Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

—Llegas tarde, las flores tendrían que haber ingresado hace ya una hora.

El repartidor bajo del carro que venía repleto de bellos ramos de flores rosadas, blancas y rojas y comenzó a bajarlas para que las llevaran hacia el salón.

—Perdone señora, se me ha roto el carro en el camino.

—No volveremos a comprarles si no cumplen con su servicio —. Firmó la hoja en la planilla para confirmar la llegada del pedido y lanzó una mirada al joven que repartía—. Ahora nos harán correr con los preparativos por su incompetencia.

Charlotte revisó que las flores fueran exactamente como las querían y una vez hubo confirmado que el pedido era el correcto, dejó que el repartidor se retirara en su carro y arrastró a las mucamas hacia el salón para comenzar a acomodar los preparativos.

Marie se había llevado a Oliver para distraerlo en el pueblo, aunque era evidente que el hombre ya sabía de las intenciones de su madre y tan solo intentaba seguir la corriente para complacerla. Era un noble gesto que todos los sirvientes apreciaban de su parte cuando la señora Olivia estaba esmerándose en cada detalle cargando con su embarazo de un lado de la casa al otro.

No quería que descubriera se habían retrasado en las decoraciones, así que apremió a las mucamas e hizo del uso de los mozos gracias a consideración de Edgar para que pudieran adelantar el proceso.

Olivia había dado indicaciones sobre como quería que decoraran el salón; tres de los ramos florales eran para la mesa y los otros se acomodaban en muebles, mesillas o cualquier espacio donde se viera agradable. Las flores estaban para quedarse y dar vida a la casa. Luego tenían el cartel de feliz cumpleaños que Charlotte había enviado a la imprenta para que lo diseñaran y que era una idea un tanto extraña para colgar en la pared del salón pero que se veía bastante bien. Desde el candelabro sobre la mesa habían colgado unos lazos de tela blanca y lo habían sujetado a los extremos de la mesa formando los vértices de una carpa triangular.

Olivia aparecía de tanto en tanto con algo para agregar a la decoración o ganas de ayudar, pero en su mayoría, los niños consumían todo su tiempo. Aiden queriendo su atención y mimos y los mellizos y Katherina buscando poder jugar un rato con su madre.

Quedaba evidenciado que Olivia era una madre amorosa y de esas Charlotte conocía muy pocas.

—Mitchell, ¿sabes algo sobre la comida? ¿Las cocineras han logrado resolver sus diferencias?

—Yo no diría exactamente resolver, pero están trabajando correctamente.

Olivia sonrió y acomodó su peinado, intentando que los broches no se deslizaran y todo su pelo cayera suelto.

—Asegúrate de que salga correctamente, por favor, nuestros amigos vendrán para la fiesta y mi marido ha invitado a los Garnier. ¿Sabes de ellos?

—Sí, señora, iré a ver cómo han avanzado las cocineras.

El progreso no era el mejor; Hooper cocinaba por un lado y Davis por el otro, pero no había un punto en el centro donde se encontrarán. La ventaja era que tendrían suficiente comida para todos los invitados, la desventaja que estás no estaría hechas por las mismas manos.

—¿Por qué no deja la comida en manos de la señora Hooper y se encarga de los postres?

—No dejaré que esa vieja demente sirva a la señora, me ha insultado ¿sabe? No, no, yo prepararé toda la comida como sé hacerlo y verá que a la señora le gusta mucho más.

Charlotte suspiró e intentó persuadir a Christal de abandonar la ridícula competencia formada entre ellas, pero obtuvo el mismo resultado. Eran demasiado territoriales de sus cocinas como para renunciar a estas y formar una amistad.

Asomó al pasillo y miró en ambas direcciones, escuchando el sonido de los instrumentos cuando eran usados para preparar alguna comida y las cocineras dirigiendo a sus asistentes.

—¿Sucede algo, señora Mitchell? La noto preocupada.

—Lo estoy, Horsfall...Últimamente todo ha estado fuera de control y temo haber elegido incorrectamente al personal. Nunca antes me había sucedido algo como esto.

