Aventuras de un heredero

By Anaisbvm

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Miles Campbell Jones, uno de los chicos más reconocidos de toda Europa por ser hijo de un joven empresario ex... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42

Capítulo 7

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By Anaisbvm

Miles

—Ahora a comer —arrugué las cejas por su cambio de tema— ¿Qué?

—Yo...

—No discutiré por esto Miles.

—¡Dijiste que ibas a cambiar!

—Y lo intentaré pero no mezcles las cosas, que cambie no significa que deje de preocuparme por ti, todo lo contrario así que camina jovencito que no vas a evadir las comidas.

—Milan...

—Estará sentado y callado, lo mismo que tú. Nada de peleas en la mesa hasta que yo vuelva, tengo que hablar con Lucas.

Refunfuñando en una esquina caminé a pasos lentos, pensé mucho en lo que me dijo Alexander, ¿será que lo hace de verdad? Me tiene intrigado lo que para él significa un cambio.

No es justo que me obliguen a comer cuando no quiero, desde afuera huelo que es algo con brócoli y me dan arcadas. No entraré ni de coña.

—¿Y usted? —choqué con Lucas cuando me volteé para irme a la habitación— ¿Se le perdió la cocina?

—Lucas no andes con esas mierdas, sé lo que hay allá adentro, déjame pasar...

—Su padre dejó estrictamente la condición de que usted...

—Que le den si cree que comeré esa asquerosidad, con permiso —dije en el momento menos oportuno.

¿Está esperando que se me salgan las palabrotas para aparecer? Mi mala suerte me persigue.

Se quedó parado al frente de mí y me arrepentí de algunas palabras, sé que el cambio que quiere hacer no viene con letras pequeñas diciendo que los castigos se anulan hasta nuevo aviso. Probablemente quedaría en sus rodillas ahora mismo si Lucas no estuviera presente. No puedo controlar los insultos, salen de la nada.

—Adelante —tragué saliva al ver que no me regañó y me dio la pasada por la puerta.

Joder, no me genera confianza, ¿y si me dan un azote que me tome desprevenido?

No pasaré, menos ahora.

—Yo... necesito ir por eso —maldecí —, eh...

—Entra Miles, no tengo todo el día y tu comida se enfría.

Sonaría muy infantil que le diga que se quite de la puerta, pasaría vergüenzas frente a Lucas y ni decir de mi reputación.

—Papá el jugo se derramó en la mesa, ¿dónde hay papel para limpiarlo? —Milan llegó a la escena y mi cara se tornó de color rojo.

"Papá el jugo se..." —comencé a imitarlo con voz chillona y me quedó mirando enojado— ¿Qué me ves?

—Deja de ser tan idiota.

—¿Es enserio? ¿Van a pelear? —Alexander nos tomó a ambos de la mano, uno en cada lado y nos llevó directo al comedor— Ni un día llevamos y ya se transforma en una discusión, no quiero que sea una guerra entre ustedes ¿de acuerdo?

—Que no se burle de mí.

—Cállate idiota —respondí a la defensiva.

—¿Quieren irse castigados? ¿Eso quieren? Porque no tengo problema en hablarles de lo que es ser hermanable.

—¿Sin celular el primer día que estoy aquí?

—Ni te imaginas —resoplé y fui en busca de un vaso.

—¿A qué te refieres? —dijo confundido y me persiguió — Miles dime, no seas pesado.

—Descúbrelo tú solo Milan, no me toques las pelotas.

—A ti todo te molesta, verme por ejemplo...

—Ding, ding, ¿eres adivino? —busqué otro jugo en la nevera—, deja de hablarme.

—¿Por qué? Hace mucho que no nos vemos y me aburro aquí sin hablarte.

—No me importa.

— ¿Cómo es todo? ¿Te van a buscar en limusina o algo por el estilo? ¿Vas a un colegio caro? ¿Das conferencias de prensa?

—Hey calma Milan, ni que fuéramos súper estrellas.

—Tienes guardaespaldas.

—Tengo mis lujos —sonreí bromeando y abrió los ojos intrigado— No te lo creas es una mierda, te persiguen por todos lados, no puedes ni comer tranquilo, apareces en televisión por accidente, todos quieren fotos y los viajes los hace solo Alexander, nadie más.

—¿No vas con él? ¿Por qué le dices por su nombre?

—No es asunto tuyo —hablé bajito.

—Gruñón.

—Con orgullo —le mostré la lengua y me fui a sentar con una mueca en el rostro.

Si el brócoli no existiera se solucionarían la mitad de mis problemas, es como si me lo exigieran de alguna manera. La última vez que supe que lo estaba comiendo fue cuando Maya lo agregó sin querer en frente de mi al plato, ese día recuerdo que me negué con uñas y garras pero fue un fracaso.

Estaba de lo mejor haciendo lo posible por separar la verdura y entró uno de los guardaespaldas que acompaña a Lucas buscando a su jefe.

—Lo conseguimos, señor —entró al comedor—, hay un jet privado en tres horas hacia el Reino Unido.

Tosí porque me atoré con el primer bocado al escuchar esa desagradable noticia y no pude respirar bien de la impresión. No supe que hacer y era demasiada mi desesperación para pensar.

Maldita sea, el universo me odia y estaría demás decir que tengo mala suerte. Tendré que pasar por lo peor. Creí que me había salvado el culo por dos días y hay cambio de planes, excelente.

Amo mi vida.

—¿Miles, estás bien?

—¿Me ves bien? —dije apenas a Milan y Alexander me dio una mirada desaprobatoria.

—¿Qué? —volví a toser y me entregó un vaso con agua.

—Respira, tranquilo.

Estoy bien, jodidamente tranquilo, solo un poco morado y apunto de la asfixia pero bien.

—¿Cómo me vas hacer comer esto? Casi muero.

—Te atoraste, como cualquier persona en el mundo Miles, solo ten un poco de cuidado y mastica las veces necesarias.

—Lo sé.

—Si lo supieras... —le siguió Milan con ganas de molestarme.

—Prefiero hacer una huelga de hambre y no comer hasta navidad.

Con el tenedor aparté todo y dejé un hueco en el plato sin nada para consumir. Mi creatividad comenzó a hacerse presente y las ideas de una zanahoria voladora que atacaba a su enemigo el brócoli me hicieron reír.

Pensaré como un crio pero no como estúpido, si creen que con un "buen trato" me harán cambiar de opinión están equivocados.

—Come la mitad aunque sea —dijo Alexander desde la otra esquina de la mesa con su computador, debe estar trabajando.

—Ya lo hice ¿me puedo levantar?

—Que conste que te lo advertí Miles —sin saber cómo reaccionar me quedé mirándolo cuando sacó una silla y se sentó a mi lado.

—¿Qué haces?

—Abre la boca —con el tenedor sacó un poco de puré de verduras y puse mis manos para impedir que esa mierda pasara.

—¡No! —reclamé aunque no sé con exactitud si entendió lo que le decía.

—Es imposible que a estas horas tengas el estómago vacío, abre la boca por las buenas jovencito.

—Mmm.

—¿Qué? ¿Dices que si? —quité las manos para protestar y apenas dije una palabra metió el puto tenedor.

—¡Es incomible, vomitaré!

—Traga eso —queriendo escupirlo hice caso por el solo hecho de que está Milan presente y debe estar pensando que sigo siendo un bebé por estas actitudes.

Tampoco es un buen momento para llevarle la contraria, sigo enojado pero no hay muchas opciones para escapar, me atraparían fácilmente.

Toda mi vida he odiado las verduras y era una guerra con ambos años atrás porque las escondían de todas las formas posibles en la comida. Me daba cuenta y mamá me regañaba por botar aquello. Este último tiempo no he comido estas cosas porque Maya sabe mis gustos, Alexander casi no come en casa y ella me pregunta lo que quiero para el desayuno, almuerzo y cena.

Me siento igual que un niño además me trata como si fuera alguien que lo necesitara y no es cierto.

Claro que no lo necesito ¿verdad?

Necesito convencerme de que no.

—Me iré a mi habitación, con permiso —Milan se levantó sin mirar atrás.

Vaya vergüenza, acaban de arruinar mi reputación.

Milan

A veces la soledad se hace presente aunque no queramos, no siendo nuestra culpa se vuelve algo con lo que tenemos que lidiar.

Nunca pensé que mi propia madre me haría esto, sinceramente sigo en un estado de shock y no tener la compañía o el apoyo de mi hermano me duele. En el pasado hice cosas de las que me arrepiento, me fui con mamá y no medí las consecuencias de aquello.

Mi vida estos cuatro años ha sido viajar de país en país, quedarme con gente que ni conocía y esperar a que mamá llegara con algo para poder alimentarnos, siempre tuvo esas ganas de emprender un negocio o eso me decía. Creí que teníamos buena comunicación y que surgiríamos los dos, quería ayudarla apenas terminara mis estudios trabajando en cualquier cosa pero ella no tenía los mismos planes que yo.

El guardaespaldas de Miles llegó al cuarto con una tarjeta y levanté una ceja cuando vi que era una de crédito, jamás he tenido una por lo que fue una sorpresa.

—Joven, su padre quiere que la tenga —con extrañeza estiré la mano para alcanzarla—, también esto.

—¿Un folleto? —pregunté.

—De la escuela —me mostró las grandes letras promocionando una escuela millonaria.

—Espere, no estoy listo, dígale que dejé los estudios —entré en pánico.

No estoy acostumbrado a estar en un lugar fijo, me asusta el no poder adaptarme correctamente. Cuando le pregunté a mi hermano acerca de su vida quería hacerme una idea de lo que sería vivirla pero ahora me doy cuenta que es raro, él lo tuvo todo con papá sin embargo yo nunca toqué ni un solo peso de la cuenta que se suponía que era para mí.

—No puede negarse joven, la educación... —negué entregando todo de vuelta—, lo entiendo y puede que le asuste comenzar algo nuevo pero insisto en que es una buena oportunidad.

—¿Puede llevarme con mi mamá? —mi labio tembló y sus ojos reflejaron tristeza—, por favor, me portaré bien.

—Joven...

—¿Le puede decir a ella que nunca quise irme por chocolates ese día? Que fue un accidente y si eso la hizo tomar esta decisión prometo nunca...

No me di cuenta cuando el nudo en la garganta apareció y no podía explicar todo lo que sentía por el llanto. Él de manera amable abrió los brazos y acepté para desahogarme.

Miles tiene la suerte de tener a estas personas pero es decepcionante que ambos no hayamos podido convivir con cada uno de nuestros padres y conformarnos con uno solo.

—¿Quiere un vaso de agua? ¿Té?

—No, gracias —susurré y puso una mano en mi hombro antes de cruzar la puerta.

No sé dónde estará mi madre pero la encontraré, necesito los motivos o no me quedaré tranquilo y tal vez un abrazo.

Saqué una mochila apresurado y solo eché dos sudaderas para no pasar frio junto a mis documentos.

Como no se percataron de mi presencia al pasar por los pasillos de la gran casa salí por la puerta principal, justo los guardias entraron por un microsegundo y corrí a la salida. No había nadie que pudiera verme aunque sentía algún tipo de sensación extraña a mis espaldas sin embargo al mirar las calles estaban vacías.

El centro de Dinamarca lo sé de memoria, recuerdo que veníamos mucho por estos lados y teníamos un pequeño local donde almorzábamos como tradición. Tomé un taxi y me puse los audífonos moviendo mis pies inquieto por llegar a mi destino de una vez.

—¿Aquí? —preguntó el taxista extrañado—, chico, no creo que sean lugares por los que tengas que pasar.

—Es aquí, gracias —pagué y bajé tragando saliva. No recordaba que estuviera tan deteriorado.

La gente que fumaba en las calles me quedaba mirando pero seguí a pasos firmes hacia ese local. Tiene que estar aquí, en dos años no pudo haberse ido. Un ratón pasó por mis pies y casi pego un grito frente a un grupo de chicos.

—¿En qué andas?

—¿Ah?

—No eres de por aquí ¿no? — apreté mis puños—, entrega tus cosas si no quieres que nada te pase.

—Estoy bien, ahora deja mi jodida mochila.

—El niño quiere pelea ¿escucharon? —me zafé de su agarre y corrí por la calle hacia el fondo.

Es un callejón sin salida, maldita sea.

—¡Por allá! —gritaron con fuerza y seguí sin parar hasta que pude notar mi salvación, el lugar que estaba buscando.

La campana de la puerta hizo notar mi presencia y una abuelita salió de la cocina limpiándose las manos. Es ella con quien conversaba mi madre, se me hace conocida.

—¿Qué se te ofrece?

—Jamie... ¿la conoce? —levantó las cejas.

—¿Para qué la buscas?

—Ella es...

—¡Primo! —mi madre apareció por una puerta y me asesinó con la mirada—, te dije que no vinieras. Déjanos solos.

¿Por qué me oculta? Un apretón de oreja recibí apenas nos quedamos solos.

—¿Qué haces aquí Milan? Te dije que tenías que quedarte donde te dejé, no quiero que vuelvas, yo me iré de aquí.

—Podemos ir juntos, aun no entiendo por qué me dejaste —me dio un abrazo apretado.

—En siete minutos tomaré un avión cariño y no puedes venir... tienes que quedarte con tu padre, estarás a salvo. Ten en cuenta que tendrás todo lo que yo no pude darte.

—Pero no quiero, no quiero estar sin ti.

—Solo perdóname y no me vuelvas a buscar, promételo —me miró a los ojos—, ahora Milan.

—No —afirmó suavemente mi rostro y repitió.

—Prométemelo.

