SURVIVOR โœ“ โžณ James Potter

By Baezzealy

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EPรLOGO
FINAL 2 - James Potter

" XXXI "

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By Baezzealy

EN BLANCO
°•°

NUNCA CREYÓ QUE ALGO así pudiera ocurrir, jamás se le cruzó por la mente el cuadro que sus ojos estaban viendo. A sus ojos ella era una alimaña, un bicho raro, era como "el negrito en el arroz" ya que era un ser mágico cuando todos los demás en su familia eran personas normales.

Ahora estaba ahí, tragándose cada una de sus palabras, y es que, sentados en diferentes camillas, sus hermanos se pasaban una "pelota" hecha de magia para distraerse.

—Así como nos ves, así te miramos la primera vez. - Se burló Eleazar, el cual estaba tumbado a un lado suyo, debido a la explosión mágica que tuvo durante la tarde anterior se sentía más agotado y débil que un señor de noventa años.

Debido a esa situación el muchacho tuvo que quedarse en la enfermería como un paciente más. Y en algún momento de la noche el chico se mudó a la cama de su melliza, donde supuestamente uno cuido del otro en cada momento.

Eleanor sonrió antes de suspirar, para después acomodarse en la cama y recargar su cabeza en el hombro de su hermano.

―Aún me cuesta creer que estuve una semana en coma. – Musito la chica. ―Una semana dormida y me siento más agotada que un perezoso.

―Fue una horrible semana para todos. – Gruño Erick. ―La próxima vez que haya un ataque de brujos malignos, abstente de participar por favor.

―En mi defensa, yo no quería ser participe, pero como siempre, me vi involucrada en un asunto ajeno al mío. – La joven rodó los ojos al recordar como hizo hasta lo imposible por alertar a todos, pero aun así no logro escapar a tiempo.

―Como todo buen O'Malley debías de poner el ejemplo de hacer cosas estúpidas. – Suspiro Harrison. ―Lo importante es que ya has despertado.

―¿Segura que te encuentras bien? – Le cuestiono Elías.

―Sí, siento mis extremidades pesadas y ligeramente entumidas, pero es normal ya que estuve diez días sin movimiento alguno. – La joven abrió la palma de su mano derecha, en donde pudo ver una nueva cicatriz, lo más seguro es que se la haya hecho durante el ataque.

―No tienes que hacer movimientos bruscos. – Informo Erwin. ―Iremos paso a paso, en lo que tu cuerpo se adapta de nuevo a tu día a día.

―Es bueno saber que respondiste bien neurológicamente.

―El golpe no paso a mayores.

―Suponemos que cuando paso la inflamación cerebral tu despertaste como era debido. Aunque muy probablemente el ruido de la explosión mágica de ese pendejo te despertó.

―Aunque... también está la posibilidad de que aquella explosión mágica te reviviera, tal como lo hiciste tú conmigo cuando era un bebé.

―Estoy sorprendida por dos cosas. – Admitió la pelirroja. ―En primer lugar ¿Desde cuándo ustedes saben tanto sobre medicina? Los únicos médicos de la familia somos nosotros dos. Y, en segundo lugar, ¿Todos ustedes despertaron su magia ayer?

―Sobre tu estado de salud es más que obvio, estos mocos estuvieron acosando al doctor Brown para que les explicara sobre tu estado.

―Ese viejo termino prohibiéndonos la entrada al hospital...

―A menos de que lleguemos con las patas por delante...

―Y con respecto a la brujería.

―Magia. – Le corrigió la cobriza.

―Es lo mismo esa mamada. – Replico Erwin. ―Todos despertamos nuestro núcleo ayer.

―Pero ¿cómo?

―Bueno, el viejo fósil de barba de chivo intento hechizar a papá. – Alego Erick.

―Y solo basto con ver el destello de la varita...

―Para que algo se removiera en nosotros...

―Fue más que nada algo involuntario...

―Pero ambos movimos nuestras manos...

―Y fue como si un escudo envolviera el cuerpo...

―De papá...

―Y ahora nuestros ojos cambian a naranja...

―Y amarillo.

La pelirroja pudo ver el destello dorado y anaranjado sobre las miradas normalmente azules de Elías y Elián.

―Y con nosotros fue lo mismo. – Añadió Erwin. ―Nuestros hermanos habían cambiado de un segundo a otro y aquellos viejos brujos se sintieron amenazados, sacaron sus estúpidas varitas y cuando menos nos dimos cuenta se las habíamos quitado.

―Todo ocurrió demasiado rápido. – Explico Erick. ―Pero desde que llegamos a Hogwarts nos sentimos en desventaja, ¿Qué podríamos hacer nosotros a lado de brujos? Por eso cuando los vimos sacar sus varitas fue como un instinto...

―Un instinto desesperado para defenderse. – Completo la cobriza. ―No fue ambición, fue protección.

―Ajá... ¿Por qué ambicionaríamos algo tan patético como la magia? – Le cuestiono Erick. ―Ni que fueran dólares.

Eleanor sonrió de medio lado, con un brillo emocionado en sus ojos al recordar las palabras de Morgana.

―¿Y tú Eleazar?

―Honestamente ni siquiera me di cuenta. – Suspiro. ―Yo solo... estaba platicando contigo, y por un momento pensé que realmente no despertarías, estabas tan pálida que podías compararte con un cadáver, creí que no... y entonces sucedió, una luz verde arrasó con toda la enfermería, pero no te lastimo en absoluto y cuando te vi, ya habías despertado.

Entonces lo comprendió todo. La maldición Le Fay más que quitarle la magia a su descendencia ambiciosa, se encargaba de hacer que los hijos siguieran los patrones de sus padres. Si un padre era un loco ambicioso el hijo lo sería.

Pero Gabrielle cambio el ciclo cuando le gusto más el dinero muggle que la magia, y Harrison enloquecido a causa de perder a su ser amado. Incluso ella fue un patrón para sus hermanos, quien por un acto de desesperación despertó su núcleo mágico años atrás, al igual que ellos el día de ayer.

Los ojos verdes de la cobriza fueron iluminados por ese destello morado de la magia de uno de sus hermanos hasta que dicha pelota mágica se estrelló contra uno de los cristales de las ventanas de la enfermería provocando que se rompiera.

―Mierda.

―Les dije que tuvieran cuidado. – Gruño Harrison.

―¡Fue sin querer!

―¡Claro! ¡Cómo ustedes no pagan los vidrios rotos!

Eleanor sonrió ligeramente al ver aquella pelea, ella con toda la simpleza del mundo hizo un movimiento con su mano, haciendo que aquellos pedazos de cristal se volvieran a juntar hasta crear de nuevo la ventana rota.

