella mención—. Hey, tranquilo.

— ¿Con que...?

— Exámenes, Milan. Muestras de sangre, inyecciones para el dolor, lo normal.

Algo se revolvió de la peor manera en mi estómago y comencé a temblar como si estuviéramos a -10 grados bajo cero. Quizás hasta se me bajó la presión.

Unas ganas intensas de crear un berrinche excepcional me invadieron y decidí llevarlo a cabo de todas formas porque no hay nada más que hacer. Encerrarme en un cuarto sería estúpido por la simple razón de que tiene las llaves aquí, gritar mucho menos porque nalgadas no quiero.

— ¡Chicos bajen con sus chaquetas puestas!

Miles bajó sin problema y como un jodido obediente. Justo y cuando tiene que actuar rebelde no lo hace, tiene que sentirse muy mal para ir en un dos por tres.

— ¡Milan! ¡Baja jovencito!

— Entré en desesperación. Dios, dios.

No hubo otra advertencia, estuve atento por mucho tiempo para oír otro regaño pero nada. Mis latidos se calmaron un poco y caminé a pasos lentos fuera del baño.

— ¡Ay! —chillé cuando lo vi subiendo las escaleras.

— Milan no puedo esperarte toda la noche ¿tu chaqueta?

— No... no.

— No me vengas con cosas, tienes que ir por tu salud ¿eh? —entró al cuarto y yo me quedé afuera.

— Pero no me gusta, papá me da miedo —dije entrando e intentando buscar una solución rápida—, me voy a curar solo.

— Tengo que verte bien y no esperaremos toda una noche hasta que te sientas peor así que a pesar de tener miedo vas a tener que ir. Además, tranquilo que yo estaré acompañándote —hice un puchero—. Ponte esto y bajemos que Miles también se siente mal.

— Me quedo —susurré.

— Milan Campbell, una más y...

— No quiero —dejé de detener las lágrimas y no pude controlarlas.

— Lucas ¿el auto está afuera? —me ignoró por completo.

— ¡No quiero! —repetí con más fuerzas y llorando con ganas.

Nuevamente lo mismo. ¿Qué carajos? ¿Estoy muteado?

Para ganar su atención me quedé quieto, dejé de caminar y su mirada autoritaria casi me hizo querer obedecerle de inmediato.

— Lo menos que quiero es llevarte a las malas Milan. Camina ya.

— No.

— ¿No? ¿Por qué estas tan desobediente? —me tomó del brazo y forcejee— Es suficiente.

No quiero moverme del lugar, no quiero pasar por todo eso. Es un pánico imposible de explicar el que me invadió y dejé de respirar. Me senté en el piso desesperado y llorando descontroladamente suplicando un poco de aire para que entraran a mis pulmones.

— Hijo, tienes que calmarte e intentar respirar, no te desesperes —papá se agachó y arrodillado en el piso tomó mis manos—. Mientras más te asustas menos aire llega ¿comprendes?

Asentí.

— Inspira, expira, eso es, perfecto —seguí sus instrucciones y cerré los ojos—, lo estás haciendo excelente, Milan.

— No... no habrá agujas ¿cierto?

Me miró pensando tal vez en mentirme o no.

— Probablemente —inmediatamente me abrazó—, pero son diminutas y yo no dejaré que nada te pase, estaré contigo, te abrazaré si es necesario y cerraremos los ojos juntos ¿mhm?

— ¿Qué pasa si no puedo?

— Milan sí que podrás, pero te pido que cooperes para saber lo que tienen ¿estamos? —asentí otra vez no muy convencido.

Alexander

Manejé yo mismo con los chicos en los asientos de atrás. Sentí que los semáforos cambiaban de color muy lento y que los autos no se apresuraban, de verdad tengo los nervios de punta y estoy preocupado. No podía parar de pensar que yo fui el culpable de cumplirles el capricho de ir a comer y por eso están así ahora, dudo que sea una simple gastritis y eso es lo que más me pone mal.

Vi por el retrovisor como Miles se guardaba su miedo para el mismo mientras que su hermano cambiaba su cara cada vez que veía algo parecido a un hospital. Será difícil sacarlo del auto, estoy más que seguro. De que habrá llanto, lo presiento.

— ¿Cómo van allá atrás?

— Sobreviviendo —contestó Miles.

— Miles Campbell —dije en tono de regaño y sonrió.

— Es la verdad —se quejó—. Creo que vomitaré otra vez.

Tienen las mejillas rojas ¿tendrán fiebre?

