Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

7 de mayo 1865.
Morgan, Minnesota.

Jonathan había avisado a su madre que llegarían cerca del mediodía y fue alrededor de esa hora que comenzaron a acercarse en un carro a la mansión de los Morgan.

Olivia traía a Marie en sus brazos, envuelta en unas mantas y con un vestido de color pastel y un bonnet pequeño en su cabeza, venía atenta a todo su entorno desde la ventana del carro y cuando Olivia intentaba girarla para que no se torciera en sus brazos, Marie volvía a echar la cabeza hacia atrás con una mano en su boca y miraba hacia el paisaje.

Jonathan tomó la mano de Olivia en busca de consuelo y no dijo nada.

No había hablado mucho en todo el viaje y Olivia no esperaba distinto cuando cada minuto que pasaba lo acercaba más y más a presenciar la tumba de su hermano y hermana. Él nunca había visitado a Elizabeth en el cementerio, al principio no había tenido tiempo y luego una vez consiguió el tiempo, visitarla volvería su muerte una realidad y Jonathan nunca había querido enfrentar ese momento. Sucedía lo mismo ahora con Nolan y aunque seguía sin querer ir al cementerio por miedo, le reconfortaba saber que Olivia estaría a su lado.

Cuando el carro se detuvo frente a la casa, uno de los empleados de su madre le abrió la puerta y Jonathan descendió para sentir el cuerpo de Dalia impactar contra el suyo mucho antes de que pudiera terminar de acomodarse el traje. No pudo rechazar el calor de sus brazos, así que la apretó contra su pecho y acarició su cabello recogido en un elaborado peinado, comenzando a sentir como ella sollozaba en su hombro.

—Viniste —susurró débilmente—. Esta vez sí viniste.

Jonathan miró sobre su hombro hacia Olivia y la encontró asintiendo para incentivarlo a que estuviera con su madre, así que sin dejar de abrazarla caminó con ella hacia la casa hasta llegar al salón y poder sentarse a su lado en el sofá.

Dalia estaba vestida de negro desde que se había enterado que su hijo había muerto y probablemente continuara de esa forma por el próximo año o dos. Olivia comprendía el sentimiento pues se había sentido desbastada y desolada tras la muerte de Luke y su aborto espontaneo, recordaba haber vestido de negro por casi tres años durante la guerra e incluso cuando había tomado la difícil decisión de salir del luto, no había vuelto inmediatamente a los colores brillantes; en plena guerra y con tanta muerte a su alrededor, había optado por permanecer con tonos sobrios.

Jonathan retiró el pañuelo de su traje y se lo entregó a su madre.

—Tu hermano luchó muy bien, hijo, muy, muy bien...Me duele tanto que esto le sucediera...

—¿Cómo murió?

—Un disparo en la cabeza —explicó y se limpió los ojos con el pañuelo—. Según me dijeron fue una muerte rápida y no sintió dolor, pero...Me duele tanto que ya no esté con nosotros.

Dalia se recostó contra el pecho de su hijo y lloró en sus brazos por otros minutos, mientras Olivia permanecía en el recibidor con Marie, enseñándole el entorno e intentando darles un momento de privacidad.

Marie nunca había visto tantas cosas brillantes en una casa, así que indudablemente estaba emocionada e interesada por tocarlo todo, completamente ajena a su padre llorando en la habitación de al lado con su madre en brazos.

Detuvo a Marie de meterse unas flores en la boca y miró sobre su hombro cuando escuchó el llanto de ambos proveniente del salón. Se sentía bastante inútil al no poder asistirlos de alguna forma.

—Él te quería mucho, Jonathan, sé que tus últimos años con él no fueron lo mejor, pero Nolan te amaba profundamente... —. Jonathan apretó los labios para no quebrarse por completo y asintió en silencio—. Por favor, hijo, debes cuidarte, ya he perdido a dos de mis niños, no soportaría perderte a ti también.

—Descuida, madre, no tengo permitido morirme, Olivia me mataría si lo hiciera.

Dalia se rio, por primera vez en lo que se había sentido como una eternidad de angustia y limpió sus lágrimas, comenzando a recomponerse al pensar en Olivia y que había ignorado a la pobre mujer.

Se acomodó al borde del sofá y cuando escuchó los balbuceos de Marie sus ojos brillaron de emoción y fue en su búsqueda.

—Oh, dulce Señor ¿es esta mi bella nieta?

