Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

04 de marzo 1861.

Washington. D.C

Era de madrugada y ya habían despertado en parte por culpa de los nervios y también porque tenían mucho por hacer. El reloj apenas marcaba las cuatro y con el tiempo en sus manos, Jonathan decidió quedarse un momento con Olivia en sus brazos. Hacía varias noches que no compartían cama con ella durmiendo en el hospital para atender a los pacientes y, por lo tanto, hacía varias noches que no la tocaba.

La arrastró por el colchón para pegarla a su pecho y amoldó su cuerpo al suyo en posición fetal, con su mano acariciando su vientre en movimientos circulares y ascendiendo por momentos hacia sus senos.

—Buenos días.

Olivia sonrió con sus ojos cerrados y se removió contra él, frotando sus caderas gentilmente contra su entrepierna. Jonathan gimió por lo bajo con su voz más grave de lo normal y le mordió suave el cuello antes de trepar sobre ella.

—Deberíamos comenzar a aprontarnos.

—Aún tenemos tiempo —. Le levantó la camisa para desnudar su vientre y repartió besos sobre sus costillas, descendiendo hacia su sexo para colar su lengua entre sus pliegues—. Quiero complacer a mi esposa antes de comenzar el día.

—Oh, ¿enserio? Fácilmente puedes hacerlo limpiando la habitación por mí —se burló y él rodó los ojos y acomodó su cuerpo para enterrar su rostro entre sus piernas.

Consiguió hacerla gemir, eliminando cualquier broma de su cabeza y le aferró las caderas para evitar que se moviera. Su lengua trabajó maravillas en su sexo, cada día más experta sobre los lugares exactos que la enloquecían y aquellos que la complacían. Le apretó una mano contra la cabeza para pegarlo fuertemente contra su clítoris y su lengua lo masajeó repetidas veces con sus ojos puestos en ella y en sus expresiones de placer.

Le estrujó los senos suavemente hasta que Olivia le apartó las manos de regreso hacia sus caderas. Prefería que no tocara sus pechos esa mañana porque le dolían.

Antes de que el orgasmo la abandonara tiró de él hacia su boca y lo besó al tiempo que le levantaba la camisa y bajaba su pantalón para que se guiara en su interior. Él gimió contra su boca cuando su miembro se adentró en ella y Olivia lo acompañó, ahogando un gemido en medio de un jadeo.

Estrujó las mantas en sus manos y se removió buscando más contacto cuando Jonathan comenzó a moverse.

—Joder, nena... —. Le aferró un muslo, llevándolo hacia su cadera y con cada embestida el placer creció en ellos—. Bésame.

Respondió a su suplica, encontrando su boca enardeciendo el apetito sexual que sentían mutuamente.

Jonathan se tensó cuando el orgasmo comenzó a apretarse en su vientre y ella se retorció debajo de su cuerpo y respiró de forma irregular con sus músculos apretados y los ojos cerrados hasta que el placer la abandonó y él acabó en su interior, desplomándose sobre ella.

Besó su hombro y su cuello y su respiración le llegó en el oído junto con su grave voz.

—Lo que provocas en mí, nena...Lo que me haces...No es normal —. Se alzó unos centímetros y la miró a los ojos—. Me tienes loco ¿lo sabes ¿no?

Olivia sonrió y le acarició la mejilla.

Le gustaba como se le veía ese corte de barba más prolijo y que resaltaba sus rasgos marcados.

Tendría que haberle dicho que él también la enloquecía de placer y afecto, que lo quería demasiado y no sabía como sentirse respecto a todos los sentimientos desarrollados por él, pero se guardó cada palabra y lo besó en su lugar.

—Deberíamos aprontarnos.

Jonathan se vistió y estiró las mantas de la cama en lo que ella se ponía el vestido. La ayudó como pudo a abrochar todas las cintas y cordones en su ropa, enredándose varias veces con sus propios dedos y cuando no tuvo nada más que hacer, se quedó sentado en el sofá, viéndola peinarse y hacer su maquillaje y no pudo resistir el impulso de ir a besarla.