Soy muy inexperto en estas cosas, tengo que aprender de las experiencias porque lo principal que hay que tener es calma y es lo que menos tengo. Nunca se me había enfermado Miles a mi cuidado y menos los dos apenas llegó Milan a la casa.

— Ya llegamos —les avisé y busqué un espacio libre en el estacionamiento.

Puedo escuchar la respiración irregular de Milan y me las estoy ingeniando para explicarle cuan necesario es esta visita.

— No voy a bajar —sentenció cuando apagué el motor y se colocó el cinturón de seguridad otra vez.

— Escúchame un minuto Milan —busqué su mirada cuando me bajé del auto y abrí la puerta trasera que daba a su asiento—. Será muy rápido ¿bueno? Entraremos, nos harán unas cuantas preguntas y nos iremos a casa a descansar.

— ¿Y si me agujerean como dijo Miles? —miré a su hermano regañándolo con la mirada y esté se volteó enseguida.

— Hablamos de eso, tú tranquilo.

Bueno, fue más fácil de lo que pensé, aunque se fue abrazándome y llorando hacia la entrada principal. Miles venia a mi lado derecho jugando con sus auriculares y coloqué una mano en su hombro para entregarle confianza.

Me acerqué al mostrador, expliqué apenas lo que tenían mis hijos y me pidieron sus identificaciones mientras que me daban un papel, y me decían que tenia que esperar unos cuantos minutos para que los llamaran.

Nos sentamos los tres juntos en las sillitas de la sala de espera, todo muy lujoso la verdad, no los traje a cualquier hospital, pero si el mas cercano de donde vivimos. Lucas vino un poco después porque le pedí que se encargara de ciertas cosas y cuando llegó esperó en el estacionamiento.

— Ya no llores más, Milan —limpié su cara con mi suéter y aproveché de tocar su frente.

Si, uno de ellos tiene fiebre.

— ¿Habrá sido lo que comimos?

— Si hijo, es probable —le contesté a Miles.

— ¿Crees que nos den licencia y tendremos que descansar un par de días?

— No lo sé, tal vez.

— Si es así... ¿me dejas ir a jugar un partido de baloncesto?

— ¿Qué parte por reposo médico no se entiende, Miles? Claro que no, luego de que te recuperes.

— Pero...

— Miles Campbell —lo llamaron y me miró—, Milan Campbell.

— Ay no, no estoy listo, dile que me esperen un poco —Milan temblaba del miedo.

— Volvamos a respirar, no es tan terrible como piensas, puede que solo te revisen hijo, es todo —sus ojos brillantes me observaron y apretó mi mano con fuerza cuando se levantó—. Ya verás que no hay de qué preocuparse.

Una enfermera muy amable los atendió y los sentó en unas sillas para tomarles la temperatura, ambos se quedaron quietos mientras ella les explicaba que era algo rapidísimo y también les tomaron el pulso por un aparato el cual desconozco el nombre.

— Ya está sonando el termómetro —Me avisó Miles.

— Déjalo ahí ¿de acuerdo? —impaciente moví mi pie y vi las pantallas sin entender absolutamente nada.

— Bueno, sus pequeños tienen una fiebre muy alta, enseguida viene el médico para hacerles un chequeo.

— Gracias —le dije antes de que saliera de la sala en la que estábamos.

— ¿Cuánto van a tardar? Ya me quiero ir a mi casa —lloriquearon ambos al mismo tiempo.

— Lo sé chicos, tengan paciencia —pase mis manos por sus espaldas y apareció el medico por fin.

— Buenas noches, ¿Qué los trae por aquí? —preguntó mirando la ficha en sus manos.

— Explíquenle, chicos —me miraron como unos cachorros abandonados y sonreí internamente por esa ternura que me causaron—. Tienen dolor abdominal, náuseas, vómitos y fiebre por lo que mencionó la enfermera hace un par de minutos.

— ¿Fue un dolor repentino o ingirieron algo?

— Bastantes cosas dulces y saladas en un local de comida rápida. Fueron hamburguesas, helado, caramelos, bebidas... —empecé a decirle una por una.

— Muy bien haremos un par de exámenes para estar seguro del diagnóstico —asentí.

— ¿Qué tipo de exámenes?

— Ninguno doloroso, no te preocupes —le respondió el médico a Miles.

— Gracias.

— No hay de que, nos vemos luego —se despidió.

— Necesito que me acompañen a otra sala para el examen de sangre por favor —apareció la misma enfermera.

