Clarisa Clarke y la escuela d...

By Gazbey

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La historia se sitúa en un mundo más allá del nuestro, en donde la magia brilla y forma parte de la vida de c... More

Año uno
La hija de los Clarke
El espejo en el museo
El carruaje tres punto catorce
El benicanto
La clase de la tarde
El jardín de las criaturas
Explosión en la clase de pociones.
El profesor que muere en clase.
La clase de vuelo
El hombre en el bosque
La mujer lobo
El cumpleaños del fantasma
Los perdedores de Calixto
El ferrocarril de navidad
La locomotora y los duendes obreros
La tarde de los duendes
¿Cómo era antes?
El Memoriam
El barco
La piedra runada
¿El culpable?
La biblioteca
Epílogo

Los brujos de los pasadizos

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By Gazbey

Estaba atardeciendo en la academia Grichwood. El día siguiente sería el último día del año. Se rumoreaba que el profesor Shaf había preparado un espectáculo para los estudiantes, uno de fuegos artificiales.

Clarisa había pasado el día con sus "compañeros" que la visitaron a ella y a Alex. Ambos aún no tenían permitido alejarse de la enfermería, debido a los efectos del veneno de dicha serpiente.

Ya era bastante tarde cuando la enfermera Dublín les inyectó, como siempre, una dosis de antídoto. La inyección iba en el brazo izquierdo, a la altura del codo. Clarisa tiritó un poco al sentir la aguja, lo que hizo que la inyección saliera mal y que le tuvieran que poner otra. Justo después, la enfermera los recostó y les dijo que les iba a traer la cena, que no se movieran.

Al poco tiempo, Clarisa sintió un sonido extraño. Algo que la atraía. No supo por qué, pero comenzó a caminar hacia él. Clarisa parecía no tener control sobre su cuerpo. Alex, al ver que su compañera salía de la enfermería, fue tras ella. La alcanzó justo cuando estuvieron frente a un agujero de drenaje que estaba ubicado junto a uno de los nuevos caminos de piedra.

- Clary, ¿estás bien? Hay que volver. La enfermera nos regañará por esto. Tal vez no nos permitan ver los fuegos artificiales -. Le criticaba Alex.

Todo sucedió muy veloz: del agujero, salieron dos manos grises con uñas negras que sujetaron a los niños de los pies y los jalaron hacia dentro. Con el golpe que sus cabezas dieron al camino de piedra, ambos niños cayeron inconscientes.

Había un gran alboroto en la enfermería. Diversos profesores estaban allí y algunos observaban el agujero de drenaje.

- Enfermera Dublín, por favor cálmese... Bien... Bien -. Trataba de calmar el director a una histérica enfermera que al llegar a su zona de trabajo no encontró a sus pacientes y, en su lugar, halló un charco de sangre cerca del agujero de drenaje.

- Runaron a las estatuas -decía la profesora Greta mirando que las armaduras poseían curiosos y elaborados dibujos en el pecho -. Por eso no se movieron.

Luego de examinarlas un rato, el director se dirigió hacia el drenaje. El profesor Shaf se encontraba agachado junto a la sangre acumulada.

Este mismo la tocó con los dedos y se la metió en la boca.

- Sangre pura y... Sangre... Vaya... -señalaba Shaf luego de saborear un rato.

- ¿Qué averiguaste? -preguntaba el director.

- Ambos chicos están heridos, posiblemente en la cabeza -. Dicho comentario hizo que la muy preocupada enfermera se desmayara en los brazos de la profesora Carlín -. Y se los llevaron por... Ahí -Shaf señalo con sus largos dedos al drenaje.

- ¡Manolo! -gritó Zenevis llamando al duende obrero que se encontraba allí.

- Pos ¿qué necesita maestro?

- ¿Hacia dónde lleva este drenaje?

- Pos, hacia donde llevan todos los drenajes. A esos corredores que tiene bajo la escuela.

Eso hizo que a todos se les helara la sangre.