—Estás hermosa.

Olivia sonrió, halagada por aquel cumplido y su autoestima se disparó durante el resto de la mañana.

Dejaron la habitación y Jonathan llamó en la puerta de Jian para que los acompañara al comedor para el desayuno. Ella también se había aprontado con uno de los elegantes vestidos que Olivia le había dado el día anterior para el evento de esa tarde. Los saludó y se enganchó al brazo de Olivia para descender juntas con Jonathan guiándolas.

—¿Cómo te sientes esta mañana? —preguntó por lo bajo, manteniendo distancia con Jonathan.

—Mucho mejor, gracias por preguntar, seguramente haya sido solo el estrés de la semana.

—Quizás.

A Jian no le convencía.

En su corta vida, más bien en los últimos años, había visto a demasiadas mujeres embarazadas entrando y saliendo del burdel y conocía los síntomas de cada una. No a todas les afectaba de la misma forma. Había conocido a una joven que no había tenido síntomas y nadie se había enterado de su embarazo hasta que su vientre era del tamaño de una sandía. También recordaba a unas mujeres que no dejaban de vomitar por todo el lugar y pasaban el día tan débiles y pálidas que parecían poseídas por un demonio en lugar de embarazadas. Y por supuesto, no se olvidaba del curioso caso de una señora que no solo no había tenido síntomas, sino que tampoco había desarrollado un vientre voluminoso. Su estomago había permanecido casi completamente plano hasta la fecha del parto, el cambio había sido tan sutil que todos habían pensado simplemente había aumentado algo de peso.

En resumen, tenía experiencia con mujeres embarazada y sabía decir cuando una lo estaba. Olivia tenía todos los síntomas más comunes.

Llegaron al comedor y ocuparon una mesa redonda con seis asientos.

Jonathan esperó hasta que ellas se hubieran sentado para acompañarlas y el camarero les entregó el menú del desayuno para que eligieran. Jonathan optó por un café con huevos revueltos y tocino, Olivia eligió el café con las galletas y Jian se pidió lo mismo. Imitar a Olivia era lo más sabio para poder estar a la altura de una señora de clase media/alta.

—¿Desea recibir el periódico del día, señor Morgan?

Asintió y le agradeció al camarero cuando le dejó una copa en la mesa junto a su desayuno.

—¿Irá mucha gente al baile de esta noche, cariño?

—Varios hombres importantes —respondió y pasó pagina en las noticias—. Incluyendo al próximo a ser ex presidente de los Estados Unidos.

—¿James Buchanan ¿verdad? —. Asintió y a continuación Olivia se dirigió a Jian—. ¿Te interesa la política?

—No realmente, tampoco entiendo mucho del tema y los hombres parecen manejarlo bastante bien así que no veo motivo para interesarme.

—¿No crees que las mujeres deberían votar?

—Nunca lo he considerado —. Mordió una galleta y se llevó la taza de café a la boca—. ¿Tú sí?

—Por supuesto.

—Olivia es... ¿Cómo era el término que me mencionaste una vez?

—Feminista.

—¿O sea que eres femenina? —. Se rio del comentario de Jian y sacudió la cabeza—. Igual sí lo eres.

—Lo soy, pero eso no es lo que feminista significa. Es parte de un movimiento de mujeres para mujeres.

—Erradicar al... ¿patriarcado? —. Olivia asintió orgullosa de que Jonathan sí escuchara sus charlas nocturnas cuando le atacaban las ganas de hablar. Recordaba haberle contado todo aquello a comienzo del año en la granja de los Morgan—. Lo cual se traduce a igualar las oportunidades para las mujeres...

—Y hombres. Para ambos.

—Cierto —. Pasó la página y miró por sobre el periódico hacia Olivia—. ¿Pueden los hombres ser feministas?

—Por supuesto que sí, su apoyo es más que necesario para que la causa tome importancia. Sin los hombres nadie nos escucharía —. Se giró hacia Jian y agregó—. Ellos son parte de la solución y también están afectados por las desigualdades. 

—¿Usted se considera feminista, señor Morgan?

Jonathan lo pensó un momento, dejando el periódico a un lado para concentrarse en la charla con las mujeres.

—Me considero un marido que apoya a su mujer incondicionalmente, así que sí ella es feminista, supongo que también lo soy —. Dio un sorbo a su café y agregó con una sonrisa—. Incluso ayude en una protesta una vez. ¿Verdad, nena?

—Oh, es cierto. Tendrías que haberlo visto, Jian, sostuvo unos carteles para pedir el voto para la mujer —. Se rio—. Se veía muy hermoso.

Jonathan la miró con una sonrisa y se alegró de verla tan animada esa mañana después de la angustia que le había provocado el día anterior. Sospechaba que se debía al discurso de esa tarde, las esperanzas de que fuera efectivo permanecían altas entre ellos, principalmente por parte de Olivia. Él ya se rendía a la idea de detener una guerra. Dos personas contra todo un país no serían suficiente para evitar un conflicto.

—¿Me explicarías más de este...feminismo?

Que Jian preguntara trajo más emoción al rostro de Olivia y se giró en la silla para centrar toda su atención en dar cada detalle. Desde los motivos de la lucha, los cuales adaptó a la época en la que vivían, hasta los métodos y justificaciones.

Las dos hablaron animadamente del tema con Jonathan simplemente escuchando y como siempre; aprendiendo en presencia de Olivia y cultivando sus conocimientos, hasta que dos hombres llegaron para acompañarlos en la mesa y la sonrisa de Olivia se esfumó.

—Coronel Moore, que...que agradable sorpresa —mintió al verlo llegar y cuando hizo el ademán de ponerse de pie, el coronel la detuvo.

—Por favor, no hace falta se pare por mí, señora Morgan y muy buenos días para todos. ¿Les molesta si los acompañamos?

Jonathan señaló las sillas libres y el coronel Moore y Reg Woodcock se sentaron.

—Un placer conocerla, señora Morgan. Reg Woodcock a sus servicios.

—El placer es mío, señor Woodcock.

—Coronel Moore, señor Woodcock les presento a una nueva integrante de nuestra familia, la jovencita Jian Ng.

Jonathan señaló hacia Jian y esta algo cohibida saludó, evitando alzar sus ojos hacia Reg Woodcock.

Reg la miró, congelándose al querer tomar asiento en la mesa y tragó saliva fuertemente antes de terminar su acción y forzar una sonrisa. Olivia le lanzó una mirada al hombre y luego a Jian y por debajo de la mesa tomó su mano para consolarla.

—¿Necesitas que nos retiremos, querida?

—No, estoy bien, Olivia. Muchas gracias.

—¿Ha leído el periódico, señora Morgan? Hablan de usted en la última página.

—¿Cómo dice, coronel?

Moore le extendió el periódico que Jonathan tenía a su lado y ella lo abrió en la página señalada y leyó la columna que llevaba su nombre.

—Espero no haga caso a las mentiras de los periodistas.

—¿Cómo se atreven?

Jonathan la miró desde el otro lado de la mesa y tamborileó con sus dedos en la madera.

—¿Qué dice?

Olivia Morgan, la mujer que dice ser una doctora para hacer el trabajo del diablo —. Tragó saliva fuertemente para contener su rabia y le extendió el periódico al coronel—. Usted lea, por favor, yo no podré.

