Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

Siete meses después.
12 de abril 1865.

Olivia había conseguido recuperar el control de su casa y la rutina.

Era una alegría para todos volver a tenerla en la familia y aunque todos seguían guardándose cientos de preguntas que esperaban poder hacerle en algún momento, Olivia no estaba aclarando demasiadas cosas con sus palabras. Todos sabían que era del futuro, pero lo que aquello significaba aun no tenían idea y al parecer hasta que Olivia no quitara su preocupación respecto a Jonathan de su cabeza, no se enfocaría en nada más. Y todos habían respetado su decisión. Cuatro años sin verla y guardándose todas aquellas preguntas, no hacían muy difícil aguantarse otros siete meses y los siete meses se habían consumido rápido.

Olivia terminó de vestir a Marie y la envolvió en una gruesa manta de lana que le había hecho para el invierno y así protegerla del frío, la acostó en la cesta donde tenía su agradable colchón y podía dormir otro rato mientras ella preparaba el desayuno en la cocina y se la llevó con ella.

Ya estaba más grande y fuerte y comenzaba a ser un peligro andante. Se arrastraba por el suelo si la dejaba tranquila, aunque fuera tan solo un segundo y cualquier cosa que sus manos alcanzaran se las llevaba a la boca. Además, comenzaba a cortar los primeros dientes de leche y sus berrinches al respecto podían generar dolores de cabeza.

Dejó a Marie con Lisie en la cocina y volvió por las escaleras para despertar a sus bellos niños. Eli ya se había vestido y estaba tendiendo su cama cuando entró en la habitación, Jian estaba terminando de vestir a su hijo y cuando entró en el cuarto de Adrian lo encontró completamente dormido, con la cabeza colgando hacia el piso y las piernas contra la pared, la boca abierta y roncando, con la manta enredada en su cintura y la colcha en el suelo.

—Mi amor, se te irá toda la sangre para la cabeza.

Adrian se sentó de golpe y se agarró la frente cuando comenzó a marearse.

—Ou, ya lo confirmé —. La miró, frotándose los ojos y luego miró hacia la ventana—. ¿Ya amaneció? Pero apenas dormí nada.

—Eso te pasa por acostarte tarde —rezongó y levanto las mantas del suelo.

—Estaba leyendo, madre, tu fomentas mi lectura y quería terminar el último libro que papá me envío antes de que vuelva —. Bajó rápidamente de la cama, completamente descalzo y con su pijama se acercó a su escritorio—. ¿Lo has leído? Es uno de los favoritos de papá, aunque no entiendo mucho de lo que dice.

—La letra escarlata —supuso era y lo confirmó cuando Adrian le extendió el libro—. Realmente no es una lectura para un niño de tu edad.

—Ya me di cuenta, no entendí nada —. Se estiró, bostezando y abrió la ventana para ventilar su cuarto—. ¿Qué haremos hoy?

—Tu irás con tu hermano esta tarde.

—¿Qué? Pero no quiero ir con él...Me aburro, madre, por favor.

—Sin berrinches, Adrian...Debes ir con los hombres, por más que me encante tenerte a mi lado para cocinar juntos, tu padre difiere —. Le pellizcó la mejilla y sonrió—. No te aflijas ¿sí? Ensuciarse un poco las manos no es feo.

—No, es horrible...Preferiría ahogarme en el pozo.

—No seas dramático, Adrian.

—¡Pero huele feo! ¡Y...Y es sucio! Luego tendré que bañarme porque yo no puedo quedarme sucio toda la semana y oliendo como Eli —. Comenzó a vestirse bufando y se cruzó de brazos—. Además, hay popo de vaca...y no me gustan las vacas, son raras.

—Deja de quejarte tanto y limpia este cuarto antes de bajar a desayunar —. Se detuvo antes de dejar la habitación y lo miró con una advertencia—. Y cuando digo limpiar, me refiero a limpiar, nada de embutir las cosas debajo de la cama.

Bajó las escaleras regresándose a la cocina y comenzó a preparar el desayuno con la ayuda de Lisie y Jian. Quería hacer unos panqueques, pero también debía ahorrar los ingredientes, pues, aunque Lisie y Jian tenía un trabajo en el pueblo, no ganaban más que unos dólares y sin los hombres para traer dinero, estaban algo ajustadas.

