Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

27 de octubre 1860.
Morgan, Minnesota.

Jonathan abrió los ojos con el sol en el rostro y en un principio, no estuvo seguro de que lo había despertado. Estiró sus pies desnudos y sus labios se curvaron cuando sintió los labios de Olivia contra su cuello y su cálida lengua acariciando su piel.

—Buenos días.

Se enderezó y lo primero que hizo fue mirar hacia la puerta.

—¿Los niños duermen?

—De momento, pero te aconsejo no pierdas tiempo.

La besó antes de dejarla terminar de hablar y le levantó la camisa lo suficiente para poder besar sus senos y acomodarse entre sus piernas. Ella gimió al sentirlo en su entrada y se empujó contra su cadera para que la tomara.

—Mierda...Olivia —gimió en su boca y enterró las manos en la almohada besándola con la misma insistencia que ella—. Eres un pecado con todas las letras.

—Tú no eres ningún santo.

—Oh, no nena, contigo soy un pecador con todas y cada una de las letras.

Ella se rio y lo empujó hacia el colchón para acomodarse sobre él.

Lo montón y volvió a besarlo, colando sus manos por debajo de su remera para acariciarle el torso y enterrarle las uñas mientras lo empujaba en su interior una y otra vez. Él le aferró las nalgas, marcando sus dedos en su piel y en medio de sus besos salvajes la mordió un par de veces, cada vez que ella lo mordía a él.

Se detuvieron bruscamente cuando Olivia creyó haber escuchado la voz de Adrian llamarla desde el pasillo, pero tras unos minutos de escuchar atentos el silencio, retomaron y Jonathan acabó en su interior al tiempo que ella lo acompañaba gimiendo en su boca.

Se bajó de la cama, dejándolo agitado en el colchón y se colocó la salida de cama para ir rápidamente a hacer sus necesidades matutinas.

Él decidió dejar la cama unos minutos después, se vistió con un traje sencillo para viajar a la ciudad que les quedaba a unas horas a caballo y cuando llegó a la cocina, se encontró con que Luke y Eli ya estaban sentados en la mesa comiendo pan y tomando su leche y un plato le esperaba a él con su desayuno y el café.

Besó la cabeza de los niños antes de sentarse y asomó a la puerta frente a la casa para ver si los sirvientes de su madre le habían dejado el periódico. Fue reconfortante ver que sí, por lo que se sentó en la cocina a leer el titular.

Olivia entró minutos después con Adrian en sus brazos y aún con la bata.

Dejó al niño en una silla para que desayunara y se sirvió un café para ella. Reavivó las llamas de la estufa con otros troncos y contó los que le quedaban antes de sentarse.

—¿Me cortas unos troncos antes de irte, por favor? Lo que tenemos no durará todo el día.

Jonathan asintió concentrado en su lectura y cuando terminó se lo extendió.

—¿Qué es?

—Las elecciones otra vez. Luke, ve a buscar mi caballo al establo.

El niño se metió el pan que le quedaba en la boca y terminó su leche de un largo trago para marcharse corriendo de la casa.

—"El pueblo de estos Estados Unidos son los amos legítimos tanto de los congresos como de los tribunales, no para invalidar la Constitución, sino para derrocar a los hombres que pervierten esa Constitución- Abraham Lincoln—leyó—. Nominaciones republicanas nacionales, elecciones en todos los estados el 6 de noviembre de 1860. Para presidente; Abraham Lincoln de Illinois... ¿Seis de noviembre? Eso es la semana que viene.

Jonathan asintió.

—Dios, lo había olvidado.

—No te estreses. Después de las votaciones todo estará bien.

Se quedó viendo el periódico, pensando y comenzó a negar.

—No, no lo estará —. Dejó el periódico sobre la mesa y se ocultó en sus manos—. ¿Qué haremos, Jona?

—¿A qué te refieres?

—No puedo decirte en frente de los niños.