—De acuerdo...—. Se aclaró la garganta y continuó—. ¿Pueden imaginarlo? ¿Una mujer ejerciendo la medicina? No fue hace mucho que el Doctor Grenville Harrell explicó porque una mujer JAMÁS podría ejercer la medicina. Ellas simplemente no tienen la capacidad para hacerlo. No negaremos que las mujeres son seres muy inteligentes, pero también demasiado débiles para soportar toda la enfermedad y brutalidad que viene con la profesión y aun así...Esta señora asegura ser una doctora. Pero el respectado Doctor Grenville Harrell demuestra lo contrario. Esta persona es la representación exacta de una mujer que se ha entregado a sí misma a los trabajos del diablo, eso de lo que tanto nos han advertido toda nuestra vida. Tengan cuidado, caballeros, pues el doctor Harrell ya ha sido victima de los intentos de esta harlot de persuadirlo para involucrarse juntos en actos que es mejor no mencionar en estas páginas. No es ninguna doctora, no es más que una mentirosa y manipuladora harlot que usa su cuerpo para corromper la moral de los hombres y hacerlos actuar en contra de su buen pensar. ¡Protéjanse, caballeros! Pues esta harlot podría pronto contagiar a otras mujeres de su impureza y, por si fuera poco, su acompañante, la famosa prostituta Jian Ng, ahora viste faldas elegantes y se cree una dama. ¿Qué sigue? ¿Hombres usando faldas y cocinando?

Cuando Olivia se puso bruscamente de pie y abandonó la habitación, el coronel dejó el periódico y murmuró una disculpa cuando Jonathan se puso de pie y fue detrás de ella. Jian se encogió en la silla al quedarse a solas con el coronel y Reg Woodcock.

Olivia irrumpió en su habitación y aunque empujó la puerta para azotarla contra el marco, Jonathan la bloqueó con su mano y entró, cerrando a sus espaldas.

—¡¿Cómo se atreve?! —. Quiso romper algo en su camino por culpa de la furia—. ¡Están arruinando mi nombre, Jonathan! ¡Todo por lo que vengo trabajando desde el comienzo de la semana! Las mujeres leerán eso y dejarán el hospital. ¡Los pacientes morirán!

—Le daré una visita al periodista que escribió esa columna antes de la ceremonia de esta tarde.

—¿Para matarlo? Eso seguro limpiara mi nombre. Pensarán que te he obligado porque trabajo para el diablo —se burló con los ojos en blanco y caminó de un lado hacia otro—. ¿Cómo pueden dormir por las noches sabiendo que mienten y mienten y mienten? Oh no, no me quedaré sentada Jonathan, ese doctor...

Apretó los puños con la ira acumulándose en sus venas y sacudió la cabeza.

Jonathan retrocedió cuando pensó que ella lanzaría una silla contra la pared, pero Olivia se contuvo y decidió ocupar la silla para sentarse.

—Estoy tan cansada de que arruinen todo por lo que trabajo.

—No lo arruinarán esta vez —. Le apoyó las manos en los hombros y besó su cabeza—. Tu eres la inteligente en esta relación, déjame el trabajo bruto a mí ¿sí?

Asintió, pues de todas formas estaba demasiado cansada como para moverse y antes de que Jonathan se marchara, tomó su mano.

—Gracias...por todo —. Él asintió y besó sus nudillos—. Ten cuidado ¿sí?

Se marchó y pasó por el salón para enviar a Jian a hacerle compañía a Olivia mientras no estaba. El coronel Moore se había marchado en algún momento mientras ellos no estaban y en la mesa solo quedaban Reg y la joven.

—¿Cuidas de Olivia mientras no estoy?

—Por supuesto.

Jian huyó agradecida del salón y Jonathan miró a Reg y luego hacia la puerta por la que la niña se había marchado.

—¿La conoces?

—Pague un par de veces por ella cuando visite la ciudad hace un año —. Se colocó el sombrero y sonrió—. Muy bonita chica, Morgan, muy bonita, especialmente si le tapas la cara.

Se rio y Jonathan forzó una sonrisa.

—¿Dónde está el coronel?

—Ha ido a asegurarse de que el periodista este en su casa para tu llegada. Imaginó que querrías ir a hablar con él antes de la ceremonia de esta tarde.

—Imaginó bien.

Salió del salón y pasó por la recepción de camino a la salida.

—¡Señor Morgan! —gritó uno de los encargados del mostrador—. Esta carta ha llegado para usted hace unos minutos de un tal Burke Wilf.