―¿En algún momento nosotros podremos hacer eso? – Le cuestiono por lo bajo su mellizo.

―No. – Suspiro. ―Si quieren ser magos reales, debes de aprender a utilizar una varita. – Explico. ―En el mundo mágico no es bien visto manejar la magia como lo hago yo.

―Es por ese motivo que tu interrogatorio con los mentados aurores duro horas. – Hablo seriamente Harrison, quien a regañadientes tuvo que dejar a la pelirroja esa mañana para que respondieran un sinfín de preguntas relacionadas con el ataque.

―Así es... en cierto punto, es peligroso que un mago no tenga una varita, ya que su magia podría tomar el control de él. – Les informo. ―Si van a volver a casa, les pido que se abstengan de hacer hechizos, ya que es ilegal que un menor haga magia fuera de Hogwarts, la razón por la que el ministerio no intervino es porque estaban justamente dentro del castillo.

―Entonces ¿No podemos ser brujos?

―Si quieren serlo, deben de esperarse hasta tengan diecisiete para que yo les pueda enseñar, si no quieren esperar, debemos buscarles un tutor mágico que los enseñe y comprarles unas varitas.

―Al chile el mundo mágico no me llama la atención. – Se encogió de hombros Erwin. ―Yo quiero correr autos.

Erwin es piloto de autos.

La cobriza frunció el entrecejo ligeramente al escucharse a ella misma decir eso. Es como si algo hubiera afirmado dentro de su cabeza que su hermano en la actualidad fuera realmente un piloto profesional.

―¡Me vas a tener con el alma en un hilo!

―Pero papá ¡Ese es mi sueño!

―Lo serás. – Afirmo confiada la pelirroja. ―Algo me dice que en algún momento estarás representando a Inglaterra en la fórmula 1.

―¡Sabía que podía contar contigo! – El muchacho con el tatuaje de un alacrán salto a la cama de su hermana, aplastándola a ella y a su mellizo.

―Formula 1, vas a terminar muerto, idiota. -Resoplo ligeramente preocupado Erick. ―Por mí tampoco te preocupes, ¿Sabes que el dinero muggle vale más que el peso mágico? A parte yo me veo como...

―Un empresario. – Completo ella. ―Asociándote con papá.

―Y llevando su empresa a ser internacional.... – Erick sonrió. ―Me encanta que me conozcas, hermanita.

La pelirroja sonrió ligeramente, pero para ser honestos ella no tenía idea de porque había dicho aquello, pero extrañamente estaba segura de que así sería.

―Ya veremos qué pasa más adelante, si se quieren adentrar por completo en la magia, cuentan conmigo para todo.

Harrison frunció el entrecejo, nada convencido con lo de la pelirroja había dicho, de hecho, estaba a punto de replicar de no ser porque las puertas de la enfermería se abrieron.

―¡Buenos díaaaaaaaaas! – Fue el grito entusiasta de Sirius. ―¿Cómo amanecieron hoy? – El muchacho entro en compañía de sus otros tres amigos. Los cuatro merodeadores tenían cara de desvelo total, y Remus principalmente se veía como la mierda.

Eso no era tan extraño, hasta que la cobriza noto a un muy molesto y desvelado pocionista caminar detrás de ellos.

―¿Ese idiota siempre...?

―¿Es así de ruidoso?

―A veces no hay quien lo pare. – Musito Eleanor con una pequeña sonrisa. ―¿Cómo les fue?

―Perfecto, como siempre, traemos a nuestro muchacho en calidad de bulto ya que le pego un resfriado tremendo esta noche. – Peter y Sirius se encargaron de meter a Remus en una cama. ―¿Cómo se encuentran ustedes, familia O'Malley?

―Mejor que ustedes, al parecer. – Respondió Erwin.

―Yo ni siquiera sé qué demonios hago aquí. – Se quejo Severus.

―¿Venir a ver a tu mejor amiga? – Sonrió la pelirroja.

―Tú no eres mi mejor amiga, O'Malley.

―Auch, me duele el látigo de tu desprecio Prince.

El moreno tomo una gran bocanada de aire antes de caminar hacia el frente, pasando por todas aquellas miradas azules de los O'Malley, sus miradas eran pesadas y duras, y lo peor era que la mayor parte de esas miradas le prometían una muerte inminente.

―Buenos días a todos. – James forzó una sonrisa para los cuatro hermanos menores de su novia. Entonces se giró hasta ella para caminar a su lado. ―¿Cómo te sientes, amor? ¿Cómo pasaste la noche? ¿Alguna molestia, Bonita?

―¿Cimi ti siintis imir?

―¿Ilgiini milistii, biniti?

―Chinga tu... ¡Auch! ¡Papá!

Eleanor suspiro y rodo sus ojos ante sus estúpidos hermanos, pero cuando miro a James, vio el mundo de color rosa nuevamente. ―Hola amor. – La joven ignoro el gruñido unánime de todos los hombres de su familia. ―Me siento relativamente bien... aunque me siento muy agotada.

―¿Cansada? ¿Después de dormir diez días? – Se burlo el moreno.

―¡Oye! ¡Siento que no dormí nada! – La cobriza hizo un puchero. ―Me dan ganas de dormir otra semana más.

―No digas eso Bonita, ya no quiero verte dormida de nuevo.

―Princeso...

―¡ELEANOOOOOOOR! – Todos tuvieron la intención de cubrir sus oídos cuando escucharon el chillido de la chica que iba entrando a la habitación.

―¿Lily...? – Cuestiono ligeramente confundida la bruja al ver a la otra pelirroja entrar como una bala escarlata a la enfermería. ―¿Qué suce...?

―¡Petunia! ¡Eso sucede! – Explico mientras llegaba hasta ella. ―Recién despiertas y ella ya quiere matarte nuevamente, ¡Mira lo que nos mandó!

La doctora arrugo su nariz cuando tomo aquel sobre blanco decorado con destellos dorados. Cuando saco el contenido del sobre y leyó lo que estaba escrito ahí, casi le da algo.

―¡¿QUÉ CARAJOS?! – Ambas chicas pelirrojas estaban tan coloradas como sus cabellos. ¿Y cómo no estar molestas? Si en ese sobre venía la invitación a la boda de Petunia Evans y Vernon Dursley. ―¿Cómo que se va a casar? ¿Cuándo diablos se lo propuso?

―¡No sé! ¡Tampoco me dijo nada!

―Se va a casar Petunia ¡Se va a casar! – Grito con histeria mientras miraba a su novio con horror.

James se sintió ligeramente incomodo, intento hablar, pero tuvo que aclarar su garganta debido a que su voz casi se le fue por la reacción de su novia.

