Leyendas de los Reinos Velado...

By RanniaCurtis

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Masroud tuvo que huir de un ataque a su catillo con apenas once años, junto a su hermano mayor Kiran que no c... More

PREFACIO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPITULO 30

CAPÍTULO 7

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By RanniaCurtis

Una cama al fin, se dijo Masroud cuando un lacayo le acompañó hasta una de las habitaciones, después de comer algo junto a sus hermanos en el llamado salón del Consejo. Era una recámara sencilla, sobria, pero a la vez amplia. Dejó caer su yelmo sobre una mesa cercana y procedió a quitarse el peto de su armadura. Pero al darse la vuelta no vio al hombre que le llevó hasta allí, sin embargo escuchó un gorgoteo en una habitación adyacente a la cual ni le había prestado atención.

Era agua, ¿Agua? Dioses, sí, una tina de agua caliente, pensó, mejor que lavarse a trozos con el agua de una jofaina. Pero, estaban en un segundo piso y por sus narices no había pasado nadie con un mísero cubo de agua.  ¿Cómo demonios? Se acercó a la puerta, la cual era de arco de medio punto, con una cortina la cual estaba descorrida hacia uno de sus lados.

La sorpresa que se llevó fue mayúscula. En el medio de la pieza había una pequeña piscina, la cual se llenaba en esos momentos con agua que fluía de unos artilugios que no había contemplado en su vida con forma de aves o animales imaginarios. El lacayo le miró y le indicó dónde había lienzos para secarse y piezas de jabón. Nunca las había visco de ese color violáceo. El jabón de grasa que ha veces usaban porque conseguían era de color terroso o amarillento, no aquella delicadeza perfumada.

No quería parecer un bárbaro, pero aquello lo maravilló como a un chiquillo.

El hombre que estaba a punto de preguntarle si necesitaba ayuda, sonrió.

––Todo aquel visitante de este palacio se sorprende con este antiguo invento. Se conserva del tiempo de la antigua Roma, aunque hay quién dice también que viene de aún mas allá. Hay una habitación con un gran depósito, a la misma altura que las habitaciones, bajo ella se mantiene un fuego siempre encendido, el cual también sustenta como horno a las cocinas. Si lo deseáis podréis visitarlo y contemplar con vuestros propios ojos. Los antiguos gobernantes han puesto mucho cuidado en preservarlo y tenemos personas que solo se dedican a su cuidado––explicó el lacayo..

––Lo haré sin duda––repuso Masroud con una sonrisa enorme al ver levantarse volutas de vapor del agua.

––¿Necesitáis algo más?––dijo el hombre tras girar las figuras. El líquido dejó de fluir, tras ello corrió las cortinas que protegían la pequeña pila––. Para desaguar, solo tenéis que empujar esa losa justo en el centro, saldrá todo el agua por ahí. Y tras aquel biombo, dijo señalando a una de las esquinas––, se ordenó poner un excusado privado.

Masroud asintió, agradecido al criado, pero prefirió continuar a solas. Dioses, era una maravilla sublime. Se sumergió desnudo en aquella piscina de agua caliente en la que cabían estirados dos personas al menos de su tamaño y cerró los ojos. Respiró hondo. La sala de baño, así lo había llamado ese lacayo, era un invento antiguo, sí, pero el solo recordaba tinas de madera o hierro y cubos de agua que calentar al fuego y horas de trabajo para ello. Eso era un placer de los mismos dioses, igual que ese jabón suave, que arrastró consigo el sudor y a sangre. Esta vez por suerte, en la batalla no había recibido ni una sola herida. Las gentes de aquel lugar habían confiado demasiado en su protección natural por esa cordillera apenas impracticable. No le extrañaba haber conquistado la plaza en un día y poco más.

Estaba tan a gusto, pero si permanecía un poco más se dormiría allí. Tenia mucho que investigar sobre aquello, y se encargaría el mismo que nunca fallase tamaño invento para el placer.

Apenas se secó, salió de la sala de baños. La cama estaba destapada, las sábanas de un blanco impoluto. No recordaba desde cuando no veía otra maravilla igual. Sin embargo nada más dejarse caer en su blandura y taparse con una suave colcha, con las contraventanas cerradas, y su espada junto a la cabecera, cerró sus ojos y durmió como hacía años que no lo había hecho.


Horas después abrió los ojos, era hora de levantarse a pesar de haber anochecido. Su hermano Kiran necesitaría descansar. Lo buscó de inmediato nada más vestirse con comodidad, pantalón de piel de ciervo y camisa amplia beige, aunque en su cintura conservó una espada  corta en vez de la que usaba en batalla. Este recién salía de una larga cena con los consejeros y algunos habitantes que ostentaban algún cargo en el palacio, no se enteró bien. Pero se encargó de que su hermano mayor se marchase a descansar. ël se haría cargo de todo hasta el nuevo día.

Recorrió el lugar casi en penumbra. Subió a las almenas, donde sus hombres le saludaron. Sus capitanes habían hecho un buen trabajo, habían mezclado la tropa con alguno de los soldados habitantes del lugar, y les oyó hablar en tono relajado. Ahora había que hacerles sentir parte de el nuevo reino. Los que habían estado a su servicio tenían batallas que contar para noches enteras de vigilancia para aquellos que nunca habían salido de la seguridad de los Reinos Velados.



La noticia de la llegada del ejército de el Sanguinario tardó pocas horas en llegar a oídos de Gyefer, el soberano del reino más cercano. El espía que pagaba puntualmente le puso al día de cada acontecimiento de las últimas horas. Su hijo Rynounm y después su hija estuvieron a las puertas de su habitación, en la cual tenían prohibido entrar, pues su enfermedad era en extremos contagiosa. A punto estuvo de mandar estrangular al mensajero, pero su hijo le hizo desistir en la idea. El simplón no tenía culpa, sin embargo el espía que estaba dentro de los muros del castillo del Uro, solo confiaba en ese pestilente ser.

Hizo prometer a su  Sayideh que no se acercaría a las fronteras, conocía bien a la intrépida joven. Esta no puso objeciones a su palabra, y se marchó de allí poco después. Tendría que mandar a alguien que la vigilase de cerca, pero no era estúpida como para meterse en la boca del lobo, pensó.

Sayideh no tardó ni medio día en reunir a su tropilla de imberbes para hacer una batida a las torres más cercanas. Al menos quería echar un vistazo. No podría ser de inmediato, su padre podía tener a alguien vigilando sus pasos, pero en un par de días que no saliese apenas del patio de armas y practicasen todos allí, en vez de fuera, tranquilizaría los ánimos de su familia y le daría tiempo para organizarlo todo.

Anochecía cuando avisaron a Masroud que el antiguo rey, el viejo Bröden había despertado y pedía hablar con el conquistador de su reino. Durante ese tiempo, su hermano pequeño y él se las habían arreglado para no molestar al mayor de ellos. Pero esta novedad tendría que afrontarla el nuevo señor del castillo.

Se apresuró a ir en búsqueda de Kiran, el cual seguía dormido. Los hombres que él mismo ordenó guardasen la entrada del dormitorio se apartaron de la puerta y la abrieron. Todo estaba a oscuras hasta que él prendió una de las velas. Se acercó a la cama donde descansaba su hermano mayor. Debía de estar agotado, llevaba días sin dormir, y si el baño que estaba contiguo a esa habitación era igual que el suyo, no le extrañaba nada lo relajado que parecía en esos instantes. A pesar de la barba que le hacía parecer algo más mayor de su edad, sus rasgos solo se sobresaltaron cuando su voz le llamó. En ese momento sus manos, rápidas como áspides tomaron las empuñaduras de sus puñales curvos bajo la almohada.

––Kiran, despierta, el viejo rey Bröden pregunta por ti––habló Masroud tras dar un salto hacia atrás.

