LA CHICA DESASTRE ©°

By DenServin18

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[COMEDIA ROMÁNTICA] - [ENEMY LOVERS] Sara Stone es contratada cómo chaperona por parte de una empresa muy fam... More

EL COMIENZO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
PARTE II
PARTE III
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
*Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
*PARTE II
PARTE III
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capitulo 32
Capítulo 33
PARTE II
Capítulo 34
PARTE ll
Capítulo 35
PARTE II
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 42
Capítulo 43
PARTE II
Capítulo 44
EXTRA
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
PARTE II
Capítulo 48
Capítulo 49
PARTE II
Capítulo 50
Capítulo 51
PARTE II
Capítulo 52
*Capítulo 53
Capítulo 54
Parte II
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
FINAL
EPÍLOGO.
Extra
¡AVISO!
¡PUBLICADO!
¡FINALIZADO!
¡PROXIMO!

Capítulo 41

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By DenServin18

REALIDAD
|Sara Stone|

Desperté un poco adolorida, pues la noche de ayer fue una cosa que hasta yo sentía vergüenza de recordar. ¿Cómo podía existir alguien tan experto en el tema? Dios, solo de recordar cada cosa se me ponía la piel de gallina y mi cuerpo no tardaba en reaccionar. Podría hacer algo como eso todas las noches de mi vida.

—Buenos días — lo saludé cuando nos encontramos en la cocina.

Bueno, lo poco que quedaba de ella.

—Buenos días... — se acercó hasta mi y me besó tan exquisitamente que casi me desmayo — Preparé el desayuno.

Se volvió a la cocina por un plato y así servirme de comer. En el proceso no pude evitar comérmelo con la mirada y recordar lo hermoso que era su duro trasero desnudo. Tenía que controlarme y no llorar mientras veía semejante belleza.

¡Vamos, Sara, solo es un hermoso trasero!

—¿Qué miras? — preguntó acusatoriamente.

—¡Nada! — negué de inmediato.

«Mierda»

—¿Hay algo en lo que no seas bueno? — pregunté al ver el delicioso platillo que había puesto frente a mi.

—Mmm... — actuó pensativo — No suelo dibujar muy bien.

—Lástima, porque a mi me encantan los hombres que se les da bien el arte.

—Pues yo sé hacer arte de otra manera... — volvió a besarme y esta vez yo profundicé el beso.

Desayunamos mientras charlábamos de cualquier cosa que se me venía por la mente. Yo era excelente contando chismes y el era muy bueno encontrándome fallas y errores que al final nos hacían debatir.

—Ponte linda que hoy te llevaré a un lugar.

—¿Por qué siempre eres tú él que escoge a dónde ir? — lo cuestioné fingiendo molestia.

—¿Tienes algo en mente?

 

[... ]

 

Caminamos por el centro de la ciudad tomados de la mano y yo no podía borrar la sonrisa del rostro al mirarlo todo enfadado al decirle a donde íbamos.

—Es que no entiendo por qué me trajiste a patinar —gruñó — Yo no se patinar.

—Sabía que no eras bueno en algo — respondí — Y tu debes ser perfecto en todo, así que he decidido ayudarte un poco con eso.

—Eres... Eres todo un caso — me agarró de los cachetes y me besó sin aviso. — Ya estamos aquí. Ahora haz tu trabajo.

Entramos a la pista de hielo y no podía dejar de reír por lo gracioso que me resultaba verlo fallar en algo tan sencillo. Él estaba tan centrado en no caer que ni siquiera se percató el como algunas mujeres se lo comían con la mirada, pues incluso vestido de manera casual lucía realmente apetecible.

—¡Me rindo! — se acercó a mi cómo pudo — Mejor vamos a comer.

—¡Ay, el señor ya está cansado! — me burlé de él —¿Quiere qué le traiga una silla de ruedas?

—Sara...

—¡Ups! — me puse la mano en la boca fingiendo torpeza — ¡Atrápame si puedes!

Patiné con gran agilidad mientras me burlaba de su edad. Eso lo hacía molestar realmente y a mí me causaba una gran diversión.

Después de ir a comer pasamos parte de la noche en un bar de jazz y a pesar de que sabía que no me gustaba ese estilo de música, decidió llevarme. Simplemente quería vengarse por haberlo hecho patinar y donde no hizo más que él ridículo.

Llegamos al departamento a eso de la media noche y estábamos muy cansado, el día fue muy productivo. Ambos queríamos devorarnos en la cama, pero nuestros cuerpos no podían más con nuestra alma.

—Te lo compensaré — dijo.

Ambos estábamos sobre la cama acostados mirando directo al techo de la habitación y hasta el respirar nos resultaba muy doloroso.

