SURVIVOR โœ“ โžณ James Potter

By Baezzealy

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EPรLOGO
FINAL 2 - James Potter

" XXXIII "

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By Baezzealy

¡NO!

°•°

LA PELIRROJA SE ENCONTRABA CEPILLANDO sus cabellos escarlatas unas y otra vez. Al tiempo en que miraba su reflejo en aquel espejo, viéndose a ella misma pero al mismo tiempo no viendo a nadie más.

Cuando se percató de que su cabello estaba tan liso y que era imposible ordenarlo más.

Aquella joven suspiró, dejó aquel cepillo sobre el tocador, y entonces tomó el par de aretes dorados. Colocó los aretes en sus orejas, viendo como aquellos pendientes colgaban y adornaban su rostro.

Los ojos verdes de aquella joven, estaban cristalizados, llenos de lágrimas, pero ninguna de ellas salían. No podían salir, ya que de lo contrario, la máscara de pestañas y el delineador se correrían, y eso no podía pasar, definitivamente no podía ocurrir ya que estaba a solo unos minutos de salir.

Tomó una bocanada de aire, antes de forzar una sonrisa en su rostro, ponerse de pie y salir del baño.

Aliso aquel vestido de color champagne, y se dirigió a dónde se encontraban aquellas dos chicas.

—¡Mira qué bella estás, Pets! - Sonrió encantada la cobriza, la cual llegó hasta su amiga de cabellos rubios y la abrazo. —Lily, ese peinado que le hiciste quedó divino.

—¡¿De verdad?! ¡Qué bueno! ¡Llevo semanas practicando!

—¿Creen que le guste a Vernon? - Les cuestionó la rubia a sus dos damas.

—Le dará un paro cardíaco cuando te vea. - Le alentó Lily.

—Ojalá eso sea literal. - Cuchicheo por lo bajo Eleanor.

Lo que se tenía que admitir en ese momento, era que Petunia se veía maravillosa. Tenía un hermoso vestido blanco, que era tan ampon como el de una princesa. También, contaba con velo gigantesco, que bien podía arrastrar como dos metros en el suelo.

Su peinado, su maquillaje y ese hermoso ramo hecho de gardenias, la hacían ver espectacular.

—Vernon tiene mucha suerte de tenerte en su vida. - admitió la pelirroja, la cual acarició la espalda de su amiga.

—¿Realmente lo crees?

—Estoy segura.

Unos ligeros toques se escucharon en la puerta, las tres jóvenes se giraron para ver quién era el intruso.

Cuando los ojos verdes de la pelirroja colisionaron con la triste pero al mismo tiempo feliz mirada de la madre de la novia, supo que estaba de más en la habitación.

Saludo ligeramente al matrimonio Evans, antes de salir de la habitación y esperar abajo a qué la recepción se llevará a cabo.

Eleanor bajó las escaleras de aquella casa, acariciando la pared blanca, al tiempo en que veía las decenas de fotos de la familia Evans. Ver a Petunia y a Lily desde que eran bebés hasta como estaban hoy en día, era adorable, pero no tan adorable como aquel sólido matrimonio.

La cobriza salió al jardín, en donde se estaba preparando todo para la recepción, ya que al parecer la Morsa había sido tan tacaña que los Evans corrieron con los gastos de todo.

Aquella bruja suspiró, mientras veía desde el fondo a los invitados y la rápida preparación de lo poco que faltaba. Los tonos blancos y beige, las flores, aquel atardecer hermoso, solo hacía que ella recordará los sucesos ocurridos hace una semana.

Nuevamente suspiro, con la tentadora idea de golpear su cabeza contra la pared.

—Eleanor. - Lily se puso a su lado. —Todo esto es tan lindo ¿No lo crees?

—Bueno, el champagne se ve más interesante que la cerveza.

La pelirroja Evans soltó una risita. —Admito que yo también quiero probarlo desde que se compraron las botellas. - Lily se recargo en la misma pared donde se encontraba su amiga.

—Es lo único que nos consuela de esta boda. - Aquello no era más que la verdad, ninguna de las dos cobrizas quería que la rubia se casará con ese sujeto, y Lily estaba segura que incluso sus padres tenían problemas para aceptar aquella unión.

—¿Y cómo te va en la academia? - Le cuestionó la doctora. —¿Qué tal la primera semana?

—Fue… bastante pesada. - Admitió. —Fueron pruebas físicas, la mayor parte falló en ellas ya que nos tomó desprevenidos que tomarán en cuenta la condición física. - Explicó. —Marlene y yo apenas pudimos pasarlas.

—¿Cuántos fueron eliminados?

—De las mujeres tal vez más de la mitad. - Resopló ligeramente indignada. —Y de los hombres, como una cuarta parte.

—¿Y sabes cómo les fue a los chicos?

—Yo opino que excelente, pasaron las pruebas con el mayor puntaje. - Le informó. —Remus destacó mucho en fuerza, su licantropía le ayudó bastante. Peter es muy bueno escabulléndose, Sirius presumiendo como siempre que es capaz de destacar en todo, y James es demasiado veloz y ágil. De hecho, Black no cabía en su sorpresa de que Sev haya quedado en primer lugar en atletismo.

