SURVIVOR ✓ ➳ James Potter

By Baezzealy

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𝙎𝙐𝙍𝙑𝙄𝙑𝙊𝙍 || ❝ Solamente tenemos un único objetivo, no morir. ❞ James tuvo la desgracia de ir a casa d... More

ℛℯ𝓅𝒶𝓇𝓉ℴ
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EPÍLOGO
FINAL 2 - James Potter

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By Baezzealy

EL ÚLTIMO
LATIDO

•°•

—¡Veinte galeones por clase y un paquete de caramelos de limón, tómalo o déjalo!

—Lo tomo.

Bartemius y Eleanor estrecharon conformes la mano del otro después de media hora de regateos y ofertas que los llevaron a ese acuerdo.

Lucius rodó los ojos y dio un suspiro de alivio cuando por fin terminaron su absurda discusión. Aunque en cierto punto entendía a la bruja, enseñarle algo a Crouch era como hacer hablar francés a una rata.

—Por fin podré pasar transformaciones y pociones. - Silbó feliz.

—Has cavado tu propia tumba, Barty. - Se mofó Snape. —Una clase con Eleanor es peor que una tortura en el infierno.

—Eso no puedo negarlo. - Lo reconoció con simpleza. —Pero si no te hago un experto en esas materias, dejo de llamarme Eleanor O'Malley.

—Por si las dudas ve buscando un nuevo nombre, Le Fay. - Se burló Regulus antes de pasarle otro pedazo de filete al gruñón de Severus. —Tienes cara de... Elizabeth.

—Me seguiré llamando Eleanor, porque Bartemius será un excelente estudiante, y yo que tú cuidaba el título como "el más inteligente de tu curso" porque este muchacho te ganará.

Bartemius sonrió de oreja a oreja cuando la pelirroja palmeó su espalda, era bueno saber que alguien confiaba en él.

—Prince... - Aquel tono de advertencia de la muchacha lo hizo suspirar, pero aun así el pálido muchacho comenzó a comer.

—Sabes O'Malley, estaba pensando en que ya deberíamos grabar tu nombre en esta mesa. - Añadió Narcissa quien le pasó la jalea a su novio. —En dos semanas no has salido de aquí, no es que me incómode, al contrario, solo que es un poco extraño.

—¿Por fin te diste cuenta de lo poca cosa que son tus amigos los leones? - Le cuestionó Malfoy.

La pelirroja rodó sus ojos. —Por ese tipo de comentarios es que Stella aún tiene miedo de sentarse con nosotros.

—Reynolds va progresando, al menos ya come aquí dos veces por semana, eso es algo. - Añadió el castaño quien le robó un racimo de uvas a Regulus.

—Eso ya es un avance. - Admitió Severus.

—Me tiene sin cuidado si les llegamos a agradar o no a tus amigos.

—Tan amable como siempre Lucius.

El rubio iba a decir algo hasta que la puerta del gran comedor se abrió, dándoles paso a todas las lechuzas que venían a entregar el típico correo de un lunes por la mañana. Los lunes eran cuando más lechuzas había, ya que normalmente las redacciones eran más cómodas los fines de semana.

Aquellos ojos verdes se elevaron al reconocer entre tantas aves a la lechuza de su padre. Hades, con su imponente plumaje negro voló hasta ella para pararse sobre su cabeza.

—Pajarraco, te he dicho mil veces que mi cabeza no es un nido. - Bufó al tiempo en que tomaba aquel sobre que traía en su pico.

—Tal vez le llame la atención el color de tu cabello. - Comentó Narcissa.

—Puede ser. - Musitó de manera tranquila antes de tomar un par de uvas de las que Bartemius le había robado a Regulus para alimentar a su lechuza.

El ave aleteó agradecida antes de elevarse y marcharse de nueva cuenta.

La pelirroja suspiró, estuvo a punto de guardar aquel sobre en su uniforme hasta que vio el color del sello. Tanto ella como su progenitor llegaron a un acuerdo sobre los sellos de cada carta. Amarillo: Puede esperar, Verde: Negocios, Rojo: Léela lo más pronto posible, Negro: Léela ahora mismo.

El entrecejo de la cobriza se frunció, retiró su plato con el desayuno del día y a los segundos comenzó a abrir aquel sobre.

La hoja solo contenía un renglón, con cinco líneas como máximo. La caligrafía de su padre estaba bastante ordenada, pero al mismo tiempo se podía reconocer que fue escrita con apuro. Cuando los ojos verdes de la pelirroja terminaron de leer. Ella se quedó así unos cuantos segundos. Con su vista clavada en el papel, inmóvil, estática e inexpresiva.

Eleanor parpadeó lentamente, más tarde tomó una gran bocanada de aire y comenzó a doblar la hoja para meterla de nueva cuenta a ese sobre. La muchacha se levantó con movimientos tranquilos y suaves, salió de la banca para dar solamente dos pasos. Más tarde colocó su mano sobre la espalda de Snape y dijo:

—Acompáñame un momento. - Su voz salió calmada, tersa y melódica, pero Severus sabía bien que ese tenor era el que su vecina solía utilizar cada que se refería a los pacientes en un hospital, cada que no quería involucrarse en algo.

Sin decir absolutamente nada, aquel pálido muchacho también se puso de pie, mostrándose relajado e inmutable. Poco después los dos chicos se marcharon en absoluto silencio del gran comedor, bajo las atentas miradas de aquellos que estaban desayunando con ellos.

Pero, aquellas no eran las únicas miradas atentas al par de estudiantes, ya que, un par de leones tenían los ojos puestos sobre los dos amigos.

James soltó un pesado suspiró para después volver a comer aquel tazón de avena que Remus le había servido. Por su parte, Sirius se quedó con la vista clavada en la puerta.

Pettigrew y Lupin se mandaron una mirada cansada, no soportaban el mal genio y la depresión de sus dos amigos más efusivos.

—Creo que ya es suficiente. - Remus dejó de lado su chocolate caliente y su rosquilla, para entrelazar sus manos a la altura de su mentón. —¿Qué les pasa a ustedes dos?

—¿Eh? - Los dos jóvenes parecieron despertar de un sueño.

El lobo del grupo tomó una bocanada de aire para después suspirar. Sus ojos dorados se oscurecieron con rapidez.

—Ustedes dos, son los extrovertidos del grupo, aquel par de idiotas que no para de hablar y se burla de absolutamente todo lo que ocurra a su alrededor. - Recalcó lo obvio el licántropo. —Y ahora mírense, solo dicen diez palabras al día y tienen una cara constante de... de... sufrimiento.

—Parece que los beso un dementor. - Completo Peter.

—¡Exacto! - Remus le dio la razón. —Creo que es hora de que ustedes dos nos digan ¿Qué diablos les sucede?

—No ocurre nada. - Soltaron los dos acusados al unísono. —Todo está bien. - Completo el primogénito Black.

—No, no está bien. - Insistió la madre del grupo. —Y me van a decir ahora mismo qué les sucede. - Ordenó. —A ver James, ¿Qué carajos sucedió con Eleanor?

El moreno se estremeció como si le hubieran echado un balde de agua helada encima, ante la sola mención de la pelirroja.

—Nada.

—¡Ay, ajá!

—Compañero, es obvio que se trata de ella. - Soltó de manera tentativa Peter. —Mira como te pones con solo escuchar su nombre.

—Aparte, la has ignorado como si ella fuera la peste. - Añadió Lupin. —¿Acaso ella te rechazó en el baile? Por qué no vas a negar que algo ocurrió esa noche porque desde entonces ambos se separaron.

