El misterio que me persigue ©

By Angeline_Ross

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Adelin debe enfrentarse a un juego enfermizo mientras convive con un asesino serial y un chico que lo da todo... More

Prólogo
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8 [Parte I]
8 [Parte II]
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By Angeline_Ross

Capítulo dedicado a afrodi74
Gracias por todo el apoyo y el mensajito todo hermoso, dulzura. *le envía un beso* ❤❤

•••

—No puedes hablar en serio, Adelin —Engel quiso levantarse de la cama, pero Tiago lo hizo detenerse con tan solo levantar la mano.

Estos dos se miraron detenidamente por varios segundos.

Apreté los labios y me ordené no cambiar de tema. Estaban pasando tantas cosas que yo no comprendía, pero por más curiosidad y teorías que tuviera, debía abordar cada punto por separado. Porque si me ponía a exigirles una explicación de cómo parecían acoplarse el uno al otro y de la conversación que hace poco escuché, lo más probable era que no hubiese un desenlace y me quedara con las mismas dudas.

—Empieza contando por qué razón mataste a tu madre y no vuelvas a repetir que era ella o yo.

—Ella... —desvió la mirada— ella quería; me dijo que lo hiciera.

No pude aguantar y solté una risa.

—¿Es en serio? —cuestioné, poniéndome seria—. ¿Ahora sigues los consejos de Tiago o qué?

Engel arrugó el entrecejo en confusión.

—La otra vez te dije que ella mencionó que esa gente era peligrosa, al principio no lo entendí, pero con lo que pasó hace un rato creo que he llegado a una conclusión.

Asentí.

»Antes de ir a la casita ella me ordenó que si me ponían a elegir entre otra persona y ella, que no lo pensara y le quitara la vida. Obviamente me negué, ¿cómo iba a matar a mi madre? Pero me dijo que algo malo iba a pasar en ese lugar, que si yo mataba a la otra persona y no a ella todos íbamos a morir. Me hizo jurar que no dejaría que mis hermanos murieran. Matarla a ella era la única forma de poder salir de allí.

—¿Qué más?

—Supongo que es como un juego, dos rivales; los fieles devotos a la religión de Serfol y los ascendentes.

—¿Entonces en qué momento entro yo? Lo que dices no tiene sentido, Engel —le dije, poniéndome más cómoda en el sillón.

—Concuerdo contigo —me secundó Tiago—. Pero Carla dijo que los ascendentes son personas que están de tu lado, el pastor andaba tramando algo en tu contra y ellos actuaron para ayudarte. Lo que deja claro que dos personas te envían cartas, como ya antes lo había dicho —Rodó los ojos—, los fieles de Serfol quieren joderte y los ascendentes te resguardan.

—Carla dijo que yo tenía respuestas, supongo que sabía lo que mi madre me había dicho —siguió Engel—, o quizás mi mamá sí te ayudaba.

Tiago frunció el ceño, luego miró a Engel.

—No. Carla se dio cuenta que sabías algo cuando mataste a tu madre. Haber arrebatado su vida perdonó la tuya. En este caso, la idea de que todo esto literalmente es un juego, no suena tan ilógica.

—Tiago...

Al mencionar aquello, una pregunta llegó a mi mente. Pero él pareció saber lo que iba a decir, porque de inmediato se apresuró a responder. 

—Cuando te dije que si me matabas le ibas a dar puntos, lo hice porque ya había deducido esto. Si te fijas en los acontecimientos, parecen ser fieles a seguir las reglas, Engel se ganó la vida y ella intentó proteger ese premio.

Después de pensarlo un momento, parecía que las cosas eran así. Me había pasado todo este tiempo diciendo que lo que me pasaba era un juego enfermizo, pero hasta ahora, nada de aquello parecía tener sentido.

—Por eso ella quería que mataras a uno de nosotros, y como mi vida estaba perdonada sugirió que fuera este —agregó Engel.

Entrecerré mis ojos hacia él. Repitió básicamente lo que dedució el otro.

—Creo que tienes complejo de grabadora, ¿no? —le dijo Tiago a Engel—. Sé que tengo un acento diferente al de ustedes, pero no necesito traducción.

Ignoré al par de niños que comenzaron a discutir y me puse de pie. Todo lo que habían dicho me recordó a alguna de las cartas que había recibido.

—Alguien me envió la invitación al evento, dijo que era para todo el pueblo, pero no era así. Nos guardó la mesa y dijo que sabría la razón por la que estaba en medio del salón...

Busqué entre todos los papeles hasta dar con la indicada.

Las guerras son individuales, hay personas que parecen estar de tu lado, pero realmente están en tu contra. No te asustes, de igual forma hay en viceversa.

Me giré hacia los chicos con una pequeña sonrisa en los labios.

—Ahora todo tiene sentido.

