SURVIVOR โœ“ โžณ James Potter

By Baezzealy

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EPรLOGO
FINAL 2 - James Potter

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By Baezzealy

Letra 1: Presente 1978
Letra 2: Recuerdos —1978
Letra 3: Futuro 1995

IMPREDECIBLE

•°•

CIERTAMENTE TODO AQUELLO era cómico, realmente cómico. Tal vez ella parecía ser un disco rayado porque repetía lo mismo una y otra vez. Pero ¿Cómo no repetirlo?

Solo Dios sabía lo difícil que había sido su niñez. Durmió muy poco, casi no comió nada, no tuvo tiempo para ella misma y tuvo que hacerse responsable de una familia. Y todo por culpa de dos cosas. Número uno: El abandono de sus padres. Número dos: Pobreza.

La falta de dinero, de recursos económicos fue la roca más grande que se le puso en el camino. En definitiva, criar de cinco niños teniendo todas las comodidades económicas que a ella se le fueron negadas, hubiera sido extremadamente fácil.

Por ese motivo ahora, veía todo aquello como absurdo. ¿Qué sentido tenía que ahora tuviera un puto castillo y toneladas de oro a su dispocisión? Si cuando ella estaba congelándose a nada de morir de hambre, no lo tuvo.

¿Ya para qué? Ya había comida sobre la mesa, sus hermanos seguían estudiando y prácticamente terminarían todos la universidad sin problema alguno, ella ya tenía un trabajo que la podría mantener por el resto de su vida.

¿Para qué quería todo eso? Ya era demasiado tarde.

—Eleanor Le Fay...

—O'Malley, soy Eleanor O'Malley.

—Creí que la reacción de la persona que rompió la maldición sería diferente. - Explicó Morgana, la cual se encontraba curiosa ante todo el recelo y desaprobación de la muchacha. —Más entusiasta, encantada de tener todo lo que fue mío y todo lo que se ha sumado en estos años.

—¿Entusiasmada? - Se burló. —Solo me da rabia ver todo esto. - Realmente estaba furiosa, incluso estar sentada sobre aquel sofá extremadamente cómodo a pesar de ser más viejo que el papa en turno, le provocaba indignación. —Necesito una explicación, ¿Por qué condenar a cientos de generaciones tuyas? ¿Qué hizo tu hijo para maldecirnos a todos los demás?

—¿Qué hizo mi hijo...? - Morgana suspiró. —Sabes lo que es la magia, ¿No es así?

—Sí...

—Pues estás equivocada. Todo lo que crees saber de la magia es la enseñanza de miles de generaciones que jamás supieron lo que era realmente. - Aquello desconcertó a la doctora. —La magia, no tiene límites, la magia es la fuerza de nuestro espíritu es un poder que llevamos dentro.

«—Yo soy la principal opositora de las varitas. Las varitas solo condenan al mago, el mago pasó de ser el más grande ser mágico a estar por debajo de todas las criaturas y todo por la simple razón de que sin su varita, no son nadie.»

—No tiene sentido. - La pelirroja sacó de su bolsillo la varita blanca con detalles rojos y dorados. —Tú misma tuviste una varita.

Los ojos azules de aquella mujer en el retrato se iluminaron al reconocerla. No había duda alguna, si alguien era digno de llevar el apellido Le Fay, era esa muchacha.

—Mi varita no es como las demás, mi varita no es celosa ni envidiosa, la varita que yo cree es desinteresada. - Explicó. —Un mago que es capaz de explotar su poder mágico sin la necesidad de una varita, es un verdadero ser mágico.

«—Conseguir una varita que te acepte cuando tú no la necesitas, es casi imposible. » - Eleanor recordó lo difícil que fue conseguir su propia varita. «—Ahí es donde surge el problema. ¿Por qué un mago requiere de un instrumento para ser un mago? Por el simple hecho de que es una imposición.»

—¿Y qué hay de la magia accidental? Aquello que le pasa a los niños, un niño no tiene permitido tener una varita.

—¡Has dado en el clavo, muchachita! ¿Por qué un niño puede hacer magia sin varita y luego pierde esa habilidad? Fácil, por la oposición de ese instrumento, se les hace creer que sin ese instrumento no son nada, y prácticamente todo ser mágico existente actualmente está atenido a las varas de madera que no hacen más que encarcelarlos. No experimentan lo que es su propio poder.

—Puedo hacer magia sin varita. - Después de pensarlo bien, la pelirroja admitió aquello. —¿Es por esa razón que rompí la maldición?

—En absoluto. - La mujer en el retrato negó. —Al igual que Merlín fui de las principales opositoras de aquel instrumento, por lo tanto, cuando mi hijo nació lo crié con los mismos ideales y pensamientos.

«—Él creció sabiendo que la magia era más que abrir puertas encantadas o hacer flotar objetos.»

—Así que también fue capaz de hacer magia sin varita.

—Y no solo eso, Hroderich manipuló su magia de forma impresionante, era capaz de crear objetos, volar, hacerse invisible, pero sobre todo, su magia la convirtió en poder, un poder tan grande que era capaz de arrasar con todo ser vivo en la Tierra. - Eleanor pudo ver la clara decepción de aquella mujer. —Él... no se conformó con ello, él sabía que estaba por encima de los demás, era joven, poderoso y no había quien le hiciera frente, así que su ambición lo llevó a querer regir sobre la humanidad, muggles y magos por igual, y lo peor: casi lo logró.

—¿Cómo es que pudo regir sobre dos mundos?

—Mi medio hermano era un rey. - Le comentó. —El Rey de un gran imperio, al no tener descendencia el que subiría al trono sería Hroderich, y de ahí se agarraría para tener bajo su control a los muggles.

—Hroderich se convirtió en una especie de Voldemort. - Musitó para sí misma la pelirroja. —Supongo que tú... Tú lo detuviste.

—Sí... pero sola yo no podría haber hecho nada. - admitió con amargura. —Tuve que recurrir a Merlín. - Eleanor reconoció la mueca de desprecio en la mujer. —Y juntos le hicimos frente a Hroderich.

—Aguarda un segundo, Merlín y tú son reconocidos como leyendas en el mundo mágico... ¿Cómo es qué...?

—¿Un simple muchacho nos ganó? - Los ojos verdes de la pelirroja se abrieron con sorpresa ante el impacto de aquellas palabras. Merlín y Morgana fueron derrotados. —Muy sencillo, Merlín y yo aunque fuimos opositores de las varitas, aprendimos a usarlas y de cierta manera nuestra magia natural se doméstico a diferencia de la magia salvaje y poderosa de Hroderich, nuestros años de sabiduría no eran casi nada a comparación de la tenacidad y espontaneidad de mi hijo.

—Un mago... que tiene una varita, tiene su núcleo mágico ¿Domesticado?

—Efectivamente. - Aseguró. —Porque cuando un mago carece de ella y no la necesita, su núcleo se vuelve más fuerte y poderoso, imparable, y a eso se le conoce como “magia del caos”.

Los ojos de la pelirroja se tiñeron de rojo por unos cuantos segundos debido a que algo dentro suyo se removió. Morgana por un segundo miró a su hijo en esa muchacha.

—Entonces ¿Cómo detuvieron a Hroderich?

—Haciendo un sacrificio. - Explicó. —Teníamos que morir para poder maldecirlo.

—¿Merlín y tú?

—Así es, tuvimos que pagar con nuestras vidas ya que ambos de alguna u otra forma juntamos nuestros núcleos mágicos formando uno solo, y solo de esa manera logramos apagar la magia del caos de Hroderich, poniéndole una limitación a él y a su sangre.

—Pero no comprendo, ¿Por qué no hay registro en la historia de esto? Leí sobre ti y sobre Merlín pero jamás se explicó cómo es que ambos murieron, no se habla del enfrentamiento de ustedes contra Hroderich.

—¿Crees que era conveniente que se quedará registrado algo que casi destruye a la humanidad como la magia del caos? Todos los que estuvieron en ese tiempo decidieron callar e imponerse así mismos y a generaciones futuras, el uso de la varita, para evitar que algo como aquello volviera a ocurrir. - Explicó. —La varita dejó de ser una opción para volverse una imposición.

—¿Y la maldición que cayó en cientos de generaciones? ¿Qué hay de eso?

—Esa maldición fue la que nos ayudó a detener a mi hijo y a su descendencia “La magia de todo Le Fay se encontrará dormida, y está solo podrá despertar cuando el portador no tenga ambiciones que lo condenen, cuando sea capaz de vivir sin ella, cuando sienta que no la necesita, y que no valga la pena, solo hasta entonces la magia despertará.”

—¿Qué...? 

—¿Cómo fue que tuviste un brote de magia accidental?

—Hace años... no lo recuerdo bien, creí que uno de mis hermanos había muerto y cuando desperté, mi hermano estaba vivo y yo... ya era bruja.

—No sabías lo que era la magia hasta ese momento, ¿Cierto?.

—No, desconocía por completo la existencia de este mundo.

—Cuando la maldición cayó en Hroderich este sabía que no podría volver a ser un ser mágico porque sus ambiciones estaban más allá de la seguridad humana. - Continúo. —Entonces se obligó a tener descendencia, cada niño que él procreaba, era un niño al que le hablaba de la magia para que éste pudiera despertar en él.

«—Los primeros tres hijos que tuvo con la misma mujer, fueron incapaces de despertar su núcleo mágico, así que se fue con otra bruja pensando que tal vez ahí estaba el problema.» - Morgana suspiró. «—Entonces busco una nueva esposa, pero del mismo modo los hijos que procrearon fueron incapaces de despertar su núcleo mágico.»

—Y consiguió otra esposa y procreó más hijos ¿Cierto?

—Fueron un total de siete esposas y fueron veinticinco hijos. Pero todo fue en vano, nadie pudo despertar su núcleo mágico. - Aquello realmente avergonzaba a Morgana. —Y los veinticinco hijos siguieron con los mismos pasos de Hroderich, querían con urgencia que alguien en su línea de sangre fuera un ser mágico, presionaban a sus hijos y los llevaban hasta los extremos para hacerlos conseguir la magia, y ese fue un ciclo que se repitió durante generaciones. Cientos de generaciones de Le Fay enloquecidos por la ambición.

—Pero no conmigo. - Suspiró la pelirroja. —A mí nunca me hablaron sobre la magia.

—Tu madre... ella fue la que rompió el ciclo, no obligó a sus hijos a ser seres mágicos, sus ambiciones...

—Fueron profesionales, ella fue una mujer de ciencia, Gabrielle disfrutaba del mundo muggle y claro que era ambiciosa, fue muy ambiciosa, pero no con la magia.

—Y por ese motivo tú pudiste despertar tu núcleo mágico, fue un acto desesperado, no un acto de egoísmo.

—Entonces... mis hermanos también...

—No muchacha, ellos jamás podrán ser seres mágicos. Porque crecieron viéndote a ti. - Entonces la mirada de la mujer en ese retrato se oscureció. —Tus hermanos están condenados y más pronto de lo que esperas, comenzarán a enloquecer al no poder tener lo que tú tienes, haciendo que el ciclo se repita una vez más.

°•°

Ella se sentía como un alma en pena, moviéndose casi por inercia entre los pasillos del castillo a mitad de la noche. La pelirroja pasó por la biblioteca, escuchando la fuerte discusión de los adultos, al igual que ella todos los mayores estaban sacando sus frustraciones a gritos y reproches.

Eleanor suspiró y con una de sus manos creó un escudo en la puerta para que ninguno de sus hijos se despertará debido a los gritos de los demás.

Aquella joven siguió caminando por el lugar, hasta que llegó al salón. No molestó a ninguno de los elfos que aún seguían trabajando en esa casa, ella misma preparó su trago y se tomó aquel licor ardiente de un solo golpe.

Cuando supo que eso no bastaría, estrelló el vaso sobre el buró, rompiendolo en pedazos al instante.

No le importó en absoluto el corte en la palma de su mano, aparentemente ni siquiera lo sintió, solo se limitó a tomar la botella y darle un trago al licor ardiente.

—Creí que estabas muerta. - Los ojos de la joven se elevaron para ver a la mujer en el retrato. —Aunque pronto lo estarás si sigues descuidando tu cuerpo de esa manera.

—Honestamente, preferiría estarlo. - admitió antes de darle un trago a su botella.

—La magia es curiosa, fuerte y caprichosa, mira hasta donde te ha traído.  Una explosión de magia accidental te trajo a tu futuro.

—Aún no entiendo por qué.

—Porque quería protegerte, tu propia magia sabía que corrías peligro y te trajo a un lugar seguro.

—¿Crees que este es un lugar seguro? ¡Es un infierno! - La pelirroja liberó un poco de su magia de manera involuntaria. —Fleamont, Euphemia, Gideon, Fabián, Frank, Alice, Cedric, Pandora, Regulus, ¡James! ¡¿Y ahora mis hijos?! ¡¿Crees que es  esto un lugar seguro?!

—Para ti, lo es.

—¡Pues qué consuelo! Necesito volver, necesito regresar, cambiar las cosas. ¡No me importa si muero! Pero ellos no, mis hijos no lo harán. - La pelirroja se puso de pie y caminó hasta aquel cuadro, tomando el marco de oro para sacudirlo. —¡Ilumíname con tu sabiduría, Morgana! ¡¿Cómo vuelvo?! ¿Cómo puedo volver para evitar este desastre?

—Estas tan enfocada en volver...

—¡¿En qué otra cosa puedo enfocarme sí no?! ¡¿Eh?!

—En disfrutar. - Los ojos azules del retrato miraron con ternura a la cobriza. —Dices que morirás mil veces por tus hijos, ¿Que tal si vuelves y aún así mueres? Tus hijos seguirán huérfanos y tú solo habrás visto muy poco de ellos.

Eleanor frunció el entrecejo.

—Tal vez tu magia no quiso salvarte, tal vez quiso dejarte ser feliz por un segundo. Deja de preocuparte tanto por volver, eso es algo que no puedes controlar. Sólo... goza tu estadía en este tiempo, has que cada segundo valga la pena.

Las palabras del retrato se registraron en lo más profundo de su mente. Tal vez no habría otra oportunidad de... convivir con sus hijos.

Eleanor soltó el cuadro, y retrocedió, para después comenzar a pasearse por el lugar, deteniéndose en la pared hecha de roca, mirando cada una de las fotografías que estaban en ella.

Los ojos verdes de la joven se iluminaron ante el reconocimiento. Para ser sinceros, le daba gusto que ya no solo hubieran tres retratos en el árbol genealógico.

—Tienes razón. - Sonrió ligeramente mientras acariciaba una de las imágenes con las yemas ensangrentadas de sus dedos.

°•°

Era tan extraño mirarse al espejo y ver su reflejo, ver sus cabellos de un color azabache, su piel un poco más bronceada y unos ojos tan oscuros como el carbón era como ver a otra persona.

Pero la única forma de salir de casa era cambiando su apariencia, algo que sus gemelos y prácticamente todos sus acompañantes también tuvieron que hacer.

Y es que después de tantas réplicas y peleas, los hermanos convencieron a todos de llevar a la cobriza a la playa ya que ella era la única que no la conocía.

—Y se supone qué... ¿Ustedes dos saben nadar? - Les cuestionó mientras trataba de acostumbrarse a la sensación de la arena bajo sus pies.

—Somos unos excelentes nadadores. - Los dos muchachos tomaron las manos de su madre para arrastrarla hacia el mar.

—Más vale que no me revuelque una ola, porque los dejó sin herencia.

°•°

—Entonces, Musre me pidió que fuera su novia. - El tono soñado de Stella fue muriendo poco a poco en su voz, ya que sus ojos se empañaron de tristeza al ver qué su amiga no le respondió con un comentario como “era obvio” “ya era hora”. —No tenía ni la menor idea de que le gustaba yo.

Stella suspiró, volvió a remojar el paño en la vasija con agua, para después exprimirlo y comenzar a pasarlo por el rostro de la pelirroja.

—Musre es un gran chico ¿Sabes? Le he observado desde hace años, solo que nunca me atreví a hablarle ya que estábamos diferentes en casas. - Continúo hablando. —Aunque un par de veces juntos trabajamos, poderme acercar a él fue algo que conseguí a ti gracias.

Stella volvió a sumergir el paño en el agua antes de exprimirlo nuevamente y ahora comenzar a pasarlo por los brazos de la pelirroja.

—Musre es un buen chico, y también mi primer novio es, tengo fé es que todo vaya bien, incluso cuando Hogwarts termine que lo muestro prosperando siga. - Suspiró con un aire soñador. —Tal vez muy apresurado es, pero ¿Te imaginas cómo será futuro nuestro? Puede que maravilloso sea, tus hijos y los míos jugando al fondo, James, Sirius, Peter y Musre tratando de evitar que sufran accidentes, y dos nosotras riendo en el fondo.

Un risita se escapó de la rubia al imaginar aquello, mientras seguía en su labor de limpiar el cuerpo de su amiga.

—Por qué tú, Norelea, serás la madrina de mi primer bebé, y nada me gustaría más que el papá Musre fuera.

°•°

—Es increíble que tengan quince años y ninguno sepa andar en bicicleta. - Suspiró con indignación la pelirroja. —¿Pues qué carajos hicieron sus tíos en estos años?

—Bueno, nuestros tíos Elián y Elías intentaron enseñarnos. - explicó Harry.

—En la colina de la Hilandera. - Bufó James. —Nos dimos semejante golpe...

—Yo terminé con un brazo roto y James con un hombro dislocado.

Eleanor cerró sus ojos y llevó su mano al puente de su nariz en señal de paciencia. Apostaba uno de sus riñones a qué sus hermanos hicieron eso a propósito en venganza de cuando ella les enseñó a andar en bicicleta.

Ya se las cobraría cuando volviera a su tiempo.

—Bien, ahora no hay ninguna colina extremadamente peligrosa que pueda hacer que se rompan un hueso. - La cobriza saco miro las bicicletas que su hermano le había llevado. —Y en caso de que se rompan algo, no se preocupen que yo lo arreglo.

Los gemelos compartieron una mirada desconfiada, recordando su accidente en la zanja y la colonia, era algo que no querían volver a repetir.

Eleanor sonrió de lado a la vez que cruzaba sus brazos sobre su pecho para mirar a sus hijos.

—¿Qué? ¿No se supone que vuelan en sus escobas? - Aquella joven elevó una de sus cejas. —Esperaba más de dos Gryffindor capitanes de su equipo de quidditch...

Un jadeo indignado salió de lo más profundo de ambos muchachos antes de que fruncieran el entrecejo.

—¿Dónde están esas bicicletas? - Preguntaron con una marcada decisión los hermanos, antes de salir en busca del vehículo de dos ruedas.

—Una vez Potter, siempre Potter. - Susurro para ella misma, mientras que por un segundo dejaba de ver a sus hijos para ver a James. Aquel muchacho aferrado y testarudo peleándose con una "biconeta" con tal de dejar su nombre en alto. —Princeso, deberías de ver esto.

°•°

—Quiero una motocicleta. - Lloriqueo Sirius. —Son fantásticas.

—Hasta hace unas horas ni siquiera sabías qué diablos eran. - Protesto Severus, hartó de tener a ese chucho pegado a él como una maldita sanguijuela.

—¡Pero nada más necesité apreciarla una vez para quedar flechado! ¡Esto es amor a primera vista! - Exclamó el león mientras le mostraba la revista la cual tenía un extenso contenido de motos. —Quiero está. - Señaló.

Severus resopló cuando casi le puso la revista en la cara. Le dio un rápido vistazo antes de ver la moto que el chucho quería.

—Es una Triumph Bonneville T120. - Explicó una vez que la reconoció. —Me parece que es del 59.

Los ojos de Sirius se abrieron de par en par mientras seguía ojeando la revista, hasta que llegó a la descripción de la moto que le había robado el corazón. Entonces soltó una risotada de alegría y sorpresa al mismo tiempo.

—¡Sabes de motocicletas! - Exclamó con emoción. —A pesar de tu cara de amargado, sabes sobre estás bellezas, dime ¿Acaso por las noches vas a rodadas y recorres ciudades enteras?!

