Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

28 de febrero 1866.
White Oak Lands, Minnesota.

Los Bristow tenían seis hijos; Jarrett el mayor y sus cinco hermanas, Marcy, Lavena, Laurel, Meryl y Angelica. Vivían los ocho en una pequeña casa de dos dormitorios con la esposa de Jarrett y sus tres hijos y el esposo de Marcy y dos de sus niños, por ese motivo estaba algo apretados y no gozaban de mucha privacidad. Ya todos estaban acostumbrados, aunque a la más joven de los Bristow (Angelica), le molestaba.

Ella tenía sueños de gloria, riqueza y elegancia, ansiaba una casa donde gozar de su propio espacio y sabía que para conseguirlo debía casarse con un millonario. Un hombre que pudiera ofrecerle esa vida que tanto deseaba. Tenía dieciséis años y sabía que era muy atractiva entre muchas jóvenes de su edad, así que le resultaba difícil imaginar que un hombre pudiera resistírsele.

Se instalaron en el correr de la semana y su madre sentó las bases de una buena relación con los Morgan. La vio desde la puerta de su casa, como ella y su padre se presentaban ante los Morgan, los saludaban y agradecían su amabilidad y luego procedían a charlar con ellos y disculparse por tener sus manos vacías.

No tuvo opción salvo ir a saludar con sus hermanas.

—No se preocupe señora Bristow, espero que se sienta muy cómoda aquí en White Oak Lands.

—Estoy segura de que sí, señora y si necesita una lavandera le ofrezco mis servicios.

—Oh, cielo —. Olivia sujetó el brazo de Jonathan con cierta emoción—. ¿Cuánto cobra?

—Dos dólares cada diez atuendos. 

—Creo que estaré dándole veinte —. Se rieron y Olivia la invitó a entrar en la casa—. Tengo muchos niños y con los bebés a veces no me da el tiempo de lavar, mucho menos con este clima... ¿Quiere una taza de café?

—Muchas gracias, señora.

Olivia le sirvió de la jarra que ya había preparado hacía unos minutos para el desayuno y se sentó en la mesa con ella.

La señora Bristow o Lorrin como había preferido que le llamaran, era una mujer robusta y ciertamente trabajadora. Vestía mucho más simple que Olivia, con un vestido algo sucio y el borde embarrado y húmedo, su falda no terminaba en el suelo, sino que le facilitaba la movilidad al acabar unos centímetros por sobre sus tobillos. Debía tener alguna enagua debajo para dar volumen a su vestido, pero este era apenas percibirle. Por otro lado, sí traía un corsé debajo de su ropa, pero este no hacía un gran trabajo resaltando su figura, simplemente Lorrin no tenía tiempo para preocuparse por su aspecto; trabajaba mucho y no exactamente de una forma agradable y su trabajo era agotador, aunque le había concedido unos músculos firmes y grandes en sus brazos.

—Nunca he sido muy buena lavando ropa —confesó, omitiendo la explicación del porque—. Una vez destrocé la camisa de mí marido intentando lavarla en la tabla.

—Oh, debe haber sido de lino, no se puede frotar lino en una tabla porque se destroza.

—Veo que lo descubrí por mala experiencia —. Se rieron y Lorrin probó su café—. ¿Y cómo hace el lavado?

Realmente estaba interesada en escucharla, en la granja ella siempre lavaba la ropa de forma sencilla; agua y jabón, un poco de golpes por aquí y por allá para quitarles la tierra y luego las colgaba para que se secaran, pero era agotador y consumía demasiado tiempo. Tiempo que ahora como madre de doce niños realmente no tenía.

Y con Jian y Lisie embarazadas, solo Susan y Cate quedaban para lavar, pero Susan ya era muy mayor y Cate sola no podría con todo, Olivia no podía olvidar que Cate no estaba acostumbrada al trabajo duro.

Además, le interesaba conocer como las mujeres de esa época lavaban ropa de forma profesional y sabía que incluso podía aprender una cosa o dos.

—Puedo mostrarle si le interesa, justo esta mañana he preparado todo para empezar a lavar la ropa del señor Bentley.

—Oh, Chester.

—Así es, el señor no tiene esposa así que imaginé tendría su ropa bastante sucia y en necesidad de una limpieza.

—De acuerdo, muéstreme entonces, me encantaría ver como lo hace.

