Vidas cruzadas: El ciclo. #1...

By AbbyCon2B

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Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de c... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

Jonathan tenía las riendas enrolladas en una mano y llevaba al animal por el camino, con Charlie y James siguiéndolo de cerca. Como miembro de una pandilla de forasteros, estaba acostumbrado al caos, las peleas con armas y a tener su revolver cerca, casi como si fuera una extensión de su brazo. Había comprado su revólver calibre veintidós en la tienda Smith & Wesson Revolver hacía unos cuatro años. Le había costado unos buenos ciento cuarenta y cuatro dólares con cuarenta, pero había valido cada centavo, pues la cantidad de veces que su pequeño amigo de metal con doce balas le había salvado la vida (o la de alguien más) no podían ser contadas con dos manos.

—De acuerdo, caballeros, esto es lo que vamos a hacer —. Se detuvo a un lado del camino y giró su caballo para enfrentar a sus compañeros—. Quiero que ustedes dos suban a la colina y se oculten en el bosque, en una zona donde tengan una buena visión de esos muchachos. Iré a hablar con ellos y cuando les haga una señal, de ser necesario, dispararan al menos una vez como advertencia ¿comprenden?

—¿Qué planea hacer, señor Morgan?

—Charlar —. Tiró de las riendas para volver a girarse y continuar y señaló el camino para que ellos se marcharan—. Es una linda noche para charlar.

Las carpas estaban junto al río, cerca de una fogata que alumbraba el perímetro y mantenía a los animales salvajes lejos. Había un par de troncos cerca de la fogata donde sentarse y se cocinaba un poco de caldo en una olla de hierro. Vio un carro con dos caballos a lo lejos y otros cinco caballos cerca. Había suficiente transporte para al menos ocho o diez personas.

Cuando los hombres lo escucharon llegar, se pusieron de pie, dejando la comodidad junto al fuego y uno de ellos le apuntó con un rifle.

—¿Quién anda ahí?

—¡Guau! Tranquilos, caballeros —dijo y bajó de su caballo—. Lamento haberlos asustado de esa forma.

Se acercó entre las sombras hasta que la luz del fuego se posó sobre su rostro y mantuvo sus manos en alto para no verse amenazante.

En definitiva, había ocho hombres antes sentados y ahora de pie entorno al fuego que lo miraban y unos pasos al fondo, cerca de las carpas, había tres mujeres, la primera con un ojo más morado que la segunda.

—No pretendía molestarlos, es que mi caballo y yo llevamos todo el día viajando y cuando he visto el fuego, he pensado que tal vez podrían ayudar a un pobre hombre —. Se quitó el sombrero, para que su rostro no se ensombreciera y los hombres pudieran distinguir bien sus facciones—. Un poco de agua y algo de comer se los agradecería mucho.

—Esto no es caridad, muchacho, así que será mejor que sigas tu camino.

—Puedo...puedo pagarles, señores —mintió, pero se aseguró de sacar algunos billetes del interior de su pantalón y extenderlos hacia ellos.

En esos tiempos, un par de dólares podían hacer mucho por una familia e incluso un grupo de delincuentes. Él lo sabía perfectamente, dado que con Thomas y los demás, lo único que hacían era buscar nuevas formas de conseguir dinero y muy pocas involucraban seguir las leyes de la sociedad. Estaba más que familiarizado con esa clase de hombres, sin morales o valores y justamente por eso, sabía perfectamente como moverse cerca de ellos para no intimidarlos.

El mayor de los hermanos, que tenía el rifle y lo había invitado a marcharse, miró los billetes que Jonathan sostenía y le indicó a otro que se acercara a tomarlos.

—Siéntese entonces.

—Gracias, muchas gracias.

Se unió a ellos entorno al fuego y dejó el sombrero en el tronco a su lado. Solo el mayor y otros dos se sentaron frente a él, los demás permanecieron de pie, incluso lo rodearon, como si pretendieran intimidarlo y asustarlo con eso. No funcionaba de esa forma, aunque lo puso lo suficientemente alerta como para mirar sobre su hombro hacia el joven que se encontraba de pie a su espalda y forzar una sonrisa.

—Es una linda noche.

—Lo es, sí.