Tomó el sobre, agradeció y cuando se subió en un carro con Reg, leyó la nota en su interior.

Era por supuesto, de su amigo Thomas.

Amigo mío:

No imaginas la alegría que tu carta ha traído al grupo.

Ya mismo nos hemos puesto en marcha hacia el terreno que nos has mencionado, probablemente ya habremos llegado para el momento en el que recibas esta carta e indudablemente adelantaremos todo cuanto sea posible para la llegada de tu familia. Las mujeres limpiaran y prepararan el hogar por ustedes y nosotros prepararemos la tierra. Derby tiene experiencia plantando así que por fin el inútil servirá para algo.

Nos has salvado la vida, Jonathan y estamos en deuda contigo y tu esposa por esto.

Gracias eternamente.

-Burke Wilf.

Guardó la nota en el interior de su chaqueta y miró por la ventanilla mientras el carro avanzaba por la calle hasta la dirección que Reg le había dado al chofer. El periodista se llamaba Greg Sherburne, rondaba los treinta años y de él lo que llamaba la atención era su nariz siempre roja y mocosa por las alergias.

Cuando Jonathan bajó del carro, Moore estaba haciendo guardia frente al edificio donde sabían que Greg vivía. La ventaja de las ciudades era lo fácil que podía ser ubicar a alguien, entre chisme y chisme todos se conocían. Moore no había alertado a Sherburne de la llegada de Morgan, así que la visita permanecía inadvertida.

—Debo decir que este hombre no sabe dónde se ha metido —comentó acercándose a Reg.

—¿El señor Morgan es tan peligroso, coronel?

—Oh, señor, no se hace una idea.

Jonathan llamó a la puerta de la casa que se encontraba pegada a otros dos edificios. Era un agradable lugar de dos pisos, con paredes de ladrillos y ventanas con saliente angular y techo en punta. Cuando la puerta se abrió, Greg Sherburne lo recibió, inconfundible por la nariz enrojecida y el pañuelo que se encontraba usando para limpiarla.

—¿Caballero, ¿puedo ayudarle?

—¿Greg Sherburne?

—¿Usted quién es? —. Miró hacia el coronel y su compañero y enderezó su postura—. ¿Qué desea?

—Mi nombre es Jonathan Morgan, soy el marido de la mujer a la cual ha difamado en el...

—¡Mierda!

Sherburne intentó cerrarle la puerta en las narices, pero antes de conseguirlo, Jonathan le apoyó la mano en la madera y empujó hacia el otro lado, consiguiendo golpearle el rostro y tirarlo al suelo.

—¿Qué modales son esos, señor Sherburne? Solo he venido a charlar.

—Puedo explicárselo, señor, puedo...

Lo levantó de la camisa y arrastró su cuerpo hacia el salón, obligándolo a arrastrar los pies en un esfuerzo por mantener el equilibrio.

—P-puedo e-explicarlo. Podemos resolv...resolver esto de forma civilizada.

—Por supuesto, lo escucho.

Lo empujó en el sofá y arrastró una silla de la mesa para sentarse frente a él.

—Explíqueme porque ha insultado a mi esposa.

—Ella está fuera de control, señor —aseguró sin duda alguna y se enderezó en el sofá con confianza—. Sé que no le gustará que le diga esto, pero su mujer no le es fiel. El doctor Harrell me lo ha contado.

—¿Qué mi mujer lo sedujo? ¿Eso le contó verdad?

—Fue un poco peor que eso, tan solo lo censuré para el periódico. De hecho, ellos llegaron a la intimidad —. Jonathan asintió, no sabiendo que le molestaba más, las mentiras del doctor Harrell o que ese imbécil de Greg Sherburne le creyera—. Su mujer se ha desviado, he visto esto suceder muchas veces antes y le aseguro que sé perfectamente como puede enderezarla, aunque la mejor opción siempre será abandonar a la perra y rehacer su v...

Sherburne ahogó un gritó cuando Jonathan abandonó el banco bruscamente y se acercó a él, obligándolo a pegar su espalda al respaldo del sofá. Lo vio tan cerca que estuvo seguro acababa de orinarse un poco en los pantalones.