—Con el ese cuerpo tan escuálido que tiene, yo también me hubiera sorprendido si no lo conociera. - Se burló, aunque segundos más tarde esa sonrisa se congeló en sus facciones. Para ser honesta consigo misma, le pesaba enterarse del desempeño de sus amigos por medio de Lily ya que desde hace una semana ella evitaba a los merodeadores como si fueran la peste, ¿Y cómo no evitarlos? Si había roto el corazón de uno de ellos.

—O'Malley… no quiero entrometerme y que me golpees por ello, pero… ¿Qué ocurre?

—¿Por qué la pregunta?

—Bueno… El humor de James no es precisamente bueno últimamente. - Explicó. —A veces parece un demonio, pero la mayor parte del tiempo se ve… deprimido. - Aquel par de ojos verdes claros estaban dándole una pequeña evaluación a su compañera. —Y tú tampoco te ves muy bien. - Le comentó. —O sea, te ves divina vestida así, solo que no te ves muy… ¿Feliz?

La cobriza sonrió de medio lado ante la última aportación de Lily. Sin embargo, su mente estaba tratando de recrear las palabras que había dicho su acompañante. Haciéndola imaginar a James en diferentes cuadros que rayaban entre la irá y la depresión por su causa.

Se suponía que sería la primera semana del moreno en la academia de aurores. Él junto con sus amigos habían sido prácticamente aceptados en el trabajo que siempre soñaron. Debería de estar feliz y entusiasmado, pero como siempre, ella en lugar de traer buenas noticias consigo, traía desdicha e infelicidad.

—James me propuso matrimonio la semana pasada. - Le informó a los ojos curiosos de la otra pelirroja. —Lo rechacé.

Fue inevitable para Lily no jadear ni soltar una exclamación de asombro ante aquello. Si algo tenía muy claro la leona era la solidez en la relación de James y Eleanor. Definitivamente esos dos eran una pareja tan tierna y sólida que sintió mucha envidia de ellos al principio, y más tarde la envidia se volvió en un sentimiento depresivo al darse cuenta de que probablemente ella nunca tendría algo así de lindo.

Quería hacerle mil preguntas a Eleanor, tenía muchas dudas al respecto y a parte le intrigaba saber lo que pasaba por la cabeza de su reciente amiga. Sin embargo, cuando vio a Eleanor, cuando vio esa tristeza debajo de las capas de maquillaje, cuando vio su mirada depresiva supo que no tenía nada que decirle o preguntarle, no necesitaba ser cuestionada, ella tenía que ser comprendida.

—¿Sabes? Te puedes acabar todo el champagne si gustas.

La pelirroja soltó una pequeña carcajada cuando escuchó aquel comentario. —Honestamente, ese es el comentario que más me ha consolado hasta el momento.

°•°

Fleamont suspiró, se encontraba cansado y hartó de aquella situación. Su querida esposa no dejaba de dar suspiros de angustia cada que veía a su hijo, Y hablando de su hijo, esa era la última comida que se saltaría, de lo contrario se dejaría de llamar Fleamont Potter.

Así que decidido, dejó su periódico sobre su escritorio, para posteriormente ponerse de pie y salir de su despacho. El mayor comenzó a caminar por su casa, hasta que subió y llegó a la habitación del menor.

James no había salido de ahí para absolutamente nada que no fuera trabajo. Y era algo que comenzaba a preocuparlo. Sobre todo al ver los inútiles intentos de sus amigos, ninguno de los tres fue capaz de hacer que el moreno saliera de su depresión, así que ahora el encargado sería él.

Aquel hombre suspiró y dio unos cuantos toques en la puerta, pero ni siquiera se sorprendió al no recibir respuesta alguna. Respetaba la privacidad de su hijo, pero ese era el límite de su paciencia.

Fleamont sacó su varita y con un sutil hechizo provocó que la puerta se abriera de un golpe.

Sus ojos marrones observaron curiosos todo lo que había a su alrededor, todo estaba revuelto, ropa tirada ya que el ropero estaba sobre el suelo. La cama destendida, el espejo roto, y una oscuridad demasiado densa debido a la falta de luz por culpa de las cortinas que llevaban días cerradas.

Y ahí, en un rincón, sentado sobre la alfombra se encontraba James, aún mantenía su ropa del día de ayer, con la corbata a medio ajustar, con los cabellos revueltos, y muy probablemente con su corazón hecho trizas.

Fleamont suspiró de nueva cuenta, cerró la puerta detrás suyo y caminó con cuidado de no pisar la ropa, la madera rota y los pedazos de vidrio. Fue entonces cuando por fin logró llegar hasta el rincón donde estaba sentado su hijo, con un poco de dificultad tomó asiento en la alfombra a un lado de su único hijo.

—¿Qué sucede, James?

El moreno elevó la cabeza en un arrebato de furia, dejando a la vista sus ojos rojos debido al llanto y la falta de sueño de todos estos días.

—¿Es enserio, papá? - Le cuestionó con cierta sazón amargo. Para esas alturas del partido, ya todos sus conocidos sabían que lo habían rechazado con un contundente “no”. —¡Me rechazó! ¡La mujer que amo, me mandó al infierno en dos segundos!

—¿Y por eso estás así?