Una de las mujeres le entregó un plato con manos temblorosas y él le agradeció con una sonrisa y comenzó a comer. No iba a desaprovechar esa oportunidad cuando realmente se encontraba hambriento después de todo un día trabajando en la granja. Remojó un trozo de pan en la salsa de los guisantes y halagó la comida, consiguiendo que una de las mujeres sonriera. La cocinera imaginó. Dudaba que alguno de esos hombres alguna vez valorara su trabajo como él acababa de hacerlo.

—¿Están viajando a alguna parte? —curioseó finalmente.

—No. ¿Usted a donde se dirige?

—México.

—Es un viaje un poco largo hasta allí para viajar tan ligero y solo.

Jonathan miró hacia su caballo como ese hombre hizo y forzó otra sonrisa.

—Supongo que lo es...

—Y su caballo, es un lindo caballo...El mío esta algo viejo.

—El ciclo de la vida, así le llaman —. Regresó el plato vacío hacia la mujer, volviendo a agradecerle y cuando esta comenzó a alejarse, la congeló en el lugar con una pregunta—. ¿Qué le pasó en el rostro, señora? Sí no le molesta que pregunte.

Ella lo miró con horror, pero no fue quien le respondió. Otra vez, la voz del mayor de los hermanos, llegó a él atrayendo su atención.

—Alguien tenía que enseñarle a comportarse.

—Supongo que, por alguien, se refiere a usted.

—Tal vez... ¿Tiene algún problema con eso, señor...? —. Dejó la oración en el aire a la espera de un nombre y Jonathan volvió a estudiar el entorno y se rio—. ¿He dicho algo gracioso?

—No, para nada.

—¿Cómo es su nombre, señor?

Se rascó la barba y miró detrás de él, hacia el muchacho que lo vigilaba con una mano en su revolver. Normalmente, usar su verdadero nombre era seguro y discreto, nadie conocía a Jonathan Morgan y muy pocos sabían de los Morgan en esa zona del país, pero en esos momentos no quería ser discreto así que prefería usar el nombre que las autoridades tenía para buscarlo por el país. Nunca había querido usar su verdadero nombre por miedo de guiar a los policías hacia su familia en Minnesota, así que desde su primer día viajando con Thomas, había optado por usar un nombre falso con el que pudieran identificarlo. 

—Jesse...Jesse Wright.

El más joven de los hermanos, que se encontraba a su espalda, soltó un juramento y llevó una mano hacia su arma para dispararle, pero tan solo llegó a mitad de camino cuando Jonathan ya había desenfundado su revolver y disparado en su dirección. Lo vio caer al suelo, con un agujero en la frente, donde la bala había entrado y se regresó apuntando hacia los otros hombres a tiempo para detenerlos.

—¿El verdadero Jesse Wright?

—Eso espero —se rio—. A menos que conozca muchos con ese nombre, señor.

Volvió a colocarse su sombrero, sin perder la atención en esos hombres y bajó su cuerpo, apoyando una rodilla en la tierra y el arma sobre su muslo, todavía apuntándole.

—Imagino que no está viajando hacia México.

—No, no lo estoy —. Notó por el rabillo del ojo que uno de los hermanos intentaba levantar el rifle y le apuntó—. Yo no lo haría si fuera tú, niño, tengo treinta hombres apuntándoles desde los bosques en estos momentos y si algo me sucede...Uhm, bueno, dudo que los dejen salir caminando.

Los vio mirar hacia los bosques sumidos en oscuridad y tragar saliva con fuerza. Podían fácilmente creer lo que decía y que fuera mentira o ignorarlo y acabar con miles de agujeros en sus cuerpos. El mayor se rio.

—¿De verdad? ¿Treinta hombres?

Cuando Jonathan se puso de pie y señaló hacia los bosques, un disparó sonó desde la distancia y atravesó de forma limpia la pierna del hombre con el rifle, llevándolo hacia el suelo en medio de un grito de dolor.

—¿Cómo se llama, señor?

El mayor de los hermanos permaneció sentado en el tronco, tenso y probablemente arrepintiéndose de haber dejado que se uniera a ellos en la cena, mientras Jonathan comenzaba a revisar sus pertenencias y recuperaba su dinero.

—Jeremy Hall.

—Tendré que enseñarle a comportarse, señor Hall —. Se guardó los billetes y se detuvo junto al muchacho que sangraba de la pierna—. ¿Cree que sí mato a sus hermanos servirá para mejorar su comportamiento?

—Esperaría que no tuviéramos que llegar a esos extremos.

