Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

Від AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... Більше

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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Від AbbyCon2B

(ESPECIAL 100K)

...

Jian bajó del carro en La Crosse después de un viaje que había sido mucho más largo de lo necesario y en el cual su trasero se había aplastado. 

No sabía explicar porque Jonathan había avanzado tan lento, pero la había frustrado, aunque admitía que le gustaba ese tiempo que había pasado con él en el carro, debía ser la primera vez que tenían un momento exclusivo padre e hija y no se quejaba. Jonathan había cantado algunas canciones en el viaje con ella acompañándolo de tanto en tanto y habían charlado un poco, pero él todavía parecía haberse olvidado de su cumpleaños.

—Bueno, ¿qué me estabas contando?

—Nada... —. Se enganchó a su brazo para comenzar a caminar por la ciudad—. Solo que creo estoy embarazada otra vez.

—¿Le dijiste a Derby? —. Negó sin mirarlo y se mordió el labio—. ¿Y cuándo le dirás?

—No lo sé, no sé cómo reaccionará...No es exactamente un hombre afectivo.

—No puedes quejarte, al menos pone comida en tu mesa.

Sabía que tenía razón así que no dijo nada al respecto y desvió la atención hacia la lista con pedidos de su madre.

—Visitemos la tienda general, ahí tendríamos que encontrar todo esto. ¿Tienes para pagar?

—Uhm-mmm, ahorré un poco en los últimos meses.

Caminaron hacia la tienda y Jonathan se detuvo varias veces a hablar con algunos hombres, preguntar por sus días, ser sociable y amable, pero principalmente para hacer tiempo. Nunca antes había charlado tanto en su vida y aparte de ayudarle a hacer tiempo, le ayudaba a hacerse una mejor reputación en la ciudad.

—Esta es mi hija —presentó a uno señores—. Jian seguro ya conoces al señor Bay y su esposa.

—Sí, tienen una hermosa granja cerca de Ridgeway ¿verdad? Mi madre le compra sus duraznos, señora.

—¡Oh, la señora Morgan! Por supuesto, ¿Cómo olvidarla? Tan simpática esa mujer, ¿Cómo está? ¿Cómo están su bebé y la panza? Me enteré que está embarazada.

—Está muy bien, todos lo están por suerte.

—Envíale mis saludos y dile que cuando quiera pase a buscar más duraznos, le guardaré una bolsa para ella.

Continuaron andando por la ciudad, con su padre simplemente perdiendo tiempo en una cosa u otra y cuando lograron alcanzar la tienda general, Jonathan se puso a buscar formas de demorar allí adentro. Dio vueltas, regreso productos para luego mandar a Jian a buscarlos otra vez, marcó todo lo que ya habían comprado de la lista, se puso a revisar los sombreros en exhibición, aunque no planeaba cambiar su preciado sombrero por nada en el mundo y luego se puso a revisar las botas y se probó unos pares solo para hacer tiempo y más tiempo.

Cuando vio en su reloj que eran las tres y estaban ya saliendo de la tienda comenzó a sentir la ansiedad acelerando su corazón, así que pensó en algo rápido.

—¡Uh, cierto! Me había olvidado de esto que tu madre me pidió.

—¿Qué cosa? —curioseó Jian deteniéndose antes de subir al carro.

—Este aceite de coco que a ella le gusta poner en las puntas de su cabello.

—Dudo que encontremos aceite de coco por aquí, papá, probablemente mamá lo compre en Sant Paul.

—No, no, estoy seguro de que lo compra aquí ella me encargó que se lo consiguiera y no podemos por nada en el mundo volver sin ese aceite, me matará —. En realidad, Olivia todavía tenía aceite de coco en la casa y sí lo compraba una vez al año en St. Paul, pero Jonathan, a sabiendas de que no lo encontrarían en La Crosse, lo usó como excusa—. Vamos, hay que buscar.

La tuvo dando vueltas por las calles, preguntando en todas las tiendas e incluso al peluquero y cada vez que ella insistió en marcharse porque no lo encontrarían, le aseguró que era de suma importancia.