Al reconocer a su hermano, se relajó. Se estiró antes de empezar a levantarse.

––¿Qué hora es?––preguntó Kiran con voz cansada.

––Ya anocheció. Has dormido día y medio, hermano––sonrió Masroud..

––Me hago viejo, antes solo necesitaba un tercio de ese tiempo para descansar y volver a la lucha––raspondiño Kiran mientras se levantaba del delicioso colchon con sábanas perfuadas y almohadones de pluma.

––Todos, Kiran, todos nos hacemos mayores, incluso yo diría que es hora que tomases una esposa, ya que tienes un reino que gobernar, y tuvieses algunos chiquillos con ella, correteando por aquí.

Kiran le miró como si le hubiesen salido dos cabezas, suspirando hondo se irguió.

––Sueñas, aún me queda mucho por hacer para eso––dijo el ahora gobernante de ese hermoso reinp..

Caminó hacia el baño para abrir uno de los artilugios que dejaba paso al agua de la gran tina, se echó agua en la cara para despejarse. Su hermano le trajo alguna de sus ropas y la dejó sobre una de las banquetas.

––Vístete, por muy rey que seas, no pretenderás andar desnudo por los pasillos, aunque ahora puedes hacer lo que te de la real gana––se carcajeó Masroud.

Kiran se puso rápido sus ropas, y puso en su ancho fajín que sujetaba su casaca sus habituales puñales curvos cruzados. Masrroud lo estudió de arriba a abajo. Aparte que el cinturón era de costosa tela dorada, nada proclamaba que era el rey de ese castillo. Pero. ¿Quién llevaba un vestuario así para la batalla? Sonrió a su hermano mayor

––No es necesario el armamento, el viejo sigue paralizado, tus guerreros controlan cada  rincón de este sitio. Solo parece que la mente del ancioano funciona. Recuerda todo lo ocurrido, y quiere que oigas lo que pueden ser sus últimas palabras.

Kiran se puso en marcha, seguido por su hermano a un paso por detrás apenas.

––Querrá maldecirme con su último aliento––suspiró con Kiran.

––No lo parece––repuso Masroud, mientras apretaban el paso.

Masroud esperó fuera de los aposentos donde descansaba el antiguo rey, se dejó caer sobre una de las columnas. Los hombres que custodiaban el lugar parecían tan aburridos como él mismo en esos momentos. Su hermano no tardó demasiado en salir, Sehram se acercaba hacia ellos por el pasillo y se tuvo que apartar cuando Kiran gritó algo así como que se habían equivocado de mujer.


Masroud y Sehram a duras penas siguieron el ritmo endiablado de su hermano, fue a las cocinas a preguntar algo a las mujeres sobre cómo distinguir a la princesa de la reina, acto seguido corrió a las mazmorras. Bajó a oscuras. Masroud alargó la mano hacia una de las antorchas y le siguió junto a su hermano menor.

––Temo que he ordenado encerrar a la mujer equivocada. Era dos las damas nobles en este reino. Una huyó, embarazada y a punto de parir, la otra... ¿ esa maldita llave?––gritó Kiran a sus hemanos.

Apenas le alcanzaron cuando Kiran rompía de una fuerte patada la puerta para entrar en el habitáculo donde casi dos días antes habían dejado encerrada a la mujer. Atónitos le vieron alzarla en sus brazos y sacarla de allí inconsciente.

––No es ella, me equivoqué, por los antiguos dioses, la que buscamos no tenía ningún tatuaje en su piel. Es la princesa y es doncella.

Mientras ascendía de dos en dos los escalones gritó a sus hermanos.

––Mi enhorabuena, Sehram, en breve vas a ser padre, la reina escapó, pero te supo utilizar bien, semental––gritó Kiran ya a buena distancia de ambos.