—Podemos hacer más cosas además de tener sexo.

—¿Cómo qué? — cuestionó.

—Hablar.

—¿Hablar? — me miró ceñudo — ¿De verdad?

—¡Hablar es genial!

—Para alguien que nunca para de hacerlo puedo imaginarlo.

—Tsss... — suspiré — Empiezo yo. Mi nombre es Sara Julia Elizabeth Stone y tengo 26 años. Actualmente soy secretaria en Innate Beauty, pero mi sueño siempre ha sido trabajar allí mismo en el área de marketing. Tu turno.

—No puedo creer que estemos haciendo esto y en mi cama — resopló — Bien... Me llamo Leonardo Pereira, tengo 36 años y no soy un anciano. Hablo cuatro idiomas y soy dueño de una de las empresas más importantes del país, súper rico y muy atractivo.

—¡Pero que engreído! — grité estupefacta.

—Solo fui sincero, Sara.

—No cabe duda que eres un anciano.

—Y tu eres una niña desastrosa.

—Si, y joven. Muy joven.

Comenzamos a discutir y yo no podía dejar de reír. Nos quedamos despiertos hasta muy tarde platicando de diversas cosas y gracias a ello pude conocerlo un poco más.

—¿Deberíamos dormir ya? — pregunté.

—Son las tres de la mañana, supongo que sería lo más sensato.

—Tengo una última.

—¿Qué es?

Se recostó de lado al igual que yo donde nos miramos fijamente.

—Yo... Olvídalo, es una estupidez.

—Dilo, Sara.

—No, olvídalo.

—Tres...

—Bien, ya — respondí de inmediato — Si pudieras viajar al pasado, ¿qué cosa cambiarías?

Suspiró y se sentó de golpe. Sostuvo su cabello entre las manos y murmuró algo que me pareció imposible de entender.

—Demasiadas cosas.

—¿Cómo cuáles?

—Hay cosas que no son sencillas de contar, Sara, y mi pasado es una de ellas.

— Se que puedo entenderlo, don misterioso.

No sabía por qué, pero de pronto me entró la curiosidad. Parecía esconder algo grande y pues bueno... El chisme me motivaba.

—Temo que si te lo dijera tu ya no podrías verme de la misma manera.

Me miró de soslayo y parecía haber temor en sus ojos, y no lo sé, tal vez era esa sensación de no querer decepcionarme.

—Nada de lo que me digas me hará cambiar lo que pienso sobre ti — respondí sentándome a su lado — Eso no lo dudes.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Se levantó de la cama y se acercó a la ventana donde se quedó en silencio por varios minutos y en ocasiones, lo escuchaba suspirar.

—Fue en mi cumpleaños número veinte cuando mi padre como regalo me dejo una de sus tantas micro compañías que poseía en ese entonces — abrió la ventana y no hubo más que el silencio de una noche de madrugada — Me sentía el rey del mundo, ¿sabes? Todos mis compañeros de la universidad realizándose y yo ya me creía con la vida resuelta, pues ya era dueño de una empresa. Veía a todo el mundo por debajo de mi. No importaba quien fuera, simplemente no podía evitar denigrarlos.

Dejó de hablar para acercarse a su buró y sacar de dentro una pequeña caja metálica la cual contenía cigarrillos.—No sabía que fumaba, jamás lo había visto hacerlo.— Volvió a la ventana y con ayuda de un encendedor, encendió el tabaco para llevarlo directo a sus labios.

—No supe como manejarla — Prosiguió dándole una leve calada — Y la empresa fue empicada hacia abajo. Mi padre me ofreció su ayuda. ¿Cómo? Bueno, pues consiguió a un inversionista que podía haberla hecho empezar de nuevo. — se río irónicamente — ¡Ah....! ¡Pero el orgullo es grande! Y yo no pensaba demostrar que había fracasado. No iba a aceptar que había perdido.

Tiró lo que quedaba del cigarro al suelo y lo pisó lentamente hasta que se deshizo. Ninguno de los dos apartó la mirada de aquel tabaco deshecho.

— El karma es un jodido hijo de puta, Sara, y tuve que aprenderlo a la mala.

—¿Cómo? — me tembló la voz. Su semblante había cambiado completamente. Parecía estar inmerso en un horroroso pasado.

—El no aceptar al único inversionista que mi padre había podido conseguir, la empresa se declaró en bancarrota — respondió — Contábamos con 300 empleados y los cuales se vieron muy afectados al perder su empleo. Entre todos ellos se encontraba Germán Loreto, quien me rogó que dejara de ser un mocoso engreído y aceptara la inversión. Lo mandé a la mierda, claro estaba.

Lo escuché tragar duro y volvió a por otro cigarro para regresar a donde se encontraba.

«No dejes que un error de ego juvenil arruine la vida de todos aquellos que te rodean y confían en ti, Leonardo» Fue lo último que me dijo antes de marcharse aquel día. Y ese jodido error me ha estado torturando hasta el día de hoy — suspiró — Sara, no he podido perdonarme y temo me odies por esto.

—Yo jamás podría odiarte, porque a juzgar por todo lo que me has contado hasta ahora, se que tu ya no eres el mismo hombre que fuiste en aquel pasado.

Lentamente se deslizó por la pared hasta tocar el suelo y después decidió cerrar la ventana. Un inmenso silencio nos abrazó por unos breves segundos, hasta que él decidió continuar:

—Fue un tres de junio el día que una mujer apareció en la casa de mis padres con dos niños. Estaban destrozados. — susurró y pude notar que su voz temblaba —. Ella vestía harapos y estaba embarazada. No más de seis meses. Llevaba a un niño pequeño en brazos de unos tres años y al más grande, de unos diez, lo sostenía de la mano.

—Leo, si no deseas continuar yo lo entenderé... — dije al notar como cada vez le resultaba más difícil continuar.

No le importó y prosiguió. Y entonces entendí que esta charla no era para mi precisamente. Esta charla era para él mismo, donde contaba cosas que el mismo se había encargado de olvidar, de reprimir y que hoy había decidido recordar nuevamente.

—Ella fue a buscarme para describir el repudio que sentía por mi — sollozó. Y entonces comprendí que estaba a punto de llorar. — Sara, yo le quité a su marido. Por mi culpa aquel hombre decidió quitarse la vida.

«¡Oh, Dios!»

Corrí hasta su lado y él se aferró a mi en un lamento y entonces se dejo caer: lloró y mucho. No podía ser fuerte, sin duda algo como eso lo había dejado destrozado y lo estaba matando por dentro.

—No fue tu culpa, tu no sabias nada de su vida, él, solo... — intenté consolarlo, pero era inútil. No había nada que yo pudiera hacer. — Eras demasiado joven para entenderlo.

Ver llorar a un hombre como él, que parecía invencible, que parecía de hierro... Me partió el corazón.

—Si tan solo hubiera escuchado sus necesidades — continuó — Yo tuve la oportunidad de salvarle la vida y él mismo me rogó que no me dejara llevar por el orgullo y yo le di por su lado. Él no pudo con la presión. Tenía bocas que alimentar y deudas que pagar. Su hogar estaba hipotecado, joder. Se iban a quedar sin casa...

Lo intenté, pero me fue imposible no llorar también. Simplemente no pude evitarlo y sentir pena por aquella familia en desgracia.

—Yo lo maté Sara.

Dejé que se desahogara lo suficiente, pues estaba claro que lo necesitaba. Simplemente lo dejé llorar sin decir nada mientras lo acunaba contra mi pecho, juntos, en aquella esquina de su habitación. 

Ya iban a dar las cinco de la mañana, así que fui a prepararle un té caliente y le sugerí que intentara dormir. Ambos nos colocamos sobre la cama acurrucados donde yo acariciaba su cabello con delicadeza.

—Intenté ayudar a esa mujer, pero poco después me enteré de que se había ido de aquel lugar.

Me aferró más a su cuerpo y suspiró lentamente.

—Él era un buen hombre, muy responsable y bueno en su trabajo. Y yo no podía dejar de recordar aquellas palabras que salieron de su boca como una súplica y una solución. Su rostro llenaba mis sueños, su mirada perdida y vacía... — murmuró — Hasta que un día ya no pude más y decidí ir a terapia. Me tomó años, hasta que su recuerdo simplemente desapareció y sólo quedó la culpa.

—Leo...

—Cuando mi padre falleció y dejó su compañía en mis manos... Dudé en tomarla, dudé de mis capacidades. No quería tener tantas vidas bajo mi cargo, simplemente no quería tomar aquel riesgo. Así que para no sobrellevar toda la carga, le pedí al padre de Amelia que tomara un número considerable de las acciones.

Y ahí estaba, la razón por la cual Amelia era una parte muy importante en su vida.

—No quiero cometer el mismo error. Esta vez quiero hacer las cosas bien, por él, porque se lo debo.

—Y las estás haciendo bien — respondí — Eres extraordinario en tu trabajo.

Cuando lo miré, ya se encontraba en un sueño profundo y con el pulgar le limpié una lágrima perdida que resbalaba por su mejilla. Después me amoldé contra su cuerpo acurrucada en sus brazos. Yo también debía dormir.

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