Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

04 de mayo 1860.
Texas, Estados Unidos.

Jonathan bajó de su caballo antes de ingresar en el campamento y lo ató a un tronco. Tomó las compras que había hecho en la ciudad y las cuales guardaba en su bolso y se lo colgó al hombro para poder ayudar a las mujeres a bajar del carro que Derby había sido amable en conseguir.

—¡Señora Finn! —llamó por lo alto para que lo escuchara—. ¡Señora Finn, he traído unas mujeres para ayudarla!

—¿Más? —. La señora Finn llegó apresurada desde su carpa y cruzó los brazos cuando vio a las cuatro mujeres, Emma Hill con sus dos hijas y Lise Walsh, la pobre viuda cuya familia había sido masacrada—. Oh, señor Morgan, usted necesita dejar de salvar mujer en apuro durante cada viaje. Si sigue así no tendremos más lugar en el campamento.

—Prometo que esta será la última vez, señora Finn.

—¿Cuántas veces ya he escuchado eso? 

Aunque no le gustara, la señora Fin bufó y llamó a las mujeres para buscarles una tarea en el campamento. Todos debían hacer algo para colaborar.

—Oh y le he traído lo que me ha encargado comprar. También traje el libro de Lucy y los caramelos de Sammy.

—Se acordó, que amable de su parte, señor Morgan. Muchas gracias, me aseguraré de que las muchachas reciban sus pedidos.

Le agradeció y dejó el bolso en sus manos para poder irse hacia la carpa de Thomas. Derby lo siguió refunfuñando respecto a la cantidad de mujeres que habían traído y rezongándolo por no haberlas dejado a sus anchas. Hizo su esfuerzo por ignorarlo y cuando entró en la tienda, se encontró con Thomas apoyando sus manos en una mesa para mirar un mapa.

—¡Jona, has vuelto! Dime, amigo ¿Cuánto nos conseguiste?

—Nah, no mucho —. Sacó los billetes de su cartera y humedeció su pulgar e índice para contarlo—. Como unos treinta dólares, más este estúpido reloj que un viejo de una granja me dio. El reloj quizás valga algo, pero dudo sea suficiente.

—Yo creo que es bastante. Kyle y Darion se han hecho de seiscientos dólares en Waco.

—¡¿Seiscientos dólares?! ¿A quién asaltaron? ¿El banco?

—No, no, un señor adinerado que tuvo la mala suerte de visitar el pueblo en el momento equivocado —. Thomas guardó el dinero en su bolso y se regresó hacia el mapa—. ¿Algún inconveniente en la ciudad?

—Ninguno. No vi señal alguna de Manson y sus hombres, aunque escuche que los Mackenna andan cerca, eso podría ser un problema. Los bastardos masacraron a la familia de esta pobre mujer.

—Mujer a la cual Jona pensó sería buena idea invitar al grupo —agregó Derby desde el rincón, donde se había sentado en una silla y masticaba tabaco—. Junto con otra mujer y dos señoritas, por supuesto.

Jonathan se mordió el labio inferior, evitando mirar a Thomas manteniendo sus ojos puestos en Derby. Chasqueó la lengua cuando sintió a Thomas suspirar de agotamiento y regresó su rostro hacia él.

—No iba a dejar a las pobres mujeres en la calle, Thomas.

—Sé que no, Jona, pero debes dejar de hacer los problemas de otras personas, nuestro problema —. Tomó un lápiz para trazar una línea por el mapa y lo señaló—. He decidido que la mejor ruta es a través de Hot Spring, podremos evitar el territorio de los salvajes y cruzar Arkansas todo hasta Misuri, quizás Tennessee. ¿Qué dices, Derby? ¿Te gusta el calor y el whisky barato?

—No me convence mucho lo del calor, pero donde haya whisky yo iré, Thomas, yo siempre iré.

Pero un poco de alcohol barato no era suficiente para convencer a Jonathan y Thomas ya lo sabía. Su amigo siempre encontraba posibles peligros en el camino y el noventa por ciento de las veces, Jonathan tenía razón.

—¿Quieres andar hasta Arkansas? ¿Con este calor? Hay una sequía en camino. He visto los ríos secándose y los animales están migrando.

—Habrá varios lagos en el camino y en Arkansas podemos seguir el río hacia el norte y acampar en Fort Smith.