Ya él se estaba cansando de dar vueltas y de tanto mirar la hora se aburrió.

Cuando el reloj marcó las cuatro y media, chasqueó la lengua.

—Bueno, que pena, será mejor volver.

—Pero el aceite...

—No hay, otro día será. Andando.

—¿No era de suma importancia? —preguntó corriendo para alcanzarlo.

—Seguro tu madre entenderá.

Se regresaron a la granja y para el momento en el cual el carro se detuvo en el camino frente a la casa el sol ya se había ocultado. Jonathan bajó del carro, ayudó a Jian y le señaló la entrada.

—Ve a avisarle a tu madre que volvimos.

Jian se apresuró hacia la casa y en cuanto Jonathan la vio alejarse por el corredor, corrió hacia la parte de atrás y se agachó detrás de una mesa con Olivia. Ella le daba gran importancia a esos momentos y como era la mujer del futuro todos acostumbraban a hacerle caso.

Olivia le sonrió cuando lo vio agacharse a su lado y Jonathan le dio un gran beso que llevaba todo el día necesitando y sonrió.

—Primera y última vez que paso mi día de compras.

—No te quejes tanto, también pasaste un día con tu hija.

Jian llegó a la cocina llamando por su madre y vio que la casa parecía vacía, frunció el ceño al notar que en el frente de la casa también no había un alma y al notar luz proviniendo del fondo, abrió la puerta trasera y asomó al porche.

Unas velas pequeñas colgaban a lo largo de unas cuerdas formando un cuadrado en el aire que encerraba la enorme mesa con muchas comidas y bebidas. Frunció el ceño cuando empezó a bajar los escalones del porche hacia el césped y de la nada, tomándola por sorpresa y haciéndola saltar en el lugar, todos emergieron de las sombras y celebraron por ella.

—¡Feliz cumpleaños!

Al principio se asustó y su corazón comenzó a latir muy rápido pero cuando comprendió lo que sucedía y vio que muchas personas, incluso algunos rostros que no conocía, asomaban para saludarla y darle un abrazo, empezó a llorar.

Había pasado todo el día con ese pesado sentimiento en su pecho al pensar que su familia y amigos se habían olvidado completamente de ella. Principalmente sus padres y hermanos, con quienes contaba para celebrar ese día, se había sentido insignificante, ignorada e incluso invisible, un sentimiento muy común para ella en sus años como prostituía e incluso como esclava.

Ahora se sentía valorada y especial y no pudo evitar llorar y reír de emoción.

Olivia abrió sus brazos al acercarse a ella y le limpió las mejillas antes de apretarla fuertemente contra su pecho. Sonrió y le acarició la cabeza por sobre su bonnet y cuando se apartaron unos centímetros, la sujetó por los brazos y le limpió las lágrimas.

—Feliz cumpleaños, cariño.

—No se olvidaron —sollozó.

—Por supuesto que no nos olvidamos, queríamos hacerte esta sorpresa. ¿Te gusta?

—Me encanta —. Se rio y abrazó a su padre, quedándose un rato contra su pecho—. Muchas gracias.

Saludó a todos, incluso a los niños y alzó a su hijo para abrazarlo y también abrazó a Derby. Él la besó en la cabeza y también la saludó como todos los demás.

—¿Por eso demoramos tanto en la ciudad?

—Tu madre me pidió que te distrajera hasta las seis —explicó Jonathan, quien tenía a Marie en brazos y se estaba sirviendo un pastel de crema para compartir con su hija—. Puedes conservar todo lo que compramos para abastecer tu cocina.

—No, no, es de ustedes.

Olivia negó con una enorme sonrisa.

—Es para ti, cariño.

Se sintió un poco insegura de aceptarlo, pero terminó agradeciéndoles con sus mejillas sonrojadas y besó los regordetes cachetes de Liam antes de dejarlo en el suelo.