—Así es...Mira, Marie, es la abuela —. Olivia sujetó a Marie sentada en sus brazos y esta miró hacia Dalia con sus enormes ojos grises llenos de asombro y confusión y continuó babeando su mano y todo su mentón—. Está cortando los primeros dientes así que está un poco más enojona de lo normal.

—Aww, ¿te están saliendo los dientitos, preciosa? Oh, Jonathan, es igual a ti —. Olivia sonrió orgullosa y arrogante al dirigir una mirada a Jonathan recalcando que había estado en lo cierto—. Mira estos cachetes regordetes que tienes, preciosa.

Marie vio que Jonathan venía desde el salón (ya más calmado) y su confusión e inseguridad desapareció y comenzó a gritar y saltar en brazos de su madre para que su padre la cargara. Jonathan la tomó en sus brazos y la acercó a Dalia para que se familiarizara con su abuela.

—Por lo que veo tienes adoración con tu padre.

—Es una garrapata —aseguró Olivia con una sonrisa y abrazó a Dalia para darle su consuelo—. Lo ve llegar y si pudiera saldría corriendo atrás de él.

—Nunca pensé que viviría para ver a mi muchacho en este rol de padre.

—Madre, por favor...

—¿Qué? Solo digo, se te da muy bien, cielo.

Olivia la apoyó con su enorme sonrisa y luego camino con Dalia hacia el salón y le hizo compañía, presentó sus respetos y condolencias y charló con ella sobre los últimos años. Al igual que mucha gente, Dalia se había enterado de que Olivia había ido a la guerra, pero afortunadamente el rumor de lo sucedido con Jian no había llegado tan lejos dentro del estado.

—No puedo creer que fueras a la guerra tu solita, querida.

—Era necesario, mi instinto me decía que debía estar con Jona.

Dalia sonrió de oreja a oreja y miró sobre su hombro hacia su hijo quien venía detrás de ella con Marie en brazos.

—¿Y para cuando el próximo bebé?

Jonathan y Olivia se miraron y cuando Jonathan se acercó y apoyó una mano en el vientre de Olivia, Dalia contuvo sus ganas de gritar emocionada y aquella noticia le alegró demasiado su vida. Después de tantas tragedias, saber que tendría otro nieto le emocionaba como ninguna otra cosa.

—¿De cuánto estás? Ni siquiera se te nota.

—Aun no estamos seguros de que este embarazada, pero he estado con algunas náuseas y no me ha bajado este mes —. Dalia apartó a Jonathan para que no escuchara aquellos detalles íntimos de mujeres—. Supongo que si estoy embarazada estaré de dos o tres semanas.

—Ay, que alegría me dan. Yo sabía que ustedes dos tendrían muchos hijos, yo sabía.

Estuvieron acompañando a Dalia durante el almuerzo y luego otro rato por la tarde, en el cual Marie aceptó que Dalia la cargara y se quedó tranquila en sus brazos. Jonathan comenzó a insistir en marcharse horas antes de que oscureciera porque todavía tenían dos paradas por hacer y él no quería cruzarse con su padre cuando este llegara de sus reuniones y viajes.

—Deberías visitarnos algún día, Dalia —ofreció Olivia cuando se encaminaron a la salida—. Nos haría muy feliz tenerte en la casa por unos días y que conozcas a los amigos de Jona.

—Por supuesto, cielo, veré si puedo organizar un viaje para las próximas navidades ¿sí?

Asintió, se despidió con dos besos en las mejillas y dejó que Dalia se despidiera de Marie para esperar por Jonathan en el carro.

El carro los llevó hasta el cementerio en cuestión de unos minutos y con el sol todavía brillando e iluminando el paisaje. Estaba tranquilo, el día era un poco gris pero no había llovido y aunque no hiciera calor tampoco tenían frío. Jonathan la ayudó a bajar del carro y ella lo siguió con Marie en brazos, quien otra vez lo miraba absolutamente todo con sus ojos bien abiertos. Le encantaban los ojos de Marie, idénticos a los de su padre.

Caminó junto a Jonathan, sintiendo su mano en su espalda baja, como si él quisiera permanecer cerca para sujetarla en caso de que tropezara caminando por la tierra y el terreno irregular del cementerio.

Había algunas lápidas y estatuas de piedra marcando el lugar donde se enterraban a los fallecidos y en los últimos años la cantidad de lápidas de soldados muertos durante la guerra habían aumentado.

