AL BORDE DE LA DESESPERACIÓN
|Leonardo Pereira|
Me levanté a las cinco de la mañana para salir a correr por un cuarto de hora a los alrededores de mi hogar. Al regresar a mi lujoso departamento tomé una refrescante ducha para después alistarme e ir a trabajar. Me encontraba de camino a mi oficina cuando de pronto y por alguna extraña e inexplicable razón, me pare frente a su escritorio y la miré detalladamente.
Aún seguía molesto por el incidente de la conferencia a causa de su error en cuanto a los análisis se refiere, pero de cierta manera y ahora que lo pensaba un poco mejor... En realidad no había sido tan malo.
—¿Pasa algo, señor?... —preguntó sorprendida y seguramente se debía a qué yo estaba parado frente a ella sin una razón aparente.
—Hoy tendré una invitada —le informé —Su nombre es Alicia Fisher. Me avisa cuando llegué antes de hacerla pasar.
—Si, señor.
Entré a mi oficina y tomé asiento para poder comenzar a resolver todos mis pendientes. Toda la información que la señorita Sara me había dado en cuanto a la propuesta de Beautiful Style, me fue de suma ayuda. Yo deduje en un segundo que esa compañía no sería un buen foco de inversión, pero ella me dio las bases.
—Señor... La señorita Alicia está esperando fuera. — dijo llamando a mi puerta.
—Hágale pasar y que nadie nos moleste.
—Entendido.
En cuanto salió la rara de mi secretaria, entró una mujer que estaba para comerse. De piernas largas, morena con sus espectaculares ojos verde agua que resaltaban más por su hermoso tono de piel.
—Tanto tiempo, guapo.
Se acercó hasta mi y con un sutil beso en la mejilla que seguro deseaba darlo en otra parte, me saludó.
— El placer es mío, preciosa —puse mi mano casi al finalizar su espalda.
Quisiera hacer de todo menos trabajar.
— ¿Y bien? — pregunté recobrando la compostura —¿Para que querías verme?
Regresé a mi lugar y me acomodé sobre el respaldo de la silla, entrelazando los dedos sobre mi regazo en espera a que Alicia me diera el motivo de su visita.
—Te tengo una propuesta de negocios, mi querido Leo — respondió cruzándose de piernas.
Gran manera de empezar a convencerme.
—Soy todo oídos.
Ahora me crucé de piernas.
—Sacamos una nueva fórmula para combatir las arrugas y ojeras a nivel cirugía, pero sin cirugía.
—No quiero fórmulas, quiero productos finalizados. Las fórmulas las hago aquí, en mi empresa cada jodido día.
—Lo sé, querido —respondió — Será propuesto a través de una crema. ¡Efecto Botox!
—Ese tipo de producto ya está en el mercado y es una total mierda.
—Tranquilo, amor — se defendió — Este será diferente. No es permanente, pero el efecto es inmediato. Si nos ubicamos en plazas y logramos que las mujeres lo prueben, estoy segura de que les encantará.
—¿Cuánto dura el efecto?
—Cuatro horas como mínimo.
—Muy poco tiempo.
—La misión será venderlo en el mismo instante en que se hace la prueba. Ellas verán el resultado de inmediato y lo consumirán ahí mismo.
—Sería un engaño y mi empresa vende realidad no fantasía. Yo busco fidelidad en mis clientes.
—Leo, eso es muy admirable de tu parte —se levantó de su asiento y se sentó sobre mi escritorio quedando frente a mi. — pero yo creo que puedes crecer más si intentas algo diferente.
—Soy la empresa más importante de todo Córdoba, preciosa. Dejando de lado que estoy dentro del top 5 en todo el país. — musité, engreído.
— Que engreído.
Sonreí descaradamente.
—Pero... — comencé a acariciar su pierna de arriba hacia bajo con suma lasciva —Lo pensaré, ¿te parece?
No iba a pensar nada, mi respuesta siempre sería no ante semejante ofensa. Nadie, ni mucho menos una mujer por más hermosa que fuera, me diría que hacer.