Fue a cambiarse por un vestido más presentable para la ocasión y cuando volvió continuó agradeciendo una y otra vez por la sorpresa y todas las molestias que se habían tomado.

—No es molesta, cariño, ahora mira, tu padre y yo te tenemos un regalo.

Miró el paquete que Olivia sostuvo frente a ella y dudo antes de aceptarlo. Olivia insistió un par de veces hasta convencerla así que se sentó en una silla junto a la mesa y comenzó a abrirlo.

—Oh, Dios, madre...Es hermoso.

Olivia sonrió y se sentó en una silla a su lado.

—¿Sí? Me alegra que te guste, tu padre me consiguió todos los materiales con un vendedor francés, traía telas de lo más exóticas y como tú siempre cargas todo en tus manos, esto me pareció un regalo oportuno.

Jian sujetó el bolso de mano que tenía el tamaño perfecto para ser elegante y refinado y al mismo tiempo contener todas sus pertenencias más importantes para viajar y acarició el decorado. La costura de su madre había mejorado con creces durante los últimos cinco años, pero después de todo lo que había cosido en la guerra y toda la ropa que hacía para asegurarse de que sus hijos estuvieran bien vestidos, no era sorpresa. El bolso era de una tela verde, suave al tacto y que parecía tener minúsculos pelos (era gamuza), tenía unos adornos azules colgando de los lados del aza y otros tres colgando de la base y los laterales del bolso estaban decorados con una mándala bordada con hilo blanco.

Lo abrió para ver el interior y encontró algo más en su interior; era un pergamino enrollado y atado en el centro con una cinta blanca. Lo retiró un tanto confundida y miró a todos a su alrededor.

Su madre estaba sentada a su lado, intentando contener su emoción, su padre las observa a unos pasos de distancia, sentado junto a la mesa, con Marie parada sobre sus muslos, saltando y estirándose sobre la mesa para alcanzarse algo de comer, a su lado estaba Adrian, apoyándose en el respaldo de la silla de Jonathan y Eli y Darrin se sentaban del otro lado de la mesa, charlando. Derby estaba con Liam en brazo, Darion y Harvie se sentaban hacia la cabecera y Chester y Terrell estaban de pie cerca del porche. También estaban Susan, Lisie y Cate y les sonrió a ambas antes de volver la atención a su regalo.

Sacó el pergamino, dejó el bolso en la mesa a su lado y desanudó la cinta para poder estirar el papel. Era un acta de nacimiento. Ponía que había nacido en Inner Mongolia, China, que cumplía el dos de septiembre y que su nombre era Jian Morgan y a los pies del papel Jonathan había firmado y lo habían sellado.

—Nunca lo hicimos oficial —explicó Olivia y sujetó su mano entre las suyas.

Levantó la vista hacia su madre con lágrimas en los ojos y sonrió.

—G-gracias —susurró y se inclinó para abrazarla con fuerza y romper en llanto sobre su hombro—. Muchas gracias.

Jonathan dejó a Marie en brazos de Susan para poder abrazar a Jian y le dio un beso en la frente al apartarse.

—Feliz cumpleaños, Jian.

—Gracias, papá.

Terrell y Lisie empezaron a tocar algo de música para animar la noche y a cantar algunas canciones típicas de los alrededores y todos empezaron a comer, charlar, bailar o simplemente sentarse y disfrutar del evento.

Jonathan y Olivia dejaron a Marie con Susan por unos minutos y se ausentaron hacia el costado de la casa, en el camino, Jonathan llamó por Darrin.

El muchacho, que se encontraba bailando con Eli, Adrian, Liam y los otros niños de la granja, se alejó de todos un tanto confundido y detuvo sus pasos al llegar a la pareja. Al principio temió lo peor; que lo echaran.

—Por favor no me dejen, puedo trabajar más, despertaré más temprano...

—Tranquilo, niño, nadie va a echarte.

—¿No? —. Jonathan negó.

—Queremos darte algo, si decides aceptarlo.

