El misterio que me persigue ©

By Angeline_Ross

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Adelin debe enfrentarse a un juego enfermizo mientras convive con un asesino serial y un chico que lo da todo... More

Prólogo
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8 [Parte I]
8 [Parte II]
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By Angeline_Ross

Capítulo dedicado a i_know_you_want_it
Te veo comentando mucho. Muchas gracias, I love u ❤ *le envía un beso de Tiago* 🛐

Me paré en seco, enarqué una ceja y me crucé de brazos al ver a Engel donde estábamos sentados minutos antes.

El problema no era Engel, sino la chica que estaba cerca de él, muy cerca, sonriéndole como si fuera lo mejor que hubiese visto. Su mano bajaba lentamente desde su cuello hasta su pecho.

—¿Quieres divertirte? —preguntó Tiago por encima de todo el ruido.

Desde donde estábamos la música retumbaba. Agradecí que Tiago hubiese escogido un sitio para sentarnos en donde el bullicio no era tan molesto.

—Sabes que sí. 

—Ataca.

Le sonreí. Me arreglé el vestido con las manos antes de acercarme hacia la parejita que hablaba fervientemente.

—... me gustan los chicos rubios —dijo la chica con una enorme sonrisa.

Me apresure a tomar asiento sobre las piernas de Engel, dejando a ambos desconcertados. Enarcó una ceja y esbozó una sonrisa traviesa, estuvo a punto de decir algo, pero planté mis labios sobre los suyos.

—Veo que te estás divirtiendo, mi amor —le dije. Ahí donde estábamos la música se escuchaba moderada, así que la chica lo escuchó, sin embargo, a pesar de ver lo que yo estaba haciendo no se alejó.

Engel negó y me apretujo más a su cuerpo. Luego me agarró de la cintura suavemente para girarme, su mano se dedicó a trazar caricias en la piel al descubierto que dejaba el vestido.

Era increíble lo que el alcohol podía hacer. Normalmente en esta situación se hubiese sonrojado y pedido que hiciéramos esto en privado.

La chica me miró con una ceja alzada antes de girar la cabeza y que su atención se posara en Tiago. Se quedó embelesada por varios segundos, luego esbozó una sonrisa y se acercó más a él.

—Pensándolo bien, los pelinegros son lo que me van —comentó revoloteando las pestañas.

—Rubios o pelinegros, como sea que te vayan —atraje su atención—... ¿Por qué no vas y lo buscas en otro sitio? Estos no están disponible. 

—Querida, pero si ya tienes al rubio, ¿qué te pasa? No puedo creer que también quieras a este otro. Es muy malo ser avariciosa.

—No lo quiero, ya lo tengo.

¿Te lo tiras a los dos? —enarcó una ceja.

—Son mis novios.

Bajé de la pierna de Engel para sentarme en el espacio que separaba a la chica y a tiago.

—¿Y hay espacio para alguna más? —Se mordió el labio—. Hace mucho que quiero practicar eso del poliamor.

Puso una mano en mi pierna, misma que rápidamente alejé.

—Es que no me van las castañas —le dije fingiendo tristeza.

—A ti no, pero puede que a ellos sí.

Miré a Tiago y mis alarmas se encendieron. Él le miraba serio, pero en sus labios estaba el rastro de una sonrisa a medio esbozar. De seguro estaba pensando en cómo matar a la pobre chica y, eso no me agradaba. Ambos teníamos maneras muy distintas de divertirnos.

Me giré hacia la castaña y me incliné hacia ella.

—Vete.

—¿Tienes miedo de que te quite a los chicos? Hmm no, creo que sí te van las castañas —susurró, sugerente.

—Ni una, ni la otra. Te lo digo por tu bien.

Me puse de pie. Le di una última mirada antes de agarrar a Tiago y hacerle una seña a Engel para que nos siguiera.

—¿Qué ha sido eso?

—Solo quería divertirme.

—Vaya forma...

—Otro de estos, por favor —le enseñé el vaso a un camarero que pasó por mi lado.

Con los chicos caminado detrás de mí me acerqué a la barandilla apoyando mis antebrazos en ella. Observé la masa de gente que estaba en el piso de abajo, todos bailaban y se rozaban, mientras que en algunas esquinas podía ver parejas a las cuales se les iba la mano por lugares que no deberían. No sé si era el alcohol, pero el ruido ya no me molestaba, solo tenía unas inmensas ganas de bailar.

El camarero regresó y me ofreció la bebida. Tiago le dijo algo y el hombre se retiró.

Llevé el vaso de cristal a mis labios y bebí todo el contenido en dos tragos.

—Deja de beber tan rápido —me reprendió Tiago quitándome el vaso y dejándolo en una mesita.

—Tranquilízate, solo me estoy relajando.