«Vamos a jugar un rato»
—Eres malo...— se acercó hasta donde yo estaba y susurró esas dos palabras directamente en mi oído mientras frotaba su pie contra mi entre pierna.
«¡Joder, como quisiera tirarla sobre mi escritorio y follarla ahí mismo. De solo pensarlo ya se me había puesto dura!»
¿Y por qué no? No sería la primera vez que hiciera algo así.
Me levanté lentamente y la tomé por la cintura. La recosté un poco hacia atrás para tener su perfecto cuello a la vista y así poder besarlo, lamerlo, chuparlo y...
—¡Señor Pereira! — gritó entrando a mi oficina como si fuera lo más normal del mundo.
Debía ser una broma, ¿no? Me alejé de golpe de Alicia sin poder creer que entrara de aquella forma.
—¡Señorita Stone! —grité con prudencia.
—Perdón, pero es urgente —se acercó a mi escritorio y barrió con la mirada a la prominente morena que estaba sobre el —No sabía que las visitas se sentaban sobre su escritorio. ¡Ja!
—¿Qué quiere? — cuestioné a punto de perder la paciencia.
—Necesito que me firme estos contratos con urgencia, debo enviarlos engargolados antes de las seis de la tarde.
Puso los folders sobre el escritorio haciendo que Alicia se bajara de golpe.
—Bolígrafo.
Le entregué los documentos ya firmados que yo mismo le había pedido redactara la tarde de ayer.
—Ahora, váyase.
—Si, señor.
Solté un profundo y entrecortado suspiro, luego mire a mi acompañante que me miraba entre divertida y descolocada.
—Simpática.
—Más bien es un desastre — respondí amargamente — Y bien... En qué estábamos.
La tomé bruscamente por la cintura para recostarla sobre mi pequeño sofá y poco a poco empecé a besar sus hermosas piernas que relucían gracias a ese sexy vestido rojo. Ella gimoteó cuando estuve mucho más cerca de su centro y claro que yo planeaba atravesar esa línea, hasta que...
— ¡Señor Pereira!
Me levanté con brusquedad para tenerla de frente y juro por dios que me faltó muy poco para estrangularla y más por la sonrisa descarada que llevaba en su rostro.
—¿Ahora que pasa, Señorita Stone?
— Le faltó firmar este — me entregó el último folder muy quitada de la pena.
Se lo arrebaté de golpe y me dispuse a firmarlo a toda prisa.
—Es ahí donde por lo general se sientan las personas — le comentó a Alicia mientras yo firmaba.
—Se me había olvidado — respondió ella, sarcástica.
—Si, luego las personas olvidan esas cosas tan insignificantes...
—Ya, listo. — la interrumpí entregándole el folder —Váyase.
—¡Si, señor!
Me volví a acercar a Alicia y me incliné poco a poco para así mismo poder besarla, pues lo otro ya no me apetecía...
—¡Señor Pereira!
—¡Dios, Sara! —gruñí más que molesto —¿Ahora qué?
Me miró entre asustada y divertida y eso me enfureció aún más.
—Solo... Solo venía a ver si no querían un poco de café.
Comencé a reír con incredulidad y fue ahí cuando entendí que mi paciencia se había agotado con esta niña.
—Bien, correcto. Usted se lo busco, pequeña parlanchina —la tomé del brazo sutilmente para no ser lo suficientemente brusco con ella aunque ganas no me faltaban —¡Fuera. Largo!
La saqué sin ningún tacto verbal e instintivamente azoté la puerta provocando así que todas las cosas de mi estante cayeran al suelo.
—¡Joder! —vociferé.
—Yo... Debo irme — comentó Alicia después de unos breves segundos de silencio.
—Si, es lo mejor.
— Recuerda pensar en mi propuesta — dijo, pero no respondí — Amm... y que secretaria tan competente.
La fulminé con la mirada a causa de su muy sarcástico comentario. Mierda, y lo peor de todo esto era que tenía prohibido despedirla. Amelia definitivamente había dado justo en el blanco al traerla frente a mi.