Miró el papel que Olivia le extendió y luego miró sobre su hombro hacia Jian. Era un papel muy similar, pensó al tomarlo para ver que contenía. Le tomó algunos minutos lograr leerlo, pero cuando lo hizo; supo que era el mismo papel, solo que contenía sus datos en el interior.

—¿Un Morgan? ¿Yo?

—Así es.

—Te llevas bien con Eli y Adrian y también ayudas un montón en la granja —. Olivia sonrió y Jonathan la abrazó por la cintura—. Pensamos que tal vez te gustaría formar parte de la familia.

—Familia... —repitió en un susurro y no pudo despegar sus ojos del papel—. Nunca creí que volvería a tener una familia...Yo...No sé qué decir.

—¿Lo aceptas?

Regresó en sí ante la pregunta de Jonathan y saltó para abrazarlos.

—¡Claro que sí! ¿Puedo contarle a Eli y Adrian? —. Cuando Olivia asintió entre risas, Darrin se marchó corriendo a toda velocidad hasta impactar contra sus nuevos hermanos y les mostró el papel—. ¡Soy un Morgan!

Todos en el campo celebraron por él y Jian le dio un fuerte abrazo y brindaron con unos vasos con jugo.

Darrin tenía la sonrisa más radiante que le habían visto en meses y Eli y Adrian parecían realmente felices de tener otro hermano en la familia. Olivia recostó su mejilla en el hombro de Jonathan y suspiró cuando él la abrazó y le aportó cierto consuelo y una enorme paz.

—Nuestros niños —susurró y pasó sus ojos por cada uno de ellos hasta detenerse en Marie y Jian—. Y nuestras niñas. Les hemos dado una vida que ellos jamás imaginaron podrían tener, Jona.

—Lo sé, me alegra que lo hiciéramos —. Le acarició la espalda baja y conociéndola, agregó—. Pero no adoptaremos más.

—Agg, no seas amargado.

—Nos quedaremos sin espacio en la casa, Olivia.

—Podemos organizarnos...Yo tan solo pienso en este enorme poder que tenemos en nuestras manos; podemos hacer la diferencia, así sea mínima, podemos darles a algunos niños un buen futuro y una mejor vida.

—No tenemos mucho, nena.

—Pero tenemos algo, Jona y hay muchos niños que no tienen nada. Vayamos al orfanato, por favor, podemos ir cuando tengas libre algún momento.

Negó y se acomodó el sombrero cuando ella se apartó.

—No pienso llevarte al orfanato, conociendo me pedirás que adopte a todos.

—Prometo que no lo haré.

La miró, evaluando si era seguro confiar en ella o no.

La conocía y sabía que confiar en ella en ese especifico escenario era un grave error, pero ignoró todas sus advertencias y suspiró.

—¿Un niño nada más?

—Mejor una niña, ya tenemos muchos varones y me vendría bien algo de ayuda extra en la cocina.

—De acuerdo...Una niña, Olivia y es todo, no volveremos a adoptar jamás.

Ella asintió con una sonrisa radiante y lo besó.

La celebración duró horas y no era la única que tendrían esa semana pues Olivia planeaba algo similar para Eli, con la diferencia de que no gastarían la misma carta de fiesta sorpresa y lo despertarían con el pastel y los regalos para pasar el día celebrando sus once años.

Cuando Jian se fue a su casa con Liam y Derby, acostó a su hijo en su dormitorio y volvió a la cama donde estaba su marido. Derby había bebido demás, como ya era costumbre todos los días, así que Jian no esperaba nada bonito de esa noche, no obstante, se alegró al descubrir que él ya se había dormido y, por lo tanto, no la tocaría.

Era un buen cumpleaños.

26 de septiembre 1865.
White Oak Lands, Minnesota.

—Era un buen libro, aunque un poco corto no les voy a mentir, me daba pena como la trataban por ser pobre...

Adrian comenzaba a quedarse atrás en su caminata por el bosque, pero tampoco se detenía a estresarse al respecto, tan solo alzaba un poco la voz para asegurarse de que sus hermanos y su padre siguieran escuchándolo e intentaba apurar el paso esquivando las ramas y raíces de los árboles.