Volví a mirar hacia abajo. Y bueno, mi atención se centró en la pista de baile.

•••

—Estoy mareada. —Me tumbé en un sofá. 

Tenía más de media hora bailando con los chicos. Esta vez estábamos en la planta baja, habíamos salido del área VIP.  Me apetecía ver el ambiente de abajo. No estaba nada mal, la gente parecía no cansarse de bailar, la mayoría de los chicos estaban sin camisa y —que el divino no escuche mis pensamientos— la vista era realmente increíble, muy increíble y apetecible.

—¿Será porque te acabaste ese vaso como si fuese agua? —puntualizó Tiago.

Le di una mala mirada y me encongí más en el sofá.

Engel estaba en el baño, creo, o buscando una bebida. La verdad, no sabía dónde estaba, ni siquiera sabía de mí. Pero quería pararme e ir en busca de él.

—Es que parece agua. —Reí.

Tiago se sentó a mi lado, se quedó mirándome fijamente por varios segundos. Cuando iba a coger mi bebida para llevármela a los labios, él frunció el ceño y me arrebató el vaso para colocarlo en la mesita.

—No vas a beber más.

Arrugué las cejas. Qué pesado se había vuelto.

—Todos pueden beber, menos Adelin —refunfuñé—. Ya salí del kinder, ¿sabes?

—Ya has bebido lo suficiente, dulzura. Ya estás muy relajada, así que ni una gota más.

—¿Y tú quién te crees?

—Tu novio... O bueno eso fue lo que dijiste hace una hora.

—Igual no puedes...

Puso un dedo sobre mis labios para que me cayara, pero la putería se adueñó de mi ser; saqué mi lengua y lamí el dedo mirándolo fijamente.

Su mirada fue a mi boca y esbozó una sonrisa.

—No vas a beber más. No está a discusión.

—¿No hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión? —Acaricié su cuello.

—Nada.

Solté una risita antes de sentarme a horcajadas sobre él.

—¿Seguro?

—Sí.

—Creo que hace unas horas no pensabas lo mismo. —Acaricié su cuello con mi nariz.

Olía malditamente bien. Joder.

El perfume de un hombre es la droga más fuerte de una mujer.

Sus manos descansaban en el sofá, pero tenía la certeza de que quería aferrarse a mi cintura y fundir sus labios con lo míos. O bueno, eso era lo que yo quería.

No, no es lo que quería. Yo quería más.

Su cuerpo se tensó e inmediatamente se llevó una mano al oído como si le doliera. Me quedé desconcertada, pero él no dijo nada. Un punto rojo descansaba en su sien.

—¿Quién te ha pegado labial aquí? —señalé el lugar, pero el punto se puso encima de mi uña.

Entrecerré los ojos un momento. Tiago pareció acordarse de que me encontraba encima de él. Me agarró con delicadeza y me sentó nuevamente donde estaba. Su rostro volvió a adoptar esa seriedad y actitud indescifrable.

—Quédate aquí, vuelvo en seguida. —Asentí a regañadientes—. No vas a tomar ni una gota de alcohol, ¿me has entendido?

—¿Sino qué?

Parece que lo incomodé porque esbozó una mueca y volvió a taparse el oído.

—Haz lo que quieras, dulzura. Pero créeme, la resaca no es para nada un encanto, por eso te recomiendo parar.

—Antes me lo ordenabas, ahora me lo recomiendas. Decídete.

Apretó los labios y se dió la vuelta sin decirme nada más.

¿Qué rayos le pasaba?

Bueno, pasaron dos horas más y no había rastro de Engel ni de Tiago. Genial, me habían traído allí para dejarme sola. ¿Y si ambos conspiraron en mi contra para dejarme botada en un lugar que desconocía?

No, Engel no me haría eso. Tiago... tampoco, o bueno, no antes de follarme.

Se me habían acercado varios chicos y chicas, pero acababan yéndose porque me quedaba dormida después de decir dos palabras. Pero había alguien que había estado enviándome bebidas.

Estaba menos mareada que antes, pero empezaba a sentirme cansada, solo quería dormir.

—Oye —gritaron en mi oído.

Al abrir lo ojos, pude ver a un muchacho a mi lado. Me regaló una sonrisa amable. Era joven, pero parecía llevarme unos años, incluso se veía mayor que Tiago.

—Un rato más, ¿sí? Ya casi me voy, es que me han...

—Ya andas borrachita, ¿eh? Tranquila, nadie va a sacarte de aquí porque te hayas dormido.

—No escucho nada. —No sé si era mi idea, pero en ese momento escuchaba la música el triple de fuerte que minutos antes.

El chico rio antes de ponerse de pie y levantarse. Me extendió la mano y tras pensarlo un rato se la di.