—Yo creo que ha elegido correctamente —aseguró en un intento por reconfortarla—. Solo necesitamos ser un poco más firmes con el orden de la casa.

—Tiene razón, pero no hay forma de lograr que las cocineras cooperen para preparar el menú —. Regresaron por el corredor para unirse al resto del personal en la decoración del salón y en el camino, Charlotte suspiró y alzó los hombros—. Tan solo espero que no arruinemos la noche de la señora o me temo podríamos quedar en la calle para el amanecer.

Olivia dejó a sus hijos en el salón de la mañana con Amelia y asomó al corredor para ver que, en el recibidor, Edgar abría la puerta para recibir a los primeros invitados del día. Los labios de Olivia se curvaron cuando vio a su hija y abrió los brazos para recibirla en estos.

—Me alegra tanto que vinieran esta noche.

—No hay razón en el mundo que me permitiera perderme el cumpleaños de Oliver. ¿Está aquí?

—No, Marie lo ha arrastrado al pueblo para distraerlo —. Saludó también a Derby quien llegó detrás de Jian con su hija en brazos y les sonrió—. ¿Tienen hambre? ¿Quieren algo de comer? Horsfall, puedes servirnos el té en el salón, por favor.

El hombre asintió y después de cerrar la puerta se retiró hacia la cocina.

Olivia acarició la mejilla regordeta de su nieta de dos años y jugó con sus rulos rojizos mientras hablaba con ellos en el corredor.

—¿Se quedarán esta noche?

—Supongo que podemos quedarnos una noche, sí...Derby ha estado dirigiendo la mina ¿te lo conté? —. Olivia negó y Jian sonrió con cierto orgullo consiguiendo que Derby rodara los ojos—. Papá lo ha dejado a cargo.

—Tan solo doy un par de órdenes, no es tan importante.

—Maneja todos los libros de cuentas y las ventas y gana muy bien.

—Me alegra escuchar que han progresado. Muy bien, Derby.

—Gracias, Olivia. Tal vez pronto tenga suficiente dinero para construirnos una casa más cerca de ustedes.

—Tengo entendido que Jona planeaba hacerlo —. Se enganchó al brazo de Jian para ir hacia el salón y Derby dejó a su hija en el suelo para que fuera con sus tíos—. Pero imagino ya te lo debe haber comentado.

—Sí, tan solo no se siente correcto que vuelva a comprarnos una casa después de todo lo que ha hecho por nosotros.

—Ya lo conoces, lo hará de todas formas y con mucho orgullo.

Derby no lo negó y les abrió la puerta del salón para dejarlas ingresar primero.

—Esta casa es maravillosa, mamá.

—¿Verdad que sí? Tu padre se esmeró demasiado con cada detalle.

—¿Y cuantas personas trabajan aquí?

—De momento...Como noventa personas, no estoy segura, aunque tu padre dice que no será suficiente.

—¿Noventa personas no suficientes? Yo creo que es demasiado.

—Le dije lo mismo —. Se sentaron entorno a la mesa circular y Edgar circulo alrededor de ellos, terminando de acomodarles los aperitivos y sirviendo el té—, pero él es quien tiene experiencia con todas estas cosas, yo aún estoy aprendiendo.

—¿Ha sido muy difícil?

—Mmm, un poco, pero la ama de llaves; Charlotte Mitchell, me ha estado ayudando. Maravillosa señora y conoce mucho de estas cosas, lo cual no me sorprende considerando que trabajó para un hombre muy importante de Inglaterra.

Derby no interrumpió muchos sus charlas, aunque las escuchó en silencio y dio algún que otro aporte cuando lo mencionaban.

Llevaba cinco años sobrio y no solo sobrio, sino que no había bebido una sola gota de alcohol, ni siquiera durante eventos importantes. Se limitaba a tomar agua o algún jugo que Jian preparaba en la casa y dejar el alcohol también había mejorado su humor, era un hombre totalmente distinto cuando no bebía y tanto él como Jian lo sentía.