—¿Cómo lo callamos?

—Creo que no se puede —susurró Darrin.

—Podríamos noquearlo.

—Por más que me agrade la idea dudo que tu madre lo aprecie —comentó Jonathan y se detuvo antes de cruzar el río para esperar por Adrian.

—...Entonces ella se enojó y fue muy increíble como se defendió de todas esas personas malvadas, me dio un poco de pena cuando la excluyeron de las demás actividades, pero al menos tenía a su amiga para acompañarla...

—Muy buena historia, Adrian, pero ahora vamos a enfocarnos en cruzar el río y buscar un buen lugar para pescar algo para la cena.

—¿Crees que encontremos un pez gato?

—¡Uh, eso sería genial! —dijo Darrin emocionado—. Escuche que son enormes.

—Y tienen bigote.

Los niños se rieron y Jonathan sujeto a Adrian de la camisa cuando este fue por delante de él cruzando el río. Confiaba en que Darrin y Eli podían ser cuidadosos al ir sobre las rocas resbaladizas incluso aunque estuvieran distraídos charlando, pero con Adrian era más probable que resbalara y se lo llevara la corriente y luego Jonathan no sabía sí sería capaz de rescatarlo antes de que el agua lo arrastrara y se ahogara.

Lo sujetó todo el camino hasta que puso sus pies en la tierra y al quedar con sus manos libres, se acomodó el sombrero. Este había estado por segundos de caer al agua por cuidar de Adrian.

—Dudo encontremos un bagre en estas aguas. Ellos cazan de noche y además nadan en muchas profundidades como para habitar en este rio, pero con tres o cuatro truchas estaremos más que bien.

—Oh, realmente quería un bagre.

—Algún día tal vez pueda llevarlos al Misisipi y tal vez logremos conseguir un bagre por ahí.

Los muchachos volvieron a emocionarse y descendieron por la colina junto a Jonathan siguiendo el río en contra de su corriente para llegar al punto en el cual se ampliaba formando un lago y luego volvía a afinarse para seguir su rumbo hasta desaparecer en la tierra. El agua provenía del Root River, que a su vez se conectaba con el Misisipi. A ese río lo llamaban Beaver Creek West.

—Esta es nuestra primera acampada todos juntos y con papá —celebró Adrian y su sonrisa creció—. Será muy divertido.

—Nunca antes habíamos acampado.

—Fuimos a cazar una vez, cuando papá volvió de la guerra, pero no acampamos —explicó Adrian a Darrin.

—Yo acampé algunas veces con mi padre, pero no hablábamos mucho...Ustedes hablan mucho.

—Ellos hablan —corrigió Jonathan—. Yo solo escucho.

—Pero nos enseñas cosas y nos ayudas.

—Sí, igual no se acostumbren —. Se detuvo cuando alcanzaron la parte más ancha del rio y descolgó su enorme bolso para dejarlo en el piso—. Deben aprender a hacer las cosas ustedes mismos. Comencemos pescando por aquí.

Jonathan sacó las tres cañas de pescar más finas que asomaban de su bolso y las repartió entre los niños y luego tomó la suya que era más grande y gruesa y rebuscó en su bolso por las carnadas que compartirían. Los niños también dejaron sus bolsos en el suelo como su padre y Eli se acomodó su boina en la cabeza.

—¿Nos contarías una historia mientras pescamos, padre?

—¿Qué clase de historia, Eli?

—Sobre tus años en la pandilla.

—¡Uh, sí, yo quiero escuchar de eso! —animó Darrin.

Jonathan los miró, sujetó una lombriz al anzuelo y les enseñó a hacer lo mismo.

—Tiren la caña gentilmente hacia atrás y luego hacia adelante, si sienten que les tiran, aseguren la caña y comiencen a girar del carrete suavemente ¿comprendido? —. Los tres asintieron y por los siguientes minutos esperaron con sus anzuelos en el agua—. Bueno, una historia de la pandilla...Veamos, puedo contarles una con el tío Chester.