Severus rodó los ojos con fastidio, maldiciendo internamente a Erwin, el hermano de la pelirroja que había llevado la bendita revista que ahora el chucho no soltaba.

—No Black, no salgo en rodadas, y ni siquiera sé manejar.

—¿Entonces cómo identificaste a esta bebé?

Snape suspiró, mientras tomaba la maldita pelota para comenzar a ejercitar su mano de nueva cuenta. —Porque a Gabo le encantan las motocicletas.

—Oh... el pelirrojo. - Gruño.

°•°

Eleazar estaba sentado en el comedor, manteniendo sus ojos verdes fijos en la cocina.

Su hermana mayor... Ahora hermana menor, estaba ahí, silbando una canción mientras sus hijos le ayudaban a cortar la masa en círculos perfectos.

Aquel hombre vio como su hermana se colocó los guantes de cocina para después abrir el horno y sacar de ahí unas ricas y olorosas galletas de chispa de chocolate.

Los ojos de Eleazar se entrecerraron ligeramente mientras veía como Kreacher anotaba con exactitud cada paso y detalle de las galletas que la cobriza hacía.

Pudo comprender de manera inmediata lo que ocurría. Eleanor le había ordenado al elfo que aprendiera cada una de sus recetas para que el día en que ella se fuera, sus hijos siguieran recordándola a través de la comida.

—Es preocupante que tengas una botella en la mesa. - Señaló Remus, el cual llegó a tomar asiento a un lado del contrario.

—Estos últimos días he tenido la necesidad de beber un trago.

—Te comprendo, pero debes de tener en cuenta de que si bebes, ese no será el último trago.

—Lo sé, Remus. - Eleazar suspiró cuando su mirada se concentró en el líquido ambarino de la botella.

Cuando su hermana murió, él hizo lo mismo que su padre cuando Gabrielle se fue. Eleazar se había refugiado en el alcohol, y durante al menos dos años no hubo nada ni nadie que lo sacará de ahí.

Fue en el cumpleaños número tres de James y Harry cuando por fin tomó la decisión de dejar de beber, y es que esos niños le recordaban tanto a su hermana que los utilizó como un motor para poder salir adelante.

Los vio y casi crió como si fueran suyos, pero en realidad, la mayor parte del tiempo imaginaba que esos niños eran ella, así que por ese motivo estuvo una larga temporada viviendo con el pocionista, pagando una deuda inexistente con su hermana, criando a sus hijos como ella lo crió a él.

—Llévate la botella. - Susurro por lo bajo antes de suspirar. —Es muy tentadora. - Admitió. —Pero no soy el único que se siente tentado.

Los ojos dorados de aquel lobo se elevaron, para ver a la muchacha silbando tranquilamente mientras metía otra charola de galletas al horno.

—Ella ha bebido mucho estos días.

—Si para nosotros es difícil, para ella ha sido peor, no quiero que se convierta en Harrison, o peor, que se convierta en mí.

Lupin aplanó sus labios en una línea, se puso de pie y palmeó el hombro del otro hombre. —Todo estará bien. - Prometió antes de llevarse la botella.

Eleazar cerró sus ojos, haciendo uso de su autocontrol y serenidad. Pero cuando los abrió nuevamente algo se removió dentro suyo.

Ya no estaba viendo a su hermana ni a sus sobrinos. Ahora, él se encontraba viendo a una mujer rubia platicando con sus mellizos mientras comían galletas calientes.

°•°

She is frequently kind and she's suddenly cruel.

But she can do as she pleases, she's nobody's fool.

And she can't be convicted, she's earned her degree.

And the most she will do is throw shadows at you.

But she's always a woman to me.

James suspiro, bajo su guitarra cuando la canción terminó, y entonces aquellos deprimidos pero al mismo tiempo desesperados ojos café veían a la muchacha dormir.

Ya había sido mucho, desde aquella vez en la que la pelirroja se estaba asfixiando de la nada, todos sus nervios se crisparon. Ya no era capaz de dormir, desde entonces, cada noche se metía debajo de su capa de invisibilidad para ir a cuidarla, y estar ahí en caso de que sus pulmones se volvieran a llenar de agua inexistente, o pudiera ocurrir cualquier otra cosa peor.

Era injusto, muy injusto que solo ella terminará en esas condiciones.

Había pasado casi una semana, y eso fue más que suficiente para que Eleanor se mostrará mucho más delgada de lo que en realidad era. Sus pómulos se podían ver ligeramente sumidos, y le preocupaba el color amoratado de sus ojos.

Esas ojeras parecían ser de alguien que no dormía en días cuando la realidad era diferente, ella simplemente no despertaba.

James negó, y suspiró de nueva cuenta antes de tomar la mano de su novia entre las suyas.

El león cerró sus ojos mientras acariciaba la mano de la pelirroja, pero entonces su entrecejo se frunció.

James abrió los ojos y giró la mano de su novia, para ver un profundo corte en su palma.

—¿Pero qué diablos? - Se preguntó así mismo, mientras veía la textura del corte en su mano derecha.

Él estaba seguro de que ese corte no estaba ahí cuando la atacaron, pero tampoco se veía muy fresco, es como si se hubiera lastimado hace un par de días.

—No entiendo nada, Bonita ¿Qué está sucediendo?

°•°

Aquella joven estaba sentada en medio de la cama, y tenía dos cabezas recargadas en cada uno de sus hombros.

Eleanor tenía un libro en sus manos, ya que les estaba leyendo un cuento a sus hijos aquella noche.

“—Había una vez un músico prodigioso que vagaba solo por el bosque dándole vueltas a la cabeza. Cuando ya no supo en qué más pensar, se dijo: -En el bosque se me hará largo el tiempo, y me aburriré. Sería buena idea buscar compañero. El músico sacó el violín que llevaba y empezó a tocarlo. Al poco se le acercó un lobo y le dijo: -Hola, chico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.”

Para ser verdad, la pelirroja ya había perdido la cuenta de cuántos cuentos les había leído a sus hijos. Ya iban casi por la mitad del libro de los hermanos Green.

Sin embargo, era necesario hacer todo eso, era algo que Eleanor Potter no pudo hacer porque falleció, y algo de lo que sus hijos fueron privados.

Y tal como Morgana le había dicho, tenía que aprovechar el tiempo que le quedaba, no sabía si era mucho o poco, pero sabía que tenía que hacerlo.

“—Pues no te será difícil si haces todo lo que yo te diga- le dijo el chico, al que no le gustó mucho la idea de tener por compañero a un lobo. El lobo aceptó obedecer al músico en todo lo que este le pidiera. Así, el chico le indicó que lo siguiera, y, tras andar un rato, llegaron junto a un viejo roble, hueco y hendido por la mitad. -Si quieres aprender a tocar el violín, mete las patas delanteras en esta hendidura -le dijo el chico. El lobo obedeció al lobo y el chico, cogiendo rápidamente una piedra, la usó para aprisionar las patas del lobo y lo dejó allí atrapado.”

Eleanor se quedó callada cuando escuchó aquellos suspiros y ligeros ronquidos de los dos chicos. Ambos se habían quedado completamente dormidos, lo cual agradeció de inmediato.

Aunque sabía, que a ella no le quedaba más que una larga noche de insomnio, ya que tenía que seguir buscando algo sobre los Horrocrux o un indicio de cómo volver a su época.

°•°

“—Ahora espérame hasta que vuelva -dijo el músico. Y prosiguió su camino.
Al cabo de un rato, cuando estaba ya lejos de allí, el músico cogió de nuevo el violín y se puso a tocar, esperando un compañero. Acudió esta vez una zorra, que le dijo: -Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender.
-No te será difícil si haces cuanto yo te mande - contestó el músico, al que la compañía de la zorra tampoco le agradaba. -Sí, músico, te obedeceré- dijo la zorra. -Pues sígueme -ordenó el muchacho. No tardaron en llegar a un sendero, bordeado por altos arbustos. El músico mandó a la zorra agarrar con ambas manos unas ramas. Allí la ató y soltó las ramas, dejando a la zorra colgada en el aire. -Espérame ahí hasta que regrese -le dijo. Y se puso en camino de nuevo. Al cabo de un rato volvió a sacar el violín y se puso a tocar. Esta vez fue una liebre quien se acercó. Pero al músico tampoco le agradaba la idea. Y cuando esta le dijo que le gustaría aprender a tocar el violín, el músico repitió, una vez más, que debía obedecer en todo lo que dijera. ”

Eleazar estaba cruzado de brazos en el fondo de la enfermería, viendo con una mirada severa a Erick quien ya llevaba casi seis horas leyéndole a su hermana un libro de cuentos.

No le molestaba que Erick estuviera ahí, ni que Erwin viniera constantemente, o que Elías y Elián estuvieran a punto de destruir su casa por sentirse privados de ver a Eleanor.

Lo que le molestaba era esa situación, su hermana en coma en un mundo diferente al suyo. Pero ese no era el problema más grande.

Estaba pasando algo más y él lo sabía. No era un brujo como todos los que habitaban ese puto castillo, sin embargo el tenía una conexión con su melliza, almo más allá de lo que la magia podía explicar.

Un solo día no estuvo con ella, y ese día le dijeron que ella casi muere ahogada, lo peor es que le detectaron agua en los pulmones pero en realidad no tenía nada. Pero entonces ¿Qué sucedió realmente?

—Algo va mal.

—¿Tú también lo sientes?

—Sí.

—Tenemos que llevarnosla de aquí.

—Lo sé, ya estoy viendo todo lo que necesito para trasladarla a un hospital. - Le explicó Harrison. —En dos días ella estará en buenas manos.

—¿Es el hospital donde ella trabaja?

—Así es.

—Perfecto, este lugar no me da confianza.

—A mí tampoco.

Padre e hijo compartieron una mirada, ambos de acuerdo en qué lo que Eleanor tenía era mágico no científico, y la única forma de encontrar una respuesta era fuera de un mundo de brujos y hadas.

°•°

—Son increíbles. - admitió su madre cuando se vio de vuelta en un aprieto.

—Juntos son imparables. - Corroboró Peter. —Ni siquiera Severus puede ganarles.

Y es que ambos gemelos estaban del otro lado del tablero de ajedrez. Parecía que los hermanos habían unido sus cerebros en uno solo con la finalidad de hacer la jugada perfecta.

Eleanor realmente estaba teniendo problemas para predecir sus siguientes movimientos.

—Eres un buen rival.

—Él único que nos da una verdadera guerra es Ron.

—Hemos estado hasta dos horas jugando con él el mismo juego.

—Pues díganle a Ron que lo admiro, y mucho, ya que no hay forma de que yo gane. - La cobriza sonrió al ver qué estaba contra las cuerdas en ese tablero.

—Si te sirve de consuelo.

—Después de Ron, tú eres la mejor.

—Jaque.

—Mate.

—Ojalá así fueran de buenos con la herbología.

—Y con runas antiguas.

—¡Somos muy buenos!

—Ajá, sobre todo cuando nos traen una “T” en sus evaluaciones.

—¡Oigan! ¡No digan eso...!

—¡Frente a mamá!

°•°

Eleanor estaba de pie, molesta y agitada al mismo tiempo, aquellas últimas declaraciones de la mujer del retrato le habían crispado los nervios.

—Mientes. - Replicó de inmediato.

—¿Qué ganaría yo con mentirte? Tú eres la que se está mintiendo a sí misma. Te he contado ya toda la historia por lo cual, tienes que abrir los ojos para darte cuenta de que tus hermanos...

—¿Enloqueceran? ¿Quieres que acepte eso?

—Debes hacerlo, y aunque quieras negarlo, pronto lo verás por ti misma.

El entrecejo de la pelirroja se frunció, mientras ella seguía paseando por el gran salón, dándole vueltas a todo lo que Morgana le había contado hace unos momentos.

—Aguarda un segundo. - La chica se detuvo antes de elevar la vista y ver ese cuadro otra vez. —Yo rompí la maldición, ¿Qué hay de mi descendencia? Si llego a tener hijos ¿Ellos también serán privados de magia?

—En absoluto, si tienes hijos serán niños mágicos, al romper tu la maldición, la línea de Le Fay que lleve tu sangre no tendrá condena alguna, pero, si tú o tu descendencia llega a tener pensamientos o ambiciones como las de Hroderich...

—Automáticamente se quedará sin magia. - Completo la pelirroja.

—Efectivamente. Todo dependerá de como eduques a tus hijos y de cómo eduquen ellos a los suyos.

—Educar... - Murmuró para sí misma la pelirroja. Y entonces su cerebro comenzó a trabajar de manera inmediata.

Una de sus manos se metió en uno de los bolsillos de su abrigo, del cual sacó dos fotografías un tanto viejas.

Miró brevemente la fotografía donde aparecían todos sus hermanos, pero la descartó con rapidez. Fue entonces cuando centró toda su atención en la foto donde aparecían Gabrielle y Harrison.

Estuvo mirando aquella fotografía vieja, en donde sus progenitores no eran más que adolescentes inexpertos, tontos y enamorados.

—Educación... - Saboreó aquella palabra en su boca, una vez que su cerebro se encargó de unir cada una de las piezas del rompecabezas. Y entonces, comenzó a reír.

—¿Qué sucede...? - Morgana no comprendía cómo es que la pelirroja había pasado de una aplastante angustia a una risa emocionada.