Cuando Jonathan encontró la de su hermano, se detuvo en seco y sus ojos volaron hacia la lápida a su lado; Elizabeth Morgan. 1839-1856. En nuestros corazones siempre vivirá tu recuerdo y en tu memoria el sonido de tu risa. Jonathan se quitó el sombrero permaneciendo de pie entre las dos tumbas de sus hermanos y Olivia se quedó no muy lejos, permitiéndole su espacio.

Jonathan maldijo para sus adentros y cuando rompió en llanto, se acuclilló entre las dos tumbas y ocultó su rostro en sus manos.

Se limpió las mejillas, soltando un juramento atrás del otro por encontrarse llorando y cuando sintió la mano de Olivia en su hombro, su primera reacción fue sobresaltarse. Suspiró, se relajó y apoyó su mano sobre la suya.

Ya hacían nueve años desde que Elizabeth había muerto y era la primera vez que él visitaba su tumba o se permitía llorar por ella y el dolor crecía al saber que también lloraba por su hermano.

—¿Eran muy unidos? ¿Tú y Elizabeth?

Asintió y se impulsó para ponerse de pie.

—Era de las personas más dulces que podría existir —contó y se acercó a la lápida para sacudirle la tierra—. Rara vez se enojaba, aunque se desataba un huracán cuando lo hacía...Solíamos pasar todos nuestros días juntos, ella leyendo y yo...metiéndome en problemas que luego ella me ayudaba a resolver...

Cuando él se rio con los recuerdos, Olivia lo acompañó.

—¿Cómo era?

—Mmm, la última vez que la vi era casi tan alta como tú y tenía estos hermosos rulos dorados que siempre recogía con elaboradas trenzas y enormes ojos verdes. Era una mujer muy elegante y de esas que podían echarse a llorar si se le ensuciaba un vestido, también era muy inteligente...A veces desearía no haberme marchado para poder haber interferido en su boda.

—¿Se casó joven?

—A los dieciséis, cumplió diecisiete a los meses y luego murió dando a luz —. Había cierta ausencia en su mirada mientras describía los hechos y apretaba sus puños—. Nunca conocí a su marido o su hijo, pero tengo entendido que el hombre volvió a casarse y el niño murió a los cinco años de tuberculosis...o eso me comentó mi madre.

Un escalofrío la recorrió de solo imaginarlo, le aterraba pensar que algo como eso pudiera sucederles a sus hijos y por ese motivo intentaba ser muy cuidadosa con el entorno en el que los criaba, manteniéndolo tan limpio y organizado como fuera posible e incluyendo estrictas reglas de higiene para todos en la propiedad.

—¿El hombre sigue vivó?

—No lo sé, pero dos de sus hijos también murieron y su segunda esposa. Sucede muy seguido por aquí —explicó y cargó a Marie para sentirse reconfortado con su compañía—. Hay muchos riesgos y enfermedades y la gente no sabe todo lo que tú sabes...Así que tampoco saben cómo protegerse...Nolan...Nolan y yo no eramos tan cercanos desde que me marché, pero aun así le tenía aprecio, simplemente lamento no habérselo dicho a tiempo.

—Él lo sabía, Jona —le aseguró y se recostó contra su hombro—. Sé que él lo sabía.

Era difícil saber que era el último heredero de la familia Morgan con vida, sus primos y tíos estaban muertos y pronto también lo estaría su padre, cuya salud se deteriorara y aunque fuera bueno saber que obtendría toda aquella fortuna; Jonathan no la quería. Jonathan no quería nada que fuera de su padre y prefería recuperar a sus hermanos, aunque supiera que era imposible.

Se marcharon y de camino a la estación de tren, Olivia insistió en pasar a saludar a Cate Joseph o Cate Morgan como se llamaba desde que se había casado con Nolan. Ahora Cate era viuda y pronto también estaría en la ruina.

Cuando llegaron a la casa, Jonathan se negó a ingresar y prefirió que entablaran una conversación rápida y sencilla en la entrada, presentaron sus respetos y disculpas y cuando Jonathan se disponía a marcharse, Olivia permaneció hablando con Cate.