Lorrin se terminó su café y dejaron la casa por la puerta principal, donde Jonathan y el marido de Lorrin, Richard Bristow, se encontraban charlando. Cruzaron la calle de tierra hacia la calle que las llevaba a la izquierda entre la casa de Darion y la de Susan y pasaron frente a la casa de Lisie y Kyle, donde su amiga se encontraba barriendo el polvo hacia afuera. Los Bristow vivían junto a ellos, enfrente a la tienda general.

—Tengo todas mis cosas en el jardín, aunque en verano prefiero buscar un buen río o un lago donde lavar.

—Tenemos un lago no muy lejos y el río, aunque en invierno está muy frío para acercarse.

—Tiene razón, por eso lo hago aquí.

Pasaron junto a la casa hacia el jardín de esta y Olivia vio que Lorrin había montado todo su equipo de lavado. Tenía unas cubetas, una olla de cobre colgando sobre una fogata, una mesa con varios frascos y algunas paletas, unos palos apoyados contra esta y sus cuerdas donde le gustaba colgar todo.

—Hay un buen sol así que es un buen día para lavar la ropa blanca, es muy complicado mantener el color y evitar que se ponga amarilla.

—Ya lo creo, nunca he conseguido conservarlas en blanco.

—Yo podré ayudarle con eso —. Se acercó a la olla de cobre y señaló el interior—. Aquí tengo agua hirviendo del día anterior donde dejé las camisas del señor Bentley remojándose con un poco de lejía y cenizas finas. Ayuda a aclarar la tela.

—¿Y lo deja hirviendo toda la noche?

Lorrin asintió y empezó a remover las camisas en el agua con un palo, antes de sacarlas hacia otro tarro con agua fría.

—A veces no se consigue cenizas, pero la orina fermentada actúa exactamente igual para remover manchas. ¿Su ropa tiene muchas manchas, señora?

—Las de los niños sin duda, son unos pequeños cerditos y mi hija más pequeña se manchó con mi tinta, pero no he podido remover la mancha.

—Déjeme su ropa que le aseguró le dejaré la tela como nueva.

La acompañó un rato en lo que ella lavaba la ropa y le explicaba como se hacía y aprendió más al respecto de lo que había aprendido en sus cinco años en el siglo diecinueve.

Lorrin le comentó que algunas veces su hijo la ayudaba con las tareas más pesadas, pero después de quince años dedicándose a lavar la ropa, sus brazos ya parecían haberse curado de todo el cansancio. No imaginaba como sus brazos debían dolerle de repetir los mismos pasos todos los días para lavar toneladas de ropas de otras personas, golpeándolas con la paleta o removiéndolas en el agua para quitarle las manchas.

Se regresó con ella a la casa y le puso en una canasta toda la ropa sucia de sus hijos, la de Jonathan y también la suya. Le dejó también algunos de los bonnet blancos de sus hijas que sin duda necesitaban una buena limpieza y se lo entregó al bajar las escaleras y reunirse con ella en el porche.

—Veo que la señora Bristow estará lavando nuestra ropa —comentó Jonathan al seguirla hacia la casa.

—Tiene una mejor técnica que la mía y creo que podría recuperar el color de tus camisas. ¿Te ha agradado el señor Bristow?

—Nah —. Lo vio servirse un vaso de agua y el silencio quedó entre ellos mientras Jonathan bebía y miraba por la ventana de la cocina—. Es un alcohólico más en el pueblo y temo pueda volverse un problema cuando abran el nuevo bar cerca de la casa de Chester.

—¿Un bar? No puedes permitirlo, Jona, Derby apenas está recuperándose de su adicción.

—¿Y qué quieres que haga? No puedo prohibirles a los hombres tener un bar, necesitan algo de ocio si queremos mantenerlos felices y libres de problemas.

—Alcohol y hombres es igual a problemas, Jonathan y no puedes negármelo.

No lo hizo y se apoyó en la mesa con una mano en la cadera, mirándola con la esperanza de que eso le diera una idea de como tratar el asunto.

Olivia tenía un vestido verde oscuro con un diseño de franjas negras y un cuello redondeado que se cerraba por sobre sus clavículas y estaba decorado con una puntilla. Las mangas eran acampanadas, el vestido se ajustaba en su cintura donde (por debajo) traía el corsé y ocultaba por completo sus pies, arrastrándose un poco por el suelo.

Le acarició fugazmente cuando ella pasó por su lado para llevar la bandeja con galletas hacia la mesa y se enderezó listo para marcharse.

—Quizás va siendo momento de que consiga un sheriff.

Con el pueblo aumentando en habitantes cada día y la proximidad de un bar en sus calles, era cuestión de tiempo hasta que empezaran los problemas, así que Olivia no tuvo razón alguna para oponerse a esa idea. Tener un sheriff podría traer gran control entre todos los hombres, pero conocía a Jonathan y sabía que él iría en contra de sus creencias al poner un sheriff en White Oak Lands. Jonathan era de esos hombres que estaba teniendo problemas adaptándose al avance del mundo civilizado hacia la vida rural.

—¿Cómo harás eso?

—Puedo pedirle a algún hombre que se haga cargo, apresurar la construcción de una oficina de sheriff y listo.

—Haces que suene fácil —rezongó y metió los trapos en un tarro con agua para lavarlos—. ¿Quién querrá ser sheriff en este lugar? Estamos patas para arriba.

—Tengo algunas ideas, tú tranquila ¿sí? Yo me encargo de eso.

Suspiró cuando él le dio un beso en la cabeza y abandonó la cocina y se quedó refregando los trapos para quitarles la suciedad antes de colgarlos afuera.

No estaba segura de como tomar ese yo me encargo de Jonathan. Confiaba en sus capacidades, pero no mucho en su criterio. Jonathan perdonaba demasiado rápido a la gente y confiaba en hombres que daban más de una señal para no ser confiados. No lo culpaba, Jonathan era un buen hombre con un buen corazón, pero ella prefería desconfiar de los hombres y quería tener cuidado con quién recibía el poder.

Jonathan salió de la casa acomodándose el sombrero y comenzó a descargar las cosas que había traído en su carro la noche anterior. En su mayoría compraba para consentir a su familia y principalmente los gustos de Olivia en la cocina.

Estaba bajando uno de los barriles de azúcar cuando Harvie trepó el carro junto a él y se cruzó de brazos al mirarlo.

—He estado pensando... ¿Cómo piensas pagar por...ya sabes qué?

—No comprendo a que te refieres, con dinero, Harvie, con qué mas pagaría.

—No, bueno, asumí era con dinero, pero...Lo que estás haciendo costará cientos, podría incluso rondar el millón ¿tanto has hecho con el oro?

Se rio y negó.

—Ojalá, pero no, mi padre me ha transferido sus negocios y eso viene con mucho dinero.

—¿Ya te estás haciendo cargo de sus negocios?

—No, aun no, pero comenzaré el próximo mes y la casa no estará lista hasta dentro de unos cuantos años, así que tengo tiempo para ir pagando. ¿A qué viene la pregunta?

—Oh, nada, solo curiosidad...No he podido dejar de pensar en lo enorme que será ese lugar, yo que tu pondría un mapa en cada piso, para no perderse.

Se rio y lo empujó lejos de su carro para poder continuar con su tarea. Harvie se acomodó el sombrero y regresó al campo para continuar con lo que hacía.

Bajó otro barril de azúcar que dejó cerca del porche y estaba por bajar la enorme bolsa con papas cuando al girarse, se llevó un susto al encontrarse con la joven Bristow observándolo. Ni siquiera la había escuchado llegar y eso era un nivel de sigilo impresionante.

—Disculpe, ¿le he asustado?

—No, simplemente me gusta brincar cuando veo personas —se burló y dejó la bolsa poniendo una mano en su corazón—. Perdone, no pretendía ser grosero. ¿Qué se le ofrece?

—Nada, solo pensé podría necesitar ayuda. Me gusta su sentido del humor, señor.

Forzó una sonrisa y regresó al carro.

—Bueno —dijo en medio de un forcejo para poder levantar otra bolsa de verduras—. Agradezco su oferta, pero tengo todo bajo control por aquí.

—Seguro que sí, debí imaginarlo, un hombre fuerte como usted no necesitaría de mi ayuda. He leído sobre usted ¿sabe? Es muy famoso en los periódicos.

—Eso me han dicho.

—¿No lee el periódico?

—Desde hace un tiempo no —. Sacudió sus manos de la tierra en las bolsas y cargó otra con zanahorias. Imaginaba que Olivia estaría feliz con todo eso durante el invierno—. Prefiero no saber que dicen de mí.