Necesitaban urgentemente que los hombres volvieran y comenzaran a trabajar.

—¿Dónde está mi bebita preciosa? Aquí está mi bebita preciosa, venga con mami, eso es —. Alzó a Marie en sus brazos, sonriendo cuando la vio reír y se sentó en la mesa con una papilla de manzana en un plato para comenzar a alimentarla—. Abra grande la bocota, a ver hacemos Ahh...

—¿Necesitas algo del pueblo? —inquirió Lisie y miró la hora en su reloj de bolsillo para asegurarse de que no se le hacía tarde—. Puedo intentar traer algunas cosas de la tienda.

—Necesitamos más harina, fíjate si puedes comprar la bolsa familiar y si necesitas dinero yo tengo un poco guardado en mi baúl.

—No, no, a mí me queda todavía.

Lisie se fue hacia su carpa afuera de la casa para cambiarse por algo más cómodo para ir al pueblo e hizo tiempo organizando su cama y su baúl.

Olivia continuó alimentando a Marie, ayudándola a regresar la comida a su boca cuando la empujaba con la lengua hacia sus labios y haciendo sonidos con ella para entretenerla. Las manos de Marie iban por toda la mesa y golpeaban la madera de tanto en tanto.

Olivia hizo un lugar a su lado para que Liam se sentara a comer y Jian le puso un vaso con leche enfrente y un plato de fruta y galletas. Le dio un beso en su cabeza pelirroja y se ausentó para ir a ordeñar la vaca.

—Solo digo que no me necesitas, llevas todos estos años haciéndolo tu solo.

—Debes colaborar, Adrian, hay mucho trabajo para hacer en la granja y mamá no puede hacerlo todo sola.

—Yo ayudo a mamá con la comida y tu te encargas de la granja, honestamente no veo mejor plan. ¿Sí?

—No —espetó Eli entrando en la cocina y ambos se sentaron enfrentados en la mesa—. Vendrás a trabajar la granja y se acabó.

Adrian bufó, pero no dijo más nada y comenzó a desayunar de malhumor en la mesa.

Olivia terminó de alimentar a Marie y la cargó contra su hombro dándole suaves golpes en la espalda hasta que la hizo eructar un par de veces y entonces se la llevó hacia el salón y la sentó dentro del pequeño corral de juego, donde tenía un espacio seguro y libre de amenazas y además estaba sentada sobre el tapete para evitar que se arrastrara sobre los tablones y terminara enterrándose una astilla.

Le entregó sus palitos y muñecos para que los golpeara, hiciera ruido y se los metiera en la boca y la dejó bajo la guardia de la señora Finn quien tejía sentada en el sofá.

Cuando volvió a la cocina, Eli ya se estaba colocando el chaleco sobre la camisa para salir de la casa y Adrian protestaba todavía sentado en la mesa, esperando que alguno lo salvara de tener que ir al campo con su hermano. Prefería cualquier cosa, que lo pusieran a lavar ropa incluso o a limpiar todos los muebles, todo menos tener que ir al campo. No era un aficionado de la tierra como su padre o Eli y tampoco le interesaba aprender como insistía su hermano.

—Vamos, Adrian.

—No quiero. Mamá, por favor, dile que no, dame otra tarea, haré cualquier cosa.

—Ir con tu hermano.

—¡Menos eso! —lloriqueó.

Eli lo agarró de la nuca de la camisa y tiró consiguiendo que cayera del banco al suelo y comenzó a arrastrarlo hacia la salida. Adrian ni siquiera se molestó en pararse y dejó que lo arrastrara mientras se terminaba su galleta.

Cuando llegó al porche, Eli se congeló en el camino y Adrian lo miró, tan solo para notar cinco caballos que se aproximaban entre la niebla de la madrugada, cabalgando por la colina con las inconfundibles figuras de cinco hombres sobre estos.

—¡Mamá!

Olivia llegó corriendo cuando Eli la llamó y se detuvo en seco al ver en la misma dirección que ellos. Un calor demasiado familiar y que solo le llegaba cuando Jonathan estaba cerca, le recorrió todo el cuerpo y las lágrimas le nublaron la vista al comenzar a correr hacia el campo sujetando su vestido.