Cate era una mujer joven y elegante, era más baja que Jonathan u Olivia y también más curvilínea, pero la gran mayoría de las mujeres lo eran en esas épocas y la delgadez no era exactamente un atractivo, sino un símbolo de pobreza, motivo por el cual muchos hombres no consideraban a Olivia atractiva, a pesar de que Jonathan no los entendiera, pues ver a Olivia era caer directo en las puertas del pecado y querer hacer mil y una cosa prohibida por la iglesia con ella. Cate tenía su cabello negro largo (recogido) y unos profundos ojos celestes y tenía un hijo de ya unos ocho años al que Jonathan apenas conocía.

—¿Cómo has estado? Imagino lo difícil que debe ser para ti, Cate.

—Intento apañármelas, pero no es fácil...Sin Nolan todo es muy tranquilo y complicado —. Miró sobre su hombro hacia su hijo que la miraba desde la casa y suspiró—. He tenido que pagar sus deudas y no me ha sobrado mucho dinero.

—¿Deudas? —inquirió Jonathan regresándose desde el carro—. ¿Qué deudas? ¿Dónde está el dinero?

Cate señaló hacia el interior de la casa y Jonathan la siguió para que se lo entregara. Se sentó en una mesa a contarlo en lo que Olivia y Cate lo miraban y después de un momento, suspiró y se frotó el rostro.

—Genial, Cate, conseguiste que te robaran. Joder... —. Jonathan guardó el dinero en la bolsa y se puso de pie—. Mi hermano no tenía deudas mayores a mil dólares.

—Pero el señor dijo...

—Te mintió, los hombres mienten y tu le creíste.

—Lo siento, Jonathan, pero no es mi culpa no saber cómo manejar el dinero. Nolan acostumbraba a hacer eso —. Olivia la abrazó para intentar consolarla—. Lo siento.

—Shh, está bien, Jonathan simplemente está algo estresado, pero no te angusties ¿sí? ¿Qué tal si tú y tu niño vienen con nosotros? Tenemos una granja y aunque no es tan lujosa como este lugar y tendrás que trabajar, al menos no estarás sola.

—¿Me dejarían ir con ustedes?

Olivia asintió y le sonrió para reconfortarla.

Cate suspiro de alivio y dirigió una mirada a Jonathan antes de tomar la mano de su hijo para ir a empacar. Cuando Olivia se giró hacia Jonathan con Marie en sus brazos, lo encontró mirándola serio y enojado, lo conocía como a la palma de su mano en esos momentos y sabía perfectamente que le diría a continuación;

—No qui...

—Que Cate venga con nosotros porque es más dinero que gastar y más bocas para alimentar, lo sé —. Jonathan cerró su boca y apartó la mirada—. Pero no soy tonta, cariño, ahora tú puedes conservar el dinero de tu hermano.

—¿Por eso la has invitado?

Cuando ella asintió, asegurándose de que Cate no estuviera cerca para escucharlo, Jonathan sonrió de oreja a oreja y le sujetó el rostro para besarla. Seguía sorprendiéndose de la astucia de su mujer cada día y probablemente continuaría sorprendiéndose por el resto de su vida.

—Guarda bien ese dinero, vamos a necesitarlo.

Asintió y se guardó la bolsa en su chaqueta y tomó a Marie en sus brazos. 

10 de mayo 1865.
White Oak Lands, Minnesota.

Olivia había ubicado a Cate y su hijo Timmy en la casa con Susan, tenían espacio suficiente para los tres y al menos de esa forma Cate podía ayudar a Susan con las tareas que eran demasiado pesadas para que la señora las hiciera solas. Susan no había tenido problema y había aceptado a Cate con los brazos abiertos, la emoción de tener a otro niño en la casa y una nueva excusa para hacer pasteles de crema.

Esa mañana lloviznaba y el cielo estaba gris, pero, aun así, después del desayuno, Jonathan agarró su sombrero y su abrigo y se dirigió hacia el establo para llevarse su caballo hasta Caledonia. Planeaba conseguir un empleo así tuviera que terminar llamando a la puerta del viejo Parrish para unirse a él en la construcción.

Había intentado en Spring Grove y La Crosse, pero ya los rumores sobre Jian eran demasiado fuertes por esas zonas y nadie quiera relacionarse con el asunto, la única persona que Jonathan sabía podía ignorar los rumores era el viejo Parrish, a quién poco le importaba lo que la gente pensara siempre y cuando le pagaran, pero Jonathan no quería acabar en la construcción y por eso planeaba dejarla como su última opción.

