Vólkov © (Mafia Cavalli III)

By OscaryArroyo

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Siempre pensé que mi padre me protegía de Chicago. Ahora que mis mayores enemigos han despertado de su letarg... More

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Capítulo 1:
Capítulo 2:
Capítulo 3:
Soundtrack:
Capítulo 4:
Capítulo 5:
Capítulo 6:
Capítulo 7:
Capítulo 8:
Capítulo 9:
Capítulo 10:
Capítulo 11:
Capítulo 12:
Capítulo 13:
Capítulo 14:
Capítulo 15:
Capítulo 16:
Capítulo 17:
Capítulo 18:
Capítulo 19:
Capítulo 20:
Capítulo 21:
Capítulo 22:
Capítulo 23:
Capítulo 24:
Capítulo 25:
Capítulo 26:
Capítulo 27:
Capítulo 28:
Capítulo 29:
Capítulo 30:
Capítulo 31:
Capítulo 32:
Capítulo 33:
Capítulo 34:
Capítulo 35:
Capítulo 36:
Capítulo 37:
Capítulo 38:
AAAAAAAAAH
Capítulo 39:
Capítulo 40:
Capítulo 41:
Capítulo 42:
Capítulo 43:
Capítulo 44:
Capítulo 45:
Capítulo 46:
Capítulo 47:
Capítulo 48:
Capítulo 49:
Capítulo 50:
Capítulo 51:
Capítulo 52:
Epílogo 1:
Epílogo 2:
Agradecimientos y nota de autora:
Sobre la autora:
Siguiente libro:
Escena extra:
Escena extra 2:
Escena extra 3:
Escena extra 4:
Escena extra 5:
Escena extra 6:
Es hoy! Es hoy!
Extras:

Escena extra 7:

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By OscaryArroyo

Chicago, Illinois.

Unos años antes.

VICENZO:

Arlette está nerviosa.

Lo sé por la manera en la que mueve ansiosamente sus dedos sobre la tapicería de mi deportivo. Por cómo me hace consciente de su respiración cuando normalmente sería una maestra del sigilo. Renuncio a la emisora deportiva que me gusta escuchar para poner los aburridos clásicos de jazz de los cuales disfruta, pero ni siquiera eso consigue tranquilizarla. Lleva un conjunto deportivo negro, otra prueba más de cuán mal se siente, y una gorra similar a la mía sobre su cabeza, la cual le compré un día cualquiera en el exclusivo palco del estadio de béisbol, pero nunca usó, uniéndose a la pila de cosas que le he dado durante nuestro matrimonio y no ha tocado porque dice que tengo mal gusto. Aunque cualquier otro día pensaría que se ve sexy como el infierno fuera de su zona de confort, ahora solo puedo sentirme desesperado porque el hecho de que ella esté derrumbándose podría significar que el imperio que hemos empezado a crear también, lo cual no permitiré.

Ella no lo permitiría de ser al revés.

Una vez me estaciono frente a la fría y moderna clínica clandestina a las afueras de Chicago, solo lo mejor para el Anticristo, no apago el auto al darme cuenta de que ninguno de los dos parece tener intenciones de bajarse. Ella la contempla fijamente, su mirada perdida en la infraestructura, y yo siento ganas de resucitar al capo hijo de puta para matarlo de nuevo por no cuidar de ella en ese aspecto, pero lo comprendo. ¿Quién mierda pensaría en un condón estando con una mujer tan hermosa? Arlette es la definición de inalcanzable.

Y es mía.

Mi esposa.

Eso significa que todo lo que esté dentro de su cuerpo también lo es.

Le bajo el volumen a la radio cuando se aclara la garganta antes de hablar.