—¡Es papá! ¡Jian, llegó papá!

Eli corrió detrás de Olivia y Adrian se puso de pie torpemente para seguirlos y detrás de ellos, Jian asomó al porche, pero no se movió. Quedó petrificada en el lugar y comenzó a temblar. Miró hacia la casa, desde donde podía ver a su hijo comiendo en la mesa de la cocina y cuando volvió a mirar hacia los caballos que se acercaban, sintió unas fuertes ganas de comenzar a llorar.

Jonathan se tiró del caballo al ver a Olivia correr por la colina hacia él y la alcanzó en el camino para alzarla en sus brazos y encontrar sus labios sin perdida de tiempo. Había extrañado demasiado su cercanía, su aroma y el calor de su cuerpo, había extrañado sentir sus brazos rodeándolo y sus labios presionándose contra lo suyos y tan solo siete meses lo habían vuelto loco. Le aferró el rostro, sonriendo con ella por culpa de la emoción y cuando llevó la vista hacia sus hijos, no se contuvo de incluirlos en el abrazo.

Hacía cuatro años que no los veía a ellos y ambos habían crecido demasiado en ese tiempo.

—¿Cómo fue la guerra? ¿Ganaron? ¿Mataste muchos hombres? ¿Qué hiciste? ¿Había bombas?

Jonathan se rio ante todas las preguntas de Eli y le desordenó el cabello, sin responder a ninguna.

Volvió a besar a Olivia, esta vez con más pasión que nunca y le acarició la espalda, apretándola contra su pecho y disfrutando de las caricias de su lengua.

—Te he extrañado tanto —susurró y ella volvió a besarlo colgándose de él—. Te dije que volvería...

—Y me haces demasiado feliz este día. Demasiado feliz. No volveremos a separarnos por tanto tiempo ¿escuchaste?

Asintió y se rio contra su boca antes de apartarse y mirar hacia la casa.

—¿Y nuestra bebé? ¿Dónde está mi princesa?

—Está jugando en el salón, haciendo mucho alboroto.

Su sonrisa creció y desordenó el cabello de Adrian antes de pasar por su lado y comenzar a caminar hacia la casa con ellos siguiéndolo. Olivia se detuvo al ver otros cuatro caballos alcanzarlos y abrió sus brazos para recibir a Darion y Kyle. Hacía tanto que no sabía de ellos que había temido no regresaran a casa.

—¡Oh, lo que te extrañamos, Olivia! Nadie cocina como tú, nadie —aseguró Darion y le dio un beso en la frente—. Por favor dime que tienes de tus deliciosos pasteles en la cocina.

—Es tu día de suerte, Darion, planeaba hacer uno esta tarde.

Darion celebró para sus adentros y le dio otro sonoro besó en la mejilla antes de ir hacia los niños y recibir las mismas preguntas que Jonathan por parte de Eli.

—Fue todo un tema, Eli, todo un tema... ¿Dónde está tu hermanita? Me enteré de que ahora tienen una nueva integrante.

—Está en el salón babeando todo —respondió Adrian.

—Es muy pequeña, ven a verla.

Darion esperó por Jonathan a pesar de que los niños tiraron de su brazo y Jonathan esperó por Olivia. La vio lanzar una mirada hacia Derby y Winfred que dejaban sus caballos para caminar detrás de ellos y adelantarse para retomar la caminata con él. Derby y Winfred avanzaron distanciados entre sí y aunque Winfred le habló, Derby lo ignoró.

Cuando llegaron frente a la casa, Kyle se detuvo dejando al grupo avanzar y su sonrisa creció cuando vio a Lisie salir de una carpa. No la había visto en cuatro años, pero la sensación que ella alguna vez había provocado en su pecho seguía estando y ahora tenía miedo de que él ya no provocara nada en ella.

Sus dudas e inseguridades se esfumaron cuando ella lo vio, gritó y corrió a sus brazos, lanzándose sobre él sin importarle nada o nadie. Era la clase de bienvenida con la que había soñado cada día durante los últimos cuatro años y reclamó su boca ferviente de amor por ella.

Jonathan se detuvo al ver a Jian y aunque quiso abrazarla, Winfred se adelantó corriendo a ella para sujetar su rostro y besarla. Ella no respondió a su beso y tampoco cerró los ojos o se movió. Estaba tensa y sus ojos puestos en Derby de pie detrás de Jonathan.

