¿Por qué lo llaman amor cuand...

By xlUsagi

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Lo de Craig fue la curiosidad de corromper a alguien, lo de Stan la nostalgia de querer volver a aquellos día... More

¿Puedo corromperlo?
Él solo está pensando en sí mismo.
Llegó el cordero para enamorar al lobo.
Veneno en el paraíso.
Perdiendo la cabeza.
No le digas a nadie, pero lo estoy observando.
Que gane el mejor.
La tentación siempre es más excitante que el miedo.
¿Se puede descender más después del infierno?
Una alarma que no se detiene.
Fuego ardiendo en la oscuridad.
Llegar al tártaro es más fácil de lo que se cree.
La cosas lindas son las más exquisitas de romper.
Podría intentar huir, pero sería inútil.
Lentamente arranca mi corazón y desángrame.
Detrás siempre viene la bestia.
Ven y saboréame despacio.
El monstruo debajo de la cama.
Una plegaria en el abismo.
Las rosas se afean con las espinas.
¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Quién piensa en eso?
Los demonios se esconden detrás de la redención.
Frío que consume los huesos.
Toma a mordidas mi corazón.
Silencio.
En lo más profundo.
Un mundo detenido.
Puedes ser el cadáver que yo seré el asesino.
No estaré al amanecer.
Fuego consumido.
"Hazlo"
Pietà.
Bajo el filo del cuchillo.
No se envidia a los muertos que descansan.
"Hoy es un día soleado."

Un brindis por otra noche sin fin.

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By xlUsagi

Kyle miró un punto muerto de la habitación. La oscuridad se fundía con el frío de la noche, la tenue luz de la farola lejana se metía entre la gruesa cortina del motel, dejando pasar unos pequeños rayos que pegaban unos centímetros antes de llegar a la cama, sin perturbar a los dos usuarios. Tenía un nudo en la garganta que no podía salir por más que lo forzara, parecía pues que ya no le quedaban lágrimas por sacar, ahora solo era un saco de sangre y huesos que se mantenía vivo de puro milagro. Se sentía sucio, como cuando los besos y manos de Kip recorrían su cuerpo, solo que ahora, la sensación rasposa no estaba, solo un olor a alcohol que le penetraba los huesos.

Recogió sus rodillas, colocando sus brazos por encima de estás, dejando que la cabeza alborotada con todos esos rizos rojos descansara sobre ellos. No pudo cerrar los ojos porque entonces recordaba cada toque de Stanley, cada beso, cada agria sensación que dejó recorriendo en su cuerpo.

"Acepto ser la maldita persona que ames."

¡Oh, que gran felicidad! ¿Cierto? ¡Su antiguo yo estaría extasiado con esto! ¡Cada milímetro de su piel vibraría con la certeza de un amor correspondido! ¡Sería la persona más afortunada del planeta y, agradecería a Stan por sus buenos sentimientos, y lo amaría de vuelta con toda la intensidad que estuvo acumulada por largos y tortuosos años! ¡Stan era lo que necesitaba! ¡Podía comenzar de nuevo! ¿Cierto? Todo mejoraría con eso... ¿cierto?

Kyle pellizcó sus ahora delgados y pálidos brazos, sosteniéndolos con tanta fuerza que dos grandes moretes se formaron en cada lado. No tenía lágrimas, pero sí tenía rabia, dolor, culpa, tristeza, desasosiego. Miró a Stan de reojo, él estaba tendido en la cama, dormido como una piedra, una hebra de saliva -o alcohol- escurría de lado donde su mejilla pegaba con la rígida almohada de motel. Él parecía satisfecho, incluso cuando puso esos ojos rabiosos, mientras decía aceptar ser la persona que amaba.

Se repitió, una vez más; en su mente, que debió haber muerto en aquella habitación que mantenía fotos llenas de él.

Una fuerte luz blanca inundó de nuevo la habitación, distrayéndolos de esos pensamientos llenos de autodestrucción. Esta vez Stan no pudo impedir que mirara su teléfono, en busca de aquella pista que puso tan mal a su... lo que fuera. Al estar perdido en sus sueños, Stanley no sintió cuando Kyle tomó su mano y desbloqueó el teléfono. Encontrando así el montón de mensajes que le llegaron de una, junto al nuevo.