―¿Tiene algo de malo que se case? Acaso tú... ustedes, ¿No quieren casarse?

―Potter, nosotras no tenemos nada contra las bodas.

―Exacto, el problema no es que ella se case, Princeso, el verdadero problema es con quien se casa. ¡Vernon es un tipo desagradable!

El león suspiro aliviado al escuchar aquello.

―Debo admitir que ese sujeto solo sabe pinchar los huevos. – Rodó los ojos Eleazar.

―¿Petunia casada con esa morsa? – Erwin se burló. ―Pobre de tu hermana, Evans.

—¡Ay! ¡Ya ni me digas! Por cierto, Eleanor, nos escogió como damas lo cual sería lindo si no se estuviera casando con una morsa.

—¿Dama? ¿Yo? ¡Me opongo!

—¡No me dejaras sola en esto, O'Malley! - La pelirroja pataleo con una notable molestia, hasta que sus ojos verdes repararon en unos del mismo color, pero con mayor intensidad. —¿Y que se supone que haces tú acostado ahí?

Eleazar miro a ambos lados hasta que se dio cuenta que se dirigía a él.

—Estoy cansado, ayer tuve una explosión de magia accidental y...

—Eleazar, te recuperas en una noche de las explosiones mágicas, anda, levántate de ahí. - Lily camino hasta el muchacho para tomarlo del brazo y obligarlo a pararse. —Solo incómodas a tu hermana la cual si necesita descansar.

—...

—...

—...

—...

—...

—...

Los O'Malley restantes compartieron una mirada al ver la extraña sumisión de Eleazar, quien, aunque molesto y ligeramente encaprichado le hizo caso a la pelirroja.

—Do

—Mi

—Na

—Di

—Si

—Mo

—¿Es de O'Malley hablar de esa manera? - Les cuestionó Sirius, al ver cómo cada miembro de la familia dijo una sílaba.

—Sip. - Respondieron al unísono.

—¿No creen que ya es demasiada gente aquí? - La voz bastante irritada de Pomfrey se hizo escuchar. —Esto no es un salón de fiestas.

—¡Ella es nuestra hermana!

—¡Ella es mi novia!

—¡Nosotros trajimos a Remus!

—A mí me obligaron a venir.

—¡A él le tiene que cambiar sus terapias!

Madame Pomfrey tuvo que tocar el puente de su nariz y tomar amplias respiraciones para armarse de paciencia. Aquellos últimos días habían sido tan estresantes que la mantenían con los nervios crispados.

—Al menos, háganse a un lado. - La cansada mujer se dirigió hacia la cobriza que se veía tanto o más agotada que ella misma. —¿No ven a la señorita O'Malley necesita descansar? Algo que no puede hacer con ustedes aquí.

—De hecho, ella necesita moverse nuevamente.

—Para que su masa muscular y sus...

—Sí, lo sé. - Gruño. —Pero necesita dormir correctamente, comer, y cuando sus ojeras extremadamente oscuras desaparezcan comenzaremos con el movimiento. - Prosiguió. —Así que señorita Eleanor, estará como mínimo otra semana más en la enfermería antes de que retome sus clases.

—Sí Madame Pomfrey...

—Le agradezco su amabilidad, pero eso no será necesario. - Harrison interrumpió a su hija. Por primera vez después de casi seis horas se puso de pie dejando atrás aquella incómoda silla. Ignoro por completo el crujir se su espalda, para enderezarse correctamente y cruzar sus brazos sobre su pecho en una postura tensa. —Esta misma tarde volveremos a casa.

—¡¿QUÉ?! - Fue la pregunta de la mayor parte de estudiantes del colegio y amigos de la pelirroja.

—¡Harrison!

—Señor O'Malley, su hija necesita cuidado y...

—Cuidados que se le darán en casa y en un hospital donde haya médicos en quienes confíe, sin ofender. - Harrison suspiró, y cuando vio el ademán de sus hijos y los demás estudiantes de replicar, continúo. —Esta guerra no es tuya, no es nuestra guerra, si tú y tus hermanos quieren ser brujos ¡Perfecto! Lo serán, pero no aquí. - Sentenció. —Nos iremos a otro continente donde no haya mortifagos y esas cosas... En América, Asia, Oceanía y África también debe de haber escuela para brujos ¿No es así?

—Sí las hay señor... pero... - Lily se vio interrumpida por el mayor.

—Perfecto, entonces iremos a casa en donde tú te recuperarás y una vez que te encuentres bien, comenzaremos a ver las opciones mágicas en otro continente.

—Pero Harrison, yo no puedo.... - Los ojos de la pelirroja rápidamente conectaron con aquella mirada achocolatada de James.

—No te estoy preguntando Eleanor, casi te pierdo una vez, no pienso pasar por esto nuevamente. - Una extraña aura autoritaria rodeo al mayor, imponiendo respeto y miedo por igual, impidiéndole a los demás protestar. —Aún eres menor de edad y estás bajo mi cargo, por lo tanto, te estoy informando, no preguntando, lo que va a ocurrir de ahora en adelante ¿Quedo claro? - Los ojos azules del mayor pasaron por cada uno de sus hijos. —¿Les quedó claro?

Un espeso silencio se formó en el lugar, en donde los reclamos y berrinches se quedaron en la punta de la lengua de cada uno de los restantes.

La cobriza frunció sus labios en una fina línea, antes de que inevitablemente una sonrisa apareciera en su rostro.

—Está bien, papá.

Harrison casi se rompe el cuello cuando de nueva cuenta se giró hacia su primogénita. Por un momento creyó haber escuchado mal, pero no, pronto comprendió que lo que había salido de la boca de su hija era verdad.

Le había dicho "papá" después de tantos años.

Sus ojos azules se cristalizaron de inmediato, y fue algo que no pasó desapercibido por la cobriza, la cual, se las ingenió para tomar su mano.

—Ya escucharon a papá, no se pongan cómodos que pronto volveremos a casa. - Se dirigió a sus hermanos, para después volver a su chico. —Princeso, ¿Crees poder sobrevivir en una relación a distancia?

°•°

Tuvo que saltarse unas cuantas, de sus clases de ese día, nada que no pudiera reponer después. Y también estuvo escondida por horas hasta que por fin aquellas... bestias, se fueran del lugar.

Solo hasta entonces, entro a la enfermería, en donde se topó de lleno con los ojos verdes de aquella cobriza que aparentemente estaba peleando con un gato tuerto por el espacio de la cama.

—De todas las personas, a la última que esperaba ver era a ti.

―Si te sirve de consuelo, yo tampoco esperaba tener que venir a verte, maldita impura.

La cobriza sonrió, Bellatrix intentaba ser lo más altiva posible, pero ella podía apreciar la incomodidad y vergüenza que la serpiente sentía en ese momento.