—¡¿Y no crees que es motivo suficiente?! - Le cuestionó indignado. —¡Me mandó al diablo! ¡Me dijo que no! ¡Se fue de la playa dejándome de rodillas en la arena sin ninguna explicación! ¡No me abre la puerta de su casa! ¡No responde mis cartas! ¡Me compré un teléfono para hablarle y la cosa esa no funciona! ¡¿No crees que ese es motivo suficiente para estar así?! - La voz del muchacho se quebró en cuestión de segundos, tenía un nudo en la garganta de tan solo recordar lo sucedido. —¡Mi novia me dejó! ¡Se terminó todo! ¡Ella debe odiarme! ¡No soy lo suficiente! ¡Yo…!

—James. - Fleamont puso una mano en su hombro, frenando al muchacho en un instante. —Basta.

—¡Es la verdad, papá! ¡Eleanor es sorprendente! ¡Es maravillosa! ¡Inteligente, hermosa, una atleta por naturaleza, ella es una Diosa! ¡¿Y yo que soy a su lado?! ¡Nada! ¡Tal vez ella esté buscando algo mejor! ¡Uno de esos científicos que hacen cosas raras pero útiles para la humanidad! ¡Tal vez ella busque a alguien que sepa cómo utilizar un maldito teléfono!

El patriarca Potter soltó una pequeña risa sin poder evitarlo. Sus ojos castaños miraron el teléfono que estaba tirado en el suelo.

—En primer lugar, hijo, ese teléfono no funciona porque nosotros no tenemos esa cosa… ¿Cómo se llamaba? ¡Oh, sí! ¡Línea! Sin línea telefónica, tu aparato no servirá.

—¡Argh! ¡¿Ves?! ¡Soy un estúpido! - El moreno golpeó su cabeza contra la pared.

—Hijo… Eleanor te ama, puedo apostar cada galeón de nuestra fortuna a qué esa joven te ama.

—¡Por Merlín, papá! - Rezongo el moreno. —¡Yo no soy más que un amor de verano para ella!

—No es así, James. Eleanor realmente está enamorada de ti.

—¡¿Y cómo puedes asegurarlo?! ¡¿Cómo puedes decir eso después de todo lo que pasó?!

—Lo puedo asegurar, porque Eleanor te mira de la misma forma en la que yo miro a tu madre. - Explicó. —Debiste verla aquel día, en el primer ataque a Hogsmeade. Ella estaba herida, aturdida, pero aún tambaleándose camino hasta tu cama, y tomó asiento a un lado tuyo, tomó tu mano y estoy seguro de que no se movió hasta que despertaste.

—Pero…

—Debiste ver cómo te veía en navidad, cómo te mira hoy en día, ella te ama realmente.

—Ella dijo “no”.

Fleamont negó ligeramente antes de ajustar sus gafas y mirar hacia el techo.

—James ¿Has visto a Harrison?

—¿Sí…?

—Bueno, él tiene unos músculos jodidamente envidiables, mucho cabello, una barba y una mandíbula cuadrada como si fuera dios nórdico. - Fleamont chasqueó la lengua irritado por describir al padre de la chica. —Y eso se debe a qué él es un hombre joven, ¿Sabes cuántos años debe de tener? Honestamente, no le calculo más de cuarenta.

—¿Eso qué tiene que ver?

—Harrison tiene cuarenta años y tiene dos hijos de dieciocho, otros dos más de dieciséis, y por último otros dos de catorce. - Explicó. —Cuando yo tenía cuarenta años, tú apenas eras un bebé que se la pasaba durmiendo la mayor parte del día y llorando la mayor parte de la noche.

Fleamont sonrió ligeramente antes de poner su mano sobre la cabeza de James y revolver esos cabellos rebeldes un poco más.

—James, los padres de Eleanor eran muy jóvenes cuando tomaron la decisión de unir sus vidas, probablemente tenían la misma edad que tú tienes ahora. - Aseguró. —Ellos creyeron que el amor lo resolvía todo, y tú sabes muy bien cómo terminó ese matrimonio.

—¡Pero económicamente nada nos faltará! - Replicó de inmediato.

—El dinero no lo es todo. - Explicó. —Un matrimonio no solo necesita dinero para salir a flote, necesita madurez, compromiso, estabilidad emocional, estabilidad sentimental.

—Papá, yo…

—Eres un gran muchacho, es un excelente chico, pero sigues siendo eso, un chico. - Le explicó. —Eleanor, aunque tenga tu edad es muy diferente, porque ella es la representación gráfica de un matrimonio fallido. Ella tomó las riendas que soltaron sus padres, a diferencia de ti, de tus amigos y conocidos, ella ya sabe cómo educar a un niño, como mantener un hogar a flote, ella sabe lo que son los daños colaterales de dos jóvenes que no supieron llevar a flote su relación, ella fue ese daño colateral.

—¡Pero yo…!

—Hijo, tal vez es fácil decir lo que tú novia tuvo que vivir, tal vez para ella es fácil hablar de eso, pero créeme que fue todo menos fácil vivirlo, ser madre, padre, hermana, estudiante, ser todo a la vez provocó que tú novia adquiriera un nivel de madurez y una experiencia de vida imborrable. - Los ojos del mayor se empañaron de tristeza al recordar la pelea de esa muchacha con sus hermanos, al verla tan agotada, tan infeliz pero sobre todo, resignada. —La puedo visualizar, viéndote a ti, pidiéndole matrimonio. Tal vez ella quiso decir que “sí” pero los demonios de su pasado dijeron “no”, ella está haciendo hasta lo imposible por evitar seguir los patrones de su pasado, y tú en ese momento fuiste uno de ellos.