- Prepararé a las armaduras -dijo Sir Tomás.

- Profesor Clarke, vaya a buscar al profesor Lamoh. Creo que estaba en el comedor -ordenó Zenevis.

- Bien, yo entraré. Con suerte podré encontrarlos -dijo Salazar mientras se metía por el agujero con enorme flexibilidad.

- Ten cuidado -señaló el subdirector -no sabemos qué hay allí abajo.

- Usaré mi vista de serpiente para ver en la oscuridad -. Actos seguido, Salazar desapareció por el agujero.

Hasaya se encontraba regando unas flores junto a alguien cuando comenzó a escucharlo sucedido, oyó todo mientras se escondía en un árbol cercano. No tardó en correr y reunir al resto de niños, de los cuales, algunos como Rommel no estaban convencidos de entrar a buscar a Clarisa.

- Debemos ir a buscarla, es nuestra amiga -decía Luna.

- Es muy peligroso, mejor que los profesores se encarguen -respondía Rommel.

- Cuando los profesores lleguen -, interrumpió el profesor Lamoh. Él era quien estaba regando las flores con Hasaya. Su presencia intimidó a la gran mayoría de los niños -, su amiga estará o bien sin mano, o bien sin cabeza.

Eso asustó a todos, en especial a Hasaya. Rommel iba a decir algo para evitar ir, pero, de la nada, se vio a sí mismo junto al resto caminando por los oscuros pasadizos subterráneos de la escuela. Los acompañaba el tío de Clarisa, al cual se encontraron antes de entrar. Este último iluminaba el camino.

- Entonces, ¿por qué secuestraron a mi sobrina?

- Porque es una maga pura -respondió Lamoh.

- Pero -interrumpió Rommel -. La sangre de maga pura es inútil si esta no supera la prueba de fuego.

- Lo sé, seguro son brujos jóvenes recientemente ingresados a una secta -afirmó fríamente el profesor sin labios.

- ¿Cómo lo sabe? -consultó tímidamente Bizmila.

- Porque yo hice lo mismo con Petunia Clarke cuando era joven... Me metieron a la Fosa por eso.

Eso hizo que un recuerdo viniera a la mente de Hasaya, un recuerdo veloz como un rayo. Se trataba de aquella vez que estuvo en la carroza familiar con Clarisa y Petunia, allí vio la mano izquierda de la tía de Clarisa por accidente; esta poseía una línea alrededor de la muñeca, una línea de corte, como si su mano hubiera sido cortada y luego rehecha con magia.

Clarisa despertaba lentamente junto a Alex. Sentía un fuerte dolor en su cabeza. Al tocársela, la niña pudo ver su mano manchada con sangre. Escuchaba varias voces, pero no conseguía entenderlas debido a un dolor de cabeza. Las voces hablaban emocionadas entre sí, hasta que llegó alguien y el ambiente se volvió frío. El recién llegado estaba muy molesto y su voz de serpiente era muy notoria, se sentía el serpenteo cada vez que hablaba.

- ¿Qué demonioz creen que hazen? -gritaba el nuevo.

- Jefe, conseguimos capturar a la niña y...

El que parecía ser el jefe lo golpeó y comenzó a gritarle.

- No perzeguí a la niña todo el año, no la mordí y no hize todo lo que hize para que uztedez lo arruinaran todo. Zaben bien que la zangre no zirve zi no paza la prueba de fuego. Tienen zuerte de que no loz delatara cuando loz vi.

- Lo sabemos jefe... -, las voces de los brujos señalaban que eran jóvenes.

-Al me tenemoz el libro de las maldiziones y podemoz hazer que zu zangre zea útil ahora.

Clarisa dio unos golpecitos a Alex, despertándole. Al ver que los brujos estaban distraídos, decidieron huir. La pequeña consiguió oír como los malvados decían que mientras tuvieran el libro, podrían seguir usando y acosando a Clarisa.