—Comprendo, sí también yo. Es más civilizado ¿no? —. Se sentó en el tronco frente a él y guardó su revolver—. ¿Las cosas que robó de la granja de los Taylor ¿Dónde están?

—No sé de qué me habla.

Chasqueó la lengua ante la respuesta, desenfundó y le disparó al hombre que se desangraba en el suelo.

Jeremy apretó los ojos y no miró.

—Preguntaré de nuevo y por su bien, sugiero no agote mi paciencia. ¿Las cosas que robó de la granja de los Taylor ¿Dónde están?

Jeremy miró hacia una de las mujeres y le indicó con un gesto que se las entregara. Un bolso repleto de pertenencias valiosas y dos de los caballos que se encontraban atados cerca del carro.

—Nos estamos entendiendo, señor Hall. Me alegra que podamos llevarnos tan bien, ahora necesito que deje a los Taylor tranquilos ¿sí? Yo ya me iré y me llevaré a sus mujeres, si ellas desean venir conmigo.

Las tres mujeres se miraron entre sí, desbordadas por el miedo y luego a él, mientras regresaba a su caballo, llevándose los otros dos que le pertenecían a James. Parecían ser madre e hijas, juzgando por la diferencia de edad que podía ver entre ellas. La que le había servido debía estar cerca de los cuarenta, tenía un ojo morado y el labio cortado y abrazaba a las otras dos para consolarlas y ocultarlas contra su pecho mientras lloraban.

—Estarán a salvo conmigo, señoras —aseguró, esperando y ansiando que no se quedaran con esos hombres.

Jeremy tenía esa mirada asesina puesta en la mujer más grande y por un momento, Jonathan creyó que funcionaría y la obligaría a quedarse, pero la mujer terminó reuniendo el valor en una gran bocanada de aire y tomó las manos de sus hijas.

—Vamos, muchachas...Vamos, rápido.

Las dos muchachas subieron en uno de los caballos de James y su madre se detuvo junto a Jonathan para tomar las riendas del otro y asintió en su dirección, lista para seguirlo.

—Espero no volver a verlo, señor Hall, pues la próxima vez no seré tan amable.

Se alejaron en rumbo a la granja, con las dos jóvenes llorando en silencio y su madre intentando consolarlas. En el camino, James y Charlie se unieron a ellos y ambos intercambiaron esa mirada confundida al notar que tres mujeres los acompañaban.

—¿Qué ha pasado, señor Morgan?

—Afortunadamente nada grave. Estas mujeres necesitaban un cambio de ambiente, así que les he ofrecido acompañarme, espero no le moleste, señor Taylor. Me las llevaré conmigo en la mañana.

—Por supuesto, no es molestia ninguna. ¿Están bien, señoras?

—Lo estaremos gracias a este hombre —dijo la madre—. Ese infeliz, Jeremy Hall, llevaba golpeándome a mí y a mis niñas desde hace meses, creí que nunca terminaría.

—Ya no tendrán que preocuparse por eso, señoras. Están a salvo ahora, mi mujer cuidará de ustedes —aseguró Charlie y ellas respiraron aliviadas y sonrieron.

—¿Dónde están l-los treinta hombres? —preguntó una de las muchachas temblorosas y Jonathan se rio ante la confusión de los Taylor.

—¿Treinta hombres?

—Fue una mentira piadosa, señora. Aunque debo decir que la puntería de los señores Taylor cuenta como la de treinta hombres.

—¿Y es usted en serio Jessy Wright?

El silencio retumbó como un trueno en plena tormenta, produciendo un ensordecedor eco entre ellos. James lo miró como si un fantasma se le hubiera atravesado en el camino y por un breve segundo, Charlie tuvo el impulso de ir por su arma, lo cual habría hecho si su brazo dominante no estuviera herido.

—No señora, no lo soy —. Se rio, para aligerar la tensión en el ambiente y las miró—. Tan solo buscaba asustar a esos hombres y veo que efectivamente lo he logrado.

Cuando llegaron a la granja, Madison y Riley asistieron a las mujeres sin hacer preguntas. Las llevaron a la casa donde podrían atender sus golpes y darles algo de comer y beber y aprontaron una nueva cama improvisada para que las tres pudieran dormir allí esa noche, cerca del calor de la estufa. Olivia prefirió acercarse a los hombres, así que dejó el porche, limpiándose las manos en el delantal que tenía sobre su vestido y se detuvo junto Charlie para evaluar su herida. No tenía muchos conocimientos médicos, pero estaba segura de que, en comparación con ellos, ella era un genio. Sabía más acerca de las infecciones y bacterias de lo que James llegaría a escuchar en su vida.