Olivia apoyó una mano sobre el brazo de Jonathan y este la miró comenzando a fruncir el ceño. Algo no estaba bien y lo sentía.

—El señor Morgan me dijo que tuvimos un hijo, ¿por qué no me dijiste, amor? Me habrías hecho tan feliz en estos cuatro años —. Winfred volvió a besarla y sonrió de oreja a oreja—. ¿Dónde esta mi niño?

Jian apretó los ojos y le puso una mano en el pecho para apartarlo suavemente de su cuerpo. Respiró profundo y una lágrima se deslizó por su mejilla cuando lo miró.

—¡Liam!

Winfred bajó del porche al ver a un niño llegar por el pasillo y la enorme sonrisa en su rostro comenzó a borrarse lentamente cuando lo vio asomar por completo hasta detenerse junto a Jian. Era un niño de unos cuatro años, no muy alto y delgado, llevaba unos pantalones debajo de un vestido y zapatos negros con medias blancas, tenía cachetes rellenos y labios delgados y sus ojos eran celestes e intensos en su blanca piel llena de pecas y su cabello era rojizo hasta en las cejas y pestañas.

Retrocedió otro paso, trastabillando con un desnivel en el camino y se rio.

—Ya veo —susurró—. ¿Y quién es el padre del niño entonces?

—Winfred, lo siento tanto... —sollozó y el hombre alzó una mano.

—Descuida, es mi culpa por elegir casarme con una ramera... ¿Quién es el padre? ¿Siquiera sabes?

Jonathan miró a Winfred y luego a Jian y finalmente al niño y comenzó a hundirse en la vergüenza ajena. Olivia lo sintió en el momento exacto en el que se tensó bajo su mano y le acarició la espalda con la esperanza de poder calmarlo. A su lado, Derby estaba inmóvil y sin parpadear, mirando al niño que terminaba de comer una manzana sin percatarse o entender nada de lo que sucedía a su alrededor. Se le había formado un feo nudo en el estomago acompañado de fuertes ganas de vomitar.

—¿No vas a decirme? —insistió Winfred y se rio mirando a todos a su alrededor, se sentía humillado de la peor forma posible—. De acuerdo...Quédate con tu bastardo y tu asquerosa vida, te enviaré el divorcio la próxima semana.

—¡Winfred!

Jian lloró cuando lo vio darse la vuelta y comenzar a alejarse y cuando intentó ir detrás de él, la figura de Jonathan la detuvo. Su rostro estaba tenso como una piedra y apretó el puño antes de hablarle.

—Cuando vuelva... —. Maldijo alejándose de ella con la sangre hirviendo y corrió detrás de Winfred—. Señor Hancock, señor por favor, espere, permítame pagarle...

Jian comenzó a temblar y llorar, sin saber donde refugiarse o que hacer para enmendar su error. Había temido ese momento desde el día en el que había dado a luz para descubrir que su hijo no era de Winfred o al menos no se parecía en nada a él. Miró a Derby por un momento fugaz para descubrir que él seguía congelado en la misma posición y se giró desesperada y asfixiándose.

Olivia la atrajo hacia sus brazos a pesar de que no apoyaba ni defendía a Jian en lo que había hecho y la acunó contra su pecho para intentar consolarla. La sintió temblar en sus brazos y llorar más fuerte mientras se aferraba a su cintura.

—Lo siento tanto... —lloró y Olivia intentó consolarla.

—Shh, solo no digas nada ¿sí?

Olivia la abrazó frente a la casa y a lo lejos vio que Jonathan intentaba hablar con Winfred, pero lo dejaba marchar en su caballo de todas formas. Jonathan soltó un juramento y comenzó a caminar hacia ellas con los hombros en ancho y los puños apretados. Lisie se apartó de Kyle y se llevó al niño hacia el salón donde la señora Finn ya sujetaba a Marie y la acunaba contra su pecho para que no fuera a asustarse cuando la discusión comenzara. Darion suspiró y comenzó a negar con la cabeza antes de alejarse hacia su amigo Kyle y mirar desde la distancia. Derby no se movió.

—Jonathan, por favor, podemos hablar de esto... ¡Jonathan!