Besó a Olivia antes de marcharse y a su hija Marie y de camino a la salida se detuvo junto a Chester para dejarlo a cargo. De momento él era y siempre sería el hombre en el que más confiaba cuando se trataba de su familia, había cuidado de su granja durante cuatro años y también de sus hijos y de Olivia durante los últimos meses. Estaba en deuda con él por todo el trabajo dudo que ponía cada día en la granja y Chester se sentía en deuda con Jonathan por haberle salvado la vida, así que tenían un intercambio constante de gratitud.

Estaba saliendo de su propiedad, ya bastante alejado de la casa, e integrándose en el camino hacia Caledonia, cuando otro caballo comenzó a andar a su lado y lo hizo apretar las riendas en desconfianza.

—Señor Morgan...

—Creo que fui bastante claro con usted el otro día, señor Westley.

El hombre tragó saliva con fuerza y se rio.

Montaba a su lado bajo la llovizna, con su elegante sombrero y un traje que no estaba diseñado para mojarse si una tormenta se desataba.

—Esperaba que hubiera recapacitado —. Jonathan alzó una ceja y se rio—. Se lo digo en serio, señor, puedo ofrecerle el dinero que usted quiera.

—¿El que yo quiera? Bueno, deme veinte millones de dólares y la tierra es suya, incluso le dejaré la casa como regalo.

Sheridan balbuceó sin saber que responderle y optó por reírse para descartarlo como broma.

—Me agrada un hombre con sentido del humor. Le daré veinte mil dólares, señor ¿Qué dice?

—Uh, no puede esperar que bajando la oferta de veinte millones de dólares a veinte mil yo le acepte ¿o sí? —. Chasqueó la lengua y comenzó a negar—. Me quedaré con mi propiedad, señor Westley y usted se alejará de mi vista.

—Pero señor Morgan...

—Quisiera viajar solo.

Sheridan lo miró al notar que su voz comenzaba a volverse más tensa y terminó suspirando y regresándose por el camino hacia la ciudad.

Jonathan seguía cada vez más intrigado con los sucesos entorno a él, primero el banco y ahora Sheridan y no solo eso, sino que de doscientos dólares la oferta había aumentado a unos considerables veinte mil dólares, estaba tentado a aceptarlo para asegurar la economía de su familia, pero serían muchos gastos los que tendrían buscando una nueva casa y ya todos estaban instalados, además con los trece mil dólares que tenía guardados más los veinte mil dólares de Cate, su familia tenía suficiente dinero para vivir por un buen tiempo sin que él trabajara.

De todas formas, quería conseguirse un trabajo.

Llegó a Caledonia, dejó su caballo descansando y entró en la tienda general para preguntar. El hombre era Flanagan Madison, un señor relativamente mayor que no había luchado en la guerra por su problema en los huesos y que dirigía la tienda, pero planeaba retirarse en cuanto su hijo fuera lo suficientemente mayor como para hacerse cargo por sí solo. Como Jonathan había esperado, Caledonia no estaba enterada de los rumores entorno a Jian y, por lo tanto, pidió por trabajo, Flanagan Madison lo saludó y le explicó lo que debía hacer y ese mismo día comenzó su primer turno.

Era relativamente fácil conseguir empleo en el siglo diecinueve; no había papeleos, no había necesidad de educación alguna y se podía mentir de ser necesario. Fingir ser un abogado o un doctor, incluso fingir ser un sheriff. Desafortunadamente era tan fácil que muchas veces todos los empleos estaban tomados o pagaban muy poco. Él ganaría ocho centavos por hora, lo que significaba cero con ocho las diez horas y cuatro dólares con ochenta la semana...Era menos de lo que Olivia hacía vendiendo sus mermeladas en la granja.

Pasó su día ordenando la tienda como Flanagan Madison le indicaba y asistiendo a los que venían a comprar en un intento por familiarizarse con la caja registradora y los precios. Era un trabajo que le aburría y una rutina que lo deprimía, pero no podía darse el privilegio de quejarse así que lo hizo como correspondía, viendo en sus momentos libres como una tormenta se desataba afuera de la tienda.

Se mojó de pies a cabeza en su regreso a casa y desafortunadamente también se mojó su sombrero.

—Ay, cariño...Deja te preparo el baño.

—Primero pon mi sombrero cerca del fuego —pidió una vez entró en la casa y Olivia lo recibió—. No quiero que se arruine con el agua.

Ella asintió y se llevó el sombrero al salón, volvió con una toalla para cubrirlo y lo hizo esperar sentado en la habitación de baño junto al fuego en lo que le llenaba la tina con agua caliente.

—Asumo por tu retraso que conseguiste trabajo —. Asintió y comenzó a quitarse la ropa. Ella cerró la puerta—. ¿En qué trabajaras?

—En la tienda general. Saldré a las seis así que seguro vuelva a casa para la cena.

—¿Y te gustó? —. Alzó los hombros sin una respuesta y entró en el agua con ella sentándose en un banco a su lado—. Supongo que no te ha gustado mucho. ¿Qué te gustaría hacer? ¿A qué quieres dedicarte?

—No lo sé...Nunca antes en mi vida tuve que plantearme que hacer o a que dedicarme —. Cerró los ojos cuando sus suaves manos comenzaron a acariciarle los hombros y aunque le mojara un poco la falda, no se contuvo de recostar su cabeza contra su pierna—. Toda mi vida he sido un criminal y luego un General, pero yo no elegí ninguna de las cosas...Simplemente sucedió...Y ahora que puedo elegir, no sé...No sé qué hacer.

—Es todo un dilema, lo sé, también me costó elegir mi carrera. Primero fui a medicina y luego me pasé a la química y cuando eso me aburrió estuve en el periodismo y un montón de otras cosas hasta que me decidí por la psicología.

—¿Y cómo supiste que querías hacer eso?

—Uhm, no estoy segura. Desearía tener una clave mágica, pero un día desperté y tan solo lo supe; quería ayudar a la gente con sus problemas, así que busque la universidad más cercana y con la ayuda de mi hermano pude pagarme el primer año y comenzar a estudiar.

—Aquí no tenemos tantas Universidades y las que hay...No puedo darme el privilegio de ir a una —. Suspiró y se quedó acostado contra su rodilla dejando que le acariciara el cabello húmedo y lo revisara. Olivia entraba en esa manía de revisarle la cabeza cada vez que él se recostaba sobre sus piernas—. Tampoco puedo ser muy selectivo con los trabajos, he tenido suerte de que Flanagan Madison no supiera de los rumores o no me habría aceptado.

—¿Y sí se entera?

—Eso mismo, nena... ¿Y sí se entera? Dudo que no me despida, como yo puede contratar a otros cientos de hombres —. Se frotó el rostro con sus manos mojadas y Olivia le acarició la nuca mientras él se ocultaba en sus rodillas que asomaban por sobre el agua—. Debemos tener alternativas, pero tampoco hay muchas opciones.

—No te estreses, mi amor, estamos bien ¿sí? Y yo podría buscar un trabajo —. Jonathan comenzó a negar antes de que ella terminará de dar su idea—. ¿Por qué no quieres que trabaje?

—Porque no quiero que te estreses. El trabajo aquí no es como en tu tiempo, Olivia y lo sabes. Te trataran mal, te pagaran mal y te harán trabajar hasta que te duelan los huesos y ya tienes suficiente con los niños y ahora embarazada...—. Continuó negando—. Deja que yo trabaje ¿sí?

—Pero no quiero que tú te estreses. ¿No podrías dedicarte a la granja?

—Podríamos, pero aún faltan metros y metros de tierra para cultivar y nos tomará al menos otro año conseguirlo, no puedo dejar todo un año sin recibir ingresos.

—Pero tienes como treinta mil dólares.

—Y debemos ahorrarlo en caso de emergencias...Últimamente los precios están comenzando a subir y planeo enviar a Eli a la Universidad para que tenga un mejor futuro —. Olivia sonrió al ver la preocupación en sus ojos y se inclinó para unir sus frentes y besarlo—. Están creciendo muy rápido, nena.

—Lo sé y yo me estoy poniendo vieja.

—No digas tonterías, por favor —. La besó y sujetó su rostro dejándole las mejillas húmedas—. Los años no pasan en ti.

—Tú sí sabes cómo hacer feliz a una mujer ¿eh?

Él se rio y ella lo ayudó a enjabonarse y continuó revisándole el cabello antes de que se saliera del agua y buscara algo para ocuparse, haciendo imposible que pudiera revisarlo.

—Sheridan Westley me visitó otra vez esta mañana —comentó.

—¿El hombre que quería comprar la granja? ¿Qué te ha dicho?

—Insistió otra vez y me ofreció veinte mil dólares.

Olivia bajó del banco y se arrodilló junto a él mirándolo impresionada y con sus manos apretando con fuerza el borde de la bañera.