—Esos son al menos dos semanas de viaje y llegar a Tennessee podría llevarnos un mes...Incluso más —. Apoyó una mano en la mesa para inclinar su cuerpo de forma que Thomas no pudiera evadir su mirada—. Sammy dará a luz dentro de poco, no podemos viajar con un recién nacido por dos meses, Thomas. Luke tiene seis años y las mujeres...No van a soportarlo.

—¿Y qué otra opción tenemos, Jonathan? Manson y sus hombres nos están buscando y a ellos no les importara que Sammy este embarazada, la colgaran en el segundo que dé a luz y su hijo....Al bastardo le esperará un destino mucho peor.

Maldijo ante la encrucijada y se alejó de la mesa.

Se quitó el sombrero y frotó su rostro con frustración.

—Comprendo lo que dices, Jonathan, pero realmente no tenemos muchas opciones.

—Tu adelántate.

—¿Cómo?

Se regresó para mirarlo y estudió el mapa.

—El grupo es demasiado grande para andar sin llamar la atención, así que tú puedes adelantarte con los muchachos y la señora Finn, quizás llevarte a Lucy y las demás. Yo me quedaré atrás con Sammy y las mujeres que he traído esta tarde —. Tomó el lápiz y trazo otra ruta—. Nosotros iremos junto al río Misisipi y lo seguiremos hacia el norte, hasta llegar a Louisville, de esa forma las mujeres tendrán agua para el viaje. Es una ruta más larga, pero de todas formas iremos lento.

—¿Tú solo cuidando de un montón de mujeres? —. Thomas se rio—. No dudo que seas un excelente pistolero, Jonathan, de los mejores incluso, pero esto es demasiado, incluso para ti.

—Entonces que alguno de los muchachos se quede, no lo sé...Pero yo me quedaré atrás con Sammy.

Thomas miró hacia Derby y Jonathan lo imitó.

Esperaban que se ofreciera a quedarse atrás con ellos, aunque Derby prefería evitarlo, fingir que no los había escuchado y continuar silbando una canción. Lo último que quería era verse retrasado por un montón de mujeres. Cuando comprendió que no dejarían de mirarlo, rodó los ojos y se puso de pie.

—Está bien, yo me quedaré con Jona —dijo de mala gana—. Pero dos no bastara.

—Le diré a Kyle y Darion que se queden con ustedes, el resto iremos hacia el norte y nos veremos en algún punto entre Kentucky y Tennessee ¿dentro de dos meses?

—Con suerte.

Dejó la tienda esperando poder conseguir unos minutos para sentarse y descansar después de las largas semanas que había tenido. Se habían quedado cerca de Dallas por más tiempo del planeado y debían marcharse pronto para empezar un camino que sería difícil, todo lo que Jonathan necesitaba en esos momentos, era un poco de tranquilidad para poder descansar sus adoloridos pies y comer.

Se acercó a la olla de hierro donde Uncey (el cocinero) había preparado un buen estofado y se sirvió un plato para luego sentarse a la mesa del campamento.

—Señor Morgan —. Alzó la vista de su comida con la cuchara a centímetros de su boca y cuando vio a Uncey encaminarse hacia él, suspiró y supo que sus planes de comer y descansar tendrían que esperar—. Escuche que había vuelto ¿por casualidad no trae algo para la comida con usted ¿o sí?

—¿Me veo como alguien que carga un ciervo muerto en el bolso?

—Pues no.

—¿Entonces?

—¿Podría ir a cazar uno?

Gruñó al ponerse de pie y Uncey retrocedió intimidado por su figura.

—T-Thomas me ha dicho que preparara algo p-para el viaje, señor Morgan.

—Podríamos prepararte a ti, tienes suficiente grasa en ese gordo cuerpo tuyo como para alimentar a cincuenta de nosotros durante todo un mes.

Uncey palideció.

—¿No lo diría en serio ¿o sí, señor Morgan?

Rodó los ojos y se quedó con un trozo de pan para comer de camino a su caballo. Uncey lo siguió apresurado y se quedó a una distancia segura mientras Jonathan montaba.

—Un ciervo estaría bien, aunque puede conseguir unos conejos si prefiere.

—Veré que puedo encontrar.

En un día como ese, tan caluroso y con media botella de agua en su bolso, lo último que quería era andar por los bosques con su caballo, cansando al pobre animal y a sí mismo. Intentó terminar con eso tan rápido como pudo, pero no encontró un ciervo durante horas de caminar, ni siquiera un rastro para seguir. Así que volvió con dos conejos y los dejó en la mesa de Uncey para que él se encargara de pelarlos. Restó importancia a las palabras motivacionales de Uncey mientras le agradecía y regresó a su mesa, donde su plato con comida todavía esperaba, aunque ya estaba frío.

—Señor Morgan —. Esta vez no se detuvo de comenzar a comer a pesar de que Sammy hubiera llegado para hacerle compañía—. He escuchado que usted se ha ofrecido a viajar más lento por mí, quería agradecerle...

—No hace falta que me agradezcas.

—Pero quiero hacerlo —insistió y estiró su mano sobre la mesa para buscar la suya—. Usted es un buen hombre, señor Morgan y el único que se ha preocupado verdaderamente por mí y de un bebé...que no es suyo.

—El niño no tiene la culpa de ser un bastardo.

—Lo sé y por eso quería pedirle que lo cuide en caso de que algo me suceda —. Jonathan alzó la mirada hacia ella y arrugó las cejas, molestándose—. No me mire de esa forma, señor Morgan, usted sabe que muchas mujeres mueren dando a luz, especialmente en los caminos.

—Pero tú no serás una de esas mujeres, Sammy —. Revolvió el estofado y se lo terminó de una cucharada—. Llegaremos a Louisville antes de que des a luz y tú y el niño podrán quedarse en la ciudad y construir un mejor futuro para ambos.

—Pero si no lo consiguiera...

Jonathan bufó con desagrado hacia aquellas palabras y abandonó su banco bruscamente para llevarse el plato hacia el tarro con agua. Lo dejó adentro y continuó su camino hacia su tienda, sin molestarse en mirar a Sammy, quien lo seguía.

—Por favor, señor Morgan, debe entender que yo podría no sobrevivir y no quiero que mi bebé quede solo en el mundo. Necesitará a alguien que lo cuide y usted es un buen hombre.

—Estoy cansado, Sammy.

Ella bajó la mirada y asintió, la tristeza se reflejó en sus ojos.

—Por supuesto, ha estado trabajando mucho, lo dejaré para que duerma. Muchas gracias, señor Morgan.

Cuando ella se marchó, Jonathan se acostó sobre su cama y cubrió sus ojos con el sombrero para que la luz no le molestara. Decidió no pensar demasiado en Sammy y continuar su plan como ya estaba decidido; ellos irían junto al río, más lento para no presionarla y llegarían a Louisville en dos meses, para que Sammy pudiera dar a luz en un lugar cálido y limpio.

08 de mayo 1860.
Texas, Estados Unidos.

El calor los estaba destrozando cada día un poco más.

Las plantas finalmente habían sido dadas por perdidas cuando la tierra se había secado de tal forma que generosas grietas se formaban y ni siquiera el pasto sobrevivía. La composta no funcionó, tampoco el agua que Olivia intento regarle todos los días mientras tuvo algo. La mañana del cinco de mayo, despertaron para descubrir que tanto el pozo como la bomba de agua estaban vacías. El agua se había secado durante el ardiente calor de la noche y el resto del campo proseguía a hacer lo mismo.

—El río también se ha secado —informó James, regresando de su cabalgata.

Olivia lo recibió en el porche con Adrian en brazo y Eli pegándose a su falda y arrugó el cejo.

—¿Qué significa eso?

—Estamos en sequía, lo mejor será salvar cuánta agua podamos para los próximos días y sacrificar a los animales antes de que se mueran de hambre.

Se apartó de su camino para que tomara el rifle que había junto a la puerta y detuvo a Eli de seguirlo hacia el establo donde estaban los caballos.

—¿Vas a matar a los caballos?

No le respondió y en cierta forma, Olivia agradeció que no lo hiciera. Verlo entrar en ese establo, sabiendo lo que haría le produjo escalofríos. Tan solo un caballo quedó con vida, el Tennessee de James que usaba para moverse de un lado a otro, aunque dudaban sobreviviera mucho sin alimentos y agua suficiente.

Entró en la casa con los niños y los dejó junto a la estufa para que jugaran y se fue a ayudar a Riley en la cocina.

—¿Esta es toda el agua que tenemos? —. Riley asintió; solo había dos cubetas—. No será suficiente para los cinco y cuando Madison y Charlie vuelvan...Vamos a necesitar más.

—No hay más, hasta que no pase la sequía no habrá más.

Se sobresaltó con los disparos que le llegaron del establo y miró nerviosa por la ventana.

—¿Y cuánto puede durar la sequía?

—Semanas o incluso meses —. Riley limpió la mesa con un trapo y fue a sentarse. No tenía nada más que hacer—. No tendremos suficiente comida para todos así que los niños y tu deberían ser los primeros en comer.

—¿Yo? No, ni hablar...

—Vas a necesitar tus fuerzas, Olivia —. La miró desde su asiento y acarició su sien con una mano temblorosa—. No creo sobrevivir una sequía y dudo que James pueda solo. Apenas han pasado tres días y ya puedo sentir mi cuerpo comenzar a rendirse.

Negó insistentemente y se fue hacia una cubeta de agua para llenarle un vaso. La sola idea de quedar sola en ese mundo con dos niños, varada en una sequía sin tener a donde ir, le provocaba pánico.

—Bebe, te sentirás mejor.

—No, debemos conseguir que dure todo el tiempo posible.

—Pero lo necesitas, Riley...Solo medio vaso, por favor.

Consiguió humedecerle un poco los labios para hidratarla y se agachó junto a los niños para que compartieran el resto. Los tres parecían estar ardiendo en fiebre por culpa del calor y sus rostros estaban pálidos por no haber comido bien en los últimos tres días.

Maldijo, impaciente y abandonó la casa para correr al establo en busca de James.

La imagen que allí había era perturbadora; cinco caballos tirados en el suelo sin vida con un disparo en la cabeza cada uno, dentro de sus recintos en el establo. Se regresó en sus pies, para darle la espalda a la escena y apoyó una mano en su vientre resistiendo las ganas de vomitar o ponerse a llorar. No estaba lista para enfrentar todas esas cosas, al principio había sido fácil; ayudar en la granja, limpiar todo el día, su cuerpo terminaba agotado cada noche, pero podía soportarlo. Pero eso...Eso era algo que la superaba y ver a Riley al borde del colapso y a los niños tan pálidos la llenaba de impotencia.

—Era lo más humano que podíamos hacer, Olivia.

—Lo sé —susurró con lágrimas en los ojos—. Riley y los niños necesitan comer y beber.

—Dales mi ración y que la dividan entre ellos.

—Pero tu apenas has comido en días.

—Estaré bien, solo hazlo ¿sí?

Prefería negarse, pero sabía que los niños y Riley lo necesitaban, así que accedió y regresó a la casa para servir tres platos con la mitad de la comida cada uno. Era muy poco y apenas les llenaría sus estómagos, pero era algo.

—Coman ¿sí?

—Esto es de James.

—Él ha insistido, Riley.

—No me comeré la comida de mi marido —zanjó y dejó el plato en la mesa sin abandonar su silla—. Estoy bien, Olivia, solo un poco cansada, es todo.

—No te ves bien —. Se sentó en una silla a su lado y tocó su rostro—. Creo que tienes fiebre y hace rato te quejas de que te duele la cabeza.

—Estoy bien.

Riley amenazaba con quedarse dormida en la silla a cada minuto y cuando James regresó, entre los dos fueron capaces de llevarla a la cama en la habitación y acostarla para que estuviera más cómoda. Olivia decidió usar un poco del agua que le tocaba beber ese día para mojar un paño y colocárselo en la frente. Pasó gran parte del día buscando la forma de refrescarla mientras Riley dormitaba y James estuvo con los niños en la sala. Realmente no había mucho más que pudieran hacer.

Regresó al salón donde él estaba y por un rato estuvo en silencio a su lado, escuchándolo tararear una canción que Olivia no podía identificar. Los ojos de James brillaban por la luz que le llegaba desde la ventana y se podían ver algunas lágrimas que contenía en el lugar, sin duda alguna producto de la frustración.

Al día siguiente, James tampoco dejó la cama y las veces que lo intentó, sus piernas temblaron y se desplomó en el suelo, requiriendo de la ayuda de Olivia para volver a sentarse.

—Debes descansar, James. Este calor solo seguirá agotándote si no descansas.

—No puedo dejarte sola.

—No te preocupes —. Le subió los pies sobre el colchón y acomodó la almohada a sus espaldas—. Estaré bien.

Pero era una mentira que insistía en decirse para no ceder a la desesperación. Cada día solo los veía empeorar, perder peso como si hubieran pasado meses sin comer y respirar cada vez con más dificultad. Riley parecía ser la primera en irse, estaba más débil y cansada que James, pero, aunque durante los primeros días James llenaba la casa con su voz tarareando aquella canción que Olivia no reconocía, llegó una mañana, en la que solo hubo silencio.

Los vio desde la puerta de la habitación, dormir con sus cuerpos empapados en sudor y sus pechos apenas subiendo y bajando y se cubrió el rostro antes de llorar.

—¿Los abuelos van a morir? —susurró Eli deteniéndose a su lado.

Lo miró y forzó una sonrisa al agacharse a su altura.

—No, cariño...Ellos solo necesitan un poco de tiempo ¿sí? Ve a jugar con tu hermano.

Adrian y Eli también estaban perdiendo peso, incluso ella, aunque no se había detenido a evaluarse desde hacía semanas. Pero eran los niños y los ancianos los que verdaderamente la preocupaban, James y Riley no parecían capaces de sobrevivir a la sequía, el calor los estaba matando lentamente y el hambre y la sed solo aceleraba el proceso y hacía tres días ya desde que Madison y Charlie tendrían que haber vuelto. No verlos llegar, solo aumentaba su desesperación.

Y el doce de mayo un caballo llegó cabalgando por el camino, pero no era Charlie o Madison. 

Al principio Olivia no pudo distinguir aquella figura, veía a un hombre cabalgando con el sol dándole de frente y encandilándola, cuando lo tuvo más cerca, notó el brillo de una placa de metal en su chaqueta y bajó del porche de la casa, consciente de que era un policía. El Sheriff de algún pueblo seguramente.

—¿Está el señor Taylor en casa, señorita?

—Me temo que él no se encuentra en condiciones de recibirlo, sheriff. ¿En qué puedo ayudarlo?

El hombre se dejó caer de su caballo y dio unos pasos hacia ella quitándose el sombrero. Miró hacia los dos niños en la puerta de la casa y bajó la mirada.

—Madison Taylor fue encontrada sin vida junto a su marido a unos metros de aquí por unos trabajadores de la mina, lo siento mucho.

No le respondió y tampoco parpadeó, por algunos minutos Olivia solo lo miró esperando que resultara ser un producto de su imaginación y comenzó a hiperventilar con su vista volviéndose borrosa. Miró hacia los niños y se cubrió la boca comprendiendo lo horrible que era eso para todos.

—¿Señorita ¿hay algo que pueda hacer por usted?

—¿Cómo murió? —preguntó regresando su atención hacia él.

—Sospechamos que un grupo de hombres que se hacen llamar los Mackenna podrían haberlos atacados cuando volvían a casa hace algunos días.

Dio unos pasos hacia atrás y se dejó caer en el escalón del porche todavía en shock por la noticia. Era como si su cerebro se negara a procesarlo, sin importar cuantas veces se lo repitiera internamente. Eli llegó a ella para sentarse en su falda y abrazarla y lo apretó contra su pecho con todas sus fuerzas, atrayendo también al pequeño Adrian para abrazarlo. Besó su cabeza de rulos dorados y apretó los ojos cuando las lágrimas comenzaron a caer.

—En serio lo lamento, señorita —repitió el Sheriff—. Le aconsejo que agarre a los niños y se marchen hacia el norte donde el clima es mejor. Que Dios este con ustedes.

El hombre se marchó después de eso y pasaron minutos o quizás horas, hasta que Olivia encontró la fuerza para dejar a los niños en la sala y asomar en la habitación de James.

—¿Madison y Charlie ya regresaron? —preguntó James sin abrir sus ojos.

Se arrodilló en la cama a su lado y tomó su mano en la suya.

Consumió todas sus fuerzas no romper en llanto a su lado.

—No...Ellos...

James forzó una sonrisa y entreabrió sus ojos para mirar a su esposa. Dormía a su lado, pálida y sudorosa, ajena a lo que sucedía entorno a ellos. Acarició su mejilla con los nudillos de su mano y exhaló profundo antes de volver la atención hacia Olivia.

—¿Cómo murieron?

—L-los atacaron —susurró.

James puso una mano sobre su frente y el labio le tembló cuando la escuchó. Una lágrima se deslizó por su sien y comenzó a temblar, mientras Olivia sujetaba su mano firmemente.

—Lo siento tanto, James...De verdad lo siento.

—Debes irte.

—¿Q-qué? No, no voy a dejarlos...Yo no puedo...

James tiró suavemente de su brazo para que se acercara y sujetó sus dos manos en las suyas.

—Debes llevarte a los niños hacia el norte, donde estarán mejor. Debes cuidar de ellos, Olivia, por favor —. Ella comenzó a llorar mientras lo escuchaba y negó insistentemente—. Toma mi rifle y un poco del dinero que tengo guardado en el establo y vete. Llévate mi caballo.

—No puedo hacerlo, no podré sobrevivir, James, tú me has visto...No podre...

—Sí podrás, Olivia, te he visto y he visto a una mujer fuerte y con carácter —. Se impulsó para sentarse en la cama y ella se sentó en el colchón a su lado—. Debes irte hoy mismo, antes de que el calor aumente y no puedan viajar.

—Pero usted...

—Nosotros ya estamos viejos y en un viaje solo te retrasaríamos a ti y a los niños. Prefiero quedarme aquí y morir junto a mi mujer como siempre planee hacer —. Besó sus nudillos y le sonrió—. Sé fuerte, Olivia y por favor mantén a esos niños con vida. Prométeme que lo harás.

No pudo responder inmediatamente sin romper en llanto y suplicarle que no la dejara en esa horrible posición, pero consiguió tragarse todas las lágrimas y asentir en medio de una dolorosa exhalación.

—Lo prometo, James.

—Bien, vete...Vamos, vete ya.

Se puso de pie rápidamente cuando él le dio un empujón y lo miró suplicante mientras retrocedía hacia la puerta.

—¡Largo!

Olivia corrió hacia el salón y agarró un bolso para lanzar en su interior todo lo que fuera importante. Su ropa, la de los niños, algunos objetos de valor que podrían vender en el pueblo para tener dinero y dos manzanas marchitas que quedaban en la cocina para los niños. Cargó todo al caballo y corrió al establo, esta vez ignorando a los animales muertos para poder agarrar el dinero que James guardaba debajo de una madera floja en el suelo.

—Eli trae a tu hermano, por favor.

—¿Qué sucede?

—Nos iremos —. Tiró del pequeño carro que había visto a James usar para trasladar el heno de un lado de la granja al otro usando el caballo y lo enganchó al animal con las cintas—. Rápido, Eli.

—Pero no quiero irme.

—Lo sé, pero debemos hacerlo.

Alzó a Adrian en sus brazos para sentarlo en el carro y cuando fue por Eli, él niño retrocedió.

—No quiero irme, mamá no ha vuelto y los abuelos.

—Eli...

—¡No!

Quiso tirarse el cabello de exasperación y alzó al niño en sus brazos a pesar de sus protestas. Lo sentó en el carro, con su llanto comenzando a resonar por todo el campo junto con los gritos que llamaban por sus abuelos y al verlo, Adrian comenzó a imitarlo.

Olivia se subió al caballo, acomodó su vestido y miró hacia la casa una última vez. No quería dejarlos allí a morir, pero sabía que de quedarse los niños y ella seguirían el mismo rumbo, marcharse era su única oportunidad de sobrevivir y ella planeaba salvar a esos niños así fuera lo último que hiciera. Se lo debía a Madison...

Sollozó al pensar en ella y apretó los ojos obligándose a permanecer fuerte.

Pocas cosas permanecían estables en esos tiempos y la comodidad era un privilegio para solo unos pocos. Se enfrentaba a un destino incierto y no sabía cuales serían los desafíos que la aguardaban a la distancia, pero ese día era el comienzo del camino. Su camino. Y aunque tenía muchas dudas y miedos, lo encerró todo profundo en su pecho y enfrentó lo que se acercaba. 

Chasqueó la lengua, golpeó suavemente al caballo con su pie y se pusieron en marcha hacia la ciudad bajo el intenso sol que los cocinaba.

Conocía el camino pues lo había recorrido con James un mes atrás y también sabía una cosa muy importante; Jonathan Morgan acampaba cerca de la ciudad y sí tenían suerte, él todavía estaría allí cuando llegaran. 

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