En cuanto a su relación con Jian; tenían tres hijos y habían estado hablando sobre la posibilidad de un cuarto cuando ella se había retrasado unas semanas en su periodo, al final la idea había sido descartada cuando le había venido el sangrado, pero, de todas formas, seguían considerando la posibilidad de tener otro bebé.

Les gustaba la vida en familia cuando no discutían todo el día; volver a casa del trabajo era agradable sabiendo que sus hijos lo estarían esperando y que podría sentarse un rato en el sofá y recostar su cabeza en las piernas de su mujer en busca de compañía y amor. Y era débil ante sus caricias, como un niño se quedaba dormido mientras Jian jugaba con su cabello y tan solo le tomaba unos minutos. Le gustaba cenar con sus hijos haciendo un alboroto y entendía porque Jonathan había cambiado tan drásticamente su mente de jamás querer casarse a querer todo lo mejor para su familia y no poder vivir sin ellos. Derby amaba a sus hijos y tenía un gran afecto hacia Jian y grandes lamentos por como sus primeros años juntos se habían desarrollado.

Cuando Jonathan entró en el salón, Derby se puso de pie y permaneció de esta forma hasta que Jonathan le dio un suave apretón en el hombro y se sentó a su lado.

—Disculpen la demora, las niñas no me dejaban escapar.

—¿Estaban jugando?

—Algo así, no me quedo muy claro el objetivo de la reunión —. Se sirvió una taza de té y le agregó dos cucharadas de azúcar—. Creo que yo era un dragón... ¿De qué charlaban?

—Sobre como mamá se ha estado adaptando a la nueva vida y sí yo también tendré que hacerlo.

—Evidentemente, eres nuestra hija, Jian y pronto pondremos en marcha la construcción de tu casa —. Dio un sorbo a su té haciendo una pausa y retomó cuando bajó la taza—. Les enseñaré unos diseños que tengo para que elijan.

—¿Estás seguro, Jona? Porque no quiero ser una carga y no sé si podré pagártelo pronto.

—No debes estresarte con pagarme, es mi hija de quien hablamos y quiero todo lo mejor para ella, eso implica una buena casa.

Derby no discutió y se quedó en silencio mirando su taza sin tocar en el plato frente a él.

Jonathan se desenvolvía fácilmente entre las riquezas, aunque fuera un hombre de simplezas, Olivia aprendía rápido y Jian también lo haría si era necesario, pero él era un pez fuera del agua: nunca había tenido riquezas, su familia era de trabajadores y nadie jamás lo había cambiado y nunca le habían enseñado demasiado de modales para saber cómo actuar en una situación de etiqueta.

Los amigos de Jonathan y Olivia fueron llegando uno a la vez horas antes del regreso de Oliver y los empleados terminaron con el salón y sirvieron la mesa para cuando todos fueran a sentarse. Christal y Haylie no habían logrado un acuerdo de convivencia, pero sí habían terminado de cocinar al mismo tiempo, así que tenían dobles sopas, dobles carnes, dobles ensaladas y dobles pasteles.

—¿Pero que haremos con toda esta comida? Solo serviremos a un par de personas, no ha todo el país, por el amor de Dios.

—Yo le dije que no cocinara, señora Mitchell, pero la mujer no hace caso.

—¿Y por qué habría de hacerle caso a usted, señora Hooper? No es mi jefa.

Charlotte respiró profundo mientras la discusión tomaba lugar.

—Soy la cocinera principal.

—De las comidas, pero yo soy la encargada de los pasteles y usted ha querido quitarme el trabajo —. Haylie regresó su atención hacia Charlotte y levantó su mentón—. No toleraré que se me trata de esta forma en mi lugar de trabajo, considero que la señora Hooper debería irse.

El enojo de Christal se convirtió en absoluta indignación en menos de un segundo, sus puños se apretaron y abrió la boca a la vez que levantaba las cejas, resaltando todas las arrugas en su piel.

—¡¿Cómo se atreve?!

—¡Sí no me hubiera quitado el trabajo, no me habría atrevido!