—Cosas buenas, señor, muy buenas. Su inteligencia y suerte son como la de ningún otro, yo admiro demasiado su valentía en la guerra. Debe haber sido muy difícil vivir lo que vivió, pero claramente es un hombre como ningún otro.

No le respondió y continuó con lo que hacía, intentando apurarse para poder marcharse rápidamente en la dirección contraria.

—Debe haberse sentido muy solo durante la guerra.

—De hecho, no —. Tiró de una bolsa con chocolate en polvo y la sumó al resto de cosas—. Mi esposa estuvo conmigo, seguro ha escuchado de ella también. ¿Olivia Morgan? Mi mujer y madre de mis hijos.

Angelica se rio y miró hacia sus manos.

—Por supuesto, ¿Quién no ha escuchado de esa señora?

Se esforzó por ignorar el tono de su voz al referirse a Olivia y terminó con la última bolsa, respirando aliviado. Ahora solo le quedaba bajar todo a la bodega; varios viajes y escaleras en el camino, exactamente como buscaba pasar su mañana, pensó.

—¿Necesita ayuda con sus niños, señor? Puedo cuidar de ellos y le aseguro que se me da muy bien.

—Eso es decisión de mi esposa, pero conociéndola—. Levantó el barril de azúcar y la miró antes de marcharse hacia la bodega—, dudo que deje a una desconocida con los niños, sin ofender por supuesto.

Se marchó sin entablar más conversación y cuando regresó para llevarse el resto de las cosas a la bodega le alegró ver que ya no estaba. Hizo un par de viajes que le sirvieron para ejercitar sus brazos y piernas y al terminar, asomó en la cocina para agarrarse algo de tomar.

—Acabo de tener una conversación de lo más incomoda.

—¿Con quién?

—La hija de los Bristow —. Se sirvió un vaso con agua y se encogió un poco para poder ver el cielo desde la ventana junto a Olivia—. Creo que estaba intentando seducirme.

Olivia estuvo a segundos de volcar la vasija donde batía unos huevos para hacer un merengue, pero logró componerse a tiempo y fingió que había sido un accidente. Se rio, limpió lo poco que había derramado y acomodó su peinado al mirarlo de reojo intentando no demostrar mucho interés.

—¿Te ha seducido?

—Dije que creo lo intentaba, pero tranquila, querida, no le he seguido el juego.

—Oh, bien...Me alegro...Gracias... —. Forzó una sonrisa y bajó la mirada—. No me suena el nombre creo...

—Apenas los hemos conocido, no debería sonarte.

—Claro... —. Se quedó mirando los huevos a medio batir y cuando Jonathan se paró a su lado preocupado, volvió a forzar una sonrisa—. ¿Me terminas de batir los huevos, por favor?

Jonathan tomó su lugar en la tarea, pero no por eso dejó de mirar intentando descubrir que le sucedía. Con cinco años podía presumir que la conocía casi lo suficiente para poder leer su lenguaje corporal, pero no por eso pudo adivinar.

Olivia tan solo pensaba en esa tal Angelica seduciendo a su marido y se preguntaba si acaso podía ser la madre de Elizabeth. No recordaba que su abuela alguna vez le hubiera mencionado el nombre de su madre y sí lo había hecho claramente se lo había olvidado, pero sí recordaba un dato en particular que le había comentado: Jonathan había comenzado su amistad con la madre de Elizabeth en una granja, una exactamente como esa que ellos tenían, pensó y le entró el pánico de que Angelica pudiera ser dicha mujer, después de todo estaban a solo unos años del nacimiento de Elizabeth y dudaba que ella fuera a morir pronto. Tras todo lo que había sobrevivido, la idea de que Jonathan le sería infiel con otra mujer tenía más sentido.

¿Y luego qué?

Se hizo toda la historia en su cabeza sin poder evitarlo; Jonathan y Angelica se enamoraban en secreto y aunque quisiera, Olivia no podía interferir sin arruinar su propia existencia en el proceso, así que estaba obligada a sentarse y ver como sucedía. Se enamoraban y Jonathan comenzaba a llegar tarde a la casa, se encamaba con esa tal Angelica y un día, en mil ochocientos setenta y tres, Angelica quedaba embarazada y ¿entonces? ¿Acaso Jonathan la divorciaría para casarse con ella? ¿Qué sería de ella entonces? Acabaría en las calles, lejos de sus hijos, probablemente no podría volver a verlos nunca más en su vida y claramente Jonathan no le hablaría a Elizabeth sobre ella o su abuela se lo habría mencionado de niña, le habría mencionado que su padre había tenido una esposa antes de su madre.

—¿En que piensas, nena?

Regresó la vista en sí cuando su voz interrumpió sus pensamientos y se preguntó cómo ese hombre que la miraba con tanto amor podía llegar a dejarla algún día. ¿Cómo podía enamorarse de otra mujer?

—Necesito más moras —mintió y señaló su olla llena.

—No soy experto, pero parece que tienes suficientes para tres pasteles.

—¿Sí? Uhm...supongo debo haberme confundido, gracias, cariño.

Intentó dejar la habitación para ir a buscar algo de leche de la bodega, pero Jonathan tomó su mano para detenerla y la atrajo hacia su cuerpo.

—¿Sabes que te amo ¿verdad? —. Asintió y sonrió al sentir sus manos acariciando sus mejillas—. Te amo a ti y solo a ti, Olivia.

—Lo sé.

—Y no dejaré de amarte —aseguró y unió sus frentes—. Ninguna mujer se interpondrá entre nosotros, amor, jamás.

Se alzó en la punta de sus pies para besarlo ante la falta de palabras y él respondió a sus labios dejándose ir en su boca y la abrazó fuertemente como si quisiera fusionarla a su cuerpo.

—Apúrate, Oli, quiero ir a leer.

—Hazlo tú entonces —bufó Oliver y Adrian rodó los ojos—. No ayudas sí solo te quedas ahí parado.

—Me duelen los dedos sí hago eso.

—Le diré a papá cuando volvamos —Eli avisó, consiguiendo que su hermano palideciera—. Porque ya me he cansado de que nunca ayudes.

—Pero me castigará sí le dicen.

—Ya creo que lo hará —aseguró Oliver.

Ambos niños estaban arrodillados en la tierra haciendo un pozo con sus manos para poder reparar el cerco que se había caído durante el viento de la noche anterior. Adrian debía estar ayudándolos, pero incluso Hardy que tenía dos años, aportaba más apoyo que él.

—Igual, mamá no le dejará hacerme nada.

—Uhh, eso quieres creer, pero mamá también se está cansando de que no hagas nada.

—¡No es verdad!

—Oh sí —apoyó Darrin desde donde se encontraba, con la maceta en mano—. Yo la he escuchado quejarse con la tía Susan.

—Mienten.

—Te dará con el cinto tan fuerte que te quedará la marca todo un mes como pasó con Jian.

Adrian empujó a Eli para que dejara de molestaron y bufó cuando se arrodilló junto a ellos para terminar el pozo más rápido. Se excusaba con que su piel era sensible y escarbar le dolía y no era broma; sus dedos realmente ardían y acababan enrojecidos por el esfuerzo cuando terminaba.

—Ahí está, vamos, Darrin, golpéalo fuerte.

Oliver y Eli sujetaron el poste en el lugar para que Darrin pudiera golpearlo con la maceta y abajo en la tierra, Adrian cerró el pozo con sus manos, asegurándose de que quedara bien asegurado y se puso de pie para marcharse.

—Aún no terminamos.

—Pero ya no quiero más.

—Vale, se acabó —. Eli lanzó su boina a Oliver y cruzó por sobre el cerco para empezar a caminar hacia la casa—. Le diré a papá.

—¡No, Eli! ¡No le digas! ¡Está bien, voy a ayudar!

—Pero nunca ayudas por más de unos minutos y luego vuelves con tus excusas, y es molesto, Adrian.

—Perdón, no le digas, por favor.

Le dio una última oportunidad que Adrian aprovechó durante los primeros quince minutos, hasta que el cansancio le ganó y se sentó en la tierra a cortar hojas del pasto.

—¿Por qué tenemos que hacer esto? —curioseó Hardy.

—Porque el cerco mantiene a los animales afuera.

—Y a los nuestros adentro.

—¿Cómo nuestras vacas?

—Exacto, Hardy.

Adrian se arrodilló en la tierra cuando vio a un hombre caminando hacia ellos en la distancia y sujetó su boina con una mano y señaló con la otra para alertar a sus hermanos.

—Viene un hombre.

Todos miraron y Darrin y Oliver que se encontraban del otro lado del cerco, cruzaron por sobre este y Eli levantó a Hardy para empezar a correr hacia la granja.

—¡Padre, viene un hombre!

Jonathan asomó desde la puerta trasera de la cocina y acomodó su sombrero en su cabeza para evitar que el viento lo volara. Alcanzó a sus hijos en el campo y vio que el hombre cruzaba el cerco, cargando una serie de bolsos grandes y pesados en su espalda y continuaba su rombo hacia ellos.

Venía con un pantalón de cuero y botas hasta las rodillas, traía una camisa blanca con chaleco y parecía haberse quitado su abrigo para el frío después de que tanto caminar le hubiera dado calor, pero conservaba su sombrero.

—¿Quién es ese hombre, padre?

—No tengo idea. Atrás de mí, niños —. Esperó hasta que el hombre llegó a una distancia aceptable para alzar una mano y pedirle que se detuviera—. ¿Qué lo trae tan lejos de la ciudad, señor?

—Tengo motivos para pensar que mi hijo podría estar viviendo aquí. ¿Es usted Jonathan Morgan?

—Para algunos, depende quien pregunte —. Puso ambas manos en el cinturón de su pantalón y cambió de posición—. Parece haber recorrido una larga distancia ¿Quién es su hijo?

—Yo soy.

Jonathan miró sobre su hombro y su semblante cambió por completo y su boca se abrió.

Vio como el hombre dejaba caer los bolsos al suelo y abría sus brazos para recibir a Harvie en estos y apretarlo con fuerza. Jonathan miró hacia la casa y notó que Olivia estaba igual de asombrada por lo que sus ojos apreciaban en esos momentos.

Tad Aston era un hombre ya algo mayor, aunque se conservaba estupendamente en comparación con hombres de su edad en esas épocas. Venía vestido acorde al entorno, así que era imposible suponer que era un viajero y puesto junto a su hijo, el parecido era innegable.

—Temía no me encontraras.

—Por poco me pierdo, me la pusiste difícil esta vez —. Tad sonrió y sujetó el rostro de su hijo para apreciar como había cambiado desde la última vez que se habían visto a finales de la guerra civil—. He viajado días para encontrarte.

—¿Y mi carta ¿la recibiste sin problemas?

—Ajá, la señora viviendo en tu vieja casa me la entregó, aunque podrías haber sido un poco más especifico con las indicaciones, me perdí al llegar a Sant Paul y tuve que empezar a pedir indicaciones, afortunadamente este pequeño hogar que tienes es bastante famoso en la ciudad.

Tad volvió a abrazar a su hijo y rio.

—Debes presentarme a todos tus amigos y te he traído todo lo que pediste.

Harvie lo detuvo antes de que abriera sus bolsos y negó.

—Aquí no, entremos en la casa.

Su padre comprendió porque lo decía, así que asintió sin quejas, se colgó algunos bolsos, su hijo se colgó otros y se acercó a Jonathan para estrechar su mano.

—Señor Morgan, un gusto conocerle finalmente, mi hijo me habló muy bien de usted.

Jonathan estrechó su mano sintiéndose un tanto adormecido en sentimientos y se obligó a parpadear y reaccionar. Tenía a un hombre mayor que él enfrentándolo que venía del futuro y no estaba preparado para saber como actuar.

—¿Habló bien de mí?

—Omitiendo que es un homofóbico con actitudes machistas e ideas retrogradas, pues sí...Dijo algunas cosas agradables.

Jonathan se rio.

—Eso suena más como algo que Harvie diría de mí.

—Con mucho respeto, por supuesto —aseguró Harvie y Jonathan rodó los ojos.

—Seguro.

—¿Y su señora? De ella sí he escuchado maravillas.

Olivia reaccionó al ser mencionada y se obligó a sonreír y dejar el porche de la casa para unirse a ellos. Tad abrió sus brazos con una gran sonrisa y le dio un cálido abrazo.

—Que emoción conocerla, señora, me dio una gran alegría saber que mi hijo no era el único que ya saben...

—A mí igual, señor —. Olivia se apartó y sonrió—. Nuestra historia en común nos hizo muy cercanos de inmediato.

—Por favor, pase.

Jonathan guio a Tad hacia su casa y este le agradeció e ingresó por la cocina, tomándose el tiempo de admirarlo todo.

—Guau...Realmente es hermoso estar aquí y tienen una casa muy agradable —. Le agradecieron y Jonathan le señaló el camino hacia el salón para que se sentara—. Oh, ¿pero ¿Quién es esta princesa?