[Desconocido, 3:30 a.m]

¿Crees que Kyle no sabía a quién le escribía los mensajes?

[Desconocido, 2:45 a.m]

Mátate que le haces un favor al mundo.

[Desconocido, 1:15 a.m]

Mátate.

[Desconocido, 11:00 p.m, ayer]

Das asco. Si yo fuera tú, me mataría.

[Desconocido, 10:03 p.m, ayer]

No deberías existir. ¿Quién querría a una mierda como tú? Mátate.

Kyle miró con desdén los mensajes, la luz blanca proyectada en sus ojos verdes se volvió negra cuando apagó el teléfono, después de borrar todos los mensajes, sobre todo el último. Se sentó al borde de la cama, mirando al de cabello negro removerse ligeramente por el suave movimiento, dormitaba tranquilo debido al cansancio y alcohol.

—De aquí en adelante, hasta que la muerte reclame mi nombre, lo cual será pronto, acepto ser la maldita persona que te ama. —barbulló, cerrando los ojos.

—.—.—.—.—

Se levantó de mala gana, con el sol golpeándole en la cara, caluroso y húmedo. Recorrió la cortina con un movimiento brusco, no antes de haber abierto la ventana con un golpe sordo. Él se paseó sin ganas por la habitación, arrastrando los pies hasta volver a su cama, la cabeza gacha, con los cabellos negros cayendo por su frente bloqueando los ojos lo hizo remilgar por lo bajo, harto. Se volvió a acostar con las manos extendidas, mirando el techo como si aquello le fuera a dar todas las respuestas que necesitara.

—Mierda. —farfulló, mordisqueándose los labios. — ¿Qué debería hacer?

Kyle no solo lo había ignorado todo ese tiempo que se encontró en el hospital, sino que había ido sin titubear con Stanley, montándose en ese auto viejo y perdiéndose en la autopista. No es que esperara que Kyle se fuera con él, sería estúpido y absurdo tener esa vaga ilusión de que Kyle siguiera creyendo en él. Estaba seguro de que no le confiaría nada nunca más.

—Craig. —llamó Trisha desde afuera, dando tres toques huecos a la puerta. —Tweek está aquí.

Él parpadeó, dirigiendo aquellos ojos gatunos a la puerta que rechinó al ser abierta; su pequeña hermana asomó su cabeza, dando un quedo suspiro que quedó atrapado en esas cuatro paredes. Entonces Tweek empujó la puerta suavemente, haciendo acto de presencia en la habitación. Trisha frunció la boca, pero no dijo nada, salió del cuarto tan rápido como entró.

Los pasos resonantes de Tweek junto al chirrido de la puerta siendo cerrada aceleraron el corazón de Craig, no de la forma romántica, por supuesto, más parecía tener miedo y ansiedad de tener a su antigua pareja cerca. Si veía por detrás de su hombro, al pasado, podía notar como los roles habían cambiado por completo; Tweek delante de él parecía tan seguro de sí mismo, con ligeros temblores recorriendo su cuerpo que mantenía bajo la raya con su propia voluntad, y él... estaba en el punto más bajo.

— ¿Qué pasa? —preguntó, con el cabello aun cubriéndole los ojos.

—No volviste. —dijo, hundiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—No, no lo hice.

Hubo un poco de silencio, luego Tweek soltó un suspiro más parecido a una risa. —Por tu cara puedo ver que no te recibieron con los brazos abiertos.

— ¿Vienes a burlarte de mí patético estado? —preguntó Craig, sosteniéndose las manos con fuerza.

—No. ¿Por qué lo haría? —afirmó Tweek, sintiéndose ofendido. —Tú me viste muchas veces en mi estado más patético y jamás escuché una risa de ti. Aunque terminamos como terminamos, al final del día tú fuiste quién más me cuidó todo este tiempo, más que mis padres, más que yo. Tal vez por eso me costó demasiado dejarte ir.

Craig lo observó de reojo, esta era la pesadilla que lo atormentaría toda su vida.