―¿Qué se te ofrece, Bella?

―¡¿Desde cuando te tomas atribuciones para llamarme así?!

―Desde que le mande una carta al señor Black y forme parte del Wizengamot con el único fin de... ayudarte.

La muchacha de melena desordenada gruño por lo bajo antes de resoplar, quería gritarle en la cara a esa pelirroja que ya le había pagado el favor, pero era bien sabido que ahora de nueva cuenta ella le estaba haciendo otro maldito favor.

―¿Por qué no hablaste? – Le cuestiono de mala gana. ―Eres sospechosa ante los ojos de los aurores por saber del ataque, si me hubieras delatado...

―Irías a Azkaban por ser un mortifago. – Razono la muchacha en cama. ―¿Por qué tendría que mandarte a Azkaban?

―¿No se supone que me odias? ¡Era tu oportunidad para deshacerte de mí de una vez por todas!

―No sé quien te dijo que te odio Black, pero no lo hago en absoluto. He peleado contigo por el simple hecho de defender a Stella y porque a decir verdad me encanta responder cada una de tus agresiones.

―Eres una Hufflepuff, pero eso solo es una máscara, tú no me ayudaste desinteresadamente.

―El desinterés no nos conviene, tú eres un mortifago y yo tengo cierto poder en el Wizengamot gracias a mi estatus de sangre, ambas podemos salir beneficiadas de esto.

Bellatrix frunció el entrecejo.

―No te voy a pedir que traiciones a tu amo y señor, de hecho, no planeo pedirte nada a menos que lo necesite, por el momento puedes partir libremente y con la seguridad de que no voy a decir que fuiste tú quien me informo del ataque.

―Supongo que... nos veremos cuando necesites algo.

―Así es.

°•°

―Estaba tan asustado. – Admitió James, el cual estaba recostado en aquella cama, cargando sobre su hombro y parte de su torso el peso de su novia. ―No sabes idea el miedo que sentí cuando Lily llego corriendo al campo de quidditch a avisarnos de lo que estaba ocurriendo en Hogsmeade.

―Amor... no hay necesidad de enfrascarnos en esos recuerdos, estoy bien, en unos días estaré como nueva.

―Ojalá fuera tan sencillo, Bonita. – El moreno estaba acariciando los cabellos carmesíes de su novia, pero mantenía sus ojos fijos en un punto muerto. ―Todo esto se esta saliendo de control, Voldemort esta atacando cada vez más... ya dos veces te has visto envuelta en ataques sin sentido y en uno casi no la libras.

―Admito que pensé que no la libraría. – Eleanor pudo apreciar el claro estremecimiento de su novio debajo de ella. ―Cuando a uno de los enmascarados se le ocurrió la idea de electrocutar a los locatarios y magos que seguían de pie, me quede completamente sola, y eran... demasiados, me sobrepasaban en número. – La joven suspiro. ―Sabía lo que podía hacer, creí que mi propia explosión terminaría conmigo también.

El rostro del chico se empaño por el reproche que el mismo se estaba dando en ese momento.

―Si tan solo hubiera estado contigo...

―¿Quién nos asegura que las cosas hubieran sido diferentes?

―¡Oye! ¡Yo no hubiera dejado que nada te pasara! ¡Prefiero morir mil veces con tal de que tú estes a salvo!

―¡James Potter! ¡No digas eso ni de broma!

―No es una broma Eleanor. – Aseguro el moreno. ―Elly yo te amo, y esto no es solo un enamoramiento adolescente o un amor de verano, tú... me has hecho ver la vida de una forma diferente, tú eres tan diferente a mi que me complementas bien y cada día que pasa me motivas a convertirme en una mejor persona, te amo y quiero que esto sea eterno ¿Comprendes?

―Princeso...

―Así que sí, moriría mil veces por ti, porque sin ti mi vida no tendría sentido alguno, tú estabas inconsciente, pero yo... cada día que pasaba era tan tormentoso, era como si yo me estuviera ahogando de pura pena y miedo.

La pelirroja sintió una fuerte opresión en su pecho tras escuchar cada una de aquellas palabras dichas por su pajera. Lo primero fue tan lindo y sincero y estaba agradecida con la vida de que James pensará de esa manera, ya que para ser sinceros ella también se imaginaba con ese ruidoso león por el resto de su vida.

Pero lo último, la idea de pensar en James Potter muerto era una idea desgarradora, era algo que ella definitivamente no podría soportar. La vida ya se había encargado de quitarle mucho que no le iba a permitir arrebatarle a James Potter, eso jamás.

―¿Acaso crees que yo voy a permitir que mueras, Princeso?

―Eleanor...

―Nadie va a morir, nadie morirá en esta guerra ¿quedo claro?

―Amor... tienes razón, nadie va a morir, hasta que seamos unos ancianos más viejos que el director Dumbledore, hasta entonces, nadie morirá ¿quedo claro?

―No moriremos hasta que no seamos unas cabras seniles, entiendo y anotado, corazón.

La pelirroja sonrió cuando el moreno deposito un beso en la coronilla de su cabeza.

―Princeso...

―Dime amor.

―No puede existir una Eleanor O'Malley sin un James Potter.

―En ese caso... no puede existir un James Potter sin una Eleanor O'Malley.

°•°

Harrison ya tenía todo preparado para volver a casa con su hija acompañándolo. Había dudado mucho sobre su decisión, pero la noche anterior, cuando hizo guardia de nueva cuenta en la enfermería y se percato de que sus dos mellizos habían dormido juntos del mismo modo en que lo hacían cuando eran niños, tomo la decisión de llevarla de vuelta a casa.

Ellos no serían nada sin Eleanor, no podían perderla. Harrison fue testigo del sufrimiento de Eleazar, y de lo mal que lo pasaron cada uno de sus demás hijos, ya que la pelirroja más que ser una hermana, fue su madre durante muchísimo tiempo.

El mundo mágico era peligroso, demasiado. Había estado leyendo un sinfín de diarios donde en la mayoría estaban reportados múltiples ataques y cosas horrorosas, atroces, contra aquellos que no poseían magia y en contra de aquello que no era "puro".

Todo hubiera sido más sencillo si sus otros cinco hijos se hubieran quedado como muggles, pero ahora cada uno de ellos era un ser mágico, y aunque se percato de que eso no era tanto del interés de la mayoría, supo que apartarlos por completo de la magia sería en vano.

Pero estaba decidió a buscar un lugar seguro, en otro lado completamente diferente, en un lugar donde sus hijos no se vieran amenazados.