El cervatillo dejó caer su cara contra la madera de la mesa y aplanando su mejilla contra esta, hablo. —Eleanor está donde debe estar. - Musitó débilmente. —Si ella es más feliz estando en la mesa de los Slytherin ¿Quién soy yo para retenerla aquí?

—Pero, eso no tiene sentido. ¿Solo porque ahora se sienta con ellos vas a dejarle de hablar?

—Aún le hablo.

—Prongs, un "buenos días", "buenas tardes", "buenas noches", "permiso", "hasta luego" y "adiós", no es hablarle.

—¡Antes estaban horas platicando ignorándonos como si fuéramos un florero!

—Y en el cumpleaños de Sirius ni siquiera fue para asistir a la fiesta, solo le entrego el regalo y ya.

—¿Qué ocurrió, Prongs?

James suspiro aún sin levantar su cara de la mesa. —Ya una vez arruine todo cuando intenté quitar a alguien del medio, ahora simplemente estoy dejando que las cosas fluyan tal como deben ser.

—No entiendo.

—Yo tampoco.

—Qué no voy a molestar a Snape esta vez.

—¿Qué tiene que ver él en esto?

—Todo.

—¡¿Todo qué?! - Gritaron los dos introvertidos sin comprender.

—Nada...

Remus tuvo que pedirle, no, rogarle por paciencia a Merlín, ya que de lo contrario le iba a soltar una bofetada a su amigo.

Pronto los ojos dorados del chico se dirigieron hacia Sirius, quien, increíblemente había dejado su lado metiche a un lado e ignoró por completo aquella conversación.

—Sirius, querido amigo ¿Me puedes decir qué diablos te está pasando?

Los ojos grises del castaño se elevaron, el muchacho dio un suspiro para más tarde dejarse caer en la mesa tal y como lo hizo James.

—Soy una mierda.

—¿Qué? - Peter y Remus compartieron una mirada confusa.

—Qué soy el peor hombre en la tierra. - Se quejó.

—Eso no es cierto, Sirius ¿Qué te hace pensar eso?

—Ustedes dicen que no porque son mis amigos. - Replicó con desgano. —Nunca han estado del otro lado de mi varita.

—Espera un momento, Canuto ¿Qué diablos te pasa?

—Nada...

Severus fue muy amable como para encargarse de guiar a su amiga a su respectiva sala común. Temía que si la dejaba sola, está, iría hacia el gran comedor y bebería todo el ponche adulterado.

La conocía lo suficiente para saber que tenía una excelente resistencia al alcohol, pero que una vez ebria era capaz de armar un Coliseo 0.2 en medio del gran comedor.

En cierto punto le preocupaba la situación, era un pinchazo incómodo que se instalaba en él cada que la veía beber. Su retorcida y desconfiada mente le decía que ella se volvería como Harrison o pero aún, como Tobías.

Por ese motivo él evitaba las bebidas alcohólicas como si fueran lepra, y miraba mal a todo aquel que lo hacía, pero sobre todo a aquellos, que como él, habían crecido en un ambiente de adicciones y excesos porque tenían una tendencia mayor a la del promedio a caer en el alcoholismo o drogas.

Mucho más tranquilo cuando la dejó en un lugar seguro, el pálido chico comenzó su viaje a través del gran castillo en dirección a las mazmorras.

Severus llevaba sus manos ocultas en sus bolsillos y a paso tranquilo iba caminando por el lugar.

Sus oscuros ojos miraban con desprecio a todos a su alrededor. Odiaba que la gente riera y fuera feliz cuando a él se lo llevaba el demonio 24/7.

Un mareo lo obligó a detenerse, su pálida y huesuda mano se aferró a la piedra de las paredes.

Severus respiro de manera profunda sintiendo ese maldito sudor frío apoderarse de él. Maldijo su suerte una vez más, ¿Por qué no pudo heredar la complexión robusta de su estúpido padre?

El pocionista casi saltó como un gato cuando sintió como alguien tomaba su hombro. Aquel pálido joven se movió tan abruptamente con el fin de apartarse que el mareo incrementó al grado de que casi cae.

Unos brazos se aferraron a sus hombros y lo ayudaron a mantenerse de pie, pero aún con ello el pocionista peleó para alejarse.

—¡Carajo Snape, si te sigues moviendo terminarás en el suelo!

—¡Ese es mi maldito problema, Black!

Aquella serpiente se soltó nuevamente del agarre del león y a pesar del molesto zumbido en sus oídos y las luces de colores que nublaron sus ojos, se separó.

—Vamos compañero, pareces un fantasma de lo pálido que estás.

—Ya lo dije, no es tu asunto.

Snape dio la media vuelta y aunque trató de mantener su pose altiva, su cuerpo lo terminó traicionando haciéndolo caer sobre su rodilla.

El león rápidamente reaccionó, se puso a la altura del otro muchacho al instante y trato de agarrarlo para estabilizarlo.

—No seas orgullo...

—¡No estoy para tus estúpidas bromas Black! ¡Suéltame de una maldita vez y mañana que esté estable vienes para que te pueda responder como te mereces!

—¡Ey, ey, ey! ¡No te voy a hacer una broma! ¡Solo trato de ayudarte!

—Sí claro. - Se burló el pocionista el cual poco a poco se fue incorporando. —Tú serías incapaz de ayudar a alguien como yo.

—Pues no, estoy aquí ¿No es así? - Sirius trató de verse serio, aunque no entendía por qué aquella actitud tan defensiva del pálido chico. —Anda, vamos con Pomfrey para qué...

—No necesito ir con ella, y no necesito tu maldita ayuda. - Snape se puso de pie y trató de caminar hacia su sala, pero Black lo detuvo agarrándolo del brazo.

—¿Tanto trabajo te cuesta aceptar mi puta ayuda? ¡Solo quiero que no te quedes tirado en medio del pasillo, carajo!

—¡Ay! ¡¿No me digas que estás preocupado?! - El entrecejo del Slytherin se frunció. —El hecho de que te haya soportado los últimos meses, no significa que algo haya cambiado.

—Me sigues odiando.

—Obviamente.

—Yo... - Sirius frunció sus labios en una fina línea antes de continuar. Estaba más que clara su incomodidad—Yo, creo que te debo una...

—¿Disculpa? - Se burló. —Vete a la mierda Black, me has hecho la vida miserable desde que entré a Hogwarts como para que justo ahora tengas ganas de arreglarlo.

El gryffindor frunció el entrecejo bastante molesto. ¡Él solo quería ayudar y así le pagaba ese ingrato! ¡Por supuesto que no iba a dejarse del ataque de la maldita serpiente!

—¡Mira Snevillus, no te hagas la víctima! ¡Tú tampoco eres una blanca paloma!

—¡Por supuesto que no soy una blanca paloma! - El Slytherin empujó al muchacho de ojos grises hacia atrás. —Pero dime Black, ¿Quién fue el primero en soltar el primer insulto? ¿El primer hechizo? ¿La primera agresión?

—¡Tú respondiste cada una de ellas!

—¡¿De verdad?! ¡¿Acaso aquel niño de once años respondió tus empujones?! ¡¿Tus agresiones?! ¡¿Qué hizo ese niño de once años con el que te cruzaste en el vagón?! ¡Decir que quería ser Slytherin! ¡Estar cerca de Lily! ¡Y solo eso te bastó!

—¡No te quieras esconder detrás de ese niño! ¡Por qué...!