─Mientras crecía era consciente de los efectos secundarios que el fentanilo podría tener en mí ─susurra, todavía sin verme─. Sabía que era probable que no pudiera tener hijos por el desequilibrio en mi organismo, así que siempre estuve preparada para criar a tus bastardos y para que no pudiéramos ser padres o se nos dificultara. Nunca pensé que sería yo quién traería un bastardo al mundo. Nunca pensé que tendría un hijo de mi mayor enemigo. ─Me mira. Me siento inseguro al ver las lágrimas en sus ojos ya que mi esposa no suele ser de las que lloran, pero la he atrapado haciéndolo un par de veces, o más, después de asesinara a Marcelo y me nombrase el jefe de jefes de Chicago. Es como si depositar la responsabilidad en mí la hubiera hecho más vulnerable, pero a la vez más libre de dejarse llevar por sus emociones─. Para un hombre es solo un hijo, un hombre puede lidiar con la responsabilidad como mejor le convenga, pero para mí este puede ser el error que me cueste todo lo que soy y todo por lo que he trabajado. ¿Quién va creer en mí cuando ni siquiera yo misma lo hago? ¿Cuando me fallé de esta forma? En medio de la venganza olvidé algo tan básico como cuidar de mí misma. Ahora tengo... esto dentro de mí y odio cada segundo que pasa. La mitad del tiempo quiero clavar un cuchillo en mi estómago para sacarlo. La otra mitad fantaseo con vomitarlo.

Asiento, fingiendo que la entiendo, pero me doy cuenta de que no es suficiente cuando continúa mirándome como si esperara que le dijera algo más al respecto.

Tardo en darme cuenta de que espera mi opinión.

─Tengo entendido que todos los embarazos son difíciles, Arlette. Tu cuerpo cambia, tus tetas crecen, y tu ánimo puede estar más oscuro que de costumbre. En una mujer convencional podría reducirse a una rabieta u odio hacia su bebé por engordarla, pero tú eres el an...

Vete a la mierda, Vicenzo ─gruñe, todavía viéndose insegura y frágil, y toma la manija de la puerta, pero la detengo pasando nuevamente el pestillo del auto.

Cada vez que lo abre manualmente, lo paso de nuevo hasta que finalmente lo desactivo.

Cuando se da cuenta de que no tengo pensado dejarla salir, se gira hacia mí para exigir una explicación, sus ojos azules echando fuego, pero se congela al ver que sostengo mi teléfono, el cual coloco en altavoz. Al instante en el que este empieza a repicar, mamá responde.

─Mamá ─saludo─. Necesito que respondas unas preguntas para mí.

─¿Otra vez me preguntarás si hay algo entre Fósil y yo?

─No ─siseo, asqueado ante la sola idea de tener al viejo pervertido como padrastro. Ante la idea de tener padrastro, en realidas─. Quiero saber cómo fue tu embarazo.

─¿Qué? ¿Por qué?

─Porque siento curiosidad y necesito esas respuestas ahora.

─Vicenzo... ¿dejaste a alguna chica embarazada? ¿Arlette lo sabe?

─No. No he dejado a ninguna puta embarazada. Yo me cuido de eso y de las jodidas enfermedades. ─Arlette alza las cejas y vuelve a luchar contra la manija, así que insisto─. ¿Me odiabas cuando estaba dentro de ti, mamá? ¿Me odiaste por haberte ocasionado estrías? ¿Por tus tetas grandes?

─Vicenzo ─jadea.

─¿Me odiaste? ─exijo saber y solo recibo silencio a cambio durante unos segundos.

Cuando finalmente responde, descubro a Arlette escuchando atentamente la respuesta de Aria, verdaderamente interesada en saber lo que podría sentir otra mujer.

─Sí, Vicenzo. Te odié. Eras un niño grande, así que oprimías mi columna y hacías que me orinara encima porque todo el tiempo chocabas contra mi vejiga. No podía esperar a darte a luz. Al momento en el que saliste de mí, me sentí aliviada y agradecida. ─Frunzo el ceño─. Te amé desde el primer momento en el que te vi a pesar de todo. Todas las madres amamos a nuestro bebé al momento en el que nacen a pesar de todo ─murmura.

─Bien.

─¿Bien? ¿No me dirás por qué quieres saber esto, príncipe? Puedes contarme todo.

─No ─respondo, resentido con ella por no haberme querido─. Adiós. ─Una vez termino la llamada, vuelvo a enfocarme en Arlette─. ¿Ves? No sabrás si lo quieres o no hasta que nazca. Si mi madre tuvo la desfachatez de odiarme teniéndome en su vientre, tu hijo no esperará que lo ames. ─Me quedo sin palabras cuando su labio inferior empieza a temblar. Estoy tan acostumbrado a verla fuerte, poderosa e invencible que este estado de vulnerabilidad me desequilibra. Todo en ella grita que necesita algo, pero no logro entender qué es─. Arlette ─murmuro─. Si no crees que seas capaz de soportarlo, está bien. Soy el único que lo sabe. Tendremos nuestros propios hijos después.