•••

—¿No piensas desayunar? —cuestionó Tiago desde la puerta de la habitación.

Giré la cabeza por varios segundos antes de volver la vista hacia la pizarra que tenía enfrente. Hace varios días, después del evento de la casita, Tiago me hizo un "tablero de detective". Allí estaban las cartas ubicadas por orden, algunas fotos de los lugares en lo que había despertado, donde encontramos a Max y los fragmentos de canciones junto a las víctimas.

—Creí que te había quedado claro que no desayuno.

—Eso quiere decir que has estado botando cada comida que te he traído. ¿Sabes cuánto me ha costado hacerte de comer? —Se hizo el ofendido.

—No creo que vayas a quedarte pobre por eso.

—Me costó aguantar calor pegado a una estufa,  por días, solo para que tú te limpies el culo con mi gota de humanidad.

Me di la vuelta. Él estaba a varios pasos de mí, mirándome con una ceja arqueada y una sonrisita burlona en los labios.

—Nadie te manda a querer ser Tiago el bueno.

Chasqueó la lengua y me señaló con un dedo.

—Tiago el cocinero —corrigió—, porque bueno ya estoy.

Rodé los ojos y le pasé por el lado para buscar unas alfileres. Estaba muy concentrada en mi "investigación".

—Como tú digas.

—Bien. Ahora quiero toda la historia.

Cuando volví a girarme él ya estaba sentado en la cama, expectante de información que yo pudiese suministrarle.

Me crucé de brazos mientras lo miraba  severamente.

—Hagamos un trueque.

Tiago esbozó una sonrisita e hizo ademán de querer quitarse la camiseta.

—No ese tipo de trueque —me apresuré a decir.

No me molestaba deleitar mis ojos con su abdomen. Pero en ese momento mi mente estaba muy enfocada en seguir juntando pistas.

¿En qué te beneficia contarle algo relevante de tu vida?

Lo que pediré a cambio.

A veces hay que hacer sacrificios.

—Debes aprender a expresarte, dulzura.

Mira quién lo dice.

—Te contaré la razón por la que no desayuno, pero tú tendrás que responder mi pregunta —le dije, con cautela. Tenía la leve impresión de que no iba a aceptar, aunque no podía verme, estaba segura que mi mirada reflejaba mis intenciones. Pero Tiago no le tenía miedo a nada, era un soldado listo para la guerra. Y por supuesto, esbozó uno sonrisita mientras se ponía más cómodo, gesto que me indicaba que sí había aceptado. 

Lo miré de reojo antes de acercarme nuevamente a la pizarra. Cogí una mis notas con algunos apuntes relevantes y comencé a organizarlos donde correspondía. 

—En la casa vivíamos cinco mujeres, mi tía, mi prima, mi abuela, mi madre y yo...

—¿Y tu padre y el de tu prima?

—La verdad no sé quien es el padre de Luz, nunca lo conocí y nunca se habló de él en la casa —aseguré—. Mi padre viajaba cada mes por trabajo y regresaba por una semana, en esos días él rentaba la casa del lago ya que la relación con mi abuela era pésima. Sandra es una mujer muy manipuladora, no dejaba que mi madre y yo nos fuéramos de su casa para que supuestamente no estuviéramos "solas", aunque realmente lo hacía para someternos.

—Bien, ahora ve al punto.

—En la casa cada quien tenía sus deberes. Las adultas debían cocinar y Luz y yo la limpieza... mi mamá hacía el almuerzo, María la cena y mi abuela el desayuno.

Dejé las notas en la mesita y me giré para observarlo. Su expresión era seria, pero se notaba levemente curioso.

 »Antes, su odio hacia mí no era tan grande como ahora, pero allí estaba. Una vez se me hinchó la lengua, los labios y toda la cara, entonces nos dimos cuenta que era alérgica a la pimienta. Mi madre dijo que estaba prohibido cocinar con eso, pero se volvió un hobbie para mi abuela usarla todos los días. Incluso, después de que me hinchara toda en medio del comedor de la escuela, me di cuenta que ella le decía a la cocinera que eso era algo que yo debía consumir, que por favor se la echara a cada una de mis comidas. Desde entonces, hacía como que comía, pero en realidad la echaba a la basura.

Nos quedamos en silencio por varios segundos. Pensé que él iba a decir algo, pero lo único que hizo fue asentir con indiferencia.

—Bien. Ahora qué quieres a cambio.

Pensé en decirles unas cuantas cosas, pero al final desistí, ese era el verdadero Tiago.

—¿Qué significa tu tatuaje?

Su postura cambió de desinteresada a dominante.

—Es algo especial —comentó con una sonrisa plasmada en sus labios. Era aquella sonrisa maníaca que no llegaba a sus ojos, pero que hacía que estos se vieran más oscuros.