Cuando ella se puso de pie y abandonó la habitación, Jonathan la siguió en silencio hacia las escaleras y se encerraron en su dormitorio para hablar. La encontró sentada al borde de la cama, afligida y nuevamente preocupada de forma muy similar a como lo había estado durante su tiempo en Louisville.

—Lincoln ganará las elecciones. Eso lo recuerdo porque lo enseñan en todas las escuelas, lo que no recuerdo es la fecha exacta de la guerra que vendrá después de eso.

—¿Guerra?

Asintió, sintiendo un nudo en su estómago y nauseas.

—Varios estados del sur abandonan la unión y luego atacan al norte y desatan una guerra —. Jonathan tuvo que sentarse en la cama a su lado para procesar aquellas palabras—. ¿Qué haremos, Jonathan?

—¿Estás segura de lo que dices?

—Completamente, esta guerra civil marcó el futuro de los Estados Unidos.

Él se frotó el rostro, suspirando como si años de cansancio le hubieran caído encima y quedó mirando la cajonera por algunos minutos.

—¿No hay forma de que podamos detener esta guerra?

—A menos que puedas cambiar las mentes de los estados del sur para que acepten la abolición de la esclavitud, no.

—¿Ese es el motivo de la guerra? ¿Esclavos?

—Es uno de los motivos.

Jonathan volvió a frotarse el rostro y suspiró, abandonó la cama para estirar sus piernas y no supo que otra cosa decir. Si habría una guerra él tendría que ir a luchar al frente y eso implicaba que Olivia se quedaría sola con los niños, expuesta a hombres que quisieran atacarla.

—Si no podemos detenerla, entonces lo mejor es prepararnos.

—¿Prepararnos? No puedes estar hablando en serio. Jonathan es una guerra...Miles morirán, no podemos prepararnos para algo como eso.

—Podemos garantizar tu seguridad y la de los niños. Conseguiré un trabajo y ahorraremos, te enseñaré a disparar para que puedas protegerte cuando yo deba marcharme y le enseñaré a los niños también.

—¿Marcharte? ¿Estás pensando en ir a luchar? Jonathan, no puedes ir a la guerra. Es demasiado peligroso.

Le sujetó el rostro cuando ella se detuvo frente a él y acarició sus mejillas.

—Sí hay una guerra, debo servir a mi país como todo hombre, pero no me iré sin primero saber que tú y los niños estarán a salvo.

—Debe haber otra opción...Buscaremos otra opción, aún tenemos tiempo.

—Olivia, tu misma lo dijiste; no podemos cambiar la mente de las personas.

—Podemos hablar con Lincoln, advertirle.

—¿Y decirle qué exactamente? ¿Qué eres una viajera del tiempo del siglo veinte? ¿Qué sabes lo que pasará? Te encerrarán en un lugar de locos antes de que termines de explicarte.

La frustración fue en aumento.

—Le diremos otra cosa...Podemos advertirle de la furia del sur, decirle que intente calmarlos. La guerra comienza con el ataque de... ¿cuál era? .... Agg, maldición —. En ese momento lamentaba no haber prestado atención a las clases de historia de la secundaria—. ¡Fort Sumpter! En abril... ¡Atacan el Fort Sumpter en abril! Podemos advertirle y que calme al sur antes de que suceda.

Jonathan se concedió unos minutos para pensarlo.

Podían hacer lo que ella proponía omitiendo la información respecto a viajes en el tiempo, era arriesgado y las probabilidades de que funcionara muy escasas, pero intentarlo no les costaría mucho (solo el viaje en tren hasta Washington D.C) y si iban a hacerlo, entonces debían planear bien como.

—Tendremos que esperar a las elecciones.

—Sí, una vez Lincoln gane podemos hablar con él...Advertirle de la posibilidad de una guerra ante la disconformidad del sur.

—Pero tendremos que viajar en invierno y ¿los niños?

—Le pedimos a tu madre que los cuide.

—¿Y mi padre? Quiere echarnos y si nos ve viajando en invierno, claramente considerará echarnos antes de tiempo.