—Vete al infierno Black, al menos yo nunca te mandé a la enfermería con huesos rotos, ni te puse una trampa con un hombre lobo. - Los ojos oscuros del muchacho lo miraron con desprecio. —No porque Eleanor sea lo único que tenemos en común, significa que todo quedó olvidado.

—¡Mira Quejicus! ¡Yo solo intenté ser amable contigo! - Replicó con molestia el león. Sirius lo tomó del brazo nuevamente, pero Snape se jaló provocando que la camisa verde musgo que se había puesto para esa noche se rasgará.

—¡Carajo! ¡¿Ya viste lo que hiciste, sarnoso?!

—¡Yo no tengo la culpa de que te comprarás una maldita camisa barata! - Ladró a la defensiva, hasta que sus ojos grises captaron una marca en el brazo del contrario. Entonces su mirada se iluminó con la más pura rabia. —¡Te atreves a criticarme! ¡Tú a mí! ¡Cómo si tú fueras una víctima! ¡Cuando eres mucho peor! ¡Un puto mortifago!

—¿Qué estupidez estás diciendo?

—¡La verdad! ¡Eres un puto mortifago! ¡Atrapas muggles y torturas a tus víctimas! ¡Pero lloras por las bromas que te hice!

—¡¿De dónde diablos sacas esa estupidez?!

—¡Tu brazo, pedazo de mierda! ¡Tu brazo! - El león se abalanzó sobre la serpiente para tomarlo por las solapas del cuello. —¿O qué? ¿Me vas a negar que tienes la marca tenebrosa en él?

Severus suspiró y rodó los ojos. Con toda la calma del mundo llevó su mano a su manga rasgada y la arrolló, más tarde se quitó a Sirius de encima con un empujón y le mostró su brazo.

Aquellos ojos grisáceos se abrieron ante la sorpresa. En ese brazo huesudo de piel blanquecina se encontraba dibujado un cuervo, un gran cuervo que se extendía por todo el antebrazo.

Aparentemente el dibujo mostraba las ramas de un árbol seco, y el ave se encontraba aterrizando sobre ellas.

—Eso... es un cuervo.

—¿De verdad? No me había dado cuenta. - Se burló. —No cabe duda que el cerebro nada más lo tienes de adorno.

—¡Cualquiera se pudo haber confundido! - Replicó con las mejillas rosadas ante la vergüenza.

Snape volvió a rodar los ojos y se dio la media vuelta para volver a su sala común, sin embargo, dio unos cuantos pasos antes de detenerse.

El azabache se comenzó a arrollar la otra manga para dejar su pálida piel expuesta, mostrándose libre de cualquier marca de tinta. —Y solo para que lo sepas, la marca tenebrosa va en el brazo izquierdo, imbécil.

°•°

Aquella mirada verdosa de la pelirroja estaba sobre la cristalina agua de la fuente frente a ella.

—¿Quién murió? - Snape, quien se encontraba recargando su espalda contra una viga, con los brazos cruzados sobre su pecho y los ojos cerrados, soltó aquella pregunta una vez que se pudo mentalizar para ello.

Eleanor se quedó en silencio por un par de minutos, sus ojos solo eran capaces de ver su resignado reflejo en aquella agua. —La abuela Roberta. - Le respondió de manera serena.

Un espeso silencio se formó entre los dos ex habitantes de la Hilandera.

La abuela Roberta era la abuela de Baldomero, mejor conocido como Baloo. Aquella señora había sido una figura materna para todos los niños de la Hilandera, incluso para muchos otros niños de los barrios cercanos.

En el caso de ellos dos, ella fue la persona con la que podían recurrir cada que había problemas. La señora jamás le negó el asilo a Severus y nunca le negó una rebanada de pan a Eleanor.

Al igual que Eileen, la señora se encargó de curar todas las heridas de los revoltosos muchachos, los reprendió muchas veces, pero siempre que podía les ayudaba en lo que sea que necesitarán.

—¿Dónde?

—En casa. - La muchacha seguía absorta en su reflejo. —Harrison me comunicó que hace un par de días aceptó el alta voluntaria para pasar lo que le quedaba en casa.

—Su cáncer ya estaba demasiado avanzado.

—Ya era terminal. - Reconoció aquello con amargura. —Tenía once años cuando reconocí los síntomas, ella jamás se atendió, bueno, no es como si hubiera tenido con qué atenderse. - La joven suspiro. —A pesar de que la ingresamos al hospital, ya era demasiado tarde.

—Lo sé. - Snape aceptó la explicación, él era inteligente, y al igual que Eleanor fue capaz de ver el peligro muchísimo antes de que llegara el final.

—Baldomero debe de estar que se lo lleva el diablo.

—¿Y cómo no? Su madre murió. - La abuela Roberta fue la madre de todos los huérfanos y abandonados, aquella noticia definitivamente no debió caerle bien a ninguno de los jóvenes, ni niños que la conocían.

La pelirroja suspiró, guardó sus manos en sus bolsillos y más tarde abandonó la fuente para volverse hacia la entrada del colegio.

Sin embargo, sus ojos verdes colisionaron con unos de igual color.

Lily iba caminando en su dirección. Se detuvo a unos cuantos metros mostrando su incomodidad. Ninguno de los dos restantes habló, y aunque Eleanor tenía muchas ganas de gritarle algunas cosas desde hace semanas, prefirió callar.

La otra pelirroja avanzó un poco más y dejó ver el sobre que tenía en sus manos. —Mi madre me ha mandado una carta. - Comenzó con voz apenas audible. —La señora Roberta falleció en la noche. - Les comunicó. —Creí qué... debían de saberlo.

Aquella señora era muy bien conocida por todos los barrios cercanos. Ella vendió desayunos escolares por muchísimos años. Y todos los fines de semana compraba dos bolsas de dulces para repartirlos entre todos los niños del parque.

Era normal para muchos padres, maestros, alumnos y toda clase de personas, haberla conocido.

Incluida Lily, quien fue atendida por la anciana en varias ocasiones, ella curaba sus rodillas cada que se caía de la bicicleta, y también le regalaba un dulce de fresa para consolarla cuando su hermana la hacía llorar.

Aquellos ojos verdes de la leona estaban haciendo hasta lo imposible por contener las lágrimas. Solo hasta entonces se escuchó el suspiro de Snape quien desvió la cabeza para esconder aquella mueca de dolor que rompió su rostro estoico. Y solo hasta entonces Eleanor pasó su lengua por sus labios para disimular aquel pequeño temblor que surgió de la nada.

—Lo sabemos. - Le indico el varón quien apenas pudo controlar su voz.

—Pero aun así, gracias por informarnos. - Añadió la pelirroja quien rasco con su meñique su ceja para mantener la computadora.

Lily frunció sus labios en una fina línea y asintió, pronto, se dio la media vuelta para volver al pasillo, hasta que la voz de la otra pelirroja la detuvo.

—Iré a ver a Dumbledore para ver si me concede el permiso de ir al sepelio. - Informó en voz alta. —¿Vienes?

La joven Evans tomó aire y pensó seriamente en la propuesta de Eleanor, sin embargo, pronto la descartó al sentirse incapaz de ir a un lugar así de triste y deprimente.

—Perdón... - Tartamudeó con ligereza. —No puedo, en verdad no puedo, lo siento. - Aquella leona se disculpó y se marchó de ahí lo más rápido posible antes de que las lágrimas rodarán por su rostro.

Eleanor se quedó plantada en su lugar, no fue hasta que corrieron unos cuantos minutos más que volvió a hablar.

—¿Vienes? - Preguntó dándole la espalda.

Severus se tomó su tiempo para responder. —No.

—Bien.

La pelirroja perteneciente a los tejones se marchó de ahí en busca del director. No importaba que costará, o a quien tendría que matar, pero ella iría a ver a la abuela Roberta sin importar qué.

°•°

Harrison fue prácticamente el encargado de organizar todo. Hizo los trámites necesarios cuando la señora murió, y también se encargó de que prepararán el cuerpo para velarlo en tranquilidad.

En un principio su plan inicial fue velar a aquella señora en una funeraria, no obstante, su nieto se negó. La abuela Roberta pasó sus últimos días en la comodidad de su maltrecha casa, entonces, sería despedida de igual manera en ese lugar.

Así que desde temprano comenzó a preparar aquella pequeña vivienda, barriendo, limpiando, acomodando las flores y haciendo espacio.

Poco a poco la pequeña vivienda se fue llenando, vecinos del barrio, maestros del colegio, vecinos de barrios aledaños, niños y jóvenes, muchos jóvenes que fueron queridos y prácticamente criados por esa mujer.

Entre ellos, sus hijos.

Al parecer, ni siquiera haber pedido a su madre hace unos meses, pudo prepararlos para esta situación. No había punto de comparación entre el velorio de Gabrielle y el velorio de Roberta, ahora, sus hijos estaban sufriendo de manera clara, mil veces más.

Elías se limpió las lágrimas de sus ojos antes de ponerse de pie. —Iré a ayudar a la señora Evans con el café. - Se excusó antes de marcharse de ahí.

—Te acompaño. - Su gemelo le siguió casi corriendo, y es que la atmósfera en el lugar era simplemente abrumadora.

El par de mellizos se encontraba más al fondo, platicando con los integrantes de una pandilla, que a pesar de todo, se encontraban vestidos de manera correcta y formal, tal como la abuela Roberta lo hubiera querido.

Mientras que Eleazar, su primogénito, se encontraba a su lado, con sus brazos entrelazados sobre su pecho, mirando fijamente el ataúd de aquella señora que fue más que un ángel.

—Ella sí estuvo aquí. - Objetó aquel muchacho de ojos verdes, sin embargo, su voz fue más para el mismo que para su padre.

—¿Qué?

—No, nada...

Harrison suspiró, colocó su mano sobre el hombro de su hijo, y con sus ojos azules le dio un repaso a todas las personas que estaban en esa diminuta casa mostrando su respeto por la fallecida.

Fue entonces cuando sus zafiros conectaron directamente con un intenso color jade, sin poder evitarlo se irguió al ver a su primogénita.

Eleanor iba entrando por la puerta principal. La joven se había puesto un vestido semi ajustado que le llegaba casi dos dedos por encima de la rodilla, sobre él la abrigaba una gabardina extra larga, también llevaba puestos unos tacones de no mucha altura, todo en color negro, todo de manera formal y pulcra.

Al igual que la mayoría de pandilleros, vagos, delincuentes e inadaptados, ella se vistió a la altura de la abuela Roberta para darle un digno último adiós.

Sobre sus manos había un gran ramo de lirios blancos, el cual puso sobre el ataúd una vez que llegó hasta él.

Eleanor podía sentir las miradas de sus hermanos sobre ella, sin embargo, ella no había ido por ellos, así que los ignoró y se concentró en Baloo.

La joven se abrió el paso entre la multitud, y caminó hasta aquel musculoso y alto muchacho con el que se crió. Y aunque el joven aparentaba encontrarse bien, sus ojos rojos delataban lo mucho que quería quebrarse y llorar.

—Baldomero... - Musitó con tristeza.

—Eleanor.

Aquella pelirroja tragó en seco y pronto abrazó al muchacho, quien no dudó en responder aquel abrazo con ímpetu. —Lo siento mucho, en verdad, lo siento.

—Lo sé mi Harpía, lo sé.

Los dos jóvenes se separaron y compartieron una mirada de mera comprensión.

—Severus y Lily te mandan sus más sinceras condolencias. - Añadió. —Y cualquier cosa que necesites, solo házmelo saber.

—Chido mi Harpía, dale las gracias al Cuervo y a la Fresita cuando los waches. -Le agradeció. —Por lo mientras, solo dame un abrazo, Rojita.

°•°

Era inevitable sentir esa sensación de nervios en la boca del estómago. No quería parecer un acosador o un loco, pero le estaba preocupando demasiado no haber visto a Eleanor en todo el día.

Los lunes compartía dos clases con ella, y en ninguna asistió, no se presentó al gran comedor a la hora de la comida y tampoco ahora que se encontraban cenando.

Stella y Diggory se encontraban solos, y en la mesa de las serpientes la ausencia de una cabellera escarlata era notable.

Incluso había ido a revisar a la enfermería, pero nada, no estaba Eleanor por ninguna parte.

Ahora junto con sus tres amigos se encontraban fuera del gran comedor pensando y uniendo sus cerebros para entender la situación.

—Prongs, ya cálmate.

—¡Pero, pero...!

—Algo está mal. - Concordó Sirius. —Hace rato revisé el campo de quidditch en el entrenamiento de Hufflepuff y nada, no estaba ahí.

—¿Ven? ¡Les dije que algo malo debe de estar pasando! ¿Dónde diablos puede estar metida?

—Tal vez en el bosque prohibido.

—Iré a buscarla.

Remus tomó al moreno de las solapas del cuello cuando esté tuvo la intención de avanzar. —El bosque prohibido es muy extenso como para buscar a ciegas. - Le indicó. —Necesitamos el mapa para ver dónde está.

—El mapa lo tiene Filch. - Les recordó Peter.

—Podemos robarlo en dos minutos. - Respondió con simpleza el mayor de los Black. —Yo lo distraigo, ustedes dos entran y Remus vigila el pasillo.

—Me parece perfecto. - Respondieron a la misma voz Peter y James.

Fue Remus el que suspiró, se giró hacia la entrada del gran comedor de dónde iban saliendo varios Hufflepuff, y detuvo justo a la rubia que necesitaba.

—Stella, buenas noches. - Le saludo amablemente. — Disculpa la molestia, pero... ¿Has sabido algo de Eleanor?

La rubia abrió la boca y pronto su rostro reflejó la más pura preocupación. —¡Yo venía a preguntarles por mismo lo! ¡Creí que sabían ustedes! - Los rostros de todos los chicos reflejaron lo mal que le cayeron esas palabras.

—Pero... ¿Cómo que no sabes? - James la tomó por los hombros. —¿Realmente no te dijo nada?

—Dejó una nota en mi cama, decía que tenía algo que arreglar y que volvería lo más posible pronto. - Explicó con rapidez. —Creí que ustedes sabían a dónde ido había.

James suspiró nuevamente. —¿Estás diciendo que salió de Hogwarts?

—Creo que sí... ¡Al menos eso dio a entender! ¡Me encargo Ulises a!

Los merodeadores compartieron una mirada, pronto, antes de que pudieran entrar en un ataque histérico, pasó frente a ellos un grupo de serpientes que iba saliendo del gran comedor.

En otros tiempos, les hubieran hecho una broma o tal vez, se hubieran enfrascado en una pelea por cualquier otra cosa. Pero en esta situación, el moreno se adelantó y se plantó frente a ellos.

—Severus... - James dejó de lado la incomodidad y la molestia para poder resolver sus dudas. —¿Sabes dónde está Eleanor?

Los oscuros ojos del pocionista se elevaron para ver al león con la más pura indiferencia.

—Sí.

Los leones se quedaron en silencio esperando algo más, pero el Slytherin solo mantenía su mirada sobre ellos.

—¿Dónde está? - insistió James.

—En la Hilandera.

Con esas palabras los focos rojos del muchacho se activaron, inevitablemente avanzó hacia el pálido muchacho tomándolo por los hombros y prácticamente zarandeándolo.

—¡¿Está bien?! ¡¿Le ocurrió algo a sus hermanos?! ¡¿A su padre?! ¡¿Acaso Harrison recayó en el alcohol?!

Snape lo empujó a un lado. —Quítate, me das asco. - El muchacho resopló al ver las miradas curiosas de sus acompañantes y los acompañantes del estúpido león. —Y no, su familia está bien.

Severus siguió su camino junto con Regulus y Bartemius, antes de que aquel estúpido gryffindor dijera algo más, se le adelantó: —Eleanor volverá mañana.

James Potter se quedó plantado en el suelo, con muchas dudas en mente, pero sin la intención de preguntar más.































El funeral había sido un trago amargo para todos. La pelirroja pudo comprender por qué su amigo se negó a asistir, ver la tumba de su madre a unos cuantos metros de distancia de la tumba de la abuela Roberta probablemente lo destrozaría.

Petunia llegó justo para el entierro, estuvieron juntas cuando el ataúd de la señora fue sepultado bajo la tierra.

Ambas jóvenes estuvieron a un lado de la otra unas cuantas horas más, hasta que la familia Evans se tuvo que retirar.

De igual modo, en el transcurso de la tarde poco a poco la gente se fue yendo, dando como resultado, que ahora cuando la noche había llegado, solo se encontrarán un puñado de jóvenes en aquella maltrecha vivienda.

—Cámara banda, han estado al tiro todo el día, vengan a echarse un taco para que no vean a San Pedro del azotón que van a dar. - Baloo salió de su pequeña cocina con una olla de barro en sus manos, en ella estaba el último guisado qué su abuela había preparado.

—No mames Baloo, trágate eso tú. - Añadió Gabriel. —Es la comida de la abuela.

—Pos por eso, pendejo. - Añadió el muchacho quien tomó un puñado de cucharas y las puso sobre la mesa. —Todos vamos a echar de menos el zon de mi vieja, no se hagan florecitas y coman que ya no habrá otro chance.

Baloo, Gabo, Pitbull, Rambo, Halcón, Cuervo y la Harpía fueron siete niños de la misma edad que crecieron en la Hilandera, y todos ellos estuvieron en esa pequeña casa más de una vez, comiendo y disfrutando de la riquísima comida de la señora.

Ahora, Baldomero, Gerardo, Gabriel, Silvestre, Eleazar y Eleanor, se encontraban ahí, de pie, vestidos de negro y con los ojos picándoles, viendo aquellos frijoles charros en la olla.

Cada uno tomó la cuchara que Baloo les ofreció y comenzaron a comer lo que la abuela había preparado en su último día. El sabor del caldo de los frijoles combinados con el jugo que desprendía la carne de puerco, longaniza, tocino y siendo acompañados por la sensación cremosa del queso panela, fue algo que iluminó el paladar de cada uno. 

—Puta madre, hace años que no probaba algo tan chingón. - Rambo sorbió de su nariz y se limpió una lágrima que de manera inevitable corrió por su mejilla.

—Ningunos frijoles le llegan a estos. - Aportó Gabo. —Están poca madre. - El chico dio un suspiro largo antes de volver a comer.

—Vatos, ¿Se acuerdan de la primera vez en que nos juntamos a tragar aquí? - Les cuestionó Pitbull. —Fue poco después de la muerte de mi carnal, cuando el Cuervo huyó de casa y cuando metieron al tambo al papá del Gabo.

—Simón, la abuela Roberta paró nuestros madrazos y luego nos obligó a venir a tragar. 

—Lo peor es que yo solo iba pasando y también me obligó a ir. - La pelirroja sonrió con levedad. —Luego nos regañó a todos porque teníamos la ropa sucia.

—Chale banda, al chile la voy a extrañar un chingo, la abuela... siempre nos juntó aún cuando queríamos chingarnos. 

—Ya cállense pendejos. - Les interrumpió el nieto. —Me van a hacer chillar culeros.

—¡Pero si ya estás de nena cabrón!

—¡Tú también ya eres agua, puñetas!

Después de unas cuantas risas, todos se quedaron en silencio, solo se llegaban a escuchar unos inevitables sollozos, y una que otra lágrima caía sobre la mesa.

Fue Baldomero, quien con voz quebrada habló nuevamente, rompiendo aquel silencio tan extenso que se formó después de acabarse ese último guisado.

—¿Saben qué es lo peor de este pedo? Que la viejita siempre soñó en verme convertido en un hombre de bien. - El chico se limpió las lágrimas con el dorso de su mano. —Ella siempre rezo para verme convertido en un buen hombre, y mírenme, no soy más que un pobre diablo... Chale, nunca le di el gusto a mi vieja.

—Aún no es tarde. - Por primera vez Eleazar habló, el muchacho estaba más sereno a comparación de los demás. —Ella quería que fueras un buen hombre, pero no para su bien, sino, para el tuyo. - Explicó. —No es tarde para darle gusto.

—¡Por favor, Halcón! Nadie de los que está aquí es un santo, no le hagas a la mamada. - Los ojos marrones del muchacho miraron a todos en un rápido recorrido. —Solo hay que vernos ahora, somos unos vagos, ladrones, mentirosos que andan al tiro con navaja en mano ¡Y no se atrevan a decir que no, cabrones!

—Nadie va a negar eso. - La pelirroja comenzó a recoger las cucharas metiéndolas dentro de la olla vacía. —De alguna u otra manera, aprendimos a sobrevivir de esta manera. - Eleanor llevó la olla al lavaplatos, pero aún desde allí habló. —Todos hemos hecho cosas cuestionables y todos hemos terminado en la cárcel más de una vez, pero eso no significa que necesariamente tengamos que seguir así.

—Tu labia es fácil, pero tú eres un puto Einstein. - Replicó Adrián. —No mames Harpía, ninguno aquí hubiera terminado la primaria si tú no nos hubieras dejado copiarte en los exámenes.

—No pueden negar que ninguno hizo algo para pasar los exámenes por cuenta propia. - Replicó Eleazar, quien sin mirar a su hermana saltó a su defensa. —Ni siquiera yo, no hay que hacernos pendejos, queremos puras cosas fáciles, por eso robamos en lugar de trabajar.

—Al chile es más fácil romperle la madre a un pobre diablo en el coliseo que andar de obrero. - Concordó Rambo.

—Ni se diga de robarle las cosas a las ñoras fifis.

—La pregunta es, ¿Realmente vamos a seguir así, cabrones? - Pitbull se puso de pie y miró a todos con seriedad. —Primero fue Eileen, ahora fue la abuela, ¿Quién más tiene que morir para que abramos los perros ojos? Ya no nos queda nadie. 

—Yo no sé ustedes, pendejos, pero mañana voy a salir a buscar chamba. Cuando vuelva al deshuesadero a ver a mi vieja, será cuando yo ya sea un catrín. - Explico. —¡Y al chile ustedes ni vayan a darle una vuelta si siguen siendo unos zánganos! Ella tiene que volver a vernos igual de bien vestidos y bien portados que ahora, no sentir pena ajena.

—Es lo mínimo... - Murmuró Eleanor. —Que nuestra abuela merece.

La noche transcurrió de manera lenta y tortuosa. Todos aquellos muchachos de cuestionable reputación que se quedaron, decidieron ayudar al nieto de la fallecida a limpiar la casa. 

Guardaron las pertenencias de la abuela Roberta en varias cajas, incluso llegaron a hacer comentarios de varias anécdotas que vivieron con la difunta.

Fue bastante triste, y muy deprimente dejar la habitación de la abuela con esas cajas sobre su cama. 

Eleanor se encontraba con las manos en los bolsillos de su gabardina. La joven ya estaba fuera de la casa de Baloo, ya se había despedido porque el Sol ya había salido y tenía que volver. 

Sin embargo, aquel extraño vuelco en su pecho la hizo detenerse. Se quedó ahí, sobre esa calle mal pavimentada, viendo como el Sol comenzaba a iluminar el cielo. 

Pronto un cigarro se posó sobre su campo de visión. Ella lo tomó sin dudarlo y lo llevó a su boca. Con ayuda de aquel encendedor que le ofrecieron lo prendió, y entonces, después de mantener el humo en su garganta, lo dejó fluir.

Su mellizo se encontraba a un lado suyo, en completo silencio mientras fumaba. 

Ninguno de los dos hermanos dijo una palabra, no se habían hablado, ni siquiera se habían volteado a ver desde ayer, no podían hacerlo. Eleazar aún seguía molesto, y Eleanor aún estaba muy dolida con él. 

Sin embargo, en ese momento realmente estaba apareciendo la silenciosa compañía de su otra mitad. 

Cuando sus cigarros se consumieron, cada uno tomó un camino diferente, el muchacho volvió adentro y ella se marchó de nueva cuenta. 

Eleanor solo entró por unos segundos a su casa de la Hilandera, y una vez en ella sacó esa varita que tanto le molestaba tener escondida en su manga. Con un fino movimiento desapareció.

La pelirroja aterrizó en Hogsmeade, aunque aún sentía vértigo o odiaba la sensación que le causaba en estómago, sabía que era la opción más rápida y viable para volver al castillo. Si lo veía de manera positiva, al menos está vez aterrizó de pie. 

Aquella muchacha caminó por las frías calles del pueblo que conoció hace unos cuantos días, cuando fue la primera visita. 

Afortunadamente recordaba bien el camino de vuelta al castillo, por ese motivo no demoró más de cinco minutos en llegar a las puertas del colegio. 

Del otro lado ya se encontraba Pomona, su jefa de casa, esperándola con una sonrisa amable. 

—Eres muy puntual, son las seis en punto. - Le felicito aquella regordeta mujer. 

—Un trato es un trato. - Musitó con una débil sonrisa antes de cruzar aquella reja. 

La profesora Sprout le miró con cariño y una pizca de tristeza, y apenas la muchacha entró a los terrenos, la arrastró a sus brazos envolviendola en un largo, caluroso y amable abrazo. 

Eleanor sintió su labio temblar ligeramente, pero lo mordió y apretó sus ojos. La muchacha tomó a su jefa de casa por ambos brazos y de manera amable la apartó. 

—Lo siento. - Se disculpó con rapidez. —Pero yo... no quiero un abrazo ahora. 

—¡Oh, cariño! No te disculpes, te entiendo. - La mujer le miró de manera comprensiva. Aquella bruja puso una mano sobre la espalda de la pelirroja para guiarlas hacia un carruaje que ya las esperaba.

Eleanor camino en silencio, tras acariciar al Thestral que tiraba del carruaje, las dos mujeres se subieron. 

Aquel silencio fue absoluto, Pomona entendía la situación, por lo que podía comprender aquella actitud de la muchacha. Lo que Eleanor necesitaba era privacidad para que ella sola pudiera lidiar con los sentimientos que la abrumaban en ese momento, así que ella simplemente se la daría. 

La profesora Sprout fingió no escuchar aquel sollozo, ni ver aquel pellizco que la pelirroja se dio a sí misma para comportarse. 

Sprout simplemente guardó silencio, dejando que lo único que se escuchara fueran los grillos del bosque y el caminar de los Thestral. 

Cuando ambas mujeres llegaron al castillo, Eleanor tuvo la intención de irse con una rápida despedida, fue Pomona quien la tomó del hombro quien la detuvo.

—Toma muchacha. - La profesora le tendió un pequeño pergamino. —Es tu justificante para las clases que no tomaste. 

—Uh... gracias. - Aquella joven le dio una rápida mirada antes de fruncir el entrecejo. —Profesora, aquí también están las clases de hoy. 

—Cariño, mírate, estás ojerosa y cansada, debes dormir un poco. 

—No es necesario, puedo estar de pie por más de setenta y dos horas, son gajes del oficio. 

La mayor soltó una risa al recordar que en el historial de la joven aparecía que llevaba un año trabajando de manera oficial en un hospital.

—Eleanor, el cansancio físico no tiene comparación con el agotamiento mental y sentimental. - Explicó de forma severa. —Ve a tu sala común y tomate este día, lo necesitas. - La jefa de casa de los tejones se acercó a ella, y tras darle unas palmaditas en su espalda, se retiró. 

La pelirroja tomó aire una vez más, y tratando de mantenerse serena, volvió a andar en dirección hacia su sala. 

No tenía sueño y tampoco hambre, aunque tampoco tenía ganas de tomar sus clases, es como si simplemente no tuviera ganas de existir. 

Ver cómo se encontraba Baloo, o los demás muchachos, incluso su hermano, eso le había dejado un sabor amargo. Ella no estaba mejor obviamente, para nadie era fácil, pero tenían que continuar, finalmente era algo que ya se veía venir. 

Los ojos verdes se elevaron, dejaron de ver al suelo para colisionar de manera directa con aquella mirada achocolatada de la que tanto había estado huyendo en días. 

—Eleanor. - Musitó James. El moreno tuvo la intención de abalanzarse hacia ella y abrazarla, sin embargo, se contuvo al creer que no era lo correcto. 

—James. - La pelirroja trago en seco y escondió sus manos en la gabardina. —¿Qué... ¿Qué haces despierto tan temprano? 

—No pude dormir. - Y no mentía, estuvo casi toda la noche en vela, incluso tomó su capa y esperó fuera de oficina de Filch por horas, hasta que este se durmió y él pudo volver a recuperar su preciado mapa. Gracias a dicho invento de años atrás, se dio cuenta cuando la pelirroja ingresó al castillo. —Eleanor ¿Qué ocurrió? Desapareciste y Severus me dijo que habías vuelto a tu casa en la Hilandera. ¿Tus hermanos están bien? ¿Tu padre? 

—Agradezco tu preocupación. - Titubeó mientras trataba de encontrar palabras. —Y sí, afortunadamente mi familia está bien. 

—¿Y tú? 

La tejona aplanó sus labios en una línea, su mirada buscó de manera instantánea los ojos del contrario. Casi al instante sintió como todas sus armas y su autocontrol se fueron al carajo. 

Tuvo que tensar su propio cuerpo para seguir manteniendo la compostura en sí misma. 

—No. - Sé sincero.

Cómo odiaba a James en esos momentos, ella una experta mentirosa que se mostraba indiferente 24/7, era incapaz de ser deshonesta frente a él. 

El león sintió una opresión en su pecho, él podía ver cómo la joven estaba a punto de derrumbarse, pero aún así, trataba de fingir que todo se encontraba bien. 

Dio unos pasos hasta ella, y se detuvo una vez que estuvo frente a frente. —¿Qué sucedió? ¿Puedo ayudarte en algo? 

—La abuela Roberta murió. - Soltó de golpe. 

—¿Qué? - Los ojos del muchacho se abrieron ante la sorpresa. —Yo... no sabía que tenías abuela...

—Y no la tengo. - Negó. —Ella era mi vecina, la abuela de Baloo, el chico que te golpeó, aquel que le robó...

—El reloj a Sirius. - Completo al recordarlo.

—Sí, ella murió. - Explicó. —Roberta fue como mi mamá. - Eleanor rasco con incomodidad su propia nuca. —Así que fui al funeral, era lo menos que podía hacer. 

La mirada de James se empañó de pena, aplanó sus labios en una fina línea y pronto tomó a la pelirroja de la mano que tanto intentó ocultar. 

El gryffindor la jalo hasta él y la envolvió en sus brazos en un cálido y triste abrazo. —Lo siento mucho, Elly. 

Eleanor cerró sus ojos y se tragó aquel nudo que se formó en su garganta. Más tarde sus manos tocaron la espalda del muchacho y su rostro se escondió en su hombro. —Yo lo siento más. - A mitad de la frase su voz se rompió.

La pelirroja abrió sus ojos y sus manos rápidamente tomaron los brazos del muchacho y prácticamente lo arrojó de su lado.

—Perdón. - Se disculpó al tiempo en que trataba de esconder su rostro en su cabello. —Tengo que irme. - Y tras decir aquello, la joven se marchó de ahí corriendo.

°•°

El fin de semana llegó en un parpadeo, la pelirroja estaba comiendo de nueva cuenta en la mesa de las serpientes. 

Su tenedor se encestó en aquella berenjena y la llevó a su boca, disfrutó del sabor de aquella salsa agridulce hasta que sintió un jalón en su cabello.

—¡Auch! - Exclamó sin poder evitarlo. 

—¡Perdón! - Se disculpó Stella. La rubia le estaba haciendo una coleta de caballo al largo pelo cobrizo de su amiga. 

—¿No era más fácil dejarlo suelto? - Cuestionó Regulus. 

—¿Bromeas? El aire daña demasiado el cabello, sobre todo con la velocidad que toma Le Fay al volar. - Añadió Lucius hablando desde su experiencia. —Reynolds, no olvides los mechones del fleco. 

—¡Ya los tengo! 

—Escúchame bien, O'Malley, tienes que atrapar esa snitch dorada, de lo contrario te apuñalare en la cena. 

—¿Qué carajos...? Black, ni siquiera soy jugadora de tu casa. - Explicó en tono burlón ante el arranque de la rubia.

—Estás jugando contra gryffindor, es preferible que ganes tú a que ganen ellos. - Explicó con simpleza el pálido joven quien le mostró su plato vacío. —Así que gana, o nadie evitará que te apuñalen esta noche. 

—Oh, gracias... Creí que ya tenía suficiente presión con Diggory soplandome en la nuca 24/7.

—Hablando del Roma rey. - Silbo Stella una vez que terminó de ajustar su cabello. 

En ese momento apareció Amos como si hubiera sido invocado en un ritual satánico. —¡¿Se puede saber qué haces ahí...?!

—Comer Diggory, comer. - Le interrumpió. —Ya sé, ya voy. 

La cobriza le quitó el jugo de apio a Bartemius y le dio dos tragos hasta que su capitán la cargará sobre su hombro para llevársela al campo. 

—¡Buena suerte Norelea, te estaremos apoyando! 

—¡Más vale que ganes, aposté cincuenta galeones a tu nombre! - Gruño Regulus. 

—¡Te dije que apostaras por los dos! 

—¡Jamás apostaría por un Gryffindor!

La chica de cabellos escarlatas fue arrastrada de manera poco sutil hacia el campo de quidditch.

Estuvieron ahí casi una hora antes, donde todos sus compañeros tuvieron que aguantar el estrés de su capitán el cual insistió en repasar cada una de sus jugadas hablando en palabras clave que nadie entendía pero todos fingían comprender. 

Más tarde comenzaron las palabras de aliento y pronto el tiempo llegó para salir a dar lo mejor de cada uno allá afuera.

—Le Fay. - La pelirroja elevó la mirada mientras ajustaba sus gafas con la correa detrás de su cabeza. —¿Cómo te trata la escoba? 

—Creo que ya nos llevamos bien. - Musitó. —Mi Oakshaft 713 es perfecta. 

—Y muy costosa. - Silbo Bones mientras caminaba al campo. 

—Lo bueno es que ya te adaptaste a ella. - El muchacho tomó a la joven del hombro. —Eleanor, te he visto bastante distraída esta semana, no solo en los entrenamientos, en todo. - Añadió con un toque preocupado. —Yo te comprendo, entiendo tu situación, quiero que seas honesta conmigo y me digas si puedes salir allá fuera sin tener un accidente. 

—Amos, agradezco tu preocupación pero me siento bien. - Aseguró. —Me gusta volar y creo que me hace bien para distraerme, tú tranquilo que esa snitch es mía.

El castaño asintió y entonces comenzó a caminar hacia afuera. —Quiero que des el 1000%. 

—El 1000% será. 

Ambos muchachos se sonrieron antes de salir al campo. La muchacha llevaba en su mano su escoba. 

Cuando salió, lo primero que vio fue un cielo nublado, ni siquiera le sorprendió, estaba comenzando a hacer mucho frío ya que estaba por llegar el invierno. 

Ella caminó detrás de su capitán el cual se encontró con el capitán de los leones. Eleanor pudo admirar la interacción de ambos jóvenes. 

Cuando los capitanes se dieron la mano y la profesora Hooch les indico que se pusieran en posiciones, su mirada cruzó con la de James..

—Buena suerte, Elly. - El moreno le sonrió. 

—Buena suerte, Princeso. - La cobriza correspondió la sonrisa. 

°•°

Eleazar se encontraba en casa, acababa de llegar hace unas horas y ahora estaba revisando una de sus lecturas que tendría que entregar el próximo lunes. 

Aquel chico frunció el entrecejo cuando la luz de la ventana se nubló. Suspiro de mala gana antes de ponerse de pie e ir al interruptor de la sala.

Fue entonces cuando sus ojos verdes vieron los movimientos de dos de sus hermanos. 

—¿Ustedes a dónde chingados van? - Les cuestionó a los gemelos.

—¿A ti qué te importa? - Le respondieron a la misma voz, mostrándose a la defensiva. 

—A él no le importa, a mí sí. - Harrison apareció de la cocina, retirándose el mandil y dejándolo sobre la barra. —¿A quién le pidieron permiso para salir? 

—¡Ay por favor! Ahora resulta que tenemos que pedirte permiso, no mames Harrison. 

El hombre salió por completo de la cocina y se puso frente a la puerta. Harrison se cruzó de brazos y sus ojos azules brillaron con fiereza. 

—De hecho sí, porque ustedes dos tienen trece años. - explicó tranquilamente pero manteniendo un toque autoritario en su tenor. —No van a salir.

—¡Eso es injusto! 

—¡Siempre salimos...! 

—¡Los sábados! 

—Pues este sábado no. - Añadió con firmeza. —¿Qué no tienen tarea de álgebra? Su tutora ya me habló para informarme de sus calificaciones. 

—¡Esa mujer...! 

—¡Está en nuestra...! 

—¡Contra!

Harrison suspiró, en eso, sus dos mellizos bajaron corriendo las escaleras para llegar hasta la puerta. 

—Papá ¿Podemos ir a las canchas? 

—Hoy hay un partido de básquet. 

La mirada azulada del mayor miró a Erwin y Erick quienes después de no hablarse por semanas, habían hecho las paces. 

—¿A qué hora vuelven? 

—A las ocho. - Respondieron a la misma voz.

—Bien. - Harrison sacó un billete de su cartera. —Traen pan cuando vuelvan y comprense agua después del partido. 

—¡Sí papá! 

—¡Adiós! 

Elián y Elías se mostraron completamente indignados al mirar a su padre.

—¡¿Por qué...?!

—¡¿Ellos sí...?!

—¡¿Salieron?!

—En primera, porque me pidieron permiso, en segunda, porque no van reprobando la mitad de sus asignaturas y en tercera, porque fueron amables. - Explicó con simpleza. —A su cuarto, están castigados.

—¡Eres un insufrible! 

—¡Eres patético! 

Los dos chicos volvieron a subir mientras murmuraban maldiciones y hacían una rabieta. 

Cuando salieron de su vista, el mayor compartió una mirada con su primogénito y ambos soltaron una pequeña carcajada ante la situación. 

—Esos dos diablos. - Se quejó el mayor con una sonrisa en su rostro. 

—Que bueno que no los dejaste salir. - Eleazar comenzó a jugar con su bolígrafo. — Últimamente se están juntando mucho con la banda del Rottweiler, ya no tengo tanto tiempo para echarles el ojo debido a tanto puto libro. 

—Jamás imaginé verte así. - Señaló con honestidad. 

—Si te sirve de consuelo, yo tampoco imaginé verte recuperado, así que estamos a mano. 

Ambos se quedaron en silencio por un momento hasta que Harrison se animó a hablar. 

—¿Por qué medicina? - Pregunto lo que siempre tuvo en mente desde que comenzó la carrera. 

—Eleanor no podía ser la única mata sanos. - Sé sincero. —Ella sola no podría con tanto muerto de hambre que hay en la Hilandera. 

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de aquel hombre. Ahí se dio cuenta de que sus dos mellizos no eran tan diferentes como se esforzaban en hacerle creer al mundo. 

Eleazar desvió la mirada un avergonzado, pero fue entonces cuando su entrecejo se frunció ya que a través de la ventana, sus ojos pudieron ver pequeños copos de nieve comenzar a caer. 

—Está nevando. - Informó con voz trémula el muchacho. 

—Sí, dijeron en las noticias que la nieve se iba a adelantar está temporada, ¿Por qué? ¿Ocurre algo? 

—Solo... no me gusta la nieve. 

°•°

El partido se estaba extendiendo más de la cuenta, era muy difícil captar aquella maldita snitch cuando el cielo estaba más oscuro que nada. 

Los leones y los tejones no tenían prácticamente nada de diferencia en el marcador, lo cual hacía que la situación se pusiera más tensa. 

En las gradas se escuchaban tantos gritos de apoyo, pero estos incrementaron de manera drástica cuando la pelirroja y el rubio comenzaron a volar con la rapidez de un rayo cuando por fin pudieron ver aquella pelota dorada. 

—¡Mejor avientame una hermana, Longbottom! - Gritó Eleanor al sentirse atacada, definitivamente estaban haciendo lo posible por tirarla de la escoba. 

Pero ella no era la única, las bludgers se estaban mezclando ya que los Hufflepuff también estaban atacando a Johnson con todo el esmero posible. 

Y era lógico, después de cuatro horas de partido, está era la jugada decisiva para ganar o perder, pero nadie quería perder. 

—¡Sirius, Frank derriben a Eleanor! - Les gritó James desde su posición. —¡No se olviden de cubrir a Johnson! 

—¡Protejan a O'Malley a toda costa! ¡Al diablo el buscador de gryffindor! - El gritó de Amos resonó por el estadio. —Nosotros tenemos que seguir anotando ¡Cualquier diferencia es buena! 

—¡Lupin a tu posición! ¡Gemelos no dejen que los cazadores entren en campo! 

Una bludger chocó contra la escoba de la pelirroja quien inevitablemente colisionó con la escoba del buscador contrario, pero aún con eso, a pesar de la inestabilidad del vuelo, siguieron avanzando en dirección a la snitch. 

No la tenían fácil, ambos tenían la misma escoba y aparentemente el mismo peso, por lo que la velocidad era casi la misma, y solo podían rebasarse por momentos. 

Después de casi diez minutos siguiendo a ese destello dorado, Eleanor decidió soltar su escoba por completo para poder trepar en ella colocando las dos plantas de sus pies sobre ese palo de madera. De esta forma le sacó ventaja a su contrincante.

La cobriza dio un gran salto para evitar la bludger en su dirección, en consecuencia, aquella bola de acero se estrelló contra las costillas de Johnson derribandolo al instante. 

Por lo tanto, con una sonrisa arrogante y llena de triunfo, la bruja tomó con sutileza aquella endemoniada pelota con dos de sus dedos, dando así por finalizado el partido.  

El gritó del narrador nombrando a Hufflepuff como ganador resonó por todo el estadio. En las gradas los gritos de sus compañeros de casa no se hicieron esperar, mucho menos los potentes gritos de Narcissa, Pandora y Stella. 

La pelirroja surfeó en su escoba y comenzó a descender poco a poco hasta llegar a la altura del capitán de los leones y sus dos amigos. 

—Les dije que necesitarían de mucha suerte, para poder vencerme. - Se burló sin pena alguna. 

—¡Eres una Harpía! - Ladró Sirius con fastidio. 

—Y tu un mal goleador, debería de ves cuántas costillas le rompiste a tu amigo. 

—¡Argh! ¡Cuando me asegure de que está vivo volveré a pelear contigo! 

—Sí, sí, lo que digas. 

James suspiro mostrándose bastante molesto e irritado, de los cuatro partidos llevaba dos ganados, uno empatado y con este uno perdido. Esos números eran horribles. 

—Bien jugado, O'Malley. - Soltó de mala gana. 

—Si te sirve de consuelo, no lo hiciste nada mal, Potter. - Se burló de nueva cuenta antes de comenzar a volar en dirección a su equipo. 

Sin embargo, a mitad de cancha su escoba se detuvo y ella se paralizó. Sus ojos verdes se abrieron con horror cuando sintió algo extremadamente frío pinchar su cuello. 

Eleanor extendió la palma de su mano, pocos segundos más tarde, en su guante café aterrizó una pequeña bolita blanca. Era solamente un diminuto copo de nieve. 

Poco a poco comenzó a sentir más y más pinchazos helados en su cuerpo, sintiendo como su ropa comenzaba a humedecerse cuando el hielo se derretía a causa de su temperatura corporal. 

La joven sintió un vértigo enorme cuando elevó la vista y sus ojos verdes se fijaron en el cielo. La primera nevada se hizo presente sin aviso previo. Su mirada se desorbitó a causa del pánico que la invadió. Olvidándose que se encontraba en el aire, salto de su escoba en un ataque histérico, y entonces, todo se volvió absolutamente negro. 

—¡ELEANOR!









Con la novedad de que tenemos portada nueva.

La hice yo, y como se darán cuenta no soy la mejor en esto, pero honestamente me gustó el resultado.

Admiren esta belleza:


Un recordatorio, si gustan seguirme en instagram recuerden que me pueden encontrar como: @baezzeal , si gustan seguirme en tiktok para quedarse sin estabilidad emocional, soy: @baez_zealy , y si pueden seguirme en Wattpad ( o sea aquí ) se los agradecería muchísimo Baezzealy

Sin más que decir, nos leemos la próxima semana.

¡Los amo! ❤️

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