Con bastante temor se acercó al enorme libro junto a su compañero. Allí quedaron petrificados, pues, desde ese ángulo, se podía ver el rostro del supuesto jefe... No podían creerlo. Era el profesor Salazar. Entonces, todo tuvo mucho sentido: por eso de ser brujo el profesor se comportó raro con ella cuando se enteró que era una Clarke; la vez que lo vio observando a las sirenas en el pueblo navideño, el profesor tenía unos ratones, ¡las serpientes comen ratones; además, estaba viendo a las sirenas mientras se lamía el labio, las sirenas son mitad peces... ¡Algunas serpientes comen peces!; en la biblioteca, Salazar dijo que no se había transformado en mucho tiempo, sin embargo, en la enciclopedia mágica decía que un mago presenta ciertas características del animal en el que se transforma sí se convirtió hace poco tiempo: el profesor hablaba reemplazando la s por la z y siempre sacaba la lengua, como serpiente, cuando decía aquella letra. Era obvio que se transformaba constantemente.

- Al menoz debo agradezerlez que hizieran una runa al profezor Malcom, azí miz heridaz ze pazaron a él... ¡¿Y la niña?! -gritó Salazar al ver que ambos jóvenes habían desaparecido.

Entonces, el libro de las maldiciones comenzó a arder y los brujos se concentraron en apagar las llamas mientras Clarisa y Alex huían.

- Al menos conseguimos salvar algunas páginas -suspiraba un brujo -. Ahora solo tenemos que cortar su mano y sacar un poco de sangre...

- No -interrumpía Salazar, muy molesto ante su quemado libro de brujería -. Le cortaremos la cabeza y le sacamos toda.

Aquel comentario asustó a los demás brujos.

- Salazar... -suspiraba uno de ellos -. Sé que todos estamos molestos porque quemó el libro, pero... Es una niña.

Salazar solo se levantó, miró al brujo y le apuntó con su varita.

- ut mortui -aquel hechizo hizo que el brujo se quemara por dentro. Llamas de color negro derritieron sus ojos. Finalmente, cayó al piso -. ¿Alguien más?... Bien. A por ella.

Entonces, Salazar se convirtió en una enrome serpiente y comenzó a seguir el rastro de la niña, mientras los demás brujos le seguían.

Clarisa y Alex corrían por los pasillos, hasta que se encontraron frente a una gran puerta. En ese momento, a varios metros, pudieron distinguir una serpiente que se acercaba a ellos. Esta se transformó en humano y lanzó un hechizo a los jóvenes que entraban al cuarto.

- ¡ut mortui!

Ambos niños pudieron entrar y cerrar la puerta. Clarisa sentía un ardor inmenso en el cuello y Alex lo sentía en el brazo. El hechizo los había alcanzado.

Luego de poder superar un poco el dolor, los niños se levantaron para quedar completamente petrificados. Frente a ellos, había un enorme dragón blanco que se encontraba en un profundo sueño. Ambos jóvenes comenzaron a rodear al enorme animal mágico, buscando un lugar en el cual esconderse. Alex consiguió ver una puerta por la cual podrían escapar. Comenzaron a acercarse, pero, cuando se encontraban cerca de la puerta, Salazar entró de golpe junto a sus brujos. Aquello despertó al dragón, quien no fue muy comprensivo con los que interrumpieron su sueño. Un intenso chorro de fuego fue aquello que alejó a los brujos y les forzó a cerrar la puerta.

Entonces, el dragón se volteó hacia los niños. Los vio por un rato, parecía estar tratando de comprender quienes estaban frente a él. Cuando lo consiguió comprender, se inclinó y dijo unas sencillas palabras en un idioma antiguo.

- min prins -los niños quedaron petrificados ante las palabras del colosal dragón blanco.

Finalmente, los niños pudieron cruzar la puerta y seguir por el pasadizo a la que esta daba paso. El problema es que al final de este, no había salida y, aumentando las dificultades, Salazar consiguió cruzar la puerta y estaba del otro lado del pasillo.