—¿Veinte mil dólares? Eso es mucho dinero, cariño.

—¿Querías que lo aceptara?

—No, claro que no, pero... ¿Por qué un hombre ofrecería tanto por un par de tierras?

—Es lo que he estado pensando.

Todo el día le había dado vueltas a la situación mientras estaba en el trabajo y su conclusión era única y debía ser la correcta.

Salió del agua y Olivia le alcanzó una toalla para que pudiera secarse y esperó sentada en el banquillo mientras él le explicaba sus pensamientos y se vestía.

—Hay pocos motivos por los cuales un hombre pagaría tanto por unas tierras y me he dado cuenta que yo no he explorado hacia el este de la propiedad. Tenemos varios metros cruzando el río y no he ido a ver que hay —. Se abrochó el pantalón en las caderas y después de secarse el pelo, dejó la toalla en un banco y se acercó a Olivia—. Tal vez haya oro o aceites...Algún mineral costoso.

—Y ellos quieren tu propiedad para poder trabajar en ella...Oh, Jona, eso tiene mucho sentido y si estás en lo cierto, entonces nos podríamos hacer ricos.

—Y por eso no venderé la granja e iré a explorar la propiedad el próximo domingo.

—Puedo acompañarte.

—No —. Le dio un beso y comenzó a abrocharse la camisa—. Tu irás a misa con los niños.

—¿Disculpa? No, ni lo sueñes...Jonathan, no soy creyente.

—Y no debes serlo, nadie sabrá —. Se colocó el chaleco y abrió la puerta del baño para salir—. Pero tenemos suficientes manchas en nuestra reputación; Jian, que todos seamos un montón de ex criminales y sí la gente nota que esta familia nunca pisa la iglesia...Nos arruinarán por ser ateos. Así que no me importa si no crees, fingirás que sí e irás a misa con los niños.

Eli y Adrian levantaron sus cabezas de sus dibujos y sus pensamientos quedaron reflejados en sus miradas de horror al escucharlo. Ninguno quería ir a la iglesia, especialmente no un domingo, que era el único día en el que podían dormir hasta cerca del mediodía y eso a Adrian le gustaba, pues se acostaba tarde por quedarse leyendo. De nada le sirvió comenzar a razonar con su padre, pues Jonathan no lo escuchó.

—¿Por qué no puede ir sola con Marie?

—Porque yo lo digo.

—Ese no es un argumento válido —protestó y Jonathan frunció el ceño—. ¿Qué? Mamá tiene un libro sobre la mente y ahí lo dice...

—¿Estuviste revisando mis libros otra vez?

—¡No es mi culpa! —aseguró mirando sobre su hombro hacia Olivia—. Papá no me quiere comprar otra novela (lo cual le pedí hace ya un siglo) y me aburro mucho en las noches.

—Si durmieras, no te aburrirías —aseguró Eli y se metió un trozo de pan en la boca.

Jonathan lo apoyó.

—Pero no me da sueño, además eso no viene al caso. El punto de esta discusión; es que no quiero ir a misa y mamá puede ir con Marie y Eli.

—Ey, yo tampoco quiero ir, que vaya sola con Marie.

—Listo, ninguno de los dos quiere ir.

—Ninguno de los cuatro —concluyó Olivia y les dejó los platos con comida en frente.

—Es unánime, perfecto, padre, no iremos.

Jonathan aceptó su plato, le agradeció a su esposa y luego enfrentó la mirada de Adrian.

—Van a ir a misa y se acabó la discusión, Adrian —. Su voz permaneció calmada al hablarle y comenzó a comer en lo que Adrian continuaba protestando—. No me importa si no quieren ir, acompañaran a su madre y se portaran bien.

—Pero ella puede ir sola.

—¿Y sí la atacan en el camino? ¿Uhm? ¿Quién la protegerá? —. Adrian se hundió un poco en su silla y Eli dejó de masticar para mirar a su padre—. Deben estar ustedes dos para protegerla y proteger a su hermana, ya tienen edad para hacerlo. Especialmente tú, Eli.

Este asintió en cuanto el dedo de su padre apuntó en su dirección y continuó comiendo en silencio, sin volver a quejarse ante la idea de ir a la iglesia. Adrian se lo pensó por unos minutos hasta que decidió que iría solo para cuidar de su madre y su hermana, aunque no tuviera ganas de ir a misa. 

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