—¿Y qué puedo hacer papá? ¿Qué puedo hacer para que deje de tener miedo? Yo no seré como Harrison, yo no seré como Gabriella, yo quiero ser el hombre que ella necesita.

—Pues comienza por ello, muéstrale que dejaste de ser un muchacho, y que estás convirtiéndote en un hombre. - Le sugirió. —¿Crees que estar encerrado aquí rompiendo todo y muriéndote de hambre la hará regresar? James, estás madurando, pero aún te falta crecer.

El moreno se quedó ahí, viendo a la nada con su visión borrosa porque sus lentes habían desaparecido en un arrebato de desesperación. Pensando cada una de las palabras dichas por su sabio padre.

—Ella es diferente. - Agregó de nueva cuenta su padre. —Sabe lo que es la vida y lo que es la muerte, sabe lo que es la cura y el veneno. Eleanor no es una joven convencional, esto no será para nada fácil, tendrás que aprender a sobrevivir en las garras de su amor.

°•°

Las dos pelirrojas se habían sumido nuevamente en una conversación, considerando las dos ofertas de empleo de la cobriza. Lily estaba siendo la más objetiva de todos sus conocidos, dando los pros y los contras de cada una de sus opciones.

—Es increíble que para ambos trabajos te tengas que presentar el lunes.

—¿Y si lo resuelvo con un volado?

—Eso podría funcionar, así elegí mi carrera.

La joven O'Malley sonrió antes de negar, no se había percatado de la vena humorística de aquella pelirroja.

—Así que se atrevieron a venir. - Los ojos verdes de ambas jóvenes se elevaron para ver a la Morsa disfrazada de novio. —Creí que al menos iban a tener un poco de sensatez para no presentarse en mi boda.

—¿Disculpa? ¿Por qué no me presentaría? ¡Es mi hermana!

—Es mi amiga, y me llegó una invitación.

Vernon era más bajo que las dos jóvenes, se veía ridículo inflando su pecho y encorvandose tanto solo para no verse tan patético. Sus ojos negros las miraban con el más puro de los desprecios.

—Ustedes dos… no deberían de estar aquí, la gente como ustedes no es bien vista, ni por mi familia ni por mi prometida.

—Perdóname pequeño lechón, Petunia jamás ha tenido inconveniente con la magia.

—¡No digas esa palabra aquí! - El hombre se veía preocupado porque su familia escuchará. —Mi Petunia no tuvo más opción que soportar está situación, si hermana es un fenómeno, es lógico que eso lo tuvo que aceptar aunque sea a regañadientes. - La mirada venenosa de ese hombre se posó sobre la chica Evans. —Ella siempre me dijo lo horrible que era vivir con alguien cómo tú, afortunadamente cuando nos casemos podremos dejar de lado está familia tan cuestionable y poco moral.

—Mira maldito pez globo. - Eleanor se acercó al más bajo y presionó su dedo índice contra el pecho que parecía más una barriga infinita de aquel hombre. —A la familia Evans la respetas cabrón, a mí me importa muy poco si es tu boda, yo te parto la cara en…

—No, Eleanor. - Lily la tomó del brazo y la hizo retroceder, al tiempo en que trataba de ignorar el escozor de sus ojos. —No hagas esto, no por él, por Pets, ella merece que su boda sea perfecta.

—Tú a parte de ser una fenómeno, eres una salvaje. - Le acuso con la boca seca, ante el miedo por la reputación de la cobriza. —Más vale que no se queden en la recepción, ninguna es bienvenida en esta celebración. - Les soltó con desprecio antes de irse con la frente en alto hacia donde estaba su familia.

—Hijo de…

—El, no. - La bruja Evans le detuvo. —No hay que arruinar el día, se que lo que dice ese sujeto es grosero pero… hay que hacer un esfuerzo, por Pets.

La joven de la Hilandera frunció sus labios, pataleo el suelo inconforme, pero aún así dejó que esa maldita ballena se marchara intacta. —Juro que algún día, lo atropellare con un coche pequeño. - Eleanor se giró indignada, sin embargo por un momento sus ojos pudieron ver un borrón del otro lado de la ventana.

Aquella muchacha decidió ignorar a la persona dentro de la casa, había muchas personas que estaban ahí y no le importaba congeniar con alguien que no fuera la familia Evans.

—Si lo quieres atropellar, que sea con un tanque, de lo contrario tu auto pequeño terminará hecho pedazos ante tremendo cerdo.

—Completamente de acuerdo.

—Chicas. - La señora Evans salió de la casa, limpiando aquellas traviesas lágrimas y tratando de mantenerse serena. —La boda está por comenzar.

—Entiendo.

Las dos pelirrojas se metieron, para volver a ver Petunia, solo atinaron a sonreírle antes de formarse y hacer la entrada que habían ensayado durante la noche pasada.

De un momento a otro, la boda dio inicio, la familia de cada novio se encontraba distribuida en aquel patio hermosamente arreglado para la ocasión, los padrinos del lado del novio, y las damas del lado de la novia.

Eleanor tuvo que morder su lengua tan fuerte para no ponerse a llorar en ese momento. Ya que por un instante, dejó de ver a la familia Evans y a la familia Dursley, por un segundo pudo visualizar a su familia, a los señores, a sus amigos, a sus conocidos, sentados en esas sillas.