El mayor, el cual se encontraba totalmente agotado por días de desvelos y preocupaciones, entro de nueva cuenta a la enfermería, llevando consigo la ropa y maletas de su hija, dispuesto a llevársela del lugar.

―¡Vamos, Stella! – Sirius se sintió estafado cuando vio a la rubia llorar. ―¡Esto es una fiesta de despedida, no un velorio!

―¡¿Y como quieres que no llore si Norelea se va a ir hoy?! ¡Se supone que juntas teníamos graduarnos que! – Lloriqueo mientras se aferraba a su amiga.

―Admito que es una pena que te vayas, Le Fay. – Suspiro Amos. ―Habíamos logrado aplazar el partido para que tú pudieras jugar y ahora te arrebatan de nuestras manos.

―Si lo vemos por el lado positivo, ya no serán rivales para nosotros. – Aporto Malfoy. ―Volveremos a ganar.

―Lucius, que no se te olvide que Gryffindor es el ganador invicto durante cinco años. – Replico Remus.

―¿De verdad? Pues es una pena porque esta vez van hasta abajo en la tabla de posiciones.

―¡Eso es mentira Bartemius!

―De hecho, no es mentira alguna, ustedes van en último lugar. – Rectifico Narcissa.

―¡Ay ya dejen de hablar de quidditch! ¡Es la despedida de Eleanor y no se la pasaran peleando por un tonto juego! – Gruño estresada Pandora.

―Pandora... a El le encanta tanto el quidditch como a nosotros. – Musito el buscador de las serpientes.

―¡Pero...!

―Gracias. – Hablo por primera vez la cobriza, la cuan seguía acariciando la espalda de Stella que no dejaba de llorar, pero mantenía su mano aferrándose a la de James. ―Es bueno saber que están aquí para despedirse.

―¿De que despedidas hablas? – Le cuestiono Peter. ―Vamos a seguir en comunicación, es más, tienes que comprarte como diez lechuzas más para que puedas respondernos a todos.

Harrison se quedó en la entrada de la enfermería, tan inmóvil como si estuviera hecho de piedra. Sus ojos azules solo eran capaces de ver la interacción de todos esos jóvenes, entre peleas y jugueteos se encontraban alrededor de su primogénita, la cual no se veía incomoda ni agobiada, al contrario, estaba disfrutando de la presencia de cada uno de los muchachos.

―Obligarla a volver sería un error. – El mayor se giro cuando escucho la voz de uno de sus hijos.

―Erick... creí que habías vuelto junto con los demás.

―Sí... no, la verdad no quería marcharme sin hablar contigo primero. – El muchacho señalo con su cabeza hacia su hermana la cual estaba riendo ante un mal chiste. ―¿Cuándo la habías visto así? Feliz y sin preocupaciones. No sé tú... pero la mayor parte de mis recuerdos son de Eleanor corriendo de un lado a otro, de la casa a la escuela, de la escuela al trabajo, preparando la comida, cosiendo nuestros uniformes, revisando nuestras tareas.

Erick pudo ver el remordimiento en la mirada de aquel hombre.

―No te culpes, ella no te culpa, nadie te culpa. – Aseguro el muchacho. ―Todos sabemos que estas haciendo lo que puedes, incluso más que eso, y te admiramos mucho por todo tu esfuerzo. – Se sincero. ―Pero no puedes arrebatarle eso. – Erick apunto a los muchachos con su dedo. ―Mírala, por fin se ve como una mocosa de diecisiete años, por fin esta actuando conforme a su edad.

―Este lugar es peligroso. – Puntualizo el mayor, pero tenía que admitir que cada palabra dicha por su hijo no era más que una inminente verdad.

―Pero es el lugar donde ella eligió estar. – Replico el joven. ―¿Tú crees que Eleanor esta aquí por la magia? – Se burló. ―Ella esta aquí por ellos, pero sobre todo por él. – Erick señalo al moreno de gafas redondas, muchacho que raras vez se despegaba de su hermana. ―No me agrada el piernas de popotes ese, míralo, todo escuálido, pero tengo... tenemos que admitir que ella se ve feliz, ella pertenece ahí.

La mirada azulada de aquel hombre estaba fija en su hija y en el muchacho. Aplano sus labios en una fina línea antes de suspirar desganado.

―Bien, tienes razón.

Harrison comenzó a avanzar hacia los ruidosos muchachos de uniformes de diferentes colores hasta llegar a plantarse frente a la cama de su hija.

―¿Es hora de irnos, papá?

―Yo me iré... - Explico. ―Tú te quedarás.

―¿Qué? Te dije que no tengo problema para marcharme con ustedes...

―Ya solo quedan unos días de abril, solo quedan mayo y junio para que por fin se termine tu año escolar, no tiene caso que te vayas ahora.

―Pero papá, ¿Estás seguro?

―No me agrada la idea, pero pues... puedes quedarte.

―¡Señor muchas gracias! – James no tuvo reparos en lanzarse hacia el mayor para abrazarlo.

Harrison bufó. ―Tienes prohibido salir del castillo, nada de ir a Hogsmeade ni a ningún lado peligroso. Si ves a gente matándose, déjalos que se maten no te entrometas, quiero que me mandes una carta diaria y... - El mayor se quito a James de encima con un no tan disimulado empujón. ―Cuando vuelvas...

―Volveré a mi vida normal. – Aseguro la pelirroja emocionada. ―Como te lo dije, volveré a mi trabajo en el hospital y a mi apartamento, nada de magia ni batallas.

―Entonces tenemos un trato.

―¡Eso es señor O'Malley!

―¡Vamos a ganar la copa de quiddicth!

―¡Oh! ¡¿Solo eso les importa?!

―¡Muchas gracias, suegrito!

―Me vuelves a llamar así y amanecerás muerto en un pozo.

°•°

Los días fueron pasando, algunos más lentos que otros. Severus y Eleanor estuvieron haciendo ejercicios, ella para recuperar su movilidad por completo y él para poder tener de nueva cuenta el control de su brazo.

Era frustrante para ambos, pero fue un precio que tuvieron que pagar por no saber correr a tiempo, o por ser unos idiotas con complejos de héroes como se reprochaban cada vez que tenía la oportunidad.

Aquella chica contó con la compañía de su novio en cada momento, lo cual agradeció profundamente.

Para los ojos verdes de la cobriza, era curioso ver a un perro negro ayudando y persiguiendo a Severus 24/7, le era gracioso ver la desesperación de su amigo por no poder quitarse al perro de encima, pero también se le hacía adorable la versión canina de Sirius. Y sabía bien que, aunque el pálido chico lo negará, estaba comenzando a apreciar la compañía de Sirius.

Aunque se jugaba su melena a que lo prefería como perro que como persona.