Olivia caminó en circulo intentando pensar en una excusa; algo que pudiera detener a Wright de tomar represalias contra ellos y al mismo tiempo justificara su viaje en invierno.

—¿Y si le decimos que he encontrado a mi familia?

—Y están en Washington —completó—. Sí, eso podría funcionar.

Olivia sonrió de puro alivio y emoción y se lanzó a sus brazos sin poder contenerse para besarlo. Lo tomó por sorpresa, pero Jonathan no se lo pensó dos veces y respondió al instante.

Le aferró el rostro para profundizar el beso y se contuvo de dejarse caer con ella en la cama y volver a perderse en su cuerpo como en la madrugada.

—Tengo un buen sentimiento respecto a esto.

—Espero que lo logremos —comentó y la abrazó—. Una guerra es lo último que necesitamos.

Jonathan se marchó a la ciudad en busca de un trabajo como habían acordado previamente y Olivia despidió a los niños para que se fueran a la escuela, quedándose sola en la casa para pensar y ocuparse en lo que intentaba que los eventos cercanos no la enloquecieran.

Quería poder recordar más detalles sobre la guerra civil de los Estados Unidos, pero nunca había sido una aficionada de la historia y nunca había pensado que le serviría de algo conocer del pasado. De haber sabido que viajaría en el tiempo y estaría tan cerca de vivir la guerra civil, se habría leído cuantos libros pudiera al respecto para estar preparada.

Pero en esos momentos lo único que podía hacer era sentarse y suplicar por una solución.

¿Y si ese era el motivo de su viaje? ¿Sí estaba allí para detener la guerra? No se le ocurría un solo motivo por el cual, de todos los seres humanos mucho más útiles y cultos en historia, el Universo o Dios la elegiría a ella, pero en esos momentos parecía claro que esa era su misión; detener la guerra.

Poco sabía ella lo equivocada que estaba.

Se hizo un emparedado para almorzar dado que estaba sola y no tenía compañía alguna y para la tarde decidió preparar un pastel con el cual podría convidar a los amigos de los niños que vendrían de la escuela. También decidió preparar su propia manteca; por primera vez en su vida.

El libro de recetas que la señora Solomon le había regalado aconseja preparar toda la manteca en primavera (o al menos la mayor cantidad de manteca), pero como ya estaban en otoño y Olivia necesitaba manteca antes de que se acabara la que Dalia les había dado, decidió saltarse ese paso. Tenía la leche que Jonathan le había ordeñado el día anterior y la cual había reposado toda la noche. Como el libro describía, la grasa y el líquido se habían separado, así que tomó la mantequera del armario que tenían en el pasillo y la apoyó sobre la mesa para llenarla con la grasa.

Colocó la tapa que tenía un agujero en el centro y un palo pasando por este y le ató un paño alrededor del palo para no salpicar la mezcla y durante la siguiente hora estuvo levantando el palo una y otra vez para batir la grasa dentro de la mantequera.

Estaba quitando el resto de líquido a la manteca y dándole forma con las paletas cuando los niños llegaron, alborotándolo todo como de costumbre y con voces nuevas acompañándolos.

—¡Bolsos en el cuarto! —avisó antes de que tiraran todo en la entrada y fueran a jugar—. Quiero que dejen todos sus bolsos en el cuarto y no vayan muy lejos ¿entendieron?

—Sí, señora Morgan.

—¿Cómo estuvo la escuela? —preguntó viéndose rodeado de pequeños niños de entre cuatro y ocho años.

—Fue muy divertido, aprendimos más números.

—Ahora se contar hasta un millón.

—Yo se contar hasta dos millones.

—No, no sabes.

—Sí sé, mira...Uno, dos, veinte, tres, cuatro, ocho, cinco, dos millones...

Olivia se rio cuando todos los niños dejaron la casa bromeando, peleando, jugando o intentando demostrar sus habilidades con los números. Adrian, sin embargo, se quedó pegado a ella, agarrándola de la falda.

—¿No irás a jugar con tus amigos? —. Lo vio negar con su cabeza gacha y sus pequeños dedos enrollando la tela del vestido de Olivia—. ¿Por qué no, cariño?