Ahí tenemos el berrinche que comenzó Milan en cuanto dijeron esa frase.

— ¡No quiero, no iré! —sentenció aferrado a la camilla.

— Miles acompaña a la enfermera tú primero, ¿de acuerdo? —este abrió los ojos asustado y negó.

— No iré sin ti.

— Traeré los implementos —agradecí con la mirada a la enfermera.

— ¡Papá dile que no! —sorbió su nariz—, me va a doler...

— Si no miras no duele.

— ¡Entonces hazlo tú primero! —Milan miró a Miles.

— De acuerdo, no soy un cobarde como piensas, genio.

— Chicos, no quiero peleas ¿entendieron? —sus miradas se fijaron en mi— Lo digo muy enserio, a la primera ambos charlarán con esta mano por ser desobedientes.

Mi paciencia es escasa y nervios combinados con molestia por desobediencia no son para nada un buen resultado.

Miles

Estoy celoso, jodidamente celoso.

¿Por qué mierda tiene que ser tan dulce con Milan? ¿Qué carajos hace que yo no? ¿Tendré que hacer un par de berrinches para que me mime como a él?

No es justo que le preste tanta atención ¿verdad? Soy consciente de que mi hermano mayor está teniendo una crisis de miedo si es que eso existe en este minuto, pero yo también estoy mal, aunque él no lo note. Estoy temblando de frio y ni me ha mirado en todo este trayecto.

Lo que me pasa es que no soy tan expresivo como lo es Milan, no me gusta demostrar que tengo miedo de algo, menos que vean alguna debilidad de mi parte por eso mismo lo escondo y yo mismo intento controlarlo. Me mordí tanto las uñas que me duelen los dedos.

— ¿Miles? ¿Cierto? —la enfermera preguntó y yo asentí no muy seguro—, ¿Puedes venir un segundo? Será rápido.

— No, gracias —sonreí de manera inocente.

— ¿No? —papá colocó sus manos en mis hombros y maldecí para mis adentros.

Se aparece ahora, joder, tenía que dejarme tal cual lo hizo estas ultimas horas. Que se vaya a cuidar al llorón de Milan.

— Miles va a ir ¿cierto? —le quité la mirada—, porque no hay nada que temer.

— Dile eso a alguien más —susurré molesto.

— ¿Pasa algo, hijo?

— Nada Alexander —su mirada de advertencia hizo que me cagara en los pantalones, por suerte no literal.

Es que sus ojos te regañan al instante, lo prometo, no entiendo cómo es posible que los padres tengan ese poder tan horrendo.

— Si no te mueves será solo un piquete —se dirigió a mí la enfermera.

— ¿Usted sabia que las jeringas tienen distintos tamaños? —asintió y maldecí por mi estúpida pregunta tratando de distraerla— Pero ¿Cuál piensa usar? Digo porque yo... eh...

— Es mejor que no la mires.

— ¡Es gigante! —chillé y me estremecí— ¿Puede usar la de bebés?

— Miles es pequeña —retrocedí y choqué con quien jamás hubiera pensado.

— Joven ¿iba para alguna parte?

— ¡Lucas! —mi corazón comenzó a latir a mil por hora— ¿Le puedes decir a la...?

Miré a ambos lados a ver si me estaban poniendo la atención suficiente y quise correr, bueno, lo intenté, pero como Miles Campbell tiene una suerte de mierda lo atraparon dando el impulso.

— ¿Y si papá lo hace primero? —escupí rápidamente—, para ver si es...segura.

— Si, es mejor.

Alexander miró a Lucas luego a la enfermera y suspiró sentándose en la silla. Tiene cojones, hay que admitirlo. Me tienen super vigilado así que sé que estoy atrasando el tiempo, solo eso antes de que me toque a mí.

Le colocaron una cinta en el brazo, buscaron la vena y aplicaron un líquido para desinfectar supongo antes de clavarle una aguja del porte de la mansión que tenemos como hogar. Miré su cara todo el tiempo, hará una mueca si le duele ¿verdad? Tiene que hacerla para tener una excusa.

— No duele nada chicos —vi la mentira con dos patas y caminando.

— Ajá.

— ¿Y si Lucas...? —me mordí la lengua cuando se levantó luego de que le colocaran un algodón y me sentara justo después de él— Hey ¿Por qué yo primero?

— Tranquilo —me afirmó suavemente—, no estés tenso.

— No lo estoy.

Me crecerá la nariz como pinocho. Si que lo estoy y puedo ver la cara divertida de Lucas desde la esquina, me conoce tan bien que me muero de nervios y vergüenza a la vez.

