Mientras tanto en DeepOcean...
En la cima del edificio, luego de haber acordado el plan con sus amigos, los dos supervivientes se preparaban para ir de regreso con sus compañeras.
—Escuchaste todo lo que debemos hacer, ¿verdad? —preguntó Sebas a José.
—Todo está claro —contestó levantando un pulgar.
—Perfecto, entonces avisemos a las chicas...
—Disculpen —dijo alguien detrás de ellos—, espero no interrumpir nada importante.
Tanto Sebas como José reconocieron la voz al instante. El mismo tono de voz que usaba y que hacía parecer que él siempre se burlaba de sus intimidadas víctimas con su presencia.
—Sebas, José, tengan muy buenas noches —volvió a decir.
Ambos se dieron la vuelta lentamente, tratando de ocultar su nerviosismo al verlo.
—Enmascarado —dijeron los dos al mismo tiempo.
Él solo se limitó a soltar una pequeña y rápida risa.
—¿Sorprendidos de verme? —dijo alzando ambos brazos.
—La verdad es que no —dijo José encarándolo—. En este punto ya nada me sorprende.
—Tranquilo, no quiero pelear.
—Tú siempre buscas pelear y atormentarnos. Es lo único para lo que vives.
—Tranquilízate, José —Sebas lo detuvo— Esto es lo que él quiere.
—Tienes razón —contestó soltándose un poco—. Ese tipo no merece ni que le prestemos atención.
El enmascarado volvió a reír, pero esta vez un poco más fuerte.
—No me importa si me prestas atención o no. De todas formas, yo solo vine a hablar con él —el enmascarado señaló a Sebas.
—Ya me lo imaginaba —Sebas suspiró—. Viniste aquí por mi respuesta definitiva a tu propuesta, ¿no?
—En efecto.
—Bueno, que sepas que Sebas ya tiene una respuesta a tu estúpida propuesta —dijo José.
—¿Tú sabes de eso? —preguntó el enmascarado dando pequeños pasos hacia adelante.
—Sí, porque él nos lo contó.
—Bueno, en fin, eso es lo de menos. Yo ahora solo quiero conocer qué...
—Ya tomé una decisión —interrumpió Sebas caminando hacia él.
—¿Y cuál es?
Sebas lo miró fijamente por unos segundos más antes de sonreír.
—Elijo mi libertad —contestó.
—Bien, entonces eso significa que...
—Pero —lo interrumpió— no solo la mía.
Sebas comenzó a levantar su machete despacio, mientras José tomaba su hacha con ambas manos y se ponía a su lado.
—Mira —dijo el enmascarado—, te daré un último minuto para que lo pienses detenidamente y...
—Mi respuesta es no, y siempre será un no —Sebas se burló—. ¿Comprendes?
Ambos supervivientes notaron que el enmascarado apretó sus puños, y con un tono de voz más amenazante volvió a hablar.
—¿Realmente vas a desperdiciar una oportunidad como esta?
—No me interesa tu oferta. La verdad, nunca me interesó.
—No quieras hacerte la buena persona, Sebas. Sabes bien que...
—Puedes decir lo que quieras de los humanos. Si quieres incluso di que todos tenemos un ser humano podrido dentro. No me importa si realmente es así, y si lo es, me encargaré de que nunca tome control de mis acciones, para no llegar a ser como tú.
Eso último pareció haber hecho perder la paciencia al enmascarado, que comenzó a reír.
—Bien, Sebas. ¡Felicidades! Eres la mejor persona en el puto planeta. Uno de los que cambiará a las futuras generaciones que lleguen luego de que esto termine, o así será... si sales vivo de aquí.
El tono de voz intimidante que utilizó el enmascarado al terminar hizo que Sebas y José retrocedan un paso al ver como se acercaba pausadamente.
—Primero, ustedes dos van a tener que derrotarme, porque sino, no dejaré de perseguirlos hasta el fin de sus miserables días.
Eso hizo retroceder a ambos jóvenes otro paso.
—Estás enfermo —dijo José nervioso.
—Pero eso ya deberían saberlo desde que nos vimos la primera vez, ¿o no?
—¡Solo déjanos en paz! —gritó Sebas.
—¡No lo haré! —contestó el enmascarado y luego agregó entre risas—: Y no hay nada que puedan hacer para evitarlo.
Sebas y José sabían que debían irse de ese lugar cuánto antes. No tenían muchas horas antes que el misil cayese en la ciudad.
—Entonces tendremos que matarte aquí y ahora de manera definitiva —dijo Sebas.
—Ustedes no saben quién soy. No soy solo un demente más del apocalipsis.
—¿Y qué más eres entonces? —preguntó José desafiante.
El enmascarado solo se quedó en silencio, cuando de la nada comenzó a reír descontroladamente por varios segundos, dejando aún más nerviosos a Sebas y José. El enmascarado dejó de reír repentinamente para luego mirar a los jóvenes fijamente diciendo de una manera muy siniestra:
—Yo... soy el Dios del apocalipsis.