—Es Marie, padre.

—¿Esta es Marie? Pero mira cuanto has crecido —. Marie ni siquiera dudo en acercarse a Tad para saludarlo y enseñarle sus juguetes como si lo conociera de toda una vida. Jonathan no negaría que el hombre inspiraba confianza—. ¿Qué tienes ahí? ¿Para mí? ¿Me lo prestas?

Marie asintió y le puso la muñeca en las manos.

En la cocina, Olivia sirvió una bandeja con aperitivos y algo de beber y antes de volver al salón, se tomó otros minutos para respirar y calmarse. No había esperado la sorpresiva llegada de un hombre esa tarde, mucho menos del padre de Harvie, quien venía del futuro...Años y años en el futuro, un mundo que ni siquiera ella conocía.

Los niños la miraban igual de asombrados y no pasaron muchos minutos hasta que los amigos de Jonathan y de Olivia comenzaron a entrar para mirar a Tad como si fuera un espécimen exótico. Para todos ellos lo era y aunque no se animaron a hablar, lo miraron desde la puerta del salón.

—¿Así se ven los hombres en el futuro? —susurró Chester y Susan le chitó.

—Se ve bastante joven.

—Pero no debe serlo ¿verdad? —supuso Lisie—. Después de todo es el padre de Harvie y el tiene ¿Cuánto? ¿Treinta?

—Treinta y cuatro —corrigió Darion.

Olivia pasó entre ellos con la bandeja y la apoyó en la mesa de té para que Ted se sirviera.

—Muchas gracias, señora Morgan, no negaré que el viaje me ha dado mucha hambre. Que suerte que me traje algo de dinero extra, hijo o no me habría alcanzado para el tren hasta aquí.

—¿Viajó mucho? —curioseó Jonathan desde el sofá.

—Pues sí...Llegue hace unas semanas en Ontario...

—¿Dónde? —inquirió Derby sin poder evitarlo.

—Canadá...Ya se enterarán en unos meses, se fundará este año según leí en mi casa, pero como les decía, llegué en Ontario y viaje hasta la casa de mi hijo como de costumbre, cargando todo esto que les aseguro es muy pesado —. Dio una mordida al pastel que Olivia le había servido e hizo una pausa para halagar la comida—, pero bueno, cuando llegué me enteré que mi hijo se había trasladado a Minnesota y por suerte tenía algo de dinero extra para un tren y finalmente conseguí llegar.

—¿Y por qué llegó a Ontario? ¿Cómo y desde dónde?

Se rio por todas las preguntas de Olivia, pero no le sorprendieron.

—¿Todos saben? —. Asintieron—. En ese caso, vengo del dos mil cuarenta y seis...

Dejó una pequeña pausa para darles a todos el tiempo de procesarlo, respirar y adaptarse y unos pequeños murmullos se despertaron en la habitación. Incluso los niños intentaban sacar cálculos de cuanto tiempo eso sería.

—¿Pero ¿cómo? No tiene un collar ¿o sí?

Jonathan se tensó ante la idea.

—No, no lo tengo...Tengo el anillo con el cual mi hijo viajó, pero no funciona conmigo, esas cosas solo se activan con ciertas personas en específico —. Había pasado años investigando al respecto tras la desaparición de su hijo e incluso después de haber descubierto donde estaba, así que tenía muchas teorías—. Las gemas...lo que usted y mi hijo usaron para viajar, están por todos lados y sospecho tienen algún tipo de inteligencia para saber cuando y como activarse y hacia donde viajar.

—Y muchas veces solo sirven para ir mas no volver —agregó Harvie—. La primera vez que mi padre me visitó me trajo el anillo, pero no funcionó.

—¿Y sí solo funciona con él ¿Cómo vino usted? —indagó Susan.

—Una cueva, la primera vez que la use, estaba en Suecia y me tomó meses llegar a los Estados Unidos y varios accidentes en el camino, pero ya había viajado, así que estaba seguro encontraría a mi hijo en el camino. Me regresé a Suecia para volver a mi época cuando mi hijo tuvo que quedarse y para la segunda vez, descubrí que había otra cueva, aquí, en los Estados Unidos...Bueno, no exactamente, está en Canadá.