Olivia chilló cuando Jonathan atrapó a Jian del cabello y la arrastró hacia la casa mientras ella comenzaba a gritar y llorar agarrando sobre su mano para que no la lastimara. Eli y Adrian se quedaron con Darion y Kyle y los gritos de Jian se hicieron más fuertes por toda la casa.

—¡¿Así es como recibes a tu marido?! ¡¡¿Así tratas a esta familia?!!

Olivia subió las escaleras detrás de ellos e intentó agarrar a Jonathan, temblando del miedo al verlo empujar la puerta del dormitorio de Jian y lanzarla bruscamente hacia la cama. Jian se acostó en el colchón en posición fetal, ocultando su cabeza en sus rodillas y lloró más fuerte sin mirarlos.

—¡¡¿Cómo te atreves a insultar a tu marido de esa forma?!! —. Apartó a Olivia cuando ella se atravesó en el camino y volvió a acercarse a Jian, obligándola a ponerse de pie sujetándola del brazo—. Te arruinaste... ¡Tenías todo y te arruinaste ¿por qué?! ¡¿Una calentura?! ¡¿Dónde está el imbécil que te dejó embarazada ahora ¡¿uhm?!

Jian cayó sentada en la cama todavía llorando y sin decir palabra y Jonathan se desabrochó el cinturón del pantalón y la giró sobre el colchón. Antes de que pudiera hacer nada, Olivia se atravesó en su camino, prácticamente sentándose sobre el cuerpo de Jian para poder entrar entre el reducido espacio entre ellos y congeló a Jonathan con el cinturón en alto.

—Por favor, Jonathan...Por favor...Basta...

—¡Nos insultó a todos, Olivia!

—Lo sé y comprendo que la castigues, pero esta no es la forma, por favor...

—Olivia, apártate —. Negó y le imploró a gritos cuando él tiró de su brazo, no tan brusco como con Jian y la apartó de su camino—. Humillaste a ese hombre y a esta familia. ¡Te arruinaste, jodida niña!

Olivia intentó tirar de él para apartarlo de Jian y gritó junto con su hija cuando Jonathan la golpeó con el cinturón en sus nalgas desnudas y no pudo hacer nada para detenerlo. Intentó tirar de él otra vez, agarrar su brazo antes de que volviera a azotarla y ante el fracaso, comenzó a golpearlo con sus puños en la espalda.

Jian se encogió ante cada golpe y aferró las mantas en su puño, empapándolas con sus lágrimas, saliva y mocos. El chicotazo del cinto contra su piel desnuda dejaba unas vibrantes marcas rojas y le calentaba toda la piel como si cientos de agujas estuvieran enterrándose en ella.

Olivia lloró con Jian al verla sufrir y sin poder hacer nada para impedirlo y cuando Jonathan se detuvo, no lo vio mostrar una pizca de arrepentimiento por lo que acababa de hacer. Sus ojos estaban furiosos como no los había visto nunca antes. Jian no solo había insultado a su marido y a Jonathan, también había humillado a toda la familia, posicionándolo a él en una situación delicada, se había arruinado (por segunda vez) y le había arruinado su regreso a casa. Él, que todo lo que quería era reunirse con su esposa y sus hijos, cargar a Marie por primera vez en su vida y conocer todos los detalles de lo que había sucedido en los últimos años, ahora tenía que ir detrás de Winfred para conseguir su perdón y que no destruyera a Jian con el divorcio y para ello, tenía que hacer su propio orgullo a un lado, humillándose a sí mismo para protegerla. Y el infeliz que la había embarazado...Sí Winfred decidía divorciarse, ese infeliz sería la única esperanza de Jian para no acabar en la miseria.

—No saldrás de este dormitorio —le espetó furioso—. No hablarás con nadie, no irás al pueblo, no recibirás ni enviarás cartas, se acabó la libertad... ¿Querías ser una esposa? Aprenderás a ser una y por tu bien Jian no vuelvas a insultarme.

Se detuvo antes de abandonar la habitación y miró a Olivia.

—No sale del cuarto, Olivia y no habla con nadie.

—Está bien —sollozó y se sobresaltó cuando Jonathan se marchó azotando la puerta hasta que las paredes temblaron—. Jian...