—¡Sí, sí! El tío Chester es genial.

—Lo es, sí —concordó entre risas—. Robamos un tren una vez, solo nosotros dos...

Los muchachos ahogaron un jadeo del asombro y Adrian quiso empezar a brincar de la emoción, pero se contuvo porque estaba junto al agua y no quería mover demasiado su caña o ahuyentaría a los peces.

—Sabíamos que el tren pasaría cerca del Hocking River en Ohio a eso de las cuatro de la tarde y rumores nos decían que muchos adinerados estarían viajando en el tren y así podríamos conseguir bastante dinero, pero era una misión difícil y peligrosa, así como habría muchos adinerados, también habría varios Pinkerton.

—¿Pinkerton?

—Son detectives privados —explicó Jonathan al más joven de sus muchachos—. Y a veces también son guardias que cuidan a los más ricos si estos les pagan lo suficiente, por lo tanto, robar el tren donde viajaban estos hombres era peligroso, pero Chester y yo decidimos hacerlo de todas formas, solo dos hombres y sus armas y una tonelada de dinamita.

» Llegamos temprano en la madrugada para prepararnos, acampamos cerca del puente donde el tren cruzaría, charlamos un rato y nos pusimos cómodos, ninguno de los dos tenía mucho miedo de lo que estaba por suceder y planeábamos conseguir todo ese botín, cada moneda. Cerca de la hora colocamos unas bombas en el puente y el detonador a unos metros seguros en tierra firme y cuando escuchamos el tren acercándose a la distancia, aun tan lejos que no podíamos verlo, detonamos la bomba y la mitad del puente cayó metros y metros hacia el rio. Fuego por todos lados y ruidos ensordecedores dejándonos aturdidos. Lógicamente el tren tuvo que detenerse y fue ahí cuando Chester y yo atacamos.

Retiró un pescado de su caña y lo lanzó en la olla que había traído para preparar la cena, volvió a acomodar el anzuelo y lo tiró al agua.

Sus hijos estaban emocionados con la historia y Adrian podía imaginarse cada detalle con la boca abierta.

—Nos dispararon por todos lados y nosotros disparamos de regreso, a mí me hirieron dos veces y si no hubiera sido por Chester, me habrían matado, pero el terco de Chester recibió una bala por mí para salvarme y conseguimos acabar con los Pinkerton en el tren, robar todo el dinero de los baúles y de los pasajeros y huir antes de que llegara la policía. Nadie nunca supo quienes eramos.

—¡Es asombroso! —aseguró Darrin con los ojos bien abiertos—. Como lucharon contra todos esos policías ustedes solos y sobrevivieron... ¡Guau!

—¿Y cuánto dinero consiguieron? —curioseó Eli.

—Tres mil de los grandes...Sí, fue increíble tener todo ese dinero, pero como era costumbre, se lo dimos a Thomas para que lo guardara así podríamos ahorrar lo suficiente como para dejar el país y meses después el reportó que necesitábamos más dinero, siempre más dinero...Comienzo a sospechar que se gastaba todo el dinero en sus ropas elegantes y comidas refinadas en el restaurante y nunca planeo dejarnos abandonar el país.

—¿Quién es Thomas?

—Un hombre malo —respondió Adrian—. Por su culpa perdimos un hermano.

—Sí, pero ya no deben preocuparse por él —. Lanzó un segundo pez a la olla y sonrió—. Mamá se hizo cargo.

—¿De verdad?

—Oh si, ¿no les contó? —. Los tres negaron—. Ella le disparó durante una batalla en la guerra justo cuando él planeaba quitarme la vida...Que mujer más valiente, les contaré la historia...

Escucharon el relato de Jonathan mientras continuaban pescando, Eli consiguió una trucha y Adrian estuvo a segundos, pero se le escapó. Darrin simplemente no tuvo la misma suerte, aunque podía deberse a que estaba más concentrado en escuchar la historia que pescar.