—Me da miedo.

—No debes tener miedo, cariño, son tus amigos. Mira, van a jugar a las atrapadas ¿no quieres ir? —. Se arrodilló en el suelo para estar a su altura y señaló hacia el campo—. ¿Qué te parece si tú vas a jugar con los niños y mañana por la tarde me acompañas al pueblo a conseguir unas calabazas para Halloween y las decoramos juntos?

—¿Decorar?

—Sí, es una pequeña tradición que tengo, solía hacerlo con mi familia y ahora lo haré con ustedes. ¿Te gusta la idea? —Los labios de Adrian se curvaron mientras asentía—. Bien, entonces ve a jugar un rato que yo les prepararé la merienda.

Tener seis niños desconocidos y alborotadores más sus ya tres escandalosos varones, era todo un desafío. Tenía que estar con un ojo en la cena y otro en el jardín, barriendo y escuchando, deteniendo peleas, resolviendo conflictos cuando no querían compartir o consolando a alguno cuando se caían. La merienda también fue un caos, los nueve comiendo todo y dejando migas en el suelo y la mesa. Tuvo que volver a limpiar lo que ya había limpiado y su intención de guardar algo de pastel para Jonathan quedó en el olvido cuando solo dejaron migas en la fuente. Antes del anochecer algunos padres vinieron por sus hijos y otros se fueron solos y otra vez, quedaron ellos cuatro.

—¿Me ayudan a poner la mesa? —preguntó asomando en el dormitorio donde los tres jugaban.

Luke y Eli pusieron los platos y Adrian se encargó de los cubiertos y vasos. Mandó a Eli a buscar agua del pozo y a Luke a agregar algunos troncos al fuego. Cuando Jonathan llegó, Luke se encargó de llevar el caballo al establo y Olivia asomó al recibidor para saludarlo.

—¿Tuviste suerte?

—Así es —. Anunció con orgullo en lo que se quitaba la chaqueta y el sombrero—. Oficialmente tengo trabajo en las oficinas del banco y adivina cuanto me pagaran.

—¿Cuánto?

—Ochenta dólares a la semana.

La boca de Olivia se abrió hasta el piso y su emoción creció hasta soltar un chillido y saltar a sus brazos para abrazarlo. Jonathan la alzó unos centímetros del suelo girando en la habitación y la besó con esmero.

—Este es el mejor trabajo que he tenido hasta el momento.

—¿Comienzas mañana?

—He comenzado hoy mismo —. La siguió hacia la mesa y saludó a Adrian y Eli con un beso en la cabeza antes de sentarse—. Entro a las diez, lo que me da tiempo para hacer el viaje todas las mañanas y salgo a las seis, así que debería estar de regreso para la cena aproximadamente a esta hora todos los días.

—¿Y no tienes días libres? —. Jonathan frunció el ceño—. Supongo que eso aún no existe.

Olivia se marchó hacia la cocina para agarrar la fuente con la cena y cuando regresó, Jonathan no perdió oportunidad de halagar el aroma de la comida.

—¿Sigues usando el libro que te regaló la señora Solomon?

—Así es, resultó ser mucho más útil de lo que imaginaba. Preparé manteca esta tarde y me ha salido muy bien debo decir, incluso he hecho unos muffins con la leche de manteca que ha sobrado —. Le sirvió a Jonathan y a los niños del pastel de carne que había hecho y por último sirvió una porción en su plato y se sentó—. Estaba pensando escribir mi propio libro de recetas con algunas cosas que mi madre y mi abuela me enseñaron.

—¿Tu abuela era buena cocinera?

—Uf, de las mejores. Preparaba un pastel de frutas que era sencillamente de otro mundo. Según ella la receta era de su madre y desgraciadamente nunca me la compartió.

—Yo quiero pastel de frutas —intervino Eli.

—Supongo que puedo intentar preparar uno en los próximos días, pero no prometo que quede bien —. Eli celebró agitando sus piernas en el aire y continuó comiendo—. Respecto al libro, ¿qué dices? ¿lo escribo?