Hicieron exactamente el mismo procedimiento, llegamos al punto en el que iban a colocarme la aguja en el brazo cuando Alexander me tapó los ojos y giró mi cabeza con la intención de que no viera nada.

¿Qué carajos fue eso? ¿Desde cuando le preocupa que no me espante? Este cambio es tan repentino, pero a la vez tan bueno.

— ¿Ya está? —no me quitaba la mano y se la quise sacar con la otra que tenía libre— ¡Ya quítenme esto! ¡Alexander no es gracioso! ¡Au, au!

— Shh, estas gritando jovencito —le mordí la mano y pude ver como retiraban todo.

— ¡Miles! —me regañó y carcajeé de los nervios—, no vuelvas a hacer eso ¿oíste?

— Ups.

— ¿Quién seguirá? —dijo Alexander queriendo aliviar los nervios de Milan, pero hizo todo lo contrario cagandola como siempre.

— ¡Noooo!

Aquí vamos otra vez.

Alexander

Estuve con los chicos alrededor de tres horas en el hospital, les hicieron exámenes tras exámenes hasta que me dijeron que era una intoxicación por alimentos como se lo imaginaban y les quisieron colocar una vía intravenosa. Fue un desastre, ya me había llorado bastante Milan con sacarse sangre y lo tenían que picar otra vez. Conseguí que Miles se quedara quieto y Lucas le servía de apoyo mientras que yo me las arreglaba para explicarle a mi hijo mayor que aún faltaba algo más.

— Te prometo que es lo último —un puchero se asomó—, Antes que te pongas a llorar déjame decirte que es para que te mejores, y si, reconozco que es una frase muy usada, pero tuvieron una intoxicación Milan, no es menor.

— ¿Qué falta?

— Un piquetito —movió su cabeza en forma de negación. Por supuesto que no dejaré que lo hagan a la fuerza, estoy seguro de que podré convencerlo—. Pide lo que tú quieras.

¿Qué si es soborno? Si, pero se me agotan las ideas, mi ultimo recurso es regañarlo, darle un par de azotes para que deje hacer el trabajo del personal de la salud, pero luego reflexiono y me pongo en sus zapatos, debe estar aterrado y más donde acaba de llegar.

— No quiero nada —sollozó con fuerza y me senté en la camilla con él. Tengo una punzada muy fuerte en el pecho al verlo llorar.

— Nos vamos a ir pronto, falta esto y llegarás a casa a acostarte, te traeré un par de mantas y me quedaré contigo hasta que te duermas ¿mhm? —volví a limpiarle el rostro por octava vez en la noche— no quiero que te dejen hospitalizado por empeorar al no querer recibir tratamiento.

La carta de meterle miedo, lo siento hijo, no me queda de otra.

— ¿Pueden...? —cerré los ojos afirmando— ¿y es solo uno?

— Uno chiquito, así es... —cuando la enfermera sacó la "agujita" quise esconder a mi hijo para que no sufriera más—. Si cierras tus ojos y recuestas tu cabeza en mi pecho terminarán más pronto de lo que te imaginas.

— Quiero verla antes.

— No Milan.

— Entonces es gigante y no un piquetito —lloriqueó.

— ¡Au! —le buscaron la vena y gritó— ¡No, espere, espere!

— Milan ¿Qué hablamos? —lo sostuve como pude dejándole un brazo libre—, es esto y ya está.

— ¡Me quiero ir a casa! ¡Papá vámonos!

No pensé que me iba a doler tanto que uno de los chicos llorara con tanta desesperación como lo hace Milan, quisiera abrazarlo y alejar a todo aquel que quiera lastimarlo, pero en el fondo sé que quieren lo contrario, ayudarlo por supuesto.

Respiré profundamente y le repetí cosas positivas al oído. Así fueron las dos horas siguientes hasta que se durmió. Está agotado al igual que Miles, ambos están en un sueño profundo. Solo me los quiero llevar a casa sabiendo que se encuentran bien.

Alrededor de las cinco de la madrugada me dejaron irme con mis pequeños y Lucas me ayudó. Sin duda no faltaron las fotos fuera del hospital, pero llevé a mis dormilones rápidamente al auto.

No puedo creer que vaya a decir esto, pero los niños necesitan mimos y yo como su padre tengo que hacerme responsable así que si, dejaré mi trabajo por dos días y se los dedicaré a ellos. No puedo estar ningún segundo más alejado.

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