Él levantó sus brazos mientras seguía avanzando, mientras Sebas y José pensaban en una forma de irse de esa azotea a salvo.
—La gente que alucina ser un Dios nunca termina bien —dijo José.
—¿Alucina? Yo no estoy alucinando. Yo soy el nuevo Dios de aquí...
—¿Quieres dejar de decir estupideces? —interrumpió Sebas— No eres más que un maldito loco.
El enmascarado dejó de caminar y preguntó:
—¿Por qué no podría ser el nuevo Dios? Si ambos somos creadores.
Los chicos se miraron entre ellos confundidos ante las palabras de su adversario.
—¿Creador? —preguntó José.
—¿Y tú de qué eres creador? —Sebas estaba cada vez más nervioso.
—Bueno, ya se los dije —el enmascarado señaló todo su alrededor—. Yo creé... el apocalipsis.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Sebas teniendo en mente ya una idea de a qué se refería el sujeto.
—Yo creé el virus B3H3, y por ende, creé a las criaturas que desataron el infierno bajo el mismo cielo.
Esas palabras desencadenaron un caos en la mente de Sebas y José. Miles de pensamientos volaban mientras ellos trataban de asimilar lo que habían escuchado.
—Tú... dices que... creaste el...
—Sí, a los zombis. ¿Quieres que sea más específico aún?
—Tú... —Sebas empuño con fuerza su machete mientras se tensionaba cada músculo de su cuerpo— ¿tú creaste todo esto? Pero, ¿cómo fue que...?
—Supongo que puedo contarles, ya que de todas formas no saldrán vivos de aquí —dijo y comenzó con su narración—: Esta es una larga historia, que trata de un brillante científico que descubrió algo que podría revolucionar y cambiar al mundo —su voz pareció cambiar a una más enojada—. Los demás, dijeron que estaba loco, por crear algo peligroso para vivir eternamente. Les dije que debíamos correr el riesgo, pero ellos se negaron, me desprestigiaron, y me echaron. Creían que podrían evitar que yo siga con esto, pero, no contaban con que eso que me hicieron solo me haría buscar más la gloria con mi objetivo. Tardé meses para conseguir un resultado perfecto, pero finalmente creía haber alcanzado la inmortalidad, pero debía asegurarme de que funcionara, así que salí discretamente a caminar por la ciudad, y al pasar por un parque solitario, vi a una persona descansando en una de las bancas. Me acerqué a él y le clavé una jeringa que tenía la sustancia en el brazo. Esperé varios segundos a alguna reacción instantánea, pero el tipo solo quedó inconsciente en la banca. Me frustré al creer que todos esos meses de trabajo habían sido en vano, y me encerré en mi base. Pero luego de varios días, comenzaron los rumores en la gente, los anuncios de los mentirosos del CAB, y luego, no pasó mucho tiempo hasta que supe que el virus B3H3, era mi creación. Un día el caos se apoderó de la ciudad, y mis creaciones comenzaron a tomar el control, y debo admitir que es algo decepcionante que hayan resultado seres con nada de raciocinio y con la única motivación de querer asesinar gente, pero no me importó. Fue entonces que me había convertido en el nuevo Dios del nuevo mundo que comenzaba a surgir.
Sebas y José se quedaron en completo silencio al terminar de escuchar lo que dijo el enmascarado, pero luego de varios segundos de estar procesando la información, el desentendimiento de Sebas pasaría a convertirse en enojo.
—¡Entonces tú causaste esto! ¡Tú eres el responsable de que ahora mismo nos encontremos aquí buscando como salvarnos! ¡Por tu culpa el mundo que conocíamos se fue a la mierda! —gritó Sebas lleno de impotencia.
—¡¿Y encima te haces llamar Dios?! ¡¿Con qué derecho?! —gritó José estando igual que su compañero.
—Tanto él como yo creamos seres de los que nos arrepentimos. Él a los humanos y yo a los zombis. Seres irracionales que solo buscan su beneficio, ya sea poder en el pasado o comer una extremidad. Ahora te pregunto, ¿por qué Dios y yo no podríamos ser lo mismo?
—Tú eres un maldito loco —dijo Sebas entre dientes—, que no entiende absolutamente nada...
—Los que no entienden son ustedes —interrumpió el enmascarado—, que esto es el verdadero y único camino hacia la evolución.
—Esto solo acabará con la humanidad —dijo José.
—Los humanos siempre han sido tan narcisistas. Matándose unos a otros para demostrar que solo entre ellos podían herirse. ¿Pero qué creen? ¡Al fin llegó una nueva especie que le demuestra al hombre, que él no es el que manda aquí! Así que aceptan la evolución o mueren.
—Pero, si ya creaste el virus, entonces, ¿para qué secuestrabas gente? —preguntó José.
—Ustedes no están listo para saber eso aún —el enmascarado hizo una pausa y notó que ellos casi habían perdido toda su paciencia—, pero, ya que están con curiosidad, creo que puedo contarles algo más.