—¿Cómo está tu herida?

—Igual, apenas he hecho nada. James se ha encargado de un bastardo por sí solo y el señor Morgan...Bueno, en mi vida he visto a un hombre desenfundar un arma tan rápido. ¿Dónde aprendió eso, señor Morgan?

Jonathan forzó una sonrisa y se distrajo atando su caballo.

—Un pasatiempo que tengo.

A diferencia de Charlie, James no cayó tan rápido en aquellas palabras y lo miró fijamente.

—Olivia —llamó y apartó sus ojos de Jonathan—. ¿Podrías llevar a Charlie a la casa y asegurarte que sus heridas están bien?

—Por supuesto.

Ambos se marcharon y Jonathan abandonó al viejo para irse al granero donde dormiría. Se quitó el sombrero, el cual apoyó en uno de los troncos del cerco y retiró su guardapolvo para poder dormir sobre él.

Sintió a James entrar en el silencio de la noche, con sus pasos quebrando las pequeñas ramas de heno regadas por el suelo. El hombre tenía un ojo para las mentiras y los secretos, casi tan bueno como la puntería de Jonathan para disparar a un ciervo con un rifle desde el otro lado de un descampado.

—Entonces... ¿Jessy Wright?

—Mi nombre es Jonathan Morgan, señor.

—¿Lo es? —. Asintió, manteniendo su seriedad—. Porque, honestamente, me gustaría saber si he invitado a un criminal a mi hogar poniendo en peligro a mi familia.

—Le aseguro que no soy ningún peligro para su familia o su hogar, señor. Tan solo necesito dinero, eso es todo.

—¿Pero eres Jessy Wright?

—Mi nombre es...

—Jonathan Morgan, sí, ya lo dijiste, pero eso no quita que seas Jessy Wright ¿o sí? —. El silencio de Jonathan le entregó su respuesta—. ¡Mi Dios! Estás metido en unos serios problemas, muchacho. Te están buscando; vivo o muerto, según escuché. Y la recompensa es muy generosa.

—¿Piensa entregarme, señor Taylor?

—Oh no —. Sacudió la cabeza y le dio un golpe en el hombro—. Ayudaste enormemente a mi familia y a esas tres mujeres, así que no, no te entregaré, pero no hagas que me arrepienta ¿comprendes?

Asintió y se quedó de pie junto a la montaña de heno y la luz de una lampara de alcohol, viendo como James comenzaba a caminar hacia la salida para volver a su casa.

Solo entonces, relajó su mano y la alejó del revolver en su cintura.

—Comienza reparando el cerco temprano en la mañana, quiero arreglarlo antes de que los animales salvajes se coman mi ganado.

28 de abril, 1860.
Texas, Estados Unidos.

Olivia salió al porche de la casa con el sol cocinando la tierra y cualquier posibilidad de que las papas crecieran en esa primavera. El suelo estaba tan seco esa mañana, que podía ver como se abrían grietas y un denso calor emanaba hacia sus pies. Era asfixiante y la hacía extrañar aún más la vida moderna. Ya no estaba segura de recordar lo que era respirar un aire que no estuviera impregnado en tanto polvo y tierra o darse una ducha sin dejar el agua negra y apestosa como su propia ropa.

Bajó los escalones del porche, sofocándose en cuanto dejó la protección del techo de la casa y el sol ardió sobre su piel. Ni siquiera le daban ganas de trabajar en la granja con ese clima, aunque tampoco tenía la opción de echarse y holgazanear. Le debía a los Taylor su colaboración.

Cruzó el campo, levantando los bordes de su vestido para no enredarlo en el pastizal que crecía alto a la distancia de la casa y se detuvo un par de veces en el camino para tomar aire y recuperar fuerzas. Quería llegar hasta Jonathan al otro lado de la granja, junto al cerco destrozado que habían dejado los hermanos Hill. A diferencia de ella, él no parecía tan afectado por el calor o lo disimulaba más que bien, pero después de todo, contaba con un sombrero que proporcionaba una agradable sombra sobre su cabeza y había crecido en esa época, acostumbrado a su cruel calor y la escasez de agua en los veranos, cuando los arroyos se secaban.

