¿Cómo era antes?

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Clarisa no podía ver nada, sin embargo, se mantenía callada por temor a que le ocurriera lo mismo a lo que pasó en la Tarde de los Duendes. Fue entonces cuando sintió que algo le caía en la cabeza. Era de metal, pero no era muy pesado. Era un cascabel bastante oxidado que, obviamente, había tenido días mejores.

Levantó el cascabel del suelo y leyó lo que tenía escrito en él. La letra aparentaba haber sido hecha con unas garras y se podía leer un simple y muy sencillo mensaje:

"Cree"

Clarisa cerró los ojos, se puso es cascabel en el oído y lo escuchó sonar. Levantó la mirada pensando que podría observar a los druinas, pero no fue así. De hecho, todos los ojos estaban posados sobre ella.

"Otra vez no" pensó, rogando que no la fueran a manchar con un montón de porquerías.

- ¡Voltea! -escuchó que alguien le gritaba.

Cuando lo hizo, grande fue su sorpresa, pues los dos druinas estaban detrás de ella y estaban viéndola.

Clarisa los miró y pudo notar la diferencia entre ambos: San Niklaus era delgado; muy barbón; alto; su cabello era fino, blanco y abundante; vestía como si fuera un obispo y traía un báculo consigo, por otro lado, Santa Claus era gordo; bajo de estatura; con una abundante barba de colores blanco y gris; una fuertes y potentes cejas; una calva brillante; vestía como un leñador, una camisa a cuadros roja con mangas arremangadas y unos jeans; además, y lo más resaltante de él, era que, en los músculos de sus dos brazos traía escrita una palabra: bueno en una y malo en la otra.

Clarisa no sabía qué hacer, tenía a los dos druinas del norte frente a ella y la estaban mirando. Santa Claus, al ver a la niña confundida, se arrodilló para estar a su altura y dijo.

- Así que... Comenzaste a creer.

Clarisa, dentro de lo poco que podía, se limitó a decir un débil "sí". Ante ello, ambos druinas rieron llenos de alegría.

- Jo Jo Jo -reía Santa Claus.

- Ho Ho Ho -reía San Niklaus.

Entonces, Santa Claus tomó a Clarisa y la sentó en sus hombros.

- Jo Jo Jo... ¡Que mejor forma de comenzar la navidad, que recuperando a alguien que no creía! -se empezó a escuchar música alegre y festiva, los copos de nieve comenzaron a caer y, con luces mágicas, se formaron muchas figuras en el cielo. Los duendes navideños saltaban de dirigibles haciendo piruetas en el aire y los duendes malos terminaban de ordenar el trineo de los druinas.

Mientras todos miraban el espectáculo, Santa Claus y San Niklaus llevaron a Clarisa a su trineo. Ambos se sentaron y sobre las piernas de Claus, sentaron a Clarisa.

- Por este acto tan maravilloso, te concederemos un deseo -decía San Niklaus.

- Dinos pequeña, ¿qué deseas? -la niña se acercó a ambos druinas y les dijo su deseo al oído -. Ay pequeña... Me temo que no podemos hacer eso.

- El pasado pasó, repercute en la actualidad y repercutirá en el futuro; pero como ya dije, ya sucedió y nada lo cambiará, ni siquiera la magia puede hacerlo -. Añadía San Niklaus.

- Además, la familia es muy importante -señalaba Santa Claus -. Puede ser que a veces, no nos gusta nuestra familia por X o Y motivos, pero al final es nuestra familia, donde se nos dio la vida, donde crecimos y donde se influenció las personas que somos y seremos. Hay veces que... Odias a tu familia -Santa Claus comenzó a mirar a San Niklaus -solo míranos. Nosotros nos odiábamos cuando éramos jóvenes, pero aprendimos que cada quien posee sus defectos y problemas, nadie es perfecto.

Clarisa Clarke y la escuela de magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora