Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

Von AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... Mehr

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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Von AbbyCon2B

Jonathan despertó esa misma tarde desorientado y con la almohada marcada en la cara y la mejilla babeada. Se sentó bruscamente, sin saber bien que había sucedido y notó que estaba oscureciendo en el exterior, así que tomó su reloj y cuando vio que eran cerca de las seis y cuarto de la tarde, saltó de la cama y bajó las escaleras apresurado con sus zapatos en mano.

Llegó a la cocina donde estaba Olivia rodeada por niños y niñas, preparando galletas en su nuevo horno y la cena para todas las treinta y seis bocas que había para alimentar.

Cuando ella lo miró, supo que estaba enojada.

—Perdón, Olivia...Nena, enserio lo siento. Se me fue el tiempo de las manos y...

—Ahórrate las excusas, Jonathan y solo procura no volver a embriagarte, al menos no frente a mí...No sé, ve a un bar o algo...

Asintió y se sentó en una silla para calzarse.

—¿Necesitas que te ayude en algo? ¿Puedo traer agua o limpiar la letrina?

—El señor Arendse ya se ha encargado de todo eso.

—¿El señor...? ¿Quién es él?

—El único hombre que no se embriago como todos ustedes —. Respiró para calmarse y Jonathan echó su espalda hacia atrás en la silla y la miró.

—Ya dije que lo siento, Olivia —. Ella no le respondió—. Encontraré algo para hacer, de verdad. Y perdóname por dormir todo el día, no volverá a suceder, lo prometo.

Asintió y le puso un plato con comida enfrente para que se alimentara. Había bebido demasiado y no había comido nada desde entonces. Jonathan tomó su mano para evitar que se alejara y rodeó su cintura hasta hacerla caer sentada sobre sus piernas.

—¿Me perdonas? —. Asintió, sin mirarlo—. En serio, nena, perdón. No era mi intención dejarte todo el trabajo para ti sola.

—Está bien, ya no importa, solo perdóname a mí también...El estrés y todo me tiene más irritable de lo normal y mi padre murió por culpa de un hombre ebrio, Jonathan, es un tema realmente muy sensible para m-mí.

Él le sujetó el mentón para que lo mirara y acarició su mejilla al ver que sus ojos se humedecían. 

—Perdón, nena, no pretendía recordarte eso. Te amo y ni siquiera soy de beber seguido, tu lo sabes, no volverá a suceder. ¿Me das un beso?

—No hasta que te bañes y limpies tu boca. Apestas a alcohol, cariño. 

Ella abandonó sus piernas y Jonathan suspiró y se limitó a comer y obedecerle. Fue a darse un baño al lago de la propiedad para no molestar teniendo que llenar la tina y volvió a la casa hora más tarde, fresco y limpió.

Ella seguía en la cocina con los niños.

—Me gusta tu piel —dijo Adrian jugando con la masa de las galletas frente a Jamal.

—¿Por qué? —preguntó el niño.

—Es brillante, mi piel no es brillante.

—A mí no me gusta.

—¿Por qué? —inquirió Adrian esta vez.

—Porque la gente me mira mal...Y me lastiman.

Adrian cortó su masa a la mitad para compartirle a Jamal un pedazo cuando lo vio terminar de hacer sus galletas y se acercó a él para amasar a su lado. La mesa era casi de su altura, por lo que se colgaba un poco de esta y se alzaba en la punta de sus pies para poder hacer sus galletas.

—La gente es mala, pero tu piel es bonita. Yo nunca vi piel como la tuya ¿Qué color es?

—Negro.

—Marrón —corrigió el hermano de Jamal, Ayren.

—Negro marrón entonces —dijo Adrian—. ¿Quieres hacer galletas conmigo?

Jamal asintió y juntaron sus masas para amasar juntos.

—Podemos hacer corazones ¿quieres?

—Y estrellas —agregó Jamal tomando uno de los moldes.

—Sí, me gustan las estrellas.

Olivia besó la cabeza de Adrian con una sonrisa y acarició el cabello enrulado de Jamal.

—¿Se están divirtiendo? —. Todos los niños asintieron—. Bueno, cuando terminen se lavan las manos para cenar ¿sí? Jian, vigílalos mientras no estoy, por favor.

Ella pasó junto a Jonathan por el pasillo y él la siguió hacia el salón.

—¿Me besaras ahora? —preguntó quedándose en la puerta.

Olivia agregó unos leños al fuego de la estufa y tomó uno de los libros sobre mantenimiento del hogar que había estado leyendo en su momento libre esa tarde y lo guardó en el estante.

Cuando se acercó a Jonathan, él no perdió tiempo de rodear su cintura con sus brazos y atraerla hacia su pecho.

—De verdad lo siento, cariño.

—Lo sé, tienes un rostro muy expresivo —. Le acomodó el cuello de la camisa y unió sus labios—. Mañana te quiero despierto a primera hora ¿de acuerdo?

Asintió y sujetó su rostro para volver a besarla y que esta vez ella no se apartara tan repentinamente de él.

—La casa ha quedado hermosa —. Ella sonrió contra sus labios y concordó—. ¿Necesitas comprar algo más?

—De momento no creo que haga falta. Estuve leyendo este libro sobre como dirigir una casa y creo que he aprendido una cosa o dos. Principalmente que debo esforzarme para ganarme tu amor... —. Rodó los ojos y Jonathan la siguió hacia la cocina—. Una buena esposa es el regalo de Dios para los hombres...decía el libro. ¿Lo soy? 

—Definitivamente lo eres, ángel.  

—Y tu lo eres para mí —. Lo besó otra vez, sintiéndolo sonreír contra sus labios y agregó—. Los niños me han estado ayudando a preparar galletas para la semana y tengo entendido que Lisie y Kyle han ido al pueblo a comprar alimentos, así que tendríamos que tener todo para el resto del mes.

—De acuerdo ¿y cuáles serán mis ordenes, señora?

—¿Aparte de no emborracharte mucho?

Jonathan asintió y esquivó a los niños para poder acercarse a ella.

—¿Qué debo hacer?

—Cultivar la tierra y cuidar de los animales. Necesitamos otra vaca, los niños no tienen leche y yo la necesito para cocinar.

—Veré si puedo comprar algunas.

—Y también algunas cabras...Y otras gallinas y un perro.

—¿Un perro?

—Ajá, alguien debe cuidar a los animales en la noche ¿no? Lo dice el libro.

Jonathan no estaba seguro de cuantos gastos implicaría todo eso, pero estaba dispuesto a echar un vistazo en la ciudad o negociar con algún granjero para conseguir dos vacas, un par de cabras y algunas gallinas. Luego podían aparearlas entre sí para tener más.

—Está bien, intentaré conseguir todo eso —. Volvió a besarla y se detuvo antes de irse hacia el exterior—. Y no seas blanda con los hombres, si necesitas algo se los dices.

—Como si fuera a dejarlos todo el día sin hacer nada.

Sirvió la cena en la mesa de afuera para que todos pudieran comer y agregó una mesa desmontable de las que habían traído en el carro con Jonathan y algunos bancos alargados para que todos pudieran sentarse. Encendió las velas para que vieran en la oscuridad y con la ayuda de las mujeres pusieron platos, cubiertos y vasos.

—¿Necesita ayuda en algo, señora?

—Ya que se ofrece, nos vendría bien un poco de agua del lago, señor Arendse.

—Por supuesto y puede llamarme Terrell.

Le sonrió y el hombre se fue con la cubeta a conseguir el agua.

Ubicó a los niños y a la esposa de Terrell con su bebé antes que a nadie más. Por último, dejó que las mujeres se sentaran y llamó a los hombres que se encontraban cerca del fuego charlando.

—Primero deben lavarse las manos.

—Mis manos están limpias, señora.

—A ver —. Derby sacó sus manos de los bolsillos y Olivia arrugó la nariz—. Pareciera que no te lavas hace un año, Derby. Ve a limpiarte.

El muchacho suspiró, pero no se resistió y detrás de él fueron los demás. Se agacharon junto al río para lavarse las manos y el rostro y cuando volvieron, Lucy les entregó una toalla para que se secaran.

Cuando todos se sentaron y antes de que se sirvieran, Olivia llamó la atención, permaneciendo de pie.

—De acuerdo, antes de que comiencen a comer quiero dejar unas cosas claras. Este no es un hotel ni un paraíso vacacional, si se quedarán en mi casa, deben ayudar y mantenerse ocupado. Nadie estará sin hacer nada a excepción de los niños. Hay tareas para que todos se ocupen. Tampoco quiero problemas, así que nada de robos, asesinatos o lo que sea, mis hijos viven en esta casa y su seguridad es mi prioridad, así que si me entero los ponen en peligro, pueden dar por sentado que no dejare se queden por más tiempo. ¿Fui clara?

—Sí, señora.

—Sí.

—Clara como el agua.

Agradeció la atención y se sentó junto a Jonathan dando por comenzada la comida.

Iban a necesitar grandes cantidades de alimentos sí querían mantener tantos estómagos llenos al menos tres veces al día. Cubrir tantas necesidades no sería fácil mientras no tuvieran una huerta. Kyle y Lisie traerían lo básico; arroz, harina, azúcar, avena, etcétera. Esperaba que trajeran bolsas grandes como para poder preparar varias comidas durante al menos un mes. En el bosque, Olivia podía colocar trampas para cazar conejos o ardillas y enviar a los hombres a conseguir un ciervo cada tanto, pero los vegetales eran esenciales y no tenían mucho de momento, solo lo que Olivia había traído de la otra casa.

La comida transcurrió con calma, charlaron, bromearon y halagaron lo que había cocinado provocando que ella se sonrojara. Los hombres no eran tan malos no estando ebrios, conocía a Darion y Derby así que con ellos se sentía un poco más cómoda, aunque Derby no le agradara demasiado y el señor Terrell le inspiraba demasiada confianza. Le gustaba tener tantos niños en la casa y estaba enamorada de la bebé de Shanice, aunque aún no había tenido la oportunidad de verla de cerca.

Cuando terminaron de cenar, las mujeres la ayudaron a llevar todo a la cocina, lavar y guardar. Jonathan también trajo algunos platos y cubiertos para no quedarse sin hacer nada y luego volvió a reunirse con los hombres afuera.

—La mujer tiene carácter, no te lo negaré —le comentó Thomas cuando llegó a su lado—. ¿Cómo la conociste?

—Vivía en la granja donde trabajé cuando estuvimos en Dallas.

—¿La del viejo que te dio el reloj? —. Asintió y se sentó en el tronco junto al fuego—. ¿Y cuánto llevan casados?

Jonathan se rascó el mentón y entrecerró los ojos.

—Cinco meses.

—Cinco meses, bien.

—¿Te la estás tirando desde hace cinco meses y no la tienes embarazada? ¿Qué mierda, Jona?

—No queremos tener un bebé y aunque quisiéramos, no es asunto tuyo, Derby.

—Solo digo que algo mal esta con la mujer si no está embarazada...O contigo —. Se fue hacia atrás en la silla y agarró la botella de whisky—. Escuché que algunos hombres no pueden dejar a una mujer embarazada por exceso de sexo.

Darion soltó una carcajada y golpeó su muslo.

—¡Eso explica porque las dejas embarazadas a todas, Derby!

Los hombres también estallaron en carcajadas y Derby se tiñó de tomate y lanzó la botella hacia su amigo, la cual Darion atajó sin dejar de reír.

Jonathan era el único que permanecía serio.

¿Podía ser...? Olivia le había confirmado que tener demasiado sexo y disfrutarlo tanto no le causaría problemas, pero ¿y sí ella se había equivocado? Intentó disimular su preocupación riéndose con ellos, pero por dentro comenzaron a surgirle ideas.

—¿Cuándo fue la última vez que te tiraste a una mujer, Derby?

—Puf...hace poco —. Las risas continuaron—. Lo digo enserio. Las mujeres me persiguen.

—Para darte por la cabeza con un sarten, quizás.

—Yo diría que le huyen —comentó Uncey y Darion lo apoyó.

—Te creeré si tú lo dices, Uncey, tienes experiencia con mujeres que te huyen.

Más risas y esa vez fue Uncey quien bufó y se molestó con las bromas.

—No es verdad...Tengo una novia.

—Oh, oh... ¿Escucharon? Uncey tienen una novia. ¿Cuánto le pagaste para que aceptara?

—No le pagué nada, Darion, ella me ama —. Más risas de los hombres y Uncey se cruzó de brazos—. ¿Qué hay de ti, experto? Cuéntanos de tus mujeres entonces.

—Sí, idiota, cuéntanos —apoyó Derby.

Darion les regresó la botella de whisky y dejó su banco.

—A diferencia de ustedes, zopencos, no tengo necesidad de demostrar con cuantas mujeres duermo o no, así que...Hasta mañana.

Darion se marchó a su carpa y Derby y Uncey bufaron.

—Seguro lo dice porque no tiene a nadie.

Jonathan volvió a la casa después de la charla para dormir con Olivia y antes de poder cerrar la puerta, Thomas llegó para detenerlo.

—Envíale saludos a Olivia de mi parte y agradécele por su amabilidad ¿sí?

Lo miró, con un pie dentro de la casa y el otro fuera e ignoró las banderas rojas ante él en esos momentos, asintiendo.

—Se lo diré.

Cuando Jonathan fue al dormitorio, Olivia ya estaba acostada, leyendo su libro sobre como dirigir una casa y tomando notas sobre las cosas que le parecían importantes.

Se quitó su ropa de día y metió su cuerpo debajo de las mantas a su lado.

Ella no dejó lo que hacía a pesar de su llegada y por unos minutos Jonathan no la interrumpió y tan solo la miró en silencio y pensó.

Lo que Derby le había dicho tenía sentido, habían tenido relaciones incontables de veces y era curioso que hasta el momento ella no hubiera quedado embarazada. Lo único que se le ocurría pensar es que Olivia se hubiera equivocado y haber disfrutado tanto de los placeres carnales le hubiera dejado estéril.

—¿Por qué no estás embarazada? —preguntó finalmente y Olivia entró en pánico.

—¿C-cómo?

—Hemos tenido sexo...mucho. ¿Por qué no estás embarazada?

—N-no lo sé...Muchas cosas influyen en eso, Jona. ¿A qué viene la pregunta?

—¿Crees que yo sea estéril? —. Lo miró confundida y comenzó a negar—. ¿O tal vez tú? No me molestaría si tú lo eres, en parte es mejor para que no debas abortar, pero yo no puedo serlo.

—No lo eres.

—¿Cómo puedes estar segura? —. Se alzó de hombros sin saber que decirle—. ¿Entonces? Tal vez deberíamos dejar de tener tanto sexo.

—¿En serio lo dice?

Amplió sus ojos y negó articulando bien con sus labios.

—No —. Giró en la cama para mirarla estando de lado y apoyó la cabeza en su mano—. ¿Pero me dirías ¿verdad? Sí estuvieras embarazada, así yo podré apoyarte durante el aborto, no es algo que debas hacer sola.

—Claro —mintió—. ¿Sí o sí quieres que aborte? ¿No te gustaría que diera a luz?

—Ni lo sueñes —. Se rio y giró su cuerpo para apagar la vela y dormir—. Sí quedas embarazada abortaras como acordamos y listo. No te pondré en riesgos innecesarios.

Él se quedó dándole la espalda para dormir en lo que ella leía, pero Olivia ya no pudo concentrarse en el libro. Recostó su espalda en el respaldo de la cama y apretó su vientre, sin saber cómo sentirse. Estaba en uno de esos momentos en el cual no sabía sí había tomado la decisión correcta o cometía un gran error. Jonathan podía terminar odiándola sí descubría que le había ocultado el embarazo hasta que fuera muy tarde, pero ya no se sentía capaz de abortar y sí lo hacía dudaba alguna vez perdonarse a sí misma.

Dejó el libro y su libreta de notas con el lápiz y apagó su vela para acostarse a dormir.

En la oscuridad se quedó viendo la espalda de Jonathan y detuvo su mano a centímetros de tocarlo. No sabía cómo enfrentar los sentimientos que sentía en esos momentos. Terminó abrazándolo por la cintura y pegándose a su espalda y él sujetó su mano y sonrió.

—Mmm, que paz me das, nena.

—Tu a mí.

—Te amo —le susurró y besó sus dedos.

Ella sonrió y apretó su mejilla contra su hombro.

—Te amo, Jona.

18 de marzo 1861.
Propiedad de Jonathan, Minnesota.

En la casa ahora tenían ocho niños y Olivia nunca antes había imaginado que le alegraría tanto sus días. Eran escandalosos y no ayudaban a mantener la casa ordenada, pero ahuyentaban los silencios deprimentes y provocaban risas entre las mujeres. Los hijos de Terrell eran muy tranquilos hasta que se juntaban con los niños de Olivia y se desestresaban un poco. Olivia no quería imaginar las cosas que esos niños debía de haber vivido como esclavos, pero cuando pensaba al respecto, entendía porque parecían tener vergüenza y miedo de todo lo que hacían. Como cuando Jamal había entrado en la cocina y se había agarrado un pedazo de pan justo cuando Olivia lo había mirado, el niño se había congelado y la había mirado con una expresión de puro terror tan monumental, que a Olivia le habían dado ganas de llorar.

Se había acercado a él, apenada al verlo encogerse de miedo y se había arrodillado en el suelo a su lado.

—¿Tienes hambre, cariño? —. Jamal había asentido con el pan aun en sus manos—. ¿Qué te parece si le ponemos algo al pan? Sólo no es tan rico. ¿Te gusta la mermelada de frutilla?

Le había preparado dos rodajas de pan con mermelada y un vaso con jugo de naranja que el niño había comido más relajado en la mesa. Después de esa vez, Jamal se había relajado un poco para agarrar comida cuando le daba hambre, hasta llegado el punto en el que ya no le apenaba.

También había dos niñas y eso alegraba bastante a las mujeres para tener una excusa para hacer vestidos. La más pequeña era Elissa Harvey y había llegado al grupo sola con su padre; Ryley Harvey. Olivia aún no había tenido la oportunidad de hablar con el hombre, pero lo veía en el campo todos los días y trabajaba hasta el cansancio para asegurarse de que no lo echarían del campamento a él y a su hija. Por supuesto, Olivia no permitiría que los echaran, pero le alegraba saber que el hombre era un padre responsable.

La otra niña tenía nueve y era huérfana junto con su hermano mayor. Zoe Leonard contaba como una niña, pero su hermano de catorce años, Lonnie, ya era incluido entre los adultos, así que los hombres lo tenían ayudando en la granja. Tampoco había tenido tiempo de hablar con Lonnie, pero confiaba poder hacer el tiempo para ir conociéndolos a todos con el pasar de los días.

Pasó por todas las carpas con una canasta en mano y recogió la ropa que estaba para lavar. Toneladas y toneladas de ropa acumulada entre todas las personas presentes. Las mujeres tenían al menos seis prendas cada una, pero les daba la ventaja de que estas no estaban tan sucias, pero los hombres...A pesar de no tener más de cuatro prendas cada uno, apestaban y estaban desastrosas.

—¿Tienes ropa para lavar?

Derby terminó de ponerse sus botas y levantó su ropa del rincón de su carpa para ponerla en el canasto que ella cargaba.

—Gracias —le dijo y Olivia asintió sin darle importancia y continuó su recorrido.

Regresó a la cocina con la canasta desbordándose de ropa y pesando tanto que le dolía la espalda. La apoyó en la mesa y tomo la cubeta para ir a buscar agua para llenar el fregadero.

Le tomaría toda la mañana lavar la ropa y colgarla.

—¿No sería más practico lavar la ropa afuera, señora?

—Con algunas cosas lo es, pero quiero remojar la ropa de los hombres por algunas horas, señora Finn, están que apestan —. Hundió las camisas en el agua y algunos pantalones—. Mire esto, ni siquiera comprendo cómo pueden andar por ahí vistiendo trapos rotos.

—Es lo que pasa con estos hombres cuando no tienen una mujer en su vida —. Le quitó una de las camisas de las manos y miró el agujero en la axila—. Sin nosotras los tontos están perdidos. Deberíamos tirar estas y hacerles camisas nuevas ¿no cree?

—La ayudaría si supiera como hacer una camisa, pero me temo que apenas se coser un agujero.

—No es tan complicado, le enseñaré cuando hayamos terminado con esto.

La señora Finn la ayudó a remojar las camisas en el agua del fregadero con un poco de jabón que no hacía mucha espuma y luego llevaron el tarro y las tablas de lavar la ropa hacia el exterior y se arrodillaron en la tierra para refregar las telas durante horas.

Mientras ellas lavaban, Lucy y Sophie colgaron todo en las cuerdas improvisadas que los hombres les habían puesto atravesando el jardín.

Olivia miró hacia el granero a la distancia y vio que Jonathan estaba caminando sobre el techo de madera, terminando de ponerle algunos tablones con la ayuda de Terrell y sus hijos.

—¿Se casaron hace mucho? —curioseó la señora Finn mirando hacia Jonathan con ella.

—El veinticinco de octubre del año pasado.

—Casi cinco meses.

—Se siente como cinco años —confesó y le pasó una de las faldas a Lucy—. Hemos vivido tantas cosas que resulta sorprende hayan pasado solo cinco meses desde la boda.

—Nunca pensé que Morgan se casaría.

Olivia levantó la cabeza para poder mirar hacia Lucy y entrecerró los ojos por el sol.

—¿Por qué no?

—No lo sé, desde que lo conozco él nunca fue de la clase de hombres que busca una rutina o una mujer con la que pasar el resto de su vida —. Escurrió una de las camisas de algodón y la colgó—. Pero parece muy enamorado de usted.

—Eso es verdad —concordó Finn—. La forma como la mira, le digo que pocas veces he visto a un hombre mirar así a una mujer y solo sucede cuando están muy enamorados.

—¿Es bueno con usted?

—Más que bueno —respondió a la pregunta de Sophie—. Se preocupa mucho por mí y por los niños, aunque tiene sus cosas como todo el mundo supongo.

—¿Mal carácter?

—Algo así. Es muy celoso —. Las cuatro miraron hacia Jonathan—. Pero es tan perfecto que eso se vuelve insignificante.

—Morgan siempre ha sido muy inseguro, pero lo oculta muy bien en presencia de otros—. La señora Finn se rio—. Yo solo lo sé porque he tenido que apoyarlo cuando el pobre no tenía a nadie más...Pobre Morgan, las cosas que vivió siendo tan jovencito, pero es bueno que la tenga a usted ahora. Sé que usted lo ayudará mucho, señora. 

Continuaron lavando la ropa y cuando Olivia volvió a mirar hacia Jonathan, lo encontró bajando del techo del granero por la escalera que Terrell sujetaba. Estrecharon mano y se rieron de algo mientras se refrescaban un poco con el agua de un tarro.

