—¡Ah! —ni bien Souya entró en tu habitación y te lanzaste sobre él, estampando su espalda contra la puerta de la habitación.
Él emite un pequeño quejido y frunce un poco más el ceño, antes de mirarte.
—¡Wah! ¡No sabes lo feliz que fuí cuando papá dijo que aceptaste! —la sonrisa en tu rostro resplandece tanto, que Souya siente la pequeña necesidad de entrecerrar sus ojos.
Ubicas ambas de tus manos a los costados de su rostro, acorralándolo contra la puerta. Souya no puede evitar tragar saliva cuando la sonrisa en tu rostro cambia, una sonrisa se realmente no sabe desifrar.
Acercas tu rostro al suyo, y aunque él quiere huir en ese mismo instante, no puede, tus brazos se lo impiden así que simplemente se queda tieso en su lugar.
—Ahora eres todo mío~ —canturreas cerca de su rostro, tu aliento choca contra sus labios y Souya siente sus mejillas arder.
Cierra los ojos. Por un momento arrepintiéndose de aceptar este "trabajo", pero vuelve a abrirlos cuando siente como te alejas de él.
—Supongo que ya te lo dijeron, ¿No? —dices, adentrándote más en la sala— Bueno, bienvenido a mi habitación.
Él, aún un poco pasmado por lo anterior, observa alrededor y se impresiona por lo enorme que es, abriendo ligeramente su boca.
—Aquí es donde suelo pasar la mayoría del tiempo. —continúas, tomando asiento en tu cama— Adelante, pasa. Ahora que eres mi caballero de compañía puedes hacer que esta habitación también es tuya.
—Eso sería muy irrespetuoso... —susurra, dando pasos pequeños y dudosos dentro de la habitación.
Te dejas caer en la cama, de espaldas, y sueltas una pequeña risa mirando el techo.
—Que tierno eres... —murmuras, humedeciendo tus labios con tu lengua— Estoy segura de que tú no me aburrirás.
Aunque fue leve, Souya pudo escuchar esas palabras y se sintió ligeramente amenazado por ellas.
¿Acaso... Ocurrirá algo malo si te aburres de él?
En la televisión muestran que todas las familias importantes tienen secretos, secretos muy oscuros...
Carajo, ¿En qué se metió realmente?
—Souya. —lo nombras en un susurro, él gira la cabeza para verte, sin moverse de su lugar— ¿Por qué tanto miedo? Vamos acércate, no te haré nada.
Sin dejar de mirar al techo, palmeas la cama, un lugar a tu costado. Souya te mira, y piensa si es adecuado acercarse, pero al ver tu insistencia decide hacerlo. Deja su mochila escolar en una silla que hay en la habitación y camina lentamente hacia la cama, pensando si aquello realmente será un buena idea.
Pero ni bien está cerca , tú tomas su muñeca y jalas de él, tumbándolo en la cama, a tu costado.
—Esto no funcionará si me tienes miedo. —argumentas, haciendo un pequeño puchero— Eres alguien tímido, eso me gusta. Pero conmigo, ¿Podrías abrirte un poco más? Sé firme, como aquella vez en el centro.
Souya te mira de soslayo para luego observar el techo, es blanco, pero tiene patrones y figuras que parecen hechas a mano; aunque, ahora que mira a detalle, toda la habitación está decorada con esos dibujos, figuras y patrones hechos a mano. No sabe quien, pero el que realizó la decoración realmente es bueno en lo que hace.
—Lo intentaré... —farfulla y se siente un poco aliviado al ver la sonrisa que se forma en tu rostro.
—¡Bien! —exclamas, y al poco tiempo, Souya siente algo moverse entre sus mechones azules.
Desvía la vista del techo y te observa, es tu mano la que se mueve por su cabello; enredándose entre sus rulos y peinando su cabeza con suavidad. Se siente relajado bajo tu toque, y es claro, ya que sus ojos se entrecierran e incluso se acerca un poco más a ti, pero sólo un poquito.
—En verdad quería tocar tu cabello. —mencionas, riendo leve por su acción.
Para ser su primera vez, todo está bastante tranquilo. Algo a lo que Souya podría acostumbrarse...