—Tu maldición... la maldición que le impusiste a tu sangre no se ha roto porque toda tu descendencia se ha encargado de seguir los patrones de sus progenitores. ¡Y ahí tú pierdes!

—¿Qué?

—Incluso... los patrones se pueden romper ¿Comprendes? De lo contrario Gabrielle nos hubiera hablado de la magia hasta el cansancio, pero todo cambió cuando a ella le gustó más el dinero muggle que la miseria mágica.

—No entiendo lo que intentas decir.

—Que ninguno de mis hermanos enloquecera, ¡Ninguno! - Sonrió. —¿Y sabes por qué? Porque nosotros solo podemos perder la cabeza por dos cosas: el dinero. - Por su mente pasó Gabrielle, abandonandolos cuando su padre cayó en bancarrota. —Y amor. - Ahora Harrison cayó en sus pensamientos, entre alcohol y depresión cuando su madre los abandonó. —Perder la cabeza por algo tan estúpido como la magia, no sería muy O'Malley de nuestra parte.

°•°

DIEZ DÍAS
DESPUÉS DEL ATAQUE

Eleazar estaba nuevamente sentado en esa incómoda silla a un lado de la cama de su hermana. Se encontraba furioso y preocupado por igual.

En esa mañana habían dado de alta al Cuervo y aunque se alegraba por él, también lo envidiaba. El vato ya podría ir a hacer su vida de manera normal, aunque claro, tendría que seguir con sus terapias un mes más para recuperar por completo el control de su brazo dominante.

Pero eso no era nada comparado con el estado en el que se encontraba su otra mitad. Si ese fuera un coma convencional también estaría que se lo lleva el demonio, pero tenía claro que no era solo eso.

Así que estaba ahí, haciendo guardia como perro guardián mientras el resto de sus hermanos estaban fuera de la enfermería, prohibiendo el paso a medio mundo, con el único fin de darle tiempo a su padre para que esté fuera a decirle a Dumbledore que se llevaría a su hija a un muy buen hospital muggle.

—Te vamos a sacar de aquí, y verás que pronto estará bien, te llevaremos a casa y ahí cuidaremos de ti. - Le aseguro a su hermana.

De manera inevitable los labios del chico comenzaron a temblar, y por más que intento controlarse no pudo evitar que las lágrimas cayeran por su rostro, al tiempo en que su rostro se deformó en una mueca de dolor y amargura.

—Mira, me has convertido en un llorón. - Una pequeña risa combinada con sollozos se le escapó. —Pero es que estoy desesperado, tengo miedo de que tú me dejes, porque... yo no puedo continuar sin ti ¿Entiendes?

Eleazar tomó una de las manos de su hermana y depositó un pequeño beso sobre el dorso de ésta.

—Tengo... tengo que graduarme de la universidad, tengo que casarme y formar una familia, tengo que tener nietos, y tú debes de estar ahí, siendo una anciana igual que yo mientras nos reunimos a mal educar a nuestro nietos. - Aquella imagen le hizo reír ligeramente, pero sus ojos seguían lagrimeando sin parar. —No puedo hacer nada de eso sin ti, porque tienes que estar ahí conmigo en cada momento, eres la persona que necesito que esté orgullosa de mí.

Eleazar frunció sus labios, y soltó la mano de su hermana para cubrir su rostro y así poder llorar. Realmente agradecía encontrarse solo para que así nadie lo viera en su ese estado tan vulnerable.

—Dicen que estás en todas partes. - El Halcón se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas. —Y quiero creer que eso es verdad... No, yo creo, creo en ti, voy a creer en ti ¿Vale?

Eleazar suspiró y tomó una de las manos de su hermana para sostenerla entre las suyas.

—No te la lleves. - Pidió a la nada. —Por favor, no te la lleves. Si quieres que alguien muera, entonces que sea yo, yo tengo muchos más motivos para morir, soy un ingrato, un malagradecido, un estafador, un ladrón, un mentiroso, yo si soy una mala persona, si quieres llevarte a alguien, que sea a mí.

Sus ojos verdes cristalizados a causa de las lágrimas, miraban directamente a su otra mitad, sintiendo la impotencia de no poder hacer nada por ella.

—Yo... Haré lo que sea, haré lo que sea ¿Vale? Cualquier cosa, pero por favor, devuélveme a mi hermana. - Eleazar cerró los ojos y agacho su cabeza devastado. —Eleanor... vuelve, por favor vuelve, te necesito, tú eres mi otra mitad.

Tal vez si aquel muchacho hubiera tenido sus ojos abiertos, hubiera sido capaz de ver aquella luz verde que comenzaba a surgir de su pecho.

°•°

La cobriza estaba sentada en el sofá, con cada uno de sus hijos a un lado. Alrededor de ella, en los demás sillones se encontraban sus cuatro amigos y su hermano.

Llevaban casi dos horas en esa tarde platicando de las múltiples cosas que habían vivido en esos años.

Esos relatos fueron más que suficientes para comprender que sus hijos eran unos pequeños demonios en ese tiempo.

—¿Fingiste morir?

—No tuve opción. - Suspiró Severus. —Era la décimo cuarta llamada de atención que le había hecho a tus mocosos. - Harry y James decidieron mirar hacia otro lado. —Entonces cuando escuché otro gritó del gato y el sonido de un cristal roto, salí corriendo para ver qué hacían y regañarlos en el proceso.

La pelirroja miró a sus hijos los cuales se encogieron de hombros al instante.

—Entonces, iba tan rápido para ver qué le hicieron al pobre gato, que no me percate del agua que estaba en el suelo y me resbalé... - Severus resopló pero aún así sonrió ligeramente. —Mientras me caía de espaldas, sentía que mi orgullo y dignidad se habían ido al diablo, así que mientras escuchaba las carcajadas de tus hijos, tomé la decisión de fingir mi muerte.

—No te creo.

—¡Pues sí lo hizo!

—¡De verdad creímos que había muerto!

—Tus mocosos dejaron de reír cuando vieron que no me movía, intentaron reanimarme pero decidí darles un escarmiento. - El pocionista disfruto de las caras indignadas de los niños que crió. —No tuvieron más opción que hablarle a Eleazar.

—¡Tío! ¡Tío! ¡Matamos a mi padrino! - El Halcón imitó las voces de sus hijos. —Yo obviamente me preocupé porque me dijeron que no reaccionaba, así que mandé una ambulancia a la casa. - Explicó. —Media hora después llegó la ambulancia, y Severus venía ahí, acostado en la camilla. Solo hasta que lo trasladaron a una habitación abrió los ojos y se puso de pie para decir que era un escarmiento para sus ahijados.

—Eso fue demasiado extremista. - Le reprochó Eleanor antes de soltar una carcajada. —Pero admito que yo hubiera hecho lo mismo ¡Qué divertido!

—¡Ay! ¡Yo también quiero hacerlo! - Soltó emocionado Sirius.

—¡Eso fue todo...!

—¡Menos divertido!

Los mayores comenzaron a reír sin importarles las muecas ofendidas de los gemelos.

“Vuelve”

Eleanor paró sus risas, pero aún con una breve sonrisa en su rostro se giró hacia su hermano.

—¿Qué? - Le cuestionó.

—¿De qué?

—Me acabas de decir algo, pero no te escuché bien.

—Yo no dije nada.

—¿Seguro?

—Completamente.

Eleanor se rasco la cabeza confundida pero decidió dejarlo pasar.

“Por favor, vuelve. Te necesito.”

—¡Oh, vamos! ¡Si me estás hablando!

—Yo no te he dicho nada. - Señaló con seriedad el mayor.

—¿Entonces qué...?

—Eleanor. - Le interrumpió Peter. —Estás brillando.

—¿Qué...? - La pelirroja se miró así misma, viendo como pequeños destellos verdes comenzaban a aparecer alrededor de su cuerpo.

—Creo que... volverás. - Murmuró con desaliento el hombre lobo.

—¡No!

—¡Es muy pronto!

—Ambos chicos se abrazaron al torso de su madre, sin querer dejarla ir.

A la pelirroja se le hizo un nudo en la garganta cuando supo que tendría que irse. Con ambos brazos rodeó a sus hijos y besó la frente de cada uno.

Pronto, elevó la vista para ver a sus amigos, todos con miradas tristes y llorosas, pero sabía que no tendría tiempo para despedirse de cada uno, ni siquiera de su hermano quien se veía sorprendido ante la magia verde que la estaba envolviendo.

—Supongo que mi yo de diecisiete años no tiene paciencia. - Susurró con una triste sonrisa. —Te amo.

—Yo también te amo. - Lo reconoció sin tapujos cuando el brillo incrementó.

—Buen viaje Rojita, siempre serás mi mejor amiga.

—Eleanor... cuídate mucho.

—No hagas nada estúpido.

—Y no te olvides de ser feliz.

La pelirroja sintió como las lágrimas comenzaban a escurrir por sus mejillas hasta caer en su quijada, pero estás se desvanecían cada que caían más allá de su propio rostro.

—Mamá...

—Haré lo que sea, todo lo que esté en mis manos para que esto sea diferente, se los prometo.

—¿Y puedes prometer no morir? - Le cuestionó James.

La doctora no pudo sostenerle la mirada a su hijo, y tampoco pudo prometer algo que tal vez no podría cumplir. Simplemente decidió aferrarse más a ellos.

—Sigan siendo buenos chicos, diviertanse mucho, háganle caso a sus padrinos, a sus tíos, a su abuelo. Nunca abandonen a sus amigos, y siempre antes que cualquier cosa, busquen su propia felicidad. - Les pidió. —Haré lo que esté en mis manos, no, haré más allá de mi alcance para que las cosas cambien para bien, pero si no es así, si no lo consigo, quiero que sean felices. - Su voz era temblorosa, apenas y podía controlarla. —Sean egoístas, piensen más en ustedes mismos, y no carguen con culpas que no les corresponden. - Pidió.

—Mamá. - Harry no pudo evitar se un mar de lágrimas en ese momento. —Te amamos.

—Lo sé, y yo los amo, y estaré muy ansiosa por tenerlos en mis brazos otra vez. - Aseguro. —Los amo mucho, y le doy gracias a la vida, a la magia, a Dios, o a quien sea que me haya dado la oportunidad de conocerlos y de pasar unos días increíbles con ustedes.

Justo en ese momento, poco a poco, la pelirroja comenzó a convertirse ella misma en luz verde, al punto en qué los dos muchachos dejaron de sentir los brazos de su madre rodearlos.

—Los adoro, mis pequeños.

Todos estaban tan concentrados en la conmovedora y triste escena frente a ellos, que les fue imposible escuchar el sonido de la chimenea en la casa de Sirius. Nadie en la habitación escuchó los pasos acercarse, y nadie le prestó atención a la persona que llegó en el momento justo.

—Obliviate. - Aquella vieja voz se escuchó en el fondo, pero nadie pudo hacer nada al respecto. Un rayo blanco voló con una rapidez inigualable para impactar directamente en el pecho de la pelirroja segundos antes de que ella desapareciera por completo. —Lo siento mucho señorita O'Malley, pero la línea del tiempo no debe alterarse. - Añadió Albus Dumbledore.

°•°

—¿Cómo que no puedo pasar? - Pregunto con molestia James. —¡He estado aquí toda la semana!

—¡Dale un respiro, carajo! - Gruñó con frustración Erick. —Mi hermano está allá dentro, merece privacidad. - Replicó a sabiendas de lo difícil que era para ellos mostrar su vulnerabilidad.

—¡No le voy a dar ningún respiro! ¡Y menos ahora que planean llevársela!

—James... - Peter intentó hacerlo retroceder pero el moreno se zafó con rapidez de su agarre.

—No sé quién te crees tú, pero ella es nuestra hermana. - Ahora salió Erwin al ataque. —Nosotros sabemos lo que le conviene.

—¡Sí, claro! ¡Sobre todo ustedes!

—Si nos vas a reprochar lo que sucedió hace meses, adelante, hazlo. - Ahora fue Elías el que habló. —Pero esa pelea no quita el hecho de que nosotros la amamos.

—Este maldito mundo. - Prosiguió Elías. —Es el responsable de que mi hermana esté ahí en primer lugar. Si nosotros queremos que vuelva, es por su bien.

—¡Pero eso no...!

—Prongs. - Remus se encargó de hacerlo retroceder. —Ellos son su familia.

—¡Y yo soy su novio, carajo!

—¡¿QUÉ TÚ QUÉ?!

Ninguno de los muchachos tuvo tiempo de acercarse a matar al moreno, ya que unos gritos del otro lado del corredor los hicieron girar.

—¡No está a discusión, Dumbledore! - Harrison iba hecho una fiera en dirección a la enfermería. —Me llevaré a mi hija y esa es mi última palabra.

—Usted no puede llevársela, oficialmente la señorita Le Fay es mayor de edad. - Protesto Dumbledore quien junto a Minerva, caminaban apresuradamente detrás del hombre.

—¡Claro que me la puede llevar! ¡En mi mundo es menor de edad! ¡Y aunque aquí ya se le considere un adulto, ella está incapacitada, las decisiones médicas de mi hija las tomaré yo!

—Señor O'Malley, sea razonable. - insistió Pomfrey. —Su hija.

—¡No ha tenido ni la más mínima mejoría! ¡Al contrario! ¡Todo va de mal en peor! - Continuo con furia. —Mi hija será trasladada a un hospital muggle, porque ella es una mujer de ciencia y estoy seguro ¡De que haya podrán ayudarla!