—Señor Morgan —. Llamó desde la distancia y sus ojos se encontraron cuando él se enderezó, sentándose sobre sus talones—. ¿Cómo se encuentra esta mañana, señor Morgan?

—Muy bien, señora ¿y usted?

—Con calor, me siento como pollo en las brasas si he de serle sincera —. Él se rio y ella lo acompañó por un momento, antes de unirse en la tarea arrodillándose a su lado en la tierra para ayudarlo a asegurar el tronco del cerco—. Preferiría que me llame Olivia ¿sabe? Señora suena muy formal.

Él no dijo nada al respecto, pero accedió.

Cuando Jonathan se puso de pie, Olivia lo imitó y se quedó a una distancia segura mientras el golpeaba con una maceta el extremo del poste para enterrarlo más profundo en la tierra y asegurarlo. Verlo, hacía que se cansara el doble y le entrara sed. No entendía como él podía seguir en pie bajo ese sol, cuando ella acababa de despertar y ya sentía sus ganas de arrastrarse por la tierra hasta la fuente de agua más cercana.

—Sabe, Charlie no ha dejado de hablar de su excelente manejo del arma —comentó, intentando seguirlo por el campo mientras lo veía trabajar—. Dijo que es muy rápido y preciso con su puntería.

Jonathan la miró y ella no consiguió disimular sus nervios a tiempo. No sabía exactamente qué era lo que tanto la emocionaba de ese momento. 1) Jonathan era su bisabuelo y nunca había imaginado que llegaría a conocerlo en persona, mucho menos en su juventud, no obstante, ahí estaban. Charlando. 2) Era extremadamente guapo, incluso para la época. Quizás era un poco descortés de su parte imaginar que todos los hombres del siglo diecinueve eran feos y desagradables, pero era la idea que tenía y Jonathan no encajaba con eso en lo absoluto. Tenía unos enigmáticos ojos grises (la parte que ella consideraba más atractiva), pero también tenía unos rasgos marcados y masculinos, más allá del enrojecimiento en sus mejillas y nariz por el sol y las pecas que se acentuaban en su blanca piel. Y cuidaba de su barba, eso lo podía ver fácilmente por lo prolija que la traía y era limpio...Bastante limpio considerando que se bañaban con suerte una vez a la semana y usaban la misma ropa casi todos los días. Pero eso no era todo...Estaba su punto número 3) Sabía perfectamente que él era un forastero...Un criminal y no estaba segura de poder guardar el secreto por mucho más tiempo. Se le daba fatal guardar secretos.

—¿A dónde espera llegar con todo esto?

Regresó en sí cuando su grave voz con ese acento sureño interrumpió sus pensamientos y tuvo una pequeña lucha interna para intentar recordar lo que pretendía decir.

—Oh, sí...Quería saber si podría enseñarme como disparar.

—¿Por qué quiere aprender a disparar, señora?

—Dígame Olivia, por favor y es por protección.

Él golpeó otro de las columnas con la maceta y levanto un tablón para incrustarlo en los postes y comenzar a ensamblar el cerco.

—¿Piensas que hay alguien de quien debas protegerte...Olivia?

—¿Todo el mundo? —dijo no tan segura—. Digo, mire a su alrededor...Usted ha matado a dos ladrones anoche y los otros siguen con vida, esos mismos hombres intentaron violarme y la ciudad está llena de hombres alcoholizados. Necesito saber protegerme si quiero sobrevivir.

Jonathan reconoció que había presentado un buen punto a su favor y le generó una puntada de culpa saber que era en parte responsable de que el mundo no fuera un lugar seguro. A veces se olvidaba de la gente como Olivia, que indefensos e ingenuos, se volvían víctimas de toda la maldad que había y de la cual él formaba parte. Eran momentos como esos, en los que se arrepentía de muchas de sus acciones y se preguntaba si encontraría redimirse algún día. ¿Acaso existía ese camino para él?

—Estás con los Taylor y ellos parecen cuidar bien de ti.

—No planeo quedarme —confesó por primera vez en voz alta—. Los Taylor no están muy bien económicamente y apenas tiene suficiente comida para ellos y con este clima, está claro que no habrá buenas cosechas esta primavera. Yo solo represento otra boca que alimentar y no aporto mucho, así que me iré cuando el mes acabe.