Sin darse cuenta, todo volvió a la normalidad un día. Ella ya estaba haciendo tareas y asistiendo a clases, al igual que Severus quien ya tenía un mejor dominio de su mano. Pero aún tenían pequeñas secuelas, él los temblores repentinos de su mano y ella unos extraños dolores de cabeza que se asemejaban a ser unas punzadas molestas.

Los días siguieron pasando, volviéndose en semanas. El estrés de los de séptimo era más que evidente a causa de los exámenes y últimas evaluaciones ya que necesitaban cierto puntaje si querían conseguir un buen empleo.

Fue ella quien se permitió relajarse, su memoria fotográfica era incapaz de olvidar cualquier detalle era su plus para salir perfectamente bien a pesar de los días en los que estuvo fuera de servicio. Pero también tenía que admitir que ella no tenía que conseguir notas brillantes para entrar a la academia de aurores como los merodeadores.

Aunque también entre tanto estrés hubo momentos inolvidables como los partidos de quiddicth que los había llevado a la final y justo en ese momento se estaban jugando el todo por el todo en el cielo, los dos únicos equipos que se disputaban la copa.

―¡VAMOS MALFOY! ¡MUEVE TU CULO! ¡TIRALA DE LA ESCOBA DE UNA MALDITA VEZ! – Grito James desde las gradas, quien, a pesar de tener la cara de color amarilla con franjas negras, banderas con tejones sobresaliendo en ellas y un enorme tejón como sombrero, aún no terminaba de comprender como es que Gryffindor había quedado en tercer lugar y los malditos tejones estaban a nada de ganar.

―¡PUÑADO DE IMBÉCILES! ¡TIENEN QUE DERRIBAR A BONES PARA PODER PASAR! – Grito Narcissa quien estaba jalándose de los cabellos por pura frustración.

―¡ELEANOR TEN CUIDADO UNA BLUDGER A TUS DOCE! – Grito el moreno.

―¡A ver Potter decídete! ¡La tiran o la ayudas!

―¡Argh! ¡Es que me mancilla mi orgullo que ellos hayan llegado a la final! ¡Pero no puedo permitir que mi novia salga herida o peor aún, que pierda!

―¡BARTEMIUS DEBAJO DE TI! – Se escucho el grito de Remus.

―¡AMOS NO SUCUMBAS A LA PRESIÓN!

―¡NORELEA DEJA NUESTRA CASA ALTO EN!

―¡REGULUS! ¡HERMANO! ¡LA SNITCH! ¡A TUS CUATRO!

―¡ELEANOR LA SNITCH!

Volando sobre el campo los dos buscadores elevaron la cabeza, y fue en ese entonces cuando los dos muchachos se elevaron a la velocidad de un rayo con el único fin de ir tras esa pelota dorada.

Era difícil volar cuando los dos eran sumamente veloces y tenían la misma escoba, era un tira y afloja en el que ninguno quería ceder y ambos querían ganar.

¿Hubo patadas? Obviamente. ¿Agarraron la escoba del otro con el fin de desequilibrarse? Por supuesto. ¿Se iban gritando hasta de lo que se iban a morir? Claro que sí.

Ambos buscadores pasaron a unos cuantos centímetros de distancia de las gradas, haciendo volar los cabellos, barbas, y túnicas de los estudiantes y profesores. Pronto, así como subieron bajaron en un vuelo en picada con el fin de alcanzarla, aunque nuevamente tuvieron que elevarse debido al movimiento de la snitch.

Se elevaron tan alto otra vez, que ambos jóvenes gruñeron cuando la endemoniada pelota dorada bajo en picada nuevamente.

Ambos compartieron una mirada y casi por inercia los dos al mismo tiempo se arrojaron de sus escobas, cayendo de esa manera más rápidamente.

Sin ninguna protección, igual de idiotas impulsivos y con sus brazos estirados al tope iban cayendo como si se hubieran echado un clavado al campo de quiddicth.

Amelia y Bartemius volaron como una corriente eléctrica hasta ellos para evitar que se estrellaran contra el pasto.

Fue la delgada y pequeña mano de la pelirroja la que se aferró a la snitch, dando así el partido por terminado.

Amelia alcanzo a tomar a la pelirroja de la cintura antes de que esta se estrellara, mientras que Bartemius llevaba a Regulus colgando de un pie.

―¡DESPUÉS DE VEINTICINCO AÑOS, HUFFLEPUFF SE LLEVA LA COPA DE QUIDDITCH!

―¡SI! ¡AGUANTE AMARILLO!

―¡NO!

―¡¿Pero que todos los buscadores son suicidas?! – Replico Amelia cuando dejo a la pelirroja en el suelo. ―Bien hecho pelirroja.

―Lo conseguimos.

Ambas chicas se abrazaron y poco después el resto del equipo llego corriendo hasta ellas para unirse en un fuerte abrazo y masa de empujones y saltos. 

—¡Bien hecho Le Fay!

—¡Ésto fue un excelente trabajo! - Amos estaba llorando a moco tendido. —¡Lo hicieron bien bola de inútiles! ¡Lo hicieron muy bien!

—¡Este fue un excelente cierre de año!

—¡Muy bien, equipo muy bien! ¡Muy bien, equipo muy bien!

—¡HUFFLEPUFF! ¡HUFFLEPUFF! ¡HUFFLEPUFF! ¡HUFFLEPUFF!

And bad mistakes
I've made a few
I've had my share of sand
Kicked in my face

But I've come through
And we mean to go on and on and on and on
We are the champions, my friends
And we'll keep on fighting till the end

We are the champions
We are the champions
No time for losers
'Cause we are the champions of the World

No había forma alguna de que las demás casas pararan a los tejones, desde las gradas todos aquellos que portaban el amarillo con negro cantaban y lloraban a la vez, siendo seguidos por Pomona.

Eleanor se separó del abrazo de Bones y Diggory ya que justo a tiempo una rubia llegó corriendo hasta ellos.

—¡Bien hecho, mis amores! - Gritó Hanna antes de plantarle un beso apasionante a Amos, y luego girarse para besar de la misma forma a Amelia.

La pelirroja solo pudo sonreír hasta que su espacio personal fue invadido por Hanna quien también le plantó un extrañamente apasionante beso como a sus parejas.

La bruja escarlata parpadeo un tanto sorprendida pero al mismo tiempo halagada. Echándole la culpa a las hormonas de Hanna combinadas con la emoción de un partido de tres horas y media, la joven se fue hacia atrás ligeramente, para caminar por el campo, alejándose de sus compañeros y amigos.

Eleanor sonrió cuando vio a James nadando entre el mar de Hufflepuff emocionados en las gradas, tratando inútilmente de llegar al campo.