—Ni siquiera está en su alcance poder trasladar a la señorita O'Malley... - Minerva se interrumpió a sí misma cuando el hombre giró bruscamente hacia ellos.

—¿Creen que no pensé en ello? - Se burló. —Fleamont Potter vendrá está noche y él mismo me ayudará a sacar a mi hija de este maldito colegio.

La sonrisa tranquila que Albus había mantenido durante todo ese tiempo fue borrada de forma inmediata, no contaba con la intromisión del mayor de los Potter en esa situación.

—Me sorprende mucho que pelee como una fiera por la señorita Le Fay. - Habló el anciano. —Cuando años atrás usted era indiferente a ella.

Harrison se sintió arder en ese momento, su mandíbula se tenso y prácticamente sus ojos brillaron de pura rabia.

—¡¿Y quién diablos se cree usted para juzgarme?! - El patriarca O'Malley se le lanzó al anciano de ridícula túnica con el fin de romperle la cara de una buena vez por todas.

Pero Albus fue más rápido, sacó su varita y de un fino movimiento le lanzó un hechizo tranquilizador.

Sin embargo, tanto él, como Mcgonagall y Pomfrey se mostraron perplejos cuando el hechizo rebotó como si el mismísimo Harrison fuera una especie de escudo.

—Usted...

—Se atrevió...

—A hechizar...

—A nuestro padre.

Los ojos azules de los dos más pequeños de los O'Malley, habían cambiado de color rápidamente, y en lugar de su característica mirada del color del mar, se podían apreciar unos ojos ambarinos en su lugar.

Albus miró las manos de los muchachos, brillando del mismo modo en que brillaban las manos de la pelirroja cuando hacía uso de su magia.

Minerva sacó su varita de forma instantánea para defenderse de aquellos temperamentales chicos, pero su varita se le escapó de las manos gracia a Erwin, el cual había hecho un movimiento con su mano para que una pequeño destello morado se encargará de arrebatarle aquel instrumento a la profesora

Y justo cuando Pomfrey intentó sacar su varita, se dio cuenta de que ya no la tenía consigo, puesto que Erick estaba jugando con ella, con sus manos brillando en un color azul.

—Imposible. - Musitó James, quien se veía tan perplejo como todos los presentes.

Harrison se mostró confundido, se giró hacia sus hijos para intentar comprender lo que estaba ocurriendo.

—¿Ustedes cuatro...? - Una ligera risa se le escapó. —¿Desde cuándo?

—Desde que un anciano con cara de cabra intento atacarte.

—Muchachos...

Harrison se vio interrumpido, un fuerte temblor se sintió en el suelo momentos antes de que las puertas de la enfermería fueran derribadas debido a una explosión de color verde que se generó dentro.

Todos tuvieron que cubrirse, escuchando como los vidrios explotaron y el temblor incrementó. 

Cuando el movimiento paró, y la luz esmeralda cesó, todos intentaron reponerse rápidamente, Harrison fue el primero en ponerse de pie y a tropezones avanzó hacia la enfermería, ya que dos de sus hijos estaban ahí.

—¡Eleazar! ¡¿Están bien?! ¿Qué ocurrió?

Pero Eleazar apenas podía mantenerse de pie, aferrado a la cama para no caerse.

—No... no lo sé. - Eleazar cayó de rodillas, aún aferrándose a la cama y a uno de los brazos de su hermana. —Estoy cansado, muy cansado... - Los ojos verdes del muchacho miraron a su hermana, pero también, fueron testigos de cuando una mirada del mismo color que la suya, se fue abriendo de poco en poco. —¿El? - Le cuestionó esperanzado, creyendo por un segundo que aquello solo era un producto de su imaginación.

—Hola. - Habló por lo bajo la pelirroja, mientras miraba a su otra mitad con una pequeña sonrisa. —Te ves como la mierda.

—Tú igual.  - Eleazar se tragó el nudo en la garganta, pero pronto explotó en un llanto de alivio y felicidad.

—¿Eleanor? - Cuatro voces ahogadas se escucharon en el fondo.

—Ey, ¿Por qué quieren llorar?

—¡Eleanor! - Lloriquearon los restantes antes de correr hasta la cama para lanzarse a abrazar a su hermana, sin importarles aplastarla y aplastar a Eleazar en el proceso.

—¡Oigan idiotas! ¡La van a matar! - Replicó Harrison.

Por su parte, James fue de los últimos en ingresar a la enfermería. Segundos después al ver a la pelirroja consciente entre sus hermanos, se puso a llorar sin parar, pero aún así sentía un gran alivio en lo más profundo de su ser.

Se quedó allá atrás un momento, ignorando las ventanas rotas de la enfermería o el resto de las camas esparcidas por todo el lugar. Ni siquiera le prestó importancia al hecho de que ahora los hermanos de la pelirroja eran seres mágicos, él solo se limito a ver a la chica a la que amaba, al verla viva, viva y feliz.

Después de tantos abrazos y lloriqueos, la cobriza se giró para que sus ojos conectarán de manera instantánea con la mirada achocolatada que tanto amaba.

—Princeso. - Sonrió con ligereza.

—Bonita. ¿Tienes idea de lo mucho que me hiciste sufrir estos días?

—En absoluto, pero me disculpo por todo lo que te hice pasar.

—No te disculpes, con que hayas vuelto es más que suficiente. - El moreno se percató de los resecos que estaban los labios de su novia, así que de inmediato busco agua en el lugar para poder servirle un vaso. Aquel león se abrió paso entre los hermanos y le tendió el vaso a la pelirroja.

Sin embargo, se percató de que ella no contaba con la fuerza suficiente para tomar el vaso por sí misma, así que él se encargó de acercarselo para darle de beber.

Eleanor le dio tres largos tragos, antes de quedar satisfecha por completó.

Agradecida miró hacía el moreno y le sonrió. —Gracias Harry.

James frunció el entrecejo ligeramente antes de mirar a su novia. —¿Harry? ¿Me dijiste Harry?

Eleanor elevó la vista para ver a sus hermanos, quienes se sentían extraños y confundidos con toda la situación, pero al mismo tiempo felices de que ella por fin despertará.

—Es que... te pareces a Harry. - Explicó con simpleza.

—¿Y quién es Harry? 

—Yo... no lo sé.













Con la novedad queridos míos, de que he hecho otra historia. En este caso le toca el turno a Sirius de tener su propio fanfic ( que no tiene conexión alguna con este ).

Si gustan pasar por ahí, se los agradecer. Ojo: no voy a descuidar Survivor. Ojo 2: No hay una fecha establecida de actualización para esa historia, pero les aseguro que será muy linda.

Espero verlos allá también.

Nada más vean a nuestra bella protagonista de Laughs In Hell:

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