CAPÍTULO 6

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Masroud junto a Jeires y Vermer, fueron los únicos que permanecieron a este lado de los Reinos Velados. El invierno en aquella zona era duro, Nevó un par de meses sin parar, y era difícil moverse y ejercitar a los caballos. Aparte de sus indagaciones, los hombres reforzaron el establo del sanador, y sus caballos estuvieron cómodos y calientes, igual que la única vaca que poseía Eljader y su nieta.

Al empezar los primeros copos de nieve, sus anfitriones insistieron en que al menos durmiesen dentro de la cabaña. Esta era de piedra y el hogar para el fuego amplio para tres personas más y un lobo que se recostaba ante los rescoldos por la noche. El sólido lugar tenía divisiones, aunque apenas por cortinas hechas de piel. La joven Áurea dormía en la pieza central, y en la más alejada el anciano. Apenas una cama y un arca, pero le daba a la muchacha la intimidad suficiente. Aunque desde la vuelta de los hombres tras el rescate del más joven de los hermanos y su posterior partida parecía algo abatida.

Su abuelo la observaba afanarse en preparar comida con las piezas cazadas. De ella misma salió la idea que fuera era demasiado frío y que sus guisos eran sabrosos y alimenticios que los que pudiese preparar Vermer. Aunque la mesa se había ampliado con tres hombres más a la hora del almuerzo o la cena, los tres guerreros solían pasar más tiempo de exploración incluso por tres o cuatro días, o cazando alguna pieza fresca, que dentro de la cabaña.

Kiran y Sehram no volverían hasta que el paso nevado fuese viable. Para entonces ya habían reunido un buen contingente de mercenarios, contratados para sus fines. Llegar al reino del Uro, entrar, hacer justicia con la enmascarada y partir hacia el de Gyefer. Aprovechar la confusión de noticias para retomar aquello que una vez le fue arrebatado.

La preocupación principal de Masroud era la atalaya de defensa nada más bajar del paso. Tenían que tener cuidado siempre y rodear para no alertar a los guardias que podían dar la voz de alarma a las siguientes, así hasta llegar a la misma fortaleza del reino. Entre el plan que trazaba estaba el impedir que eso mismo ocurriese. Solo había un par de hombres en cada torre. Tendrían que sincronizar cada paso para que las tres fuesen desguarnecidas al mismo tiempo.

El primer sol de la primavera apuntaba cuando una tropa de ciento treinta hombres con Kiran y su hermano pequeño llegaron al altozano dónde se hallaba la cabaña del curandero. El mismo Masroud ordenó a la joven que no saliese del abrigo de su hogar. Permanecerían allí al menos un día entero en su cercanía. Por su tropa ponía la mano en el fuego, pero entre los contratados no tanto. Aunque era apenas una criatura flacucha y desaliñada, no dejaba de ser una mujer. Y no quería problemas entre los hombres ni que ella sufriese daño alguno. La muchacha era un ser tranquilo, diligente y a la vez con genio, para ser tan jovencita. No le echaba ni quince veranos, pero el día que el viejo faltase, sería una hermana más para ellos. A veces sonreía con eso, nunca habían tenido que cuidar a una chica, esperaba poder hacerlo lo mejor posible. Y sobre todo, que Sehram se mantuviese lejos de ella, ese muchacho era un peligro para cualquier fémina, todas se enamoraban de esa cara de niño pícaro y de sus dulces y lisonjeras palabras. Y ya había observado como la niña le miraba embobada nada más aparecer el primer día que lo vio.

La mañana que aparecieron a las puertas del hogar, la chiquilla , escondida tras las cortinas de su habitáculo, hizo exactamente lo mismo, no quitarle sus ojos de encima. Apenas era una niña, pensó Masroud, pero ese hermano suyo tenía ese poder sobre el género femenino, no podía remediarlo. Nada más tener un instante a solas con Sehram sacó el tema, más valía poner remedio a tiempo.

––¿El ratoncito ceniciento? ¿Nuestra nueva hermanita, el día que el curandero camine hacia el Hades?––Sehram soltó una carcajada, moviendo la cabeza como si no llegase a creer lo que le estaba contando su hermano––. Si no tendrá ni trece o catorce, una niña flacucha, además, ya me ha hecho jurar mi propio hermano mayor que será algún día nuestra obligación cuidarla como parte de la familia. No entra dentro de mi cabeza nada más. Además, ya sabes, yo las prefiero más adultas y abundantes, y no niñas vírgenes asustadizas.

Leyendas de los Reinos Velados, 2. Masroud el Implacable.Where stories live. Discover now