Se acercó a su hija y tomó asiento en la cama a su lado para consolarla. Jian trepó en la falda de Olivia y se acurrucó en su pecho en posición fetal, continuando con sus disculpas y su llanto mientras ella la mecía.

—Perdón...perdón, mamá...

—Shh, resolveremos esto, todos sabíamos que tu padre se enojaría —. Le limpió las lágrimas y besó su frente—. Ay, mi niña, por qué tenías que hacer algo como eso...

—Fui una estúpida, perdón...Lo siento mucho, en serio... —. Se ocultó en su pecho para llorar y Olivia continuó meciéndola y peinando su cabello—. Por favor no le digas que es de Derby, por favor, lo matará si se entera.

—Debo decirle, Jian... —. Lloró más fuerte y negó—. Si Winfred te divorcia, la única opción disponible para no dañar tu reputación es que te cases con Derby...Ese tonto hombre, no quería eso para ti, Jian, queríamos un buen hombre para ti...

—Perdón, perdón, por favor, perdóname...

—Debo decirle a tu papá para que él organice todo con Derby y realmente no sé que sucederá después —. Le limpió las lágrimas y la miró a los ojos—. Sé que estás triste, pero tu padre te quiere mucho, Jian...No sabes lo feliz que estaba cuando me contó que habías tenido un hijo.

—Ahora me odia.

—No, querida, solo está enojado, pero se le pasará como siempre se le pasa y todo volverá a la normalidad... —. Le dio un beso en la frente y la ayudó a acostarse en la cama—. Solo dale tiempo...Iré a buscar una crema para los golpes ¿sí? No salgas del cuarto hasta que él te diga ¿de acuerdo?

Asintió y se acurrucó en la cama sin cubrirse con las mantas y permaneció sola cuando Olivia se marchó.

Olivia bajó las escaleras, limpiándose las mejillas húmedas y se encontró con Jonathan en la cocina, sirviéndose un vaso con whisky y maldiciendo una y otra vez. Todo el mundo había abandonado la casa y estaban afuera, iniciando un fuego cerca de las carpas y esperando en silencio.

—¿La defenderás? —demandó saber aun con su tono enojado.

—No.

—Bien, porque no hay defensa...Incluso fui muy blando con ella —. Se bebió el contenido del vaso y exhaló cuando el alcohol bajó por su garganta—. Sabía que no tendríamos que haberla traído a la familia, yo te dije, Olivia, te dije... ¡La puta madre!

—No lo dices en serio, Jonathan, amas a esa niña.

—¡Nos insultó, Olivia! ¡¿No lo ves?! ¡Tendré que pagarle a Hancock para intentar que no la deje! ¡¿Con que dinero!? —. Se frotó el rostro y pateó una silla que tenía cerca, continuando con su desesperación—. ¿Y si la deja ¿qué? ¿Qué hacemos?

—Lo resolveremos, Jonathan.

—Lo resolveremos —repitió entre risas y le dio la espalda para pararse en el marco de la puerta que llevaba al fondo de la casa—. Nuestra única opción si Hancock la deja es enviarla a un maldito convento ¿eso quieres para tu hija?

—No, por supuesto que no.

—¿Entonces dime a ver ¿de dónde mierda conseguiremos suficiente dinero para persuadir a Hancock de quedarse con ella? ¡Dime!

No respondió porque no tenía nada que decir y por primera vez tampoco podía contradecirle. Sabía que él tenía razón, aunque detestaba que Jian hubiera salido lastimada, sabía que Jonathan estaba en su derecho de enojarse pues en el proceso de engañar a Winfred, Jian lo había insultado a él y lo había humillado. Él era el hombre de la familia, en esa época él tenía la responsabilidad y el poder y como Jian llevaba su nombre, era su nombre el que se veía manchado. Entendía su enojo como esposa y lo apoyaba, pero como madre su prioridad era proteger a sus hijos y no sabía como proteger a Jian esa mañana.

—Voy a tener que conseguirme un maldito trabajo para pasar el día trabajando como esclavo y poder pagar por esa estúpida para que Hancock no la deje ¿y nuestra familia ¿qué? ¿Cómo pagaremos las cuentas y la comida? ¿Uhm? Nos arruinó, maldición, nos arruinó y por un jodido pene.