- Niñoz...

El grupo de niños y dos profesores que iban a rescatar a Clarisa, se encontraban planeando como poder entrar al cuarto que se veía vigilado por un total de ocho brujos.

- Bien niños -decía el profesor sin labios -. Ya conocen el plan.

Todos los pequeños comenzaron a desaparecer en la oscuridad de los pasillos. Lamoh y Clemente, este último temblando, se aparecieron ante los criminales. Cuando estuvieron a una distancia sencilla, les apuntaron con sus artefactos mágicos, Clemente con su varita y Lamoh con un báculo. Los brujos rieron y les amenazaron, pero entonces, se escuchó un grito sencillo.

- ¡fit ridens! - gritaron los niños mientras lanzaban el hechizo a los brujos, haciéndolos reírse de una forma anormal. Esto les imposibilitó contraatacar y los dejó en el piso.

- Muy bien hecho niños -felicitaba Lamoh a los jóvenes -. Ahora asegúrense de atarlos y dormirlos con el hechizo que les enseñe. Voy a ir a por Clarke y el otro.

Clarisa estaba sola frente al profesor serpiente, que se acercaba a ella con un cuchillo curveado. Alex había intentado defenderla, pero Salazar lo golpeó con el talón del arma que traía, haciéndolo caer al piso.

- Tú... -el rostro del profesor parecía el de un loco -. Tú servirás para revivir a Valayre...

Entonces, Salazar trató de apuñalar a Clarisa por el cuello. Sin embargo, nada salió como pensaba: Clarisa solo sintió un ardor en el cuello, mientras que Salazar comenzó a quemarse con un fuego de color negro.

Viendo una oportunidad, Clarisa corrió hacia Alex, alejándose del profesor en llamas. De una patada, Lamoh abrió la puerta del pasadizo y corrió hacia los niños.

- Están bien -decía mientras cubría a Clarisa con una manta. Luego procedió a tocar el cuello de Alex, se alivió al ver que seguía vivo. Finalmente, observó el ardiente cadáver que quien una vez enseñó la asignatura de criaturas mágicas en la escuela Grichwood.

Clarisa volteó, para ver como llegaban las estatuas armaduras junto a Sir Tomás. Una de estas cogió a Alex y otra cogió a Clarisa. Ambos fueron llevados fuera de los oscuros pasadizos. En el camino, notó como el dragón blanco los veía con preocupación y como los demás brujos estaban detenidos por las demás armaduras. Entre tanta cosa, Clarisa cerró los ojos.

Se encontraba en la enfermería junto a Alex. Había una gran cantidad de profesores que los estaban observando. El chico Pendragon ya había despertado y era atendido por la enfermera, tenía varias vendas en la cabeza.

- Al fin despertaste -decía feliz Zenevis al lado de la camilla.

- ¡Señorita! -gritó Hasaya lanzándose a abrazar a Clarisa mientras lloraba -. Estaba tan preocupada de perderla... Usted es mi mejor amiga... No sé qué haría sin usted... -lloraba.

Clarisa sonrió y, con lágrimas en los ojos, le correspondió el abrazo mientras también lloraba. Aquella tierna escena derretía el corazón de todos los presentes.

- Bien -aplaudió Zenevis -, los brujos fueron apresados y el responsable de todo... Pues, fue descubierto... Y hablando de cárceles, ¡Profesora Carlín! -ella apareció como un rayo junto al director, su cara de emoción era evidente -. ¿Sería tan amable de enviar esta carta al Alto Consejo de Magia para que liberen y se disculpen con cierto profesor?

- ¡Sí! ¡Claro! ¡Por supuesto! -Carlín tomó la carta y, velozmente, dio un beso en la mejilla a ambos chicos heridos para luego desaparecer de la zona.

- Jeje... Siempre se emociona cuando Malcom tiene algo que ver...

- Hem... ¡director! -gritaba Clemente -ya me puedo acercar a mi sobrina.