La bruja se soltó la trenza que Stella le había hecho horas atrás. Y despeinó sus cabellos cobrizos para liberar su cabeza de tanto ajuste.

Su melena se despeinó aún más cuando voló por culpa de una ráfaga de viento de ese atardecer anaranjado.

Ahora no dudamos que los Hufflepuff te tengan en un altar.

Eleanor se giro con brusquedad cuando escuchó esas voces. Pero al voltear se topo con absolutamente nadie, no había nadie tras ella.

Sus cabellos seguían volando a causa del aire mientras ella misma buscaba a su alrededor a los muchachos que dijeron aquello.

Pero al parecer nadie dentro del campo le prestaba atención.

—¿Qué fue eso? - Se cuestionó confundida, al tiempo en que un ligero quejido se le escapaba porque de nueva cuenta un punzante dolor en su cabeza se hizo presente.

—¡Elly!

La cobriza giro nuevamente cuando identificó la voz de James quien terminó saltando de las gradas para correr hasta ella.

Eleanor sonrió ligeramente cuando el moreno la abrazo y la elevó por el aire para girar juntos.

—¡Ganaste mi amor, felicidades!

—Gracias, amor... - La joven intento llenarse de la misma emoción que su novio, pero aún tenía la espinita clavada.

¿De dónde habían venido aquellas voces?

°•°

Tan solo una semana después, todos estaban sentados en las mesas del gran comedor, cada uno de los alumnos mayores se encontraba con un nudo en la garganta, conteniendo sus lágrimas.

Y es que se encontraban justamente en la cena de fin de curso del año 1978, donde todos los de séptimo abandonarían su preciado colegio que los vio crecer y dónde vivieron tantas cosas.

Eleanor sonrió ligeramente, antes de darle un pañuelo a Stella y del mismo modo pasarle otro a Amos.

—¡Es que ya nada igual será! - Lloriqueo la rubia.

—Vendrán las responsabilidades, la vida adulta ¡No quiero! - Amos se limpio la nariz con el pañuelo antes de seguir llorando.

Amelia rodó los ojos, pero aún así acarició la espalda de su novio para consolarlo.

—Y en cuarto lugar, con un total de 1008 puntos es para ¡RAVENCLAW! - Anuncio Dumbledore.

Las demás casas aplaudieron por cortesía, pero las Águilas querían morir por quedar hasta el último.

—¡HANNA NO TE PREOCUPES QUE ERES MARAVILLOSA! - Gritaron los dos tejones para bochorno de la rubia.

—En tercer lugar, con un total de 1015 puntos, es para ¡SLYTHERIN!

Eleanor miro un papelito que apareció de la nada a un lado de su plato, para ver qué era lo que decía.

—En segundo lugar es para... HUFFLEPUFF con un total de 1599 puntos. Por ende, el ganador de la copa de las casas es GRYFFINDOR quienes hicieron un total de 1600 puntos. ¡FELICIDADES!

Las banderas del gran comedor se tiñeron de escarlata con rapidez. Al tiempo en que fuertes gritos y aplausos se escucharon en la casa de los leones.

Stella y Eleanor aplaudieron igual de emocionadas que los leones, ya que sus respectivos novios y varios de sus amigos pertenecían a la casa de rojo y dorado.

—¡Vamos Le Fay! ¡¿Tanto te costaba ganar un punto más?!

—En ese caso ¿Por qué no lo ganaron ustedes? - Replicó sonriente. —Ya tienen la copa de quidditch no le pidan más a esta vida.

La cobriza se puso de pie en ese instante, y salió de su banca con sutileza.

—¿A dónde vas, Norelea?

—Iré al baño un momento, ya vuelvo.

Aquella bruja se escabulló rápidamente del gran comedor, la mayoría estaba concentrado en su cena mientras hacían odios sordos a los llantos de los que partirían de Hogwarts.

Ella por su parte se marchó en calma, caminando por los pasillos desolados del colegio. A diferencia de sus amigos y compañeros, a ella no le dolía en lo más mínimo abandonar el castillo, solo paso un año de su vida en él.

Ya que si hubiera estado ahí los siete años correspondientes, muy probablemente estaría llorando a moco tendido como James y Sirius.

Tras caminar por los pasillos y subir las escaleras llegó a cierta torre.

—Caramelos de limón. - Le dijo a la gárgola, la cual, al recibir la contraseña le abrió el paso para que pudiera subir hasta la oficina del director.

Cuando llegó a la puerta le dio unos cuantos golpecitos.

—Adelante.

—Permiso. - La joven se adentro en la oficina, y pronto fijo su mirada en los ojos azules del mayor. —Me mando a llamar, director.

—Así es señorita Le Fay, porfavor tome asiento.

La bruja asintió y pronto tomo asiento sobre aquella silla, esperando lo que el director le pudiera decir.

—Dígame Eleanor, ¿Esta afligida por salir de Hogwarts?

—Para serle honesta, no. - Admitió. —Fue un lindo lugar, muy agradable, pero nada más.

—Me da gusto que a pesar de las dificultades de este año, usted haya disfrutado de su estadía en este colegio, fue una excelente estudiante que puso en alto la casa de los tejones. - Aseguró el mayor. —No cabe duda que usted es una Hufflepuff de pies a cabeza.

—Gracias, profesor.

—Y dígame ¿Ya sabe que hará cuando salga de Hogwarts? - Le cuestionó antes de revisar unos documentos en su escritorio. —Usted, James Potter, Sirius Black, Remus Lupin, Peter Pettigrew, Frank Longbottom, Alice Fortescue, Lily Evans y Marlene McKinnon aplicaron para ser aurores. - Reviso los horarios y calificaciones de cada uno de ellos. —Y déjeme decirle que usted fue la primera que a la que acepto la academia de aurores. - Le informó mientras le pasaba un expediente, en donde aparecía su fotografía, con sus calificaciones y desempeño escolar, evaluando su habilidad en duelos, defensa contra las artes oscuras y sin contar su capacidad intelectual junto a su sorprendente memoria, era la candidata perfecta para ser auror.

Los ojos verdes de la muchacha se quedaron fijos en su expediente por un momento, viendo todas las observaciones que estaban escritas sobre el papel, anotaciones que debieron hacer los encargados de las oficinas de aurores.

Incluso uno llamado Alastor Moody aseguraba que su forma de analizar los duelos era impresionante, y puntualiza qué tener memoria fotográfica era un comodín que le serviría mucho a la hora de pelear con sus enemigos.

—Es gratificante saber que fui aceptada, incluso antes de que mandarán las cartas oficiales... - La joven dejo el expediente en el escritorio. —Pero no tengo interés en ser auror.