—No veo por qué no.

—¿Crees que me lo publiquen?

—Es un libro de cocina así que sí —. Alcanzó la jarra con agua para llenar su vaso y aprovechó para servirle también a los niños y a Olivia—. Puedes publicarlo en el periódico también, si tiene éxito incluso dedicarán una columna solo para tus recetas...Y yo pienso que tendrán éxito.

Sonrió halagada de verlo disfrutar de su comida y el resto de la cena la pasaron escuchando a los niños hablar de la escuela y contarle a Jonathan sobre su tarde con amigos.

—Mamá dijo que decoraremos calazabas para Halloween.

—¿Calabazas?

—Eso —dijo Adrian.

—Es una tradición que tenía con mi familia, suele ser divertida para los niños. Además, es temporada de calabazas.

—Oh sí, vi algunas hoy en la ciudad.

—¿Están caras? —. Jonathan negó—. Genial, entonces si puedes dejarme dinero para ir mañana por la tarde con los niños.

—Hazme acuerdo en la mañana antes de irme.

—Yo también quiero decorar calabazas.

—Lo haremos todos juntos, Eli.

—¿Papá también? —se interesó Adrian y Jonathan levantó la vista de su comida al escucharlo. Técnicamente era la primera vez que lo llamaba así.

—Uhm...debo trabajar, pero puedes hacerlo con mamá.

—¿Trabajas en Halloween? —. Negó en respuesta—. Entonces si los niños pueden esperar hasta la fecha, las decoramos todos juntos ¿qué dicen? Aun así, las compraré mañana antes de que se acaben.

Después de la cena y como la noche anterior, Olivia limpió, acostó a los niños y se quitó la ropa al ir a su habitación. Se limpió con la vasija de agua caliente que subía siempre antes de comer y cuando trepó en la cama y se sentó sobre sus talones, Jonathan dejó su libro y la miró.

—¿Estás bien? —. Olivia asintió y se quitó los broches para soltar su cabello—. Estás hermosa, pero eso no es novedad.

Sonrió y cuando él acarició su mejilla, giró el rostro para besar la palma de su mano.

—Mañana bañaré a los niños cuando volvamos de la ciudad, si quieres puedo prepararte el baño para cuando vuelvas del trabajo —. La idea le agradó así que aceptó—. Aunque no utilizaremos la misma agua para bañarnos.

—Estarás pasando el doble de trabajo y desperdiciando agua.

—No me molesta pasar trabajo y puedo usar el agua sucia para regar las plantas e incluso, si no está muy sucias, puedo hacer una excepción y usarla para lavar la ropa, pero no para bañarnos. Es asqueroso y propaga enfermedades.

—¿En serio? Eso explica porque solía enfermarme de niño cada vez que me bañaba.

Olivia se rio y avanzó sobre sus rodillas hasta sentarse a horcajadas sobre él.

—Creo que, en todo el año, nunca hemos estado tan bien ¿eh? Tenemos casa, comida, los niños son felices.

—¿Tu eres feliz? —curioseó y le acarició los muslos ascendiendo por debajo de la camisa.

—Lo soy, me estoy acostumbrando a esta vida e incluso creo que me gusta un poco, pero eso solo me da más miedo.

—¿Miedo por qué?

—Por la guerra —. Apoyó sus manos sobre su torso y jugó con el cuello de la remera—. No quiero que haya una guerra o que tu debas irte.

—Yo no quiero que tengas miedo. Te protegeré, Olivia, juro por mi vida que lo haré y también a los niños.

—Sé que sí, pero no es justo que te pongas en riesgo por nosotros. ¿Y si mueres? ¿Si sales herido?

—No pensemos en esas cosas ¿sí? —. Le levantó la camisa para quitársela y acarició sus curvas que lo provocaban—. Aún falta para esos eventos que describes y hasta entonces quiero disfrutar de lo que tenemos y explorar tu cuerpo.

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