Entonces él miró hacia ella, como si pudiera sentirla observando y sonrió. Inclinó el sombrero en su cabeza a modo de saludo y Olivia inclinó su cabeza en respuesta.

Cuando estaba por llegar la hora del almuerzo y ella todavía se encontraba lavando ropa, se disculpó con las muchachas al dejarles la tarea en sus manos y fue por el campamento hacia las mujeres que cosían unos vestidos para las niñas.

—¿Alguna de ustedes podría ayudar a la señora Finn con la ropa sucia?

Ava y Mora dejaron lo que hacían y fueron de voluntarias a ayudar. Olivia hecho un vistazo a los vestidos que hacían y luego cuando notó que faltaba una mujer, miró a su alrededor.

—¿Y la señora Arendse?

—Con su bebé en la carpa.

Se fue por el camino entre las mesas, carpas y fogatas y anunció su llegada antes de entrar en la tienda donde Shanice caminaba de un lado para otro, meciendo a su beba que no dejaba de llorar.

—¿Está todo en orden?

—Sí, señora, la calmare en un momento, se lo aseguro —. La ansiedad de Shanice aumentó en presencia de Olivia—. Me la llevaré lejos para que no la moleste y...

—Ni hablar, señora, no puede alejarse sola es peligroso. ¿Qué le pasa a la bebé? ¿Le duele algo?

—Es la panza, le pasa seguido.

—¿Puedo? —. Extendió sus manos y no muy segura, Shanice puso a su hija en sus brazos—. Recuerdo que mi abuela solía calmar los cólicos de mi hermano acostándolo bocabajo en sus brazos y masajeando su espalda.

Shanice prestó atención a lo que hacía mientras la nena lloraba y después de unos minutos en la nueva posición, su hija se calmó y continuó dormitando con su mejilla apretada contra el brazo de Olivia y un hilo de saliva escurriendo por la comisura de su boca entreabierta.

—Parece ser que sí funciona.

—Muchas gracias, señora.

—No hay de qué, ¿por qué no descansas un rato mientras yo la cuido? Parece que no has dormido bien en días.

—Hay mucho trabajo que hacer, señora.

—Seguro un día de descanso no hará daño, además tenemos todo bajo control. Te llamaré si necesitamos otras manos ¿sí?

Le dio un suave apretó en el hombro y la ayudó a recostarse en la cama.

Shanice le agradeció y Olivia dejó la carpa con Alyssa en brazos.

Era la beba más hermosa que había visto en su vida, con sus cachetes regordetes y unos mechones de pelo fino y enrulado en su cabeza. Era frágil y tierna, tenerla en sus brazos le reconfortaba el alma y la hacía imaginar cómo sería cuando su hijo naciera y entonces volvía a preguntarse si ella sobreviviría al embarazo. Si los dos sobrevivirían o le sucedería lo mismo que a Sammy.

Fue a la cocina y con un brazo libre comenzó a organizar todo para preparar el almuerzo.

—¿Necesitas ayuda?

Se regresó hacia la voz y una enorme sonrisa apareció en su rostro junto con una sacudida de su corazón cuando vio a Lisie de pie en la puerta con ambas manos en la cintura.

—Pensé que no llegarías nunca —dijo y la abrazó cuidando de no apretar a Alyssa entre sus cuerpos—. Por Dios, Lisie, has cambiado un montón. ¿Qué sucedió? ¿Cómo has estado?

—Bien, muy bien de hecho. Muchas cosas sucedieron desde la última vez que nos vimos y ni siquiera sé por dónde comenzar —. La ayudó comenzando a cortar las verduras para el almuerzo y se rio—. Me siento distinta, más fuerte y libre.

—Te ves más fuerte y libre. ¿Qué pasó con tu padre? ¿Fuiste a verlo?