—Tenga cuidado, señor Sherburne, las cosas que dice están comenzando a colmar mi paciencia.

—I-intento a-ayudarlo, s-señor.

—¿Acaso solicite su ayuda? Creo que no ¿verdad? ¿Y sabe qué? Tampoco me gusta que se hable mal de mi esposa y mucho menos que infelices como usted manchen su nombre. Así que le haré una propuesta y sería inteligente de su parte aceptarla ¿sí?

Sherburne asintió y se sobresaltó cuando Jonathan le dio un golpecito en la mejilla.

—Escribirá otra historia para el periódico, limpiando el nombre de mi mujer y confesando que todas las cosas dichas por el doctor Harrell no son más que una mentira.

—Pero...

—Lo hará ya mismo, mientras le dicto lo que debe escribir —. Volvió a inclinarse frente a él, intimidándolo por segunda vez y lo miró a los ojos a pesar de que Sherburne evitara su mirada—. Y por su bien, haga lo que le digo porque si debo volver, no llamaré a la puerta ¿comprende lo que le digo?

Asintió, tartamudeando y cuando Jonathan tiró de su remera para ponerlo de pie, sollozó por lo bajo y caminó torpemente hacia su escritorio para escribir.

—Escriba lo siguiente, tal como se lo digo —pidió y le puso la pluma y una hoja enfrente—. Olivia Morgan la doctora de la ciudad. Recientemente he escrito una columna hablando sobre todo lo que Doctor Harrell había dicho sobre la señora Morgan y es de mi temprano conocimiento que el Doctor Harrell no es más que un mentiroso, resentido, repleto de envidia hacia los éxitos de una mujer, que ha logrado hacer su trabajo mejor de lo que él jamás podría. Su fracaso y celos, no le han dejado otra opción salvo inventar un montón de mentiras sobre esta buena mujer con la esperanza de arruinar así su trabajo y su carrera. Debo disculparme explícitamente tanto con la señora Morgan como con todos mis lectores, pues he transmitido información incorrecta. Olivia Morgan no es y jamás ha sido una harlot, proviene de niveles de alta educación, graduada de la Universidad de Inglaterra en psicología y de la Universidad de Francia en medicina. Ella es una mujer de muchos conocimientos y gran inteligencia y me avergüenza haber manchado su nombre dejándome guiar por chismes. Doctor Harrell debería estar avergonzado de lo que ha hecho y que todo el mundo sepa que ese hombre no es más que un ser cruel y envidioso y que es mejor mantenerlo alejados de las mujeres o terminará ofendiéndolas con su presencia.

Sherburne firmó la hoja y se la extendió a Jonathan con una mano temblorosa para que confirmara lo que había escrito. Jonathan dejó la hoja después de leerla y rodeó el escritorio hasta invadir el espacio de Sherburne poniéndole una mano en la nunca para empujarle la cabeza contra la mesa.

—Nunca más vuelva a insultar a mi esposa, ni siquiera vuelva a decir su nombre —. Apoyó su revolver frente al rostro de Sherburne y continuó—. O lo mataré, porque eso es lo que hago. Mato hombres para ganarme la vida y usted no sería nada más que otra mancha en mi zapato. ¿Quiere que lo mate, señor Sherburne?

—N-no, n-no.

—Entonces no vuelva a molestarnos o volveré, Sherburne.

Lo soltó, se guardó el revolver y abandonó la casa para volver con el coronel y Reg.

—¿Al menos lo has dejado con vida ¿no?

—Siempre y cuando se mantenga lejos de mi mujer —. Se acomodó el sombrero y subió al carro—. No era más que un cobarde, sospecho que hasta se ha orinado en los pantalones con mi llegada.

Moore se rio y tomó asiento a su lado.

—Siempre he dicho que ningún hombre que insulta a una mujer es muy hombre.

—Y está usted en lo correcto, coronel Moore, muy en lo correcto. 

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