—Te odio. —dijo el rubio, paseándose hasta llegar a la ventana y correr la cortina que hace unos minutos Craig cerró. —No puedo evitarlo, de verdad lo hago. La esencia tuya en mi habitación me atormentaba los pulmones, las noches parecían no tener fin, el besarnos después de tu traición me ponía enfermo. Aun así, quería tenerte a mi lado, hasta que ya no lo quise más y tu presencia solo... solo... me mataba, como una droga que necesitaba y pudría mi alma. Cada que salías a correr, esperaba que lo hicieras lo suficientemente lejos para no volver, que... después de todo, tu fueras quien me dejara a mí una vez más. Sin embargo, cuando despertaba de esos largos sueños, estabas ahí a mi lado, mirándome con cansancio, como si me dijeras que lo intentaste, que pusiste todo tu esfuerzo en ello, pero al final no fue suficiente para no volver.

—Corrí hasta vomitar, quería correr hasta morir. —dijo Craig.

Tweek puso una mirada lastimosa en su rostro, casi compadeciéndolo.

—Estoy bien sin ti. —comentó de pronto Tweek, parándose justo delante de él. Craig sentado en el colchón tuvo que alzar la mirada para poder verlo, su cabello negro cubriendo sus ojos le permitió entrever a Tweek. Él lo alzó con una de sus cálidas manos. —Y te perdono.

Las palabras no brotaron de la garganta de Craig, cosa que no fue posible con sus lágrimas.

—Fuiste mi primer amor, te recordaré como tal. No olvidaré el dolor que me hiciste sentir, pero tampoco pienso olvidar las cosas buenas que hiciste por mí. —Tweek dejó sus cabellos, haciendo que estos se acomodaran mejor sobre su frente, permitiéndose así ver los ojos gatunos que, en su momento, lo enamoraron tanto. —Ojalá pudiera decir que te deseo felicidad, pero no. No te deseo nada. Ni odio, ni amor.

Craig intentó tomar su mano, Tweek la quitó.

—Ahora, ya no me cuesta trabajo dejarte ir. —concluyó. Dándose media vuelta salió por completo de la habitación, de la casa y de la vida de Craig Tucker, sin una lágrima en su rostro, solo una tenue sonrisa que solo se fue haciendo más grande con el atravesar de los días.

Observó la ventana por un largo rato, sin importarle que el sol estuviera quemando su piel y el dolor comenzara a hacerse presente. El sudor recorrió todo su rostro y pecho. Contrario a las lágrimas que acompañaban el sudor de su cara, no eran precisamente por la agonía de terminar una relación de tantos años, ahora de forma definitiva, por supuesto que lo extrañaría, era Tweek después de todo, no obstante, la parte más sensata de Craig se sentía contento por él, porque Tweek merecía él mundo y lo único que Craig pudo darle fueron migajas que llamó amor. Igual que a Kyle.

—.—.—.—.—

Fue algo de lo que se percató, como pequeñas piezas de un rompecabezas. Al principio, pensó que solo era un pobre desgraciado que tuvo la mala fortuna de encontrarse a Cartman en su vida, no era demasiado difícil de pensar que Eric podría hacer eso y más si lo molestaban lo suficiente. Luego notó que las palabras estaban cargadas de un resentimiento profundo, no una molestia corriente, más parecía que ese pobre sujeto ni siquiera se había percatado de haber molestado a Cartman. Las palabras torpes y burdas podían esquivarse fácilmente, las llamadas ignorarse, sin embargo, cada día eran más y más, todas empuñadas por la mano de Kyle.

No tardó demasiado en suponer que sería alguien a quién conocía, ¿por qué más estaría tan renuente a que nadie más aparte de Kyle lo hiciera? Incluso grababa para días previos que Kyle no pudiera ir a apoyarlo debido al trabajo o un día que solo fuera para puro sexo y nada más que eso.

Tardó menos en saber de quién se trataba, pero lo negó. Negó que su mente procesara esas palabras pronunciadas dirigidas a esa persona, que, en su momento, amó tanto. Se abstuvo de suponer cosas, porque le lastimaba creerlas. Así que en algún punto entre la primera letra escrita en papel hasta cuando Stanley le rompió el corazón, lo olvidó por completo. Lo censuró de su mente como se elimina un recuerdo amargo y doloroso.

Luego esa idea se volvió realidad, como siempre lo fue.

—Estás donde mereces. —se espetó con rencor, mirándose al espejo. Unas ojeras rimbombantes adornaban la piel debajo de sus ojos, profundas y oscuras, aquellos ojos que lo miraban parecían de una persona distinta a lo que un día fue, ese destello de ira combinada con arrogancia se había ido para siempre.