─¿Y si nunca podemos tener descendencia?

Quiero un hijo, no lo voy a negar, pero también quiero que deje de llorar.

─Tenemos hermanos y cualquier día puedo embarazar a una puta y luego asesinarla para que podamos tener a nuestro bebé. También podemos ser civilizados y contratar a alguien que lo lleve por nosotros. Eso se hace, ¿no? Y sería perfecto tomando en cuenta que eres una mujer de negocios a la cual le gusta trabajar. ─Extiendo mi mano y me deshago de su gorra sin darme cuenta de lo que hago, absorto en la belleza de su cabello castaño claro revuelto. Es un desastre. Mi desastre- Cómo algo tan atroz puede ser tan bello siempre será uno de los tantos misterios de la humanidad. Su mirada prácticamente es una declaración de muerte en lo que a mí respecta─. Pero es tu decisión. Te traje aquí para que supieras que tienes una. Para que sintieras el control sobre tu cuerpo que perdiste cuando bajaste la guardia, así que ahora puedes convertir ese bastardo no deseado a uno que sí. No me gusta que sea de él, se suponía que debería ser nuestro, pero me gusta habérselo robado.

─Es el hijo del asesino de mi padre ─susurra.

─En nuestro mundo todos somos hijos del asesino de alguien.

Traga, mirando hacia sus manos, y luego hacia mí otra vez.

─¿Qué haré cuando alguien pregunte por él? ¿Por su origen?

─¿Por qué lo harían? ─Tomo su mano y la beso, feliz con la manera en la que empieza a tranquilizarse─. Eres el anticristo y yo soy la muerte. Podemos prohibirles que miren en nuestra dirección por el resto de sus vidas y lo acatarán. La opinión de los demás es lo que menos debería importarte. Por un momento permítete a ti misma ser imperfecta si eso es lo que deseas. ─Trago, preguntándome si estoy siendo demasiado cursi─. Permítete a ti misma ser mi igual. Este niño no es una carga. Él y tú son mi premio. Lo único que te pido a cambio es que nunca hagas que lo vea como su padre. Yo seré su padre. ─Dirijo mi mano a su vientre─. Si decides quedarte con él, él también me pertenece. No criaré al hijo de otro.

Arlette me mira en silencio.

Poco a poco el agarre que mantiene sobre la manija se deshace.

─También es mi hijo ─murmura─. Un Cavalli.

Afirmo.

─Y solo por eso tienes derecho a amarlo sin importar quién sea su padre.

Arlette me ofrece una sonrisa pequeña mientras oculta un mechón de cabello tras su oreja, lo cual me deja sin respiración. Quiero besarla, pero también quiero matarla. Es mi debilidad. Un capo no debería tener debilidades y ella es la mía. Mientras respire, seré vulnerable.

El caso es que también es mi mayor fortaleza.

Por esto seré llamado un cornudo.

Un imbécil.

Se burlarán de mí por este niño, pero nunca seré yo quién esté a nueve metros bajo tierra.

─¿No acabas de decir que tú eres su padre? ─pregunta de nuevo con ese tono condescendiente suyo y pongo el auto en marcha, sabiendo que nuestro tiempo aquí ha acabado─. Él va a necesitar de alguien que lo quiera como quizás jamás pueda hacerlo.

─Por supuesto que lo soy, lo seré.

A pesar de que Arlette sigue guardándose cosas y tareas para sí misma, esta no es una de ellas. Pone el mando de la situación en mis manos. También cambia de emisora, poniendo la de regreso la emisora deportiva, durante el camino de regreso a casa.


Hola, espero que el extra les haya gustado, yo lo amé. Llevaba tiempo queriendo escribir esta escena

Recuerden que ya empezamos Francesco y que también empecé un libro de extras y aventuras llamado Famiglia Cavalli, los dos libros los pueden encontrar en mi perfil

Love u!

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