Cuando Jonathan terminó de hablar y los niños tuvieron su momento para emocionarse, guardaron las cañas y levantaron sus bolsos.

—Andando, busquemos un lugar donde acampar.

Caminaron por el bosque unos metros, manteniéndose cerca del río y cuando encontraron una enorme roca sosteniendo la superficie del comienzo de una pequeña montaña, Jonathan decidió que acamparían debajo.

—¿Y no te molesta que mamá sea del futuro? ¿Qué piense distinto a ti?

Jonathan miró hacia Darrin en cuanto Eli hizo aquella pregunta, pero al verlo a gusto con la conversación concluyó que ya ambos muchachos debían de haberle contado.

Recogieron algunas ramas y hojas de los alrededores para armar un fuego y Adrian y Darrin trajeron algunas rocas del rio.

—No, no me molesta —respondió finalmente—. Me gusta como ella piensa...la mayor parte del tiempo al menos. Y aunque puede darme ciertos dolores de cabeza y ponerme de malhumor bastante seguido, no sería el amor de mi vida si no lo hiciera. Ahora, sí a ella le molesta que yo piense distinto, no lo sé...He hablado con Harvie y los hombres del futuro son distintos, más civilizados, supongo que es algo que yo no tengo y a tu madre podría molestarle.

—Yo creo que ella te ama mucho —aseguró Adrian y puso sus rocas en la tierra formando un círculo para el fuego—. Y tú la amas a ella, así que, si piensan distinto o no, ya no importa.

—Tienes toda la razón, Adrian...Intenten encender el fuego ustedes, yo prepararé el pescado.

Los dejó encargarse del fuego en lo que el preparaba las truchas para la cena y cuando los niños consiguieron exitosamente encender la fogata, colocaron la parrilla sobre esta y Jonathan puso la sarten para cocinar el pescado y al costado una pequeña olla para cocinar el arroz que Olivia le había empacado.

—Voy a avisarles con anticipación que su madre y yo adoptaremos una niña la próxima semana...con suerte solo una niña.

—¡No! ¿Por qué? Otra niña no, padre, por favor.

—Tan solo tienes dos hermanas, Adrian.

—Y una es más insoportable que la otra...Jian encabezando la lista, Marie me agrada —confesó con una sonrisa.

Jonathan se rio y sacudió la cabeza.

—Bueno, pues tu madre quiera adoptar otro niño y eso haremos. La llevaré al orfanato la próxima semana y traeremos a casa una niña, así que compórtense con su nueva hermana...o hermanos.

—¿Más de uno?

—Lamentablemente, conozco a Olivia y es poco probable que me deje abandonar el orfanato con solo una niña.

A Eli y Darrin no parecía molestarles la noticia, pero Adrian aun se lo estaba planteando. Por un lado, tener otra hermana podía ser divertido siempre y cuando no fuera muy mayor, porque así podrían jugar y estudiar juntos, pero las niñas siempre pasaban más tiempo con Olivia y a él le daba un poco de celos no poder hacer lo mismo y estar atorado en los trabajos en el campo.

—¿Y dónde dormirá? ¿Con Adrian?

—¡No!

—Probablemente, aunque podemos pensarlo luego —. Adrian continuó protestando hasta que su padre lo miró—. Quéjate todo lo que quieras, no evitarás que compartas cuarto con tu nueva hermana y también con Marie en su momento...

—¿Qué? ¿Dos niñas en mi dormitorio? Pero me gusta tener cuarto para mí solo.

—Y algún día lo tendrás —. Los miró y dejó su plato vacío a un lado—. Pero de momento deben compartir ¿sí?

Se durmieron temprano esa noche para poder retomar la marcha en la mañana hasta dar con algún venado. Jonathan estuvo enseñándole a los niños como disparar, practicaron sus punterías con algunas ardillas y cuando volvieron a la granja charlando, Olivia los vio desde el porche, sus niños corriendo adelante y Jonathan caminando atrás un poco más relajado y con un venado al hombro.