Me llevó hasta una esquina donde habían dos sillones. Allí el ruido era más moderado.

—Dije que nadie te va a sacar por dormir.

—Ah, es bueno saberlo.

Apoyé mi cabeza de la espalda del sillón. Podía escuchar a la lejanía como el chico me hablaba, pero mis párpados se sentían muy pesados y solo pensaba en dormir. Era terrible, no quería dormir, pero era como si mi cuerpo actuará por voluntad propia.

—... toma esto. Te va a mantener despierta.

Miré el vaso en su mano y luego volví la vista a sus ojos.

—¿Qué es?

—Lo mismo que estabas bebiendo antes. Tienes sueño porque has dejado de beber.

Arrugué el entrecejo.

—¿Si dejas de tomar te da sueño? —pregunté asombrada. Tenía la leve impresión de que mi voz sonaba arrastrada.

El chico rio y se acercó más a mí extendiéndome la bebida.

—¿Cómo crees que todos pueden estar mucho tiempo bailando sin parar? Es porque no dejan de beber.

Asentí y tomé el vaso. El chico bebió del suyo con una sonrisita y me apresuré a beber del mío.

Quería estar despierta y con la energía de los demás. Pero al darme otro sorbo me sentí agotada, mis ojos demandaban cerrarse y por momentos creí no poder ni siquiera levantarme.

El muchacho me quitó el vaso y lo puso en la mesa. Acarició mi cabello y sonrió. 

—¿Todavía tienes sueño?

Asentí y me dejé caer por completo en el mueble. La miserable bebida me había puesto peor.

—Te llevaré a una de las habitaciones. Aquí no podrás dormir por el ruido.

Se puso de pie e inmediatamente me cargó en sus brazos. Quise soltarme, pero mis vagos intentos no sirvieron de nada. No tenía respuestas de mis extremidades cuando quise pegarle. Me sentía como un costal de papas. Ni siquiera podía levantar un dedo con rapidez.

—No, no quiero ir a...

—Tranquila, pequeña. No va a pasar nada.

Mis ojos demandaban por cerrarse, pero luché  por mantenerme despierta.

No sé por donde ni cómo llegó tan rápido a una habitación parecida a la que estaba con Tiago. No veía muy bien, pero sabía que esas paredes rojas pertenecían a ese mismo lugar.

•••

Las lágrimas bajaban por mi rostro, cada vez más. Quería salir de allí. Mi mente gritaba a cuatro vientos que era culpa de Tiago, él me había traído a este lugar donde todo el ambiente era totalmente desconocido para mí,  se había ido dejándome ahí parada sin saber qué hacer. Pero no, la culpa era del estúpido que le había echado algo a mi bebida. Si bien, tomé de más, Tiago me advirtió sobre aceptar bebidas de desconocidos, me dijo que dejara de tomar, sin embargo, la culpa no era mía porque en ningún momento le di el derecho a ese inútil de tocarme sin mi consentimiento.

—Eres un bastardo asqueroso —le dije.

Estaba consiente de todo, pero mi cuerpo no colaboraba, lo sentía entumesido. Era una sensación tan extraña que jamás quería volver a experimentar.

El chico estaba encima de mí acariciando mis brazos.

—¿Vas a decir que no quieres esto?

—No.

—¿Y por qué aceptabas mis tragos? Eso solo quiere decir una cosa.

—Perdona. Nunca pensé que fueras un violador de mierda. Tenías que intentar traerme aquí en contra de mi voluntad sin haberme drogado, quizás te hubiera puesto a lamentarlo.

No había hecho nada contra mí. Pero era más que notable lo que por su mente pasaba. Y lo peor, estaba postrada en una cama sin poder defenderme.

—¿Me matarías? —Metió su cara en el hueco de mi cuello y depositó un beso que rápidamente hizo que mi cuerpo reaccionara con repulsión.

—Sería una pérdida. Haría que jamás volvieras a intentarlo con otra persona.

Soltó una risa.

—Sí, claro.

Su mano fue a acariciar mis piernas y solté un grito ahogado.

—Detente, por favor. Si sigues te harán daño.

Las lágrimas me descendían con rapidez. Me sentía aterrada.

—¿Quién? ¿Tu novio? No creo que regrese por ti, te dejó sola en un lugar lleno de buitres.

—Te van a hacer daño. —Apreté los labios cuando su mano se coló por mi vestido—. Por favor, para.

—¿Qué va a hacer tu novio? ¿Va a golpearme?

—No.

Levantó la cabeza para mirarme.

—Va a matarte —respondí.

Borró la sonrisa al escuchar como sonaban las dos pistolas que apuntaban a su cabeza.

—Por cierto. —Reí—. No tengo un novio, tengo dos.

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