El más joven de los hermanos tuvo que apoyarse en ese momento en la pared para no dar con su trasero en el frío suelo. La carcajada de Masroud hizo eco por todo el castillo. Sehram se repetía una y otra vez:

––¿Voy a ser padre? ¿Cómo....?––dijo Sehram mirando a su hermano mediano con cara de asombro.

--- Ahora te explico, hermanito pequeño––dijo Masroud ––. Como dice Kiran, eres un cabeza hueca.


Los dos días posteriores Sheram y Masroud se hicieron cargo de lo más urgente. Su hermano se había encerrado en la habitación en dónde descansó la primera y larga noche con esa muchacha. De alguna manera estaba resuelto a recuperarla de los brazos del Hades a como diese lugar. La chica había estado muy cerca de perecer, por lo visto llevaba más de tres días sin probar agua, y su cuerpo se había resentido. Dioses, pensó, por un momento que su hermano había perdido la cabeza, pero no, así era Kiran un protector nato, como cuando eran pequeños y tuvieron que huir para salvar la vida de su castillo hasta más allá del paso de las nieves. Si ahora caminaban por esta tierra todo fue gracias a que nunca los abandonó.

Ahora había prometido al rey derrocado proteger a esa jovencita, y por los dioses, lo cumpliría a pesar de haber servicio de sobra en ese lugar. Sin embargo él se negó a que nadie loa atendiese mas que él mismo. Había estado a punto de morir por su mano, y  gracias a sus pacientes cuidados pronto despertaría.

Masroud lo visitó en aquellas habitaciones para cerciorarse que todo estaba bien, se encontró con que su hermano Sehram partía en búsqueda de la reina embarazada y posible madre de su hijo, y en el diván, estaba  la doncella inconsciente. Se había llevado una impresión al ver entrar a Sehram todo cubierto con su armadura, confundiéndolo con el Sanguinario, sin saber que Kiran y el usurpador del trono eran la misma persona. Su hermano no se atrevió a presentarse por esa misma razón. Ella le creyó un sanador y confiaba 

Él mismo tenía que ausentarse unas horas de palacio, llegaron avisos de ataque a las torres de guardia al este de la frontera, y vestido con su coraza negra se cruzó con su hermano pequeño. Kiran sin embargo no le dejó pasar a la habitación donde cuidaba de la muchacha como la vez anterior. Masrroud comprendió, y se mantuvo en la puerta, sin traspasarla, haló en tono bajo para no despertar a la dama aún. 

  ––¿Dejarás que viva esa vívora que os capturó?––preguntó Masroud.

––Al fin y al cabo, ¿de qué me sirve su muerte? ¿Mi espalda volverá a ser lisa y sin cicatrices? Gracias a los dioses mi piel ha sanado, mi fuerza sigue siendo la de antaño. Y si está embarazada, puede ser hijo de nuestro hermano. ¿Matarías a la madre de tu sobrino? Somos mejores que eso––repuso Kiran.

Masroud asintió,  su hermano mayor llevaba toda la razón.

––Solo espero que la encuentre rápido y no tenga problemas. Lo único que hemos podido averiguar es que su rumbo rodeó el palacio y mientras nosotros penetrábamos en esta fortaleza, se dirigieron hacia el norte.

––Pues si la pista es cierta, eso la ralentizará. Por lo demás, tenemos que seguir adelante con nuestros planes, afianzarnos en este Reino, Tomar posiciones , y desde aquí...––valoró Kiran.

––Sí, estamos a un paso del que fue nuestro hogar––sonrió su hermano con tristeza.

––Lo sé, parece que puedo oler el perfume a musgo de sus bosques umbríos desde los balcones que dan al este.

––Una alianza con Bröden, si sobrevive a su enfermedad sería lo indicado, como una boda con la princesa. Todo el pueblo estaría de acuerdo y apoyaría cualquier decisión que tomásemos al respecto del reino vecino, nuestro anterior hogar––Masroud, como siempre , el mejor político de los tres..

