Escribir un guión es algo sumamente sencillo, una vez que tienes estructurado todos los puntos nodales, una vez que sabes el gancho, el punto medio, una vez que has ideado la catarsis perfecta... Una vez que tienes el viaje del héroe completo en tu cabeza.
Y sí eres como yo, sólo tienes la catarsis completa. Comienzas a redactar palabras sin sentido a la máxima velocidad que tus dedos te lo van permitiendo. Creando diálogos cortos, porque algo con tantos diálogos aburre, diálogos simples, nada explicativos porque los espectadores deducen todo desde el principio. Tienes que ser el personaje, aunque odies las clases de actuación en la universidad, tienes que pensar como el personaje, hablar, reír y sentir como el personaje.
Escribir un guión es fácil sólo si conoces el formato. Sólo sí sabes redactar en tercera persona y tiempo presente, sólo si puedes dominar el formato de testigo y no de narrador. Escribir un guión es sencillo, sólo sí eres yo y puedes hacerlo hasta con los ojos cerrados.
Ochenta y siete páginas en cuatro horas, tiempo récord.
Había pasado los últimos días rayando las esquinas de mis libretas, me había rayado la mano escribiendo ideas para no olvidarlas cuando tuviera frente a mí algún cuaderno. Ese guión era difícil, el más difícil que se me había ocurrido hasta ese momento, aunque la línea argumental era increíblemente sencilla, las acciones y la estructura era difícil.
No te proyectes, era todo lo que podía pensar mientras trataba de unir los detalles al ir trazando la personalidad de la protagonista. Era difícil lo proyectarse cuando estás escribiendo sobre una chica homosexual que tiene miedo de ser quién es, tiene miedo de admitir su preferencia sexual ante los demás, o cuando escribía sobre la otra chica de la que se enamoraba, aquella que había perdido a sus padres tiempo atrás. Tal vez mis padres estaban vivos, tal vez vivíamos en el mismo hogar, pero aún así... Ellos jamás estaban. Había peleado con Alejandro cuando tenía diez y once años, no le había vuelto a dirigir la palabra desde aquel día. Mi madre a penas si estaba en casa, ser la contadora de una importante dependencia gubernamental me la había arrebatado todos los días.
No te proyectes, regla número uno para escribir un guión.
Bueno, ese guión me estaba tomando más de lo esperado, era el segundo día y aún no tenía idea de cual iba a ser el trabajo de la protagonista. ¿Escritora, artista, fotógrafa? Había miles de opciones, miles de oficios. ¿En dónde se van a conocer? ¿Serán amigas de años, compañeras en la universidad, de trabajo? Si es fotógrafa puede ser modelo. Cliché, la fotógrafa que se acuesta con sus modelos... Aunque, eso me daría más con que jugar, tal vez puede ser que cansada de su vida, cansada del cliché se vaya.
Bueno, aún hacía falta mucho por solucionar.
Era una buena idea. Siempre había estado en contra de escribir sobre lesbianas sólo porque yo era una. Había muchas cosas sobre las cuales escribir. Muchas. Y escribir sobre lesbianas era algo que muy contadas veces iba a escribir en mi vida. No soy Xavier Dolan.
Deje caer mi bolígrafo bastante irritada por no saber la profesión de mi protagonista.
¿Por qué no soy J.L. Rowling y puedo maquinar tan hermosa historia? Es el mejor viaje del héroe que existe.
Era una noche más, sola en mi habitación, rodeada de hojas con ideas aleatorias, rodeada de sólo la voz de algunos de mis cantantes favoritos reproduciéndose en las bocinas de mi laptop.
No tenía muchos amigos en realidad, y los que tenía siempre tenían mejores cosas que hacer, recorrer bares de la ciudad y salir con sus parejas. Aunque esa noche tal vez habían logrado convencerme de asistir a una pequeña reunión en unas cuantas horas más.
Y yo, ahí tratando de decidir la profesión de aquella chica para así poder continuar con mi labor. Tal vez debería de ser abogada, algo simple y cotidiano como lo que le gusta a todo el mundo. Arquitecta no suena para nada mal. ¿Fotógrafa? Fotógrafa seguía siendo mi pensamiento recurrente, pero no quería un cliché, quería algo diferente como todo lo que había escrito hasta ese momento.
¿Por qué he decidido que quiero escribir?
¿Quién en su sano juicio podría leerme? ¿A quién podría gustarle algo de lo que escribo? Bueno, tal vez a nadie, tal vez sólo se queden en escritos para mi, en mi escape de mi vida. En las vidas que me gustaría haber tenido, en las mentes que tal vez son un millón de veces mejores que la mía. Sólo a mi sé me ocurre escribir.
Naomi se tiene que casar con Alejandro, para que Mariana se vaya lejos después de destruir la casita del árbol. Se van a divorciar, y Naomi va a vivir prácticamente e dentro la casita del árbol, hasta el día en que regresa Mariana... ¿Van a terminar juntas? ¿Y si Mariana regresa con una pareja? Se tienen que pelear en el jardín, si es frente a la pareja mejor, a Naomi le va a importar poco y terminara besando a Mariana, y ella va a sonreírle. Ahí termina. Nadie va a saber que sucede después. Bien, en eso tiene que terminar el guión.
Eran los pensamientos que había en mi interior mientras tomaba una ducha. El proceso era muy simple: Shampoo, enjabonar el cuerpo, acondicionador, depilación sólo en caso de ser necesario, cepillar dientes, otra vez enjabonar, otra vez acondicionador, otra vez cepillar los dientes. Me tomaba cerca de treinta y tres minutos realizar todo aquello, el tiempo perfecto para relajar mi cuerpo con agua fría (gracias al maldito calor que siempre azota la maldita ciudad) para olvidarme un poco de ella, un poco de sus mensajes, al menos mientras me duchaba, ya tenía los nombres de mis personajes.
Ya había pasado más de un mes desde que habíamos terminado nuestra relación, más de un mes desde que yo lo había decidido por el bien de mi salud mental. Porque sí dices querer a alguien jamás lo lástimas ¿No? Es una completa basura decir que alguien que te quiere te hará llorar, es una completa estupidez masoquista... La persona que te quiere, la persona que dice amarte, es quién más se va a esforzar por evitar esas lágrimas. Sí lo sabré yo. Que manera de joderle los sentimientos a alguien.
Sabía que había estado actuando de muy mala manera las últimas semanas, estaba dolida, estaba irritada, estaba herida.
Cerré la llave de la ducha justo en el mismo momento en el que mi celular comenzaba a vibrar sobre el lavamanos. Conteste rápidamente sin siquiera molestarme en ver el nombre en la pantalla... Aunque lo hubiese hecho, no hubiera sabido de quién se trataba, porque algunos meses atrás accidentalmente mi tennis había pisado la pantalla y la había dejado parcialmente dañada, no se veía la mitad. Sólo podía contestar llamadas y leer las últimas palabras de cada oración en los mensajes de texto. La economía en mi hogar jamás había sido mala, al contrario, pero decirle a mis padres lo de mi celular sólo sería muchos "Camila volvió a romper su celular." Por algunos meses. Suficiente había sido con el "Camila rompió otro plato" semanal.
"¿Hola?"
"Estoy a fuera."
Y joder. Jacob el impuntual había llegado una hora antes.
"¡¿Juralo?!" Grite mientras envolvía mi cuerpo con una de mis toallas "Voy saliendo de la ducha."
"Okay, tienes quince minutos, iré a comprar alcohol."
"Ugh ¿Beberán?"
Después de una adolescencia rebelde en la que había bebido con mis amigas del colegio hasta que nos tuvieron que llevar en una ocasión a emergencias a que nos hicieran un lavado de estómago, sí, evitaba beber.
"Te quedan catorce minutos."
"Bye."
No era difícil escoger algo que ponerme, toda mi ropa era similar, colores negros, grises y blancos era lo único que podía encontrarse en mi armario, y al menos veinte Jeans.
Jeans, camiseta blanca y un hermoso cardigan negro fueron los primeros en aparecer dentro del armario y antes de que pasarán tres minutos, ya estaba completamente vestida. ¿Quién inventó los cardigans?
Nunca había nadie en mi hogar, mis dos hermanas siempre estaban ocupadas, mamá y papá siempre trabajando, sólo estaba yo, y el nuevo perro que papá me había llevado, una molesta Chihuahua que cabía en la palma de mi mano ¿Cuándo iban a entender que yo sólo quiero un Schanuzer? Es la raza de perros más hermosa que hay en el mundo, y mis papás sólo tienen Chihuahuas.
Escuche mi celular vibrar una vez más, pero en lugar de contestar, salí de casa ya sabiendo que Jacob estaría esperándome.
Mi mejor amigo era el ser humano más alto que yo había conocido, 1.95 metros de altura comparado con el a penas 1.60 que yo siempre he medido. Sabíamos nuestra estatura porque algunos días atrás nos habíamos medido en una de las paredes de la escuela, y nadie debía de saber que nosotros habíamos rayado esa pared con la marca de nuestra estatura en ella.
"Hola Camila" me saludó él poniendo en marcha su camioneta deportiva "¿Lista?"
"No voy a beber." Anuncie convencida de ello "Sólo voy por la pasta..."
"Victoria va a llevar vino."
Joder. Aquellos chicos sabían como tenerme. Pasta y vino, aunque conociéndolos, sabría que la pasta sería aquella que Erick (El típico chico gay de cada salón que se cree el más inteligente y más a la moda de todos) hace, aquella que en realidad no termina por agradarme, no por completo.
Continuamos nuestro viaje hasta la playa de nuestra ciudad, hasta la casa de mi amiga Dinah, una pequeña cabaña frente al mar en la que sólo vivía con su madre, ventajas de ser hija única.
Seguro mis compañeros de clases ya estaban dentro de aquel lugar, seguro ya habían comenzado a comer la pasta de Erick y seguro ya estaban bebiendo un poco de vino.
"Muy bien mujer, vamos a divertirnos hoy." Dijo Jacob mientras sacaba debajo de su asiento un par de botellas de vodka.
Y oh mierda, si yo supiera lo que me esperaba a partir de ese momento, me habría quedado en casa a terminar de escribir ese guión.