Por un momento no era ese asqueroso cerdo ni Petunia los que estaban en el altar. Ella fue capaz de ver a James frente al juez, de verse así misma vestida con ese pomposo vestido blanco y con ese ramo en sus manos.

Sus ojos verdes se encontraban tan cristalizados que el escozor en ellos estaba siendo como una verdadera tortura.

Trago en seco, se aferró al pequeño ramo de flores que le habían dado. Y se concentró en el color champagne de su vestido. Esa no era su boda, esa no era su boda, simplemente esa no era su boda.

Y probablemente, nunca habría una boda.

—Señorita Petunia ¿Acepta a Vernon Dursley como su legítimo esposo?

¿Por qué? ¿Por qué ella no había aceptado a James? James era lo único bueno que le había pasado en ese mundo. James era un chico extraordinario, James era todo lo que ella quería. Entonces ¿Por qué estaba en la boda de Petunia y no en la suya? ¿Por qué no se encontraba disfrutando de los preparativos? ¿Por qué no estaba convenciendo a su novio de que la luna de miel fuera en la playa?

—No.

Eleanor escuchó aquel monosílabo, por un momento creyó que se había escuchado a ella misma rechazar al amor de su vida, hasta que se dio cuenta de que esa no era su voz.

Los jadeos de sorpresa no se hicieron esperar, reproches indignados aparecieron y un murmullo colectivo se escuchó en el lugar.

—¿Qué dijiste? - La voz del hombre regordete fue solo un susurro, su boca estaba tan seca como un desierto.

—Que no. - La rubia tomó aire y posteriormente soltó el ramo de gardenias que estaba en sus manos. —No me voy a casar con alguien que hace menos a lo más sagrado que tengo, si no respetas a mi familia, no me respetas a mí, se acabó.

La cobriza se quedó impresionada por la valiente franqueza de Petunia, por aquella serenidad y ese temple. El temple de una persona que en ningún momento dudaba de sus acciones.

La mayor de las hermanas Evans, se arrancó el ramo de la cabeza, y a paso decidido caminó por el pasillo nupcial con la finalidad de salir de ahí.

Mientras que las dos cobrizas compartieron una mirada que iba desde el asombro hasta la felicidad, y pronto, corrieron detrás de aquella novia fugitiva.

Lily pudo robar dos botellas de champagne en el camino, mientras que Eleanor se aseguro de tomar un par más.

—El deber de una dama de honor, es manejar el auto cuando la novia quiera escapar. - La doctora habló completamente emocionada al tiempo en que les hacía una seña para que corrieran al coche que su padre le había prestado esa tarde.

—Pues más vale que conduzcas como tú hermano, O'Malley. - Señaló Petunia quien le quitó una botella y la abrió con seguridad. —Sacame de aquí, ahora.

—¡A sus órdenes, jefe! - Las tres jóvenes entraron al auto con la rapidez de un rayo a pesar de sus incómodos vestidos, y más pronto que temprano aquel vehículo ya estaba en marcha a una velocidad de los mil demonios, dejando muy atrás a esa Morza y su detestable familia.

—¿Y cuál es el plan? - Les cuestionó Lily al tiempo en que le daba un trago al licor espumoso y dulce.

—Llevanos a un lugar, un lugar donde esto deje de ser un trago amargo.

°•°

La música era demasiado fuerte, se podía sentir la vibración que había en el lugar a causa de las ondas sonoras. Del mismo modo hacía un calor de los mil demonios debido a la cantidad exagerada de gente que se encontraba ahí.

Y ellas no eran la excepción. Para esta hora, las tres jóvenes estaban bailando en medio de la pista, moviéndose sin parar, brincando y gritando con botella en mano, disfrutando como nunca de una locura que nunca creyeron vivir.

Llevaban horas en aquel lugar, pero eso no parecía importar, tampoco su cansancio, ni el hecho de que sus vestidos estaban pisoteados y desaliñados, todo estaba valiendo completamente la pena.

—¡Ey! ¡Voy a la barra! - Les gritó Lily para que pudieran escucharla. —¡¿Quieren algo?!

—¡Si!

—¡¿Qué?!

—¡Quiero un novio que valga la pena!

—¡Quiero pedirle perdón a mi novio!

—¡No! ¡¿Que si quieren algo de tomar?!

—¡Compra otra de champagne!

—¡Lo mismo!

—¡Va! ¡Ya vuelvo!

La pelirroja se marchó, mientras que las otras dos se quedaron bailando en medio de la pista.

—Oye Eleanor ¿Por qué le quieres pedir perdón a tu novio? ¡Es el mundo el que te debe de pedir perdón a ti!

—¡No! - La pelirroja se seguía moviendo al ritmo de la música, pero al mismo tiempo se bebía lo último que quedaba de esa botella. —¡Me pidió matrimonio! ¡Y lo rechacé! ¡Por eso debo disculparme! ¡Y decirle que se merece el mundo entero! ¡Pero que ese mundo no soy yo!

—¡¿Tú también lo rechazaste?! ¡Ahuevooooo! ¡Tú y yo tenemos una conexión especial! - Soltó en medio de su embriaguez. —¡Amiga, no digas estupideces! ¡Tú eres el puto universo entero!

—¡Ojalá tus palabras fueran ciertas! - La chica siguió bailando con su amiga. —¡Qué bueno que dejaste a ese hipopótamo! ¡Te mereces el perro universo Petunia! ¡Te juro que encontrarás algo mejor!

—¡Eso espero! ¡Pero ya me vi como la vieja de los gatos!

—¡Pues seremos dos viejas de los gatos!

—¡Ahuevo! ¡Tú y yo tenemos una conexión!

—¡Por eso eres mi mejor amiga, cabrona!

—¡Te amo!

—¡Yo también te amo!

—¡Contigo sí me casaría!

—¡Y yo sí te diría que sí!

De alguna u otra forma, ambas jóvenes terminaron llorando en medio de la pista, pero sin dejar de bailar ni decirse que se amaban.

Fue casi media hora después cuando ambas se dieron cuenta de que sus tragos no llegaban. Eleanor se tuvo que subir a una de las sillas para poder ver si encontraba a Lily. Y la encontró, sentada frente a la barra, platicando con un tipo con pinta de delincuente.

Ella se juntaba con delincuentes, pero ese delincuente no era de sus delincuentes, ese sujeto parecía ser de la banda del Rottweiler, por ende, era un tipo peligroso y sin futuro.

“Solo que la tía Lily se casó con un hombre que conoció en un bar”

Nuevamente estaba escuchando voces en su cabeza, pero está vez decidió no preocuparse por eso, y echarle la culpa al alcohol.

Y es que no tenía sentido, Lily no era tía de nadie y tampoco se había casado. Pero algo le decía, tal vez un grillo dentro de su cabeza o el hámster que estaba a punto de morir por una excesiva carga laboral, que tenía que impedir eso a toda costa.

—¡MILANESO!

—¡¿QUÉ PEDO MI HARPÍA?! - Uno de los dueños del bar de mala muerte donde se encontraban reaccionó al llamado.

—¡HAS PARO, WEY! ¡HÁBLALE A MI CARNAL PARA QUE VENGA POR NOSOTRAS!

—¡¿A CUÁL?! ¡¿AL HALCÓN O AL ALACRÁN?!

—¡AL PENDEJO DE ELEAZAR!

—¡YA ESTÁS, AHORITA LE CANTÓ!

—¡CÁMARA, GRACIAS!

—¡AL CONTRARIO, GRACIAS A TI POR VENIR A TOMAR DE LO FINO!

—¡PARA ESO ESTAMOS!

Eleanor se bajó de la silla de un salto, y haciendo un esfuerzo sobrehumano camino con aquellos altos tacones hasta donde se encontraba la pelirroja.

—Hola buenas noches. - Saludó con voz ligeramente arrastrada. —Evans, se solicita tu presencia en medio de la pista.

—Estamos teniendo una conversación.

—Estaban. - Puntualizó, al tiempo en que se aferraba a la mano de su amiga.

—No me voy. - Cuchicheo Lily. —Me llevan.

Y nuevamente la fiesta comenzó para esas tres, aunque los ojos verdes como la muerte de Eleanor, estaban fijos en ese hombre, manteniéndolo a raya para que no se acercara. Se concentró tanto en no dejar que Lily cayera en sus garras, que se olvidó de beber.

Así que media hora más tarde, cuando llegó su hermano, ella era la más sobria de las tres.

—Creí que estabas en una boda. - Le reprochó Eleazar.

—La boda se canceló. - Le explicó señalando a la novia.

—¡Yo fui! ¡Yo fui! ¡Yo dije no!

Eleazar arqueo una ceja antes de asentir.

—¿Eso es bueno o malo?

—¡Es fantástico! - Salto Lily. —¡Nos libramos de un chango racista con problemas de obesidad!

Eleazar sonrió de medio lado, pero a los segundos tuvo que reaccionar rápido para no dejar caer a la pelirroja que se había tropezado por culpa de su vestido y sus tacones.

—¡Oh! - Los ojos verdes de la menor de las hermanas Evans se quedaron fijos en los verdes del menor de los mellizos O'Malley.

—Creo que ya fue suficiente alcohol por hoy. - Musitó el estudiante, mostrándose amable y tranquilo. —Las llevaré a casa.

—¿Nos vas a llevar tú? - Le cuestionó la cobriza sin dejar de verlo con sus grandes y brillosos ojos.

—Sí, en su condición no pueden conducir ni caminar por su propia cuenta.

—¿Te estás preocupando por mí?

—Sí.

—¿Te casarías conmigo?

—Definitivamente. - Eleazar miro a esa joven con cierto brillo en sus ojos. Lily para él siempre fue como el Sol, algo inalcanzable. Por ese motivo no cruzaron palabras en su infancia. Finalmente ¿Por qué una pelirroja fifi se fijaría en el pobre mocoso estúpido al que suspendian cada semana? —Asegúrate de preguntarme eso cuando estés sobria, Fresita.

—Te lo preguntaré mil veces está noche. - Aseguró. —¡Tú has sido muy cruel conmigo! ¡Tú me rechazaste cuando teníamos ocho!

Eleanor y Petunia compartieron una mirada antes de darle un trago a sus respectivas botellas, completamente atentas a lo que sea que estuviera ocurriendo en ese momento.

—¿Te das cuenta de que eso pasó hace diez años? - Se burló.

—¡Claro que me doy cuenta! ¡Ese fue el peor rechazo de mi vida!

—Ni siquiera hablábamos…

—¡Por qué tú siempre te ibas!

—Estás demasiado ebria Evans. - Con la simpleza del mundo, aquel joven se la echó en su hombro para después hacerle una seña a su hermana para que lo siguieran.