No sabía si era el momento correcto para decirle quien era el padre de Liam, Jonathan estaba tan enojado que había una alta posibilidad de que sí terminara por matar a Derby, así que se quedó en silencio y por su propio bien, esperaba que Derby hiciera lo mismo de momento.

—Puedo conseguirme un trabajo.

—No, tu no trabajaras —zanjó sin dejar cabida a debates—. Estuviste alejada de tus hijos por cuatro años, te quedarás en la casa y cuidaras de ello, de nuestra bebé. No trabajaras y se acabó.

No insistió porque él estaba enojado y no la escucharía.

—Podemos pedir un préstamo en el banco y pagar la deuda con el tiempo... ¿Quince mil dólares?

—Sí, seguro Hancock aceptará quedarse con una ramera por quince mil dólares. Suena muy lógico —se burló y arrastró una silla para sentarse—. ¿Qué mierda hice para merecer esto, Dios? 

Olivia escuchó la voz de Jian llamándola débilmente y Jonathan se puso de pie con los hombros tensos.

—Sí sale de ese dormitorio le daré con el cinto otra vez, Olivia.

—No harás nada a nadie, ya siéntate y cálmate ¿sí? —. Tomó su frasco de crema y le puso un plato con galletas y una taza con café enfrente para que comiera—. Hablaremos de esto en la noche, ahora cálmate y ve a estar con tus hijos.

Olivia se marchó de regreso al cuarto de Jian y Jonathan suspiró, se terminó su desayuno y salió de la casa hacia el soleado día. El grupo se había sentado entorno a un fuego que Chester les había encendido y Lisie les había dado café a los hombres y los reconfortaban un poco después de los años de guerra. Volver a casa con sus mujeres se sentía como el paraíso, pero Jonathan tenía interés únicamente en su princesa.

—¿Me permites, Susan?

—¿Ya te has calmado?

Asintió y extendió los brazos.

Susan le entregó a Marie con cuidado y el cuerpo de Jonathan tembló al sujetarla por primera vez. Ni siquiera estaba seguro de saber como hacerlo, así que siguió con cuidado los consejos de Susan para poder ponerle un apoyo en la nuca para que no se le fuera la cabeza y su antebrazo en las nalgas para que se sentara en este. La miró, cuando Marie puso sus enormes ojos curiosos sobre él y un agradable calor se extendió por su pecho cuando su mano babeada le acarició la mejilla áspera por la barba.

—Hola, princesa ¿me recuerdas? —. Se alejó con ella por el campo y sonrió—. Soy papá.

Marie saltó en su brazo, agitando sus manos en el aire e hizo sonidos con su lengua entre los labios, gritando y riéndose mientras miraba todo su entorno y lo miraba a él. Terminó entreteniéndose con la barba de Jonathan, tirándole del pelo o intentando llevárselo a la boca.

—Oh, Dios, eres idéntica a tu madre —confesó y le acarició la mejilla regordeta con un dedo—. Aunque ella insista en lo contrario.

Estaba enamorado de Marie y no podía ocultarlo, verla le provocaba demasiados sentimientos en su pecho y alejaba todo el malhumor de momentos antes. Ni siquiera estaba seguro de poder desprenderse de ella por ese día, estaba mucho más grande que siete meses atrás, como si el tiempo avanzara distinto con Marie; sus manos tenían más fuerza y comenzaba a ganar control sobre estas, sus huesos eran más grandes y ya no se sentía tan frágil y vulnerable, aunque a Jonathan seguía ganándole el miedo de hacerle daño con su brusquedad incontrolable. Le había salido un poco más de pelo en la cabeza, aunque era tan fino que parecía una pelusa dorada cubriendo su piel, perdía toneladas de baba y era curiosa. Todo lo miraba con sus enormes ojos y todo lo quería tocar.

—¿Te gusta mi barba? No, en la boca no... —. Consiguió apartarle su pelo de los labios y ella dio manotazos en el aire y continuó gritando y riéndose en sus brazos, rápidamente moviendo su atención hacia otra cosa—. ¿Qué miras? ¿Las vacas? Vamos a ver...

