The Hell in The Heaven

By wltsos

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Como jóvenes hicimos tantas cosas que muchos consideraron estúpidas, falsas y nada duraderas, una de ellas fu... More

The Hell in The Heaven
Prólogo
II
III
i
IV
ii
V
VI
iii
iv
VII
VIII
v
vi
IX
X
XI
XII

I

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By wltsos

La luz era cegadora cuando desperté haciéndome difícil abrir los ojos, me di cuenta de que estaba en algo acolchado, ¿una cama? No, no sentía las orillas.

Los abrí mientras me sentaba, estaba encima de algo parecido al algodón, muy cómodo, alrededor había como una sala donde había más algodones y personas vestidas con ropajes blancos, me miré a mí mismo, también cargaba uno.

¿Era un hospital? El diseño había cambiado, no recordaba que hubiera uno así en mi ciudad, ¿estaba en otra? ¿Qué me había pasado?

—Friederich Maslow, nombre y apellido de grandes aportadores al conocimiento, pero tú prefieres que te llamen Frey, ¿no? —una mujer de vestimenta azul me tocó el hombro antes de comenzar a hablar, sobresaltándome. Asentí apenas— No te asustes, responderé cada una de tus preguntas.

Deduje que era una doctora, así que suspiré aliviado antes de bombardearla con inquisitivas.

— ¿Dónde está mamá? ¿Y Nathan, dónde está él? No recuerdo nada de lo que ocurrió, ¿mi novio está bien? ¿Dónde estoy? —mi voz era rápida y preocupada, de verdad no recordaba nada.

Mi último recuerdo era estar sentado sobre Nathan en su auto, hablando sobre quedarme con él esa noche... Joder, iba tarde a casa de Nate.

—Vamos paso a paso, Frey —avisó, yo asentí con la cabeza antes de que ella empezara a contarme todo—. Tu mamá, ella está en su casa, está bien. Nathan es tu novio —murmuré un corto "si"—, de él hablaremos luego —fruncí el ceño—. Y por último, estás en el paraíso, el cielo, como quieras llamarlo.

¿El qué? ¿El paraí...?

— ¿Qué? No —me levanté de golpe, respirando con dificultad—. No, no es así, ¿estoy muerto? No puedo estar muerto, esto es una broma, alguien está jugándome una broma, yo lo sé, esto... —la palabrería que estaba soltando paró con un sollozo que se me escapó.

¿Muerto? ¿Mi vida había terminado, así de fácil?

Tenía sólo 20 años, ¿mi destino era morir así de rápido?

— ¿Cómo? ¿Cómo morí? ¿Cuándo? ¿Por qué? Respóndeme, por favor —pedí en un gimoteo sentándome otra vez.

Me había ido, había dejado sólo a mi chico, a mi mamá, a mis amigos.

Mi vida había acabado así como así, sin darme cuenta. No me pude despedir, no pude...

—Fue un tiroteo, como una emboscada. Recibiste un balazo en el pulmón, te desangraste. Moriste en sus brazos —explicó—. Tus últimas palabras fueron...

—Duele, duele, Nathan, por favor, ayúdame a pararlo —lloré, ella asintió— ¿Qué... qué fue lo último qué me dijo? No lo recuerdo.

—No lo sé, sólo sé lo que dijiste, tampoco lo oíste. Soy Destiny, tu ángel guardián, cuando moriste automáticamente subimos aquí. ¿Recuerdas lo qué te dijo antes del tiroteo, Frey?

—"Quédate conmigo esta noche, quédate conmigo para siempre" —cité—, ¿no? No puede ser, no me quedé con él —entonces volví a sollozar.

Perdón, amor, perdón. Lo siento, no quise dejarte sólo.

—Sí, eso fue. Lamento todo esto, Frey, pero es la ley de la vida. Tu familia y amigos lo superarán, cariño, podrás "descansar en paz" o lo que sea, aquí estarás bien, no habrá más dolor —me consoló, mordí mi labio mientras una pregunta llegaba a mi cabeza.

—Tú dijiste familia y amigos, ¿qué hay de él? ¿No lo va a superar? —estaba aterrado de que tuviera que vivir el resto de su vida lamentándose y culpándose por mi muerte.

—Ay, Frey —ella suspiró—, cielo, ¿cómo te lo explico? Mira... Poco después de que tú murieras él lo hizo también, recibió un disparo en la espalda cuando estaba abrazándote. Detuvo su corazón —sus explicaciones eran cada vez más devastadoras.

¿Así que él...?

— ¿Por qué no está aquí? —inquirí, ella sonrió forzosamente.

—Las acciones y pensamientos de cada uno definen el lugar donde estarán. Las tuyas te trajeron aquí, el lugar de quienes han hecho y pensado mejor que las otras que hicieron lo contrario.

— ¿Él está en el infierno? ¿Qué? No, todo esto está mal. Nathan no puede estar allí, él no pertenece allí. Destiny, tú tienes que ayudarlo, él no debe estar allá —pedí.

—Sus acciones no fueron las mejores, Frey. No puedo abogar por él, lo siento. Cada quién está donde merece según sus pecados —encogió los hombros.

¿Pecados?

— ¿Pecados? Entonces yo soy un pecador, envíenme abajo. Me gusta comer mucho, no me gusta asistir a la iglesia, a veces no tengo paciencia y la otra vez me reí cuando a una niña se le quedó la cabeza atorada en una reja. Además me gustan los chicos, ¿la Biblia no dice que eso está mal? —me excusé.

No era un pan de Dios, no merecía ese lugar. Merecía estar abajo.

Merecía estar con él.