Sonrió, acarició su vientre y fue a recibirlos.

—¿Cómo estuvo esa acampada?

—¡Fue genial! Papá nos contó historias.

—¡Y atrapamos unas truchas que estaban riquísimas!

—También nos enseñó a disparar, ya sé usar mi revolver mucho mejor ¿verdad, papá?

—Es cierto, Eli, sigue practicando y me superarás.

Llegó a Olivia, la besó y ella lo siguió hacia el taller para limpiar al venado.

—¡Tienen la leche en la mesa! —les informó a los niños antes de verlos desaparecer en la casa—. ¿La pasaron bien entonces?

—Sí, aunque Adrian charla sin parar, Dios mío.

Ella se rio y tomó la cuchilla que colgaba de la pared para que Jonathan comenzara con la limpieza del animal.

—Te extrañé anoche, la cama estaba muy vacía, aunque Marie me hizo compañía —. Él sonrió con sus palabras y se detuvo un momento para mirarla y volver a besarla—. ¿Iremos al orfanato esta semana ¿verdad?

—El próximo sábado, amor, ya lo hablamos.

—Sí, sí, perdón...Estoy emocionada. Cuando venga le haré algunos vestidos, aunque si es de la edad de Jian cuando la adoptamos puedo darle los que Jian usaba que ya no le quedan...

Le trajo la cubeta con agua para limpiar el interior del venado y continuó sonriendo de oreja a oreja y haciendo planes.

—Tu podrías pasar un poco más de tiempo en casa ya que no debes ir a la mina.

El negocio estaba funcionando mejor. 

—No dejaré a los hombres trabajando solos.

—No digo eso, pero puedes pasar algunos días en casa e ir dos veces a la semana quizás.

—Veremos —. Colgó al ciervo de los ganchos para que se secara y miró hacia el campo donde los niños de los empleados de la mina jugaban a las aventuras y las niñas charlaban y recogían flores o insectos—. Tienes muchos niños en la casa ¿segura que quieres adoptar?

—Ellos no son mis niños, cariño, aunque los quiero un montón... ¿Te comenté que planeo darles clases? —. Asintió y ambos salieron del taller—. Ya Chester y Terrell han comenzado a talar algunos árboles y los hijos de Terrell le están ayudando cuando no están en la mina, yo creo que para noviembre ya debería tener mi salón.

Jonathan iba a responderle, pero sus ojos volaron hacia la casa y sus labios se curvaron al ver a Marie lograr bajar los escalones exitosamente, después de meses de haberlo intentado con cientos de interrupciones. Cuando Marie llegó a la tierra, se apoyó en el último escalón, alzó sus nalgas y con cuidado y ciertas dificultades consiguió enderezarse y comenzar a dar algunos pasos hacia su padre.

—Desde que aprendió a pararse sola ya no hay quien la detenga —comentó Olivia y Jonathan sonrió y se agachó con los brazos abiertos para recibirla.

Marie dio rápidos y cortos pasos hacia él, intentando correr sin conseguirlo y cayó sentada en la tierra, volvió a impulsarse hacia sus rodillas para apoyar las manos en el pasto y enderezarse y continuó caminando hasta alcanzar a su padre con una enorme sonrisa.

—¡Papá!

—Esa es mi princesa, creces tan rápido.

—Y es super inteligente —compartió Olivia—. Ya aprendió a abrir la puertilla que bloquea la escalera hacia el segundo piso.

—Uh, no, eso es peligroso. ¿Qué vamos a hacer contigo ¿eh traviesa?

Se regresaron a la casa, esta vez con Marie en brazos de Jonathan y ambos se sentaron en la mesa para comer algo y jugar un poco. Finalmente, Jonathan dejó a Marie con Olivia a pesar de que a Marie no le gustara la idea de que se marchara y fue a trabajar en la granja por el resto del día hasta que llegaron los hombres de la mina, cenaron y se fue a dormir con Olivia. 

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