El ferrocarril de navidad

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Ya era el tan esperado día. Clarisa y Hasaya estaban preparándose para que las fueran a dejar a la estación de carrozas, para luego tomar el tren desde la escuela.

Esta vez, se estaban poniendo el uniforme que debían de portar los meses de invierno: un pantalón negro, un polo blanco, un abrigo negro, con el escudo en un borde, y un sombrero para el frío que en el borde tenía, chiquitito, el escudo de la escuela, este sombrero traía el color de la casa respectiva de las niñas. Ya habían terminado de arreglarse cuando un par de campanitas las llamaron a bajar.

Rápidamente, descendieron por las escaleras para encontrar a Dionisius junto a su esposa y a la tía Petunia. Sin embargo, solo Petunia las llevaría a la estación de carrozas, pues los padres de Clarisa tenían una reunión "importante". Todas las semanas tenían reuniones importantes.

Antes de irse, Espectro se les apareció para despedirse de las niñas. Luego, Clarisa, su tía y su sirvienta se subieron al carruaje de la forma que siempre lo habían hecho, los Clarke dentro y los Kasora afuera. Sin embargo, luego de haberse alejado un poco de la mansión sucedió algo bastante extraño.

- Oye mocosa -decía la Tía Petunia a Hasaya -ven, entra o te morirás de frío.

Hasaya entró al carruaje. Afuera estaba nevando.

- Al señor Clarke no le gustará esto -dijo Hasaya mientras se frotaba las manos. No era bien visto que los magos sirvientes viajaran dentro del carruaje principal de la familia de magos a la que servían.

- Bha, da igual -decía Petunia de forma despreocupada, sentándose con las piernas cruzadas y con los brazos desparramados sobre todo el respaldo -. Soy una adulta responsable y lo que diga mi hermano me lo paseo. -Al decir eso, Petunia levantó la cadera.

Luego de un viaje relativamente corto, llegaron a la estación de carruajes, donde se encontraban todos los demás niños y algunos profesores.

Las niñas entregaron su equipaje para luego proceder a dirigirse hacia su carruaje: el carruaje tres punto catorce. Se despidieron de Tía Petunia quien las abrazó fuerte, como para asfixiarlas, y luego le dio un beso en la mejilla a su sobrina. Después, se alejó hacia una colina de donde todo se veía mejor.

Clarisa y Hasaya entraron en el carruaje para toparse con Alex y Dave, pues compartían el mismo carruaje que antes. Las niñas saludaron y se sentaron frente a ellos. Támbor, el pequeño dragón de Alex, voló hacia Clarisa, se acurrucó en su regazo y se durmió.

- Vago -señaló cómicamente Alex -se nota que le agradas, Clary.

- Sí... Le agrado -susurró Clarisa mientras acariciaba al dragoncito.

Mientras que Clarisa y Alex hablaban sobre el viaje, Hasaya y Dave hablaban sobre la final de la copa de bata que fue hace un par de días.

- Gracias a mi hermana pude verla -señaló Hasaya -fue grandiosa, sobre todo con el punto final de Jean-Leroi -dijo refiriéndose al jugador haitiano.

- Sí, ¿viste la intervención de Kagero? -añadió Dave refiriéndose al guardián del mismo equipo que el haitiano.

Tía Petunia miraba desde una pequeña colina, cuando notó que otras personas estaban cerca de ella: un hombre que era alto, panzón, de un largo cabello rubio, bigote y un poco de barba en el mentón; dicho hombre abrazaba a una mujer bajita, algo gordita, rubia y de un descontrolado cabello.

Petunia se acercó silenciosa y discretamente a la pareja.

- Dezadaptado -dijo la loca Clarke refiriéndose al hombre, Tomas Dezadaptado.

- Clarke -respondió el señor de la misma forma fría que Petunia.

- ¿Tienes la mercancía? -preguntó la loca.

Clarisa Clarke y la escuela de magosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora