Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

Olivia estaba de pie junto a Jonathan en la puerta de la casa, saludando a todos los invitados, dejando que Jonathan los presentara y agradeciéndoles por haber asistido. Prefería ir a ocultarse en su habitación y quizás llorar por lo extraña y estresada que se sentía en esos momentos, pero tenía ciertas obligaciones para con los invitados y no podía escaparse.

De ser posible; ambos ya habrían huido a refugiarse en algún cuarto.

—Dios ¿Cuánta gente ha venido? Pensé que sería una fiesta pequeña.

—Mi madre se ha emocionado y ha acosado a casi todo el pueblo para que se animara a asistir —le explicó Jonathan y ambos sonrieron y dieron las gracias a otra pareja de invitados—. Al parecer tiene un don para persuadir a la gente.

—¿Y cuánto durará la fiesta exactamente?

—Depende...Es tradición que dure toda la noche —. Olivia podría haberse roto el cuello por la brusquedad con la que lo miró. Jonathan se rio—. Descuida, pasada la cena tú y yo podemos excusarnos y nadie dirá nada.

—¿Y en que habitación dormiremos?

—Por esta noche nos quedaremos en la casa que mi madre ha mandado a limpiar, luego supongo que puedo trasladarme a tu dormitorio o tu al mío.

—¿Y los niños?

—Ellos tendrán su propia habitación.

Olivia volvió a forzar una sonrisa y saludar a rostros que no conocía y cuyos nombres se le olvidaban en el momento que lo decían y cuando tuvieron otro minuto de calma, continuó hablando.

—Pero Adrian no duerme bien si yo no estoy.

—Supongo que podemos hacer una excepción con el pequeño, la cama es grande —. Jonathan saludó a un matrimonio y la miró de reojo—. Lo escuche llamarte mamá ayer por la tarde.

—Sí, no lo culpo...Perdió a su madre muy pequeño.

—¿No te molesta?

—No podría, he aprendido a amar a esos niños muy rápido en este año —. Aceptó que un hombre besara sus nudillos y le sonrió dejando que ingresara en la casa—. Y sé que él necesita de una mamá.

—Se te da bien.

—¿Qué cosa?

—Ser madre —. Jonathan saludó a una mujer y sus dos hijas y continuó—. Te he estado observando desde que llegamos y se te da muy bien, es innato en ti.

—¿Es esta tu forma de comenzar una conversación sobre si tendremos hijos?

Jonathan se atoró en medio de un saludo y se disculpó con la pareja, los dejó ingresar y maldijo para sus adentros con renovados nervios.

—No... ¿Tú quieres que tengamos esa conversación?

—Por favor, no.

—Bien, entonces no la tendremos.

—Bien.

El silencio los acompañó durante otros minutos en los que saludaron a nuevos invitados y agradecieron la compañía y los regalos.

—Aunque tal vez...

—Jonathan.

—No dije nada —aseguró cambiando sus intenciones y cuando notó que ella lo miraba seriamente alzó las manos—. No he dicho nada, ignórame. Probablemente ya he tomado mucho whisky.

—Ajá, seguro es eso.

Cuando el último invitado entró en la casa, Jonathan se giró hacia Olivia, le ofreció su brazo e ingresaron juntos a una habitación repleta de gente y aplausos. Volvió a obligarse a sonreír y agradecer y dejó que Jonathan la guiara en esa marea de confusiones.

—¿Puedo tomarles una foto, señor Morgan?

Jonathan miró hacia la cámara que un hombre cargaba y se dirigió a Olivia para alzar los hombros y esperar a su respuesta. Habría sido descortés negarse, así que ella siguió a Jonathan hasta una silla y cuando él se quedó de pie, comprendió que debía sentarse.

El hombre acomodó la cámara sobre un trípode y se cubrió la cabeza con una manta negra para sacar la fotografía. No estaba segura cuánto debía esperar hasta que esta saliera, pero se le acalambraron las mejillas de sonreír y estuvo segura de que había salido seria y probablemente con expresión cansada al igual que Jonathan.

—Una sola de la novia, por favor.

Se tomó otra foto junto a la estufa, esta vez consiguiendo mantener la sonrisa durante los sesenta segundos y por último volvió a sentarse en una silla, con Jonathan de pie a su lado y los niños acompañándolos. Luke de pie junto a Jonathan, Eli de pie junto a ella y Adrian sentado sobre sus piernas.

Finalmente fue un alivio que dejaran de tomarles fotos y pudieran llegar a la mesa para sentarse y comer pastel y otros aperitivos.

Adrian venía agarrándose de la falda de Olivia y se ocultaba de toda la gente que lo rodeaba. Cuando Olivia llegó a la mesa y quiso enfocarse en cortar el pastel con Jonathan, la constante presencia de Adrian se lo impidió.

—Cariño, deja que yo hago esto y ya te agarro ¿sí?

Adrian negó y le tiró de la falda comenzando a ponerse ansioso.

—Tengo miedo, mami.

—No, mi amor, no hay nada que temer.

Jonathan lo alzó en sus brazos y lo sostuvo del lado de Olivia para que estuviera cerca de ella y no se angustiara, como resultado Adrian volcó su cuerpo hacia ella y se aferró a su cuello.

—¿Nos ayudas a cortar el pastel, pequeño?

Miró hacia Jonathan y luego hacia la torta de tres pisos que servían y finalmente el dulce pareció ser más fuerte que su miedo, pues asintió.

Olivia sonrió y tomó el cuchillo por sobre la mano de Jonathan y dejaron que Adrian pusiera su mano sobre la de ellos.

—¿Nos ayudan ustedes dos también?

Luke y Eli se colaron entre sus cuerpos y la mesa y pusieron sus manos para cortar la torta y cuando la primera porción acabó en un plato, otra vez los invitados que los observaban comenzaron a aplaudir y la cámara sacó otra foto.

—¿Le damos la primera porción a los niños?

—Se supone que la primera porción es nuestra —explicó Jonathan y ella cortó otro trozo—. Pero podemos darles la segunda. ¿Te sientas a comer, Adrian? ¿Qué dices?

Esta vez Adrian aceptó y cuando Jonathan lo dejó en una silla, a pesar de estar lejos de Olivia, se concentró en su pastel.

Jonathan tomó una cuchara y agarró una porción de su torta para convidar a Olivia. Ella se rio y sus mejillas enrojecieron.

—Es tradición —le aseguró al acercarle la cuchara.

—¿Debo hacer lo mismo?

—No me quejo si lo haces.

Ella se relamió los labios y con la misma cuchara le cargó un poco de pastel y se lo acercó a los labios.

Solo fue ese breve intercambio y luego cada uno continuó comiendo con su propia cuchara y saludando a aquellos que se acercaban a hablarle.

—Felicidades, señor Morgan, por su unión y que Dios los cuide y proteja.

—Muchas gracias señor Barton.

El hombre brindó por ellos y se alejó a continuar la celebración.

—He notado que solo a ti te felicitan —le comentó Olivia acercándose a su cuerpo para bajar la voz—. ¿Por qué?

—Es considerado un insulto felicitar a la novia —explicó y se llevó otro trozo de torta a la boca, relamiendo la crema de sus labios—. Algo así como; Tienes suerte de que él te eligiera o como si la llamaran fea. 

Olivia se río y él sonrió al verla y se sirvió otra copa con whisky.

—¿Así que te dicen a ti feo?

—Técnicamente y que soy el afortunado por tenerte.

—Vaya dato.

La fiesta les permitió quitarse todo el estrés que la ceremonia les había producido y también parte de los nervios. Estuvieron juntos toda la tarde, entablando charlas breves con los invitados, comiendo y probablemente bebiendo un poco más de la cuenta. Los niños aprovecharon que había otros niños para jugar e incluso Adrian perdió la vergüenza pasada las horas y se les unió.

—Felicidades, señor Morgan —saludó Marla al acercarse—. Hacen una muy bonita pareja y usted se ve muy hermosa, señora Morgan.

—Oh, muchas gracias, Marla. ¿Tú como has estado?

—Muy bien, gracias por preguntar, señora Morgan. En fin, quería desearles suerte en su matrimonio y muchos hijos sanos e inteligentes.

Ella se inclinó brevemente, Jonathan le agradeció y Olivia también lo hizo con una sonrisa y la vio marcharse hacia su padre que ya abandonaba la fiesta.

—Pobre niña... ¿Qué crees que sucederá con ella?

—Probablemente le encuentren otro esposo antes de que el año acabe —. Jonathan se sirvió otro trago y buscó un lugar para sentarse cuando el alcohol le afectó—. ¿En tu...tiempo... ¿ella sería una niña?

—Hasta los dieciocho años se le considera menor de edad y por lo tanto ilegal y de querer casarse con un mayor, solo puede pasados los quince y con el permiso de los padres.

—Uhm, interesante...Es muy distinto ¿no? —. Asintió y se sentó en la silla a su lado—. ¿Me contarás más?

—No aquí con tanta gente.

Jonathan no volvió a preguntar y ambos decidieron ya no beber para evitar embriagarse y durante el resto de la tarde, él charló con su hermano y socios de su padre y Olivia jugó con los niños cerca de la mesa y escuchó los consejos que algunas mujeres tenían para darle sobre cómo ser una buena esposa.

Un carbón habría sido un mejor detalle que todos esos consejos que no había solicitado y que solo la exasperaban. Preparar una buena comida, preparar un buen baño, estar presente para que él se desahogara, no discutirle demasiado y no avergonzarlo en público eran algunas de las recomendaciones que le llegaron y para la hora de la cena el efecto del alcohol se le había ido y el malhumor lo había sustituido.

—¿Puedo comer más pastel, mami?

—Espera a después de la cena ¿sí? Eli, ayuda a tu hermano a sentarse, por favor.

Olivia intentó quitarse la tiara con el velo antes de unirse a todos en la mesa y en la lucha por conseguirlo, terminó enganchando sus rulos en una de las flores. Jonathan se detuvo a su espalda para ayudarla y cuando terminó y le puso el velo en las manos, ella lo dejó en el sofá y se acomodó a su lado para comer.

—¡Por el señor y la señora Morgan y un matrimonio feliz y bendecido con muchos niños!

Brindaron, pero Olivia arrugó la nariz al beber.

—Siguen mencionando a los niños —le susurró y Jonathan sonrió.

—Normalmente es lo que se espera de un matrimonio.

—¿Con que necesidad, Dios?

Él frunció el ceño ante ese comentario, pero rápidamente concluyó que debía ser algo del futuro: se escuchaba como un mundo completamente distinto a ese y eso le interesaba.

Para la cena tuvieron pollo asado con verduras y ensalada de hojas verdes y manzana, ya la mayoría de los invitados se había retirado y la lista se reducía a familiares y amigos cercanos quienes probablemente continuarían celebrando hasta el amanecer.

Olivia no habló demasiado mientras comían, se limitó a escuchar por un lado la conversación de los hombres y por el otro la de las mujeres. Los hombres hablaban sobre las elecciones y partidos políticos y las mujeres discutían sobre recetas, clubes y precios.

—¿Cuándo dirigirás tu propia casa, Olivia? —curioseó Claire Solomon, la amiga de Dalia.

—¿Disculpe ¿cómo dice?

—Ahora que eres una mujer casada es de esperar que el señor Morgan y tú se trasladen a su propia intimidad ¿no es así, Dalia?

—Sí, sí, ellos tomaran la casa al borde de la propiedad, ya he hecho que se las acomodaran.

—¿Y sabe Olivia como dirigir una casa? —. Claramente no tenía ni idea y se delató a sí misma con su expresión de terror—. Ay querida, esto será un desastre, pero no temas, nosotras podemos ayudarte.

—Es que no sabía que tendríamos nuestra propia casa.

Dalia agitó una mano en su dirección y sonrió.

—Era una sorpresa.

—¿Jonathan? —llamó y él se giró en la silla para mirarla—. ¿Sabías que tu madre nos daría la casa al otro lado de la propiedad?

—No, no estaba enterado. ¿Madre estás segura?

—Ya está arreglado, hijo.

—¿Y papá?

Wright no se mostraba feliz al respecto y decía que Dalia había encontrado la forma de convencerlo, porque de ser por él no lo habría ayudado con eso. 

—Todo en orden —aseguró con una sonrisa.

Y eso los alegró a ambos.

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