Sí que era especial. Hasta una esfera de cristal tenía en la habitación.

Di varios pasos hasta quedar frente a él. Sus ojos observaban todo mi rostro con escrutinio. Y no sé porqué me quedé esperando que mostrara temor, o que hiciera algún gesto que me causara desconfianza.

—¿Te lo hiciste por una chica? El cliché de que que era tu reina o tu princesa...

—Tiene que ver, pero no exactamente. Me lo hice con un amigo.

Descansé una de mis rodillas en el espacio entre sus piernas. Mi mano empujó suavemente su pecho, haciendo que tuviera que apoyarse para no caerse hacia atrás.

—No te creo.

—Digo la verdad y nada más que la verdad, dulzura.

—¿Dices que un simple tatuaje que te hiciste con un amigo es suficiente para atormentar a un pueblo? Ya déjate de tonterías, Tiago, solo quiero la verdad.

Sonrió antes de agarrarme por la cintura, y en un movimiento ágil, mi espalda se encontraba pegada al colchón y él encima de mí. 

—No son tonterías.

—¿Por qué lo muestras? Te quitaste la camiseta y lo señalaste aquel día que nos mostramos ante el pueblo, al igual que con Max.

Sonrió antes de acariciar mi cuello con la punta de su nariz.

 —Descubrí que a ustedes les enseñan que las personas con tatuajes son hijos del enemigo, gente llenos de maldad y con influencia sobre las tinieblas. Y si no lo sabías, supongo que es porque tienes que esperar a cumplir los veintiuno y no sé qué mierda más. Vivir en esta casa y ese tatuaje me han dado un puesto de superioridad en este pueblo, magnífico, ¿no?

—Sí claro. Magnífico, hasta podrías matar delante de la comisaría, total; nadie puede arrestarte.

—Arrestarnos —corrigió, levantando la cabeza.

—No...

—Adelin, según lo que tengo entendido, cualquier persona que viva o ponga un pie en la casa prohibida se vuelve intocable para las autoridades. Así que no pueden arrestarte.

Arrugué las cejas y le di un golpecito en el hombro.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? Pensaba que no podían hacerme nada solo si andaba contigo.

—Mira, si andamos juntos nadie puede hacer nada contra ti. El que vivas aquí hace que las autoridades no puedan llevarte presa, pero no impide que algún ciudadano loco intente agredirte. Cosa que cambia cuando estás conmigo.

—¿Cual es el misterio detrás de esta casa?

—Espera cumplir veintiuno —susurró en mi oído antes de alejarse de mi poniéndose de pie.

—No seas así, Tiago. ¿Qué te pesa decirme una simple historia?

—Quizás si me ofreces algo a cambio puedo considerarlo. —Me guiñó un ojo—. El trueque era para una pregunta, y yo como buen samaritano te respondí unas cuantas.

—Eres un pervertido, apuesto que tu propuesta involucra cosas como tú y yo, desnudos, en una cama como esta, ¿no?

Abrió los ojos con dramatismo, y se llevó una mano al pecho, ofendido.

—Si yo solo te iba a pedir que de una vez por todas me dejes jugar con el gusano de tu amigo. 

—Uju.

Negó con la cabeza y comenzó a acercarse hacia la puerta. La abrió, sin embargo, no salió,  se quedó mirándome por unos largos segundos.

—No volveré a traerte desayuno, al menos que quieras comerme como plato mañanero, claro.

—Tiago. —Me miró—. ¿Por quién te sientes amenazado? No haces esto porque te salga de los cojones, o porque de verdad te preocupa que cuide mi alimentación. No solo yo te utilizo, tú también lo haces conmigo, aunque no tengo idea de qué forma. Estás imitando para tenerme a tu lado, no soy tonta.

Adoptó un semblante serio. Admito que la intensidad con la que me miró me causó inquietud.

 »Si te consuela, no pienso cambiar de bando. La única manera sería si tú me traicionas, pero eres un hombre de palabra, ¿no?

—También soy alérgico a la pimienta —fue lo único que dijo antes de salir de la habitación. 

Nota de autora:

Je, je, je. Este capítulo contiene mucha información jugosa —como en cada capítulo—cosas que en un futuro van a leer y dirán: AHHHHHHHH, por eso fue que...

Y ando re enferma, por eso no venía a actualizar :(

También vengo a darles las gracias porque hace tres capítulos atrás estábamos celebrando las 100K de lecturas y ahora ya tenemos MEDIO MILLÓN. Los amo muchísimo, de verdad. Gracias por todo el apoyo, los comentarios, los votos y esos mensajitos tan bonitos que me dejan.

No hay palabras para expresar lo agradecida que estoy con ustedes. ❤

Para la gente cochina: por ahí les traeré un capítulo de esos que nos ponen a rezar 🌶🔥🛐

~Los ama, mami Ross

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