—¡No importa! ¡¿Te casarías conmigo si o no?!

—Ya te dije que sí.

—¡Entonces vamos a casarnos ahora mismo!

—Cosas que nunca me pasaran en la vida. - Musitó Eleanor, quien se encargó de sostener casi todo el peso de Petunia para poder comenzar a caminar hacia la salida del lugar.

—Seremos las viejas de los gatos.

—Definitivamente.

°•°

Por el propio bien de las hermanas Evans, los hermanos O'Malley no las llevaron precisamente a su casa, al contrario, mientras más lejos se encontrarán de sus padres, mejor.

Así que de alguna u otra forma, se las ingeniaron para llevarlas hasta el departamento de Eleanor, ese era el mejor lugar ya que ambas muchachas se morirían de pena si Harrison tuviera que verlas en ese estado.

—¿Vas bien Eleanor?

—¡Tú hermana es muy fuerte! ¡Ella puede cargar un elefante!

—¡¿Me estás diciendo elefante?! - Chillo Petunia.

—¡Solo estoy diciendo que puede cargarte!

—¡Pero me comparaste con un elefante!

—¡Eso no es cierto!

Eleanor le tuvo que rogar a Dios por paciencia ya que esa era la sexta discusión de las hermanas en el trayecto.

—Espera un momento aquí. - La joven dejó recargada a Petunia contra la puerta del departamento del frente en lo que sacaba las llaves de su bolso.

—¿Te vas a casar conmigo si o no?

—Ya me has preguntado eso demasiadas veces.

—Te dije que te lo preguntaría mil veces.

Eleanor suspiró antes de abrir la puerta y permitirle el acceso a su hermano. —Llevala a mi habitación, es la que está del lado derecho.

—Bien… ¿Tienes cerveza?

—Creo que solo tengo tequila.

—Supongo que eso sirve para la migraña.

Su mellizo avanzó con la pelirroja colgando por su espalda antes de adentrarse en el departamento.

Eleanor sonrió ligeramente para después girarse hacia Petunia. —Hora de entrar, novia fugitiva.

—No quiero, todo me da vueltas.

—Después de cincuenta botellas de champagne, es lógico que todo te dé vueltas.

Petunia hizo un puchero, le tendió las manos a su amiga para que la ayudara a incorporarse, pero justo antes de que Eleanor se acercara, la puerta donde estaba recargada se abrió, provocando que se cayera de espaldas.

—¡Pets!

Pero la preocupación de Eleanor se disipó, cuando se dio cuenta de que la persona que abrió la puerta, cacho justo a tiempo a su amiga, evitando que ésta cayera al suelo.

Los ojos azules de Petunia se abrieron por la sorpresa de no recibir el fuerte golpe, y aterrizar en algo cálido y blandito. Fue entonces cuando pudo ver unos hermosos ojos azules como el agua.

—¿Se encuentra bien? - Le cuestionó Peter, un poco fuera de lugar porque una novia le cayó del cielo.

La rubia, la cual se encontraba sin aliento, asintió, pero en ningún momento despegó la mirada de ese muchacho con olor a dulce.

—Peter. - Lo saludó la pelirroja.

—Hola El ¿Que no ibas a una boda?

—La novia canceló la boda. - Señaló con la cabeza a Petunia antes de acercarse a ella e intentar hacer que se incorporará. —¿Y tú a dónde ibas?

—Oh… - Musitó al tiempo en que trataba de que la novia se mantuviera de pie. —Iba a ir por pan.

—A mí me gusta el pan. - Susurro Petunia. —Sobre todo los roles de canela.

—¿Con pasas o sin pasas? - Le preguntó intrigado Peter.

—Con muchas pasas.

El rubio sonrió emocionado. —¡Eres de las mías! - Al ver qué Eleanor no podía obligarla a ponerse de pie, decidió cargarla en sus brazos. Mientras que Petunia realmente comenzaba a sentirse como una princesa. —Te ayudo a llevarla. - Le explicó a la pelirroja.

—Gracias Pet. - Los tres ingresaron a su departamento, y una vez que la pelirroja le indico donde depositarla, por fin la chica se pudo deshacer de esos horribles tacones que casi la matan desde mitad de la tarde.

—¿Qué ocurre? - Por su parte, Stella, quien se dormía jodidamente temprano, salió de su habitación con un aire desvelado. —¿Por qué tanto ruido?

—Acabo de llegar. - Explicó.

—Estoy soñando o… ¿En tu cuarto hay una novia junto Peter con?

—En mi habitación hay una novia junto con Peter. - Corroboró. —La novia dejó plantado al novio en el altar.

—Oh… creo que las novias últimamente dicen mucho la palabra "no". - Aquel fue un contundente reproche de Stella hacia ella. La rubia realmente estaba molesta con ella por haber rechazado a James, pero sobre todo, por no tener la confianza de decirle lo que realmente ocurría.

—Sí… - La pelirroja trago en seco. —Creo que tienes razón.

—Ire dormir a, buenas noches, Norelea.

—Buenas noches, Stella.

Eleanor se volvió a quedar sola en la oscuridad de su departamento. Podía escuchar claramente las voces de Lily y Eleazar quienes seguían platicando. Ella por su parte decidió buscar en su cocina. No encontró el tequila porque seguramente su hermano se lo había llevado, pero encontró una botella de ron que le ayudaría a completar la noche.