Salió del baño sin ánimo, el trasero aún le dolía y quería pasar todo el día en cama de ser necesario. Stan en la cama bebía la botella de agua de cortesía que habían dejado en el motel, ahora no solo era calzoncillos, llevaba su ropa normal después de ir a renovar la habitación para otro día y otra noche más. Junto a él una bolsa de hamburguesas y café barato.

Stan lo miró con curia nada disimulada. — ¿Fui demasiado rudo?

—He tenido peores. —bufó Kyle, dándole una media sonrisa. Stan lo imitó.

La mañana pasó sin gracia, ambos terminándose la comida, recostándose en la cama, jugando con los canales de la televisión. El calor húmedo que la lluvia trajo hacía que la habitación comenzara a volverse insoportable, Stan entonces ofreció un poco más de alcohol que Kyle tomó sin más. No es que le produjera una sensación agradable como a su acompañante, más bien no quería ser el único que estuviera despierto en esa realidad tan aterradora que los rodeaba.

Cuando volvió a despertar era de noche otra vez, las ocho para ser exactos. La habitación apestaba a alcohol y sexo. Stan estaba tirado en una parte de la habitación, desnudo, con la botella de vodka escurriendo por toda la alfombra. Kyle se levantó sintiendo el dolor de su herida que se encontraba sangrando, a su suerte (o no tanto) esta no se había abierto, pero al parecer todo el movimiento había causado un pequeño sangrado. Se levantó con una terrible jaqueca, tomó un par de billetes de Stan y salió a comprar un café.

Reparó entonces en que el sitio que los albergaba era horrendo, las ratas no se molestaron en ocultarse cuando lo vieron pasar y las cucarachas tuvieron el descaro de pasar corriendo a un lado suyo. Kyle hizo una mueca, apenas perceptible y se metió en el coffe-dinner que se encontraba justo ahí. Una vez que pidió su orden, se encontró, con disgusto, a la última persona que deseaba ver en la tierra en lo que restara de sus miserables días.

—No te vayas. —dijo Craig, una vez que Kyle pasó a su lado. Él se detuvo un segundo, crispando las cejas. —Yo lo haré. Solo quería saber si seguías con vida.

— ¿Cómo mierda sabes que estábamos aquí? —rezongó, el café en sus manos ante su temblor cayó por los bordes, quemándolo. Kyle no se inmutó.

—Lo escuché de Clyde, el cual lo escuchó de Bebe quién lo escuchó de Wendy.

Craig se levantó, dejando su refresco a medio tomar, había pasado la mitad del día ahí, teniendo la esperanza de poder verlo. La mesera detrás de la barra le mandaba miradas amenazantes a cada hora que pasaba, así que cuando al fin se levantó, no dudó en casi correr en arrebatarle el vaso de la mesa. Craig no le prestó demasiada atención, rebuscó algo en su abrigo y se lo tendió a Kyle, que volteó ante la curia, disgustado.

—Sé que te han dado en el hospital, pero nunca está de más. —comentó, dejándolos sobre la mesa cuando captó que Kyle no recibiría nada de él. —Están los analgésicos que te recetaron, gasas, alcohol para limpiarte y... —miró su mano—también hay un ungüento para cortadas o quemaduras más pequeñas.

Kyle apretó los dientes, arrugando su nariz.

—Y esto. —está vez sacó algo de su pantalón, un curita que de igual forma colocó en la mesa. —Me acostumbré a llevarlas cuando peleaba. Ponla en la quemadura, se ve que te duele.

No dijo más, le dio una última mirada y se marchó.

—Por Dios, esa mierda al fin se fue. —se quejó la mesera, esperando que Kyle no fuera igual que ese chiquillo arrogante que acababa de salir. — ¡Estuvo toda la tarde con un refresco de cola y ni fue capaz de dejar una propina, mendigo imbécil! —rechistó.

Con el café aún en la mano Kyle miró por la ventana a Craig perderse entre el estacionamiento del motel. Una vez que se aseguró que estuviera lo bastante lejos, salió del lugar, dejando los medicamentos dados pese a la mirada confundida de la mesera.

Lo único que tomó fue el curita, colocándolo de mala gana en la zona quemada.

—.—.—.—.—

Wendy miró a Cartman con una ceja alzada, escuchando su absurda petición.