— ¿Crees que no lo sé? Todos son pecadores, Frey. Comer no está mal, asistir a la iglesia no es obligación y no te hace mejor persona ni menos pecador, todos pierden la paciencia, es normal, y de verdad da risa cuando los niños quedan atorados en las rejas. Son cosas pequeñas que se anulan con las buenas que haces. ¿Por qué está mal? ¿Por qué debe estar mal el amor? Son tonterías que inventa la gente, que te gusten los chicos no es pecado ni está mal. Mereces tu lugar aquí, y no está a discusión.

No se me permitió inquirir más, y me habló sobre otras cosas.

Sobre mi funeral y el proceso de superación de la pérdida de las personas que lastimé yéndome, sobre qué podría hacer en "el paraíso", me avisó que podía visitarles.

—Puedes ir, ellos no te van a ver ni escuchar, sólo los verás. Puedes darles señales como mover algo o cosas así, no sabrán que eres tú. Pero te aconsejo que no vayas estos días porque están alterados y afectados, espera un poco de tiempo, ¿sí?

Tenía una pequeña habitación, como almas no necesitábamos comer ni dormir al no tener necesidades corporales básicas. Sin embargo, podíamos seguir haciéndolo. No lo entendía, pero debía acostumbrarme.

Me quedé acostado en la cama dibujando el rostro de Nathan.

Siempre lo comparé con los ángeles por su belleza sin igual, sin embargo al conocer a los dichosos me di cuenta de que por muy preciosos que fueran no tenían comparación con mi chico.

Tal vez estaba muy enamorado, pero así se sentía.

Y el sentimiento de desasosiego en mi pecho no se iba, ¿no iba a verlo más? ¿Ahí acababa? ¿Estábamos destinamos a morir abrazados y acribillados? Si había vida después de la muerte no la quería, no quería una vida sin él. O una no-vida.

Lloré, lloré mucho, ¿por qué, por qué? ¿Simplemente no podía desaparecer al morir? ¿Tenía que estar condenado al cielo? Vaya ironía.

Sentía que estaba en el infierno aún estando en el cielo, rodeado de los paraísos de los que nos hablaban los libros.

Cuando lo conocí era tan arisco, callado, pero tenía tanto miedo y yo lo sabía.

—En otra vida tú y yo seríamos chicos normales y no tendríamos que andar bajo el peso de las armas —le dije una vez.

Nathan estaba metido en lo que la gente llamaba "cosas malas", era un pandillero de los que la gente juzga sin pensar ni conocer lo que pasa.

Él había pasado por tantas cosas que no pueden ser contadas con ligereza. El mundo nunca se da cuenta del sufrimiento ajeno, y la gente que se cree correcta simplemente ignora estos hechos.

Nathan era para mí el chico más fuerte del mundo, y vale, él era un genio con las armas y las estrategias, pero al fin y al cabo era sólo un joven al que le arrancaron su niñez y adolescencia.

—Pero estamos en esta vida, y no sé por qué te empeñas en seguir conmigo, Frey. Tienes una vida por delante, no la dejes ir conmigo, no quiero que te pase algo por mi culpa —contestó, apoyé mi cabeza en su hombro—. Huye de mí, no te enfrasques en esta pesadilla que parece sueño. Anda, valora tu libertad antes de que la pierdas.

—Porque te quiero, Nathan, porque eres mi amigo y para eso estamos. Tú me salvas de que me acribillen y yo te ayudo a estar bien, como un trueque —bromeé, él se rió—. No voy a huir, y si es una pesadilla la pasaremos juntos, ¿no? Valoro mi libertad lo suficiente como para saber qué hacer con ella. Ahora levántate, te voy a dar una paliza en pool.

—Ni lo sueñes.

El amor duele, lo he oído tanto, implica sacrificios y yo estaba dispuesto a hacerlos, pero nunca me dijeron que tenía que dejar al chico por el que había luchado tanto solo en un infierno.

—Te estás torturando mucho, Frey —Destiny se apareció haciéndome sobresaltar—, no deberías tener miedo aquí, ya nadie puede hacerte daño —me dijo, asentí con la cabeza.

—Lo sé, lo siento. Pero avisa cuando te aparezcas, me asustas.

—No te disculpes, es entendible. Mira, te tengo que decir algo que tal vez te agrade —me contó sentándose en la cama a un lado de mí.

Tenía cabellos negros como el azabache, los ojos acuosos, la piel morena y unos labios salmones que escondían una sonrisa dulce. Las alas blanquecinas estaban tras su espalda, emplumadas con delicadeza, como si cada una fuese sido puesta por el más calmado artista. Ángeles, genuinamente hermosos.

—Claro, dime.

—Cuando las almas de las personas van al infierno —empezó a contar, un nudo se formó en mi garganta— y tienen algo muy importante que decirle a personas que murieron y están aquí en el cielo se les permite venir con un cuidador. Suele ocurrir el mismo día que mueren, aparecen de noche y pueden estar hasta que el sol sale. Si Nathan tiene que decirte algo aparecerá cuando el sol caiga en la tierra y se me notificará, yo te lo diré.

Entonces esperé lo que para mí fue una eternidad, recordándolo, dibujándolo en papel una y otra vez.

Hasta que Destiny volvió y me guió a un lugar que según ella no era el cielo, era un poco más bajo, pero no era el infierno. Era lo que llamaban "el limbo".

Allí de espaldas había una figura alta de ropajes color coral, a un lado, un rubio vestido con un traje vinotinto.

Nathan en su versión elegante.

Nathan, muerto como yo lo estaba.

Nathan, cruzando el infierno para volver a mí, aunque sea un minuto.

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