- ¡Cállate Clarke! ¡Cumple con tu castigo! -. Entonces, los profesores se corrieron, permitiéndole a Clarisa ver a su tío estar en el piso haciendo una posición conocida como tabla o plancha, a su lado estaba el profesor Lamoh -. Si bien pudieron someter a los brujos, pusieron a estudiantes en peligro. Así que se quedarán en esa posición unos diez minutos más -. Era más que claro que los profesores ya estaban sufriendo con dicha pose.

Clarisa soltó una risa junto a Hasaya y ambas pudieron ver al grupo de "compañeros" acercarse para ver cómo se encontraban sus amigos.

- ¡Cierto! ¡Hoy son los fuegos artificiales! Bien, la fiesta acabó, los niños están vivos. Ahora, vayan a preparar todo -. Ordenó el director -. Por cierto -, dijo a los niños -, debo castigaros por lo que hicieron, así que a las siete de la tarde irán todos a mi oficina.

Uno podría creer que las heridas de Clarisa y Alex tardarían en sanar, pero no fue así, un par de runas hechas por la enfermera y ¡zaz! Como nuevo. Además, parecía ser que los efectos del veneno de la serpiente habían desaparecido.

Lo que sí no se pudo arreglar, fueron unas marcas negras con bordes verdes presentes en el cuerpo de los niños, seguro un resultado de ese hechizo que les lanzó Salazar. Clarisa tenía la marca negra desde el cuello hasta la mitad de la pierna, solo en el lado derecho del cuerpo; mientras que Alex tenía todo el brazo derecho de color negro.

Clarisa se preocupó, pues juró que sus padres la matarían, pero fue calmada por Hasaya, quien le dijo que el director ya había conseguido que su padre prometiera no volver a lastimarla, ni siquiera a Hasaya. ¿Quién sabe cómo?

- ¿Hola? -respondía al teléfono Dionisius Clarke desde su lujosa mansión.

_ Hola, sí... ¿Dionisius? Hablas con el padre Amor -, la voz de este era bastante grave y se notaba que era una persona mayor.

- ¿El padre Amor? -respondió sin interés - ¿El segundo al mando del Santo Padre mágico?

_ Sí exacto. Te llamo para informarte que tu hija sufrió un intento de secuestro en la escuela por parte de brujos.

- Me lo imaginaba.

_ Sí, obvio. y ni te importa -susurró el padre Amor -. Usaron el hechizo asesino en ella, le dejó una marca bastante grande.

- ¿Sobrevivió al hechizo?

_ Sí y se ha recuperado de una forma increíble.

- Me alegra oírlo.

_ Tu tono dice lo contrario... También se reportó la tonta decisión del Alto Consejo de encarcelar sin pruebas a un inocente y déjame recordarte que eres miembro destacado de ese consejo.

- ¿Qué insinúas?

_ No insinuó nada... Cabe resaltar que TU hija presenta graves heridas en la muñeca derecha. Nuestros investigadores sospechan de maltrato interfamiliar... -Dionisius no respondió nada, estaba impactado. Tal vez asustado -. A lo que quiero llegar es... Si es que las sospechas son correctas y se demuestra que este abuso continúa; primero que nada, peligraría tu posición en el Alto Consejo de Magia; además, sería una pena que la Santa Iglesia Mágica considere que la familia nuclear de los Clarke es incapaz de criar a su hija. Ello llevaría a que la pequeña pasara bajo el cuidado del Santo Consejo de Magia... Te digo todo esto porque... Pues... ¡oh! Perdóname por lo que diré, Señor Mío... ¡Compórtate como un padre, IMBÉCIL! -. Acto seguido, el padre Amor cortó la llamada, dejando en Dionisius un gran rostro de miedo y preocupación.

Ya eran las siete de la tarde y los niños subían las escaleras con la ayuda de algunas estatuas. Una vez estuvieron en la oficina del director, pudieron ver que el duende que dibujaba algo en una mesa, seguía allí y que el enorme agujero en la pared, también. Zenevis miraba a través del gran hueco.