Que él se riera, destruyó cualquier esperanza de que lo que acababa de decir fuera posible y tuviera sentido. Lo enfrentó, con el mentón en alto cuando Jonathan se enderezó y se detuvo a unos pasos de distancia.

—¿Y a dónde irás exactamente?

—Aún no he decidido.

—¿Sabes andar a caballo? —. Olivia sintió sus mejillas enrojecerse al negar—. Y tampoco sabes usar un arma, así que asumo tampoco sabes cazar y como bien me has dicho, hay demasiados peligros allí afuera...Especialmente para una mujer sola en los caminos.

—Pero por eso le pido que me enseñe.

—Incluso con mi ayuda, acabaras muerta en cuestión de días. Quédate aquí, Olivia, el señor Taylor parece tenerte cariño como a una hija, dudo que este en sus planes echarte y te he visto trabajar en la granja, le quitas a la señora Taylor una gran carga laboral que no es capaz de hacer con su edad. Así que desde donde yo lo veo, les ayudas y a cambio ellos te alimentan. Podrán no tener suficiente comida para todos, pero en estos tiempos ¿Qué familia la tiene?

—Pero, aun así, quiero ser capaz de protegerme, señor Morgan —. Corrió detrás de él entre la vegetación que se enganchaba a su vestido y maldijo al verlo alejarse—. Detesto depender de otros y aunque me quedara, me gustaría poder ayudar más con la seguridad de la granja y yendo de caza. James es muy mayor para ir a cazar y Charlie con su herida...Madison podría hacerlo, pero está embarazada y sabemos perfectamente que la señora Riley no está en condiciones tampoco.

Se detuvieron cuando llegaron al establo y el silencio quedó entre ellos mientras Jonathan se llenaba un tarro de agua para beber de la cubeta que había para los caballos y se mojaba un poco el rostro y el cuello.

—Te enseñaré, pero te quedaras aquí con los Taylor.

Lo habría abrazado por la emoción del momento, pero se contuvo a pesar de que ansiaba saber cómo sería recibir un abrazo de su bisabuelo y se marchó poco después de eso para ayudar a Riley con la comida.

Jonathan había traído tres mujeres la noche anterior, una madre y sus dos hijas según Olivia había escuchado. La señora Emma Hill tenía cuarenta y cinco años y un feo moretón en su ojo y otros en su cuerpo, ocultos por su atuendo. Sus dos hijas, Amelia y Sophia, de trece y quince años respectivamente, también tenían algunos golpes y aunque no lo habían dicho, Olivia suponía que habían sufrido de abusos sexuales juzgando como actuaban en presencia de los hombres. Charlie y James las dejaban en sus manos para que estuvieran más cómoda y esa misma tarde, Jonathan planeaba llevarlas a la ciudad para dejarlas con un amigo que él decía tener allá, un tal Marcel Cornwell, aunque Olivia conocía a James y sabía que era cuestión de tiempo hasta que él decidiera invitarlas a quedarse un poco más. Al menos hasta que sus heridas sanaran.

—¿Puedo ayudarla con algo, señora Taylor? Mis hijas y yo somos muy trabajadoras, se lo aseguro. Cualquier cosa que necesite, solo diga y lo haremos inmediatamente.

—Por favor, señora, usted y sus hijas deben descansar —. La señora Riley llevó a Emma hacia la cama y la ayudó a volver a acostarse—. Madison y Olivia me ayudaran con todo lo que necesita hacerse y pronto les traeremos algo de comer.

La cocina tenía una enorme estufa donde Riley preparaba todas las comidas. Olivia intentaba hacerse de utilidad desde que había comenzado a vivir con los Taylor, pero encontraba el trabajo en el campo mucho más fácil (aunque agotador) que cocinar con esas pesadas ollas de hierro hirviendo y el fuego tan cerca. A pesar de que su ropa era cómoda para moverse, la falda terminara sobre sus tobillos y la boca de la estufa fuera lo suficientemente grande como para entrar en esta sin quemarse, sentía que era demasiado torpe para esas tareas. Al menos era torpe en comparación con Madison y Riley.

—Nunca nos has contado de donde eres, Olivia.

Regresó en sí cuando la voz de Madison interrumpió sus pensamientos y sonrió.

Se acercó a la mesa de madera en el centro de la cocina para ayudarlas cortando las verduras y mientras manejaba la pesada cuchilla sobre la gruesa tabla de madera, cortando unas zanahorias, respondió.