—El… - La voz de Peter la hizo girar. —Ya me voy.

—Oh, muchas gracias Pet.

—Volveré en unos quince minutos. - Explicó su amigo. —La chica me encargó unos roles de canela.

—¡Oh! ¡Sí! Yo te abro, gracias por todo Pet.

—No es nada.

Cuando su amigo cerró la puerta tras de él, entonces sí sintió como todo se le caía encima. Sus reproches, sus miedos, sus lamentos, todo, todo comenzó a soplarle en la nuca como si fuera un demonio silencioso.

Su departamento estaba lleno de gente, pero ella se sentía tan sola en ese momento, bebiendo en la oscuridad de su cocina, recargada sobre la barra, aquella botella de ron.

—¿Por qué dijiste no?

°•°

Estar despierto a las cuatro de la mañana en un domingo, era una mierda. Pudiendo dormir hasta mediodía para reponer el cansancio de una semana de trabajo, su cuerpo y estúpido insomnio lo hacían despertarse a esa hora y ya no había nada ni nadie que lo hiciera volver a la cama.

A veces, Sirius realmente odiaba su suerte.

Cómo fantasma en pena, se paseaba por su departamento, escuchando los ronquidos de Remus tan claros como el agua, o la música de Jazz clásico que ponía Peter para no escuchar roncar al lobo.

Sirius suspiró, tomó asiento en la sala al tiempo en que sus ojos miraban uno de los tantos libros que había sobre la mesa. Era todo lo que le habían encargado estudiar para las clases del lunes en la academia de aurores.

Tal vez debería de aprovechar sus horas de insomnio y hacer algo productivo. O mejor se quedaría ahí, viendo la portada del libro hasta que amaneciera.

Cualquiera de las dos opciones fue desechada cuando escuchó unos pequeños golpes en la puerta. Curioso por la hora que era, se puso en marcha para caminar hasta su entrada y ver a su inoportuno invitado.

Pero todas sus defensas flaquearon cuando recargada en el marco de la puerta apareció Eleanor. La pelirroja tenía sus cabellos rojos hechos una maraña, el hermoso vestido que traía puesto estaba arruinado, sucio por lo que parecía ser licor. Y la sombra de sus ojos se había corrido como cascada debajo de sus párpados, debido al llanto incontrolable de su amiga.

—Rojita… - Susurro con desaliento. —¿Qué sucede?

—Sirius. - Sollozó. —Abrázame, estoy triste.

El muchacho de ojos grises ni siquiera lo dudo. Envolvió a su amiga en sus brazos sin pensarlo dos veces, al tiempo en que le permitía llorar, no le importaba en lo más mínimo que su torso se manchara por el maquillaje, o los sollozos ahogados que la joven no podía controlar, solo le importaba su amiga.

—Llora, Rojita, llora. - Le alentó. —Sácalo todo.

—James. - Murmuró entre su llanto ahogado. —Se merece algo mejor, y eso duele.

—Rojita…

—Lo perdí, perdí lo mejor que me ha pasado en esta vida.

La mañana del día domingo fue como un balde de agua fría para la cobriza. Amaneció en una casa que no reconocía, y después se enteró del espectáculo que hizo en la madrugada yendo a llorar como un perro sin dueño. La cruda moral era más fuerte que la cruda física.

Aunque para su fortuna, Sirius no la juzgo, al contrario, incluso cuando despertó, le prestó su baño junto con una muda de ropa, y casi a mitad del día, le llevó el desayunó junto con una pócima para la cruda.

Ambos jóvenes se quedaron charlando de todo. Y entonces, tras múltiples preguntas y un razonamiento lógico, llegaron a la conclusión de que los traumas generados por sus padres, les impedían avanzar.

Sin embargo, aunque Eleanor quiso echarle la culpa a Gabrielle por haber rechazado a James, supo que algo más le había impedido acercarse a su moreno. Tal vez, fue una voz en su cabeza la que respondió por ella.

—Gracias por todo. - La pelirroja realmente se encontraba agradecida con Sirius. Él la consoló, la alimentó, y le prestó una pijama, había sido como una especie de lugar seguro.

—No me agradezcas Rojita, para eso estamos.

Eleanor suspiró, y se encargó de abrazar a su amigo una vez más.

Sirius sonrió, entonces abrieron la puerta para que la joven pudiera cruzar hacia su departamento y prepararse para el trabajo del día siguiente, sin embargo, cuando los dos muchachos se encontraban a mitad del pasillo, se giraron ante un llamado desesperado.

—¡Eleanor!

La cobriza se giró de inmediato al escuchar su nombre. No se sorprendió mucho de ver a su mellizo llegar con una cara de cruda, estaba segura de que él también se había embriagado cuando llegó al departamento.

—¿Qué pasó, El?

—Te ves como la mierda. - Apuntó Sirius.

—Soy una mierda. - Le tomó la palabra al muchacho de cabello rizado, al mismo tiempo en que veía desesperado a su hermana. —La cagué Eleanor, ¡La cagué!

—¿Qué fue lo que ocurrió?

Eleazar, con sus manos temblorosas sacó una hoja de su bolsillo. La doctora pudo reconocer que aquello era un documento, pero no alcanzaba a leer lo que decía. —Me case, ¡Me acabo de casar, carajo! - Y el acta de matrimonio que estaba en sus manos, podía confirmarle al mundo entero que Lily Evans era su esposa.

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