—No te lo diré. —espetó ella con rencor, cerrando la puerta en su cara. Cuando Eric comenzó a aporrear con más fuerza, tuvo que verse obligada a abrir de nuevo. — ¡Deja de estar jodiendo, culón!

—Es que tu no lo entiendes, Wendy. —se quejó Eric, casi suplicante. Ella se cruzó de brazos. — ¡Stan no es seguro para Kyle!

Ella suspiró, sabía que ese gordo maldito no se iría de ahí hasta obligarla a abrir la boca, no obstante, estaba recia a decirle el paradero de Stan y Kyle. Así que decidió, aunque supiera que no funcionaría, razonar con él. —Escucha, Cartman. Yo también dudé en su momento que Stan fuera bueno... para... alguien. Pero él ha cambiado y evidentemente, tu y Craig son unos hijos de puta. —sentenció, apretando los puños. — ¡Tú has dejado a Kyle reducido a nada! ¡Ni siquiera debería estar hablando contigo porque me das asco! ¡Destrozaste todo y aún continúas queriendo barrer las cenizas de lo que quedan!

Su enojo era tanto que lo tomó por el cuello de la camisa, apretándolo hasta casi comenzar a asfixiarlo. Sin embargo, Eric se mantenía tranquilo, solo sosteniendo la mano de Wendy para que no llegara más lejos de la ropa.

—Eres un bastardo, siempre lo has sido. ¡Deja que Kyle sea feliz!

—Oh, Wendy. —suspiró Eric, moviendo la cabeza. —No conoces nada a Stan.

— ¿Ah?

—Estás tan equivocada en tu juicio. —y sonrió, provocando que Wendy soltara su agarre, confundida. —El más peligroso para Kyle es Stan, siempre ha sido Stan.

—Eso quisieras tú. —bufó, rodando los ojos.

—Es cierto que yo tuve culpa en lo que le pasó a Kyle. —admitió, cosa que extrañó todavía más a la chica. —Pequeños inconvenientes surgieron en mis planes cuando Craig y Stan se metieron al juego, sin embargo, lejos de lo que Craig y yo hayamos podido hacer, Stan está en otro nivel.

Wendy apretó la boca en una delgada línea, la sensación que tuvo cuando se sentó con Stan en la calle volvió a aparecer. Su instinto le decía, que solo por esta vez, Cartman tenía razón.

—Las personas rotas solo buscan romper a otras personas. —comentó Eric, serio. —Stan no es la excepción.

Ella negó de nuevo con su cabeza, agitando sus largos cabellos negros. —No. Él cambió.

—Aunque... ¿sabes que es lo más gracioso? —preguntó Eric, sembrando por completo la semilla de la duda. —Que ahora mismo Stan debe estar experimentando el mayor de los placeres, porque puede romper a la persona que lo rompió a él.

— ¿E-Eh? —cuando Wendy titubeó, Cartman supo que había ganado.

—El monstruo que Kyle ayudó a construir está a punto de salir.

—.—.—.—.—

Se sintió despertar como un saco de huesos recién apaleado, un estremecimiento de frío le hizo darse cuenta de que se encontraba desnudo, tendido en el suelo, con una manta cubriendo de la cadera hacía abajo. Stan se incorporó, quedando sentado en el suelo dejando que la manta lo descubriera por completo. Encontró a Kyle arriba de la cama, mirando el televisor con expresión fastidiada, cuando notó su movimiento le dirigió una mirada rápida que acompañó con un bostezo después.

No se preocupó demasiado, solo tomó el café humeante que se encontraba en la mesa de noche.

— ¿Qué hora es? —preguntó, sus piernas temblando hicieron que volviera a costarse en la cama. Kyle se hizo a un lado, dejándole el suficiente espacio.

—Pasan de las doce. —contestó Kyle. —El casero vino, le di más dinero. Parece que no nos quiere aquí, ¿sabes? Tiene cara de que entre más pronto nos larguemos mejor, yo sé de eso, sé dónde no me quieren.

Stan alzó una ceja, pero ignoró ese comentario.

—Su motel de mala muerte seguro que no puede empeorar su fama si los dos morimos aquí. —contestó Stan, sintiendo que el café lo revivía. —Puede que incluso le traiga un par de clientes raros en busca de hacerlo donde dos muertos. —una mueca de molestia cruzó la boca de Kyle. — ¿Qué? ¿No te excita la idea? —se burló.