—No le estaba quitando el trabajo, tan solo remarcaba mi capacidad de cocinar mejor que usted, no es mi culpa que tenga el ego más grande que su cabeza.

Las escuchó discutir por unos minutos en lo que su paciencia aguantaba e ideaba una forma de manejar la situación. Estaba preparada para resolver múltiples problemas, pero nunca antes había tratado con dos cocineras en la misma casa.

—Señoras... —llamó, pero sus gritos opacaron el sonido de su voz y continuaron atacándose mutuamente—. ¡Señoras!

Christal y Haylie enmudecieron y dejaron la discusión en el olvido cuando posaron sus ojos en Charlotte y la vieron tensa y con los labios apretados en una delgada línea.

—Al contratarlas les avisé que tendrían que trabajar en equipo y ustedes aceptaron, así que no me importa cómo se organicen, siempre y cuando lo hagan y esta sea la última vez que tenemos más comida de la encargada por la señora —. Acomodó las arrugas en su vestido para verse presentable y empezó a inspeccionar los alimentos—. Si los problemas persisten las despediré a ambas y buscaré a alguien que sí pueda trabajar en equipo ¿comprendido?

—Sí, señora Mitchell.

Cuando terminó de inspeccionar los alimentos para asegurarse de que eran presentables y adecuados para ponerlos en la mesa frente al señor y la señora y luego de que Edgar hubiera hecho lo mismo, los mayordomos pusieron todo en la mesa y Charlotte terminó de revisar la casa para asegurarse de que todos los niños se reunían en el salón y las habitaciones estaban ordenadas.

—Señor Adrian, tengo entendido su madre lo espera en el salón.

—¿Podría llamarme solo Adrian? Señor me hace sentir viejo —pidió desde su cama y Charlotte asintió—. ¿Puedo contarle algo, señora Mitchell?

—Por supuesto.

Entró en el dormitorio y Adrian cerró la puerta y la invitó a tomar asiento en el sofá junto a la ventana.

Su cuarto era espacioso, tenía una enorme cama enfrenta a las ventanas que daban al balcón. Tenía un armario repleto de ropa y un tocador donde guardaba corbatas, perfumes y otros detalles. Su escritorio junto a la ventana estaba repleto de libros que se había traído de la biblioteca y papeles donde le gustaba escribir pequeñas historias. Era un aficionado a la literatura y todos en la casa lo sabían.

—Nunca pensé que diría esto, pero...Extraño la vida en la granja, incluso que mi padre me obligará a trabajar en la tierra, lo cual nunca me gustaba —. Miró sus manos y se sentó a los pies de su cama—. Es irónico, siempre quise poder pasar mi día leyendo y no tener que ensuciarme y ahora que puedo, realmente lo detesto.

—¿Y por qué lo detesta?

—No lo sé...La vida en la granja era más simple, sé que apenas llevamos un mes aquí, pero siento que todos en mi familia se han adaptado excepto yo y no sé qué hacer.

Charlotte suspiró y sintió pena por el niño, así que dejó el sofá y fue a sentarse a su lado en la cama.

—No se apresure, joven Adrian, ha cambiado su vida ciento ochenta grados de la noche a la mañana y es normal que le cueste adaptarse.

—¿Pero cree que llegaré a acostumbrarme?

—Yo creo que sí y con el tiempo hasta podría gustarle, podrá dedicarse a leer y escribir, incluso cualquier otra cosa que le guste y con el tiempo dejará de parecerle una vida complicada y la disfrutará. Tan solo debe ser paciente, estas cosas toman tiempo.

Suspiró y asintió un poco más tranquilo.

—Seré paciente, muchas gracias, señora Mitchell —. Cuando él se puso de pie, ella lo imitó y lo acompañó hasta la salida para poder cerrar la puerta a sus espaldas—. Espero usted esté con nosotros por muchos años, señora Mitchell, me agrada.

Sonrió conmovida y se inclinó.

—Me halaga, joven Adrian y espero poder quedarme con ustedes por muchos años también.