—¿Una cueva para viajar en el tiempo? ¿A cualquier fecha? ¿Ida y vuelta? —. A Jonathan no le gustó la emoción en la voz de Olivia o que se hubiera sentado al borde del asiento con claras ganas de oír más—. ¿Pero cómo?

—Las mismas gemas que ustedes usaron, están en la cueva...Tres de estas, pero muchos más grandes, aunque es un poco engañosa...Bah, muy engañosa —. Ted se sirvió un poco de jugo de frutas y bebió.

—¿Por qué engañosa? —curioseó Oliver.

—Para empezar, solo funciona una vez al mes en luna llena y a veces; si está nublado o cosas por el estilo, simplemente no funciona. Aparte de eso, debes tener muy claro a dónde quieres ir, un solo error o una sola idea mezclada y —chasqueó sus dedos y todos brincaron—. Hasta donde sé puedes acabar con los dinosaurios si no tienes cuidado.

—¿Y puedes ir a cualquier año? ¿Sin límites? Guau, debe haber visto tantas cosas —. Jian se rio del asombro—. Ojalá pudiera.

—Creo que la mayoría puede, pero como dije es engañosa. Yo solo la he usado para visitar a mi hijo y volver a mi casa, dudo que a la naturaleza le guste que ande viajando por cualquier siglo...

—¿Y cómo funciona?

—Pues la cueva es algo profunda y rota cada mes.

—¿Rota? —repitieron todos con asombro.

—Así es, siguiendo la ubicación de la luna para que, en luna llena, su luz se filtre por este agujero en la superficie y se refleje en el agua dentro de la cueva. Una vez el agua se ilumina refleja su luz hacia las tres gemas que les mencionaba y es ahí cuando es posible viajar, pero solo permanece activada por unos minutos, así que hay que ser rápido.

—¿Y cómo viajas? ¿Solo piensas a donde quieres ir?

—Oh, no, niño...Debes saltar en el agua y muchas veces te ahogas antes de haber viajado —. Todos se encogieron de miedo—. La primera vez pensé que moriría. salté al agua y sentí como si unas manos me agarraran y comenzaron a hundirme, sin importar cuanto quise luchar para volver a la superficie, me llevaron bien hasta el fondo, el agua se iluminó con este impresionante destello azulado y antes de que me ahogara, comenzó a girar a unas velocidades inhumanas y cuando quise acordar, estaba emergiendo en las aguas suecas, junto a un pueblo. Ahora cada vez que viajo, emerjo en un pequeño lago en Canadá.

—¿Y debes viajar todo mojado? No suena bonito.

—No me mojo —explicó Tad para asombró de Adrian—. Emerjo completamente seco y sin una gota de agua en mis pulmones, a pesar de que hundiéndome puedo recordar como lentamente me ahogo, nunca he podido explicarlo, pero creo que el agua actúa como un pasaje.

Jonathan se giró hacia Olivia y se quedó mirándola sin que ella se percatara. Estaba demasiado absorta en sus pensamientos y lo que acababa de descubrir como para percatarse de la atención de Jonathan y él estaba aterrado, de que, con este nuevo descubrimiento, ella decidiera abandonarlos para volver con su familia.

Él sabía que Harvie se lo había contado en la guerra, pero nunca se lo había contado a Olivia por esos mismos miedos.

—En fin...He traído todas las cosas que me pediste la última vez, Harvie.

Su hijo se enderezó en el apoyabrazos del sofá y fue a sentarse junto a su padre para agarrar uno de los bolsos, antes de que Ted empezara a vaciarlos y todos sufrieran un infarto en el salón.

—Gracias, papá.

—¿Ha traído cosas del futuro? —inquirió Amelia con sus ojos bien abiertos y Ted asintió.

—Mi padre y yo tenemos una pequeña tradición, él me trae algunas cosas del futuro para mi comodidad y se lleva la evidencia cuando regresa, de esa forma no dejamos registro en la historia de que ha habido un cruce de tiempos.

—Inteligentes —susurró Darion y Harvie sonrió.

—Esta vez le pedí que me trajera más de lo normal para enseñárselos...pensé que tal vez les gustaría conocer un poco del futuro dada la curiosidad que sienten.

La respuesta del grupo, fue buscas un lugar donde sentarse, si no había espacio en los sofás, se ubicaron incluso en el suelo, pero todos se acomodaron frente a Harvie para escucharle con gran intriga.

Era una oportunidad que nadie desperdiciaría.

Y Harvie buscó lo más básico para empezar. 

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