Kyle se rió. —Una follada a mi cuerpo muerto es lo único que me falta, a mi suerte es la única que no sentiré.

La sinceridad de la respuesta estremeció el corazón de Stanley. Recordó el modo en que varios meses atrás llegó a la granja, con el corazón en la mano, completamente roto debido a las cartas, a lo que hizo con Cartman, pidiéndole volver al pasado por un momento, añorando el consuelo del que una vez llamó mejor amigo. Apretó los dientes, sintiéndose un pedazo de mierda como lo había hecho toda su vida. Pensó en los garabatos dibujados en su cuaderno, en la manera en que Cartman con un par de movimientos por la espalda logró quebrar por completo a Kyle, en Craig ganando su corazón para después romperlo de manera majestuosa. Ya no quedaba ni una pizca de vida en la persona al lado suyo, nada que extraer.

Su pecho se comprimió ante ese pensamiento, Stanley miró entonces todo el dinero que resaltaba en la mochila, en las botellas de alcohol regadas por la habitación, en el bote de basura con los desechos de la comida. El día estaba nublado, con las cortinas meciéndose ligeramente con el viento que anunciaba una posible lluvia, era un día deprimente, casi perfecto para morir.

—Kyle. —llamó. Él despegó los ojos de las caricaturas para mirarlo. — ¿Y si nos aferramos un poco más?

Un trueno rugió en el cielo.

— ¿Hmm?

—Quiero aferrarme un poco más a estar vivo, contigo a mi lado.

Kyle tragó saliva, sintiendo la mano de Stan abrazar la suya que aún mantenía el curita de Craig en ella. Se le quedó mirando por segundos que parecieron horas, no estaba preparado para que Stan dijera esas palabras con una tenue sonrisa en su rostro, transmitiéndole que a partir de ese momento en el futuro todo estaría bien. La persona que más quería morir pedía esperar un poco más, construir un mundo a su lado, y aunque Kyle ya no quería ni una mierda más de ese mundo, pensó que se lo debía a Stanley.

Fingió una sonrisa en su rostro, larga, mezquina y cansada. —Eso sería genial. —contestó, cerrando sus dedos entre los contrarios.

—.—.—.—.—

Se lo encontró de nuevo en el mismo lugar que la noche anterior, bebiendo ahora una taza de café debido a la lluvia que cayó por la tarde. La mesera seguía mandándole miradas amenazantes que Craig no se molestaba en tomar. Kyle pudo detenerse a mitad del camino, regresar a su habitación y pedirle a Stan marchase, pero no lo hizo. Entró al lugar con la cabeza en alto, pidiendo dos ordenes que fueron entregadas casi de inmediato.

Craig sonrió cuando notó la bandita en su mano, incluso cuando Kyle no reparó en él, supo que se la había venido a mostrar.

Lo alcanzó a medio estacionamiento, con un portazo acompañándolo detrás de su espalda. Kyle se giró, parecía estar esperando que lo hiciera. Craig se detuvo unos pasos delante, notando que tenía los cabellos mojados y un aroma suave a jabón barato. Removió la cangurera de su sudadera, mostrándole otro paquete para él, Kyle alzó una ceja.

—Pensé que no tendrías demasiados suministros, así que te traje algo para tu aseo personal—. Kyle no se inmutó en tomarlo, así que Craig buscó tomar una de sus manos, sin embargo, se encogió sobre sí mismo, echándose para atrás y tirando al suelo lo recién comprado.

—Kyle...—arrastró su nombre, preocupado. Él soltó una maldición.

Craig bajó la mirada, así mismo su cuerpo, comenzando a recoger las cosas regadas en el suelo. Las hamburguesas estaban desechas, pero aún servían.

—Espera aquí. —pidió, dándose media vuelta, corriendo al lado contrario.

Kyle observó su espalda al correr, sus recuerdos parecieron transportarlo por un instante a aquel día donde hizo lo mismo para no volver. Despertó de esa pequeña ensoñación cuando Craig trajo consigo dos bolsas más de comida y un par de servilletas que utilizó para limpiar el pantalón salpicado de café. Los ojos verdes de Kyle lo siguieron por largo rato, no queriendo cerrar los ojos porque temía todavía estar encadenado en esa habitación, drogado, imaginando que él estaba a su lado.

—No pusiste un nuevo curita. —dijo él, observando su mano.

Al momento que la tomó, Kyle despertó de su trance, queriendo apartarla de él, Craig no se lo permitió.

—Parece que ya no la necesitas, pero será mejor ponerla por si las dudas. —espetó, colocando una nueva. Lo soltó después de hacerlo. —Ve a cenar, es tarde. —dijo, dejando la bolsa a sus pies no queriendo que la derramara de nuevo.

— ¿Qué haces, Craig? —se atrevió al fin a preguntar, un nudo en la garganta hizo que su voz saliera más débil de lo normal.

Craig hundió sus manos en las bolsas de su pantalón.

— ¿Crees que haciendo esto puedes compensar algo? —espetó con rencor. El chico de ojos gatunos negó con la cabeza. —Es cierto, no puedes.

—Solo quiero saber que estás bien. —respondió, sin poder decir sus sospechas acerca de Stan, sabía que no le creería de todas formas. Kyle sintió esas palabras como un puñal a su corazón. —Es todo lo que me interesa.

— ¿Qué este bien? —murmuró, una risa mal hecha escapó de sus labios. — ¿Te estás burlando de mí?

—N-no, es...

—Gracias a ti perdí lo que más amaba en mi vida. —escupió con rencor. —Gracias a ti, no soy ni la mitad de lo que un día fui. Gracias a ti, todo se fue por la borda. Esto nunca debió pasar, estar contigo dejarme llevar por tus palabras, pensar en un mundo donde te quedas a mi lado me arruinó por completo. Me quitaron la vida gracias a ti, Craig. Solo tengo que cerrar los ojos un momento y te recuerdo marchándote a donde yo no estaba, luego ese recuerdo se desvanece en humo diciéndome que todavía no estás aquí.

Craig frunció el entrecejo para no llorar. —Estoy aquí, Kyle. No soy humo.

—Que estes aquí es una pesadilla para mí. —siguió él. Tan concentrado estaba en su sentir, en las palabras que deseaba pronunciar que no notó las dos lágrimas que ya le escurrían por las mejillas, pero era tarde para percatarse de eso, Kyle estaba recio a endurecer su corazón por él de una vez por todas.

Fue el turno de Craig para sentir la punzada en su corazón, con el dolor escociéndose por todo su cuerpo, haciéndole hervir la sangre de coraje hacía él mismo.

—El tiempo para rescatarme pasó, Craig. —dijo, no queriendo sentir compasión por la mirada que Craig le estaba dando en esos momentos. Lo descomponía, le quemaba las entrañas saber que no volvería a pensar en pasar la vida a su lado. —Ya no hay nada para ti aquí.

—Te amo, Kyle. —soltó de pronto, entregando en esas palabras lo que quedaba de su roto corazón. —Enserio que te amo tanto que incluso me duele el alma. No sabes cuanto, desde ese día, me he culpado, me he maldecido por no correr a tu lado, no te imaginas cuánto y cuánto...

Kyle cerró los ojos, la voz quebrada de Craig, sus lágrimas lo encogían, le pedían volver a él.

¿Y si todo era diferente esta vez?

Craig parpadeó sorprendido cuando notó el impulso de extender una mano a él. —Vete a la mierda. —espetó Kyle, pateando la bolsa de comida, derramándola por completo. Se dio la vuelta y corriendo se marchó de ahí, a esa habitación sucia que ahora era su lugar seguro.

Pero... ¿y si no?

—.—.—.—.—

Stan miró por la ventana a las dos personas en medio del estacionamiento, notó cada reacción en Kyle, hasta cuando quiso extender su mano para alcanzar al otro. Su teléfono vibró de nuevo, ¿Cuántas veces iban está vez? Ahora eran audios pregrabados con la voz de Kyle, recordándole lo patético que era, que su vida era un hoyo sin salida y que todo estaría mejor cuando se muriera.

Al notar que Kyle corría a la habitación, cerró la cortina, caminando tranquilamente al baño.

Un nuevo mensaje llegó, está vez, con una sonrisa en el rostro, contestó:

"Lo haré. Y lo llevaré conmigo."

.

.

.

.

.

.

-

-

Kyle resignado ya a la vida:

¡Muchas gracias por seguir leyendo! Ya podemos iniciar la cuenta regresiva.

Tres...

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