Adrian bajó hacia el parlor y encontró que todos los invitados ya habían llegado y eran rostros que ya conocía. Susan, Lisie y Cate con sus mejores vestidos, incluso la señora Emma que había llegado a la granja hacía unos años, pero vivía en Caledonia y los visitaba de tanto en tanto con su hija Sophia. Estaba Kyle con su hijo en brazos; tenían dos varones Anthony y Maverick y seguían planeando su boda desde hacía cinco años, pero si no los detenía el dinero entonces un embarazo de Lisie lo hacía. Saludó a Darion y Terrell y se detuvo a charlar un rato con los hijos de Terrell, los mayores prontos se irían a empezar sus vidas en Nueva York. Le dio un gran abrazo a Chester, por quién tenía un gran cariño y se detuvo con Jian y Derby para participar un rato en la conversación e intentar convencer a Derby de que le regalara su pluma de oro, pero como esta había sido un regalo de Olivia por su cumpleaños hacia dos años, Derby se negaba rotundamente.

Recorrió el parlor, donde sus hermanas charlaban con las señoras, sus hermanos escuchaban e intentaban permanecer atentos a la conversación, su madre charlaba con Lisie y Emma y su padre estaba de pie junto al sofá, escuchándolas y opinando cuando lo mencionaban y así llegó hasta el salón de dibujo (nada más que otro salón donde sentarse) donde encontró que los Garnier también habían sido invitados y Rian, el viejo amor platónico de Adrian, se encontraba mirando las pinturas que colgaban de la pared.

Sus manos comenzaron a sudar y descubrió que, aunque hacía meses no lo veía, su atracción no había desaparecido y continuaba poniéndolo nervioso. Lo detestaba y no le sentaba bien, le hacía preguntarse si acaso algo estaba mal con él o si debía comentárselo a su madre. ¿Qué diría ella? ¿Qué diría el mundo?

Se aclaró la garganta y Rian regresó la mirada hacia él y se disculpó volviendo todo su cuerpo.

—Tienen muy lindas pinturas.

Rian había crecido bastante y se le notaba más que a Adrian, sospechaba que era por esa evidente transición que hacía de un joven a hombre y lo cual parecía resaltar todas sus facciones. Estaba más alto y era más grande que Adrian, tanto en edad como físicamente. Su espalda era ancha y el traje que traía la resaltaba y tenía un porte elegante y varonil. Eso era lo que a Adrian tanto le atraía de él, reflejaba masculinidad en todos sus poros y era un caballero con todas las letras.

—No sabía te gustaba el arte —logró comentar, intentando adoptar su semblante más natural.

—Algún pasatiempo debía tener y encuentro que el arte refleja demasiado sin necesidad de palabras y como un hombre que tiene problemas expresándose, el arte me da consuelo.

—Para ser un hombre con problemas para expresarse lo que has dicho es muy profundo —. Rian se rio y bajó la mirada hacia sus zapatos, deslizando la punta de uno estos sobre el tapete—. También me gusta el arte...

Lo vio levantar la cabeza para mirarlo y una pequeña sonrisa asomó en sus labios cuando encontró un tema para conversar y evitar un silencio incomodo.

—¿Tienes algún artista favorito?

—Tengo sí —. Se acercó a su lado para admirar las pinturas juntos y unió ambas manos en la espalda donde podía retorcerlas por su nerviosismo sin que Rian lo notara—. Artemisia Gentileschi, quizás no la conozcas.

—¿Una mujer? Eso es interesante, no había escuchado de ella.

—No es muy conocida, un amigo de mi padre me ha comentado que silenciaron su arte en Italia y el resto del mundo —explicó, omitiendo mencionar el nombre de Tad—, pero me enseñó sus pinturas y son muy expresivas...Me gusta eso. ¿Tú tienes un artista favorito?

—Supongo que sí, pero más que un artista es una pintura: La muerte de Jacinto de Giambattista Tiepolo.

—Nunca la he visto.