—Soy de Inglaterra, eso es bastante obvio —. Se rieron en respuesta y Madison asintió—. No sé qué más contar.

—Lo que tú quieras, pero al menos algo para conocerte mejor.

No sabía cómo hablar sin revelar que su vida estaba en el futuro, en un mundo muy parecido a ese, pero tan distinto en otras formas. Quería contarles algo, para evitar que sospecharan, pero también quería evitar pensar en su familia o sabía que la angustia regresaría. Esa misma angustia que había logrado reprimir por las últimas semanas intentando no pensar en ellos.

—Mi padre era un abogado, pero falleció cuando yo era joven en un accidente —. De tránsito, había fallecido en un accidente de tránsito, aunque esa parte la omitió—. Mi madre cuidaba de mí y de mi hermano...Ellos también están muertos.

No era la verdad, pero se acercaba. Su madre no había muerto, pero en ese tiempo en el que se encontraba, Marie ni siquiera existía y eso se acercaba demasiado a la muerte para Olivia. La idea de perderla, de haberla perdido, aun dolía.

—Y mi hermano...No tengo mucho más que contar, el resto ya lo saben.

—¿Estuviste casada?

—No, y no deseo estarlo tampoco.

Riley y Madison se miraron sorprendidas antes de estallar en risas. No esperaba que entendieran su deseo de no ceder al matrimonio cuando el feminismo y otras importantes leyes de las mujeres aún no habían sido creadas, pero defendía su postura firmemente sin importar en que época se encontrara.

—Tendrás que casarte tarde o temprano y mejor que sea temprano o ningún hombre te escogerá.

Olivia alzó una ceja ante aquellas impactantes palabras de Madison y forzó media sonrisa.

—Afortunadamente no soy pan en venta como para que deban escogerme.

—¿Pero ¿Qué planeas hacer con tu vida? Sin un hombre...

—Estaré perfectamente bien —interrumpió alzándose de hombros.

Volcó las verduras en la olla y Riley le agregó agua hirviendo, manteniéndose al margen de la conversación entre ellas.

—Necesitas a un hombre para que te proteja, Olivia.

—No necesito casarme para eso, perfectamente podía contar de la ayuda de amigos y conocidos.

Madison enmudeció y la miró con su boca entreabierta y sin argumento alguno para combatirla, luego sus ojos fueron hacia un punto detrás de Olivia y cuando ella se giró, sus ojos se encontraron con los de Jonathan. Él las miraba a ambas, probablemente igual de intimidado por la discusión como Riley y con el mismo deseo de no involucrarse, desafortunadamente, Madison no lo vio de la misma forma.

—¡Señor Morgan!

—Creo que volveré más tarde.

—No, no, por favor...Quédese y ayúdeme a explicarle a Olivia porque necesita encontrarse un marido.

La incomodidad fue palpable en el rostro de Jonathan cuando Madison lo arrastró al centro del salón y lo obligó a quedarse. Se rascó la nuca, con el sombrero en una mano y evitó los ojos de Olivia o los de Madison.

—Dígale, señor Morgan.

—¿Decirme que cosa? ¿Señor Morgan usted por qué no está casado?

Jonathan tragó saliva fuertemente e intercaló su mirada entre ambas.

—Yo...No deseo casarme.

—¡¿Ves?! Dile que está mal, Madison, dile que debe buscar una esposa.

—Él es un hombre.

—¿Y? Que sea hombre no significa que lo necesite menos que yo. 

—Pero tú necesitas protección y una casa y tener hijos, Olivia...Debes tener una familia.

—No debo hacer ninguna de esas cosas y puedo cuidarme yo sola.

—¿Cómo te cuidaste cuando los hermanos Hill intentaron...?

—¡Madison! ¡Es suficiente! —. La voz de Riley resonó en la cocina y las ganas que Jonathan sentía de desaparecer aumentaron—. Es suficiente.

Pero incluso aunque Riley la hubiera interrumpido, Olivia supo exactamente lo que aquellas palabras significaban y no contuvo su furia en su mirada. Se giró sobre sus pies hacia la salida y abandonó la casa azotando la puerta ruidosamente, dejando un ambiente incomodo a sus espaldas y a Madison sintiéndose arrepentida por sus palabras.

Jonathan chasqueó la lengua por lo bajo y miró hacia Riley.

—¿Podría servirme un poco de agua, señora Taylor?

—Por supuesto, señor Morgan, deme su botella. 

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