—Sí, pero el viejo sigue igual de idiota y bebiendo como barril sin fondo. Tuve que darle con una sartén en la cabeza y huir para evitar que me hicieran daño. Y luego sola en las calles escape de la muerte varias veces.

—Lisie, Dios...Es horrible que hayas pasado por eso.

—Lo sé, pero me hizo más fuerte y ahora que he vuelto con la pandilla no me arrepiento de nada. ¿Sabías que los ayudé a robar un banco hace unos meses? Así es, yo...Una mujer, robando bancos con un montón de hombres —. Se rio y volcó las papas en la olla con agua—. Parece mentira, pero lo hice y sobreviví.

—No me sorprende de ti, has pasado por mucho y has demostrado que tienes lo que se necesita para sobrevivir.

Lisie sonrió y colgó la olla sobre el fuego de la estufa.

—¿Y tú? Leí lo que hiciste en Washington, está en todos los periódicos. No puedo creer que dirigieras un hospital y salvaras a tantas personas.

—No pude hacer mucho y tuve que marcharme.

—Pero hiciste un cambio, el hospital jamás volverá a ser como era —. Pusieron la olla sobre la cocina de hierro e hirvieron agua—. Ya no somos las mismas que eramos un año atrás.

—Tienes razón y estoy orgullosa de nosotras.

—¿Brindamos? —. Fue hacia el salón para buscar una de las botellas de whisky de los hombres y agarró dos vasos—. Por un futuro brillante y más aventuras.

Olivia miró el vaso con whisky cuando se lo entregó y se mordió el labio, obligándose a rechazar el alcohol. Lisie frunció el ceño y dejó el vaso en la mesa. Intentó entender que sucedía y entonces se cubrió la boca y ahogó un grito.

—Estás em...

—Shh, no digas nada —. Miró por la ventana para asegurarse de que Jonathan estaba lejos y regresó hacia Lisie—. Lo estoy.

—¡No te creo!

Ambas se giraron hacia la puerta cuando vieron a la señora Finn con las demás mujeres regresando de lavar la ropa y Olivia quiso golpearse la cabeza contra el muro.

—¿Cómo no nos ha dicho, señora? La habríamos ayudado más. ¿De cuánto está? ¿Morgan ya sabe?

—No, así que bajen la voz, por favor. No pueden decirle nada.

—¿Cómo? ¿Pero por qué?

—¿Acaso no es el padre? —inquirió Lisie y todas la miraron espantadas.

—Sí lo es, Lisie, pero no puede saberlo aún —. Quiso huir de aquel momento para evitar tener que dar más explicaciones, pero las mujeres no cedieron y esperaron por respuestas. No dárselas era más peligroso que dárselas, pues crearían teorías que podrían ser incorrectas y escandalosas—. Teníamos un trato ¿vale?

—¿Qué clase de trato?

—Que si yo quedaba embarazada me tomaría algo para suspender el embarazo —. Volvió a mirar por la ventana para asegurarse de que Jonathan seguía lejos y cuando regresó a las mujeres vio sus caras de espanto—. No me miren así ¿vale? Él tiene terror a los embarazos y yo no quería ser madre.

—¿Pero ahora sí quiere? —. Asintió y la señora Finn sonrió—. Muy bien, señora, hace muy bien.

—¿Y cuando le dirás?

—No lo sé, cuando este más avanzado supongo. No sé si es lo correcto, pero no quiero perder a este bebé, simplemente no puedo hacerle daño. 

—Eres una maravillosa mamá. 

—Lisie tiene razón, ya tiene el don de madre de naturaleza, señora —halagó Sophie.

—Esperemos que Morgan no se enoje, pero no se preocupe que nosotras no diremos nada a nadie.

Les agradeció y continuaron con el almuerzo, charlando otro poco sobre el embarazo y luego cambiando de tema hacia uno más seguro, en caso de que alguno de los hombres apareciera para ver cuánto tiempo faltaba para la comida. 

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