—Puedo mostrártela algún día en mi casa —ofreció y lo siguió con las manos en la espalda cuando Adrian fue hacia el balcón en busca de aire fresco—. Tal vez te guste, es muy expresiva como lo que mencionabas de Artemisa Gentileschi.

—¿Implicas que estoy invitado a ir a tu casa?

—No veo por qué no —. Apoyó sus brazos en la barandilla del balcón y miró hacia el jardín mientras Adrian admiraba su perfil—. A mis padres no les molestará y no tengo muchos amigos.

—Tampoco yo.

—Por lo que recuerdo tienes varios.

—Eso fue haca años —. Alzó sus hombros y pasó su atención hacia el jardín cuando Rian lo miró—. Últimamente estoy solo y en busca de un pasatiempo, pensaba aprender a dibujar, pero soy un desastre.

—Yo podría enseñarte, también estoy en busca de un pasatiempo y mi madre se alegrará si empiezo a ejercer de mentor en el arte —. La propuesta aumento sus nervios y el sudor en sus manos, tragó saliva con fuerza y evitó mirarlo o responder muy rápido—. Puedo venir a tu casa o tu a la mía, como prefieras.

—Seguro tienes cosas más importantes que hacer.

—No realmente —. Se alejó de la barandilla y preparó su cuerpo para volver al salón—. Últimamente también estoy solo.

Se quedó en el exterior donde el aire le ayudaba a calmarse incluso una vez Rian se retiró hacia el parlor donde todos se reunían y cuando escuchó la campana que anunciaba se serviría la comida en el salón, respiró hondo y fue a la mesa.

Oliver manifestó su emoción por la "sorpresa" de su madre en el salón y la abrazó y lleno de besos mientras agradecía. Todos se sentaron y cuando Adrian ocupó su lugar, sus ojos volaron hacia Rian en el otro lado de la mesa; estaba hablando con Laurissa y atendiéndola como era costumbre que un caballero hiciera con la mujer sentada a su derecha en la mesa. Ella se sonrojó cuando Rian halagó su aspecto y comenzaron a comer sin reparar en que los observaba.

Respiró hondo y miró su plato de comida sin apetito.

¿Qué sentido tenía engañarse? Algo estaba mal con él y debía remediarlo, olvidarse de Rian y cualquier sentimiento que le provocara, después de todo Rian era su amigo y no podía arruinar la amistad que tenían con sus desviaciones.

—¿Estás bien? —. Levantó la vista hacia Harvie, sentado frente a él y se obligó a asentir—. Estoy aquí si me necesitas ¿sí?

—Gracias.

La comida fluyó sin inconvenientes y dejó a Edgar satisfecho.

Incluso aunque hubieran tenido problemas con las cocineras y hubieran empezado la decoración algo tarde, todo se había completado en hora y los invitados halagaban lo que les servían.

Estuvo dando vueltas por la mesa, sirviéndoles en silencio y los mozos llenaron las copas y vasos cuando estas se vaciaban.

Se sentaban de forma alterna; un hombre y una mujer, permitiendo de esa forma que todas las mujeres y jóvenes tuvieran un hombre escoltándolas y estos charlaban con ella y de tanto en tanto se formaba una conversación con todos en la mesa lo cual no sucedería normalmente en una cena formal.

Después de la cena todos se retiraron y Adrian tuvo que despedir a cada invitado con sus hermanos y hermanas. Despedir a los amigos de la familia era sencillo y no llevaba muchas formalidades, hasta que despidieron a los Garnier y tuvieron que ser más educados.

—Muchas gracias por habernos invitado, la comida ha estado exquisita.

—Gracias por haber venido, espero podamos reunirnos pronto para otra cena.

La señora Garnier sonrió y se despidió con un beso de cada uno, la siguió su marido y detrás sus hijos. Rian fue al último.

—¿Mañana en mi casa? —preguntó al detenerse frente a Adrian—. Puedo enseñarte la pintura que me gusta.

—¿A qué hora?

—¿Cuatro?

Accedió y le estrechó la mano para despedirlo y lo vio marcharse en el carro. 

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