—¿Y ahora de qué estás hablando? —preguntó Sebas.
—Hablemos del día que volvieron a quedar varados en DeepOcean. Una llamada de rescate, un helicóptero caído y un edificio en llamas. ¿Lo recuerdan?
Tanto Sebas como José estaban demasiado impactados con la revelación anterior, pero lo que acababa de decir el enmascarado los dejó aún más desconcertados.
—¿Y tú cómo sabes acerca de eso? —preguntó Sebas— ¿Acaso viste todo lo que pasó?
Sebas escuchó las leves risas del hombre.
—Algo así.
—Habla ahora —dijo José—. ¿A qué te refieres?
Ambos casi podían ver la sonrisa oscura que ocultaba la máscara del hombre.
—Sí, yo lo vi todo. Vi como un helicóptero de rescate llegó a ese edificio aquel día, y sabía exactamente dónde iba a estar, porque quien pidió el rescate fui yo.
La confusión de Sebas y José incrementaba con cada palabra dicha por el enmascarado, mientras él solo se burlaba de la expresión de ambos.
—Tú dices que pediste el rescate —Sebas pensaba a velocidad.
—¿Y cómo pasó? —preguntó José— Se nos informó que quien pidió el rescate aquella vez fueron...
—Un hombre, su esposa y su hija, en la zona norte de la ciudad, en el edificio más alto, piso catorce —dijo el enmascarado interrumpiendo ante la sorpresa de los jóvenes.
—Eso... fue justo lo que dijo el general al Rescate Alfa —dijo Sebas.
—No sé de qué hablan, pero, ya les dije que quien pidió el rescate...
—¿Y por qué? —preguntó José.
—Porque necesitaba más gente para mis experimentos, ya saben, pero vi que de ese helicóptero salieron demasiados soldados y obviamente no iba a poder con todos esos, así que mejor decidí... tirar el edificio.
Eso último que dijo el sujeto, hizo que Sebas comenzara a atar todos los cabos sueltos.
—Tú hiciste que el edificio estuviera en...
—Sí —contestó el enmascarado interrumpiendo a José—. Cuando vi que ya no me servían simplemente quise deshacerme de ellos disparando mi lanzagranadas al edificio, y a su helicóptero. Y luego de presenciar la escena un momento, noté a otro helicóptero llegando al lugar.
—El nuestro —dijo Sebas entre dientes.
—Y cuando los vi a ustedes bajar de ahí, el rencor se apoderó de mí, y me hizo disparar más contra el edificio para matarlos. Y debo admitir, que verlos caer entre los escombros fue muy satisfactorio.
—Fuiste tú entonces —Sebas apretó con aún más fuerza sus puños—, el que mató a todo el Rescate Alfa, y el que nos dejó atrapados hasta ahora en DeepOcean.
—Y luego pensé que habían muerto con esa caída. Tienen mucha suerte —dijo el tipo riendo—, pero luego los vi a ustedes dos saliendo de un supermercado, y quedé sorprendido. Disparé a un auto que estaba cerca de ustedes para llamar a la horda y que finalmente mueran, pero volvieron a salir libres. Luego, el día que me llevé a su amiguita, los vi bajando de su antiguo refugio, y les lancé una granada para explotarlo, pero deben tener toda la suerte del mundo porque también salieron ilesos...
—¡Ya fue suficiente! —gritó Sebas— Ya me harté de escuchar todo esto. Ya me harté de escucharte a ti tan tranquilo. Tú eres el responsable del asqueroso apocalipsis, de que yo perdiera a mi familia, a mis amigos y a mi vida normal. Eres el responsable de casi matarnos disparando contra nuestro helicóptero, tirando un edificio y destruyendo nuestro refugio. Tuviste secuestrada a Cecilia por cinco semanas, dejando a Milagros destrozada y con miedo de no volver a ver a su hermana. Y luego quieres que yo acepte tu maldita propuesta. Tu sola existencia me da asco. Estoy cansado de siempre ver tu repugnante máscara volver cuando pensábamos estar libres de ti. Pero no voy a permitir que esto continúe. En este lugar voy a hacerte pedazos con mis propias manos, y me encargaré de que no vuelvas a atormentarnos nunca más —Sebas levantó su machete y apuntó contra su enemigo—. Hoy dejaré el miedo, para evitar que puedas volver a herirme a mí y a mi nueva familia.
—Hoy será tu último día sobre la tierra, asqueroso enmascarado —José empuñó su hacha.
El enmascarado comenzó a reír a carcajadas, y pasados varios segundos, miró a sus oponentes y les dijo muy confiado:
—Buena suerte tratando de matar a un Dios.
Sebas y José gritaron y se lanzaron juntos a acabar a su enemigo. El enmascarado desde su lugar sacó una navaja, y al igual que sus oponentes comenzó a correr hacia ellos. Desatando sobre la azotea de ese rascacielos... la batalla final.