- Llegaron niños... Como sabes, está prohibido entrar a los pasadizos de la escuela por muchos motivos. Debería darles un fuerte castigo, o eso es lo que diría Malcom, pero yo no soy Malcom -. Entonces, Zenevis sonrió -. Siéntense mirando hacia la "ventana" y chequeen sus bolsillos -. Los niños de la nada tenían bolsas de dulces -. Lo que hicieron fue algo muy valiente, demasiado. Si se arriesgaron por sus amigos sin esperar nada a cambio, es una verdadera amistad y eso es digno de celebrarse... Siéntense, siéntense. Ya va a comenzar.

El sonido de una explosión llamó la atención de los pequeños, los fuegos artificiales habían comenzado. Los ruidos no eran como los que producían los cuetes hechos por comunes, estos eras agradables al oído y no molestaban a los perros. De hecho, Hollín y Leca, los canes de Ismur, veían el espectáculo con sus cachorros recién nacidos. Las explosiones formaban diferentes dibujos que se movían y aparentaban actuar.

En medio de tan placentero momento, alguien tocó la puerta.

- Bizmila, ¿podrías abrir la puerta? -solicitó el director. La chica estaba un poco molesta ¿por qué ella? Entonces, cuando la abrió, sintió una mano en su cabeza.

- Hola Bestia -Bizmila reconoció automáticamente la voz: era su padrino.

- ¡Tío! -gritó llena de alegría mientras lloraba. Malcom se agachó para abrazarla.

- Sí pudiste llegar a tiempo -señalo Zenevis.

- Sí, pero no gracias a Carlín. Las hadas siempre envían las cartas con búhos, en lugar de palomas. El que ella mando se estrelló con la pared de la cárcel. Tuve suerte, pues la carta fue encontrada por un guardia.

- Jeje... Bueno, ya que estás aquí, chequea tus bolsillos y únetenos.

Malcom sacó de su sotana una barra de chocolate y fue a sentarse junto a su sobrina a ver el espectáculo.

Todo siempre llega a su fin y el año escolar había acabado. La tía Petunia se encontraba esperando a que llegaran las carretas de la academia Grichwood. Igual que la vez que dejó a su sobrina, estaba junto a los Dezadaptado comiendo chocolate en polvo.

Luego de una larga espera en la fría noche, al fin llegaron. Petunia recibió a su hermano, Clemente; a Clarisa y a Hasaya. Los abrazó a los tres y luego fueron a recoger las maletas.

- ¡Oye Raymond Dezadaptado! -gritó la tía loca al hijo mayor de los Dezadaptado, quien estaba recogiendo a sus hermanos menores -. Llámame -dijo con una sensual voz y haciendo un teléfono con los dedos.

- Petunia...

- ¿Qué? Tú le coqueteas a la capitana sirena y yo no te digo nada-. Respondió la loca.

Después de haber recogido todo lo necesario, se pusieron en marcha. Tanto Clarisa como Hasaya creían que volverían a casa, pero Petunia tenía otros planes.

- ¡Vamos a por un helado!

- Petunia... -replicó Clemente.

- ¿Qué? Tengo ganas de un helado. Además, estas niñas deben probar uno por primera vez.

- Sabes que a Joany no le gusta eso.

- Ay, Joany. ¿Acaso esa mujer es tu jefa? No, solo es la odiosa esposa de nuestro hermano. Además, comparada con nosotros, ella es una plebeya.

- ¿Y Dionisius?

- Últimamente está raro, así que dudo que le importe.

- Está bien, vamos por un helado.

- Por cierto... -susurró Petunia al oído de Clemente, evitando que las niñas escucharan -. Tu sirena te envió una carta -. Oye, Clarisita y ¿hiciste algún amigo en la escuela?

Clarisa se quedó callada por unos momentos para luego decir: Sí, sí los he hecho.

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