––Tenemos que, bueno sopesar bien las consecuencias––murmuró Kiran mientras se acariciaba esa barba que debería haber ya desaparecido de su rostro.

––Si tú no lo deseas, me ofrezco voluntario, No me importaría tomarla por esposa. Para ningún hombre sería un sacrificio poseer a una belleza semejante

De nuevo las tripas de Kiran se retorcieron en un síntoma que comenzaba a ser lastimosamente conocido. Sus hermanos no podían acercarse a esa mujer sin que él sintiera ese desgarro en sus entrañas.

––No puedo decidir aún decidir, mejor esperar un poco a que recupere sus fuerzas y observar la convalecencia del viejo Brödem. Voy a llevar a la princesa en cuanto coma algo a ver a su padre para tranquilizarla. Aunque esté en estado catatónico, ella tiene derecho a estar a su lado––desvió la conversación Kiran..

––Llévala pues. Si se queda allí, manda a algún guardia de extrema confianza para que la escolte––repuso Masroud, tenemos en nuestras filas mercenarios que no conocemos por completo.

––Bien, pero prefiero que la mayor parte del día esté aquí, en los aposentos, tranquila, la habitación de un enfermo no puede ser beneficioso para ella–– dijo al fin Kiran––. Además, está el pequeño asunto de su confusión con quién soy en realidad...

––Pues tendrás que darte prisa con que comprenda la situación. Tengo que atender más asuntos mientras tú cuidas a nuestra hermosa princesa. Recuerda, hay que pensar que una alianza en forma de boda con el reino de Bröden, nos será mas beneficiosa que una invasión propiamente dicha. Los reinos de alrededor se tranquilizaran en cuando hagamos correr rumores en ese sentido. Tales como que nuestra llegada ha sido debida a que no querían conceder la mano de la princesa a el Sanguinario o el Implacable, aunque desciendan de la mas pura sangre noble, sabes como adoran los cuentos y los romances imposibles el pueblo llano.

Kiran asintió mientras procesaba cada palabra. Masroud era un increíble estratega, un diplomático aún mejor, y un poderoso brazo guerrero. Este contempló el silencio de su hermano mayor con total confianza y tras palmearle el hombro sonrió.

–– Salgo unas horas hacia los límites del este, temo que tendrás que estar atento mientras vuelvo––no dijo nada más, no era necesario. Un criado se acercaba con la comida para la princesa y Kiran permaneció silencioso y pensativo. Masroud se dio media vuelta y salió en busca de su caballo.


Sayideh se regocijaba en volver locos a los guardianes de dos de las torres vigías del límite de sus reinos. Fueron de una a otra, en corceles ligeros, atacando con flechas las altas paredes de piedra, escondidos entre el bosque que les rodeaba, moviéndose  cada poco tiempo entre las sombras para no ser localizados. Los chicos que le acompañaban también disfrutaron de la pequeña refriega y de poner en práctica sus conocimientos de guerrilla. Sin embargo no pudo disfrutar demasiado del éxito que estaban teniendo. Uno de los suyos le dio la voz de aviso.

Una tropa de soldados con un guerrero a la cabeza con un yelmo con plumas azules y coraza oscura cabalgaba directo hacia ellos. Dio  orden de retirada y pronto estuvieron a lomos de sus caballos, cabalgó la última, mirando hacia atrás cada poco tiempo. La hueste no era superior a la suya, pero los del torreón al que atacaban les dieron la voz de hacia dónde huía con los suyos.

Los chicos sabían que no debían volver  directos al castillo y  se abrieron en abanico, tomando direcciones distintas en aquella zona de bosque bajo. Sayideh tenía que llegar hasta la zona tupida, allí los perderían. Sin embargo el guerrero de la pluma azul se fijó en ella, picó espuelas en su persecución, llevaba un corcel mucho más potente que el suyo, y no iba a dejarla escapar. Tendría que hacer algo extremo para impedírselo, o sería descubierta como parte del reino de Gyefer, en vez de una tropilla de insurgentes.

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