—Lo prometo —apreté el labio y una mujer cuya identidad desconozco le entregó unas maletas.

—Vamos.

Nos fuimos en silencio durante el trayecto hacia un nuevo taxi, esta vez fue diferente porque sentí que algo estaba mal. Ella se volvió a despedir de mí y me dejaron en pleno centro, ni siquiera se preocupó por llevarme de vuelta a la casa.

Con una fuerza que no sé de donde saqué me fui a sentar en las bancas de la gran plaza en Dinamarca y me quedé concentrado en un solo punto. Los motivos no los tuve...

Un flash me dejó casi ciego, ¿Qué...?

—¡Milan Campbell! —me rodearon unas diez personas con cámaras y micrófonos.

—No soy yo.

Mierda, que idiota.

—¿Puedes decirnos tu llegada a Dinamarca? ¿Estarás con tu padre ahora? Estas en vivo.

Quise caminar pero fue imposible, más gente llegó y esta vez era público, no respetaban mi espacio. No sabía que contestar y poco me escuchaban.

—Yo no sé...

—Háblanos de Alexander, ¿será que saca otro proyecto de empresa multimillonaria? ¿podrías contarnos como fue tu experiencia conociendo la fama?

—No sé dime tu —susurré y mis suplicas se escucharon porque una serie de guardaespaldas llegaron a ayudarme, entre ellos estaba Lucas y papá.

Algo que por poco me hizo cagarme en los pantalones fue ver a papá caminando a pasos firmes hacia a mí y una mirada que hace huir a cualquiera.

¿Qué tanto la jodí?

Miles es momento de que aparezcas y hagas de las tuyas, no me haría mal una mano de hermano a hermano.

—Apártense por favor, espacio —el acompañante de Lucas me dio una mano y cuando nos íbamos acercando, en una pantalla gigante apareció mi propia cara.

Estoy en las noticias...

—¿Cómo se te ocurre salir sin avisar? —papá me tomó del brazo sin ser brusco—, te podrían haber hecho algo Milan.

—La gente es amable —mentí.

—¿Si? ¿Por eso andabas en un sitio peligroso? —me regañó a metros del auto.

¿Cómo se enteró?

—Hay cámaras vigilándote en cada paso que des y hace nada salió en el periódico de tu visita a uno de los sitios más temidos en Dinamarca, no dejaré que te expongas a ese peligro.

—Buscaba a mamá...

—Entra ahora Milan, ya mismo.

Mi hermano tenía su cuerpo pegado a la puerta del fondo y me dedicó una mirada pesada.

—Gracias a ti ahora nos vamos a casa —susurró enfadado—, me acabas de arruinar el día.

— Pero yo...

— Me acabas de condenar.

—En realidad... —Lucas habló y lo vimos por el retrovisor.

—¡No digas nada Lucas! —dijo Miles con la cara roja.

—Silencio —dijo papá apenas entró al auto y se sentó a lado de nosotros.

Es una limusina, una lujosa limusina.

Nuestra primera parada fue en un pequeño lugar donde nos esperaba un jet privado, me sorprendió lo lindo que era por dentro y con curiosidad analicé todo. A Miles le dieron una pastilla para que durmiera pero yo no quise, no le tengo miedo a los aviones y mucho menos a las alturas, todo lo contrario.

Disfruté cada segundo del viaje hasta que me ganó el sueño por supuesto, estaba ansioso, nervioso y asustado. Mi corazón quería salirse de mi pecho cuando anunciaron que habíamos aterrizado en el Reino Unido.

¿Cómo será su casa? ¿Qué tan pequeña o grande puede ser?

—Vamos a conversar Milan.

—Alexander acaba de llegar, es pendejo, sí, pero no creo que castigarlo...

Un momento, ¿me está defendiendo?

—Miles no intentes cambiar las cosas que tú también tienes una conversación pendiente ¿o no lo recuerdas?

—Como te gusta cagar el momento Alexander —se volteó.

—Discúlpate, no dejaré que me hables así.

—¿Sabes qué más? Jo-de-te.

PLAS PLAS PLAS

Quedé sin palabras, ay mierda, ¿desde cuándo lo castiga así? No es que desconozca aquel método porque de vez en cuando recibía algunos azotes de pequeño con Miles ya que nos comportábamos malísimo pero ¿ahora?

Así que a eso se refería Miles, el muy condenado no quiso decirme y ahora me entero de sorpresa.

—¡Está Milan!

—Es lo de menos jovencito, caminen los dos.

Que alguien me ayude o que la tierra me trague, las dos son las mejores opciones. Con esto dudo que me queden ganas de hacer algo malo, si a Miles lo pasan castigando está claro que es por estúpido. 

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