—¿Entonces señorita, O'Malley? ¿Le llamo la atención ser sanadora tal como Bartemius Crouch? ¿Rompe maldiciones como Amelia Bones y Amos Diggory? O tal vez...

—No director Dumbledore. - Negó nuevamente. —Volveré al mundo muggle, y retomaré mi trabajo en el hospital.

—Eso es una pena...

—¿Perdón?

—Creí que este año en Hogwarts le haría cambiar de opinión con respecto a sus intereses a futuro.

—Al contrario, estar rodeada de tanta magia me hizo extrañar lo básico, no sabe lo divertido que es correr por un hospital cuando tengo un código azul, y no sabe lo estúpida que es la gente que llega a urgencias por accidentes tan... Cuestionables.

Dumbledore rió ligeramente antes de mirar con intensidad a la muchacha. Pronto saco un par de periódicos debajo de su escritorio y se los mostró a la chica.

—Los ataques van aumentando cada vez más, los mortifagos secuestran, torturan y matan a personas inocentes. - Explicó con seriedad el mayor. —Esto es algo que ya me tiene... cansado, por lo que tome la decisión de crear un grupo de opositores en contra de Voldemort.

Los ojos verdes de la pelirroja se elevaron al instante de las imágenes de los periódicos. Sintió nuevamente un horrible dolor en su cabeza, pero aún con ello se concentro en el anciano.

—La orden del fénix, es un grupo de aurores y magos extraordinarios, que al igual que yo, se encuentran hartos de está situación, y planean ponerle fin al control de Voldemort.

—Y supongo que usted quiere que me integre.

—Así es, durante los dos ataques de Hogsmeade usted supo actuar y defender a los suyos, sería...

—No señor. - La joven negó con rapidez. —No soy ninguna cobarde, si estoy envuelta en una pelea entonces pelearé, pero eso no significa que iré buscando los problemas por mi misma.

—Piénselo señorita O'Malley, el mundo al que usted y sus hermanos pertenecen está en constante peligro. ¿No cree que un mundo mágico sin problemas es lo que su familia y amigos merecen?

—No señor, a mis hermanos y a mí no nos interesa la magia. - Señaló de forma cortes. —No me voy a involucrar en esta guerra. ¿Sabe? Toda mi vida he luchado por sobrevivir, y algo me dice que unirme a usted y pelear al frente sería una muerte inminente para mí. - Apuntó tranquilamente. —Lo siento señor, pero no me interesa, así que me retiro.

La joven se puso de pie y camino tranquilamente hacia la puerta del despacho, pero justo cuando la tomo la voz de Dumbledore la detuvo.

—Fabián y Gideon Prewett, Frank Longbottom, Alice Fortescue, Marlene McKinnon, Stella Reynolds, Lily Evans, Remus Lupin, Peter Pettigrew, Sirius Black y James Potter, son casi todos sus amigos y allegados, y todos ellos ya son parte de la orden.

Eleanor sintió su corazón latir a mil por hora al escuchar aquello, por un segundo su instinto le dijo que si quería proteger a sus amigos y a su novio, tendría que unirse a la orden, casi se voltea a decir que sí, de no ser por una voz en su cabeza.

Pasé lo que pasé, nunca confíes en Dumbledore.

No sabía ni tenía la menor idea de dónde había venido aquella voz, y más que asustarse al darse cuenta que algo iba mal con su cabeza, decidió volverse para ver al director.

—Le seré honesta Albus. - Comenzó la joven, mirando fijamente a aquellos ojos azules. —No confío en usted, así que mi respuesta sigue siendo no.

—¿Y se puede saber a qué se debe su desconfianza, Eleanor?

—Yo sé, que usted es un mago extraordinario, y estoy segura de que tiene buenas intenciones al querer hace un frente contra Voldemort, pero no puedo confiar en alguien como usted.

—¿Por qué?

—Porque eres como yo, Albus. - Explicó. —Solo Dios sabe a cuántas personas he manipulado y de cuántas me he aprovechado para cumplir con mis metas y objetivos. No voy a dejar que me utilices como una pieza en tu tablero de ajedrez, porque sé que al igual que yo tú no tienes miedo de sacrificar a la Reyna contar de derrocar al Rey.

°•°

¿Le importaba la cena de fin de curso? En absoluto, eso no era más que una estupidez, una niñería para mocosos que se rehusaban a crecer.

Por ese motivo se marchó de ese colegio apenas tuvo oportunidad, no es como si los profesores se fueran a dar cuenta de que él faltaba, y si lo hacían, le importaba poco, ya que tenía cosas mejores que hacer.

Cómo lo que estaba por hacer.

Ahí iba él, con sus zapatos resonando sobre el piso hecho de mármol, caminando por aquellos fríos pasillos de la mansión de su señor, manteniendo su oscura mirada altiva como siempre.

Llegó hasta aquellas grandes puertas de madera que lo separaban del señor tenebroso, dio unos cuantos golpes antes de que estás se abrieran.

Él entro y camino lo más firme que pudo hasta el frente, hasta que llegó a mitad del salón en donde se arrodilló con un aire respetuoso.

—Mi Lord. - Se presentó ante su señor.

—¿Qué haces aquí, Lestrange? - La siseante y aterciopelada voz de Voldemort se escuchó por cada rincón de ese amplio salón. —¿Vienes a decirme que fallaste en la única misión que te encomendé? ¿Qué la familia Black te rechazo como la basura que eres y que no pudiste desposar a Bellatrix?

—No, mi señor.

—Debería matarte...

—Mi Lord. - No supo ni de dónde tomo el valor para interrumpirlo. —¿Sabe quién se encargo de eliminar a sus mortifagos que atacaron Hogsmeade este año? ¿Sabe quién fue el responsable?

—Si lo supiera, el responsable ya estaría muerto.

—Pues yo lo sé, mi Lord. - Explicó con seguridad, antes de levantar su oscura mirada y ver directamente a los ojos rojos del mago oscuro. —Esa persona es capaz de hacer magia sin varita, y no solo eso señor, esa persona se enfrentó solo contra los mejores de sus sirvientes y ganó, yo la conozco señor. - El joven trago en seco antes de decir lo siguiente. —Mirela por usted mismo.

Voldemort no dudo en ultrajar los pensamientos de su mortifago, revisando cada uno de ellos en dónde el joven se encargo de observar y vigilar a una chica de cabellos rojizos.

Miro tantos recuerdos hasta que llegó al que tanto estaba buscando. Presenció cómo esa joven de ojos verdes, creo una esfera mágica que hizo derribar a un pueblo entero.

—Eleanor Le Fay...

















Así como comentan mucho, no se olviden de votar y hagan feliz a la autora. ❤️

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