Los perdedores de Calixto

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Ah, las vacaciones. Un periodo en el cual puedes estar relajado y tranquilo; puedes descansar de la escuela y pasar tiempo con tu familia... Espera un momento, ¿con la familia? Clarisa no lo debe haber pasado tan bien como sus compañeros. Lo pasó horrible.

Estaba llorando en su cuarto mientras sujetaba su muñeca derecha. ¿Recuerdas que para los magos tener una dírrula era algo vergonzoso? Pues, los señores Clarke no se lo tomaron muy bien. La muñeca estaba tan golpeada y lastimada que, si se hacía un poco de esfuerzo, se podría ver el hueso.

Entonces, alguien tocó la puerta. Clarisa se secó, rápidamente, las lágrimas. No fuere a ser que su madre la golpeara más por estar llorando.

Sin embargo, no resultó ser ninguno de sus castigadores padres, era su hermano mayor, Cayo. Este la vio y sin decir nada, se sentó a su lado en la cama, le hizo un gesto para que le diera la muñeca y se la comenzó a vendar.

- Así que... ¿una dírrula? -dijo el hermano de Clarisa tratando de sacar algún tema de conversación.

- Sí -sollozaba Clarisa.

- Ya veo... Estás de vacaciones, ¿no?

- Sí...

- Bien, voy a ir a jugar un deporte con unos amigos. ¿Quieres ir a hacerme barra?

- ¿Es lejos de casa? -preguntó Clarisa algo asustada.

- Lo suficiente como para evitar a padre y a madre.

- Entonces sí.

- Genial -dijo Cayo terminando el vendaje -. También llevemos a Hasaya, le va a encantar.

Hasaya tampoco estaba pasándolo muy bien. Sus padres no les agradó que ella estuviera en una casa y clase diferente a la de Clarisa, así que, como castigo, la colgaron de los brazos en el sótano. Cuando la soltaron, fue por orden de Cayo, quien le dijo tanto a su hermana como a la sirvienta de esta que se prepararan para salir. Hasaya se tocó los hombros, puesto que le dolían producto del castigo.

Ninguna de las dos niñas entendía a dónde iban. Solo veían a Cayo, que las tomaba a cada una por la mano y que traía una mochila algo grande.

Finalmente, y luego de caminar por un buen rato, llegaron a su destino: el estadio de la ciudad.

- Cayo, ¿qué hace...? -preguntó Clarisa cuando fue interrumpida por un señor viejo de barba increíblemente larga y muy jorobado.

- ¡Cayo! Ve y prepárate, el partido ya va a comenzar.

- Señor Ryuko -saludó Cayo al hombre -voy, le presento a mi hermana y a su amiga. Vienen a ver el partido.

- Genial, se pueden ir a sentarse niñas, es raro que este estadio tenga gente, así que tendrán mucho espacio. Ahora ve Cayo que falta poco.

Cayo llevó a las niñas a unas gradas, las dejó ahí y se fue al camerino. Clarisa no entendía qué iban a ver, pero a Hasaya le bastó con ver la cancha para entender de qué se trataba.

- Bata... -los ojos de Hasaya se iluminaron.

No pasó mucho tiempo cuando unas cornetas mágicas comenzaron a volar y a posicionarse en lo alto de la cancha.

- Bienvenidos amigos -se oía desde las cornetas -a este enfrentamiento entre el equipo local "Los perdedores de Calixto" y los visitantes "Los piedra nueva".

Entonces, desde un agujero que había en el centro de la cancha, salieron los jugadores de ambos equipos. "Los perdedores" vestían de verde con pantalones grises ajustados, mientras que "Los piedra nueva" vestían de rojo con rayas amarillas.

Había un jugador en cada equipo que era cargado por algún compañero. Hasaya explicó que ese era el guardián, que se encargaba de evitar que el otro equipo marcara punto. Ambas se sorprendieron al ver a Cayo como el guardián de "Los perdedores".

Cuando apareció, no muy lejos, las niñas escucharon a un grupo de mujeres de casi la misma edad que Cayo que lo alentaban, como si fueran locas enamoradas.

- Que te viniéramos a hacer barra, ya tenías tu propia barra -susurró bromeando Clarisa.

El compañero que lo cargaba, lo dejó en la portería que debía proteger, mientras que el resto del equipo subió hasta la parte más alta de la torre. Resulta ser que, en el bata, hay dos torres, una a cada lado de la cancha; en la mitad de estas torres está la portería, que está conformada por dos cuadrados de dos metros separados por casi un metro de distancia; los atacantes y defensas bajan desde la cima de la torre a intentar marcar un punto con una pequeña y brillante pelota.

El partido comenzó y, de la nada, Los piedra nueva ya habían atacado la portería dos veces, pero Cayo había evitado que fuera punto.

El partido fue muy, pero muy largo. Sin embargo, se podía resumir en que Los piedra nueva atacaban la portería, Cayo evitaba el punto. A mediados del encuentro, del piso comenzaron a salir unos chorros de agua y algunas corrientes fuertes de aire, en forma vertical. Cuando ya faltaba poco para que acabara el partido, Cayo tomó la pelota y la lanzó hasta el otro lado de la cancha, donde se encontraba otro jugador de su equipo, quien de una forma muy veloz se deshizo de la bola y la clavó en la portería enemiga. El partido lo habían ganado Los perdedores.

Luego de un rato, Cayo salía del camerino y se reunía con las niñas, que lo felicitaban por su gran actuación.

- Ah Cayo, perfecto... Tú hermano nos ha dado muchas victorias desde que llegó al equipo -decía Ryuko a Clarisa.

Mientras se dirigían de vuelta a su hogar, Cayo le dijo a su hermanita que, por favor, no dijera nada acerca de lo que había visto.

Tanto Clarisa como Hasaya prometieron guardar el secreto.

Cuando volvieron, las niñas aprovecharon para descansar y arreglar sus maletas, puesto que faltaba una semana para que se diera el viaje en el tren navideño, por parte de la escuela. Los padres de Clarisa le firmaron el permiso con tal de no tenerla en la casa y los de Hasaya lo habían hecho con la condición de que estuviera junto a Clarisa en todo momento.

Clarisa Clarke y la escuela de magosWhere stories live. Discover now