Cruzó el campo con ella en brazos y se mantuvo a una distancia segura de las vacas, dejando que Marie las apreciara. Otra vez ella se rio y agitó sus piernas en el aire y Jonathan sonrió con ella. La llevó por el establo, enseñándole también los caballos y cuando ella chilló eufórica al ver el Shire de Jonathan la acercó para que pudiera acariciarlo. El pobre animal no se alteró cuando Marie comenzó a darle manotazos en la cara y tirarle de su melena, aunque bufó y corrió la cabeza en la dirección opuesta.

—Este es de mamá —le contó acercándose al Tennessee de Olivia—. Ella lo cuida mucho, vamos a hacerle mimos.

Esta vez sujetó la mano de Marie para enseñarle a acariciar la piel del animal con cuidado y la emoción de ella regresó. Se emocionaba fácilmente por todo a su alrededor.

Le lavó las manos antes de que volviera a llevárselas a la boca y entró en la casa para sentarla en el corral del salón y quedarse a su lado para jugar con ella. Se había perdido siete meses de su hija y quería disfrutar de cada segundo, conocerla y que ella lo conociera.

En la habitación de arriba, Olivia consoló a Jian un rato y le puso crema en los golpes de sus nalgas y espalda baja. El cinto le había quedado marcado en cuatro partes distintas y aunque no le había pegado muchas veces, la fuerza de Jonathan bastaba para que un solo golpe contara como diez. Probablemente los golpes se tornarían morados durante un mes antes de comenzar a desaparecer.

—Te traeré el almuerzo en un rato ¿sí? —. Jian asintió sin alejarse de la cama y se abrazó a las mantas mientras lloraba—. ¿Un abrazo de mamá?

Asintió y se sentó para que Olivia la abrazara y la reconfortara.

Aunque le había dicho que no interferiría entre la furia de Jonathan y ella, lo había hecho de todas formas esa tarde sin poder evitarlo, era la condición de madre, se decía a sí misma. El padre podía disciplinar, pero una madre siempre protegería a sus hijos.

Bajó las escaleras momentos después para ver que Jonathan estaba arrodillado en el suelo del salón junto al corral que Chester le había hecho a Marie y jugaba con ella. Marie le estaba enseñando sus juguetes y compartiéndole de los muñecos que la señora Finn le había hecho con tela.

Cuando Olivia asomó en el salón, Jonathan la miró.

—¿Cómo está? —preguntó, probablemente demasiado orgulloso para ir a ver a Jian personalmente.

—Triste.

—¿La lastimé?

—Solo los moretones, pero fuiste muy brusco —. Jonathan se sentó en sus talones y regresó su atención a Marie suspirando.

—¿Estás enojada conmigo?

—Bastante, pero también entiendo tu enojo.

Jonathan había recibido a Jian en su familia a pesar de no haber estado seguro, gracias a él le habían dado una nueva vida y un nuevo comienzo, alejándola de la prostitución. Incluso le había dado su apellido para que se desprendiera completamente de su pasado. Le había dado un techo, comida, ropa, educación e incluso aunque él no deseaba que se casara con Winfred y se había negado cuando Jian se lo había suplicado, había cedido al deseo de ambos antes de que estallara la guerra y tan solo días más tarde ella se embarazaba de otro hombre y lo arruinaba todo.

Olivia entendía el enojo de Jonathan y que no había defensa pensable para Jian, pero como madre no iba a darle la espalda.

—¿Y sabes quién es el padre del niño? —. Olivia no respondió—. Si lo sabes necesito que me digas, ese hombre podría ser la última esperanza de Jian si Winfred decide continuar con el divorcio.

—Sí sé —confesó—. Pero por el momento es mejor si no te digo.

Jonathan dejó los juguetes de Marie y se puso lentamente de pie.

—¿Por qué?

—Porque no sé como podrás reaccionar y todavía estás muy molesto —. Le apoyó las manos en el pecho cuando él intentó esquivarla para dejar la habitación y acarició su torso—. Jona, hazme caso por favor, te conozco y sé cuando es mejor esperar.

—¿Conozco al hombre? —. Olivia no lo respondió y por dentro el quiso darse la cabeza contra la pared; podía ser cualquier hombre de los cientos que conocía se dijo—. Dime, Olivia.

—Confía en mí ¿sí? Primero intenta hablar con Winfred y si llega el momento en el que este hombre sea nuestra última esperanza, te lo diré. 

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